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Full text of "SAN JERONIMO Epistolario I"

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SAN JERÓNIMO 

Epistolario 

Edición bilingüe 

I 

TRADUCCIÓN, INTRODUCCIONES Y NOTAS POR 

JUAN BAUTISTA VALERO 



BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS 

MADRID • MCMXCIII 



LA PRESENTE EDICIÓN 



Agotada desde hace algunos años la edición bilingüe de las Car- 
tas de San Jerónimo, se presentaba una clara alternativa: o bien 
reproducir sin cambio ninguno la obra de Ruiz Bueno, benemérito 
por tantos motivos, o intentar una nueva edición, con traducción 
nueva, introducción general e introducciones parciales nuevas, y sobre 
todo con la incorporación de dos cartas, recientemente descubier- 
tas y publicadas en el Corpus de Viena, así como la exclusión de 
una larga carta, corrientemente atribuida a Jerónimo, pero clara- 
mente ajena a él, como es la carta a Celancia, 

Se ha adoptado la segunda solución. Eran muchas las razones 
para ello. La presente es «nueva edición», por todas esas razones, 
empezando por la introducción, en la que se ha querido destacar 
el contenido autobiográfico de las cartas, trazando con él una sem- 
blanza de San Jerónimo que respondiera a su verdadera vida inte- 
rior. Las introducciones parciales a cada una de las cartas han buscado 
el contexto de la misma dentro de la biografía del escritor, y han 
tenido en cuenta el aspecto prosopográfico de los personajes más 
importantes recurrentes en el texto. 

La traducción, que en principio quiso ser únicamente revisión de 
la de Ruiz Bueno, quien con excesiva frecuencia coloreó de arcaís- 
mos trieos de nuestro Siglo de Oro el texto de Jerónimo, pronto pa- 
só a ser traducción directa del texto latino, en lo que naturalmente, 
en más de una ocasión, la ya existente ha supuesto una valiosa ayu- 
da. Para la correspondencia entre San Jerónimo y San Agustín se ha 
tenido presente la versión ofrecida por Lope Cilleruelo en la edición 
de las Obras de San Agustín, tomos VIII, Xla y Xlb, números 69, 
99a y 99b de la BAC. 

Las notas han tenido que reducirse al mínimo d¿ida la extensión 
misma de la obra. En ellas se han recogido las referencias de citas 
bíblicas directas, y con frecuencia también las de citas implícitas 
o alusiones al texto sagrado. Lo mismo ocurre con los autores clási- 
cos profanos. 

Como texto latino de la presente edición se conserva el adopta- 
do por Ruiz Bueno en la anterior edición de las Cartas de San 
Jerónimo (BAC 219 y 220), que es fundamentalmente el de Migne 
(PL 22 y PLS 2,20) corregido con las mejoras que introduce el tex- 
to ofrecido por la colección Budé y antes por el del Corpus de Vie- 
na. La presente edición se ve enriquecida con dos nuevas cartas: 



XIV 



La presente edición 



una de Jerónimo a Aurelio, obispo de Cartago, y otra de Agustín 
a Jerónimo, no hace mucho descubiertas y publicadas, con su debi- 
do aparato crítico, en el volumen 88 del CSEL, con los números 
27* y 19* respectivamente, por el investigador Johannes Divjak. 
La de Jerónimo a Aurelio se publica al final de este primer volu- 
men. La de Agustín a Jerónimo se publicará en el segundo. 

Si el trabajo ha requerido no pequeña paciencia, por la enorme 
cantidad de detalles a los que había que atender, y resignación no 
menor ante la certeza de los muchos que se iban a descuidar y aun 
omitir, también ofrecía por otra parte la compensación del encuen- 
tro con esa extraordinaria personalidad de la historia de nuestra fe 
que es Jerónimo. Otros factores humanos, como el aliento conti- 
nuo de quien, siendo Superior Ge* ^valde la Orden Jerónima, ins- 
piró este trabajo, Fray Ignacio Madnd, así como el entusiasmo que 
mis alumnos del 'Departamento de Historia de la Iglesia, de la Uni- 
versidad Pontificia Comillas, pusieron en el seminario dedicado du- 
rante el curso 1990-1991 al estilo epistolar de San Jerónimo, han 
sido para mí una ayuda impagable. A todos ellos y a la Biblioteca 
de Autores Cristianos, encargada de esta edición, mi mejor agrade- 
cimiento. 



Madrid 1992 



ABREVIATURAS 



AB Analecta Bollandiana (Bruselas). 

CCL Corpus Chñstianorum. Series Latina (Turnhout). 

CD La Ciudad de Dios (El Escorial). 

ClasJ The Classical Journal 

CristSt Cristianesimo nella Storia (Bologna). 

CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (Viena). 

DThC Dictionnaire de théologie catholique (Paris). 

FZPhTh Freiburger Zeitschrift für Philosophie und Théologie (Fribourg, 
Suisse). 

Greg Gregorianum (Roma). 

JRS Journal of Román Studies (Londres). 

MHP Miscellanea Historiae Pontificiae (Roma). 

NRTh Nouvelle revue théologique (Tournai). 

PG Patrología Graeca (Paris). 

PL Patrología Latina (Paris). 

RB Revue Bénédictine (Maredsous). 

REAug Revue des études augustiniennes (Paris). 

REL Revue des études latines (Paris). 

RFIC Rivista di filología e istruzione clasica (Torino). 

RHE Revue d'histoire ecclésiastíque (Louvain). 

RSR Recherches de science relígieuse (Paris). 

RThPh Revue de théologie et de philosophie (Lausanne). 

SE Sacri^ Erudiri (Brugge). 

T.U. Texte und Untersuchungen (Leipzig-Berlin). 

ve Vigiliae chrístíanae (Amsterdam). 

VetChr Vetera christianorum (Barí). 

VS La vie spirituelle (Paris). 



INTRODUCCIÓN 



«Por ahora, lo único que puedo hacer es mandarte una carta 
que, en el lugar de mi persona, me represente ante ti». Porque 
«nada hace tan presentes a los ausentes como hablar y oír ha- 
blar por medio de cartas a los que amamos». Así escribía Jeró- 
nimo al amigo predilecto de juventud. Sus cartas, coleccionadas 
con esmero por sus corresponsales, y también por él mismo, si- 
guen hablando y haciendo presente entre sus lectores de hoy al 
ausente de tantos siglos. 

Ferdinand Cavallera, el clásico biógrafo de San Jerónimo, la- 
mentaba que precisamente quien había conservado para la pos- 
teridad el recuerdo de tantas y tan entrañables figuras del 
cristianismo no hubiera encontrado a su vez una pluma amiga 
que le hiciera pervivir a él mismo (R CAVALLERA, Saint Jéróme. 
Sa vie etson oeuvre, 2 vols. [Lovaina-París 1922] p.v). Es lógico 
que piense así quien con tanta intensidad se había ocupado de 
la vida y la obra de un personaje como San Jerónimo, tan exu- 
berante en relaciones humanas y tan generoso literariamente con 
quienes compartieron su amistad. Pero bastará poner los ojos 
en la correspondencia epistolar, esa parcela singular que Jeróni- 
mo cultivó con tanto esmero, y en general en el conjunto de su 
producción literaria, para captar que sus escritos tienen la cate- 
goría excepcional de verdadera autobiografía. 

En esta autobiografía, las cartas son la clave imprescindible 
para acercarse a la interioridad personal de Jerónimo; son como 
la guía que invita y a la vez conduce a través de la experiencia 
íntima de alguien que, escribiendo a personas particulares, sabe 
dar a sus cartas el valor universal de lo privado. 

A juzgar por ellas, se diría que Jerónimo quiso salvar celosa- 
mente las tres etapas a su juicio más importantes de su vida: la 
experiencia del desierto, el paso por Roma al servicio de la Igle- 
sia en la persona del pontífice Dámaso, y el período definitivo 
de la madurez, es decir su larga estancia en Belén hasta el final 
de sus días. Abarcan estas tres etapas la vida propiamente acti- 
va de Jerónimo. Su extensión es desigual, y a cada una de ellas 
corresponde un bloque de cartas, igualmente desigual, pero que 
tiene la virtualidad de ir dejando constancia del ininterrumpi- 
do progreso interior en la vida de Jerónimo. Seguirle a través 
de estas cartas, es como asistir con él a las experiencias más sig- 
nificativas de su vida. Así, el epistolario de Jerónimo podría muy 



4 



Introducción 



bien repartirse en tres capítulos, que tendrían la desigualdad y 
la discontinuidad misma de su vida: «las cartas del desierto», 
«las cartas de Roma» y «las cartas de Belén», 

1. San Jerónimo a través de sus cartas 

1, Los años jóvenes (347-358) 

Buena parte de los datos biográficos sobre los años jóvenes 
de Jerónimo provienen fundamentalmente de las cartas escritas 
desde el desierto de Calcis. Y se explica porque esa etapa es una 
de las más intensas de su vida. En la soledad del desierto co- 
bran pleno relieve aun las cosas más insignificantes, y esa sole- 
dad se puebla de los recuerdos y de las añoranzas de las cosas 
y de las personas que se han dejado atrás. Jerónimo, al abando- 
nar Occidente, camino de Antioquía, donde le esperaba la ex- 
periencia del desierto, dejaba una situación oscura entre amigos 
y familiares, «de cuyo lado un súbito torbellino le había arreba- 
tado» (Carta 3,3). Era lógico que en la comunicación epistolar 
de la nueva etapa que empezaba fluyeran de su pluma aquellos 
sentimientos de que estaba más lleno su corazón. Toda la co- 
rrespondencia de esta época tiene una misma preocupación: re- 
cuperar la relación amistosa y familiar de un círculo de amigos, 
con quienes ha compartido momentos decisivos de su vida. Ese 
grupo de personas está vinculado geográficamente a la patria chica 
de Jerónimo y son para él una especie de patria espiritual en 
la que busca cobijo y calor humano. 

Una de las primeras cartas de Jerónimo, escritas por este tiem- 
po, está dirigida a Rufino, compañero de estudios y partícipe 
de su misma vocación, que se encuentra por ese tiempo reco- 
rriendo el interior de Egipto y visitando los «coros de los mon- 
jes». En ella aflora, como en fotografía de familia, uno de los 
recuerdos más emocionados, el recuerdo de Bonoso, el amigo 
inseparable desde la más tierna infancia, que ahora, «como nuevo 
morador del paraíso», se ha retirado a un islote del Adriático 
para dedicarse a la vida ascética y a la meditación: «las mismas 
nodrizas nos estrecharon a los dos en sus regazos, los mismos 
ayos nos acariciaron y, después de los estudios en Roma, ambos 
comimos el mismo pan, ambos nos cobijamos en un mismo al- 
bergue junto a las riberas medio bárbaras del Rin» (Carta 3,5). 



Introducción 



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Los recuerdos familiares 

La segunda instantánea de sus tiempos de niñez se la dedica 
Jerónimo a su hermana. De ella habla, en carta del año 375, 
a tres personajes de Aquileya: Cromado, Jovino y Eusebio. Dos 
de ellos, Cromacio y Eusebio, eran hermanos «no menos por 
igualdad de carácter que por naturaleza» (Carta 8) y formaban 
junto con su madre, sus hermanas y el tercero de la carta, Jovi- 
no, una especie de iglesia doméstica. Jerónimo dará a la madre 
y a los dos hermanos el título de mártires, porque parece que 
habían intervenido decisivamente contra el «virus» de la doc- 
trina arriana. En este grupo había sido acogida la hermana de 
Jerónimo. Era en ese momento una niña a las puertas de la ju- 
ventud. Probablemente había sido bautizada por el presbítero 
Juliano, que aparece en la carta, y por él había sido orientada 
hacia la consagración de su vida en virginidad. De ella se ocupa 
Jerónimo no sólo con la mera solicitud de hermano mayor, sino 
con verdadero cariño y con una notable sensibilidad por los pro- 
blemas psicológicos de una adolescente «que está entrando en 
el camino de la juventud, y ha de ser sostenida por las enseñan- 
zas de todos y alentada por los consuelos de todos, reconforta- 
da con frecuentes cartas, incluso del obispo; pues los ánimos de 
las doncellas se afianzan con estas atenciones» (Carta 7,4). 

El recuerdo de los padres vendrá más tarde. No será muy 
prolijo en él, pero le llenará de orgullo poder afirmar que su fe 
católica es tan antigua como su cuna (Carta 82,2), y que sólo 
el amor del reino de los cielos le dio fuerza para separarse de 
su casa, padres, hermana y parientes (Carta 22,30). De su her- 
mano Pauliniano hablará más a menudo, puesto que seguiría muy 
pronto los pasos de Jerónimo en la vocación ascética y viviría 
largos años a su lado. 

Determinar la fecha del nacimiento de Jerónimo es más com- 
plicado. Porque cuando él mismo hace referencia a su edad, pa- 
rece no conocer más que dos edades en su vida, la juventud y 
la vejez. Se define como «adolescente, casi un niño», cuando 
en el desierto, por los años 375-77, se dedica a refrenar sus pri- 
meras pasiones (Carta 52,1). Unos catorce años más tarde, por 
el 389, presumirá de su cabeza cubierta de canas, signo de una 
edad ya avanzada (Carta 84,3). Con toda probabilidad Jeróni- 
mo nacería a mediados del siglo IV. De este punto se han ocu- 
pado los biógrafos modernos con especial ahínco, aunque pocos 
han corregido al gran biógrafo R Cavallera, que propone como 
fecha de nacimiento el año 347. 

Habría que salir de las cartas de Jerónimo y espigar en otros 
escritos suyos para enriquecer, ya que no completar, su cuadro 



6 



Introducción 



familiar. El mismo, en el escrito sobre «Los hombres ilustres» 
de las letras cristianas, dejará la siguiente ficha biográfica de sí 
mismo: «Jerónimo, nacido de Ensebio, en Stridon, villa destruida 
por los godos, confín que fue en otro tiempo de Dalmacia y de 
Panonia» (De viris illustribus, CXXXV: PL 23,719). Esta escue- 
ta noticia conserva dos nombres importantes en la biografía de 
Jerónimo, el nombre de su padre, y también el de su ciudad na- 
tal, de cuya existencia la historia tiene conocimiento a través 
exclusivamente de esta nota de Jerónimo. Desaparecida con el 
avance de los pueblos bárbaros, de la ciudad de Stridon no que- 
da vestigio ninguno. No parece que estuviera lejos de puntos 
como Aquileya y la antigua Hemona, hoy Lubiana. La vincula- 
ción sentimental de Jerónimo con Stridon no es precisamente 
fuerte. Así se explica que no salgan los mejores elogios de su 
pluma cuando habla de ella: «porque allá en mi pueblo natal to- 
da rusticidad tiene su asiento, el vientre es Dios, y es más santo 
quien es más rico» (Carta 7,5). 

Una sola carta de familia se conserva entre las de Jerónimo, 
la dirigida, en la primera época, a Castorina, tía materna, a quien 
invita a «deponer el viejo rencor», un enfado sobre el que «el 
sol se ha puesto no un solo día, sino muchos años» (Carta 14). 
Jerónimo no explícita más, pero queda claro que no faltaron pro- 
blemas en sus relaciones familiares. Además, según él mismo deja 
entender, no es reciente esa desavenencia. Sin que haya que po- 
nerla en la primera infancia, es, sin embargo, un dato más, aso- 
ciado al recuerdo de la gente de Stridon, que no favorece 
precisamente en Jerónimo el apego a su ciudad natal. 



Tiempo de formación (359-367) 

Más placenteros, en su conjunto, serán los recuerdos de su 
época de estudios en Roma. A juzgar por el bagaje de conoci- 
mientos objetivos y metodológicos de que hacen alarde sus obras, 
Jerónimo no perdió el tiempo en la capital del Imperio. Su for- 
mación hubo de ajustarse al ordenamiento habitual de los estu- 
dios que siguen a la escuela primaria: cuatro años de gramática, 
dedicados básicamente a la lectura y el comentario de poetas 
e historiadores, y cuatro años para el estudio de la retórica y la 
filosofía (DAREMBERG-Saglio, Dict. des Antiquités, término 
«Educatio», t.II, p.483). Una ley de este tiempo, con aplicación 
al menos en Roma, disponía que el estudiante había de dar por 
concluido el ciclo de los estudios a los veinte años de edad co- 
mo muy tarde. 



Introducción 



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Un nombre quedaría grabado en el recuerdo agradecido de 
Jerónimo, el de Elio Donato. Para él reservará un puesto en su 
Crónica, y sólo a él le concederá el título de «praeceptor meus». 
Elio Donato es para Jerónimo «el maestro», sin más, de este tiem- 
po, y es probable que fuera el maestro único, tanto para la etapa 
de la gramática como para la de la retórica. De él se han conser- 
vado comentarios a Terencio y a Virgilio, lo que hace compren- 
sible la facilidad con que fluyen las citas virgilianas en la obra 
de Jerónimo. 

Del aprovechamiento de Jerónimo es buen testimonio toda 
su obra. El mismo es muy consciente de ello, y lo deja entrever 
de manera especial en sus escritos polémicos, donde la descali- 
ficación del adversario por falta de formación es, de rechazo, 
exaltación de las propias virtudes. A Rufino, amigo de siempre, 
y compañero de estudios, al parecer poco aventajado, le escribi- 
rá más tarde, en plena polémica: «Supongo que en tu juventud 
leerías los comentarios de Aspro a Virgilio y a Salustio, los de 
Volcato a Cicerón, los de Victorino a los diálogos de éste, y los 
de mi maestro Donato a las comedias de Terencio y a Virgilio, 
y tantos otros comentarios a otros, por ejemplo a Plauto, a Lu- 
crecio, a Flaco (Horacio), a Persio y a Lucano» (JERÓNIMO, >4po/. 
I 16: PL 23,410). Un poco más comedido será el balance que 
hace de sus estudios en una carta no polémica del año 411: «des- 
pués de las agudezas de Quintiliano, los ríos de elocuencia de 
Cicerón, la gravedad de Frontón y la suavidad de Plinio, me pu- 
se a aprender el alfabeto hebreo» (Carta 125,12). 

Prueba del entusiasmo de Jerónimo por estos estudios es que 
«nunca podría desprenderse de aquella biblioteca, que con ex- 
trema diligencia y trabajo, se había copiado de propia mano en 
Roma» (Carta 22,30). Su sensibilidad por la palabra escrita no 
le hacía olvidar la importancia de la palabra hablada. Así, du- 
rante los años de Roma, no sólo asistiría asiduamente a los dis- 
cursos del foro, sino que él mismo se ejercitaría declamando piezas 
ficticias: «también yo declamé con frecuencia fingidos discur- 
sos judiciales» (Carta 81,1). 

Roma formó al humanista en Jerónimo. Sus propias cartas 
son buen ejemplo de un estilo cuidado con esmero, de variedad 
en el vocabulario, de originalidad en la selección de imágenes 
y figuras literarias y de rigor en el empleo de los recursos de 
la oratoria. Sus composiciones literarias fluyen con la esponta- 
neidad y limpidez de lo que se hace sin esfuerzo ninguno. El 
juicio que Jerónimo dedica al joven Paulino de Ñola es justa- 
mente el juicio que él mismo se merece mejor que ningvmo de 
sus contemporáneos en las letras cristianas: «He leído con agra- 
do el panegírico que con talento y arte compusiste en honor del 



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Introducción 



emperador Teodosio, y que te dignaste enviarme, y muy parti- 
cularmente me ha gustado su plan. El estilo es conciso y claro, 
y aun brillando con pureza tuliana, es rico de pensamiento. Hay 
además fuerte trabazón en la materia, y un punto depende de 
otro. Todo lo que tratas o es conclusión de lo anterior o intro- 
ducción de lo que sigue» (Carta 58,8). 

El cuidado de los aspectos formales en el quehacer literario 
es algo que nunca olvidará Jerónimo. Ya de mayor recordará con 
ingenua complacencia su aprecio de la estética. Los ejercicios 
estilísticos de juventud no eran para él un esfuerzo, sino un jue- 
go, Y el verbo de acción que utiliza no será «exercere» sino «lu- 
dere». En una carta inédita hasta ahora, dirigida al obispo Aurelio 
de Cartago, le advierte para que no confunda ciertas obras su- 
yas, escritas como «divertimento» y otras escritas con plena ma- 
durez: «Me escribes que tienes algunas obrillas de mi pequeñez, 
a saber unas pocas homilías sobre Jeremías y dos sobre el Can- 
tar de los Cantares; siendo todavía un jovenzuelo, y a ruegos 
de un hermano, jugué con ese tipo de ejercicio, del que Excep- 
túo las dos homilías sobre el Cantar de los Cantares, que tradu- 
je en Roma a petición del bienaventurado Dámaso» 0. DiVJAK 
(ed.), Sancti Aurelii Augustím opera, SectJI, pars VI: CSEL 
88,131). Lo mismo dirá de una de las cartas más bellas de su 
colección, la dirigida a Heliodoro de Altino (Carta 14), invitán- 
dole a que se una a él en el propósito de la vida monacal. El 
mismo la juzga así: «cuando yo era un mozo, o por mejor decir, 
casi un niño, escribí al santo Heliodoro una carta exhortatoria, 
llena de lágrimas y de quejas. En aquella obra, llevado por mi 
edad, me pcrimtí juguetear con ciertas fiorituras y^ como aún her- 
vían en mí los estudios y las reglas de la retórica, pinté algunas 
cosas con florecillas de estudiante» (Carta 52,1). 

De Roma se llevó Jerónimo, además de su formación y de 
su biblioteca, el afecto de un inolvidable puñado de amigos co- 
mo Rufino de Concordia, más conocido como el de Aquileya, 
Heliodoro de Altino y Panmaquio; y sobre todo, el recuerdo de 
la vida cristiana, y la íntima alegría del bautismo. De éste habla 
con orgullo en las dos cartas que escribirá al papa Dámaso des- 
de el desierto. El bautismo se va a convertir para él en el víncu- 
lo que más fuertemente le imirá con Roma. Se trata de una unión 
afectiva, por una parte, y de adhesión doctrinal a la cátedra de 
Pedro, por otra. El bautismo le confiere una curiosa conciencia 
de romanidad interior. Dice que el confusionismo arriano que 
le rodeaba y le presionaba durante su estancia en Antioquía, le 
decidió a él, «hombre romano», a dirigirse «a la cátedra de Pe- 
dro en busca de alimento para su alma, pues en ella había reci- 
bido en otro tiempo la vestidura de Cristo» (Carta 15,1 y 2). 



Introducción 



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Y éste será el argumento para insistir una vez más ante el mutis- 
mo de Dámaso: «como ya te dije antes, yo he recibido la vesti- 
dura de Cristo en Roma» (Carta 16,2). 

Extraña la parquedad con que Jerónimo se refiere a su bau- 
tismo. Por otra parte, el hecho mismo, testimoniado por él, de 
su celebración en Roma ilumina no pocos aspectos de la época 
estudiantil. Y, en primer lugar, sin quitar nada a la sinceridad 
de sus confesiones posteriores sobre los pecados de juventud, 
no parece que las «delicias romanas» (Carta 22,30) descarriaran 
gravemente al «hombre romano» de Stridon. Los mismos estu- 
dios, llevados como los llevaba él, tenían que absorberle plena- 
mente. El mismo reconocerá más tarde, recapitulando el efecto 
que éstos hacían en él: «los poemas de los poetas, la sabiduría 
de los clásicos, la pompa de las palabras retóricas, todo esto agrada 
por su suavidad a todo el mundo y, al arrebatar los oídos con 
versos que corren dulcemente modulados, penetran también el 
alma y encadenan lo íntimo del corazón» (Carta 21,13). El cora- 
zón de Jerónimo, tan fuertemente encadenado por el estudio, 
no es fácil que tuviera muchos espacios libres para las livianda- 
des de la vida, que indudablemente sí que conoció. 

El círculo de amigos, a juzgar por la trayectoria que cada 
uno de ellos va a seguir, tampoco parece que fuera un obstáculo, 
sino más bien todo lo contrario, para la maduración de la fe cris- 
tiana, que Jerónimo había vivido en su propia familia. En va- 
rios de sus escritos recogerá las menudas experiencias de fe, 
hechas en compañía de sus amistades, a lo largo de su estancia 
estudiantil en Roma. Recuerda la impresión que le hacen sus 
visitas a las catacumbas, «inmersos en una noche lóbrega que 
nos traía a la memoria el verso de Virgilio: "horror por doquier, 
y silencio que petrifica el alma"» (Comm. in Ezech. 40,5: PL 
25,375). No es posible determinar con qué frecuencia asistía a 
las reuniones de la comunidad; pero se admira de la asiduidad 
y del fervor con que el pueblo acude a las iglesias y a las memo- 
rias de los mártires, y le sobrecoge el «Amén» pronunciado por 
los fieles, que «resuena como un trueno y llega con su eco hasta 
los templos vacíos de los ídolos» {Comtn, in Gal. II: PL 25,355). 

No se puede decir que estas vivencias religiosas sean por sí 
solas tan profundas como para provocar en Jerónimo la decisión 
por el bautismo. En todo caso, significan una cierta familiari- 
dad con la vida cristiana, tal como ésta se expresa en la liturgia 
y en el culto externo a los santos. Si la vida de fe de Jerónimo 
no es en estos años un dechado de profundidad, tampoco se pue- 
de decir que estuviera del todo aletargada. Esa fe tuvo la fuerza 
suficiente como para llevarle al bautismo, que recordará de ma- 
yor como la gran experiencia que marca su vida de estudiante. 



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Introducción 



Sin embargo, su formación religiosa deja mucho que desear. 
Unos veinte años más tarde reconocerá él mismo que, así como 
su formación clásica se le había convertido en una especie de 
segunda naturaleza, el dogma cristiano apenas pasaba de ser un 
mero añadido: «admito que me equivocaba en mi juventud, y 
que, formado en los estudios de los filósofos, es decir, de los 
gentiles, ignoraba en los comienzos de mi fe los dogmas de Cristo, 
al pensar que en los apóstoles se hallaba lo mismo que yo había 
leído en Pitágoras, Platón y Empédocles» (Carta 84,6). El Jeró- 
nimo posterior consideraría a este Jerónimo recién bautizado co- 
mo un «párvulo en Cristo». 



Tréveris y Aquileya (368-374) 

Terminados los estudios en Roma, por el año 367, comienza 
una etapa apresurada y confusa en la vida de Jerónimo. Una fra- 
se escueta lanza una tenue luz sobre este tiempo. Rememoran- 
do, en carta a Rufino, la vocación de Bonoso, el amigo común, 
Jerónimo se eleva en oración a Cristo y le presenta los propósi- 
tos del amigo y los suyos propios: «Tú sabes que fui yo el prime- 
ro en quererte servir, cuando, después de nuestros estudios en 
Roma, ambos compartimos mesa y albergue junto a las riberas 
semibárbaras del Rin» (Carta 3,5). 

Este viaje hacia el Norte, en compañía de Bonoso, proba- 
blemente no se limita a una única ciudad. Tréveris es lugar cier- 
to de estadía. Allí Jerónimo copió de propia mano el «tratado 
sobre los salmos davídicos» y el voluminoso «libro de los síno- 
dos» de San Hilario (Carta 5,2), lo cual lógicamente supone su 
tiempo. Pero el conocimiento que demostrará, más tarde, de las 
principales ciudades germanas y gálicas (Carta 123,16) permite 
pensar que no estuvo confinado exclusivamente en Tréveris. 

No es fácil adivinar con precisión cuál fue la intención de 
Jerónimo en este viaje. Pero su ocupación de copista en Tréveris 
es particularmente orientadora. ¿Qué puede significar este in- 
terés repentino por la literatura cristiana? El puro valor literario 
no parece que sea todo lo que busca. De Hilario, en concreto, 
piensa Jerónimo que «se eleva sobre el gálico coturno y ador- 
nándose con flores de Grecia se pierde a menudo en largos pe- 
ríodos y está muy lejos de ser lectura para hermanos demasiado 
sencillos» (Carta 58,10). ¿Cómo se justifica que quien piensa así 
del escritor Hilario dedique un tiempo precioso y un trabajo ím- 
probo para copiar todo un tratado y un «voluminoso» libro de 
ese autor? ¿No hubiera bastado con una lectura sosegada? 



Introducción 



Pero esta noticia sobre el trabajo de copista, realizado por 
Jerónimo, está probablemente en conexión con la otra, de la carta 
a Rufino, en la que dice con claridad que en ese viaje, hecho 
en compañía del amigo Bonoso, «empezó él, el primero, a que- 
rer servir al Señor». Para ello necesitaba un bagaje especial. 
Quien, embebido en los clásicos, se había pertrechado con una 
biblioteca copiada de propia mano, una vez decidido al servicio 
de Cristo, era lógico que hiciera algo semejante. Es decir, Tréve- 
ris supuso el primer acopio de lo necesario para el nuevo cami- 
no de Jerónimo. Consideraba Jerónimo que esas obras, que con 
tanto ahínco había copiado, eran «alimento para el alma cristia- 
na, que ha de meditar día y noche en la ley del Señor» (Carta 5,2). 

Hay una circunstancia cronológica, en el anterior pasaje de 
la carta a Rufino, que conviene sopesar todavía. Es la referencia 
a los estudios de Roma: «después de los estudios de Roma, cuando 
en las orillas semibárbaras del Rin compartía con Bonoso mesa 
y albergue». No es la única vez que Jerónimo relaciona su voca- 
ción, aunque sólo sea cronológicamente, con los estudios roma- 
nos. En el prólogo al Comentario de Abdías, escrito a finales 
del año 396 y dedicado a Panmaquio, se desahoga Jerónimo con 
el amigo evocando aquellos tiempos mejores, «más dulces que 
la luz del día», en los que «después de dejar la escuela de los 
rétores emprenderíamos caminos dispares. Yo y Heliodoro nos 
preparábamos para la soledad del desierto sirio de Calcis» (PL 
25,1098). 

De ese tiempo vivido a orillas del Rin data precisamente un 
primer comentario al profeta Abdías, Es un trabajo de orienta- 
ción místico-alegórica. Jerónimo lo hace impulsado por su ar- 
diente amor a la Sagrada Escritura. Se encuentra, según 
retrospectiva tardía, «en la adolescencia». Había leído aquello 
de que todo es posible a quien tiene fe; pero aún no sabía que 
existían carismas muy diversos. El, sin embargo, por el hecho 
de conocer la literatura profana, pensó que estaba capacitado 
para leer y comentar un libro, propiamente «sellado», como el 
de Abdías. Y no parece que le costara mucho trabajo ni mucho 
tiempo sacar a luz esta que posiblemente fue su primera obra 
exegética. 

El tiempo le había hecho olvidar aquel trabajo primerizo. 
Daba por perdido este comentario, hasta que, muchos años des- 
pués, un joven venido de Italia le trae un ejemplar y se lo mues- 
tra, entusiasmado de la obra. «Por muy mal que uno escriba 
— dice Jerónimo que pensó — , siempre encuentra un lector a su 
altura, que le haga honor con su ignorancia». Jerónimo, en ese 
trance, hubiera querido expresar su pudor con la cabeza bien 
baja. «Era yo entonces un niño, dice, y aún no había aprendido 



12 



Introducción 



a escribir» (ibid.). Por el contrario, ahora quedan lejos aquellos 
tiempos de audacias juveniles, y piensa que algo ha tenido que 
avanzar «en estos treinta años de sudor en la obra laboriosa de 
servicio al Señor». Lo mejor iba a ser comenzar un nuevo co- 
mentario, y superar «la obra del ingenio pueril» con otra más 
propia de «la madura senectud». 

Si al Abdías de juventud le separan treinta años del Abdías 
de la madurez, quiere esto decir que Jerónimo ya hacía sus pri- 
meros ensayos exegéticos por el año 367, es decir, muy poco des- 
pués de los años de formación en Roma. El que el ejemplar del 
inmaduro Abdías venga de Italia, hace más que verosímil que 
Jerónimo había encarrilado su futura forma de vida y el tipo 
de trabajo con el que «quería servir al Señor» ya en época muy 
cercana a los estudios. 

Esa referencia a la conclusión de los estudios en Roma trata 
de situar cronológicamente el período inmediatamente anterior 
al retiro de Calcis. Eso mismo quiere decir que este período es 
considerado, más tarde, por Jerónimo como un período de tran- 
sición. En él nace su vocación de asceta, y en él ensaya las pri- 
meras armas de lo que iba a ser una de sus principales 
ocupaciones, la de copilador. En ella hará progresos notables. 
De tal forma que, pocos años después, quizá el año 375, podría 
decir a Florentino, monje de Jerusalén destacado por sus obras 
de caridad, y aficionado como Jerónimo a la recogida de escri- 
tos cristianos: «y como, por largueza del Señor, poseo una bi- 
blioteca sacra rica en códices, a ti te toca encargar; te enviaré 
todo lo que desees. No me resulta cosa pesada, porque tengo 
un grupo de alumnos interesados en la trascripción de obras an- 
tiguas» (Carta 5,2). 

Después del viaje al Norte, con Tréveris como meta destaca- 
da y expresamente nombrada por Jerónimo, parece obligado ha- 
cerle volver a su pueblo natal. Es lo que suponen todos sus 
biógrafos; pero, en las cartas de Jerónimo, no hay apoyo docu- 
mental de que así fuera. Sí lo hay de un paso relativamente pro- 
longado por Aquileya, y alrededores, donde se va a encontrar 
con antiguos y nuevos amigos, que le van a enfervorizar en su 
propósito de entregarse a la vida monacal. A estos amigos, y a 
este tiempo, se refiere en sus primeras cartas. Cartas, como se 
ha podido ver, llenas de afectos personales y de añoranzas de 
los tiempos, de las que brotan como chispas sueltas casi todas 
las noticias sobre sus años jóvenes. 

La impresión que se desprende de estas cartas es que Aqui- 
leya tiene una importancia decisiva para Jerónimo. No deja de 
ser significativo el contraste entre el afecto que suscita en Jeró- 
nimo el grupo de los primeros amigos y la repulsa que le produ- 



Introducción 



13 



ce el solo recuerdo de su ciudad natal. Si Jerónimo hubiera hecho 
su propia biografía, es muy probable que hubiera roto «el orden 
que imponen los retóricos», que tan fielmente observaba él mis- 
mo en las muchas biografías que trazó a lo largo del epistolario, 
pero que también rompió en casos concretos. Posiblemente es- 
tos casos no hacen sino reflejar el esquema valorativo de su pro- 
pia vida. Así, por ejemplo, al trazar la bella biografía de Fabiola, 
que se podrá leer en la carta 77 de este epistolario, afirma que 
tendrá que exaltarla «con nuevo género de elogios y, dejando de 
lado el orden que imponen los retóricos, habrá que tomar como 
punto de partida no su noble alcurnia, sino su conversión y su 
penitencia» (Carta 77,2). 

Para Jerónimo, la vida de Fabiola, en su interés propiamen- 
te biográfico, empieza en el momento de su conversión. Del mis- 
mo modo, el silencio de Jerónimo sobre su propia infancia y sus 
años jóvenes podría apuntar a que ese período de su vida no 
tiene relevancia biográfica en su valoración personal. De hecho, 
la biografía insinuada por sus cartas da comienzo con la etapa 
vivida por él entre los amigos de Aquileya, que formaban, se- 
gún él mismo escribiría, un verdadero «coro de bienaventurados». 

Ellos son los destinatarios de sus primeras cartas. Todo ha- 
ce pensar que la expresión «coro de bienaventurados», utilizada 
por Jerónimo en su Crónica, significa un movimiento consoli- 
dado de ascetismo, al que pertenecía como figura destacada Cro- 
macio, quizá promotor y guía espiritual del grupo, juntamente 
con otros, como Heliodoro, corresponsal también de Jerónimo, 
y que no siempre vivió en Aquileya, ya que sería pronto nom- 
brado obispo de la pequeña ciudad cercana de Altino. A este 
mismo grupo perteneció Rufino de Concordia, más tarde cono- 
cido como Rufino de Aquileya precisamente por su relación con 
el denominado «coro de bienaventurados» de esa ciudad. La re- 
lación de Rufino con este círculo era particularmente profunda 
porque había recibido el bautismo, ya en edad adulta, de manos 
de Cromacio. Al mismo grupo perteneció igualmente Bonoso, 
el amigo y compañero de infancia de Jerónimo, y del que ya se 
conoce su futuro anacorético en una isla solitaria del Adriático. 

Más que un convento, aun en sentido amplio, el aspecto que 
ofrece ese grupo, en el que la amistad juega un papel importan- 
te como lo demuestra la primera correspondencia de Jerónimo, 
es más bien el de una comunidad de creyentes entusiasmados 
por la vida ascética, tan en boga por ese tiempo, y probable- 
mente también por el estudio. Hay clérigos y hay seglares, co- 
mo se verá en la lectura de las cartas; pero esa diferencia quedaba 
allanada por una extraordinaria talla moral de todos los compo- 
nentes del círculo. Es posible que dentro de este grupo haya que 



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Introducción 



encuadrar a los destinatarios de las cartas 3 a la 12. En el mis- 
mo contexto ascético hay que incluir también un grupo de vír- 
genes, que tienen su residencia en la ciudad cercana de Hemona. 
Si se exceptúan estas últimas, los demás integrantes de este mo- 
vimiento ascético no parecen estar ligados a un lugar fijo. Hay 
además variedad de inclinaciones; tres de ellos, Crisocomas, Pablo 
y Antonio, reciben el apelativo de monjes. El primero vive en 
Aquileya, y los otros dos en Concordia y en Hemona respecti- 
vamente. 

Quizá esta autenticidad, y al mismo tiempo pluralidad, en 
el seguimiento de la vocación cristiana, era lo que más atraía 
a Jerónimo, y lo que más le alejaba interiormente de su patria 
chica, no muy distante de Aquileya. Esta se va a convertir en 
su verdadera patria espiritual y terminará por suplantar, en el 
terreno del afecto, a la Stridon que pronto destruirían los go- 
dos, hecho que no va a entristecer particularmente a Jerónimo. 

Tréveris y, a continuación, Aquileya serán en la formación 
cristiana de Jerónimo lo que fue Roma en su formación huma- 
nística. Son en total unos siete años de vivencias acumuladas, 
muy distintas de las de Roma. En Aquileya, y probablemente 
ya en Tréveris, gustó con toda intensidad los nuevos modos de 
vida religiosa, circunstancialmente tan relacionada con el arria- 
nismo, como es el caso de Cromacio y acompañantes. No sin 
razón se atribuye a San Atanasio, el obispo continuamente des- 
terrado por instigación de los grupos arrianos, buena parte del 
florecimiento de focos de vida ascética por toda la geografía de 
Europa. Justamente Tréveris y Aquileya son ciudades por las que 
pasó en sus diversos viajes este propagandista del monacato. 

Por razones difícilmente precisables, Jerónimo tendría que 
alejarse bruscamente de Aquileya. El mismo habla de un «súbi- 
to torbellino, y de un cruel desgarrón» (Carta 3,3), que le sepa- 
ra de los amigos con quienes ha compartido el período de 
Aquileya. 

2. Oriente o la llamada del desierto (374-382) 

La vocación de anacoreta 

A partir de la huida de Aquileya comienza para Jerónimo 
la que se podría llamar la gran experiencia: la experiencia del 
desierto. Por más que lo parezca, la brusca ruptura de Aquileya 
no es la causa de su marcha hacia el desierto, para el que desde 
hacía tiempo venía preparándose junto con su amigo Heliodo- 
ro; aunque no parece que hubieran pensado en un lugar deter- 



Introducción 



15 



minado. Así pues, el torbellino de Aquileya puede que precipitara 
el momento, pero no es la causa del propósito. 

De esta precipitación es reflejo una de las primeras cartas 
de Jerónimo, la que escribe a Rufino, que por entonces estaba 
recorriendo el interior de Egipto y visitando «los coros de los 
monjes». En ella, Jerónimo le comunica el ardiente deseo de reen- 
contrarse con él. Alude también a su decisión repentina de aban- 
donar Aquileya, y describe al amigo la peripecia dramática de 
su «peregrinar errante hacia lo desconocido». El viaje empieza 
por mar, pero a partir de Grecia transcurrirá todo él por tierra: 
«la travesía de Tracia, Ponto y Bitinia, todo el camino de G ala- 
cia y Capadocia, y el calor ardiente de Cilicia habían quebran- 
tado mi salud, antes de que, por fin, me acogiera Siria, puerto 
segurísimo para este náufrago errante» (Carta 3,3). 

Bastaría con ir trazando una línea sobre el mapa, a través 
de las regiones que recorre Jerónimo, para confirmar que su via- 
je fue realmente un peregrinar errante hacia lo desconocido. Si- 
ria le recibió como puerto segurísimo para el náufrago. Jerónimo 
había llegado al puerto que siempre necesitaba, el puerto de la 
amistad. En Antioquía moraba Evagrio, a quien había conoci- 
do en los ambientes de Aquileya. Este Evagrio, a quien con so- 
bradas razones Jerónimo dedicará todo su agradecimiento, tiene 
una cierta importancia histórica, sobre todo por su capacidad 
de mediador. Proveniente de una ilustre familia latina de An- 
tioquía, que había contraído méritos militares importantes, Eva- 
grio disponía de una notable fortuna y, en consecuencia, también 
de una posición social ante la que no se cerraba ninguna puerta, 
ni siquiera las de palacio. A Occidente llegó hacia el año 362 
como presbítero acompañante del obispo de Vercelli. Evagrio 
permanecería algún tiempo en Italia, donde dejó buen recuer- 
do por sus actuaciones en favor de los obispos católicos, entre 
ellos el papa Dámaso, acosados por sus homólogos arríanos. Es- 
to ya era suficiente motivo para que Jerónimo sintiera una espe- 
cial afección por esta personalidad. A ello se añade sin duda la 
perspectiva de encontrarle algún día en el Oriente anhelado. 

En Antioquía, Jerónimo «pasó cuanto puede pasarse en punto 
a enfermedades» (Carta 3,3). Así comenzó la experiencia orien- 
tal. Es posible que Jerónimo no contara con este previo desierto 
interior de la enfermedad, a la que se sumará la pérdida doloro- 
sa de un gran amigo de los tiempos de Aquileya, que, como él, 
disfrutaba en Antioquía de la hospitalidad de Evagrio. Cuando 
Jerónimo recuerde a^ún año más tarde la muerte de este com- 
pañero, todavía sus palabras sonarán como un lamento: «y perdí 
uno de mis dos ojos, pues una fiebre repentina me arrebató a 
Inocencio, que era una parte de mi alma» (Carta 3,3). Es éste 



16 



Introducción 



uno de los sentimientos más hondos de Jerónimo, quien andan- 
do el tiempo logrará la perfección consumada en el género del 
escrito consolatorio, tan propio de su sensibilidad. 

Este Inocencio había sido el destinatario de la primera car- 
ta que se conserva de Jerónimo. Es una carta intrascendente por 
el tema, y estilísticamente resulta un tanto amanerada. Pero en 
ello precisamente refleja una faceta muy típica del estilo de Je- 
rónimo. La decisión final de escribir esa carta se debe, según 
él, a que Inocencio se la había solicitado con insistencia. Parece 
que Jerónimo, que con tanto gusto escribía, necesitaba el im- 
pulso de alguien que se lo pidiera. 

Nadie, sin embargo, aparece como impulsor de la gran deci- 
sión de Jerónimo de retirarse al desierto. Es como un sueño su- 
yo, del que nunca dudó. Todavía pasaría algún tiempo en 
compañía de Evagrio. Lo exigía su misma enfermedad: «ahora 
gozo de nuestro amigo Evagrio, a quien yo, enfermo siempre, 
me he juntado para colmo de su trabajo» (ibid.). 

Pero su mente estaba en el desierto. ¿Valdrían para Jeróni- 
mo los argumentos que, a favor del yermo, esgrimía para con- 
vencer a otros? El compañero de estudios en Roma, Heliodoro, 
que con él compartió durante algún tiempo el propósito de reti- 
rarse a la soledad, terminó dejando solo a Jerónimo, De regreso 
de una peregrinación a Tierra Santa, se había encontrado con 
él en Antioquía. Con toda probabilidad estudiarían los pros y 
los contras del proyectado retiro al desierto. Heliodoro no se de- 
cide, pero tampoco quiere decepcionar a Jerónimo, a quien, en 
una clara maniobra de dilación, va a pedir que, una vez esté en 
el desierto, le escriba una carta de invitación. Cuando Jerónimo 
le escriba, algún tiempo más tarde, ya conoce los secretos del 
desierto: «jOb desierto en que brotan las flores de Cristol jOh 
soledad en que se crían aquellas piedras con las que en el Apo- 
calipsis se construye la ciudad del gran rey! ¡Oh yermo que goza 
de la familiaridad de Dios!» (Carta 14,10). 

Esa búsqueda de la familiaridad de Dios es la única explica- 
ción de que Jerónimo perseverara durante dos largos años 
(375-377) en la soledad más rigurosa. El desierto de Calcis se 
encontraba al sudeste de Antioquía y distaba de ella algo más 
de cincuenta millas. Para Jerónimo, aquello era «el punto en que 
Siria confunde sus límites con los de los sarracenos» (Carta 5,1), 
o también «este desierto que separa a Siria de los confines de 
la barbarie» (Carta 15,2). 



Introducción 

Consolación-desolación 



17 



Las esporádicas visitas de Evagrio le colmaban de gozo a Je- 
rónimo, lo mismo que las despedidas le dejaban una gran triste- 
za. Oyéndole, es difícil comprender que le quedara todavía fuerza 
de voluntad para seguir en su destierro voluntario: «aunque el 
sobredicho hermano — Evagrio — me visita con frecuencia y me 
quiere como a sus propias entrañas en Cristo, está separado de 
mí por tan larga distancia, que no me ha dejado menos soledad 
al marcharse que alegría me trajo viniendo» (Carta 7,1). Eva- 
grio le llevaba el propio consuelo y también la correspondencia 
de fuera. Las cartas eran para Jerónimo en este tiempo, y lo se- 
rán durante toda su vida, como la presencia constante de sus 
amigos ausentes. Ellas, tanto las que él escribe como las que re- 
cibe, mitigan en buena medida la soledad de Jerónimo. Es el 
tema dominante de las cartas del desierto. 

En su retiro, Jerónimo no está solo. Pero tampoco parece que 
sus relaciones con los monjes cercanos colmen su necesidad con- 
natural de afecto, ya que éste buscará a los amigos de siempre, 
por el cauce de las cartas. En Calcis ha tratado de su fe personal 
con dos personajes, el presbítero Marcos, a quien dedica una carta, 
y el «bienaventurado hermano» Zenobio (cf. Carta 17,4). 

No todo es consolación en el desierto. Hay días largos en 
que todo le parece absurdo, todo le molesta: «¡Cuántas veces, 
estando yo en el desierto y en aquella inmensa soledad que, abra- 
sada de los ardores del sol, ofrece horrible asilo a los monjes, 
me imaginaba hallarme en medio de los deleites de Roma! Me 
sentaba solitario, porque estaba rebosante de amargura. Contem- 
plaba con espanto mis miembros deformados por el saco; mi sucia 
piel había tomado el color de un etíope. Todo el día llorando, 
todo el día gimiendo. Por miedo al infierno me había encerrado 
en aquella cárcel, compañero únicamente de escorpiones y fie- 
ras. Mi rostro estaba pálido por los ayunos; pero mi alma ardía 
de deseos dentro de un cuerpo helado, y muerta mi carne antes 
de morir yo mismo, sólo hervían los incendios de los apetitos. 
Así pues, desamparado de todo socorro, me arrojaba a los pies 
de Jesús, los regaba con mis lágrimas, los enjugaba con mis ca- 
bellos y domaba mi carne rebelde con ayunos de semanas. No 
me avergüenzo de mi desdicha; antes bien lamento no ser el que 
fui. Recuerdo haber muchas veces empalmado entre clamores 
el día con la noche, y no haber cesado de herirme el pecho has- 
ta que, al increpar el Señor a las olas, volvía la calma. Y el Se- 
ñor mismo me es testigo que después de muchas lagrimas, después 
de estar con los ojos, clavados en el cielo, me parecía hallarme 
entre los ejércitos de los ángeles; entonces cantaba con alegría 

1 



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Introducción 



y regocijo: En pos de ti corremos al olor de tus ungüentos» (Carta 
22,7). 

Tentaciones y, en definitiva, desolación son situaciones nor- 
males en el desierto; pero no por eso menos dolorosas. A las 
mortificaciones habituales de Jerónimo, en este tiempo, se su- 
maba el desconocimiento de la lengua siria; aunque no parece 
que esta deficiencia le hiciera sufrir demasiado. Pero se hace sen- 
tir, por contraste, cuando recibe cartas de sus amigos de Occi- 
dente: «Ellas son las únicas que aquí saben latín» (Carta 7,2). 
Con todo, no sintió la necesidad de aprender la lengua que se 
hablaba en el desierto, «lengua bárbara a medio formar», y pre- 
firió en esa misma línea la ascética del silencio. 

No ocurrió lo mismo con otra lengua que cada vez se le ha- 
cía más necesaria, el hebreo. A medida que se adentraba más 
en el estudio de la Escritura, la lengua de los libros santos le 
parecía cada vez más imprescindible. Qué mejor práctica ascéti- 
ca para un estudioso integral, como Jerónimo, que la de prepa- 
rar pacientemente un instrumento tan importante. Además, el 
tiempo que dedicara al hebreo era tiempo que quitaba a la ima- 
ginación. En retrospectiva, contará él mismo: «Siendo yo joven 
y estando recluido entre las fronteras del desierto, no podía so- 
portar el aguijón de los vicios y la fogosidad de mi naturaleza. 
Procuraba doblegarlos con frecuentes ayunos, pero mi imagina- 
ción era un hervidero de pensamientos. Para domarla me hice 
discípulo de un hermano hebreo que se había convertido, y me 
puse a aprender el alfabeto hebreo y a ejercitarme en la pronun- 
ciación de vocablos fricativos y aspirados. Cuánto trabajo con- 
sumí en ello, por cuántas dificultades pasé, cuántas veces me 
desanimé, cuántas desistí, para volver a empezar de nuevo por 
el deseo de aprender, de todo ello me es testigo mi conciencia, 
y no sólo la mía, aunque era yo quien pasaba por ello, sino tam- 
bién la de cuantos vivían conmigo» (Carta 125,12). 

El sueño de la integración interior 

En relación con el desierto, Jerónimo pasa por una experiencia 
que va a tener repercusiones importantes a lo largo de toda su 
vida. Es lo que se ha llamado el «sueño jeronimiano». Se ha es- 
crito mucho y se seguirá escribiendo sobre este acontecimiento: 
si fue realmente un sueño, o más bien una alucinación o un de- 
lirio febril. Tampoco se sabe con exactitud en qué momento ocu- 
rre, si antes del desierto, durante la primera estancia en Antioquía 
o, como es más probable, en los momentos fuertes de su expe- 
riencia ascética en Calcis. 



Introducción 



19 



Una y otra cuestión importan en realidad bien poco. Lo de- 
cisivo es el relato mismo, y la viveza emocional con que se ex- 
presa Jerónimo sobre una experiencia ocurrida «hace de ello ya 
muchos años». Los elementos elaborados en el sueño jeronimia- 
no no tienen nada de quiméricos, y más bien reflejan una situa- 
ción existencial de disociación interior, que estaba pidiendo 
urgentemente una solución. «Después de largas vigilias de la no- 
che, después de las lágrimas que el recuerdo de los pecados pa- 
sados me arrancaba de lo hondo de mis entrañas, tomaba en mis 
manos a Plauto y, si alguna ve2 volviendo en mí mismo me de- 
cidía a leer un profeta, su estilo tosco me repelía». La forma- 
ción en la literatura clásica, esa segunda naturaleza que se había 
desarrollado en Jerónimo, no dejaba lugar para la otra forma- 
ción, la bíblica, que al igual que ella exigía todo el hombre. Es 
comprensible el sufrimiento que esta situación provocaba en él. 
Un día de cuaresma, con el cuerpo abrasado por la fiebre, sería 
«arrebatado súbitamente en el espíritu, y arrastrado ante el tri- 
bunal del juez». Preguntado por su condición, Jerónimo responde 
que es cristiano. «Pero el que estaba sentado me dijo: **mientes; 
no eres cristiano; eres ciceroniano; pues donde está tu tesoro, 
allí también está tu corazón"». El juez manda que lo azoten. Je- 
rónimo pide compasión, y a su oración se unen «los circunstan- 
tes, que suplican al juez que perdone mi mocedad y me conceda 
lugar a penitencia por el error» (Carta 22,30). 

La «mocedad» de Jerónimo, en ese momento, equivalía a la 
edad de los treinta años aproximadamente. El «error» no era otra 
cosa que el desajuste entre dos amores: el amor, ya enraizado, 
a los clásicos y el amor naciente a la palabra divina. El sueño 
refleja una lucha sorda, la lucha de todos los días, por la inte- 
gración de estas dos fuerzas. Es en definitiva una experiencia 
de maduración para Jerónimo, que en el sueño reviste todos los 
caracteres de un drama. De hecho, una de las cualidades más 
destacadas en la obra posterior de Jerónimo será la maestría con 
que une la elegancia clásica con la ciencia bíblica. 

La decisión doctrinal 

El tiempo del desierto transcurre lento, entre oración y es- 
tudio, entre ayunos y pequeñas victorias, entre consolación y 
desolación. De esta época proceden los primeros ensayos bio- 
gráficos y exegéticos, y, sobre todo, las primeras cartas. Son en 
total unos dos años los que Jerónimo pasa en Calcis. La soledad 
en que vivió todo ese tiempo fue más psicológica que real. Co- 
noce otros monjes, que como él buscan los secretos del desierto. 



20 



Introducción 



Pero ni la lengua siríaca ni el carácter oriental le facilitaron un 
contacto cercano y personal. El último año, además, estará mar- 
cado por los malentendidos, característicos de este tiempo, en- 
tre teólogos que, sin querer ser manifiestamente arríanos, sin 
embargo se resistían a Nicea. Los monjes convecinos de Jeróni- 
mo le presionarán para que tome posición en el terreno dogmá- 
tico. Se ve que, entre ellos, no todo era silencio ascético, ni 
concordia teológica. El tema en discusión es el de las «hipósta- 
sis», nombre nuevo, que no acaba de perder su ambigüedad, y 
sigue significando, en muchos círculos, tanto persona como na- 
turaleza. Esa es igualmente la idea que comparte Jerónimo: «to- 
da la escuela secular no entiende otra cosa por hipóstasis que 
usía o sustancia» (Carta 15,4). 

Pero en el fondo, todavía más que adhesiones claras a doc- 
trinas, lo que se pide son adhesiones claras a personas. Esta es 
la angustia que llevará a Jerónimo a escribir nada menos que 
al papa Dámaso en petición de consejo. El patetismo de la carta 
descubre la hondura del sufrimiento de Jerónimo: «Sacudido por 
el viejo furor que enfrenta a los pueblos entre sí, el Oriente des- 
garra en pedazos la túnica inconsútil del Señor, la que fue tejida 
de una sola pieza, y las zorras devastan la viña de Cristo, hasta 
el punto de que entre las cisternas rotas y sin agua se hace difí- 
cil adivinar dónde está la fuente sellada y el huerto cerrado. Por 
eso, juzgué que debía yo consultar a la cátedra de Pedro y a la 
fe alabada por boca apostólica, y buscar alimento para mi alma 
allí donde en otro tiempo recibí la vestidura de Cristo» (Carta 
15,1). La imagen de las cisternas rotas centra el problema de dis- 
cernimiento en que se encuentra Jerónimo: «No conozco a Vi- 
tal, rechazo a Melecio, ignoro a Paulino; sólo sé que quien no 
recoge contigo desparrama; es decir, el que no es de Cristo es 
del anticristo». 

La situación de la iglesia de Antioquía por estas fechas no 
podía ser más complicada. Tres eran los obispos doctrinalmente 
ortodoxos, pero ninguno de ellos disponía de una clara legitimi- 
dad. Desde el año 330, en que Eustacio, obispo de confesión 
nicena, fue depuesto y desterrado, la sede episcopal de Antio- 
quía había estado ininterrumpidamente provista con obispos arria- 
nos. La mayoría de los fieles pasaría a la disciplina del obispo 
arriano; pero un grupo reducido se mantenía fiel a la memoria 
de Eustacio- Aglutinador de este grupo era el presbítero Pauli- 
no. El año 360 pudo cambiar la situación. En los primeros días 
de enero se celebra un concilio en Constantinopla, en el que el 
emperador Constancio impondrá a todos los obispos reunidos 
una fórmula de fe, que ni es arriana ni tampoco propiamente 
nicena. De ahí saldría el llamado «arrianismo histórico», el arria- 



Introducción 



21 



nismo que se difundió a través del pueblo visigótico. Pero lo in- 
teresante es que de ese concilio pudo salir el triunfo de la 
ortodoxia, si hubiera sido respetada la nueva generación de obis- 
pos elegidos para sustituir a los depuestos, abiertamente arria- 
nos. En concreto, para Antioquía fue elegido Melecio, hasta ahora 
obispo de Sebaste, que, sin ser formalmente niceno, es sin em- 
bargo de confesión objetivamente ortodoxa. De hecho su pie- 
dad y su rectitud moral le ganarían pronto los ánimos de buena 
parte de los fieles. Pero apenas había pasado un mes desde su 
entronización, el grupo arriano logra del emperador una orden 
de destierro contra Melecio. En su lugar será elegido el obispo 
arriano Euzoyo. Esta circunstancia es aprovechada por el grupo 
de fieles a la memoria de Eustacio para constituirse en comuni- 
dad autónoma bajo la guía del presbítero Paulino. 

La muerte del emperador Constancio, el año 361, y la subi- 
da de Juliano al poder imperial traerán como de la mano un cam- 
bio en la escena eclesiástica. El emperador «impío» concede 
amnistía general a todos los obispos desterrados, lo que llevaba 
consigo la recuperación de sus respectivas diócesis. Entre los afec- 
tados estaba lógicamente Melecio. Pero cuál no sería su sorpre- 
sa cuando a su regreso se encuentre no sólo con el obispo arriano 
Euzoyo, sino con otro obispo ortodoxo, el presbítero Paulino, 
que ha sido ordenado apresuradamente por Lucifer de Cagliari 
a su paso por Antioquía, de regreso para su diócesis. 

A las anteriores calamidades de la iglesia de Antioquía se 
añade desde ese momento la de este cisma interno, representa- 
do por dos obispos ortodoxos, Melecio, a quien asisten fuertes 
razones de legitimidad, y Paulino, designado y consagrado obispo 
anticanónicamente por uno de los obispos más «ortodoxos» del 
momento. Por si esto fuera poco, unos diez años más tarde, Vi- 
tal, sacerdote de Melecio, se pasaría al partido del obispo hete- 
rodoxo de Apolinar de Laodicea, y consagrado obispo por éste 
intentaría imponer su jurisdicción sobre toda la comunidad an- 
tioquena. Nunca llegó, es verdad, a tener gran prestigio; pero 
había sido él precisamente quien, antes de su consagración cis- 
mática, en un viaje a Roma, había logrado que el papa Dámaso 
reconociera a Paulino como único obispo legítimo de Antioquía. 

La opción de Jerónimo no era fácil. Excluido Euzoyo, el guía 
espiritual más atractivo no podía ser sino quien siempre había 
mantenido una línea de impecable ortodoxia, y éste era Pauli- 
no, por más que Jerónimo asegurara en la carta a Dámaso: «ig- 
noro a Paulino». Este estaba asistido en ese momento por uno 
de los más apreciados amigos de Jerónimo, Evagrio, quien an- 
dando el tiempo, el año 388, terminaría siendo el sucesor de 
Paulino en la sede antioquena. Precisamente con la muerte de 



22 



Introducción 



Evagrio, el año 393, al no ser elegido nadie como sucesor suyo, 
iba a terminar pacíficamente el cisma de Antioquía. 

Introducción a la exégesis 

Sería aproximadamente el año 376 o el 377 cuando Jeróni- 
mo se vio sometido a la más cruda guerra por parte de sus con- 
vecinos del desierto: «Por un lado, se embravece aquí el furor 
arriano sostenido por los poderes del mundo; por otro, la Igle- 
sia se halla escindida en tres bandos y cada uno tiene empeño 
en atraerme hacia sí. La antigua autoridad de los monjes que 
moran en estos contornos se levanta contra mí» (Carta 16,2). 

No parece que Jerónimo hubiera puesto un límite a su vida 
anacorética; pero ésta se le hizo insoportable a raíz del conflicto 
teológico con sus vecinos. En carta a Marco, uno de los pocos 
con quien trataba en su soledad, describe su situación anímica 
de los últimos días del desierto: «antes de hablar contigo de mi 
fe, que conoces perfectamente, me veo forzado a gritar contra 
la barbarie de este lugar... No se me concede ni un rincón del 
desierto... Lo único que les gustaría es que me fuera de aquí. 
Yo mismo, si no me retuviera la debilidad de mi cuerpo y la as- 
pereza del invierno, ahora mismo emprendía la fuga. Pero mien- 
tras llega la primavera, suplico se me conceda por unos pocos 
meses la hospitalidad del desierto» (Carta 17,2 y 3). Por el con- 
texto de la carta, Marco había hecho de pacificador entre Jeró- 
nimo y los que le hostigaban, y le había pedido una confesión 
escrita de fe. Jerónimo le notifica que tal escrito obra ya en po- 
der del santo monje Cirilo, con quien, junto con Zenobio, une 
a ambos una piadosa amistad. 

Así se despidió Jerónimo del desierto. Probablemente en la 
primavera de ese año regresó a Antioquía, al lado de Evagrio. 
La amistad de éste allanó el camino de Jerónimo hacia el obispo 
Paulino, quien no tardaría en ordenarle sacerdote. Para ello Je- 
rónimo dio su consentimiento, pero con una condición: «si de 
tal forma me concedes al presbítero, que no suprimas en mí al 
monje» (JERÓNIMO, Contra lohan. Hien 41). 

Ávido siempre de nuevos conocimientos, Jerónimo aprove- 
chó su estancia en Antioquía para perfeccionarse en la exégesis. 
El maestro singular de esta ciencia sería Apolinar de Laodicea, 
conocido sobre todo por sus erróneas doctrinas crístológicas, lo 
que no era incompatible con una extraordinaria habilidad en 
el tratamiento de las Escrituras. Años más tarde, Jerónimo lo 
recuerda así: «Cuando yo era joven, me sentía arrebatado por 
un extraordinario deseo de aprender, y nunca me tuve por maestro 



Introducción 



23 



a mí mismo. En Antioquía oí con frecuencia a Apolinar de Lao- 
dicea y cultivé su amistad. Y aunque él me instruyó en las San- 
tas Escrituras, jamás acepté su discutible doctrina acerca de la 
inteligencia de Cristo» (Carta 84,3). 

Es posible que en Antioquía no estuviera Jerónimo mucho 
tiempo. En todo caso, lo aprovechó bien, no sólo aprendiendo, 
sino produciendo ya algunos trabajos teológicos. Su «extraordi- 
nario deseo de aprender» le llevaría pronto a Constantinopla, 
donde se encontraría con San Gregorio Nacianceno, a quien por 
ese tiempo, el año 378, se había encargado de la iglesia de la 
nueva capital del imperio. No es extraño que Jerónimo sintiera 
la fascinación de un personaje de tantas cualidades humanas y 
espirituales. De la mano de Gregorio entrará Jerónimo en los 
secretos de la exégesis alegórica, a la vez que descubrirá los va- 
lores del mundo teológico griego, apenas conocido en Occiden- 
te. Uno de los buenos propósitos de Jerónimo será hacer de puente 
entre la teología griega y la latina: ofrecer a los latinos la rica 
ciencia de los griegos. Dos autores llamaron al principio la aten- 
ción de Jerónimo: Eusebio de Cesárea, con sus trabajos históri- 
cos, y Orígenes. Del primero traduciría la Crónica universal, a 
la que, según carta a Dámaso, daría el bonito título de «Libro 
de los tiempos» (Carta 18 A, 1). Con ello haría un gran servicio 
al mundo latino, tan ayuno de obras de carácter histórico. Jeró- 
nimo aprovecharía para intercalar de vez en cuando notas pro- 
pias, en las que se aprecia la huella de sus simpatías o antipatías 
por determinadas personalidades de su tiempo. 

El gran descubrimiento de Jerónimo en esta época será in- 
dudablemente Orígenes, cuyo método en su doble aspecto, de 
comparación de las diversas versiones con el texto original he- 
breo o griego, y la prof undización en su sentido místico, marca- 
rá a Jerónimo para toda su vida. De este tiempo data la traducción 
de diversas homiKas de Orígenes sobre Jeremías, Ezequiel e Isaías, 
y los primeros ensayos exegéticos personales, de los que son buena 
muestra las cartas 18A y 18B al papa Dámaso. En ellas coordina 
lo aprendido de Orígenes con su aportación personal. 



3. La Roma cristiana (382-385) 

La renuncia de Gregorio Nacianceno a la sede episcopal, poco 
después del Concilio de Constantinopla, del año 381, deja a Je- 
rónimo un tanto desamparado en la ciudad. Es verdad que du- 
rante este tiempo había entablado amistad con personalidades 
interesantes, como por ejemplo Anfiloquio de Iconio y Grego- 
rio de Nisa; pero ninguna tan importante como la de Epif anio 



24 



Introducción 



de Chipre, quien va a ejercer durante mucho tiempo un fuerte 
influjo en la vida de Jerónimo. Con él y con Paulino está rela- 
cionada la marcha de Jerónimo de Constantinopla a Roma. El 
mismo, años más tarde, lo recordará con palabras bien escuetas: 
«Un buen día, también a mí las necesidades de la Iglesia me 
llevaron a Roma en compañía de los santos obispos Paulino y 
Epifanio. El primero de ellos presidía la iglesia de Antioquía, 
de Siria, el segundo la de Salamina, de Chipre» (Carta 127,7). 

El testimonio de Jerónimo indica que no se trata de una de- 
cisión personal más, a las que Jerónimo era tan proclive, sino 
de una misión oficial, quién sabe si como acompañante de esos 
dos obispos orientales que, con otros, habían sido convocados 
para el Concilio de Roma, del año 382, en el que se pretendía 
resolver algunos puntos pendientes del Concilio de Constan- 
tinopla. 

Junto al papa Dámaso 

Es de suponer que los servicios de Jerónimo habían sido re- 
clamados por estos dos prelados. Que su misión fuera satisfac- 
toriamente cumplida lo demuestra el hecho de que Dámaso lo 
va a retener en Roma al frente de los archivos eclesiásticos y 
como encargado de la correspondencia sinodal entre Oriente y 
Occidente. Más allá de este quehacer burocrático, la responsa- 
bilidad que recae sobre Jerónimo le coloca en la posición excep- 
cional de ser, con sus palabras, «la voz de Dámaso» (Carta 45,3). 
La cercanía del «secretario» se ilumina de manera especial en 
la carta, recientemente encontrada, de Jerónimo al obispo de Car- 
tago Aurelio: «Recuerdo que, siendo tú sacerdote de la iglesia 
cartaginesa, fuiste enviado a Roma como delegado... Y como 
preguntara yo al obispo Dámaso, santo y venerable para mí, so- 
bre quién eras..., me respondió que una persona tal como lo acre- 
ditaban [tu vida y] los informes que de ti tenía». 

A pesar de toda esta confianza depositada por Dámaso en 
su secretario, el peligro de Jerónimo era evidentemente el de en- 
terrar infructuosamente sus talentos en el trabajo formalista del 
escribano y en la conversación árida de la administración. Pero 
su encuentro con el papa Dámaso iba a ser decisivo en su vida 
y sobre todo en su obra. El interés de Dámaso por las cuestio- 
nes bíblicas y la atención personal y cálida hacia Jerónimo ten- 
drán mucho que ver con el despertar decidido de la vocación 
del escritor. No es difícil comprender el impulso que darían a 
Jerónimo palabras como éstas: «porque estás durmiendo, y por- 
que enfrascado en la lectura te olvidas de escribir, por eso ven- 



Introducción 



25 



go a despertarte con algunas preguntas. No es que no hayas de 
leer, pues ése es el alimento diario que nutre el espíritu; pero 
el fruto de la lectura se prueba escribiendo» (Carta 35,1). Nin- 
gún estímulo mejor podía tener Jerónimo, tan sensible al apre- 
cio que le mostraban sus lectores. 

Desde el retiro de su «aposentillo» (Carta 42,3) de Roma, 
y «hurtando el tiempo a la noche», Jerónimo corresponderá a 
las consultas de Dámaso y de otros que irán conociendo el ca- 
mino de este nuevo exegeta, generoso y abierto a toda clase de 
preguntas. 

Dámaso caló pronto la psicología de su protegido. Las pala- 
bras con que le espolea apuntan intencionadamente a ese insa- 
ciable deseo de aprender, que nunca abandonará a Jerónimo. Sólo 
la oportunidad de aprender algo nuevo es capaz de distraerle 
de sus obligaciones afectivas más fuertes. La contestación a Dá- 
maso será una prueba de ello: «nada más recibir la carta de tu 
santidad, llamé sin pérdida de tiempo a mi taquígrafo, y le mandé 
que se aprestara para copiar, pero cuando ya estaba yo para mo- 
ver mi lengua y él su instrumento, se presentó de súbito un he- 
breo que me traía una buena cantidad de rollos que había recibido 
de la sinagoga con el pretexto de leerlos, y me dice: "aquí tienes 
lo que me pediste'*. Dejándolo todo, me puse inmediatamente 
a copian y es lo que he estado haciendo hasta ahora» (Carta 36,1). 

La cercanía de Dámaso será para Jerónimo un continuo ali- 
ciente en su afán por conocer y dar a conocer los secretos de 
la Sagrada Escritura. Dámaso es probablemente quien fuerce los 
primeros pasos de Jerónimo por el camino más apropiado para 
él, el de la difusión en Occidente de los conocimientos bíblicos. 

Los cenáculos ascético-bíblicos 

Una de las obras más comprometidas, que lleva entre manos 
Jerónimo por este tiempo, es la colación de la edición bíblica 
de Aquila (prosélito judío de Sínope, que, en tiempos de Adria- 
no, tradujo la biblia al griego, siguiendo literalmente el texto he- 
breo) con el texto de los rollos hebreos, «para ver si la sinagoga, 
por odio a Cristo, ha cambiado algo y, lo confieso a un alma 
amiga, hallo mucha materia para fortalecer nuestra fe. Ya tengo 
hecha con toda exactitud la recensión de los Profetas, Salomón, 
el Salterio y los libros de los Reinos; llevo entre manos el Exo- 
do, y voy a pasar al Levítico» (Carta 32,1). 

Es llamativo en Jerónimo que, a pesar de este trabajo tan 
variado, encuentre tiempo para cultivar el campo de la direc- 
ción espiritual, al que entregaría buena parte de sus energías. 



26 



Introducción 



En Roma no le faltaban posibilidades. En torno a él se van a 
formar dos núcleos de personas consagradas a la vida espiritual 

y al estudio, que, si por una parte le van a exigir una atención 
continua, no siempre fácil, por otra le estimularán continuamente 
en sus áridos trabajos exegéticos. Eran personas que, como él, 
«en la urbe turbulenta, supieron hallar el yermo de los monjes» 
(Carta 24,4). 

Con uno de esos dos núcleos, el de la noble matrona Marce- 
la, entablaría contactos desde muy pronto. Lo describe así años 
más tarde: «yo procuraba evitar modestamente los ojos de las 
nobles damas; pero ella se las arregló, importuna y oportuna- 
mente, como dice el Apóstol, para vencer con su ingenio mi en- 
cogimiento. Y como yo gozaba ya entonces de cierto prestigio 
en el estudio de las Escrituras, siempre que me veía me pregun- 
taba sobre algún punto de ellas» (Carta 127,7). Es mérito de Mar- 
cela el haber inspirado con sus preguntas un nuevo estilo epistolar 
a Jerónimo, la epístola didáctica sobre puntos concretos, gene- 
ralmente relacionados con la Sagrada Escritura. Se podría decir 
que ella fue la que introdujo a Jerónimo por la vía del apostola- 
do epistolar, que va a cultivar cuidadosamente en Roma. De es- 
te tiempo se conservan dieciséis cartas dirigidas a ella; de las 
cuales diez son de temas bíblicos, y notablemente técnicos co- 
mo: los diez nombres con que Dios es llamado por los hebreos; 
el sentido de palabras usuales del hebreo como el aleluya, el amén, 
el efod; el significado del diapsalma, y otros, que indican una 
seria formación bíblica, 

Marcela es una de esas mujeres excepcionales, «insigne por 
el equilibrio de su carácter», que si recibió mucho de Jerónimo, 
también ella supo dejar huella en él. «Huérfana por la muerte 
de su padre, se vio también privada de su marido a los siete me- 
ses de casada». Renunciando a un nuevo matrimonio, de su pa- 
lacio en el Aventino haría un centro de vida religiosa y de estudio. 
En él vivía voluntariamente recluida junto con su madre Albina 
y, quizá, con la virgen Asela, y a él acudían otras damas de la 
ciudad, en busca de apoyo mutuo y para disfrutar de las exposi- 
ciones sabias de Jerónimo sobre la vida espiritual y la ciencia 
bíblica. Jerónimo ha trazado una bella semblanza de esta mujer 
en carta a la virgen Principia (Carta 127). 

La nota más característica de Marcela es su personalidad. 
Ella es propiamente la inspiradora de un grupo de mujeres que 
se reúnen periódicamente para estudiar la biblia. Tiene un gran 
aprecio por Jerónimo, y lo demuestra preguntando hasta llegar 
al límite de lo soportable; pero sus preguntas, siendo sinceras, 
son a la vez como pautas de estudio insinuadas a Jerónimo. Por 
temperamento, o quizá por educación, adoptaba siempre acti- 



Introducción 



21 



tudes moderadas, buen contrapeso para la fogosidad agresiva de 
Jerónimo. El mismo lo reconoce en una carta confidencial, en 
la que se queja ante Marcela de la falta de comprensión que al- 
gunos círculos romanos exteriorizan por su trabajo de revisión 
del texto sagrado. En estos casos, las quejas de Jerónimo son a 
la vez punzadas contra el adversario. No son ésas las maneras 
que gustan a Marcela; por eso Jerónimo se disculpa en seguida: 
«sé que cuando leas esto vas a fruncir el ceño y, si pudieras, me 
pondrías el dedo delante de la boca para que no me lance a de- 
cir lo que otros no se avergüenzan de hacer» (Carta 27,2). 

Con el círculo moderado por Marcela se relacionaba otro gru- 
po de mujeres, muy avanzadas en la práctica ascética y que pronto 
se harán fieles seguidoras de Jerónimo. Destaca entre ellas Pau- 
la. En su casa se había hospedado Epifanio de Salamina, du- 
rante su estancia en Roma el año 382. También Paulino de 
Antioquía visitaría con frecuencia la mansión de Paula y recibi- 
ría de ella trato de huésped propio. «Inflamada por las virtudes 
de aquellos hombres, empezó a bullirle la idea de abandonar su 
patria» (Carta 108,6). 

Noble por su linaje, Paula descendía de la «estirpe de los 
Gracos, de la alcurnia de los Escipiones, heredera de Paulo, cu- 
yo nombre lleva, y verdadera descendiente de Mecia Papiria, ma- 
dre de Escipión Africano» (Carta 108,1). Eran sus padres Blesila 
y Rogato. A éste le hace Jerónimo descendiente de Agamenón, 
el destructor de Troya. Paula se casó con Toxocio, «que lleva la 
nobilísima sangre de Eneas y de los Julios». De él tuvo cinco 
hijos: Blesila, Paulina, Eustoquia, Rufina y Toxocio. Muerto su 
marido, Paula se entregará plenamente a la vida del espíritu, ha- 
ciendo de su casa una especie de iglesia doméstica. Tenía en- 
tonces treinta y tres años. 

A diferencia de Marcela, Paula era la mujer dócil a Jeróni- 
mo. Ninguna como ella encarnó tan perfectamente el ideal que 
su director espiritual tenía sobre la vida entregada a Dios. Por 
encima de la obra escrita de Jerónimo, habría que poner esta 
obra viviente que fue Paula. De ella ha trazado Jerónimo una 
emocionada semblanza en el «Epitafio de Santa Paula», que se 
recoge en la carta 108 de esta serie. Se adivina el legítimo orgu- 
llo de Jerónimo, cuando sobre su dirigida escriba: «no había na- 
tural más dócil que el suyo. Era tarda para hablar y diligente 
para escuchar. Conocía las Escrituras de memoria y, aunque ama- 
ba el sentido literal, al que llamaba cimiento de la verdad, se- 
guía con más gusto el sentido espiritual, y con esta techumbre 
protegía el edificio de su alma» (Carta 108,26). 

Al ideal espiritual de Paula se unirá pronto su hija Eusto- 
quia, y algo más tarde Blesila, la hija mayor, que había quedado 



28 Introducción 

viuda a los veinte años de edad y tras sólo siete meses de matri- 
monio. Junto a Paula vivía también la virgen Feliciana y «el res- 
tante coro de la castidad», por el que Jerónimo dice «temer aun 
en lo más seguro». Era un grupo considerable. Todas ellas acu- 
dían con Paula al palacio del Aventino, a la casa de Marcela, 
donde Jerónimo tenía sus conferencias sobre temas bíblicos. No 
se trataba de una mera exposición magistral. En el círculo del 
Aventino se trabajaba a fondo, y muchas de las participantes do- 
minaban el griego, e incluso algunas, como Paula, manejaban 
el hebreo con suficiente facilidad como para recitar los salmos 
en la lengua original. 

La enseñanza de Jerónimo se prolonga con frecuencia a tra- 
vés de una correspondencia epistolar curiosa. Todas las cartas 
escritas durante la etapa romana están dirigidas o bien a Dáma- 
so o bien a las mujeres del círculo del Aventino. A todos ellos 
les unía el interés común por los libros sagrados y por la vida 
ascética. Eran los dos ideales de Jerónimo, a los que no escati- 
maba ni tiempo ni energía. 

Durante tres años largos ejercería Jerónimo esta actividad 
en Roma. En ese tiempo se sintió siempre arropado por este ac- 
tivo círculo de mujeres: «a algunas les declaré con frecuencia 
los libros divinos lo mejor que pude. La lección trajo consigo 
la asiduidad; la asiduidad, la familiaridad; la familiaridad, la con- 
fianza» (Carta 45,2). Es claro que Jerónimo se sentía a gusto 
en su trabajo y con su público. 

Este no sería exclusivamente femenino, bien es verdad que 
Jerónimo no logró aglutinar un grupo compacto de hombres que 
representaran la cara masculina del círculo bíblico de Marcela, 
Sin embargo, de esta etapa romana ha conservado un núcleo de 
amigos incondicionales, como Domnión, Océano y Rogaciano, 
a quienes se unirá más tarde el compañero de estudios Panma- 
quio, quien entretanto se había casado con Paulina, una de las 
hijas de Paula. Junto con Marcela, estos hombres van a ser los 
propagandistas, en Roma y en Occidente, de las obras de Jeró- 
nimo. Con ellos estará en contacto ininterrumpido desde Belén, 
y ellos le tendrán informado de los vientos que soplan en el mun- 
do teológico romano, y de los ecos que suscitan los escritos que 
él les envía desde el taller de Tierra Santa. 

El cañsmático molesto 

La actuación de Jerónimo en Roma no fue de la aceptación 
de todos. Sus escritos sobre la vida monástica, su estima sobree- 
levada de la virginidad, la dura crítica contra ciertas formas de 



Introducción 



29 



monacato giróvago, bastante extendido en Roma y, no en último 
lugar, su mismo comportamiento austero y espiritual hacían de 
Jerónimo un personaje demasiado perfecto para muchos. Al final 
de la carta de perfección, escrita por él para la virgen Eustoquia, 
se hace cargo de que «todo lo que acaba de exponer le tiene que 
parecer duro a quien no ame a Cristo» (Carta 22,37). Sin duda 
que no eran pocos los que creían amar a Cristo y al mismo tiem- 
po pensaban que lo que exigía Jerónimo era realmente duro. 

Mientras vivió el papa Dámaso, su principal protector, Jeró- 
nimo no percibió mucha oposición a su alrededor: «toda la ciu- 
dad me rendía acatamiento, se me consideraba incluso digno del 
sumo sacerdocio, me llamaban santo, me llamaban humilde y 
elocuente» (Carta 45,3). Pero bastó la desaparición de Dámaso 
para que la oposición más violenta se abatiera sobre Jerónimo. 
En sus cartas no aparecen motivos concretos. Se trata más bien 
de sospechas difusas: «desgarran el santo propósito de los de- 
más, y se imaginan que el remedio de su propio castigo consiste 
en que nadie sea santo» (Carta 45,4). 

En esta situación, Jerónimo siente hastío de Roma y vuelve 
a añorar el desierto. Así se lo manifiesta a Marcela en una carta 
quejumbrosa, donde comparándose con una navecilla, verá su 
vida «unas veces agitada por el torbellino de las tormentas, y 
otras, perforada en el choque con los escollos», y sentirá el im- 
pulso interior de «retirarse cuanto antes, como a puerto seguro, 
a lo más escondido del campo. Quédese Roma con sus tumul- 
tos, que la arena se encrespe, sigan las locuras de su circo, sus 
teatros fomenten la lujuria y, por decir también algo de los nues- 
tros, que el senado de las matronas siga siendo diariamente vi- 
sitado» (Carta 43,3). 

Lo que parecía una crisis pasajera de desaliento se converti- 
rá en la decisión firme de abandonar Roma. Esta vez la meta 
de Jerónimo está en Belén. Paula y Eustoquia han decidido acom- 
pañarle, para establecerse cerca de él en la tierra del Señor. Esta 
huida de Roma tiene su paralelismo con la de Aquileya y aun 
con la escapada de Calcis. Jerórúmo soporta mal la contradic- 
ción a su alrededor. Prefiere huir antes que luchar inútilmente; 
porque cuando lucha, lo hace con todas las fuerzas de su ser, 
tímido pero a la vez fuerte. Quizá haya que tener en cuenta este 
rasgo de su carácter para entender la violencia de sus polémicas. 

4. Belén o la «stabilitas íoct» (a. 385) 

No fue larga la segunda etapa romana de Jerónimo, pero tu- 
vo una extraordinaria intensidad espiritual y afectiva. Quizá se 



30 Introducción 

llevaba de Roma lo mejor, la compañía de Paula y de Eustoquia; 
pero allí dejaba muchas horas de trabajo, de estudio y de apos- 
tolado; dejaba amistades importantes y, sobre todo, atrás que- 
daban pérdidas muy sensibles, como la de Lea, «madre de 
vírgenes», y la de Blesila, que murieron durante ese tiempo. A 
ellas había dedicado el llanto de sus primeros elogios fúnebres. 
Particularmente significativo es el consagrado a Blesila. En él 
se funden tres imágenes, la de Blesila, la de su madre Paula y 
la de Jerónimo. Las tres tienen vida propia; pero, a la vez, en 
cada una de ellas están implícitas las otras dos. La carta de Jeró- 
nimo a Paula sobre la muerte de Blesila (Carta 39) es un frag- 
mento insustituible en la biografía de estos tres personajes. De 
Jerónimo, en concreto, sabríamos mucho menos si no existiera 
esta carta. 

En la etapa que ahora comienza, tan llena de gestos duros, 
a Jerónimo le pasará con frecuencia lo que le pasa en esta carta 
de consolación a Paula por la muerte de su hija. Su visión ascé- 
tica de la vida le dicta los reproches más duros contra una ma- 
dre que no sabe aceptar con fe serena la muerte de la hija; pero 
él mismo será incapaz de superar la contradicción de su propio 
dolor. Y se da cuenta de ello: «Pero ¿qué estoy haciendo? Quie- 
ro prohibir a la madre que llore, y yo mismo estoy llorando. Re- 
conozco mi emoción: todo este libro está escrito con lágrimas. 
No es el mejor consolador aquel a quien vencen sus propios ge- 
midos, y de cuyas entrañas enternecidas salen palabras entre- 
cortadas por las lágrimas» (Carta 39,2). El polemista temible, 
que va a nacer en Belén, muestra de antemano su punto vulne- 
rable, la sensibilidad. Ella es la que pone la intensidad en el amor 
a los amigos y la dureza en el combate a los adversarios. 

«De Babilonia a Jerusalén» 

La decisión de abandonar Roma supone para Jerónimo un 
nuevo comienzo. Tiene unos treinta y ocho años. Como siem- 
pre, está seguro de lo que quiere: esta vez, establecerse en Tie- 
rra Santa. No cabe duda de que el viaje había sido 
cuidadosamente planificado. En carta a la virgen Asela, Jeróni- 
mo describirá su marcha de Roma con los colores fuertes del 
desengaño. Muchos años después, en el «Epitafio de Santa Paula» 
(carta 108 de esta serie), Jerónimo recordará mucho más sereno, 
como quien redacta las memorias de su vida, las peripecias de 
este viaje. 

Con toda probabilidad Jerónimo emprende viaje él solo. Es 
lo que se desprende de un pasaje de su Apología (III 22), don- 



Introducción 31 
de, a grandes rasgos, traza el itinerario seguido hasta Antioquía, 
pasando por Sicilia, las islas Jónicas y Chipre. En el entretiem- 
po, Paula y Eustoquia habían partido de Roma, con destino igual- 
mente a Tierra Santa. El encuentro de todos tendría lugar en 
Chipre, donde ciertamente fueron recibidas Paula y Eustoquia 
por espacio de diez días, más probable quizá en Antioquía, donde 
son recibidos ya todos por el obispo Paulino. En todo caso, a 
partir de aquí, y «en pleno invierno, calentado por el fervor de 
la fe» (Carta 108,7), comienza la peregrinación común. Dice Je- 
rónimo que «no se ha propuesto escribir un diario de viaje, y 
que sólo hará mención de los lugares que se contienen en los 
libros sagrados» (Carta 108,8). Tiene razón, en cuanto que su 
narración es mucho más breve que otros relatos de viaje a Tie- 
rra Santa, escritos por este tiempo, como la Peregrinatio Egeriae. 
Se parece más bien a un álbum fotográfico, en el que, en instan- 
táneas apresuradas, pero escogidas desde su mejor ángulo, ha 
quedado plasmado lo más significativo de esta importante ex- 
periencia. La descripción de Jerónimo, limitada a lo esencial, 
rebosa de información y de devoción. De la importancia de este 
viaje para Jerónimo y para sus acompañantes, Paula principal- 
mente, es buen argumento el espacio que ocupa, casi una terce- 
ra parte, en el elogio fúnebre dedicado por Jerónimo a Paula unos 
dieciocho años más tarde. Todavía entonces está viva la emo- 
ción de Jerónimo: «Antes me faltaría el tiempo que la palabra 
si quisiera enumerar todas las cosas que la venerable Paula visi- 
tó con fe increíble» (Carta 108,13). 

La peregrinación va desde el invierno, es decir, finales del 
año 385 o comienzos del 386, hasta el verano de este último 
año (Carta 108,14), y comprende dos partes. Palestina y Egipto, 
es decir, el escenario de la Biblia y el escenario del monacato. 
Un viaje tan largo, de distancias y de tiempo, hubo de plantear 
necesariamente problemas logísticos. Jerónimo, absorbido por 
otros intereses, no repara en ellos; si bien en varias ocasiones 
hablará de la prodigalidad con que Paula da de sus propios bie- 
nes limosnas a los monjes de Chipre y, sobre todo, a los de Egipto. 
Esta base económica, y la red de amigos con que contaban los 
peregrinos a lo largo del trayecto, facilitaron la realización mate- 
rial del viaje. Chipre, con Epifanio, antiguo huésped de la casa 
de Paula en Roma, y Antioquía, con Paulino, eran seguros pun- 
tos de apoyo. En Elia Capitolina hubieran podido aprovecharse 
de los servicios puestos a su disposición por el procónsul de Pa- 
lestina, «que conocía muy bien a la familia de Paula» (Carta 
108,9). En Egipto experimentarán la hospitalidad acogedora de 
los monjes, entre quienes Paula «hubiera querido habitar con 
sus vírgenes, y si no la hubiera retraído su mayor amor a los santos 



32 Introducción 

lugares, quizá lo hubiera hecho, pues todos estaban dispuestos 
a recibirla» (ibid., 14). 

Jerónimo aprovecharía el viaje por Egipto para hacer una vi- 
sita detenida a Dídimo el Ciego: «mi cabeza blanqueaba ya por 
las canas, y me correspondería ser antes maestro que discípulo. 
No obstante, me fui a Alejandría para oír a Dídimo, a quien en 
muchos puntos estoy agradecido. Aprendí cosas que no sabía; 
y no porque él me enseñara perdí lo que sabía» (Carta 84,3). 
En el retiro de Belén, Jerónimo iba a traducir el tratado «Del 
Espíritu Santo» de Dídimo, lo que prueba su estima por el teó- 
logo alejandrino. 

Los «ardentísimos calores del verano» precipitaron el regre- 
so a Tierra Santa. Paula, acompañada de Jerónimo, «se embarcó 
en Pelusio rumbo a Mayuma, y fue tal la celeridad de la vuelta, 
que se la hubiera creído un ave. Y poco después, la que había 
de permanecer para siempre en la santa Belén, se instaló duran- 
te tres años en una pequeña vivienda, mientras construía las cel- 
das y los monasterios, y un albergue de peregrinos, junto al 
camino, porque tampoco María y José habían encontrado posa- 
da. Hasta aquí, la descripción del viaje que hizo en compañía 
de muchas vírgenes y de su propia hija» (Carta 108,14). 

La sujeción al lugar escogido 

Lo que Jerónimo acaba de decir de Paula y de sus compañe- 
ras vale también de sí mismo. También él había de permanecer 
perpetuamente en Belén, al principio de manera provisional, y, 
al cabo de tres años, en el monasterio construido para él y sus 
compañeros. El monasterio de hombres fue concluido antes que 
el de mujeres; ambos se debieron a la generosidad de Paula. Así 
consta por la semblanza dedicada por Jerónimo a la fundadora 
(Carta 108,20). En ella recoge también muchos detalles sobre 
la organización del monasterio femenino: «después del monas- 
terio de hombres, que entregó, para gobernarlo^ a varones, con- 
gregó en torno suyo a numerosas vírgenes, venidas de diversas 
provincias y procedentes de la nobleza, de la clase media y de 
la ínfima, y las distribuyó en tres secciones o monasterios, de 
forma que, aunque vivían separadas para el trabajo y la comida, 
se juntaban todas para la salmodia y la oración. Por la mañana, 
a las horas de tercia, sexta y nona; por la tarde y a media noche, 
cantaban el Salterio siguiendo su orden. Ninguna de las herma- 
nas debía ignorar los salmos ni dejar de aprender de memoria 
cada día algo de las Santas Escrituras. Solamente el domingo 
salían para ir a la iglesia» (ibid., 20). 



Introducción 



33 



La organización del monasterio masculino tendría lógicamente 
sus correspondientes variantes. Pero hay algo central en la vida 
misma de Jerónimo, que necesariamente hubo de pasar al espí- 
ritu de ambos monasterios: «ninguna hermana debía ignorar los 
salmos ni dejar de aprender de memoria cada día algo de las 
Santas Escrituras». No podía ser de otra forma, pues para Jeró- 
nimo «el desconocimiento de la Escritura es desconocimiento 
de Cristo» (í« ís. 17B). 

En Belén pasaría la segunda mitad de su vida, unos treinta 
y tres años, la etapa más larga de todas. En este largo encierro, 
Jerónimo no tuvo tiempo de conocer el aburrimiento. Los pri- 
meros años, hasta el año 393, son de una intensa actividad lite- 
raria. Es quizá la etapa más creativa. De este tiempo no se 
conserva ninguna carta, a excepción de la escrita por Paula y 
Eustoquia a Marcela invitándola a que se incorpore también ella 
a la nueva vida inaugurada en Belén. Nadie duda de que la plu- 
ma que escribe esa carta es la de Jerónimo. 

Llama la atención la variedad de trabajos que ocupan a Je- 
rónimo en este período: biografías, trabajos históricos, traduc- 
ciones de tratados teológicos griegos, comentarios bíblicos, 
revisión y traducciones del texto sagrado, tratados sobre cues- 
tiones de toponimia y de onomástica hebreas. Son unos siete 
años marcados por una rica cosecha en obras relacionadas en 
su mayor parte con el campo bíblico. 

El año 393 Jerónimo rompe su silencio epistolar, y va a inau- 
gurar, en este terreno, la etapa más fecunda. El círculo de corres- 
ponsales adquiere la dimensión de la universalidad. Sin abandonar 
a sus amigos, Jerónimo se dirigirá a todos los rincones de Occi- 
dente. Ya no es fácil catalogar las cartas de Jerónimo agrupándo- 
las por destinatarios. Estos son los de antiguo, pero también otros 
muchos, que tienen como preocupación común alguna de las preo- 
cupaciones preferentes de Jerónimo: la Sagrada Escritura o la vi- 
da monástica como servicio total al Señor. La lectura de este 
conjunto de cartas deja la impresión de que Jerónimo era el di- 
rector espiritual a quien se podía acudir desde cualquier parte 
y en cualquier momento; su generosidad no le permite dejar a 
nadie sin contestación, aunque haya de robar tiempo a la noche. 

La correspondencia de este período va a tener además la 
particularidad de desarrollarse en medio de situaciones muy com- 
plicadas para Jerónimo, debido a sus posturas forzadamente po- 
lémicas a partir del año 393. No siempre las cartas de este tiempo 
llevan el poso de la polémica circunstancial; pero eso precisa- 
mente es mérito de Jerónimo. 

La primera carta conocida, después del largo silencio, será 
la dirigida a Desiderio, un buen cristiano romano, «varón culto 



34 Introducción 

y elocuentísimo», que, de común acuerdo con su esposa Sereni- 
la, ha tomado la decisión de vivir en continencia el resto de su 
vida. Así debió de comunicárselo en carta a Jerónimo. La noti- 
cia no podía ser más del agrado de éste; tampoco le disgustaron 
mucho los elogios recibidos del nuevo corresponsal, pero los re- 
chaza con fina humildad: «me ha dolido mucho no ser digno 
de tan grandes alabanzas». Lo que ante todo quiere Jerónimo 
es que una vocación tan limpia se consolide, y para ello nada 
mejor que una visita a Tierra Santa, donde «nuestra fe puede 
adorar la tierra que hollaron los pies del Señor y contemplar las 
huellas recientes, como quien dice, de su natividad, de su cruz 
y de su pasión» (Carta 47,2). Jerónimo se comunica con espe- 
cial emoción y simpatía con este tipo de personas que acuden 
a él comunicándole su nueva vocación. Cosa que ocurrió repeti- 
das veces, como, por ejemplo, con la pareja española de Lucinio 
y Teodora (Carta 71), o con la más notable de Paulino de Ñola 
y Terasia (Carta 53). 

Caso más normal es el de quienes, estando libres de com- 
promiso matrimonial, o habiendo quedado libres de él por viu- 
dez, se deciden por la vida religiosa. La solicitud de Jerónimo 
entonces es notable. El tratado sobre la virginidad dedicado a 
Eustoquia tendrá su correspondiente en la carta al joven Nepo- 
ciano, sobrino del compañero Heliodoro, que deseaba vivir co- 
mo presbítero y como monje a la vez: «el que es personalmente 
kleros, es decir, parte del Señor o tiene al Señor por parte suya, 
de tal manera ha de portarse que posea al Señor y sea del Señor 
poseído» (Carta 53,5). Bastaba que alguien de los que se con- 
fiaban a Jerónimo enviudara para que éste le recomendara abier- 
tamente el camino de la continencia, como lo mejor que se podía 
hacer por el Señor. Así lo haría con Panmaquio, que iba a de- 
sempeñar un papel tan importante en la vida de Jerónimo; y lo 
mismo haría con varias damas, sobre todo jóvenes, que habían 
perdido a su marido. No sólo la teoría espiritual, sino sobre to- 
do el ejemplo de las dos mujeres más cercanas a Jerónimo, Paula 
y Marcela, eran para él un fuerte argumento de que estaba en 
lo cierto cuando aconsejaba en esa forma. Entre las personas 
conquistadas, o por lo menos sostenidas en su propósito por Je- 
rónimo, está Fabiola, una de las figuras más encantadoras del 
entorno jeronimiano. 

Quien hiciera consultas a Jerónimo, con ánimo de perfec- 
cionar su vida por el camino del ascetismo, podía estar seguro 
de obtener inmediata respuesta de él. El otro tema que siempre 
encontraba a Jerónimo dispuesto era el tema bíblico. Muchas 
de las cartas vienen de lejos en busca de aclaraciones a pasajes 
difíciles, o, sobre todo, mendigando un poco de la riqueza de 



Introducción 



35 



Jerónimo en el conocimiento y en su habilidad para exponer ia 
palabra divina. Un ejemplo de esto último será la exposición «so- 
bre las etapas de los hijos de Israel por el desierto», escrita a 
título postumo para Fabiola, quien poco antes de morir se la 
había pedido a Jerónimo. 

Naturalmente, buen número de sus cartas están relaciona- 
das con las principales polémicas en que Jerónimo se vio envuelto. 
Las relaciones con Panmaquio, el compañero de estudios y ami- 
go de Jerónimo, se habían enfriado a raíz de la huida de Paula 
de Roma a Tierra Santa, dejando atrás a todos los de su familia, 
entre los que contaba la hija Paulina, esposa de Panmaquio. Una 
de las primeras polémicas de Jerónimo vendrá a restañar esa amis- 
tad prácticamente rota: la polémica suscitada en los ambientes 
teológicos romanos por ía obra de Jerónimo Contra ]ovinzano. 
Es éste un personaje paradójico. Siendo monje, su teología, sin 
embargo, es lo opuesto del ascetismo. Todo bautizado, según él, 
era, por el mismo hecho, inexpugnable al demonio; y el bautis- 
mo, fruto de la redención, hacía iguales a todos los cristianos 
a la hora de la recompensa eterna. Las diferencias de los estados 
de vida cristiana, matrimonio, virginidad o viudez, eran dife- 
rencias secundarias. Joviniano suscita un movimiento religioso 
en torno a él, que supondrá un importante desprestigio del mo- 
nacato. Había sido condenado por el papa Siricio, y también 
por San Ambrosio de Milán y otros obispos. 

A Jerónimo le llegarán noticias de alarma de parte de sus 
amigos romanos, principalmente de Marcela, tan comprometi- 
da en la vida ascética, y de otros; de forma que, sin dudarlo, 
pondría manos a la obra y escribiría un tratado Contra Jovinia- 
no. Este tratado es, por lo demás, casi la única fuente sobre la 
doctrina y la vida de ese personaje. La refutación de Jerónimo 
fue tan celosa, que a muchos les pareció que caía en el extremo 
contrario: ensalzaba de tal forma la vida ascética y la virgini- 
dad, que ello equivalía, según algunos, a rebajar indebidamente 
el valor del matrimonio cristiano. Los mismos partidarios de Je- 
rónimo quedaron consternados por su forma de argumentar. Per- 
sonas tan poco sospechosas como Panmaquio y Marcela, que 
habían tomado partido contra Joviniano ante el papa Siricio, juz- 
garon prudente, y deber de caridad, retirar del dominio público 
los ejemplares de la obra de Jerónimo. 

La primera carta a Panmaquio (Carta 48) desde Belén lleva 
la reacción de Jerónimo ante esta medida de moderación toma- 
da por sus protectores de Roma. La actitud de Jerónimo en esta 
carta está determinada por la ambivalencia, por una parte, de 
la alegría de recuperar la comunicación fluida con el amigo y, 
por otra, de una cierta amargura por la incomprensión de quie- 



36 



Introducción 



nes no quieren comprenderle. «Apenas escribo algo — dirá — , 
amigos y envidiosos, con intención distinta pero con el mismo 
celo, divulgan mis escritos a los cuatro vientos, y lo mismo exa- 
geran en la alabanza que en el vituperio, pues no hacen caso 
del mérito o valor del estilo sino de su propio humor. Así, pues, 
hago lo único que puedo hacer, que es enviarte una defensa» 
(Carta 48,2). 

Esta defensa es la siguiente carta, que lleva como título «Apo- 
logético a Panmaquio». Jerónimo se aferra a dos ideas sobre to- 
do. La primera es que nunca ha pretendido condenar ni siquiera 
menoscabar el matrimonio. La segunda es que la diferencia en- 
tre virginidad, viudez y matrimonio es una diferencia estableci- 
da por el mismo Señor en el evangelio, en el pasaje de Mt 13,23, 
que en el caso presente se puede leer así: «el fruto de ciento, 
de sesenta y de treinta por uno, aun cuando nazca de una mis- 
ma tierra y de una misma semilla, mucho difiere en cuanto al 
número. El treinta se refiere al matrimonio...; el sesenta repre- 
senta a las viudas...; en el número cien se expresa la corona de 
la virginidad» (Carta 49,2). Jerónimo apela continuamente al es- 
píritu de moderación con que ha querido tratar el asunto. Pero 
su moderación consiste en haber sido «mucho más benigno pa- 
ra los matrimonios que casi todos los autores griegos y latinos» 
(Carta 49,3). En realidad, siendo correcta su argumentación desde 
el punto de vista de la pura lógica, sin embargo, hay en Jeróni- 
mo, tanto en el tratado Contra Joviniano como en esta carta, un 
celo excesivo por la vida ascética, que no podía gustar a todos 
los lectores por igual. Véase, por ejemplo, lo que dice de las se- 
gundas nupcias, que se conceden a la mujer viuda para que evi- 
te el peligro de la fornicación: «Efectivamente, más vale conocer 
a un solo marido, aunque sea el segundo o tercero, que a una 
muchedumbre de ellos; es decir, es más tolerable prostituirse a 
un solo hombre que a muchos» (Carta 49,8 y Adv. lov. I 14). 

El estruendo de la contienda antijoviniana sonará todavía 
una última vez en la carta de Jerónimo a Domnión, de Roma. 
Este Domnión es uno de los encargados de difundir los escritos 
de Jerónimo, junto con Marcela (Carta 47,3). También él ha es- 
crito a Jerónimo dándole cuenta de la crispación que ha produ- 
cido en Roma el escrito «Contra Joviniano». Entre los oponentes 
de Jerónimo parece destacarse un monje hablador, que «anda 
perorando contra Jerónimo y, con diente canino, despedaza y 
desgarra los libros que éste ha escrito contra Joviniano» (Carta 
50,1). Esta carta es quizá la diatriba más violenta de Jerónimo 
contra quienes han criticado su «guerra declarada» a Joviniano. 
Fue desde luego una guerra a distancia y, como se ve, por los 
intermediarios romanos del círculo del Aventino. A Joviniano 



Introducción 



37 



le olvidarían pronto no sólo Jerónimo, sino los mismos ámbitos 
romanos en los que había tenido alguna acogida. 

Nuevas opciones doctrinales 

Por el mismo tiempo, año 393, se levantaban en torno al con- 
vento de Belén los nubarrones de una tormenta que iba a en- 
sombrecer el último tercio de la vida de Jerónimo: el origenismo. 
Es éste uno de los capítulos más delicados de la vida de Jeróni- 
mo. A él, personalmente, el origenismo le acarreó las tristezas 
más hondas de sus últimos años; a sus oponentes, y en concreto 
a Rufino, el amigo de infancia, los impactos más brutales de la 
más sofisticada artillería de la retórica romana, utilizada a la per- 
fección por Jerónimo; y, por último, a los historiadores, el pro- 
blema de discernir entre lo razonable y lo emocional de la 
contienda, de uno y de otro lado. 

«Origenismo» no es palabra del tiempo. Se ha plasmado pos- 
teriormente para denominar las tesis de Orígenes que más es- 
candalizaron, como la preexistencia de las almas, la divinidad 
subordinada del Hijo y la posible reconciliación del diablo al 
final de los tiempos. Sí que era del tiempo el término «origenis- 
ta». El historiador cristiano Sócrates refiere que «los monjes que 
estaban de parte de Teófilo llamaban a los demás hermanos oñ- 
genistas e impíos» (SÓCRATES, Historia Eccl. VI 7). En toda la 
contienda origenista lo que más destaca será esta equiparación 
de origenismo e impiedad. La doctrina propiamente dicha pasa 
a un segundo plano. 

Teólogo penetrante y exegeta incansable del siglo III, sería 
Orígenes la fuente de inspiración, en algunos casos, y de apro- 
visionamiento, la mayor parte de las veces, para la mayor parte 
de los comentaristas de los siglos posteriores. En todo tiempo 
ha tenido seguidores devotos y acérrimos detractores; pero ni 
siquiera los más entusiastas del teólogo alejandrino defendían 
la totalidad del sistema origenista. Siempre se guardaban deter- 
minadas reservas sobre puntos principalmente dogmáticos, que 
en Orígenes obedecían más a sus presupuestos filosóficos que 
a su fe. El origenismo nunca se abordó con el celo y la universa- 
lidad con que se afrontaron otras herejías. Es más, solía hacer 
su aparición en el horizonte cuando el ambiente estaba relativa- 
mente limpio de ellas. Justo en esos momentos, «el demonio de 
la discordia, que nunca descansa, colocaba sobre el tapete la cues- 
tión de Orígenes» (DUCHESNE, Histoire ancienne de VEglise, 
vol.3, p.38). 

A Jerónimo le tocaría soportar uno de estos turbiones ori- 
genistas. Suscitado por Epifanio de Chipre, el año 393, justo 



38 



Introducción 



cuando el arrianismo, última herejía de ese tiempo, había decli- 
nado, el origenismo se va a convertir en una contienda personal 
entre el obispo de Salamina y Juan, obispo de Jerusalén. Este 
primer envite, en el que iban a quedar envueltos Jerónimo, de 
parte de Epifanio, y Rufino, de parte de Juan, durará unos cua- 
tro años, hasta el año 397. Termina prácticamente por agotamiento 
de las partes, y los escritos que han quedado de ese altercado, 
si no fuera por sus valores históricos, serían dignos de cualquier 
otra causa mejor. El año 398, el fuego del origenismo, que pare- 
cía dominado del todo, se vuelve a encender en un doble frente, 
primero en Roma, y algo más tarde en Egipto, donde tendría 
como protagonistas a Teófilo, en la parte «ortodoxa», y a un grupo 
de monjes de la región de Nitria, en la parte heterodoxa. 

El primer origenismo: Jerónimo y Epifanio 

¿Qué supone el origenismo en la vida de Jerónimo? Antes 
del año 393, la estima de Jerónimo por Orígenes es manifiesta, 
y él es el primero en confesarse deudor y admirador de Oríge- 
nes. Y no podía por menos, dado que tanto su «maestro» Gre- 
gorio Nacianceno como Dídimo, a los que Jerónimo dice deber 
tanto, estaban manifiestamente en la línea de Orígenes. Desde 
sus primeros ensayos exegéticos (véase, por ejemplo, la carta 18 
sobre los serafines de Isaías), Jerónimo se va a inspirar en el ale- 
jandrino. Y nada se diga de la continua utilización de las diver- 
sas versiones bíblicas recogidas en los Hexaplas de Orígenes. En 
el epistolario jeronimiano hay una carta a Paula (Carta 33), que 
Jerónimo no sabe muy bien cómo introducir, y que resulta un 
verdadero homenaje a Orígenes: «¿A qué viene, os preguntaréis, 
esta mención de Varrón y Calcéntero? Para venir a parar a nues- 
tro Adamando (Orígenes) y a nuestro Calcéntero, que trabajó 
con tanto sudor en comentar las Santas Escrituras, que con ra- 
zón recibió el sobrenombre de Adamancio, es decir, hombre de 
acero. ¿Queréis conocer los monumentos que nos dejó su genio? 
La lista que sigue os lo hará ver». Muchos lo condenaron «no 
por razón de herejía, sino porque no podían soportar la gloria 
de su elocuencia y de su ciencia, y porque, cuando él hablaba, 
todos los demás parecían mudos» (Carta 33,4 y 5). 

En la época de más actividad literaria de Jerónimo, durante 
los primeros años de Belén, Orígenes sería siempre el gran inspi- 
rador. Pero todo este entusiasmo confesado de Jerónimo empieza 
a tambalearse cuando, a principios del año 393, un cierto Atar- 
bio aparece en el horizonte de los monasterios de Jerónimo, en 
Belén, y de Rufino, el amigo de Jerónimo, que se había establecí- 



Introducción 



39 



do en Jerusalén, bajo la protección de Juan, obispo de la ciudad 
santa. Atarbio visitará ambos monasterios e invitará a sus mora- 
dores a que abjuren de Orígenes. Jerónimo accede con facilidad, 
mientras que Rufino se resistirá ante este «inquisidor sin encar- 
go». No se explica la rapidez con que cede Jerónimo si no es por- 
que detrás de Atarbio estaba la sombra de Epifanio. 

Antes de ser nombrado obispo de S alamina, en Chipre, Epi- 
fanio había sido monje en un monasterio de Eleuterópolis, en 
Palestina, su propia patria. De ahí que, con frecuencia, abando- 
nara la isla para visitar su antiguo monasterio y la ciudad de Je- 
rusalén. En septiembre de^ 393, con ocasión de las fiestas de 
las «encenias», o de la dedicación de las dos iglesias, la de la 
Anástasis y la del Martyrium, Epifanio se encontraba en Jeru- 
salén. Como era costumbre, el obispo de la ciudad, Juan, le in- 
vitó para que pronunciara un sermón ante el pueblo, oportunidad 
que aprovechó Epifanio para anatematizar a Orígenes y a todos 
sus seguidores. A su vez, Juan en los días siguientes predicaría 
sobre los principales puntos de la fe, pero sin hacer alusión a 
Orígenes. Epifanio le alabaría públicamente, pero en su inte- 
rior no quedó satisfecho. Cuenta Jerónimo en un tratado poste- 
rior, su Apología contra Rufino, que Epifanio, después de oír el 
sermón de Juan, renunciando a la hospitalidad de éste, se fue 
al monasterio de Belén, completamente fuera de sí, y aseguran- 
do que no estaba dispuesto a mantener relaciones de comunión 
con Juan. Después de una larga conversación con el obispo fu- 
gitivo, le convencieron para que volviera a Jerusalén; cosa que 
hace, pero para escapar a medianoche {Apol. III 33). 

Un año más tarde, el 394, la situación entre Epifanio y Juan 
se va a agravar debido a dos intervenciones desafortunadas del 
primero. Estando Epifanio en su antiguo monasterio de Besan- 
duc, en Eleuterópolis, Jerónimo le manda una delegación de «de- 
sagravio», de la que formaba parte su hermano Pauliniano. 
Epifanio tenía que estar disgustado de que el año anterior Jeró- 
nimo y sus monjes no le hubieran recibido con los brazos abier- 
tos la noche en que, después del Sermón de Juan, hubiera deseado 
acogerse a la paz del monasterio de Belén, para perder de vista 
al obispo «hereje» Juan. 

Parece ser que Epifanio había ya olvidado la falta de los mon- 
jes betlemitas, o al menos simulaba haberla olvidado. Una cosa 
no olvidaba: el año anterior, los mismos que le habían despa- 
chado amablemente, se habían también quejado ante él de que 
en el monasterio no tenían sacerdote propio que les celebrara 
los misterios del Señor. Así, pues, Epifanio considerará una ver- 
dadera providencia de Dios que ahora, con la embajada de los 
monjes de Jerónimo, viniera precisamente Pauliniano, hermano 



40 Introducción 

de éste. Sin pérdida de tiempo, en una celebración litúrgica or- 
ganizada para el caso, Epifanio ordenaría presbítero a Paulinia- 
no, observando para ello un procedimiento nada inusual en 
aquellos tiempos. «Sin que él supiera nada ni tuviera la menor 
sospecha, mandamos a muchos diáconos que lo sujetaran y le 
taparan la boca, no fuera que, por el deseo de liberarse, nos con- 
jurara por el nombre de Cristo; y de este modo le ordenamos 
diácono» (Carta 51,1). A continuación, Epifanio le ordenaría pres- 
bítero utilizando idénticos recursos de persuasión. 

La actuación de Epifanio no era la más oportuna en una si- 
tuación más que tensa. Oficialmente notificaría la ordenación 
tanto a las jerarquías y monjes del monasterio de Belén como, 
sobre todo, al obispo de Jerusalén, Juan. Este no podía dar por 
buena una ordenación que se hacía para territorio de su juris- 
dicción y sin contar para nada con él. En un primer momento 
Juan amenazaría con denunciar el hecho a los obispos de Pales- 
tina y al de Roma. Epifanio replicará con una carta de justifica- 
ción, en la que le acusa abiertamente de herejía. Es la carta 51 
de la colección de Jerónimo; de ella están tomados los detalles 
de la ordenación de Pauliniano. 

En vista de lo difícil que era dialogar con Epifanio, Juan sa- 
caría las consecuencias lógicas de la situación: prohibir la en- 
trada en la iglesia de la Natividad, de Belén, a quienes dieran 
por buena la ordenación de Pauliniano. A esto Epifanio respon- 
de convocando a la ruptura de comunión con Juan, medida que 
Juan por su parte hará efectiva con todos sus oponentes. Deta- 
lles aparentemente sin trascendencia ninguna agravarían más aún 
el conflicto. La carta 57 de Jerónimo a Panmaquio da cuenta 
de la exacerbación que produjo en Rufino y en Juan la traduc- 
ción «sesgada» que Jerónimo había hecho, para uno de sus monjes, 
Eusebio de Cremona, de la carta de Epifanio a Juan, en la que 
el de Chipre acusaba de herejía al de Jerusalén. Juan recurriría 
al brazo secular en contra de Jerónimo, quien a punto estuvo 
de ser desterrado, si el ministro del emperador Arcadio, el pre- 
fecto Rufino, que era la persona competente en el asunto, no hu- 
biera muerto en el entretiempo (27 noviembre 395). De ello da 
cuenta Jerónimo en carta posterior a Teófilo, patriarca de Ale- 
jandría (Carta 82,10). 

La acusación masiva de origenismo, contra Juan de Jerusa- 
lén y Rufino, nunca había llegado a concretarse en puntos de- 
terminados, si no es en los enumerados de manera confusa por 
la carta de Epifanio (Carta 51). El año 396 será un año de ini- 
ciativas por la paz. Inútilmente intervendrán el gobernador de 
Palestina, Arquelao, y posteriormente Isidoro, presbítero de Teó- 
filo de Alejandría. Juan, entonces, enviará cartas a Roma y a 



Introducción 



41 



Occidente, donde va a encontrar en general buena acogida frente 
a Epif anio. La noticia no tarda en llegarle a Jerónimo, quien in- 
mediatamente movilizará a los suyos de Roma por medio de una 
carta a Panmaquio (Carta 57). Al mismo tiempo empezará a es- 
cribir uno de sus escritos más violentos, el titulado Contra Juan 
de Jerusalén, que afortunadamente iba a quedar interrumpido 
por la paz, una paz en la que interviene de manera decisiva Teó- 
filo de Alejandría. Así se desprende de una carta dirigida a éste 
por Jerónimo: «nosotros queremos la paz de Cristo, deseamos 
la verdadera concordia, y te rogamos le adviertas (a Juan) que 
también él quiera la paz. Sea tal como fuera antaño, cuando por- 
que quería, nos amaba» (Carta 82,11). La reconciliación de Je- 
rónimo con Juan y con Rufino tendrá lugar en la iglesia de la 
Resurrección de Jerusalén, en el marco de la eucaristía: «en la 
Anástasis, inmolado el Cordero, nos dimos la mano derecha» (JE- 
RÓNIMO, >lpo/. III 33). P. Nautin, apoyado en la expresión «cor- 
dero inmolado», que implica una alusión bastante clara a la 
celebración pascual, fijará como fecha del acontecimiento la pas- 
cua del 397, que ese año fue el 5 de abril (REAug XVIII, p.213). 
Por lo que se refiere a Rufino en concreto, Jerónimo tendrá fra- 
ses bellísimas para este acto en una carta destinada para él, pero 
que nunca le llegaría: «El Señor es testigo en el interior de mi 
conciencia, de que, a partir del restablecimiento de nuestra amis- 
tad, ningún resentimiento se ha interpuesto por el que yo haya 
ofendido a nadie. Y quiero que adviertas que doy sincero culto 
a la recuperada amistad» (Carta 81,1). 

En todo este asunto, Jerónimo aparece más como sujeto pa- 
sivo que como sujeto activo. Arrastrado por la personalidad ab- 
sorbente de Epifanio, romperá amistades de muchos años, como 
la de Rufino o la más reciente de su obispo Juan, y sobre todo 
tendrá que romper, al menos oficialmente, con fidelidades tan 
enraizadas como la de su adhesión, cuidadosamente matizada 
por lo demás, a Orígenes. 

La participación de Jerónimo en la desavenencia origenista 
no tiene la misma intensidad desde el principio. Siempre del la- 
do de Epifanio, es decir, del lado de lo que él considera la «or- 
todoxia», Jerónimo practicará un cierto autocontrol inicial, que 
en definitiva era consecuencia de la duda. A raíz de los sermo- 
nes acusatorios intercambiados entre el obispo de Chipre y el 
de Jerusalén, Jerónimo supo evitar, no sin diplomacia, que Epi- 
fanio, decidido a abandonar la hospitalidad del obispo Juan, se 
acogiera al monasterio de Belén. Parece claro que este gesto de 
Jerónimo tendía a evitar la ruptura entre los dos jerarcas, al mis- 
mo tiempo que daba a entender su deseo de mantenerse al mar- 
gen del asunto. 



42 



Introducción 



Más comprometido es el episodio de la ordenación antica- 
nónica de Pauliniano, a cargo de Epifanio, y con destino al mo- 
nasterio de Jerónimo. También aquí es significativa la actuación 
de Jerónimo. Si su corazón está con Epifanio y, por supuesto, 
con sus propios monjes, su cabeza conserva un rincón reserva- 
do para la duda. Y así, en el terreno de la práctica, tomará la 
determinación inmediata de no abrir brechas peligrosas con el 
caso de Pauliniano, a quien recomendará un destierro volunta- 
rio junto a su obispo «personal» Epifanio, en la isla de Chipre. 
De hecho, nunca ejerció Pauliniano su cargo presbiteral en el 
monasterio de Belén. Pero si en el aspecto formal Jerónimo guardó 
un difícil equilibrio, no ocurrió lo mismo en el campo de las 
ideas, o mejor dicho, de las susceptibilidades personales, como 
demuestra su escrito contra Juan de Jerusalén. A propósito de 
la actitud agresiva de Jerónimo frente a Juan, E Cavallera co- 
menta: «Unicamente la exasperación y el acaloramiento de la lucha 
pueden excusar su tono. Hoy día no estamos habituados a ver 
cómo un simple monje arremete contra un representante de la 
jerarquía y le conmina a que haga profesión de su fe» (CAVA- 
LLERA, Jéróme, I 223). El tono empleado por Jerónimo en ese 
escrito frente a su superior jerárquico no se explica simplemen- 
te por su celo de ortodoxia ni por el acaloramiento de la lucha. 
La protección impKcita de Epifanio, de la que Jerónimo era cons- 
ciente, le daba alas para oponerse, no a un superior, en nombre 
propio, sino a un igual en nombre de Epifanio. 

El segundo origenismo: Los amigos de Roma 

Por lo que se refiere al segundo período, al origenismo rena- 
cido, primero en Roma y poco después en Egipto, a Jerónimo 
le va a ocurrir algo parecido. Teófilo, con su prestigio, ejerció 
un influjo casi absoluto sobre él; tanto más que detrás del de 
Alejandría se percibía de nuevo la presencia de Epifanio (Car- 
tas 90 y 91). 

La paz tan laboriosamente alcanzada apenas iba a durar un 
año para Jerónimo. La vieja contienda en torno a Orígenes se 
va a repetir en dos frentes nuevos: en Roma y en Alejandría. 
De los anteriores combatientes, sólo Juan de Jerusalén quedará 
definitivamente fuera. Rufino será la personificación del orige- 
nismo romano, y contra él irán todos los ataques de Jerónimo 
y de los suyos. En Alejandría será el patriarca Teófilo quien pro- 
tagonice la campaña antiorigenista. 

En la primavera del año 397, a pocos días de la reconcilia- 
ción, Rufino se trasladaba a Roma por asuntos familiares. Allí 



Introducción 



43 



es recibido con verdadera expectación por un grupo de estudio- 
sos interesados por la teología griega. Conocedor del griego y 
de los teólogos de esa cultura, nadie como él podía hacer de puen- 
te entre lo griego y lo latino, para enriquecimiento de lo latino. 
Como acuciado por la urgencia de la tarea, y animado por Ma- 
cario, personaje curioso en los ambientes romanos, antiguo vi- 
cario del prefecto de la urbe y ahora asceta, muy interesado en 
las óbras de Orígenes, Rufino acometería la empresa de tradu- 
cir, para empezar, la Apología de Orígenes y atribuida al mártir 
Pánfilo, y, a continuación, el tratado Peri Arfón, del mismo Orí- 
genes. En el prólogo a este último trabajo se presentaba como 
continuador de Jerónimo en el proyecto, abandonado ya por és- 
te, de «hacer romano a Orígenes, para regalárselo a los oídos 
romanos». A los jeronimianos de Roma, Panmaquio, Océano y 
Marcela, no les gustó que en el prólogo al Peri Arjón Rufino ape- 
lara a la autoridad de Jerónimo y se propusiera como continua- 
dor suyo. No tardarían en hacerse con el material preparado por 
Rufino, y en concreto con el prólogo, y se lo enviarían todo al 
de Belén para que se defendiera. En la carta de envío (Carta 
83) señalaban lo que les parecía más grave. En realidad, dos as- 
pectos que no afectaban al verdadero problema doctrinal, sino 
más bien a la sensibilidad personal de los remitentes de la carta 
y, sobre todo, del destinatario: «en esos escritos hay muchas co- 
sas que perturban nuestra inteligencia y muchas que pensamos 
están dichas menos católicamente; además, para excusar al autor 
se han suprimido de esos libros muchos pasajes que podrían de- 
latar impiedad manifiesta» (Carta 83). Con estas vaguedades se- 
ñalan un problema metodológico al que Jerónimo va a dar gran 
importancia: la teoría, sostenida por Rufino y otros origenistas, 
de que los pasajes discutibles de Orígenes habían sido interpo- 
lados. El segundo punto señalado en la carta tocaba un resorte 
psicológico peligroso: «Con toda sutileza, en el prefacio de su 
obra, el autor menciona a tu santidad, aunque silenciando tu 
nombre, en el sentido de que no hacía sino llevar a cabo una 
obra prometida por ti y dando a entender indirectamente que 
tú piensas de la misma manera» (Carta 83). 

Renuente al principio, Jerónimo terminará implicándose en 
las acciones e intrigas romanas en torno al renacido origenismo. 
En las cartas 80, 81, 83 y 84 se ocupa directamente del asunto. 
Su comportamiento fue, como mínimo, poco diplomático. Al 
tiempo que escribe una carta conciliadora y sensata a Rufino 
(Carta 81), en la que le manifiesta su ardiente deseo de mante- 
ner la «renovada amistad», escribe otra (Carta 84) a Panmaquio 
y Océano, e:n la que con ásperos exabruptos atacará principal- 
mente los dos puntos señalados por éstos: la pretensión de Rufi- 



44 Introducción 

no de continuar la obra del propio Jerónimo para «hacer romano 
a Orígenes», y la teoría sobre la interpolación de los escritos del 
alejandrino por personas malintencionadas. 

Por desgracia, los jeronimianos de Roma se guardaron la carta 
destinada a Rufino, ausente ya de Roma, y difundieron la diri- 
gida a ellos, que naturalmente pronto llegaría al conocimiento 
de Rufino, a quien no pudieron agradar mucho las palabras que 
Jerónimo le dedicaba ya en el primer párrafo: «estas buenas gentes 
me quieren tanto, que no pueden ser herejes si no es en mi com- 
pañía» (81,4). 

La carta de Jerónimo llegaba a Roma dos años después que 
Rufino, quien en este momento estaba en el norte de Italia, en 
Aquileya, junto al obispo Cromacio, adonde se había retirado 
cediendo a la presión que sobre él se ejercía en Roma y para 
consolarse de la muerte de su madre. 

La publicación de la carta de Jerónimo a Panmaquio y Océano 
desencadenaría una serie de batallas menores. La más impor- 
tante, la movilización de Panmaquio, Marcela (véase Carta 127,10) 
y Océano, primero ante el papa Siricio, sin lograr éxito ningu- 
no, y más tarde (a, 4 00) ante el sucesor de éste, Anastasio. En 
la campaña contra Rufino intervenía muy activamente también 
otro personaje tan poco sensato como Ensebio de Cremona, que 
ya había comprometido en otra ocasión al mismo Jerónimo, ha- 
ciendo pública una traducción privada, hecha por éste, de la carta 
de Epifanio a Juan (véase Carta 57). Ahora se encargaba de re- 
correr por toda Italia las ciudades y monasterios por donde se 
hacía sentir el influjo de Rufino a fin de dar a conocer las ver- 
daderas intenciones de éste y el peligro de la doctrina de Orígenes. 

A todo ello se van a sumar las noticias que llegan a Roma 
de Alejandría. Teófilo, obispo de la ciudad, ha tenido que inter- 
venir drásticamente contra un grupo importante de monjes ori- 
genistas, y no quiere perder la ocasión de dar a conocer al mundo 
creyente sus victorias personales en favor de la fe. Escribirá a 
los obispos de Palestina y Chipre, y también al de Roma, para 
que se sumen a él en la condena de los escritos de Orígenes. 
Eso terminó de convencer al papa Anastasio, que el año 400 con- 
denaría los escritos de Orígenes (ver Carta 95). 

Ante esta presión del ambiente, Rufino se vería forzado a 
escribir al papa Anastasio defendiéndose contra las acusaciones 
vertidas contra él por Jerónimo en la carta a Panmaquio y Océano. 
La carta escrita por Rufino a Anastasio daría lugar, un año más 
tarde, el 401, a un escrito más amplio y de dominio público: una 
Apología (PL 21,541-624) contra dichas acusaciones de Jerónimo. 

Este escrito de Rufino tendría la consiguiente respuesta del 
de Belén en un primer escrito, Apología contra los libros de Ru- 



Introducción 



45 



fino, que sería completado poco más tarde por el Libro tercero 
contra los libros de Rufino. 

La contienda se habría hecho interminable si Rufino, bien 
aconsejado por su amigo Cromacio, obispo de Aquileya, y ami- 
go igualmente de Jerónimo, no hubiera optado por el silencio. 
Era el año 402. En los años que le quedaban de vida, sus traba- 
jos de traducción enriquecieron al mundo latino con una serie 
de títulos de obras de autores griegos, hasta entonces sólo dis- 
ponibles para quienes dominaran el griego. Jerónimo, aunque 
no por condescendencia, también calló, pero ocasionalmente se- 
guiría dedicando calificaciones más bien duras contra un adver- 
sario que se le había convertido en pesadilla. 

Jerónimo y Teófilo 

Cuando Jerónimo, diez años más tarde, en el elogio dedica- 
do a Marcela, recuerde la acción de ésta en los acontecimientos 
del origenismo romano, concluirá diciendo: «Pasando la tormenta 
de Occidente a Oriente, amenazaban a muchísimos grandes nau- 
fragios» (127,11). Y a continuación describirá brevemente, en estilo 
figurado y sin referencias concretas, lo ocurrido con el origenis- 
mo egipcio. 

Con esa frase, Jerónimo parece establecer una relación de 
dependencia entre el origenismo romano y el egipcio. Pero qui- 
zá no se trate más que de una relación de simultaneidad crono- 
lógica. Porque, en realidad, en ninguna parte había tantas razones 

para que se produjeran auténticas batallas en torno a la doctrina 
de Orígenes como en Egipto. El monacato estaba dividido en 
«origenistas» y «antropomorfitas», o simplemente no origenis- 
tas. Los primeros constituían minoría, una verdadera élite de 
monjes cultos. 

En el epistolario de Jerónimo hay una serie de cartas (90, 
92, 93, 94, 96, 98, 100), en su casi totalidad de Teófilo, patriar- 
ca de Alejandría, que se refieren a un antiorigenismo, se podría 
decir, de corte prácticamente personal: el de Teófilo frente a los 
monjes origenistas de los desiertos de Nitria, en el norte de 
Egipto. 

Origenista de siempre, Teófilo se vería forzado a declarar la 
guerra al origenismo a raíz de un motín de monjes antropomor- 
fitas, venidos del desierto, que le pedían con amenazas la con- 
dena de las doctrinas de Orígenes y la proscripción y castigo 
de sus seguidores. Eso es lo que ociirrió el año 400: Teófilo reu- 
nió un sínodo de obispos e hizo condenar los escritos de Oríge- 
nes. Al poco tiempo, apoyado por los amotinados y con el debido 



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Introducción 



permiso de la autoridad civil, Teófilo arremetería con toda vio- 
lencia contra las celdas y aun lugares sagrados de los monjes ori- 
genistas de Nitria, que tendrían que huir para refugiarse, algu- 
nos en Jerusalén, otros, como los llamados «Hermanos Largos», 
por razón de estatura, en Constant inopia, junto a Juan Crisós- 
tomo; lo que justificaría la persecución declarada por Teófilo con- 
tra éste hasta el destierro y el olvido. Víctima del antiorigenismo 
de Teófilo sería también el sacerdote y monje Isidoro, hasta ha- 
ce poco su hombre de confianza, encalcado por él un par de 
años antes para mediar en el conflicto origenista entre Jerónimo 
y Juan de Jerusalén, y que, perseguido por su obispo, había op- 
tado por retirarse a las celdas de Nitria, donde podía seguir fiel 
a sus ideas sanamente origenistas de siempre. 

Las cartas 87, 88 y 89 hablan de estos acontecimientos, aun- 
que lo hacen con medías palabras, como si se avergonzaran de 
transmitir a la historia unos hechos bien poco gloriosos. Será 
el historiador del momento, Sócrates (380-439), el jurisconsulto 
de Constantinopla, quien con más lujo de detalles se ocupe de 
estos acontecimientos en el libro sexto de su Historia Eclesiástica. 

El papel de Jerónimo en el desarrollo del origenismo egip- 
cio es más bien oscuro. Otra cosa son sus entusiasmos por el 
protagonista Teófilo. Pero, en realidad, su aportación se reduce 
al apoyo moral de los elogios dedicados al vencedor y a la hu- 
milde tarea de traductor de los escritos de Teófilo. Es verdad 
que algunas de las cartas pascuales de éste, traducidas por Jeró- 
nimo, son los únicos documentos donde se analiza con alguna 
mayor profundidad la doctrina de Orígenes; pero no se puede 
decir que sean un dechado de perfección teológica. Además, es- 
te esfuerzo de estudio algo más serio, realizado por Teófilo en 
griego y traducido por Jerónimo al latín, para enriquecimiento 
de los occidentales, es, todo hay que decirlo, una justificación 
racional bastante tardía del primer envite antiorigenista del pa- 
triarca de Alejandría, que estuvo dominado por la emotividad 
más que por la razón. 

En el epistolario de Jerónimo aparecen contactos esporádi- 
cos con Teófilo. Aunque no son muchas las cartas que se con- 
servan, Jerónimo da a entender que había un intercambio epistolar 
fluido entre ellos. La primera carta conocida de Jerónimo a Teó- 
filo es del año 397, un poco antes de la reconciliación entre Je- 
rónimo y Juan de Jerusalén. Es la carta 82, una carta llena de 
confianza filial, en la que Jerónimo se desahoga con el padre 
y dibuja todo el drama interior de su desavenencia con el supe- 
rior jerárquico. Muy poco tiempo después llegaría la paz con él, 
pero empezaría, incomprensiblemente para Jerónimo, un largo 
silencio epistolar por parte de Teófilo. 



Introducción 



47 



Ese silencio se rompe el año 399. Jerónimo escribe al de Ale- 
jandría alegrándose de haber logrado «ablandar las entrañas del 
padre» y conseguido que hablara el que «durante tanto tiempo 
había callado». En esa carta respondía Jerónimo con agradeci- 
miento humilde a una advertencia de orden disciplinar que el 
patriarca le había hecho. De paso aprovechaba la ocasión para 
mostrar al padre una inquietud: «respecto de la nefasta herejía, 
a muchos santos no les agrada que la lleves con tanta paciencia» 
(63,3). 

Apenas pasado un año, Jerónimo recibía una breve misiva 
de Teófilo, en la que le anunciaba la visita de Agatón, obispo 
de Egipto, y del diácono Anastasio, quienes le llevaban noticias 
de primera mano sobre lo acontecido con los origenistas del de- 
sierto monacal. «No dudo — le decía el Alejandrino — que apro- 
barás nuestro celo y te felicitarás de las victorias de la Iglesia». 
Y terminará animándole: «Date, pues, tú también prisa ya que 
te corresponde parte de este botín» (Carta 87). 

La contestación de Jerónimo no se hizo esperar. A la noticia 
anterior se sumaban las que de Roma le traía el presbítero Vi- 
cente, miembro del monasterio de Belén. Y a todo esto hay que 
añadir que Jerónimo no había estado con los brazos cruzados: 
«Yo mismo, antes de escribiros, había ya mandado cartas a Oc- 
cidente sobre este asunto para informar a los hombres de mi len- 
gua sobre algunas de las falacias de estos herejes» (Carta 88). 
Se refiere probablemente a la correspondencia mantenida con 
Panmaquio y los del grupo romano. Felicitación, euforia y de- 
seo de no ser excluido del triunfo son los sentimientos que se 
agolpan en esta breve carta de Jerónimo a Teófilo: «La voz de 
tu beatitud ha resonado en todo el orbe, y, para júbilo de todas 
las iglesias de Cristo, han enmudecido los venenos del diablo. 
Ha dejado de silbar la antigua serpiente; retorcida y desentra- 
ñada, se esconde en las tinieblas de sus cavernas y no soporta 
la claridad del sol». De las noticias que le han llegado de Roma, 
le comunicará con el mismo entusiasmo: «Roma e Italia entera 
deben su liberación a tus cartas, después de a Cristo». Pero qui- 
zá lo más significativo, para fijar el papel real que desempeña 
Jerónimo en esta etapa del origenismo, sea la petición que, co- 
mo «de paso», formula al final de su carta: «De paso te pido 
que, si tienes algún escrito sinodal, me lo envíes; para que, apo- 
yado en la autoridad de tan gran obispo, pueda yo con más li- 
bertad y confianza abrir mi boca en favor de Cristo» (Carta 88). 

Esta humildad hizo de Jerónimo el traductor oficioso de va- 
rios escritos de Teófilo. De esa labor quedan tres cartas pascua- 
les, que forman parte del epistolario de Jerónimo (Cartas 96, 
98, 100), y se sabe de otros escritos como un fuerte alegato de 



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Introducción 



Teófilo contra Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, que 
también fue traducido por Jerónimo (Cartas 113 y 114). Este se 
enorgullece de su trabajo, y lo devuelve, ya terminado, a su des- 
tinatario con palabras como: «recibe tu escrito, y aun el mío, 
o mejor, el nuestro» (114,3). A la vez solía mandarlo a sus ami- 
gos a Roma como mercancía rara y preciada: «De nuevo os pro- 
veo de mercancías orientales, y con el comienzo de la primavera 
os hago llegar a Roma las riquezas alejandrinas» (97, 1). No pa- 
só de aquí la participación que se le concedió a Jerónimo en la 
lucha contra el origenismo egipcio. En realidad, lo que deseaba 
Teófilo, lo mismo ante él que ante sus propios colegas de episco- 
pado, no era otra cosa que reconocimiento, mientras que los mé- 
ritos de sus hazañas los quería para el solo. Esa es la impresión 
que se saca del grupo de cartas intercambiadas con Jerónimo o, 
simplemente, recogidas por éste. 

El año 402 todos daban por terminado el origenismo. Teó- 
filo, según afirma el historiador Sócrates, seguirá leyendo a Orí- 
genes como lo había hecho antes, y únicamente Jerónimo quedará 
marcado por una cicatriz de la que siempre se resentirá. Había 
cumplido a la perfección el papel de humilde servidor, y seguirá 
cumpliéndolo, demostrando, una vez más, que era hombre de 
fidelidades personales inquebrantables, hasta el punto de sacri- 
ficar con frecuencia su propio trabajo, como en este caso de ad- 
hesión al patriarca de Alejandría. 

La experiencia origenista deja al descubierto lo importante 
que eran para Jerónimo esas adhesiones personales en su afán 
de ortodoxia. Igual que en medio del acoso arriano, en los últi- 
mos días de su etapa de desierto, se aferra a la fe romana perso- 
nificada en Dámaso, así, en el primer origenismo, lo hará con 
el intachable Epifanio, y en el segundo, con el poderoso Teófi- 
lo. Más que las supuestas herejías de Orígenes, a Jerónimo le 
preocupó siempre la propia ortodoxia, la que le garantizaban per- 
sonalidades del rango de Dámaso, Epifanio y Teófilo, la que co- 
rría peligro en compañía de seguidores acríticos de Orígenes, 
como él creía que eran Rufino y Juan de Jerusalén. 



5. Los años de la plenitud 

Jerónimo y Agustín 

Ya había pasado algún tiempo desde las últimas refriegas del 
origenismo, pero como quien se asoma a un precipicio sin fon- 
do, Agustín se estremece todavía ante el misterio de animosi- 
dad surgido entre Jerónimo y Rufino: «Me siento atravesado por 



Introducción 49 

los más duros aguijones del dolor al considerar que entre voso- 
tros, a quienes Dios había satisfecho amplia y generosamente 
ese mismo anhelo que nosotros abrigamos ahora, para que uni- 
dos y compenetrados gustarais las mieles de las Santas Escritu- 
ras, se haya podido deslizar un cúmulo de tanta amargura. 
¿Cuándo, pues, y dónde no será de temer lo mismo, y qué hom- 
bre estará libre de ello si eso os ha ocurrido a vosotros, que ha- 
bíais depuesto el fardo del mundo y caminabais ligeros en pos 
del Señor y aun vivíais en aquella tierra que el Señor recorrió 
con sus pies humanos, y en la que saludó diciendo: os doy mi 
paz? ¡Lástima que no pueda yo encontraros jmtos en algima parte! 
En mi conmoción, en mi sufrimiento, en mi temor me arrojaría 
a vuestros pies, lloraría con todas mis fuerzas y os suplicaría con 
todo mi amor... para que no continuéis litigando» (Carta 110,8, 
del año 404). 

El laborioso acercamiento entre Agustín y Jerónimo es uno 
de los capítulos más importantes en la vida de ambos. Los in- 
tentos de Agustín por establecer con Jerónimo relaciones de amis- 
tad cristiana y de ayuda mutua en las difíciles cuestiones bíblicas 
del momento no pudieron empezar peor. Su primera carta (Car- 
ta 56), del año 395, cuando Agustín todavía era simple presbí- 
tero, por extrañas circunstancias terminaría su viaje en Roma, 
donde se hace pública, y desde donde, pasados varios años, irá 
llegando a Jerónimo el contenido desfigurado de la misma. Es 
verdad que Agustín no había sido un modelo de tacto en esta 
primera ocasión, y venía a decirle a Jerónimo lo que tenía que 
hacer: más que nuevas traducciones del texto de la Escritura in- 
teresaba que se tradujera a los comentaristas griegos, y en con- 
creto a Orígenes. El otro punto crítico de Agustín era la 
interpretación que Jerónimo hace del enf remamiento entre Pa- 
blo y Pedro en Antioquía (Gál 1,11-14), en la que viene a decir 
que Pablo desfiguró la realidad al juzgar a Pedro; en otras pala- 
bras, que mintió. 

La mentira oportunista u «oficiosa», como clave de interpre- 
tación para ese pasaje, será uno de los temas fuertes de la co- 
rrespondencia entre Agustín y Jerónimo. Volverá a aflorar en una 
segunda carta (Carta 67) de Agustín a Jerónimo, del año 398, 
en la que aquél pide al de Belén que se retracte de la interpreta- 
ción que ha hecho del episodio de Antioquía. 

También esta carta se pierde. Entre ella y la anterior ha me- 
diado un breve saludo de Agustín a Jerónimo y una breve carta 
de éste a Agustín. La próxima de Agustín (Carta 101) será del 
año 402. Han pasado siete años desde la primera. Agustín co- 
noce ya el disgusto de Jerónimo: «Me han dicho que no sé qué 
hermanos han sugerido a tu caridad que yo he escrito un libro 



50 



Introducción 



contra ti y que lo he enviado a Roma. Sábete que esto es falso» 

(Carta 101,2). 

La respuesta de Jerónimo (Carta 102) «está dictada con tris- 
teza». Reconoce que le han hecho sufrir unas cartas de Agustín 
destinadas a él y conocidas por todos antes que por él, que sólo 
ha conseguido unas copias, que no le ofrecen la garantía de la 
autenticidad para poder responder como sería debido, pues «me 
resisto a creer que sea tuyo lo que en otro quizá ya habría re- 
prendido». 

El retraso de las cartas, su contenido, y sobre todo el rumor 
que suscitaron en Roma, de que Agustín había escrito contra 
Jerónimo, era demasiado para la susceptibilidad de Jerónimo. La 
correspondencia entre ambos se va a regularizar, pero serían ne- 
cesarios varios años más, hasta que la humildad y la paciencia 
de Agustín superaran la desconfianza y enfado de Jerónimo. Es 
verdad que toda la buena voluntad de Agustín hubiera sido in- 
suficiente sin la sinceridad de Jerónimo, quien, al borde del exa- 
brupto, sabrá dominarse y pedir a Agustín en el momento más 
crítico de la mutua correspondencia: «Retiremos de nuestra amis- 
tad toda sombra de sospecha, y hablemos con el amigo como 
se debe hablar, es decir, como con otro yo» (Carta 105,2). 

Se explica así que, cuando Jerónimo se decide a contestar 
a Agustín sobre las preguntas que éste le ha ido proponiendo, 
su conciencia sea absolutamente diáfana, como para poder afir- 
mar: «No dudo de que tú también oras para que la verdad triunfe 
por encima de nosotros en este debate, ya que no buscas tu 
gloria, sino la de Cristo. Y si vences tú, venceré yo también, 
si es que logro reconocer mi equivocación; y por el contrario, 
si venzo yo, también tú vences; porque no son los hijos los 
que atesoran para los padres, sino los padres para los hijos» 
(Carta 112,2). 

Agustín podrá seguir preguntando sobre puntos determina- 
dos de exégesis, sobre problemas filosóficos como el origen del 
alma, y podrá contar siempre con Jerónimo, aunque éste no siem- 
pre conteste puntualmente: «Nada me molesta tanto, cuando estoy 
en apuros por algún problema difícil, como la distancia que nos 
separa a uno de otro; tanta que he de esperar tus cartas no ya 
días y meses, sino años enteros. Pero ya que no puedo hacer to- 
do lo que quiero, no por eso voy a dejar de hacer todo lo que 
puedo» (Carta 131,1). 

Para Jerónimo, Agustín llegará a convertirse en el confiden- 
te de los momentos difíciles, con él desahoga su preocupación 
ante la amenaza pelagiana de los últimos años, y «no deja pasar 
hora sin mentar su nombre» (Carta 141), a él transmite los salu- 
dos «de los hermanos que están con nuestra pequeñez, y señala- 



Introducción 



51 



damente de tus santas y venerables hijas, que se encomiendan 
a ti humildemente» (Carta 142). 

Las despedidas 

Los quince últimos años de la vida de Jerónimo están mar- 
cados por tres circunstancias que van a terminar de modelar su 
personalidad espiritual: la desaparición paulatina de los seres 
afectivamente más cercanos, la vivencia trágica de la irrupción 
masiva de los nuevos pueblos en el Imperio, y la última lucha 
en el campo dogmático frente al pelagianismo. 

Ante la perseverancia con que Agustín suplica de Jerónimo 
correspondencia epistolar, éste acabaría por ceder; pero no po~ 
día hacerlo sin dar antes disculpas de su silencio igualmente per- 
severante. La verdadera disculpa era el enojo que había producido 
en él no sólo el contenido de las primeras cartas de Agustín, 
sino sobre todo la circunstancia de haber sido éstas conocidas 
por todos antes que por él, y estar produciendo la impresión de 
que entre ambos se está dando una lucha de chiquillos, que no 
hace sino aumentar los prejuicios de los detractores: «no puedo 
comprender cómo esa carta, escrita personalmente para mí, an- 
de circulando por Roma y por Italia entera y sea yo el único a 
quien no ha llegado». Jerónimo da importancia al mal que haya 
podido hacerle una «reprensión» de la que no ha podido defen- 
derse. A este tipo de disculpas verdaderas Jerónimo añade otra. 
Se trata de un rasgo de desvalimiento afectivo, que deja al des- 
cubierto la situación anímica de Jerónimo, que en ese momento 
está viviendo de manera especial el acoso del dolor: «Otra cau- 
sa de mi tardanza en contestarte ha sido una larga enfermedad 
de la santa y venerable Paula. Al tener que asistir durante tanto 
tiempo a la enferma, me olvidé prácticamente de tu carta, tuya 
o de quien quizá la haya escrito en tu nombre» (Carta 102,1). 

Durante la enfermedad de Paula, desde finales del año 402 
o comienzos del 403 hasta enero del 404, Jerónimo apenas pue- 
de escribir nada, si no es alguna que otra carta. Una vez termi- 
nada la travesía de este breve desierto literario, y en lo que se 
podría llamar correspondencia de oficio, abrirá su corazón a Teó- 
filo para confiarle los sentimientos de estos días pasados junto 
al lecho de la enferma: «Te ruego perdones mi tardanza, pues 
me hallo tan agotado a raíz de la dormición de la santa y vene- 
rable Paula, que hasta ahora no he escrito nada en punto a te- 
mas divinos. De repente hemos perdido todo nuestro consuelo» 
(Carta 99,2). Y por más que Jerónimo quisiera precisar que no 
es él quien propiamente necesita ese consuelo, sino los herma- 



52 



Introducción 



nos y hermanas a quien Paula atendía con toda solicitud, sin 
embargo el estilo mismo de la carta, en la que la explicación del 
trabajo hecho alterna con la confidencia de lo ocurrido, descu- 
bre los verdaderos sentimientos de quien no ha podido termi- 
nar antes el trabajo porque «estaba sumido en la tristeza del 
duelo». 

Paula moría el martes 26 de enero del año 404, «siendo cón- 
sules Honorio Augusto, por sexta vez, y Aristenio. Vivió en Ro- 
ma, después de muerto su marido, Tbxocio, como viuda apostólica 
y como religiosa y santa, cinco años; en Belén veinte, y fueron 
todos los de su vida cincuenta y seis, ocho meses y veintiún días». 
Jerónimo, que había inmortalizado con sus elogios fúnebres a 
tantas personas queridas, tardará algún tiempo en fijar la me- 
moria de Paula en el más bello monumento literario salido de 
su pluma; «porque ¿quién podrá sin lágrimas en los ojos contar 
la muerte de Paula?» (Carta 108,27). la. carta 108 de su episto- 
lario, que lleva por título «Epitafio de Santa Paula», está dirigi- 
da a la hija Eustoquia, pero es a la vez, por excelencia, la carta 
que Jerónimo escribió para sí mismo. 

Un mundo que cambia 

Repuesto a duras penas de este importante acontecimiento, 
y superada la enfermedad que, días después de la muerte de Paula, 
le obligó a guardar cama durante algunos días, Jerónimo iba a 
entrar en una de las etapas más creativas de su vida, si no por 
la cantidad, sí por la originalidad. De los años que van del 404 
hasta la aparición del pelagianismo en Palestina proceden casi 
todos los grandes comentarios bíblicos de Jerónimo: a Zacarías, 
a Malaquías, a Oseas y Joel, a Amós, a Daniel, a Isaías, a Eze- 
quiel, a Jeremías. 

De este tiempo es también un importante grupo de cartas 
particularmente extensas y comprometidas como son, por no citar 
más que algunas, la dirigida a Hedibia (Carta 120) sobre doce 
cuestiones bíblicas, el libro sobre once cuestiones a Algasia (Carta 
121), las cartas a San Agustín y, ¡cómo no!, la carta 127, a la 
virgen Principia, que contiene el elogio fúnebre de Marcela. 

En este tiempo, los lamentos de Jerónimo se hacen cosa ha- 
bitual, aunque no rutinaria. Aparte de que la muerte de Paula 
tuvo que marcarle profundamente, los tiempos no estaban he- 
chos a la medida de quien reaccionaba con la sensibilidad de 
Jerónimo ante los problemas de la Iglesia y los problemas de la 
cultura. Es a Teófilo, en la ya citada carta 99, a quien escribe 
en los primeros meses del año 404: «hasta el día de hoy me he 



Introducción 53 

encontrado tan agobiado por la tristeza del duelo y por la ansie- 
dad que me producen las noticias que acerca del estado de la 
Iglesia llegan de una y otra parte, que me ha sido del todo im- 
posible cumplir tu encargo» (Carta 99,1). 

Las noticias sobre el estado de la Iglesia no eran propiamen- 
te noticias sobre ninguna herejía particular, aunque sabía que 
el corresponsal a quien se dirigía Jerónimo estaba, por este tiempo, 
maquinando contra Juan, el Crisóstomo, patriarca de Constan- 
tinopla. Pero lo que más inquietaba a Jerónimo era la devasta- 
ción que caía sobre las regiones del Imperio por donde pasaban 
las oleadas bárbaras. El mismo había conocido de cerca la ame- 
naza bárbara. A punto estuvo de tener que dejar Tierra Santa, 
con todos los suyos, cuando el año 395 los hunos invadieron Si- 
ria y amenazaban con llegar hasta Palestina, justo en un momento 
en que en Belén había una visita importante, la noble Fabiola, 
que pensaba establecerse, para hacer penitencia, junto a los as- 
cetas romanos de los lugares donde nació el Señor. «Surgió en- 
tonces el rumor unánime de que los hunos se dirigían a Jerusalén, 
y que hacia esa ciudad los empujaba su desmesurada sed de oro. 
Nosotros, para prevenir la llegada del enemigo, nos vimos for- 
zados por esos días a preparar naves y esperar en el litoral; y 
aunque los vientos eran borrascosos, temíamos más a los bárba- 
ros que al naufragio y nos preocupaba más por la pureza de las 
vírgenes que nuestra propia salud. Lo que nos retuvo en Orien- 
te fueron nuestras viviendas ya instaladas y nuestro acendrado 
amor a los santos lugares. Pero ella, que siempre tenía todo su 
bagaje a punto, y era peregrina en cualquier parte del mundo, 
regresó a su patria para vivir pobre donde había sido rica» (Car- 
ta 77,8). 

Lo que en Belén se quedó en puro sobresalto, en el resto de 
Europa se iba a convertir en situación de hecho. Aunque de las 
narraciones de Jerónimo haya que quitar su fuerte dosis retóri- 
ca, no dejan de impresionar las descripciones que hace de los 
daños provocados por las invasiones. En el elogio fúnebre de 
Nepociano, del año 396, Jerónimo no puede menos de lamen- 
tarse: «El alma se horroriza siguiendo las catástrofes de nues- 
tros tiempos. Ya van veinte años y aun más, que desde 
Constantinopla hasta los Alpes Julianos se derrama diariamen- 
te sangre romana» (Carta 60,16). 

No eran más que los comienzos. A Jerónimo, que ha exten- 
dido el radio de sus relaciones de una manera increíble, le lle- 
gan noticias de los efectos de la invasión por toda Europa, En 
una carta del año 409 dirá, refiriéndose a los movimientos de 
pueblos a principios de siglo: «Tbdo lo que hay entre los Alpes 
y el Pirineo, lo comprendido entre el Rin y el Océano, ha sido 



54 Introducción 

devastado por cuados y vándalos, sármatas y alanos, gépidos, 
hérulos, sajones, borgoñones, alamanes y — j desdichada repú- 
blica! — hasta por los enemigos panonios. El mismo Asur se ha 
aliado con ellos (Sal 82,9). Maguncia, ciudad ilustre en otro tiem- 
po, ha sido tomada y destruida, y millares de hombres han sido 
asesinados en la iglesia, Worms ha caído tras largo asedio. La 
poderosa ciudad de Reims, Amiens y Arrás, y "los morinos, úl- 
timos habitantes de la tierra" (VIRGILIO, 8,727), Tournai, 
Nemetas y Estrasburgo, han sido deportadas a Germania. En 
las provincias de Aquitania, Novempopulania, Lugdunense y Nar- 
bonense todo ha sido devastado a excepción de algunas ciuda- 
des, a las que castigan la guerra por fuera y el hambre por dentro. 
No puedo menos de llorar al hacer mención de Tolosa, a la que 
han salvado de caer los méritos de su santo obispo Exuperio. 
Las mismas Híspanlas, siempre a punto de caer, se estremecen 
a diario al recordar la invasión de los cimbros, y lo que otros 
han sufrido de una vez, ellas lo sufren constantemente por el 
temor. Callo lo demás, para que no se piense que desconfío de 
la clemencia de Dios» (Carta 123,15). 

Nada conmoverá tanto a Jerónimo como la suerte de Roma: 
«Hace algún tiempo quise empezar con el libro de Ezequiel, pa- 
ra cumplir una promesa repetidamente hecha a unos lectores es- 
tudiosos. Pero cuando me disponía a dictar, mi alma quedó tan 
confusa por la devastación de las provincias occidentales, y en 
especial de Roma, que, según el proverbio vulgar, me olvidé hasta 
de mi nombre. Hube de guardar un largo silencio, sabedor de 
que eran tiempos de lágrimas» (126,2). 

El saco de Roma, llevado a cabo por las fuerzas de Alarico 
el año 410, trajo consecuencias dramáticas para toda la pobla- 
ción. No hubo casa que no fuera expoliada ni familia que no 
conociera la muerte en su propia carne. Familias enteras huían 
a Sicilia, Africa y Oriente. En los monasterios de Belén tuvie- 
ron que multiplicar las fuerzas para atender a tantos fugitivos 
romanos como llamaban a sus puertas. A Jerónimo le afectaba 
de manera especial la suerte de los que habían quedado en Ro- 
ma. La distancia aumentaba aún más su ansiedad. En Roma es- 
taba Marcela, que desde hacía algunos años se había retirado 
en compañía de la virgen Principia a la soledad de la campiña 
romana. Descubiertas por un grupo de soldados bárbaros, Mar- 
cela, en su afán de defender la virtud de Principia, sufrió hu- 
millaciones y malos tratos, pero logró que se las permitiera 
refugiarse en la basflica de San Pablo, donde otros refugiados 
compartían la desgracia común. 

Pocos meses más tarde, según cuenta Jerónimo, moría Mar- 
cela a consecuencia de su debilidad: «sana, intacta, y con su cuer- 



Introducción 



55 



po pequeño, pero vigoroso, se durmió en el Señor». No le faltaría 
su propio elogio fúnebre (Carta 127, a la virgen Principia), re- 
dactado, como el de Paula, sin romper las normas de los rétores, 
pero haciendo más caso de las imposiciones del afecto: «Para 
ti, venerable Marcela, y para ti, hija mía Principia, he dictado 
esto en una sola y corta vigilia, no con elegancias de estilo, sino 
como expresión de afecto hacia vosotras y deseando agradar a 
Dios y a quienes lo leyeren». Así termina el elogio de Marcela. 
A medida que Jerónimo envejece, se recata menos de sincerarse 
aun en el plano de los sentimientos. 

Víctimas igualmente del saco de Roma, aunque no inmedia- 
tas, fueron Rufino, que fallece en Sicilia, y Panmaquio. Las no- 
ticias le van llegando a Jerónimo tan rápidas, que no tiene tiempo 
para rehacerse. Con toda lucidez había previsto que los tiempos 
que se avecinaban eran «tiempos de lágrimas». 

La vejez 

Con la caída de Roma llegarían a Palestina personas entra- 
ñables a quienes Jerónimo y los suyos pudieron obsequiar con 
los gestos más exquisitos de la caridad. Pero también llegaron 
otros menos deseables por las doctrinas que representaban. En- 
tre los evadidos de Roma a raíz de la gran devastación, estaban 
Pelagio y su compañero Celestio, que, junto con un activo gru- 
po de discípulos, buscaron, a las inmediatas, refugio en Africa, 
para pasar poco después a Oriente y terminar concentrándose 
en Jerusalén. 

En un primer momento Jerónimo no actúa contra el pela- 
gianismo propagado por los recién venidos sencillamente por- 
que no tem'a información. O quizá porque tenía una información 
más bien favorable. Entre los iniciadores de la doctrina que po- 
nía en duda la transmisión del pecado original a todos los hom- 
bres a partir de Adán, estaba un tal Rufino el Sirio, que había 
vivido en el monasterio de Belén y a quien Jerónimo mismo ha- 
bía mandado a Roma (cf . Carta 81,2) por el año 399. Allí había 
sido amigo y huésped de Panmaquio. Según Mario Mercator, 
contemporáneo de los hechos, Rufino habría formado a Pela- 
gio, y éste a Celestio, que serían los portavoces de lo que Rufino 
no se había atrevido a decir en público (MARIUS MERCATOR, 
Commonit. adv. haer. Pelagii: PL 48,111). 

Será Agustín quien informe con precisión a Jerónimo sobre 
el pelagianismo enviándole una importante documentación por 
medio del joven sacerdote español Orosio. Era el año 415. Ese 
mismo año, en una carta que tiene por destinatario a un tal Cte- 



56 



Introducción 



sifonte, Jerónimo afronta ya el tema pelagiano. Esto indicaría 
que Jerónimo había caído en la cuenta del peligro pelagiano an- 
tes de que Agustín le avisara. Pero la imprecisión con que des- 
cribe la doctrina pelagiana, y sobre todo sus orígenes, demuestra 
que no tenía un conocimiento muy exacto. Eso sí, los años no 
le han doblegado, y allí donde hay un peligro para la recta doc- 
trina, allí está Jerónimo. 

El impulso de Agustín llevaría a Jerónimo a redactar con to- 
da rapidez un importante tratado antipelagiano, el Diálogo con- 
tra los Pelagianos, que sin estar terminado para el sínodo reunido 
en Jerusalén en julio de 415, Orosio ya anunciaba con expecta- 
ción: «Esto mismo piensa el bienaventurado Jerónimo, cuyo dis- 
curso está esperando todo Occidente, igual que el vellón espera 
el rocío». 

Escribiendo a San Agustín el año 416, Jerónimo ya le da la 
noticia de la conclusión del Dialogo contra los Pelagianos. Es el 
último tratado largo de Jerónimo; lo demás serán cartas, que, 
a excepción de la escrita a Cipriano (Carta 140), cada vez serán 
más breves. 

A partir de este momento Jerónimo vive acosado por dos 
frentes: uno exterior, el pelagianismo; otro interior, el progresi- 
vo envejecimiento. Del partido pelagiano tendrá que sufrir ve- 
jaciones indignas, como la rapiña de los manuscritos de la edición 
revisada de los Setenta, y para colmo, en el verano del año 416, 
el allanamiento de sus monasterios, a cargo de una banda de mon- 
jes pertenecientes al partido de Pelagio. 

De lo primero da cuenta a su confidente Agustín, aunque, 
como hará siempre, ocultando los nombres: «No puedo satisfa- 
cer tu demanda respecto de la edición de los Setenta, porque, 
por fraude de alguien, una gran parte del trabajo me ha sido 
sustraído» (Carta 134, al final). 

En relación con los desmanes cometidos por los monjes pe- 
lagianos contra los monasterios de Jerónimo se conservan en la 
colección jeronimiana tres cartas del papa Inocencio y dos de 
Jerónimo. Tienen en común la brevedad, pero al mismo tiempo 
el dramatismo de lo que se dice con medias palabras. La clave 
para leer estas cartas (135-139) es un pasaje de San Agustín {De 
gestis Pelag. 46: PL 44,358), en que informa del ataque perpe- 
trado por los pelagianos contra los siervos y siervas de Dios que 
estaban al cuidado de Jerónimo, de la muerte de un diácono, 
del incendio de los edificios y de cómo los de Jerónimo pudie- 
ron salvar la vida en una fortaleza aneja al monasterio. 

Las tres cartas del papa Inocencio van dirigidas, respectiva- 
mente, a Aurelio, obispo de Cartago, a Jerónimo, y a Juan, obis- 
po de Jerusalén. Por ellas se ve que Jerónimo había pedido la 



Introducción 



57 



mediación de su amigo Aurelio para que éste notificara los su- 
cesos al papa Inocencio. Por otra parte, Eustoquia y Paula la jo- 
ven habían acudido directamente a Inocencio, que responde con 
las tres cartas dichas, el año 417. A Aurelio le anuncia que ya 
ha escrito a Juan sobre el asunto, y a él le recomienda que por 
su parte escriba a Jerónimo para tranquilizarle (Carta 135). En 
la carta a Jerónimo (Carta 136) hay un comienzo extraño. Ino- 
cencio habla de cierta vacilación en la represión de la herejía, 
pero no es posible aclarar las intenciones de esta frase del papa. 
Lo que sí está claro es que Inocencio está dispuesto a hacer uso 
de su autoridad apostólica y a señalar jueces que entiendan en 
el asunto del allanamiento de los monasterios de Belén; pero para 
ello necesitaría nombres concretos de acusados, que ni Jeróni- 
mo ni Eustoquia ofrecen en sus notificaciones. También le dice 
que ha escrito a Juan. 

La carta a este ultimo es de una gran dureza. Le habla de 
la denuncia que, sin dar nombres concretos, han puesto ante él 
Eustoquia y Paula, y le asegura que, a pesar de esta circunstan- 
cia, «no es dudoso quién haya cometido los desafueros». El res- 
to de la carta es una fuerte reprensión del máximo responsable 
de la Iglesia a un pastor que no ha sabido prevenir mdes enor- 
mes ni socorrer a los hermanos afectados, ni siquiera consolar- 
los (Carta 137). 

Cuanto tuvo de deplorable la acción de los pelagianos y la 
actitud del obispo responsable del lugar, tanto y más tuvo de 
edificante y de magnánima la reacción de Jerónimo y los suyos. 
Probablemente instruidos por su maestro, se comprometieron 
éstos a guardar silencio sobre los nombres de los culpables, y 
únicamente a modo de notificación informaron sobre los hechos 
al papa Inocencio y al obispo amigo Aurelio. Es posible que la 
consigna dada por Jerónimo, para tranquilizar y consolar a los 
de su casa, y aun para animarles a soportar cristianamente una 
agresión como la sufrida, fuera aquella máxima que aparece en 
carta suya a Ripario (Carta 138): «no debemos luchar con las 
fuerzas del cuerpo, sino con la caridad del espíritu». En carta 
a Apronio, que es el otro corresponsal a quien se dan noticias 
sobre este acontecimiento, se dice algo parecido: «nuestra casa, 
totalmente saqueada en sus riquezas materiales, está llena de ri- 
quezas espirituales» (Carta 139). 

Jerónimo muestra una gran paz de espíritu en todas las car- 
tas que escribe por este tiempo. No es sólo la satisfacción de 
haber sufrido por el Señor. Probablemente tiene conciencia de 
que sus escritos han hecho blanco en las tesis pelagianas, y así 
se lo dice al corresponsal Apronio: «aquí todo está tranquilo. 
Y aunque no han perdido el veneno del pecho, ya no se atreven 



58 



Introducción 



a abrir su boca impía» (Carta 139). Pero en adelante se conten- 
tará con permanecer en contacto con quienes siguen combatiendo 
al pelagianismo y con animarles a hacer lo que él ya no puede 
hacer por los achaques propios de la vejez. En esa línea van las 
dos últimas cartas conocidas a Agustín (141 y 142). 

El luchador de siempre se convierte en espectador activo, 
que anima a los nuevos combatientes y se alegra con sus triun- 
fos. Las últimas cartas a Agustín son del año 418, y de este mis- 
mo tiempo o un poco más tarde es también una segunda carta 
a Ripario, en la que Jerónimo le felicita por «haber luchado de- 
nodadamente contra los herejes y haber vencido en los comba- 
tes de Cristo». Pero a la felicitación se une la necesidad que tiene 
Jerónimo de calor fraternalmente cristiano: «Quisiera saber dónde 
piensas estar en lo porvenir, y si todavía te encuentras en la Ur- 
be, para que por lo menos una carta al año que nos escribamos, 
no se pierda» (Carta 151,2), 

Y es comprensible esta necesidad de Jerónimo, porque a ren- 
glón seguido le va a comunicar su verdadera angustia: «En cuanto 
a mí, la dormición repentina de la santa y venerable virgen Eus- 
toquia me causa una gran tristeza, y ha cambiado hasta mis há- 
bitos de vida, porque muchas cosas que quisiera hacer no las 
puedo hacer, y el ardor de mi espíritu no se ve acompañado por 
la debilidad de mi vejez» (Carta 151,2). Eran los últimos meses 
del año 418 o los primeros del 419. Agustín, el papa Bonifacio 
y Donato, un desconocido antipelagiano, serán, como de paso, 
paño de lágrimas para Jerónimo por esta dolorosa pérdida. No 
deja de ser admirable que en estas cartas (143, 153, 154) lo pri- 
mero sea el asunto personal de cada uno de los corresponsales, 
y sólo en segundo lugar, aunque con toda la fuerza del sufri- 
miento, entra el tema de la muerte de Eustoquia. Así, la carta 
al papa Bonifacio es respuesta emocionada a la noticia, por par- 
te de éste, de su consagración como pontífice de toda la Iglesia: 
«íQué gran alegría he sentido por tu ordenación! El hombre in- 
terior es tan dueño de sí mismo, que no se turba por los que- 
brantos del hombre exterior. Unicamente esta realidad mitiga 
mi dolor por la muerte de la santa y venerable viigen de Cristo 
Eustoquia» (Carta 153). 

Estas son prácticamente las últimas palabras autobiográfi- 
cas que resuenan a través del epistolario de Jerónimo. Pocas ve- 
ces habló él de la alegría. Es, por consiguiente, significativo que 
al final de su vida se junten estas dos pdabras: «gaudium» y «do- 
lor». Alegría y dolor, entusiasmo y trabajo, son como las dos an- 
torchas que pueden iluminar la compleja interioridad de Jerónimo. 



Introducción 



59 



II, El EPISTOLARIO 

Son cuarenta y cinco años aproximadamente de actividad 
epistolar, señalados por un llamativo escalonamiento en la ma- 
duración de Jerónimo. Su correspondencia comienza probable- 
mente en los días previos al desierto, finales del 374 o comienzos 
del 375, y termina con seguridad el mismo año de su muerte, 
fijada con buenas razones el 20 de septiembre del 419 (F. CA- 
VAUJER A, Jéróme II 56-63). En las cartas procedentes del desier- 
to, que son en sentido amplio las dieciocho primeras, hay una 
preocupación primordial en Jerónimo. Está empezando un nue- 
vo género de vida. Ha gustado y sufrido la soledad y siente la 
necesidad acuciante de comunicarse con alguien; por eso busca 
urgentemente el acompañamiento de la amistad. Es un período 
fuerte de afecto, y por lo mismo de una gran belleza humana. 
En las cartas de este tiempo se cuenta a sí mismo, y declara abier- 
tamente su necesidad de calor fraternal. Las cartas que él recibe 
Uenan su desierto con la presencia espiritual de quien le escri- 
be: «siempre que los signos trazados por mano conocida me traen 
a la memoria los rostros de personas queridas, me parece no es- 
tar yo aquí, o que vosotros estáis junto a mí; y mientras os escri- 
bo esta carta me parece que os estoy viendo» (Carta 7,2). Esas 
cartas escasas que le llegan al desierto, y a las que él contesta, 
le colman de una alegría que sólo él sabe describir: «desde que 
llegó vuestra carta hablo con ella, la abrazo, y ella habla conmi- 
go, porque aquí sólo ella sabe latín» (ibid.). A otro corresponsal 
le dirá: «hasta mi morada del desierto, en la parte de Siria que 
limita con la región de los sarracenos, me han traído una carta 
de tu dilección; que ni el tiempo ni la distancia de los lugares 
rompan esta amistad nacida en nosotros y a la que da consisten- 
cia el amor de Cristo. Confirmémosla con recíprocas cartas que 
corran del uno al otro, se crucen por el camino y hablen con 
nosotros» (Carta 5,1). 

Una vez que Jerónimo abandone el desierto se va a producir 
un cambio perceptible en el tono y en los contenidos de sus car- 
tas. Así, las escritas desde Roma remitirán en la efusión del afecto 
y ganarán en racionalidad. Es verdad que ya no son cartas a co- 
rresponsales ausentes, puesto que todos los destinatarios viven 
en Roma misma, cerca de Jerónimo. En ellas se va a imponer 
una clara intención didáctica. Se dirigen a personas cultivadas 
por Jerónimo y responden generalmente a preguntas proceden- 
tes de éstas. Se puede decir que es el momento en que la corres- 
pondencia de Jerónimo se depura, y sin menoscabo de la. 
espontaneidad de siempre, dará un significativo giro hacia la ac- 



60 Introducción 

ción educadora del género epistolar. De hecho, las cartas de es- 
te período, al menos las que se conservan, tienen cinco 
destinatarios que coinciden con las personas más interesadas en 
el magisterio de Jerónimo, tanto en el campo bíblico como en 
el de la vida monacal. 

El último bloque de cartas, el de las escritas desde el mo- 
nasterio de Belén, es el más rico y representa la época de la ma- 
durez de Jerónimo en su actividad epistolar. Esta deja su rango 
de ocasionalidad y se convierte en un importante magisterio o, 
si se prefiere, en un original apostolado. Jerónimo es en estos 
treinta años de su vida el corresponsal de todo el Occidente. 
El sedentario de Belén es conocido en toda Europa. Lógicamente, 
sus cartas navegan de forma ininterrumpida hacia Roma, don- 
de ha dejado importantes círculos de amigos que le siguen fie- 
les; pero conocen igualmente los vericuetos de las Gallas y de 
España, y llegan también hasta Africa, al encuentro de Agus- 
tín, una de las más importantes amistades de Jerónimo. El nú- 
mero de corresponsales se multiplica en este tiempo. Son muchas 
las personas que pasan por el monasterio de Belén con ocasión 
de una peregrinación a Tierra Santa. Ese encuentro ocasional 
con Jerónimo es, frecuentemente, el desencadenante de una re- 
lación epistolar. El hecho mismo demuestra que Jerónimo no era 
persona que se hiciera de rogar. Se comprende que su manera 
de ser le atrajera tantos amigos. 

Por lo que respecta a los contenidos, las cartas de Jerónimo 
cultivan cuatro campos fundamentalmente: el de la amistad, el 
exegético, el dogmático y el ascético. No siempre será fácil cla- 
sificar una determinada carta en un campo determinado, y ha- 
bría que fijai; si tanto es el interés metodológico, un quinto campo: 
el de «variedades». Dentro del campo de la amistad entrarían 
no sólo las primeras cartas, que traen la densidad del desierto, 
y las últimas, con la emoción de las sucesivas «dormiciones», 
sino sobre todo el extraordinario conjunto de elogios fúnebres 
dedicados a las personas afectivamente más cercanas a Jeróni- 
mo. Literariamente, este bloque de cartas es el más cuidado. El 
grupo de cartas exegéticas comprendería todas las relacionadas 
directamente con el texto sagrado. A veces se trata de tratados 
sobre cuestiones técnicas, de concordancia entre los diversos auto- 
res o libros de la Escritura, de traducción, de interpretación de 
pasajes concretos, etc. Con más frecuencia estas cartas son ver- 
daderos comentarios a determinados salmos o libros sagrados, 
que sin llegar a las dimensiones de un tratado, sobrepasan sin 
embargo, y con abundancia, las dimensiones de una carta. La 
exégesis de Jerónimo parte normalmente de un estudio escru- 
puloso del texto, para terminar en una exposición espiritual del 



Introducción 



61 



mismo, no siempre del gusto de los lectores actuales, pero siem- 
pre impregnada de un fuerte sentido cristológico. En el grupo 
dogmático entrarían algunas cartas ocasionales, como las escri- 
tas al papa Dámaso (Cartas 13 y 16) desde el desierto, muy inte- 
resantes por sus formulaciones trinitarias, y algunas otras de 
cuestiones puntuales, como las referentes al origenismo. En ellas 
se muestra de manera llamativa el polemista, que sabe utilizar 
todos los recursos de la retórica y de la dialéctica. Las cartas, 
en fin, de intención ascética constituyen, junto con las exegéti- 
cas, el fondo doctrinal más típicamente jeronimiano. El magis- 
terio espiritual de Jerónimo consistió más en la guía cercana de 
quienes se confiaban a él que en teorías teológicas sobre la vida 
de servicio al Señor. Hay en él un cierto pudor para hablar de 
las realidades espirituales y místicas con las que normalmente 
se encontrará la persona consagrada. Por eso, aparte de la conti- 
nua referencia al libro del Cantar de los Cantares, prefiere es- 
cribir; cuando tiene que hacerlo, sobre cosas muy prácticas. Y 
ni siquiera así podría trazarse un esquema fijo en sus notables 
cartas de tema ascético. La renuncia incondicional de todo lo 
mundano es para él el primer paso en la vida espiritual, lo que 
lleva como consecuencia inmediata la vigilancia extrema para 
evitar todo posible retroceso en forma de vanidad o autosufi- 
ciencia. De ahí sus determinaciones en puntos aparentemente 
tan secundarios como el vestido, las compañías, la comida, el 
trabajo. Para todo guía espiritual, la ascética es el camino que 
prepara la unión del hombre con Dios. En Jerónimo ese camino 
tiene como meta lograr la disposición óptima para una lectura 
sosegada y atenta de la Palabra divina. En ella, la persona con- 
sagrada podrá encontrar lo que ningún ser humano puede co- 
municarle ni revelarle. 

No es, pues, difícil situarse desde el principio ante cada una 
de las cartas de Jerónimo. La clasificación que se acaba de pro- 
poner no es algo absoluto, pero seguro que puede ayudar a com- 
prender mejor a Jerónimo en el contexto de cada una de sus cartas 
y a no esperar lo que él mismo no se ha propuesto dar. Lo cual 
no quiere decir que la sorpresa no sea ingrediente casi habitual 
de estas cartas. 

A la vista del epistolario de Jerónimo, ¿se puede realmente 
hablar de «cartas»? Se trata realmente de cartas que sobrepasan 
en la mayor parte de los casos los Hmites materiales del género 
epistolar. Pero no sólo es eso. Jerónimo es consciente de que, 
cuando escribe ima carta, escribe para ser leído por muchos. Este 
es su deseo, no sólo en el caso de instrucciones espirituales de 
alcance universal, como la dedicada a Eustoquia (Carta 22), ci- 
tada con frecuencia por él como si se tratara de un escrito del 



62 Introducción 

dominio público, o la carta a Heliodoro sobre las excelencias 
del yermo (Carta 14), que, según el testimonio del mismo Jeró- 
nimo, Fabiok se había aprendido de memoria (Carta 77,9), si- 
no incluso cuando se trata de cartas que podrían parecer 
especialmente privadas, como las escritas desde el desierto de 
Calcis, y que el papa Dámaso ha tenido ocasión de leer y copiar 
con toda avidez (Carta 35,1). 

En este sentido, las cartas de Jerónimo tienen en sí mismas 
la dinámica de la difusión. Dedicadas a una persona concreta, 
buscan el mayor número posible de lectores. En casos como las 
cartas de consolación, o elogios fúnebres, Jerónimo saca lo me- 
jor de sus recursos, tanto de los naturales como de los aprendi- 
dos en la escuela de retórica. Lo cual es prueba evidente de que 
escribe con la vista puesta en el futuro. Con ocasión del elogio 
de Paula no se recata de citar el verso de Horacio: «te dedico 
un monumento más duradero que el bronce». Del resto de las 
cartas se puede decir algo parecido. Si se tiene en cuenta la va- 
riedad de temas y el esfuerzo que Jerónimo pone en cada con- 
sulta que se le hace, ¿qué otra cosa podía querer un escritor nato 
como él que ser leído por muchos? 

Se diría que el lenguaje propio de Jerónimo es el escrito. Es 
lógico que desde la lejanía de Belén no tenía otra posibilidad de 
contestar a las consultas que le llegaban sino por escrito. Pero no 
es éste el caso de los breves años de Roma, tan poblados de car- 
tas a Marcela y a Dámaso, así como de «las itmumerables a Paula 
y Eustoquia», de las que habla en su tratado De viris illustribus 
y que no se conservan. Todas éstas son cartas a presentes, no a 
ausentes. explicación de esta correspondencia no es sólo el deseo 
de precisar, sino sobre todo el fuerte sentido que Jerónimo tiene 
del valor perdurable de lo escrito. De sobra sabe que sus cartas 
no van a terminar en la papelera del destinatario. 

Y, sin embargo, las cartas de Jerónimo son ante todo «car- 
tas», es decir, comunicación de persona a persona. No puede 
sentir de otro modo quien toma tan a mal que cartas dirigidas 
a él lleguen antes a manos de extraños. Este fue uno de los mo- 
tivos del prolongado enojo de Jerónimo con Agustín, cuyas pri- 
meras cartas se habían extraviado, pero no perdido; habían 
encontrado el camino de Roma burlando el camino de Belén: 
«escrita personalmente para mí, a mí es al único a quien no ha 
encontrado» (Carta 105,1). Ya al comienzo de su actividad epis- 
tolar definirá Jerónimo lo que debe ser una carta: «El sentido 
de una carta es escribir sobre algún asunto de familia o sobre 
temas cotidianos. Así, en cierto modo, los ausentes se hacen pre- 
sentes, mientras se comunican unos y otros lo que quieren o lo 
que hacen. A veces, naturalmente, este convite de la conversa- 



Introducción 



63 



ción puede ir sazonado con la sal de la ciencia» (Carta 29,1). 
Eso es lo que dice a Marcela, y lo que cumple en todas sus car- 
tas, «Asunto de familia» es para Jerónimo el doble tema de la 
vida espiritual y de la palabra divina. Ser corresponsal suyo es 
como pertenecer a su familia, cosa por lo demás no difícil. Bas- 
ta interesarse sinceramente por estos dos temas para ser amigo 
de Jerónimo. 

Su relación epistolar se extiende a toda Europa. Roma será 
como la cabeza de puente; pero, desde aquí, las cartas de Jeró- 
nimo, no de otra manera que sus escritos, llegan a todos los rin- 
cones del Imperio, El viaje inverso que han de hacer las misivas 
de sus corresponsales le traerá a Jerónimo no sólo las consultas 
y confidencias personales, sino también las noticias importan- 
tes de las respectivas iglesias y de los acontecimientos políticos 
de las provincias. Este viaje de ida y vuelta en el intercambio 
epistolar de Jerónimo hará de él uno de los personajes mejor in- 
formados de la historia de la Iglesia y del Imperio de finales 
del siglo IV y comienzos del V. En esto reside el interés princi- 
pal y el valor del epistolario de Jerónimo. Desde el encierro de 
su monasterio de Belén, y a través principalmente de sus cartas, 
Jerónimo es un destacado maestro espiritual de su tiempo y a 
la vez un testigo de excepción de una importante parcela de la 
historia del Bajo Imperio. 

El epistolario de Jerónimo, en su actual edición crítica, com- 
prende ciento cincuenta y cuatro cartas. En esa cifra se contabi- 
lizan algunas cartas que tienen a Jerónimo como destinatario, 
como serían las diez que le escribe San Agustín, las del papa 
Dámaso o las que le envía el obispo de Alejandría, Teófilo. En- 
tre las de éste cuentan algunas dirigidas a él personalmente; otras, 
con el encargo de que las traduzca. De este modo figura tam- 
bién como carta suya la traducción hecha por él de una impor- 
tante carta de Epifanio a Juan de Jerusalén (Carta 51). Otras 
no tienen a Jerónimo ni como autor, ni como destinatario, ni 
como traductor, como una carta de Teófilo a Epifanio (Carta 91), 
las dirigidas por Teófilo a los obispos de Palestina y Chipre y 
sus respectivas respuestas (Cartas 92, 93, 94), la de Anastasio 
papa a Simpliciano (Carta 95), una carta de Agustín a Presidio 
(Carta 111), dos cartas del papa Inocencio, una a Aurelio de Car- 
tago (Carta D5) y otra a Juan de Jerusalén (Carta 137), y por 
último, una de Agustín a Optato, obispo de Mileve (Carta 144). 
De todas formas, la gran mayoría de las cartas del epistolario 
tienen a Jerónimo como autor, y las que no lo tienen son cartas 
relacionadas con él. Tres de las incluidas en el epistolario, la «carta 
a Celancia» (Carta 148), una «discusión sobre la solemnidad de 
la Pascua» (Carta 149) y una carta que tiene como destinatario 



64 



Introducción 



a un Jerónimo egipcio (Carta 150), son espurias o no tienen na- 
da que ver con Jerónimo, por lo que han quedado excluidas de 
esta edición. 

Respecto de la difusión del epistolario de San Jerónimo, po- 
cos escritos habrán sido tan frecuentemente copiados como sus 
cartas. De ello da cuenta la espléndida obra de B. LamBERTBí- 
bliotheca Hteronymiana Manuscñpta. La tradition manuscrite des 
oeuvres de S. ]éróme. (ColL Instrumenta Patristica, IV: 4 t. en 
7 vols.) (Steenbrügge 1969-1972). Son muchos y variados, se- 
gún los criterios de selectividad, los epistolarios medievales de 
San Jerónimo (véase LARDET, E, Epistokires médiévaux de S. Jé- 
rome: jalons pour un classement: FZPhTh 28 [1981] 271-189). 

Las primeras ediciones impresas de las cartas de San Jeróni- 
mo datan de finales del siglo XV y provienen de Roma, Magun- 
cia, Basilea, etc. Se trata de ediciones meritorias, pero poco útiles 
debido a que mezclan cartas y otros escritos sin hacer apenas 
crítica ninguna. Como en otros casos, el impulso decisivo ven- 
drá de Erasmo, quien establece ya un primer catálogo de cartas 
de Jerónimo en su edición de Basilea del 1516-1520. 

Sería sobre todo el sacerdote veronés Domenico VaUarsi 
quien, en dos ediciones cercanas, una de 1734-1742, aparecida 
en Verona, y otra de 1766-1772, en Venecia, abriera el camino 
hacia una edición rigurosamente crítica. A él se debe la nume- 
ración, hoy día universalmente reconocida, de las cartas de San 
Jerónimo; sólo que en su edición Vallarsl únicamente llegaba a 
la carta 150. La colección de Migne reproduce el texto de la se- 
gunda edición de Vallarsi. 

La edición propiamente crítica sería acometida por el profe- 
sor M. Isidoro Hílberg, de la Universidad de Bukowine. Los tres 
volúmenes de su edición aparecen en los años 1910, 1912 y 1918, 
y constituyen los tomos 54, 55 y 56 de la colección patrística 
Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorumy publicada por la 
Academia de Viena. A las 150 cartas editadas por Vallarsi aña- 
diría otras cuatro, descubiertas por entonces, y que aumentan 
el número hasta 154. La de Hilberg es hoy día la única edición 
crítica existente; sin embargo, no puede ser considerada como 
definitiva, dado el avance que ha experimentado el estudio de 
los manuscritos utilizados en ella e incluso el descubrimiento 
de muchos nuevos. Aparte de esto, el mismo Hilberg proyecta- 
ba publicar índices, obra que nunca llegó a culminar. 

En cuanto a traducciones se refiere, las cartas de San Jeró- 
nimo han tenido mejor suerte que el resto de sus obras. En len- 
gua castellana es clásica la traducción de Juan de Molina, editada 
en Valencia en 1515 y varias veces reeditada. Existe también una 
selección de Epístolas del glorioso Doctor de la Yglesia San Geró- 



Introducción 



65 



nimo, de Francisco López Cuesta, del año 1613, que conocerá 
una veintena larga de ediciones, la última del año 1898. El be- 
nedictino Germán Prado, el año 1943, entresacaba del epistola- 
rio de San Jerónimo una breve selección de Cartas espirituales. 
El último eslabón de esta cadena de traducciones al castellano 
será la benemérita obra de DANIEL RUIZ BUENO, Cartas de San 
Jerónimo, edición bilingüe, 2 vols. (Madrid, BAC, 1962). Agota- 
da desde hace algunos años, la presente edición viene a llenar 
su vacío. 

Entre las traducciones a otros idiomas merece especial men- 
ción la edición francesa bilingüe: J. LabovKI, Saint Jérame, Let- 
tres, vols. I-VIII (Paris, Les Belles Lettres 1949-1964). Es una 
publicación muy bien cuidada, con abundantes notas y estudios 
monográficos. En inglés hay también una traducción muy rica 
en notas explicativas: C. C. MiEROW-T. C. Lawler, The Letters 
of St, Jerome (London 1963ss). En italiano existen dos traduc- 
ciones: la de E, LOGI, en 3 volúmenes (Siena 1935), y la de S. 
Cola, en 4 volúmenes (Roma 1960-1964). Las selecciones de 
cartas dedicadas a un tema concreto son frecuentes. 



III. Herencia literaria de Jerónimo 

El capítulo de la correspondencia no es el menos importan- 
te en el conjunto de la obra literaria de Jerónimo. Pero es una 
parte mínima: es como la parcela reservada a la interioridad. En 
eUa, el autor habla literalmente de su vida. No importa que los 
temas tratados sean a veces técnicos y áridos. La erudición con 
que son expuestos nunca hace olvidar al amigo que está escri- 
biendo a un amigo. En su correspondencia, Jerónimo traza su 
mejor autobiografía, al mismo tiempo que deja a la posteridad 
una guía insustituible a través de su vasta labor literaria. 

Jerónimo es el primero en recoger uno por uno los diversos 
escritos que ha ido publicando hasta el año 393, Lo hace al fi- 
nal de su obra De viris illustribus. En esa lista de sus obras se 
distinguen claramente diversos períodos: el de su estancia en el 
desierto, el de Antioquía y Constantinopla, el de Roma y el de 
Belén hasta el año 393. Las obras de cada período están orde- 
nadas por grupos temáticos, según la importancia de cada te- 
ma. Dentro de cada grupo, el orden es ya el cronológico. En cada 
período, como grupo primero figura siempre el escriturístico, y 
como último, el de las cartas. Unicamente cuando las cartas tra- 
tan asuntos bíblicos son recogidas dentro del bloque primero, 
de obras escriturísticas. Este orden complicado revela el crite- 
rio con que Jerónimo desea que se valore su obra. Para un reco- 



66 



Introducción 



rrido completo de las obras de San Jerónimo habría que remitir 
a recopilaciones especializadas, como la Clavis Patrum Latino- 
rum, de E. DekkerS-A. Gaar, números 580 a 621; o a los ma- 
nuales de Patrología (véase la Bibliografía). 

Con la única intención de dar la debida perspectiva a su ac- 
tividad epistolar en medio de los restantes escritos, se ofrece aquí, 
en forma de esquema, ordenado cronológicamente y siguiendo 
el criterio antes apuntado de Jerónimo mismo, un simple cua- 
dro impresionista de la obra jeronimiana: 

Años 374-377: 

Primer comentario sobre Abdías (perdido). 
Vita Pauli monachi. 

Trascripción del Evangelio de los Nazareos (Pseudo-Mateo). 
Epistularum ad diversos liber unus (Cartas 1-17). 

Años 378-382: 

Altercatio Luciferiani et Orthodoxi. 

Crónica de Eusebia de Cesárea (traducción). 

XTV Homilías de Orígenes sobre Jeremías (traducción). 

XIV Homilías de Orígenes sobre Ezequiel (traducción). 

IX Homilías de Orígenes sobre Isaías (traducción). 

Años 382-385: 

De Seraphim (Carta 18). 
De Osanna (Cartas 19-20). 
De frugi et luxurioso filiis (Carta 21). 
De tribus quaestionibus legis veteris (Cartas 35-36). 
II Homilías de Orígenes sobre el Cantar de los Cantares (tra- 
ducción). 

Revisión de los Evangelios. 
Revisión de los Salmos (salterio romano). 
Adversus Elvidium de virginitate Mariae perpetua. 
Ad Eustochium de virginitate servanda (Carta 22). 
Ad Marcellam epistularum liber unus (Cartas 23-46). 
Ad Paulam consolatorium de morte filiae. 

Años 385-393: 

Comentarios a Filemón, Calatas, Efesios, y Tito. 

Comentario sobre el Eclesiastés, 

Liber quaestionum hehraicarum. 

Liber locorum. 

Liber nominum hebraicorum. 



Introducción 



67 



Sobre el Espíritu Santo (traducción de la obra de Dídimo). 
XXXIX Homilías de Orígenes sobre San Lucas (traducción). 
Tractatus in Psalmos X-XVI. 
Vita Malchi. 
Vita Hilarionis. 

Revisión sobre los LXX de la versión latina de: Los libros 
de Salomón, los Salmos (salterio galicano) y Job. 
Commentarioli in Psalmos, 

Traducción del hebreo de: Isaías y los otros quince profetas 
mayores y menores, de los Salmos, de los 4 libros de los Reinos, 
de Job. 

Comentarios a: Nahüm, Miqueas, Sofonías, Ageo, Habacuc. 
Epistularum ad Pauhm et Eustochium incertus numerus. 
De viris tllustribus. 



Años 393-404: 

Adversus lovinianum libri dúo. 

Revisión sobre el hebreo: Esdras y Nehemías. 

Revisión sobre el hebreo: Las Crónicas. 

Contra lohannem Hierosolymitanum. 

Comentarios: a Jonás y a Abdías. 

Comentario sobre las visiones de Isaías. 

Revisión del Comentario de Victorino sobre el Apocalipsis. 

Comentario sobre San Mateo. 

Traducción del hebreo: Libros Salomónicos. 

Traducción del Peri Arjón de Orígenes. 

Traducción de un tratado anónimo Sobre la visión de Isaías. 

Apologia adversus libros Rufini. 

Liber tertius adversus libros Rufini. 

Cartas 47-112. 



Años 405-410: 

Traducción de escritos ascéticos de: Pacomio, Teodoro y Or- 
siesio. 

Traducción del hebreo del Octateuco. 

Comentario a Zacarías. 
Comentario a Malaquías. 
Comentario a Oseas y Joel. 
Comentario a Amós. 
Contra Vigilantium. 
Comentario a Daniel. 
Comentario a Isaías. 
Cartas 113-124. 



68 



Introducción 



Años 411-419: 

Comentario a Ezequiel. 
Comentario a Jeremías. 
Dialogi contra Pelagianos. 
Cartas 124-154. 

Agustín, que sentía gran admiración por la obra de Jeróni- 
mo, le escribía en una de sus primeras cartas: «Los libros que 
has compuesto utilizando la despensa del Señor te muestran a 
mí casi por completo. Si, por no haber visto tu semblante cor- 
poral, no te conociera, por la misma razón tampoco tú te cono- 
cerías, pues tampoco tú lo ves. Pero si te conoces a ti mismo 
no por otra razón sino porque ves tu propia alma, también yo 
la veo más que medianamente en tus escritos, en los cuales ben- 
digo a Dios, que te hizo como eres, para ti, para mí y para todos 
los hermanos que leen tus obras». 

Sirvan estas palabras de Agustín como invitación a la lectu- 
ra directa del incansable estudioso de Belén. 



CARTAS DE SAN JERÓNIMO 



S. HIERONYMI EPISTVLAE 



1 A INOCENCIO, PRESBÍTERO 

[SOBRE LA MUJER SIETE VECES GOLPEADA] 



El epistolario jeronimiano tiene como portada una carta muy 
especial por su tema. Refiere un milagro sucedido en la ciudad de 
Vercelli en tiempos no lejanos. Jerónimo declara desde el principio 
su temor de no estar a la altura que se merece «la alabanza celeste» 
en tales relatos, y afirma escribir a desgana, y únicamente por con- 
descendencia con los ruegos de su corresponsal, Inocencio, un sa- 
cerdote con quien está ligado por una fuerte amistad, y del que, 
al llorar su temprana muerte, dirá que había sido para él como «uno 
de sus ojos» (Carta 3,3). La carta tiene la apariencia de un ejerci- 
cio literario y es probablemente el primer escrito de Jerónimo. Al 
final queda la duda de si lo que pretendía el escritor era narrar un 
milagro, o entrenar su pluma, o más bien labrar un marco de pre- 
sentación para sus dos amigos, Inocencio, que es el destinatario, y 
Evagrio, que tanto iba a influir en el futuro ascético y teológico 
de Jerónimo. 

Según Cavallera, la fecha probable de esta carta sería el otoño 
del año 374, Jerónimo estaba en Antioquia. 

L Repetidas veces me has pedido, mí querido Inocencio, 
que no condenara al olvido el hecho milagroso que ocurrió en 
nuestro tiempo. Y mientras yo, con modestia y, a lo que ahora 
veo, con toda razón me resistía y desconfiaba poderlo realizar, 
no sólo porque el discurso humano siempre queda muy por de- 
bajo de las exigencias de la alabanza divina, sino también por- 
que la ociosidad, como una especie de herrumbre, había desecado 
mi discreta facundia de otro tiempo; tú, por el contrario, me 
asegurabas que, en las cosas de Dios, no hay que mirar a la posi- 

1 AD INNOCENTIVM PRESBYTERVM DE SEPTIES PERCVSSA 

1. Saepe a me, Innocenti carissime, postulasti ut de eius rei mira- 
culo quae in nostram aetatem inciderat non tacerem. Cumque ego id 
uerecunde et uere, ut nunc experior, negarem meque adsequi posse dif- 
fiderem, siue quia omnis humanus serme inferior esset laude caelesti, 
siue quia otium quasi quaedam íngenii rubigo paruulam licet faculta- 
tem pristini siccasset eloquii^ tu e contrario adsetebas in Dei lebus non 
possibilitatem inspici deberé, sed animum, ñeque eum posse uerbo de- 
ficere qui credidisset in Verbo. 



72 



A Inocencio, presbítero 



1,3 



bilidad, sino a la voluntad, y que no puede faltar la palabra a 
quien tiene fe en la Palabra. 

2. ¿Qué hacer, si lo que no puedo cumplir tampoco me atre- 
vo a rechazarlo? Navegante inexperto, se me coloca al frente de 
un navio de carga, y a mí, que ni siquiera he manejado el remo 
en un lago, se me expone al fragor del Ponto Euxino. Ya la tie- 
rra se desvanece a mis ojos, «por todas partes cielo, por todas 
partes mar» ^; la ola sobrecoge en la oscuridad; el oleaje espu- 
moso se vuelve blanco en la oscura noche de tormenta. Me in- 
vitas a que sujete al mástil las hinchadas velas, suelte amarras 
y empuñe el timón. Obedeceré a quien así me manda, y pues 
la caridad todo lo puede, si el Espíritu Santo acompaña mi tra- 
vesía, espero tener consuelo por doble partida: si la marea me 
lleva al puerto deseado, seré tenido por piloto; si mi lenguaje 
descuidado encalla entre los ásperos recodos del discurso, po- 
drás echar de menos mi talento, pero nunca podrás acusar a mi 
voluntad. 

3 . Así pues, Vercelli es una ciudad situada no lejos de las 
estribaciones de los Alpes; poderosa en otro tiempo, hoy está 
medio en ruinas y casi despoblada. Estando en ella el consular, 
haciendo su visita de costumbre, le presentaron a una pobre mujer 
junto con su cómplice adulterino — pues ésa era la acusación que 
había formulado el marido — ; él, por su parte, los recluyó en 
horrorosa cárcel. No mucho después, cuando el garfio ensan- 
grentado hería las amoratadas carnes y por los costados cubier- 
tos de surcos el dolor buscaba la verdad, el desdichado mozo, 

2. Quid igitur faciam? quod inplere non possum negare non 
audeo. Super onerariam nauem rudis uector inponor et homo, qui nec- 
dum scalmum in lacu rexi, Euxini maris credor fragori. Nunc mihi eua- 
nescentibus terris «caelum undique et undique pontus», nunc unda 
tenebris inhorrescens et caeca nocte nimborum spumei fluctus canes- 
cunt. Hortaris ut túmida malo uela suspendam, rudentes explicem, 
clauum regam. Pareo iam iubenti; et quia caritas omnia potest, Spiritu 
sánete cursum prosequente confidam habiturus in utraque parte sola- 
cium: si me ad optatos portas aestus adpulerit, gubernator putabor; 
si Ínter ásperos orationis anfractus inpolitus sermo substiterit, faculta- 
tem forsitan qu aeras, uoluntatem certe flagitare non poteris. 

3. Igitur Vercellae Ligurum ciuitas haud procul a radicibus Al- 
pium sita, olim potens, nunc raro habitatore semiruta. Hanc cum ex 
more consularis inuiseret, oblatam sibi quamdam mulierculam una cum 
adultero — nam id crimen maritus inpegerat — poenali carceris horro- 
re circumdedit. Ñeque multo post, cum Huidas carnes úngula cruenta 
pulsaret et sulcatis lateribus dolor quaereret ueritatem, infelicissimus 



í Virgilio, Aen. 3,193. 



15 ^ Inocencio, presbítero 73 

queriendo evitar por el atajo de la muerte los largos suplicios, 
a la vez que miente contm su propia sangre acusa a la ajena, y 
a todos parecería que el miserable era el único digno de ser tor- 
turado, puesto que a la que era inocente no le dejaba la posibili- 
dad de negar. Pero la mujer, más fuerte que su sexo, mientras 
el potro distendía su cuerpo y las cuerdas sujetaban a la espalda 
las manos sucias por las inmundicias de la cárcel, levantó al cie- 
lo sus ojos — los únicos que el verdugo no había podido atar — 
y, entre lágrimas que le rodaban por las mejillas: «Tú, dijo, tú 
eres testigo, Señor Jesús, a quien nada se te oculta y que escu- 
driñas los ríñones y el corazón ^, de que no niego porque no 
quiera morir, sino que no quiero mentir para no pecar. Pero tú, 
hombre misérrimo, si tienes prisa por perecer, ¿por qué matas 
a dos inocentes? También yo deseo morir, deseo despojarme de 
este cuerpo aborrecido, pero no como si fuera una adúltera. Ofrez- 
co mi cuello, recibo sin miedo la espada refulgente; únicamente 
me llevaré conmigo mi inocencia. No muere quien es matado 
como vencedor». 

4. Así, pues, el consular, con los ojos encendidos por k 
saña, como fiera que, una vez ha gustado la sangre, está siempre 
sedienta de ella, manda que se dupliquen los tormentos, y bra- 
mando crueldades entre dientes, amenaza al verdugo con el mismo 
castigo si no logra que el sexo débil confiese lo que no pudo 
callar el fuerte. 

5. «¡Ayúdame, Señor Jesús! ¡Qué suplicios no se inventan 
contra uno solo de los tuyos!» Se le atan los cabellos al poste 

iuuenis uoicns conpendio mortis longos uitare cruciatus, dum in suum 
mentitur sanguinem accusauit alienum, solusque omnium miser méri- 
to uisus est percuti, quia non reliquit innoxiae unde posset negare. At 
uero mulier sexu fortior suo, cum eculeus corpus extenderet et sórdi- 
das paedore carceris manus post tej^m uincula cohiberent, oculis, quos 
tantum tortor alligare non poterat, suspexit ad caelum et uolutis per 
ora lacrimis: «tu», inquit, «testis. Domine lesu, cui occultum nihil est, 
qui es scrutator renis et cordis, non ideo me negare uelle ne peream, 
sed ideo mentiri nolle ne peccem. At tu, miserrime homo, si interire 
festinas, cur dúos interimis innocentes? equidem et ipsa cupio mori, 
cupio inuisum hoc corpus exuere, sed non quasi adultera. Praesto iugu- 
lum, micantem intrépida excipio mucronem, innocentiam tantum me- 
cum feram. Non moritur quisquis uicturus occiditur». 

4. Igitur consularis pastis cruore luminibus, ut fera quae gusta- 
tum semel sanguinem semper sitit, duplicari tormenta iubet, et saeuum 
dentibus frendens similem carnifici minitatus est poenam, nisi conti- 
teretur sexus infirmior quod non potuerat robur uirile reticere. 



2 SaJ 7,10. 



74 



A Inocencio, presbítero 



1,7 



y, sujetando más fuertemente todo el cuerpo al potro, se le apli- 
ca fuego a los pies. El verdugo cava ambos costados y ni siquie- 
ra se da tregua a sus pechos. La mujer permanece inmóvil, y su 
espíritu, como ajeno al dolor del cuerpo, goza del bien de su 
conciencia y no deja que los tormentos se ensañen sobre ella. 
El juez cruel se enfurece vencido, ella ruega al Señor; se le des- 
coyuntan los miembros, ella levanta los ojos al cielo; el otro con- 
fiesa un crimen común, ella niega en favor del confeso, y, 
exponiéndose ella misma al peligro, defiende al que está en 
peligro. 

6. Sólo se oye entre tanto una voz: «Corta, quema, desga- 
rra; yo no lo he hecho. Si ahora se niega crédito a mis palabras, 
día vendrá en que se aclare este crimen en todos sus detalles. 
Yo tendré entonces mi juez». El verdugo, cansado, suspira y gi- 
me; ya no quedaba lugar para nueva herida; la crueldad vencida 
se horrorizaba ya del cuerpo que había destrozado; cuando el 
consular, ardiendo en ira, dice de pronto: «¿De qué os maravi- 
lláis, los que estáis aquí presentes, si esta mujer prefiere ser ator- 
mentada a morir? Es claro que el adulterio no puede cometerse 
si no hay dos, y tengo por más creíble que la culpable niegue 
su crimen que no que el joven lo confiese si es inocente». 

7. Pronunciada idéntica sentencia contra ambos, el verdu- 
go se hace cargo de los condenados. Todo el pueblo afluye al 
espectáculo y, como si toda la ciudad quisiera emigrar, la mu- 
chedumbre se estruja ante las puertas obstruidas. Al infortuna- 

5. «Succurre, Domine lesu: ad unum hominem tuum quam plu- 
ra sunt inuenta supplicia!» crines ligantur ad stipitem et toto corpore 
ad eculeum fortius alligato uicinus pedibus ignis adponitur, utrumque 
latus carnifex fodit nec papillis dantur indutiae: inmota mulier manet 
et a doleré corporis spiritu separato, dum conscientiae bono fruitur, 
uetuit circa se saeuire tormenta. ludex crudelis quasi superatus adto- 
llitu]; illa dominum deprecatur; soluuntur membra compagibus, illa ocu- 
los ad caelum tendit; de communi scelere alius confitetur, illa pro con- 
fitente negat, et periclitans ipsa alium uindicat periclitantem. 

6. Vna ínter im uox: «caede, ure, lacera; non feci. SÍ dictis tolli- 
tur fides, ueniet dies quae hoc crimen diligenter excutíat; habebo iudi- 
cem meum». lam lassus tortor suspirabat in gemítum nec erat nouo 
uulneri locus, iam uícta saeuítia corpus quod laníarat horrebat, extem- 
plo ira excítus consularis: «quid miramini», inquít, «circumstantes, si 
torqueri mauult muHer quam perire? Adulterium certe sine duobus com- 
mitti non potest, et es se credibilius reor noxiam ream negare de scele- 
re, quam innocentem iuuenem confiteri». 

7. Parí igitur prolata in utrumque sententia damnatos carnifex tra- 
hit. Totus ad spectaculum populus effunditur, et prorsus quasi migrare 
ciuitas putaretur stipatis proruens portis turba densatur. Et quidem mi- 



1,8 



A Inocencio, presbítero 



75 



do mozo le rueda la cabeza al primer golpe de la espada, y el 
cadáver mutilado se revuelve en su propia sangre. Cuando le llega 
el turno a la mujer, que estaba de rodillas sobre la tierra, la es- 
pada refulgente se eleva sobre su cerviz temblorosa, y el verdu- 
go impulsa con toda fuerza su hábil derecha; pero el hierro 
mortífero se detiene al primer contacto con el cuerpo, y no hace 
sino rozar ligeramente la piel y rociarla con la sangre de un leve 
rasguño. El ejecutor se espanta de que su mano se hubiera vuel- 
to inofensiva, y en la duda de que quizá su diestra hubiera falla- 
do por embotamiento de la espada, la blande para un segundo 
golpe. Pero nuevamente la espada resbala lánguida sobre la mu- 
jer, y como si el hierro tuviera miedo de tocar a la condenada, 
se embota, sin dañarla, sobre la cerviz. Entonces el lictor, furio- 
so y jadeante, recogida la capa en torno al cuello, mientras pone 
en juego todas sus fuerzas, hace saltar hasta el suelo la fíbula 
que sujetaba las orlas de la clámide, pero, sin percatarse de ello, 
asesta un nuevo golpe mortífero de espada. La mujer entonces: 
«Mira — le dice — , se te cae el oro del hombro; recoge lo que 
con tanto trabajo has ganado, que no se pierda». 

8. Yo me pregunto: ¿qué entereza es ésa? La que está sien- 
do golpeada no teme la muerte que la amenaza, se alegra mien- 
tras que el vcrángo palidece. Los ojos que no v^en la espada sólo 
ven el broche, y, como si fuera poco no temer la muerte, todavía 
hace un favor a quien se ensañaba contra ella. Ya, pues, el ter- 
cer golpe había frustrado el misterio de la trinidad. Ahora el 
verdugo, aterrado y sin dar fe al hierro, le pone la espada al cue- 
llo, a ver si, ya que no podía cortar, por lo menos se hundía en 

serrimi iuuenis ad primum statim ictum amputatur gladio caput, trun- 
cumque in suo sanguine uolutatur cadauer. Postquam uero ad feminam 
uentum est et flexis in terram poplitibus super trementem ceruicem 
micans eleuatus est gladius, et excercitatam carnifex dexteram totis uiri- 
bus concitauit, ad primum corporis tactum stetit muero letalis et leui- 
ter perstringens cutem rasurae modicae sanguinem aspersit. Inbellem 
manum percussor expauit et uictam dexteram gladio marcescente mi- 
ratus in secundes Ímpetus torquet. Languidus rursum in feminam mu- 
ero delabitur, et quasi ferrum ream timeret adtingere, circa ceruicem 
torpet innoxium. I taque furens et anhelus lictor paludamente in cerui- 
cem retorto, dum totas expedir uires, fibulam, quae chlamydis morde- 
bat oras, in humum excussit ignarusque rei ensem librat in uulnus, et 
«en tibi», ait mulier, «ex umero aurum ruit; collige multo quaesitum 
labore ne pereat». 

8- Rogo, quae est ista securitas? inpenden tem non timet mortem, 
laetatur percussa, carnifex pallet; oculi gladium non uidentes tantum 
fibulam uident et, ne parum esset, quod non formidabat interitum 
praestabat beneficium saeuienti. lam igitur et tertius ictus sacramen- 



76 



A Inocencio, presbítero 



1,10 



el cuerpo bajo la presión de la mano. Y, ¡oh maravilla inaudita 
en todos los siglos!, la espada se dobla hacia la empuñadura y, 
como si mirara vencida a su dueño, confiesa que no podía herir. 

9. He de evocar aquí el ejemplo de los tres jóvenes que, 
envueltos en las lenguas refrigeradas de las llamas, prorrumpie- 
ron en himnos en vez de en llantos, mientras el fuego inofensi- 
vo jugaba con sus vestidos y santa cabellera. Hay que recordar 
aquí la historia de Daniel, a quien los leones, mientras le acari- 
ciaban con sus colas, temieron hacer presa de sus fauces. Des- 
pierte en la mente de todos Susana, la celebrada por su fe, la 
que, condenada en juicio injusto, fue salvada por un joven lleno 
del Espíritu. En la una y en la otra no fue distinta la misericor- 
dia del Señor. Susana fue librada de la espada por un juez; ésta, 
condenada por otro juez, fue librada por la misma espada. 

10. Así que, al final, el pueblo se arma para vengar a la 
mujer. Gentes de toda edad y todo sexo terminan poniendo en 
fuga al verdugo, reuniéndose en círculo casi no podían creer lo 
que estaban viendo. Con la noticia se conmueve la ciudad veci- 
na, y toda la cuadrilla de los lictores se congrega. El que tenía 
la competencia sobre los condenados a muerte, saliendo al me- 
dio y, «manchando sus canas inmundas con esparcido polvo» ^ 
dice: «Ciudadanos, ¡estáis pidiendo mi cabeza y queréis que yo 
muera en lugar de ésta! Porque vosotros seáis misericordiosos 
y clementes, y porque queráis salvar a una condenada a muerte, 

tum frustrauerat Trinitatis. lam speculator exterritus et non credens 
ferro, mucronem aptabat in iugulum, ut qui secare non poterat saltim 
premente manu corpori conderetur — o ómnibus inaudita res saecu- 
lis!— : ad capulum gladius reflectitur et uelut dominum suum uictus 
aspiciens confessus est se ferire non posse. 

9. Huc, huc mihi trium exempla puerorum, qui inter frigidos flam- 
marum globos hymnos edidere pro fletibus, circa quorum sarabara sanc- 
tamque caesariem innoxium lusit incendium. Huc beati Danihelis 
reuocetur historia, iuxta quem adulantibus caudis praedam suam leo- 
num ora tímuerunt. Nunc Susanna nobilis fide mentes omnium su- 
beat, quae iniquo damnata iudicio sancto Spiritu puerum replente 
seruata est. Ecce non dispar in atraque misericordia Domini: illa libe- 
rata per iudicem ne iret ad gladium, haec a iudice damnata absoluta 
per gladium est. 

10. Tándem ergo ad feminam uindicandam populus armatur. Om- 
nis aetas, omnis sexus carnificem fugat, et coetu in circulum coeunte 
non credit paene unusquisque quod uidit. Turbatur tali nuntio urbs 
propinqua et tota lictorum catema glomeratun E quibus medius ad quem 
damnatorum cura pertinebat erumpens, et «canitiem inmundam per- 



^ Virgilio, Aen. 12,611. 



1,13 



A Inocencio, presbítero 



11 



no por eso tengo por qué morir yo, que soy inocente». Con este 
lamento se derrumba el ánimo de la gente y una triste pesadum- 
bre se apodera de todos. Y cambiando de manera sorprendente 
su voluntad, a la que antes habían defendido por deber de pie- 
dad, ahora, por otra especie de piedad, consienten que se la mate. 

11. Se trae, pues, espada nueva, se pone nuevo sayón. Allí 
está la víctima, armada solamente con el favor de Cristo. Gol- 
peada una vez, se estremece, a la segunda se tambalea y, herida 
por tercera vez, cae derribada, y — ¡oh sublime majestad del poder 
divino! — la que antes, golpeada por cuatro veces, no había po- 
dido ser herida, ahora se la vio morir en poco tiempo para que 
no pereciera en su lugar un inocente. 

12. Los clérigos encargados de este menester envuelven en 
un lienzo el cadáver ensangrentado, cavan la fosa, y, según cos- 
tumbre, construyen con piedras la sepultura. El sol se dirige ha- 
cia su ocaso apresuradamente y llega la noche para ocultar la 
misericordia del Señor De pronto, el corazón de la mujer em- 
pieza a palpitar, sus ojos buscan la luz y el cuerpo se reanima. 
Ya respira, ya ve, se incorpora y habla, y por fin pronuncia aquella 
sentencia: El Señor es mi auxiliador, no temeré lo que me pueda 
hacer el hombre ^. 

13 . En el entretiempo, una anciana, que se sustentaba de 
los bienes de la Iglesia, había entregado al cielo su último alien- 

fuso puluere turpans»: «meum», inquit, «o ciues, petitis caput, me illi 
uicarium datis! Si misericoides, si clementes estis, si uultis seruane dam- 
natam, innocens certe perire non debeo». Que fletu uulgi concussus 
est animas maestusque se per omnes torpor insinuat, et mirum in mo- 
dum uoluntate mutata, cum pietatis fuisset quod ante defenderant, pie- 
tatis uisum est genus ut paterentur occidi, 

11. Nouus igitur ensis, nouus percussor adponitur. Stat uíctima 
Christo tantum fauente munita. Semel percussa concutitur, iterum re- 
petita quassatur, tertio uulnerata prosternitur et — o diuinae potentia 
sublimanda maiestas! — quae prius fuerat quarto percussa nec laesa, 
ideo paululum uisa est mori ne pro ea periret innoxius. 

12. Clericí quibus id offícii erat cruentum línteo cadauer obuo- 
luunt et fossam humum lapidibus construentes ex more tumulum pa- 
rant. Festinato sol cursu occasum petit et misericordiam Domini celatura 
nox aduenit. Súbito feminae palpitat pectus et oculis quaerentibus lu- 
cem Corpus animatur ad uitam: iam spirat, iam uidet, iam subleuatur 
et loquitur, iam in illam potest uocem erumpere: Dominus auxiliator 
meuSy non Hmebo quid faciat mihi homo, 

13. Anus interim quaedam quae ecciesiae sustentabatur opibus 
debitum cáelo spiritum reddidit, et quasi de industria ordine cúrrente 
rerum uicarium túmulo corpus operitur. Dubia adhuc luce in lictore 



4 Sal 117,6. 



78 



A Ifiocencio, presbítero 



1,15 



to, y como si las cosas hubieran seguido su orden natural de pro- 
pósito, el cuerpo es enterrado en lugar de la ajusticiada. Todavía 
a media luz, el diablo se apodera del lictor, que va a buscar el 
cadáver de la ejecutada y pide se le muestre el sepulcro, pues 
piensa que está viva aquella de quien se extraña haya podido 
morir. Los clérigos le señalan el césped recién movido y, ante 
sus exigencias, le hacen ver la tierra que hace poco han echado 
encima, con estas palabras: «desentierra, si quieres, los huesos 
sepultados; haz nueva guerra a la tumba y, si esto te parece po- 
co, esparce los miembros para que los despedacen las aves y fie- 
ras. La que fue herida siete veces tiene que sufrir algo superior 
a la muerte», 

14. Ante esta indignación, el verdugo queda confundido, 
y la mujer sería reanimada ocultamente en la casa. Y para que 
las frecuentes visitas del médico a la iglesia no abrieran camino 
a la sospecha, la mujer sería trasladada, después de cortarse el 
pelo, a una villa retirada, junto con algunas vírgenes. Allí, vesti- 
da de hombre, se le va cicatrizando poco a poco la herida. Y 
— ¡qué cierto es lo de «el sumo derecho es suma injusticia! — 
después de tan grandes milagros, todavía se ensañan contra ella 
las leyes. 

15. Ya ves adónde me ha traído el encadenamiento de los 
hechos: ha llegado el momento de mencionar el nombre de nues- 
tro Evagrio. Si pensara yo ser capaz de contar sus trabajos por 
Cristo, sería un loco; pero si los quisiera callar del todo, me se- 
ría imposible, pues mi lengua prorrumpiría en gritos de gozo. 
Porque ¿quién podrá celebrar con digno elogio el que Auxen- 
cio, la pesadilla de Milán, fuera, por la vigilancia de aquél, en- 
terrado, casi, antes de muerto; y que el obispo de Roma, casi 

zabulus occurrit, quaerit cadauer occisae, sepulchrum sibi monstrari 
petit; uiuere putat quam mori potuisse miratur. Recens a clericis caes- 
pes ostenditur et dudum superiecta humus cum his uocibus ingeritur 
flagitanti: «erue scilicet ossa iam condita, infer nouum sepulchro be- 
llum, et si hoc parum est, auibus ferisque lanianda membra discerpe; 
septies percussa debet aHquid morte plus perpeti». 

14. Tali inuidia carnifice confuso clam domi mulier focilatur, et 
ne forte creber ad ecclesiam medici commeatus suspicionis panderet 
uiam, cum quibusdam uirginibus ad secretiorem uiQulam secto crine 
transmittitur. Ibi paulatim utrili habitu ueste mutata in cicatricem uul- 
nus obducítur. Et — o uere ius summum, summa malitia! — post tanta 
miracula adhuc saeuiunt leges. 

15. En que me gestorum ordo protraxit! iam enim ad Euagrii nos- 
tri nomen aduenimus. Cuius ego pro Christo laborem si arbitier a me 
dici posse, non sapiam, si penitus tacere uelim, uoce in gaudium erum- 
pente non possim. Quis enim ualeat digno canere praeconio Auxen- 



2 



A Teodosio y demás anacoretas 



79 



envuelto ya en los lazos de una facción, venciera a sus contra- 
rios y no hiciera daño alguno a los vencidos? 

«Pero, obligado por la injusta brevedad del espacio, paso por 
alto todo esto y lo dejo, por que otros, después de mí, lo recuer- 
den» ^ Me conformaré con decir cómo terminó el asunto pre- 
sente. Evagrio acude hábilmente al emperador, lo cansa con sus 
ruegos, lo ablanda con sus merecimientos y, por su solicitud, me- 
rece que la que había vuelto a la vida vuelva también a la libertad. 

2 A TEODOSIO Y DEMÁS ANACORETAS 
QUE MORAN EN EL INTERIOR 

[ENCARGO DE ORACIONES] 

«La llamada del desierto». Eso es lo que expresa esta carta, que 
muy bien podría ser considerada como el primer capítulo de la auto- 
biografía monástica de Jerónimo. Ha terminado sus estudios en Ro- 
ma, ha viajado hasta el Rin, y está a punto de comenzar la 
experiencia del desierto. Se encuentra en este momento, finales del 
año 374, en Antioquía. Dentro de sí mismo siente el hastío de la 
vida ciudadana y un fuerte impulso hacia la bienaventuranza del 
yermo, que divisa de lejos como una «codiciada orilla». Sólo espe- 
ra el soplo del espíritu. 

¡Cuánto desearía yo ahora gozar de vuestra compañía y abra- 
zar con todo el gozo de mi alma vuestra admirable asamblea, 
aunque estos ojos míos no merezcan verla! Ahí contemplaría un 
desierto más ameno que cualquier ciudad; vería que, despobla- 
dos de habitantes, los lugares estaban como invadidos, igual que 
un paraíso, por ejércitos de santos. Pero mis culpas han hecho 
que, como hombre asediado por todo género de acusaciones, no 

tiutn Mediolani incubantem huius excubüs sepultum paene ante quam 
mortuum, Romanum episcopum, iam paene factionis laqueis inretitum, 
et uicisse aduersarios et non nocuisse superatis? 

«Verum haec ipse equidem spatiis exclusus iniquis praetereo atque 
aliis post (me) memoranda relinquo.» Praesentis tantum rei fine con- 
tentus sum: imperatorem industria adit, precibus fatigat, mérito lenit, 
soUicitudine promeretur ut redditam uitae redderet libertati. 

2 AD THEODOSIVM ET CETEROS 

ANACHORETAS INTRINSECVS COMMORANTES 

Quam, quam uellem nunc uestro interesse conuentui et admiran- 
dum consortium, licet isti oculi non mereantur aspicere, tota cum exul- 

5 Virgilio, Georg. 4,147-148. 



80 



A Teodosio y demás anacoretas 



2 



pueda unirme a ese coro de bienaventurados; por eso yo os su- 
plico, pues no dudo que vosotros lo podéis conseguir, que con 
vuestras oraciones me libréis de las tinieblas de este siglo. Ya 
antes os lo había dicho personalmente, y ahora por carta no ce- 
so de manifestaros mi deseo: que mi alma sea arrebatada por 
el ansia más ardiente hacia esa forma de vida; a vosotros os toca 
lograr que mi voluntad llegue a cumplimiento. A mí me toca que- 
rer; a vuestras oraciones, que no solamente quiera, sino que tam- 
bién pueda. 

Soy como la oveja enferma que anda descarriada lejos del 
resto del rebaño. Si el buen pastor no me lleva sobre sus hom- 
bros de nuevo a su aprisco, resbalarán mis pasos y en el intento 
mismo de levantarme se desplomarán mis pies desfallecidos. Yo 
soy aquel hijo pródigo que, después de haber malgastado toda 
la parte de la hacienda que mi padre me había dado, aún no 
me he postrado a los pies de mi progenitor, todavía no he co- 
menzado a apartar de mí los halagos de la sensualidad. Y ahora 
que intento no digo dominar mis vicios sino querer dominarlos, 
el diablo trata de envolverme con nuevas redes, y coloca delante 
de mí nuevos obstáculos poniendo a mi alrededor mares por to- 
das partes y por todas partes océanos, y yo, inmerso en medio 
de este elemento, ni quiero retroceder ni puedo avanzar. Sólo 
queda que por vuestra oración el soplo del Espíritu Santo me 
empuje hacia adelante y me acompañe hacia el puerto de la an- 
helada orilla. 

tatione complecti! Spetarem desertum, omni amoeniorem ciuitatem, 
uiderem desolata ab accolis loca quasi ad quoddam paradisi instar sanc- 
torum coetibus obsideri. Verum quia hoc mea fecere delicta ne con- 
sortio beatorum insereretur obsessum omni crimine caput, idcirco 
obsecro, quia uos impetrare posse non ambigo, ut me ex istius saeculi 
tenebris uestro libere tis oratu. Et ante dixeram praesens et nunc per 
litteras uotum indicare non cesso, quod mens mea omni ad id studium 
cupiditate rapiatur; nunc uestrum est ut uoluntatem sequatur effectus. 
Meum est ut uelim; obsecrationum uestrarum est ut et uelim et possim. 

Ego ita sum quasi a cuncto grege mórbida aberrans ouis. Quod ni- 
si me bonus pastor ad sua stabula umeris impositum reportarit, laba- 
bunt gressus et in ipso conamine uestigia concident adsurgentis. Ego 
sum ille prodigas filius qui omni quam mihi pater crediderat portione 
profusa, necdum me ad genitoris genua submisi, necdum coepi prioris 
a me luxuriae blandimenta depellete. Et quia paululum non tam de- 
siui a uitiis quam coepi uelle desinere, nunc me nouis diabolus retibus 
ligat, nunc noua inpedimenta proponens maria undique circumdat et 
undique pontum, nunc in medio constitutus elemento nec regredi uolo 
nec progredi possum. Superest ut oratu uestro sancti Spiritus aura me 
prouehat et ad portum optati litoris prosequatur. 



3,1 



A Rufino 



81 



3 



A RUFINO 



[LE EXPRESA DESEO DE ENCONTRARSE CON ÉL] 

Jerónimo convalece en casa de su amigo Evagrio, en la ciudad 
de Antioquía. El viaje, desde Occidente hasta Oriente, atravesan- 
do las provincias asiáticas, en pleno calor del verano, habza dejado 
secuelas funestas en la salud de este peregrino errático. Durante la 
travesía pasó por «todas las enfermedades»; al cabo de unos meses, 
ya en Antioquía, murió su acompañante y amigo Inocencio, y él 
mismo, debilitado físicamente, se considera una pesada carga para 
Evagrio. En estas circunstancias recibe la visita de su compatriota 
y compañero de estudios, Heliodoro, que regresa de Palestina con 
la noticia de que Rufino, el amigo común, recorre los lugares del 
monacato egipcio. 

Se puede decir que Rufino es una figura inseparable de Jeróni- 
mo. En estos primeros momentos de su vida es el amigo entraña- 
ble, con quien siempre cuenta el corazón. Compañero de estudios, 
y originario de Aquileya, la ciudad más importante de las cerca- 
nías de Stridon, comparte también con Jerónimo los primeros en- 
tusiasmos literarios y ascéticos. Jerónimo le manda esta carta, «que 
te salga al encuentro y te traiga hasta mí sin pérdida de tiempo, ata- 
do por el lazo del afecto». 

Ño tuvo éxito la invitación. Pero Jerónimo y Rufino estarán siem- 
pre cerca, presentes siempre el uno al otro: al principio de sus vi- 
das, por el afecto de la amistad; más tarde, por el antagonismo 
doctrinal, que cambiará el afecto de la amistad por una amistad 
decepcionada, amistad al fin y al cabo. 

Era el verano del año 373, 

1. Queridísimo Rufino, aunque por la enseñanza de los li- 
bros sagrados siempre he sabido que Dios otorga más de lo que 
se le pide y que con frecuencia concede cosas que ni el ojo vio, 
ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegaron ^, sin embargo 
ahora lo he experimentado en causa propia. Pues yo que creía 
deseo muy atrevido si pudiéramos imaginar una especie de pre- 



1. Plus Deum tribuere quam rogatur, et ea saepe concederé, quae 
nec oculus uidit nec auris audiuit nec in cor hominis ascenderunt, licet 
ex sacrorum magisterio uoluminum ante cognouerim, tamen in causa 
propria nunc probaui, Rufine carissime. Ego enim, qui audacia satis 
uota credebam si uicissitudine litterarum imaginem nobis praesentiae 



3 



AD RVFINVM 



1 1 Cor 2,9. 



82 



A Rufino 



3,2 



sencia entre nosotros, por el intercambio de nuestras cartas, me 
entero ahora que estás penetrando por el interior de Egipto, vi- 
sitas los coros de los monjes y andas rodeando la familia celeste 
en la tierra. ¡Ojalá en este instante el Señor Jesucristo me con- 
cediera de repente ser trasladado junto a ti, como lo fue Felipe 
junto al eunuco o Abacuc junto a Daniel! ¡Con qué abrazos me 
estrecharía a tu cuello, qué besos imprimiría en aquella boca que 
en otro tiempo se equivocó conmigo o conmigo fue sensata! Pe- 
ro ya que no lo merezco y que frecuentes dolencias quebrantan 
mi pobre cuerpo, débil aun estando sano, por eso, en mi lugar, 
mando a tu encuentro esta carta, que te traiga hasta mí sin pér- 
dida de tiempo atado por el lazo del afecto. 

2. La primicia feliz de esta inesperada alegría me vino de 
Heliodoro. Yo no creía ser cierto lo que deseaba que lo fuera, 
sobre todo porque él decía haberlo oído de un tercero y porque 
la novedad del caso restaba fe a sus palabras. Sería cierto mon- 
je, que por piadosa devoción del pueblo había sido enviado a 
los confesores egipcios, verdaderos mártires en el deseo, quien 
por fin sugería en mi mente, llena de ansiedad y vacilante, la 
credibilidad de la noticia. Confieso que, aun con éste, mi sentir 
siguió vacilante, pues, como ignoraba tu patria y tu nombre, lo 
único nuevo que parecía aportar era que afirmaba lo mismo que 
ya otro había indicado. Al final se abrió paso la verdad con toda 
su fuerza. Las continuas multitudes de transeúntes contaban que 
Rufino estaba realmente en Nitria y que se había encaminado 
hacia el bienaventurado Macario. Entonces ya quité por entero 
el freno de mi deseo y sentí verdaderamente estar enfermo. Y 

mentiremur, audio te Aegypti secreta penetrare, monachorum inuisere 
choros et caelestem in terris circuiré famíliam. O si mihi nunc Domi- 
nus lesus Christus uel Philippi ad ennuchum uel Ambacum ad Dani- 
helum translationem repente concederet, quam ego nunc arte tua 
stringerem colla conplexib-as, quam illud os, quod mecum uel errauit 
aliquando uel sapuit, inpressis figerem labiis! Verum quia non mereor 
et inualidum etiam cum sanum est corpusculum crebri fregare morbi, 
has mei uic arias et tibi obuias mitto, quae te copula amoris innexum 
ad me usque perducant. 

2. Prima inopinati gaudii ab Heliodoro nuntiata felicitas. Non 
credebam certum quod certum esse cupiebam, praesertim cum et ille 
ab alio audisse se diceret et rei nouitas fidem sermonis auferret. Rur- 
sum suspensam uoto nutantemque mentem quidam Alexandrinus mo- 
nachus, qui ad Aegyptios confessores et uoluntate iam martyres pió 
plebis fuerat transmissus obsequio, manifestus ad credulitatem nuntii 
auctor inpulerat. Fateor et in hoc meam labasse sententiam. Nam cum 
et patriam tuam ignoraret et nomen, in eo plus tantum uidebatur ad- 
ferre quod eadem adserebat quae iam alius indicauerat. Tándem pie- 



3,3 



A Rufino 



83 



si las debilitadas fuerzas de mi cuerpo no me lo hubieran impe- 
dido como poniendo un cepo a mis pies, ni siqxiiera el calor abra- 
sador de la mitad del verano, ni el mar siempre inseguro para 
los navegantes hubieran sido suficientes para hacerme desistir 
de ir a tu encuentro con piadoso apresuramiento. Yo quisiera, 
hermano, que me creyeras: ni el marino, lanzado de un lado a 
otro por la tempestad, busca con tanto empeño el puerto, ni los 
resecos sembrados echan tanto de menos la lluvia, ni la madre, 
sentada en el sinuoso litoral, espera con tanta ansiedad al hijo. 

3. Desde que un inesperado torbellino me arrebató de tu 
lado, desde que un cruel desgarrón arrancó a quien estaba uni- 
do a ti con el lazo de la caridad, desde entonces «negra tormen- 
ta se cierne sobre mi cabeza» ^; desde entonces «mar por 
doquiera, por doquiera cielo» \ La travesía de Tracia, Ponto y 
Bitinia, todo el camino de Galacia y Capadocia, y el ardiente 
calor de Cilicia habían destrozado mi salud antes de que por 
fin Siria me saliera al encuentro, cual puerto segurísimo para 
quien iba errando como un náufrago en la incertidumbre de mi 
peregrinación. Allí, después de pasar cuanto hay de enfermeda- 
des, perdí a uno de los que eran como mis dos ojos, pues a Ino- 
cencio, parte de mi alma, lo arrebató el fuego repentino de unas 
fiebres. Ahora dispongo de una única lumbrera, de nuestro que- 
ridísimo Evagrio, que lo es todo para mí, y a quien yo, que es- 
toy siempre enfermo, me he añadido para colmo de su trabajo. 
Estaba también con nosotros Hilas, esclavo de la santa Mela- 
nia, que, por la pureza de costumbres, había lavado la mancha 
de su esclavitud. También éste me abrió una cicatriz que aún 

num ueritatis pondus erupit; Rufinum enim Nitriae esse et ad beatum 

perrexisse Macarium crebra conmeantium multitudo referebat. Hic uero 
tota credulitatis frena laxaui et tune uere aegrotum esse me dolui. Et 
nisi me adtenuatae corporis uires quadam conpede praepedissent, neo 
mediae feruor aestatis nec nauigantibus semper incertum mare pía fes- 
tinatione gradienti ualuisset obsistere. Gredas mihi uelim, frater, non 
sic tempestate iactatus portum nauta prospectat, non sic sitientia im- 
bres arua desiderant, non sic curuo adsidens litori anxia filium mater 
expectat. 

3. Postquam me a tuo latere subitus turbo conuoluit, postquam 
glutino caritatis haerentem inpia distraxit auulsio, «tune mihi caeru- 
leus supra caput adstitit imber», tune «maria undique et undique cae- 
lum». Tándem in incerto peregrinationis erranti, cum me Thracia, 
Pontus atque Bithynia totumque Galatiae uel Cappadociae iter et fe- 
ruido Cilicum térra fregisset aestu, Syria mihi uelut fidissimus nauf ra- 

2 Virgilio, Aen. III 19 

3 Ibid., V 9. 



84 



A Rufino 



3,4 



no había cerrado. Pero, ya que la voz del Apóstol nos prohibe 
entristecernos por los difuntos, y el exceso de la pena se ha tem- 
plado por una alegre noticia que me ha llegado, te la voy a co- 
municar para que te enteres si la desconoces, y si ya la sabías, 
nos alegremos juntos. 

4. Tu querido Bonoso, mejor dicho, el mío, o, para decirlo 
más exactamente en verdad, el nuestro, está ya subiendo la es- 
calera que viera en sueños Jacob; soporta su cruz y no se preo- 
cupa del día de mañana ni se vuelve a mirar atrás. Siembra con 
lágrimas para segar con gozo y levanta la serpiente en el desier- 
to, como en el misterio de Moisés. Que se retiren ante esta ver- 
dad los falsos milagros inventados por la elocuencia griega o 
romana. Ahí tienes a un joven, que se formó con nosotros en 
las artes liberales del siglo, que posee cuantiosas riquezas y, so- 
bre todo, prestigio entre los de su clase, desprecia a su madre, 
a sus hermanas y a un hermano queridísimo para él, y se insta- 
la, como nuevo morador del paraíso, en una isla peligrosa para 
las embarcaciones por el mar que ruge a su alrededor, y cuyos 
ásperos peñascos, desnudas rocas y total soledad producen te- 
rror. Allí, en tan grande vastedad no tiene a nadie por compa- 
ñero, ni un solo labriego, ni un monje, ni siquiera tiene a su lado 
al pequeño Onésimo, a quien tú conoces y con quien él disfru- 
taba como un hermano pequeño. Solo en aquel lugar, o mejor, 
no solo, porque lo acompaña Cristo, contempla la gloria de Dios, 
que los mismos apóstoles no vieron sino en el desierto. Cierta- 

go portus occurrit. Vbi ego quicquid morborum esse poterat expertus 
e duobus oculis unum perdidi; Innocentium enim, partem animae meae, 
repentinas febrium ardor abstraxit. Nunc uno et teto mihi lumine Eua- 
grio nostro fruor, cui ego semper infirmus quidam ad laborem cumu- 
lus accessi. Erat nobiscum et Hylas sanctae Melaniae famulus, qui 
puritate morum maculam seruitutis abluerat; et hic necdum obductam 
rescidit cicatricem. Verum quia de dormientibus contristari apostoli 
ucee prohibemur et nimia uís maeroris laeto superueniente nuntio tem- 
perata est, indicamus tibi ut, si nescis, discas, si ante cognouisti pari- 
ter gaudeamus. 

4. Bonosus tuus, immo meus et, ut uerius dicam, noster, scalam 
praesagatam lacob somniante iam scandit: portat crucem suam neo de 
crastino cogitat nec post tetgum respicit. Seminat in lacrimis ut in gau- 
dio metat, et sacramento Moysi serpentem in heremo suspendit. Ce- 
dant huic ueritati tam Graeco quam Romano stilo mendacÜs ficta 
miracula. Ecce puer honestis saeculo nobiscum artibus institutus, cui 
opes adfatim, dignitas adprime inter aequales, contempta matre, soro- 
ribus et carissimo sibi germano insulam pelago circumsonante naui- 
fragam, cui asperae cautes et nuda saxa et solitudo terrori est, quasi 
quidam nouus paradisi colonus insedit. Nullus ibi agricolarum, nullus 



3,5 



A Rufino 



85 



mente no ve ciudades con torres, pero ha inscrito su nombre 
en el censo de una nueva ciudad. Se deforman sus miembros 
con el horroroso saco, pero así será arrebatado más fácilmente 
sobre las nubes al encuentro de Cristo. No goza del placer de 
los baños, pero bebe el agua de la vida del costado de Cristo. 
Ponió ante tu vista, amigo dulcísimo, y concentra por entero tu 
ánimo y tu mente en lo que estás viendo: cuando hayas com- 
prendido el esfuerzo del luchador, entonces podrás alabar la vic- 
toria. En torno a toda la isla brama un mar enfurecido, y sus 
olas, al chocar en los escollos, retumban por los montes escar- 
pados. No reverdece la tierra con hierba alguna; en primavera 
no se oscurece el campo de ninguna sombra; las rocas abruptas 
forman como una cárcel horrorosa. El, tranquilo, intrépido y ar- 
mado con las palabras del Apóstol ^, unas veces escucha a Dios 
cuando lee la palabra divina, otras habla con Dios cuando ora 
al Señor; y quién sabe si, puesto que mora en una isla, no tiene 
alguna visión a ejemplo de Juan. 

5. ¿Te imaginas los enredos que el diablo estará urdiendo 
ahora, y las trampas que estará tramando? Quizá, acordándose 
del antiguo embuste, le tentará por medio del hambre. Pero ya 
se le respondió una vez que no sólo de pan vive el hombre. Tal 
vez le proponga riquezas y gloria; pero se le dirá: Los que quie- 

monachorum, ne paruulus quidem quem nosti Onesimus quo uelut fra- 
tre minúsculo fruebatur, in tanta uastitate adhaeret lateri comes. Solus 
ibi, immo iam Christo comitante non solus, uidet gloriam Dei quam 
etiam apostoli nisi in deserto non uiderant. Non quidem conspicit tu- 
rritas urbes, sed in nouae ciuitatis censu dedit nomen suum. Horrent 
sacco membra deformi, sed sic melius obuiam Christo rapietur in nu- 
bibus. Nulla euriporum amoenitate perfruitur, sed de latere Domini 
aquam vitae bibit. Propone tibi ante oculos, amice dulcissime, et in 
praesentiam rei totus animo ac mente conuertere; tune poteris laudare 
uictoriam cum laborem proeliantis agnoueris. Totam circa insulam fre- 
mit insanum mare et sinuosis montibus inlisum scopuHs aequor recla- 
mat; nullo térra gramine uiret; nullis uernans campus densatur umbra- 
culis; abruptae rupes quasi quemdam horroris carcerem claudunt. Ule 
securus, intrépidos et totus de apostólo armatus nunc Deum audit cum 
diuina relegit, nunc cum Deo loquitur cum Dominum rogat, et fortas- 
se ad exemplum lohannis aliquid uidet dum in Ínsula commoratur. 

5. Quas nunc diabolum nectere credis tricas, quas parare arbi- 
traris insidias? Forsitan antiquae fraudis memor famem suadere temp- 
tabit. Sed iam illi responsum est non in solo pane uiuere hominem. 
Opes forsitan gloriamque proponet, sed dicetur illi: qui cupiunt diuites 
fieri incidunt in muscipulam et temptationes, et: mihi gloriatio omnis in 



4 Cf. Ef 6,11-17. 



86 



A Rufino 



3,5 



ten hacerse Heos caen en el lazo de las tentaciones ^ y: Toda mi 
gloria está en Cristo ^. Golpeará con grave enfermedad su cuer- 
po extenuado por el ayuno; pero será rechazado con la palabra 
del Apóstol: Cuando me hago débil, soy más fuerte \ y: La vir- 
tud se perfecciona en la debilidad ^. Le amenazará con la muer- 
te, pero oirá: Deseo morir para estar con Cristo ^. Disparará 
dardos encendidos, pero darán sobre el escudo de la fe. Y, para 
no alargarme, atacará Satanás, pero defenderá Cristo. Gracias 
te doy, Señor Jesús, de que tengo quien en tu día pueda rogarte 
por mí. Tú mismo sabes — pues te están patentes los corazones 
de todos, y sondeas lo íntimo del alma, y ves al profeta encerra- 
do en lo profundo del vientre de la bestia grande — , tú sabes 
que él y yo crecimos juntos desde la tierna infancia hasta la ju- 
ventud florida, que los mismos regazos de las mismas nodrizas 
y los mismos brazos de los mismos ayos nos calentaron a los dos, 
y que, cuando, después de los estudios en Roma, ambos com- 
partíamos comida y hospedaje junto a las riberas medio bárba- 
ras del Rin, fui yo el primero que comenzó a quererte servir. 
Acuérdate, te ruego, de que este luchador tuyo fue un día solda- 
do bisoño a mi lado. Tengo la promesa de tu majestad: quien 
enseñare y no hiciere será llamado mínimo en el reino de los 
cielos; mas el que hiciere y enseñare, será llamado grande en el 
reino de los cielos Disfrute él de la corona de la virtud y re- 
vestido con su estola siga al cordero en premio de su martirio 
de cada día. Muchas son las mansiones de la casa de tu Padre 

Christo est. Fessa ieiuniis membra morbo grauante concutiet, sed apostoii 
repercutietur eloquio: guando infirmor, tune fortior sum, et: uirtus tn 
infirmitate perficitur. Minabitur mortem, sed audiet: cupio dissolui et 
esse cum Christo. Ignita iacula uibrabit, sed excipientur scuto fidei. Et, 
ne multa, inpugnabit satanás sed tutabitur Christus. Gratías tibi, Do- 
mine lesu, quod in die tuo habeo qui pro me te pos si t rogare. Seis ipse 
— tibi enim patent pee tora singulorum qui cordis arcana rimaris, qui 
tantae bestiae aluo ínclusum prophetam in profundo uides — ut ego 
et ille a teñera pariter infancia ad florentem usque adoleuerimus aeta- 
tem, ut Ídem nos nutricum sinus, idem amplexus fouerint baiulorum 
et, cum post Romana studia ad Rheni semibárbaras ripas eodem cibo, 
pari frueremur hospitio, ut ego primus coeperim uelle te colere. Me- 
mento, quaeso, istum bellatorem tuum mecum quondam fuisse tiro- 

5 1 Tim 6,9. 

6 Gál 6,14. 

7 2 Cor 12,10. 

8 Ibid., 9. 

9 Flp 1,23. 
w Mt 5,19. 
11 Jn 14,2. 



3,6 



A Rufino 



87 



y una estrella difiere de otra por su claridad Concédeme que 
pueda yo levantar la cabeza hasta el calcañar de los santos: sien- 
do yo quien prometió, fue él quien cumplió. Perdóname a mí 
que no haya podido cumplir, y dale a él el premio que merece. 

6. Tal vez he alargado el discurso más de lo que permitía 
la brevedad de una carta. Esto me suele ocurrir siempre que se 
trata de decir algo en elogio de nuestro Bonoso. Pero volviendo 
al punto de que me había desviado, te ruego que mi alma no 
pierda al que han perdido mis ojos: al amigo que por tanto tiempo 
se busca, a duras penas se encuentra y con dificultad se conser- 
va. Brille cubierto de oro quien lo desee, y fulguren los metales 
preciosos de sus vestidos en suntuosos banquetes; la amistad es 
cosa que no se compra, el amor no tiene precio. Una amistad 
que puede cesar, nunca ha sido sincera. 

nem. Habeo promissum maiestatis tuae: qui docuerit et non fecerit, 
minimus uocahitur in regno caelorum (qui autem fecerit et docuerity hic 
magnus uocahitur in regno caelorum). Fruatur ille uirtutis corona et ob 
cotidiana martyria stolatus agnum sequatur. Multae sunt mansiones apud 
patrem et stella ab stella differt in clarttate, mihi concede ut inter sancto- 
rum calcanea possim leuare caput; [ut] cum ego uouerim, ille perfece- 
rit; mihi ignoscas quia inplere non potui, illi tribuas praemium quod 
meretur. 

6. Plura fortasse quam epistulae breuitas patiebatur longo sermone 

protraxerim, quod mihi semper accidere consueuit quando aliquid de 
Bonosi nostri laude dicendum est. Sed ut ad id redeam unde discesse- 
ram, obsecro te, ne amicum qui diu quaeritur, uix inuenitur, difficile 
seruatur, pariter cum oculis mens amittat. Fulgeat quÜibet auro et pom- 
paticis ferculis corusca ex sarcinis metalla radient: caritas non potest 
conparari; dilectio preíium non habet; amicitia quae desinere potest, 
uera numquam fuit. 



12 1 Cor 15,41. 



88 



A Florentino 



4,1 



4 A FLORENTINO 

[SOBRE EL NACIMIENTO DE UNA AMISTAD] 



Florentino es un monje occidental, establecido en Belén, nota- 
ble por su servicialidad. Jerónimo no le conoce personalmente, pe- 
ro le considera el más indicado para entregar la carta anterior a su 
destinatario Rufino, cuando se presente por Tierra Santa. El gesto 
demuestra que los occidentales establecidos allí, aun no conocién- 
dose, practicaban la solidaridad típica de los emigrados proceden- 
tes de un ámbito comtm. 

La carta es de la misma fecha que la anterior, año 373. 

1. Hasta qué punto la fama de tu beatitud está en la boca 
de los más diversos pueblos, lo puedes comprobar por el hecho 
de que yo empiezo a amarte antes de conocerte. Como dice el 
Apóstol: ¿os pecados de ciertos hombres se ponen de manifiesto 
antes mismo del juicio ^; en tu caso, por el contrario, la fama de 
tu caridad se ha difundido de tal manera, que no es tanto de 
alabar quien te ama cuanto tenido por indigno quien no te ama. 
Paso por alto a muchísimos en quienes has confortado, alimen- 
tado, vestido y visitado a Cristo: el modo en que ayudaste al 
hermano Heliodoro en su necesidad bastaría para hacer hablar 
a los mudos. jCon cuánta gratitud, con qué reconocimiento re- 
cordaba la ayuda recibida de ti en las molestias de su peregrina- 
ción! Tanto que yo mismo, normalmente tan lento por mi pesada 
enfermedad, me apresuro como quien dice con pies alados a sa- 
ludarte con esta carta de amistad, pues con el deseo ya te he 

4 AD FLORENTINVM DE ORTV AMICITIAE 

1. Quantus beatitudinis tuae rumor diuersa populorum ora con- 
pleuerit, hinc poteris aestimare quod ego te ante incipio amare quam 
nosse. Vt enim apostelas ait; quorundam hominum peccata manifesta 
sunt praecedentia ad iudicium, ita e contrario tuae dilectionis fama dís- 
pergitur, ut non tantum laudandus sit ille qui te amat quam scelus pu- 
tetur faceré ille qui non amat. Praetermítto innumerabiles in quibus 
Christum sustentasti, pauisti, uestisti, uisitasti: Heliodori fratris a te 
adiuta necessitas mutonim etiam potest ora laxare. Quibus gratiis, que 
iUe praeconio peregrinationis incommoda a te fota referebat, ut ego 
ille tardissimus, quoniam intolerabilis languor, pinnatis, ut aiunt, pe- 
dibus charta caritatis et uoto te salutauerim et iam conplexus sim! Gra- 

1 1 Tim 5,24. 



4,2 



A Florentino 



89 



abrazado. Te felicito, pues, y ruego al Señor que se digne sellar 
nuestra naciente amistad. 

2. Nuestro hermano Rufino, del que se dice que ha veni- 
do de Egipto a Jerusalén en compañía de la santa Melania, está 
unido a mí con un particular afecto de fraternidad. Por eso te 
ruego no tengas a mal entregarle esta carta mía que va adjunta 
a la tuya. No me midas a mí por sus virtudes. En él podrás ver 
notables signos de santidad; yo, que soy pura ceniza, un puña- 
do del barro más vil, una pavesa, tengo bastante si, mientras 
vegeto, la debilidad de mis ojos puede soportar el esplendor de 
sus virtudes. El ha sido lavado hace poco, está limpio y blanco 
como la nieve; yo, en cambio, manchado con todas las inmundi- 
cias de mis pecados, día y noche me escondo con temblor para 
poder dar cuenta del último denario ^. Pero, como el Señor li- 
berta a los cautivos ^ y se complace con el humilde y con el que 
teme sus palabras, quizá también a mí, tendido en el sepulcro 
de mis culpas, me diga: «Jerónimo, sal fuera» El santo pres- 
bítero Evagrio te saluda cordialmente; y los dos, uniendo nues- 
tros respetos, saludamos al hermano Martiniano, a quien yo 
desearía ver; pero estoy atado por la cadena de mi enfermedad. 

tulor itaque tibi et nascentem amicitiam ut Dominas foederare dignetur 
precor. 

2. Et quia frater Rufinas, qui cum sancta Melania ab Aegypto 
Hierosolymam uenisse narratar, indiuidua mihi germanitatis caritate 
conexus est, quaeso ut epistulam meam huic tuae epistulae copulatam 
ei reddere non graueris. Noli nos ex eius aestimare uirtutibus. In iUo 
conspicies expressa sanctitatis insignia; ego cinis et uilissimi pars luti 
et iam fauilla, dum uegetoi^ satis habeo si splendorem morum eius in- 
becillitas oculorum meorum ierre sustineat. lile modo lauit, mundos 
est et tamquam nix dealbatus; ego cunctis peccatorum sordibus inqui- 
natus diebus ac noctibus opperior cum tremore reddere nouissimum 
quadrantem. Sed tamen quia Dominus soluit conpeditos, et super hu- 
milem et trementem uerba sua requiescít, forsitan et mihi in sepulchro 
scelerum iacenti dicat: «Hieronyme, ueni foras». Santas presbyter Eua- 
grius plurimam te salutat; et Martinianum fratrem iancto salutamus 
obsequio, quem ego uidere desiderans catena languoris innector. 



2 Cf. Mt 5,26. 
5 Sal 145,7. 
Cf. Jn U,43. 



90 



A Florentino 



5,1 



5 



A FLORENTINO 



[DESDE EL DESIERTO] 



Jerónimo está ya en el desierto de Caléis. Su necesidad de amis- 
tad no es tanto expresión de una carencia cuanto la vivencia de que 
el servicio al Señor no es posible sin el apoyo de la caridad frater- 
na. «Así, pues, haré lo que puedo, te mando esta carta que me re- 
presentará ante ti. Ausente con el cuerpo, me hago presente por el 
amor y en espíritu». 

También lo práctico es importante: Jerónimo encarga a Florenti- 
no que, cuando aparezca Rufino por los santos lugares, le pida los 
comentarios de Retido de Áutun sobre el Cantar de los Cantares, 
para copiarías, así como otros escritos que tiene prestados. En su 
vocación de escritor, Jerónimo sabe lo importante que es tener a 
mano abundancia de materiales. 

La carta termina con una noticia sobre un esclavo de Florenti- 
no, que se encuentra entonces en Antioquía. 

La fecha puede muy bien ser el año 376. 



1. Hasta el rincón del desierto en que vivo, allí donde Si- 
ria limita con la región de los sarracenos, me ha sido traída una 
carta de tu dilección, y al leerla, de tal manera se ha vuelto a 
encender mi deseo de ir a Jerusalén, que lo que hubiera aprove- 
chado a la amistad a punto ha estado de echar a perder mi santo 
propósito de vida monacal. Así, pues, haré lo que puedo: te man- 
do esta carta que me representará ante ti. Ausente con el cuer- 
po, me hago presente por el amor y en espíritu, para pedirte 
encarecidamente que ni el tiempo ni la lejanía de los lugares rom- 
pan esta naciente amistad, que ha sido consolidada con el vín- 
culo de Cristo. Confirmémosla más bien con cartas recíprocas 
que corran del uno al otro, se crucen por el camino y hablen 



1. In ea mihi parte heremi commoranti quae iuxta Syriam Sarra- 
cenis iungitur tuae dilectionis scripta sunt perlata, quibus lectis ita reac- 
census est animus Hierosolymam proficiscendi, ut paene nocuerit 
proposito quod profuerit caritati. Nunc igitur quomodo ualeo pro me 
tibi litteras reptaesento. Etsi corpore absens, amore et splritu uenio 
inpendio exposcens ne nascentes amicitias, quae Christi glutino co- 
haeserunt, aut temporis aut locorum magnitudo diuellat. Quin potius 
foederemus cas reciprocis epistulis; illae Ínter nos currant, iUae se 



5 



ÁD FLORENTINVM 



5.2 



A Florentino 



91 



con nosotros. No perderá mucho nuestra amistad si conversa con- 
sigo misma con este lenguaje. 

2. Según escribes, nuestro hermano Rufino aún no ha lle- 
gado, y aunque llegara, de poco iba a servir a mi deseo, pues 
ya no le podré ver. Porque él está a tanta distancia de mí, que 
no podría llegarse hasta aquí, y yo estoy tan apartado en los con- 
fines del desierto que he escogido, que empieza a no serme líci- 
to aquello a lo que he renunciado. Por eso te ruego y te suplico 
encarecidamente le pidas que te deje, para copiarlos, los comen- 
tarios del bienaventurado Reticio, obispo de Autun, en que con 
sublime lenguaje diserta sobre el Cantar de los Cantares. Tam- 
bién me ha escrito alguien del pueblo del antedicho hermano, 
el anciano Pablo, diciéndome que en poder de Rufino obra un 
códice de Tertuliano que es suyo, y se lo reclama con urgencia. 
Te ruego asimismo que de los libros de Rufino mandes a un es- 
cribiente copiar en papel los que por la nota adjunta verás que 
me faltan. Te pido igualmente que me remitas el Comentario a 
los Salmos davídicos y el otro libro muy extenso de San Hilario 
sobre los Sínodos, que yo mismo copié de propia mano para él 
en Tréveris. Bien sabes que el alimento del alma cristiana es me- 
ditar la ley del Señor día y noche. A otros das albergue, los alientas 
con tu consuelo y ayudas con tus bienes; si a mí me procuras 
lo que te pido, me habrás dado mucho. Y como por gracia del 
Señor dispongo de una biblioteca sagrada rica en códices, man- 
da a tu vez: te enviaré todo lo que quieras. Y no pienses me 
vas a molestar si pides: tengo discípulos que se dedican al arte 
de la transcripción. Ni aun así es grande el beneficio que pro- 
meto para lo que pido. El hermano Heliodoro me contó que bus- 

obuient, illae nobiscum loquantur. Non multum perditura erit caritas 
si tali secum sermone fabuletur. 

2. Rufinus autem frater, ut ser ibis, necdum uenit, et si uenerit 
non multum proderit desiderio meo cum eum iam uisurus non sim. 
Ita enim et ille longo a me interuallo separatas est ut huc non possit 
currere, et ego arreptae solitudinís terminis arceor ut coeperit mihi iam 
non licere quod nolui. Ob hoc et ego obsecro et, ut tu petas, pluri- 
mum quaeso, ut tibi beati Reticü Augustodunensis episcopi commen- 
tarios ad describendum largiatur, in quibus Canticum Canticorum 
sublimi ore disseruit. Scripsit mihi et quídam de patria supra dicti £ra- 
tris Rufini Paulus senex Tertulliani suum codicem apud eum esse, quem 
uehementer repoposcit. Et ex hoc quaeso ut eos libros, quos non ha- 
bere me breuis subditus edocebit, librarii manu in charta scribi iubeas. 
Interpretationem quoque psalmorum Dauiticorum e prolixum ualde de 
synodis librum sancti Hilarii, quae ei apud Treueris manu mea ipse 
descripseram, aeque ut mihi transieras peto. Nosti hoc esse Christia- 
nae animae, pabiüum si in lege Domini meditetur die ac nocte. Cete- 



92 



A florentino 



5,3 



cas muchas cosas sobre la Escritura que no encuentras. Aunque 
las tuvieras todas, tu amor te acuciaría a pedir más. 

3. Respecto del actual amo de tu esclavo, sobre el que te 
has dignado escribirme, no cabe duda de que quiere traficar con 
él, y yo mismo pude ver cómo el presbítero Evagrio, cuando aún 
estaba yo en Antioquía, lo reprendió en mi presencia. El con- 
testó: «yo no tengo por qué temer». El joven dice que ha sido 
puesto en libertad por su dueño. Si lo queréis, ahí está; man- 
dadlo adonde deseéis. Yo creo que no hago mal si impido que 
este individuo vagabundo siga huyendo. Por eso, al no poder 
yo, encerrado como estoy en este desierto, hacer lo que mandas- 
te, he pedido a mi querido Evagrio que, tanto por ti como por 
mí, se ocupe de este asunto con todo interés. 

ros hospitio recipis, solacio foues, sumptibus iuuas; mihi si rogata 
praestiteris multa largitus es. Et quoniam tribuente Domino multis sa- 
crae bibliothecae codicibus abundamus, impera uicissim: quodcumque 
uis mittam. Nec putes mihi graue esse si iubeas: habeo alumnos qui 
antiquariae arti seruiant. Ñeque uero beneficium pro eo quod postulo 
polliceor. Heliodorus f rater mihi indicauit te multa de scripturis quae- 
rere nec sic inuenire; aut si omnia habes, incipiet sibi caritas uindicare 
plus petere. 

3- Magistrum autem pueri tui de quo dignatus es rescríbere, quem 
plagiatorem esse eius non dubium est, saepe Euagrius presbyter dum 
adhuc Antiochiae essem me praesente corripijit. Cui ílle rcspondit: «ego 
nihil timeo». Dicit se a domino suo fuisse dimissum et, si uobis pla- 
cet, ecce hic est; transmittite eum quo uultis. Arbitror me non peccare 
si honiinem uagum non sinam longius fugere. Quapropter quia ego in 
hac solitudine constitutus non possum a^ere quod iussisti, rogaui ca- 
rissimum mihi Euagrium ut tam tui quam me causa instanter nego- 
tium prosequatur. 



6,1 



A Juliano, diácono de Aquileya 



93 



6 A JULIANO, DIÁCONO DE AQUILEYA 

[JERÓNIMO LE CONFÍA EL CUIDADO DE SU HERMANA] 

«La continua enfermedad y tristeza del alma» habían impedido 
a Jerónimo cumplir con sus más obligados corresponsales, como 
Juliano, quien no se recatara de echarle en cara su tacañería episto- 
lar. Y con razón. Subdiácono de Aquileya, Juliano se había ocupa- 
do de la hermana de Jerónimo y la había orientado hacia la vida 
en común con un grupo de vírgenes. Esto le constituía no sólo en 
su director espiritual, sino, en cierta medida, en el responsable de 
la misma salud de la joven. 

La carta parece anterior a la etapa de Calcis, finales del año 373, 

1. Es refrán antiguo que «los mentirosos tienen la culpa 
de que no se crea a los que dicen la verdad». Al reprenderme 
tú de mi silencio epistolar, veo que eso es lo que me ha ocurrido 
a mí. ¿Diré que te he escrito muchas veces, pero que hubo ne- 
gligencia en los carteros? Me responderías que ésta es la excusa 
de todos los que no escriben. ¿Te diré que no he encontrado quien 
me llevara las cartas? Me replicarías que hay muchísimos que 
van de acá hacia allá. ¿Insistiré en que se las di? Pero como ellos 
no las entregaron, lo negarían, y este pleito entre ausentes que- 
daría sin decidir. ¿Qué hacer entonces? Pediré perdón aun sin 
haber tenido culpa; porque pienso que es mejor pedir la paz, 
cediendo de mi posición, que no suscitar una reyerta por man- 
tenerme en mi verdad. El hecho es que la continua Gníermedad 
del cuerpo y la tristeza del alma me han consumido hasta tal 
punto que, con la muerte a la vista, no me acordaba ni de mí 
mismo. Y para que no pienses que es falso, conforme al estilo 
oratorio, una vez expuestos los argumentos, llamaré a los testigos. 

6 AD IVLLiNVM DIACONVM AQUILEIAE 

1. Antiquus sermo est: «mendaces faciunt, ut nec uera dicenti- 
bus credatur»; quod mihi ego a te obiui^atus de silentio litterarum ac- 
cidisse uideo- Dicam: «saepe scripsi, sed neglegentia baiulorum fuit?» 
respondebis: «omnium non scribentium uetus ista excusatio est». Di- 
cam: «non repperi qui epistulas ferret»? dices hinc illuc isse quam plu- 
rúnos. Contendam me etiam his dedisse?, at illi, quia non reddiderunt, 
negabunt et erit inter absentes incerta cognitio. Quid igitur faciam? 
Sine culpa ueniam postulabo rectius arbitrans pacem loco motus pete- 
re quam aequo gradu certamina concítate; quamquam ita me iugis tam 
corporis aegrotatio quam anímae aegritudo consumpsit, ut morte in- 
minente nec mei paene memor fuerim. Quod ne falsum pu tes, oratio 
more post argumenta testes uocabo. 



94 



A Juliano, diácono de Aquileya 



6,2 



2. Aquí ha estado el santo hermano Heliodoro, que quería 
morar conmigo en el desierto, pero ahuyentado por mis peca- 
dos se volvió atrás. Además, la locuacidad de hoy compensará 
toda la culpa pasada. Como dice Flaco en una sátira: «todos los 
cantores tienen el mismo fallo cuando están entre sus amigos», 
que si se les ruega, jamás cantan, y si nadie se lo pide, «no paran 
de cantar» ^ Así también yo, en adelante te voy a abrumar con 
tantos mazos de cartas que me tengas que rogar, al contrario de 
ahora, que no escriba. Me alegro seas tú el primero que me das 
la noticia de que mi hermana, hija tuya en Cristo, persevera en 
lo que empezara. Porque aquí donde ahora estoy no sólo ignoro 
lo que pasa en mi patria, sino aun si mi patria misma todavía 
existe. Y aun cuando «la víbora hibera» ^ sigue desgarrándome 
con dicterios siniestros, no temo el juicio de los hombres, pues 
he de tener mi propio juez: «Aun cuando roto se desplome el 
orbe, sus ruinas me alcanzarán tranquilo» ^ Por eso te ruego 
que, recordando aquel precepto del Apóstol en que nos enseña 
que nuestra obra debe resistir consigas para ti la recompen- 
sa del Señor, procurando la salud de ella, y a mí me alegres cada 
vez más con tus frecuentes noticias sobre la que es nuestra glo- 
ria común en Cristo. 



2. Sanctus frater Heliodorus hic adfuit qui, cum mecum here- 
mum uellet, incolere, meis sceleribus fugatus abscessit. Aferum omnem 
culpam praesens uerbositas excusabit. Nam, ut ait Flaccus in satura; 
«ómnibus hoc uitium est cantoribus, inter axnicos» rogati ut numquam 
cantent, «iniussi numquam desistant», ita te deinceps fascibus obruam 
litterarum, ut e contrario incipias rogare ne scribam. Sororem meam, 
filiam in Christo tuam, gaudeo te primum nuntiante in eo permanere 
quo coeperat. Hic enim ubi nunc sum, non solum quid agatur in pa- 
tria, sed an ipsa patria perstet, ignoro. Et licet me sinistro Hibera ex- 
cetra rumore dilaniet, non timebo hominum iudicium habiturus iudicem 
meum: «si fractus inlabatur orbis, inpauidum ferient ruinae». Quaprop- 
ter quaeso ut apostolici memor praecepti quo docet opus nostrum per- 
manere deberé, et tibi a Domino praemium in iUius salute pares et me 
de communi in Christo gloria crebris reddas sermonibus laetiorem. 



1 Horacio, Sat. I 3,1-3. 

2 Una alusión parecida se encuentra en la carta 16,2, donde habla del 
«enemigo incansable» que le sigue hasta el desierto. ¿Será la maledicencia en 
general o serán personas concretas? 

5 Horacio, Carm. III 3,7-8. 
4 Cf. 1 Cor 3,14. 



7,1 



A Cromado, Jovino y Eusebio 



95 



7 A CROMACIO, JOVINO Y EUSEBIO 

[RECUERDOS Y EFUSIONES DE AMISTAD] 



En ¿a soledad del desierto, Jerónimo repasa la lista de sus incon- 
dicionales. Evagrio, en una de sus periódicas visitas, le ha llevado 
una breve carta llegada de Aquileya. La firman Cromado, su her- 
mano Eusebio y un amigo de ambos, Jovino, Los tres llevan vida 
común, junto a otros, en la casa materna de los dos primeros. Para- 
lelamente y bajo el mismo techo, se ha ido formando en tomo a 
la madre un grupo de vírgenes, entre las que posiblemente figuraba 
la hermana de Jerónimo. Este se alegra de tener noticias de ellos, 
aunque se queja amargamente de la brevedad de la carta. Mérito 
de estos monjes domésticos es haber resistido al empuje del arria- 
nismo. Algún día Cromado, futuro obispo de Aquileya, desempe- 
ñará un papel de moderación en la vida de Jerónimo, 

La carta es de la época de Calcis, posiblemente del año 376. 

1. El papel no debe separar a quienes ha unido el mutuo 
amor, ni el obsequio de mi palabra se os ha de repartir por sepa- 
rado, cuando de tal manera os amáis mutuamente, que la amis- 
tad os ha unido a los tres no menos fuertemente que la naturaleza 
asoció a dos de vosotros. Si ello fuera posible, querría yo ence- 
rrar en el trazado de una sola letra vuestros tres nombres indi- 
visos, pues vuestra carta me está convidando a que mire a los 
tres en uno y en los tres a uno ^ La verdad es que cuando me 
la trajo el santo varón Evagrio a esta parte del desierto que se 
extiende entre sirios y sarracenos, mi gozo fue tal que superé 
la felicidad de Roma el día en que se anunció que, por vez pri- 
mera después de Cannas, habían sido derrotados por Marcelo 
junto a Ñola los soberbios escuadrones de Aníbal. Pero aunque 
dicho hermano me visita con frecuencia y me quiere en Cristo 
como a sus propias entrañas, está separado de mí por tan larga 

7 AD CHROMATIVM, lOVINVM, EVSEBIVM 

1. Non debet charta diuidere quos amor mutuas copulauit, nec 
per singulos of ficia mei sunt partienda sermonis, cum sic inuicem uos 
ametis ut non minos tres caritas iungat quam dúos natura sociauit. Quin 
potius, si rei condicio pateretur, sub uno litterulae ápice nomina in- 

^ Responde Jerónimo a una carta de Cromado (cf. Carta 8), no de los tres. 
De ahí este complicado juego de ironía. 



96 



A Cromado, Jovino y Ensebio 



7,2 



distancia, que no me ha dejado menos soledad al marcharse que 
alegría me trajo viniendo. 

2. Ahora converso con vuestra carta, la abrazo, y ella con- 
versa conmigo, porque aquí sólo ella sabe latín. Aquí, o apren- 
des, ya de viejo, una lengua bárbara o tienes que callarte. Cada 
vez que los signos impresos por una mano familiar me ponen 
delante vuestros rostros tan queridos para mí, o yo dejo de estar 
aquí o sois vosotros los que os acercáis a mí. Creed a mí amor, 
que os dice verdad: también mientras os escribía ésta os estaba 
viendo. Pero para comenzar, voy a quejarme de algo: ¿cómo es 
posible que me hayáis escrito una carta tan corta, cuando tan 
enormes espacios de mar y tierra se interponen entre nosotros? 
¿Será porque así lo he merecido, por no haberos escrito yo an- 
tes, como me escribís? Papel no creo que os faltara, pues sigue 
el comercio con Egipto. Y si algún Ptolomeo hubiera cerrado 
los mares, el rey Atalo hubiera mandado pieles de Pérgamo para 
compensar con ellas la escasez de papel (desde entonces se ha 
mantenido hasta hoy el nombre de pergamino, que la posteri- 
dad se ha ido transmitiendo de mano en mano). Entonces, ¿qué? 
¿Pensaré que el mensajero os daba prisa? Pero para una carta, 
por larga que sea, basta una noche. ¿Es que os apremiaba algún 
negocio? Pero no hay negocio mayor que la amistad. Sólo que- 
dan dos hipótesis: o vosotros habéis tenido pereza o yo no lo 

diuisa concluderem, uestris queque ita me litteris prouocantibus ut ct 
in uno tres et in tribus unnum putarem. Nam postquam sancto Eua- 
grio transmittente in ea ad me heremi parte delatae sunt quae ínter 
Syros ac Sarracenos uastum limitem ducit, sic gauisus sum, ut illum 
diem Romanae felicítatis quo primum MarceUi apud Nolam proelio post 
Cannensem pugnam superba Hannibalis agmina conciderunt ego uice- 
rim. Et ücet supra dictus frater saepe me uisitet atque ita ut sua in 
Christo uiscera foueat, tamen longo a me spaio seiunctus non minus 
mihí dereliquit abeundo desiderium quam adtulerat ueniendo laetitiam. 

2. Nunc cum uestris litteris fabuloi; ülas amplexor, iUae mecum 
loquuntur, iUae hic tantum Latine sciunt. Hic enim aut barbarus se- 
misermo discendus est aut tacendum est. Quotienscumque caríssimos 
mihi uultus notae manus referunt inpressa uestigia, totiens aut ego hic 
non sum aut uos hic estis. Credite amori uera dicenti: et cum has scri- 
berem uos uidebam. Quibus hoc primum querer cur tot interiacenti- 
bus spatiis maris atque terrarum tam paruam epistulam miseritis, nisi 
quod ita merui quí uobis, ut scribitis, ante non scripsi. Chartam de- 
fuisse non puto Aeg3^to ministrante commercia. Et si aliqui Ptolomaeus 
maria claussiset, tamen rex Attalus membranas e Pergamo miserat, ut 
penuria chartae peUibus pensaretur; unde pergamenarum nomen ad 
hanc usque diem tradente sibi inuicem posteritate seruatum est. Quid 
igitur? arbitrer baiulum festinasse quamuis longae epistulae una nox 
sufficit. An uos aliqua occupatione detentos? NuUa necessitas maior 



7,3 



A Cromado, Jovino y Busebio 



97 



he merecido. De las dos, prefiero acusaros a vosotros de pereza 
antes que condenarme a mí mismo de demérito, porque más fá- 
cil es corregirse de negligencia que no conseguir nazca el amor. 

3. Bonoso, según me escribís, como hijo del ix^úos (del 
pez, símbolo de Cristo) se ha ido en busca del agua; yo, man- 
chado aún con toda la antigua suciedad, busco, igual que los 
basiliscos y escorpiones, lugares secos. El pisa ya la cabeza de 
la culebra; yo soy aún pasto de la serpiente, condenada por divi- 
na sentencia a comer tierra. El puede subir ya hasta el último 
de los salmos graduales; yo todavía estoy llorando en el primer 
escalón y no sé si algún día podré decir: he levantado los ojos 
a los montes de donde ha de venir el auxilio ^. El, entre las olas 
amenazadoras del siglo, se ha acogido a la seguridad de una is- 
la, es decir, al regazo de la Iglesia, y está quizá, a ejemplo de 
Juan, devorando un libro ^; yo, que estoy tendido en el sepul- 
cro de mis culpas y estoy atado por los lazos de mis pecados, 
espero el grito del Señor en el evangelio: «Jerónimo, sal fue- 
ra» ^. Y como, según el profeta, toda la fuerza del diablo está 
en la cintura, Bonoso ha Uevado su ceñidor ' más allá del 
Eufrates ^, lo ha escondido en un hueco de la roca y después, 
encontrándolo roto aüí mismo, ha cantado: Señor^ tú has poseído 
mis ríñones, has roto mis cadenas, te ofreceré sacrificio de alaban- 
za ^\ sl mí, el verdadero Nabucodonosor me ha deportado en- 
tre cadenas a Babilonia, o lo que es lo mismo, a la confusión 
de mi alma; aHí me ha impuesto el yugo de la cautividad, y echán- 
dome una argolla al cuello, me ha mandado cantar un cántico de 

est caritate. Restant dúo, ut aut uos piguerit aut ego non meruerim. 
E quibus malo uos incessere tardidatis quam me condemnare non me- 
riti. FaciÜus enim neglegentia emendari potest quam amor nasci. 

3. Bonosus, ut scribitis, quiasi filius IxOvos aquosa petiit, nos prís- 
tina contagione sordentes quasi reguK et scorpiones arentia quaeque 
sectamur. lUe iam calcat super colubri caput, nos serpenti terram ex 
diuina sententia comedenti adhuc cibo sumus. lUe iam potest summum 
graduum psalmum scandere, nobis adhuc in primo ascensu fíentibus 
nescio an dicere aliquando contingat: lemui aculas meos in montes, unde 
uentat auxilium mihi. Ule inter minaces saeculi fluctus in tuto insulae, 
hoc est ecclesiae gremio, sedens ad exemplum lohannis líbrum forte 
iam deuorat, ego in scelerum meorum sepulchro iacens et peccatorum 
uinculis conligatus dominicum de euangelio expecto clamorem: «Hie- 
ronyme, ueni foras.» Bonosus, inquam — quia secundum prophetam 
omnis diaboli uirtus in lumbo est — tcans Euphraten tulit lurabare sumn, 
ibi illud in foramine petrae abscondens, et postea scissum repperíens 
cecinit: Domine, tu possedisti renes meos; disrupisti uincula mea, tibí sa- 



2 Sal 120,1. 
5 Cf. Ap 10,10. 



4 Cf. Jn 11,43. 

5 Cf . Job 40,11. 



6 Cf. Jr 13,4-7. 

7 Sal 138,13. 



98 



A Cromado, ]ovino y Ensebio 



7,5 



Sión ^. Pero yo le he respondido: El Señor libera a los cautivos, 
el Señor ilumina a los ciegos ^. Y para resumir en breves palabras 
el parangón empezado: yo pido perdón, él está esperando la corona. 

4. Mi hermana es fruto en Cristo del santo Juliano. El ha 
plantado, regad vosotros y el Señor dará crecimiento. Jesús me 
la ha dado como compensación por la herida que el diablo me 
infligiera, y me la ha devuelto viva después de muerta. Por ella, 
como dice el poeta gentil, lo temo todo, aun lo más seguro 
Vosotros mismos sabéis lo resbaladizo que es el camino de la 
juventud, en el que también yo resbalé y por el que vosotros 
no pasasteis sin miedo. Especialmente ahora que está entrando 
en él, ha de ser sostenida por las enseñanzas de todos, alentada 
por los consuelos de todos, es decir, ha de ser fortalecida por 
frecuentes cartas de vuestra santidad. Y, pues la caridad todo 
lo soporta, os ruego que pidáis también al papa Valeriano cartas 
de aliento para ella. Sabéis muy bien que los ánimos de las don- 
cellas se afianzan con esas atenciones por saberse objeto de la 
solicitud de sus superiores 

5. En mi pueblo natal, donde toda rusticidad tiene asien- 
to, el vientre es Dios ^ y se vive al día, es más santo quien es 
más rico. A esta olla, como dice el trillado refrán popular, se 
le ha juntado digna cobertera, el obispo Lupicino, de quien se 
puede decir también aquello que, según cuenta Lucillo, hizo reír 
a Craso por primera vez en su vida ^: «cuando el asno come 
cardos, sus labios tienen la lechuga que merece». Es decir, un 

crificabo hostiam laudis; me uerus Nabuchodonosor ad Babylonem, id 
est confusionem mentis meae, catenatum duxit; ibi mihi captiuitatis 
iugum inposuit, ibi ferri circulum innectens de canticis Sion cantare 
praecepit. CuÍ ego dixi: Dominus soluit compeditos, Dominus inlumi- 
nat caecos; et, ut breuiter coeptam dissimilitudinetn finiam, ego ueniam 
deprecor, lUe expectat coronam. 

4. Sóror mea sancti luliani in Christo fructus est: ille plantauit, 
uos rigate, Dominas incrementum dabit. Hanc mihi lesus pro eo uul- 
nere quod diabolus inflixerat praestitit, uiuam leddendo pro mortua. 
Huic ego, ut ait gentiUs poeta, omnia etiam tuta timeo. Scitis ipsi lu- 
bricum adulescentiae iter in que et ego lapsus sum et uos non sine ti- 
more transistis. Hoc illa cum máxime ingrediens omnium fulcienda 
praeceptis, omnium est sustentanda solaciis, id est crebris uestrae sanc- 
titudinis epistulis roboranda. Et quia caritas omnia sustinet, obsecro 
ut etiam a papa Valeriano ad eam confortandam litteras exigatis. Nos- 
tis puellares ánimos his rebus plerumque solidari, si se intellegant cu- 
rae esse maioribus. 



8 Cf. Sal 136,3-5. " Ibid., 298. 

9 Sal 145,7-8. 12 Cf. Flp 3,19. 

10 Virgilio, Aen. IV 293. ^ Cf Cicerón, De finibus V 92. 



7.6 



A CromaciOy Jovino y Ensebio 



99 



débil piloto gobierna una nave que hace agua y un ciego guía 
a otro ciego para dar los dos en la hoya, y cuales son los gober- 
nados tal es el gobernante. 

6. Saludo con el respeto que sabéis a vuestra común ma- 
dre, que está unida con vosotros por su santidad, aunque os aven- 
taja por haber dado a luz tales hijos, madre cuyo seno bien puede 
llamarse de oro. Saludo igualmente a vuestras hermanas, dignas 
de la admiración de todos, pues a la vez han vencido al siglo 
y a su propio sexo, y con sus lámparas bien provistas de aceite 
esperan el advenimiento del esposo. ¡Bienaventurada casa, en 
la que habitan la viuda Ana, vírgenes profetisas y un doble Sa- 
muel criado en el templo! ¡Afortunados techos bajo los que ve- 
mos a una madre mártir ceñida con las coronas de los mártires 
macabeos! Pues si es cierto que cada día confesáis a Cristo por- 
que guardáis sus mandamientos, ahora a esa gloria personal se 
ha añadido el testimonio público y notorio de que la vieja pon- 
zoña de la herejía arriana ha sido desterrada de vuestra ciudad 
por obra vuestra. Quizá os extrañe que, al final de la carta, he 
vuelto de nuevo a empezar. ¡Qué le vamos a hacer! No tengo 
fuerzas para dejar de decir lo que siente mi corazón. Si la breve- 
dad de la carta me fuerza a callar, mi afecto hacia vosotros me 
obliga a hablar; lenguaje desordenado, discurso confuso e inco- 
nexo: el amor no sabe de orden. 

5. In mea enim patria rusticitatis uernacula deus uenter est et 
de die uiuitur: sanctior est ille qui ditior est. Accessit huic patellae iuxta 
tritum populi sermone prouerbium dignum operculum, Lupicinus sa- 
cerdos — secundum iUud quoque, de que semel in uita Crassum ait ri- 
sisse Lucilius: «semilem habent labra lactucam asino cardas 
comedente» — , uidelicet ut perforatam nauem debilis gubernator re- 
gat, et caecus caecos ducat in foueam, talisque sit rector quales illi qui 
reguntur. 

6. Matrem communem, quae cum uobis sanctitate societur in eo 
uos praeuenit quia tales genuit, cuius uere uenter aureus potest dici, 
eo salutamus honore que nostis; una quoque suspíciendas cunctis só- 
rores quae sexum ulcere cum saeculo, quae oleo ad lampadas largiter 
praeparato sponsi opperiuntur aduentum. O beata domus, in qua mo- 
rantur Anna uidua, uirgines prophetissae, geminus Samuhel nutritus 
in templo! O tecta felicia, in quibus cernimus Macchabaeorum mart- 
yrum coronis cinctam martyrem matrem! nam licet cotidie Christum 
conf iteamini, dum eius praecepta seruatis, tamen ad priuatam gloriam 
publica haec accessit uobis et aperta confessio, quod per uos ab urbe 
uestra Arriani quondam dogmatis uirus exclusum est. Et miremini for- 
sitan quod in fine iam epistulae rursus exorsus sim. Quid faciam? uocem 
pectori negare non ualeo. Epistulae breuitas conpellit tacere, deside- 
rium uestri cogit loqui. Praeproperus sermo; confusa turbatur oratio; 
amor ordinem nescit. 



100 



A Niceas, subdiácono de Aquileya 



8 



8 A NICEAS, SUBDIÁCONO DE AQUILEYA 

[LE PIDE CORRESPONDENCIA EPISTOLAR] 



Antioquta era lugar obligado de encuentro para los peregrinos 
que de Occidente se dirigían a Tierra Santa o Egipto, y para los 
que de allí regresaban. Tal fue el caso de Niceas, subdiácono de 
Aquileya, a quien Jerónimo había atendido con todo esmero. Ahora 
le pide, como signo de la incipiente amistad, un recuerdo epistolar 
que la conserve y la haga crecer: «contéstame aunque sea enfadado». 

La fecha puede ser el año 376. 

Dice el cómico Turpilio, tratando del intercambio de cartas: 
«ésta es la única cosa que hace presentes a los ausentes ^ Sen- 
tencia no falsa, aunque esté dicha en el contexto de una farsa. 
Porque ¿qué cosa hay, por decirlo así, tan presente entre los ausen- 
tes como hablar con los que amamos, y oírlos hablar, por medio 
de las cartas? Ya aquellos aborígenes de Italia, a los que Ennio 
llama cascos y de los que Cicerón en su Retórica ^ dice que se 
alimentaban con comida de fieras, antes de la invención del pa- 
pel y del pergamino, solían comunicarse unos con otros por car- 
tas que escribían en tablillas pulidas de madera o en las cortezas 
de los árboles. De ahí que se llame «tabelarios» a los portadores 
de las cartas, y a los escritores, «libreros», del «liber» de los ár- 
boles. Pues ¡con cuánta^más razón, ahora que el mundo está tan 

8 AD mCEAM HYPODIACONVM AQVILEIAE 

Turpilius comicus tractans de uicissitudine litterarum: «sola», in- 
quit, «res est, quae homines absentas praesentes faciat». Nec falsam 
dedit, quamquam in re non uera, sententiam. Quid enim est, ut ita 
dicam, tam praesens Ínter absentas, quam per epistulas et adloqui et 
audire quos diligas? Nam et rudes illi Italiae homines quos cascos £n- 
nius appellat, quí sibí, ut in Rhetoricis Cicero ait, uictu fero uitam le- 
quizebant, ante chartae et membranarum usum aut in dedolatis ex ligno 
codicellis aut in corticibus arborum mutua epistularum adloquia mis- 
sitabant; unde et portitores eanim tabellarios, et scriptores a libris ar- 
borum librarios uocauere. Quanto igitur nos expolito iam artibus mundo 
id non debemos omitteie quod sibi praestiterunt apud quos erat cruda 
rusticitas, et qui humanitaren quodammodo nesciebant! Ecce beatus 
Chromatius cum sancto Eusebio, non plus natura quam morum sibi 
aequaUtate germano, litterario me prouocauit of f icio. Tu modo a nobis 

^ Sólo dichos esporádicos se conservan de este autor de los años DO a. C. 
2 Cicerón, De invent. tethorica I 2,3-6. 



9 



A Crisocomas, monje de Aquileya 



101 



pulido por las artes, no debemos omitir nosotros lo que ya hi- 
cieron hombres que vivían en tosca rusticidad y apenas sabían 
lo que era trato humano! Pues ya ves, el bienaventurado Cro- 
macio, con el santo Eusebio, hermano suyo tanto por naturaleza 
como por igualdad de carácter, me ha sorprendido con el obse- 
quio de una carta suya. Tú, al marcharte hace poco de mi lado, 
más que desgarrar descoses nuestra naciente amistad, cosa que 
discretamente prohibe Lelio ^. A menos que te sea tan aborre- 
cido el Oriente que temas venga aquí ni siquiera una carta tuya. 
Despiértate, despierta y sal de tu sueño, y da a la amistad si- 
quiera una hoja de papel mientras disfrutas de las delicias de 
la patria y añoras la peregrinación que hicimos juntos un día. 
Si me quieres, contéstame; si estás enfadado, contéstame aun- 
que sea enfadado. En mi soledad tendría un gran alivio si reci- 
biera una carta de mi enfadado amigo. 

9 A CRISOCOMAS, MONJE DE AQUILEYA 

[SIGUE PIDIENDO CORRESPONDENCIA EPISTOLAR] 



No comprende Jerónimo que la vida monacal pueda hacer olvi- 
dar a algunos amistades profundas de antaño. Crisocomas es uno 
de los muchos personajes que pueblan los recuerdos juveniles de 
Jerónimo. A todos se cree deudor, de todos piensa haber aprendido 
algo. De Crisocomas, con quien compartía la amistad de Heliodo- 
rOy hubiera esperado la exteriorización de esa carta que dice Pabh 
estar escrita en el corazón de todos los cristianos (cf. 2 Cor 3,2), 
cuánto más de quienes han vivido una acendrada amistad. 

Fecha probable, el 376. 

abiens recentem amicitiam scindis potius quam dissuis, quod pruden- 
ter Laelius uetat; nisi forte ita tibi exosus est Oriens ut litteras queque 
tuas huc uenire formides. Expergiscere, expeigiscerei euigila de som- 
no, praesta unam chartae scedulam caritati ínter delicias patriae et com- 
munis quam habuimus peregrinationis aliquando suspiria. Si amas, 
rescribe; si irasceris, iratus licet scribe. Magnum et hoc desiderii habe- 
bo solamen, si amici litteras uel indignantis accipiam. 



9 AD CHRYSOCOMAM MONACHVM AQVILEIAE 

Qui ei^a te affectus meus sit, carissimus ambobus Heliodorus tibi 
potuit fideliter nuntiare, qui non minori te diligit amore quam diligo, 

^ Cicerón, De amicitia XXI 76. 



102 



A Crisocomas, monje de Aquileya 



9 



Cuánto sea mi afecto hacia ti, te lo ha podido contar nues- 
tro queridísimo Heliodoro, que no te ama con menor amor que 
yo. Hi nombre resuena continuamente en mis labios, de forma 
que con cualquier motivo recuerdo tu gratísima compañía, ad- 
miro tu humildad, encomio tu virtud y pregono tu caridad. Sin 
embargo, al igual que los linces, que por cualidad ingénita ape- 
nas miran atrás, se olvidan de lo pasado y se les borra de la me- 
moria lo que dejan de ver sus ojos, así también tú te has olvidado 
por completo de mi amistad y has borrado aquella carta que el 
Apóstol dice que está escrita en el corazón de los cristianos ^; 
y la has borrado no por encima, sino como quien dice hasta la 
última capa de cera. Por cierto que esas fieras de que te hablo 
capturan a veces bajo las ramas frondosas de un árbol animales 
tímidos, como cabras que huyen o ciervos; y a la presa que co- 
rre en vano, pues lleva el enemigo a la espalda, la desgarran de 
arriba abajo con rabioso diente, y ya no se acuerdan de cazar 
hasta que el vientre vacío acucia sus secas fauces. Pues tan pronto 
como su voracidad se harta de sangre y llena sus dilatadas en- 
trañas, a la hartura sucede el olvido, y ya no sabrán lo que es 
cazar hasta que el hambre se lo recuerde de nuevo. Pero tú, que 
aún no estás harto de mí, ¿por qué unes el fin con el principio? 
¿Por qué sueltas antes de asir? A no ser que alegues la excusa, 
compañera eterna de la negligencia, de que no tenías nada que 
escribir. Pues deberías escribirme eso mismo: que no tienes na- 
da que escribir. 

ut ego semper in ore meo nomen tuum sonem, ut ad primam quamque 
confabulationem uucundissimi mihi tui consortii recorder, ut humili- 
tatem admirer, uirtutem efferam, praedicem caritatem. Verum tu, quod 
natura lynces insitum habent, ne post tergum respicientes meminerint 
priorum et mens perdat quod oculi uidere desierint, ita nostrae neces- 
situdinis penitus oblitus epistulam, quam in corde Christianorum scrip- 
tam apostolus refert, non praepeti litara sed imis, quod aiunt, ceris 
erasisti. Et illae quidem, quas diximus, ferae sub frondente captantes 
arboris ramo fugaces capreas aut timidum, ceruos, animal conprehen- 
dunt currentemque frustra praedam, dum hostem suum secum uehit, 
rábido desuper ore dilaniant et tam diu meminere praedandi quam diu 
uenter uacuus siccum fame guttur exasperat; ubi uero sanguine pasta 
feritas uiscera distenta conpleuerit, cum saturitate succedit obliuio tam 
diu nescitura quid capiat, doñee memoriam reuocauerit esuries. Tu nec- 
dum satiatus e nobis cur finem iungis exordio? Cur amitis, antequam 
tencas? Nisi forte neglegentiae semper excusatione socia adseras te non 
habuisse quod scriberes, cum hoc ipsum debueris scribere aliud te non 
habuisse quod scriberes. 



1 Cf. 2 Cor 3,2. 



10,1 



A Pablo, anciano de Concordia 



103 



10 A PABLO, ANCIANO DE CONCORDIA 

[ELOGIO DE SU VIRTUD] 



Concordia era una pequeña ciudad cercana a Aqutleya, Seguro 
que, como ésta, disfrutaba igualmente de un buen ambiente espiri- 
tual El viejo Pablo no es un personaje más del primer escenario 
epistolar de Jerónimo. Es el anciano admirado por su frescura de 
espíritu y por su amor a los libros. Véase si no la segunda carta 
a Florentino, carta 3 de esta colección. La presente es un canto a 
la longevidad, dedicado por Jerónimo a este despierto centenario. 
Pero los elogios, por sinceros que sean, nunca son gratuitos. Jeróni- 
mo espera recibir de Pablo algunos libros, y como contrapartida 
él enviará «al viejo Pablo otro Pablo más viejo», es decir, la biogra- 
fía de San Pablo de Tebas, ermitaño. 

La datación no es fácil: 376 o algo más tarde. 

1. La brevedad de la vida humana es castigo del pecado, 
y la muerte, que con frecuencia alcanza al recién nacido en el 
umbral mismo de la vida, es prueba de que los tiempos degene- 
ran sin cesar hacia el vicio. Una vez que la serpiente arrojó a 
esta tierra al primer morador del paraíso, después de enredarlo 
en sus nudos viperinos, la eternidad se convirtió en mortalidad; 
una mortalidad que alcanzaba los novecientos años y más, es 
decir, una especie de segunda inmortalidad, que difería la sen- 
tencia de maldición dada contra el hombre. Luego, recrudecién- 
dose poco a poco el pecado, la impiedad de los gigantes provocó 
el naufragio de todo el orbe. Después de aquel bautismo, en que 
se lavó, por decirlo así, el mundo, la vida humana se redujo a 
breve tiempo. Y aun ése casi lo hemos perdido, resistiendo cons- 
tantemente a las ordenaciones divinas con nuestros crímenes. 
Porque ¿cuántos hay en realidad que pasen de los cien años, o 

10 AD PAVLVM SENEM CONCORDIAE 

1. Humanae uitae breuitas damnatio delictomm est, et ipso sae- 
pe lucis exordio mors secuta nascentem labentia cotidie in uitium sae- 
cula profitetur. Nam cum primum paradisi colonum uiperinis nexibus 
praepeditum coluber deduxisset ad térras, aeternitas mortalitate mu- 
tata in nongentos et eo amplius annos, secundam quodammodo inmor- 
talitatem, maledicti hominis distulerat elogium. Exinde paulatim 
recrudescente peccato, totius orbis naufragium gigantum adduxit in- 
pietas. Post illud, ut ita dixerim. Purgati baptismum mundi in breue 
tempus hominum uita contracta est. Hoc queque spatium sceleribus 



104 



A Pablo, anciano de Concordia 



10,2 



quien no llega a esa edad de manera que no le pese haber llega- 
do, como atestigua la Escritura en el libro de los Salmos ^: Los 
días de nuestra vida son setenta años; a mucho tirar, ochenta; y lo 
que de aquí pasa, trabajo y dolor? 

2, Me dirás: ¿a qué viene traer las cosas tan desde el prin- 
cipio y tomarlas de tan lejos, de forma que cualquiera podría 
mofarse de nosotros con aquella broma horaciana ^: «la guerra 
de Troya tiene sus comienzos en un doble huevo»? Lo hago para 
alabar con palabras dignas tu vejez y tu cabeza, blanca como 
la de Cristo ^. Ya está girando por centésima vez el ciclo de los 
años, y tú, guardando siempre los preceptos del Señor, meditas 
por el ejemplo de lo presente lo que ha de ser la bienaventuran- 
za de la vida futura. Tus ojos conservan una limpia visión, tus 
pies marcan firmes huellas, tu oído es fino, tus dientes blancos, 
tu voz sonora, tu cuerpo, compacto y lleno de savia. Las canas 
contrastan con la tez sonrosada; tu vigor no corresponde a tu 
edad. La prolongada vejez no ha debilitado la tenacidad de tu 
memoria, como vemos en la mayoría, ni el frío de la sangre em- 
bota la agudeza de tu sutil ingenio, ni una frente surcada afea 
tu cara contraída por las arrugas, ni, por último, una mano tem- 
blorosa hace llevar tu estilo de escribir errante por los torcidos 
renglones de la cera. El Señor nos muestra en ti la lozanía de 

nostris semper contra diuina pugnantibus paene perdídimus. Quotus 
enim quisque aut centenariam transgreditur aetatem, aut non ad eam 
sic peruenit ut peruenisse paeniteat, secundum quod in libro psalmo- 
rum scriptura testatur: dies uitae nostrae septuaginta anni, si autem mul- 
tum, octoginta; quidquid reliquum est, labor et dolor. 

2. «Quorsum», ais, ista tam alto rcpetita principio et ita procul 
coepta, ut mérito quiuis Horatiano de nobis possit sale ludere: «et ge- 
mino bellum Troianum orditur ab ouo?» uidelicet ut senectutem tuam 
et caput ad Christi similitudinem candidum dignis uocibus praedicem. 
Ecce iam centenarius aetatum circulus uoluitui^ et tu semper Domini 
praecepta custodiens futurae beatitudines uitae per praesentium exempla 
meditaris. Oculi puro lumine uigent, pedes inprimunt certa uestigia, 
auditus penetrabilis, dentes candidi, uox canora, corpus solidum et suci 
plenum. Cani cum rubore discrepant, uirtus cum aetate dissentit. Non 
memoriae tenacitatem, ut in plerisque cernimus, antiquior senecta dis- 
soluit, non calidi acumen ingenii frigidus sanguis obtundit, non con- 
tractam rugis faciem arata frons asperat, non denique trémula manus 

1 Sal 89,10. 

2 Horacio, Ars poética 147. Helena, causa de la guerra de Troya, nace, 
según la fábula, de Júpiter y de Leda, que logran la unión convirtiéndose en 
cisnes. Del primer huevo de Leda-cisne nacen los Dioscuros, y del segundo, 
Helena. 

5 Cf. Ap 1,14. 



10,3 



A Pablo, anciano de Concordia 



105 



la resurrección futura, y así podemos entender que es obra del 
pecado que los demás mueran aun siguiendo vivos en la carne, 
y obra de la justicia que tú aparentes una juventud no propia 
de tus años. Cierto que esa salud del cuerpo vemos la tienen 
muchos aun siendo pecadores; pero a éstos se la procura el dia- 
blo para que pequen; a ti te la concede el Señor para que seas feliz. 

3. lx>s más doctos de entre los griegos, de quienes bella- 
mente dice Tulio, en su defensa de Flaco, que eran de «ingénita 
ligereza y docta vanidad» ^, hacían a sueldo el panegírico de sus 
reyes o príncipes. Yo los quiero imitar ahora y pido mi paga por 
las alabanzas, Y para que no pienses que es poco lo que pido, 
solicito de ti la piedra preciosa del Evangelio, las palabras del 
Señor, palabras castas, plata acrisolada de toda tierra al fuego, 
siete veces purificada \ Es decir, te pido los comentarios de 
Fortunaciano y la historia de Aurelio Víctor para conocimiento 
de las persecuciones. Deseo igualmente las cartas de Novacia- 
no; así, conocido el veneno de un hombre cismático, bebere- 
mos con más gusto el antídoto del santo mártir Cipriano. Entre 
tanto, te mando a ti, mi viejo Pablo, otro Pablo ^ más viejo, 
obra en la que me he esforzado mucho por simplificar el estilo, 
en atención a los lectores más sencillos. Pero no sé qué pasa, 
que el cántaro, aun lleno de agua, conserva el olor al líquido que 

per curuos cerae tramites errantem stilum duclt. Futurae resurrectio- 
nis uirorem in te nobis Dominus ostendit, ut peccati sciamus esse quod 
ceteri adhuc uiuentes praemoriuntur in carne, iustitíae quod tu adu- 
lescentiam in aliena aetate mentiris. Et quamquam multis istam cor- 
poris sanitatem, etiam peccatoribus, euenire uideamus, tamen illis hoc 
diabolus ministrat ut peccent, tibi Doxninus praestat ut gaudeas. 

3. Doctissimi quique Graecorum, de quibus pro Flacco agens lu- 
culente Tullius ait: «ingénita leuitas et erudita uanitas», regum suorum 
uel principum laudes accepta mercede dicebant. Hoc ego nunc faciens 
pretium poseo pro laudibus. Et ne putes módica esse quae deprecor, 
margaritam de euangelio postularis, eloquia Domini, eloquia casta, ar- 
gentum igne examinatum terrae, purgatum septuplum, scilicet commen- 
tarios Fortunatiani et propter notitiam persecutorum Aurelii Victoris 
historiam simulque epistulas Nouatiani, ut dum scismatici hominis 
uenena cognoscimus, libentius sancti martyris Cypriani bibamus anti- 
dotum. Misimus interim tibi, id est Paulo seni, Paulum seniorem, in 
quo propter simpliciores quosque multum in deiciendo sermone labo- 
rauimus. Sed nescio quomodo, etiam si aqua plena sit, tamen eundem 



4 Cicerón, Pro Flacco, fragm.2. 

5 Cf. Sal 11,7. 

^ Es Jerónimo quien da a conocer a este Pablo, ermitaño, dedicándole una 
breve biografía: Vita Pauli: PL 23,17-28. 



106 



A unas vírgenes de Hemona 



11 



se echó cuando era nuevo ^. Si este pequeño regalo es de tu 
agrado, tengo además otras cosillas en reserva, que, de soplar 
el Espíritu Santo, navegarán hacia ti con muchísimas otras mer- 
cancías orientales. 

11 A UNAS VÍRGENES DE HEMONA 

[LES REPROCHA SU SILENCIO] 

Esta breve esquela descubre una situación de malentendido en- 
tre un grupo de vírgenes de la ciudad de Hemona {hoy y Lub liana) 
y Jerónimo. Algo ha tenido que ocurrir para que estas religiosas 
castiguen a Jerónimo con el desdén de un silencio que termina ha- 
ciéndosele insoportable. También la Carta párrafo 3, habla de 
fricciones que obligaron a Jerónimo a separarse de los círculos as- 
céticos de Aquileya. 

A esta carta se le atribuye la fecha del 37 G. 

La penuria de papel es señal de que vivo en el desierto, y 
por eso, en breve espacio, he comprimido una larga conversa- 
ción. Quería charlar detenidamente con vosotras, pero la estre- 
chez de la hoja me obliga a callar. No obstante, la pobreza ha 
sido superada por el ingenio. La carta es sin duda breve, pero 
la conversación larga. En semejante situación de apuro tenéis 
que fijaros en el amor que os tengo, pues ni la carencia de lo 
necesario para escribir ha podido impedirme que os escribiera. 

Perdonadme, os ruego, si me quejo. Os hablo realmente he- 
rido; os hablo con lágrimas y enrabietado: ni siquiera una sola 
letra habéis concedido al que tantas veces os muestra su afecto. 
Sé que la luz y las tinieblas no tienen nada en común, y que 

odorem lagoena seruat, quod dum rudis esset inbuta est. Si hoc mu- 
nusculum placuerit, habemus etiam alia condita, quae cum plurimis 
orientalibus mercibus ad te, si Spiritus sanctus adflauerit, nauigabunt. 

11 AT> VIRGINES HAEMONENSES 

Chartae exiguitas indicium solitudinis est; et idcirco longum ser- 
monem breui spatio coartaui, quia et uobiscum uolebam prolixius lo- 
qui et angustia scedulae cogebat tacere. Nunc igitur ingenio est uicta 
pauperies. Minutae quidem litterae, sed confabulatio longa est. Et ta- 
men in hoc necessitatis articulo animaduertite caritatem, cum me nec 
penuria scriptionis ualuit prohibere ne scriberem. 

Vos autem ignoscite, obsecro, dolenti; dico enim laesus, dico lacri- 
mans et irascens: ne unum quidem apicem totiens uobis tribuenti of- 

7 Horacio, Epist. I 2,69-70. 



11 



A unas vírgenes de Hemona 



107 



entre las siervas de Dios y los pecadores no hay compañía posi- 
ble. Pero una ramera lavó los pies del Señor, y de las migas de 
los amos comen los perros, y el Salvador mismo no vino a lla- 
mar a los justos, sino a los pecadores. Porque no son los sanos 
los que necesitan de médico ^, y por eso prefiere la penitencia 
del pecador a su muerte, y trae sobre sus hombros a la ovejuela 
descarriada, y al hijo pródigo que vuelve lo recibe un padre ju- 
biloso. Es más, el Apóstol dice: No juzguéis antes de tiempo. Por- 
que ¿quién eres tú para juzgar al siervo ajeno? A cuenta de su señor 
se mantiene en pie o cae ^. Y también: el que está en pie mire no 
caiga ^ Y en otra ocasión: llevad unos las cargas de los otros ^. 

Hermanas muy queridas, de una manera juzga la envidia de 
los hombres, y de otra, Cristo. La sentencia de su tribunal no 
coincide con la de los rincones de los murmuradores. A los hom- 
bres les parecen rectos muchos caminos que un día se descubri- 
rá que eran torcidos. Y con frecuencia en recipientes de barro 
se esconde un tesoro. A Pedro, que negó tres veces, sus lágrimas 
de arrepentimiento le restituyeron a su puesto. A quien más se 
le perdona, más ama. Se guarda silencio sobre el conjunto del 
rebaño, pero por la salud de una sola oveja enferma se alegran 
los ángeles en el cielo. Y si a alguno esto le parece indigno, oiga 
al Señor: Amigo, si yo soy bueno, ¿por qué tú ojo ha de ser 
malo? ^. 

ficium praestitistis. Scio quia nulla communio luci et tenebris est, nu- 
lia cum ancillis Dei et peccatoribus sociatio; attamen et meretrix Do- 
mino pedes lacrimis lauit et de dominorum micis canes edunt et ipse 
saluator non uenit iustos uocare, sed peccatores. Non enim egent sani 
medico, et mauult paenitentiam peccatoris quam mortem, et erran tem 
ouiculam suis umeris refert, et prodigum filium reuertentem excepit 
laetus pater. Quin potius Apostolus ait: nolite indicare ante tempus. Tu 
enim quis es qui alienum seruum Índices? suo domino stat ant cadit, et: 
quia stat, uideat ne cadat, et: inuicem enera uestra pórtate. 

Aliter, sórores carissimae, hominum liuor, aliter Christus iudicat. 
Non eadem sententia est tribunalis eius et anguli susurronum. Muí tac 
hominibus uiae uidentur iustae et postea repperientur prauae, et in tes- 
taceis uasculis thesaurus saepe deconditur. Petrum ter negantem ama- 
rae in locum suum restituere lacrimae. Cui plus dimittitur, plus amat. 
De tote grege siletur et ob unius morbidi pecudis salutem angeli lae- 
tantur in cáelo. Quod si cui uidetur indignum, a Domino audiat: ami- 
ce, si ego bonus, quare oculus tuus nequatn est? 

1 Le 75,31. 

2 Rom 14,4. 

3 1 Cor 10,12, 

4 Gál 6,2. 

5 Mt 20,15. 



108 



A Antonio, monje de Hemona 



12 



12 A ANTONIO, MONJE DE HEMONA 

[TAMBIÉN ANTONIO CALLA] 

Diez cartas ha escrito ya Jerónimo a este asceta de Hemona. Ni 
aun así ha logrado sacarle de su hostil silencio. No es muy arriesga- 
do pensar en una confabulación de las gentes de Hemona contra 
Jerónimo, por causas desconocidas. 

Fecha de la carta, probablemente el 376. 

Nuestro Señor, maestro de humildad, una vez que sus discí- 
pulos discutían acerca de preeminencias, llamando a uno de los 
pequeñuelos les dijo: El que de vosotros no se haga como un niño 
pequeño, no puede entrar en el reino de los cielos ^ . Y, para que 
no se pensara que enseñaba pero no hacía, lo cumplió con el 
ejemplo, lavando los pies a los discípulos y recibiendo a quien 
le traicionaba con un beso, conversando con la samaritana, ha- 
blando del reino de los cielos con María mientras ella estaba 
sentada a sus pies, y apareciéndose en primer lugar a las débiles 
mujeres después de resucitar de entre los muertos. Satanás, por 
el contrario, cayó derribado de su cumbre de arcángel no por 
otra causa que por su soberbia, enemiga de la humildad. Y el 
pueblo judío, que buscaba para sí los primeros asientos y los sa- 
ludos en las plazas, fue destruido, y como sucesor suyo fue de- 
signado el pueblo gentil, considerado antes como la gota de agua 
que rezuma de un cántaro ^. 

12 AD ANTONIVM MONACHVM HAEMONAE 

Dominus noster humilitatis magister disceptantibus de dignitate dis- 
cipulis unum adprehendit e paruulis dicens: quicumque uestrum non 
fuerit conuersus sicut infans non potest introire regnum caelorum. Quod 
ne tantum docere nec faceré uideretur inpleuit exemplo, dum discipu- 
lorum pedes lauat, dum traditorem ósculo excipit, dum loquitur cum 
Samaritana, dum ad pedes sibi sedente Maria de caelorum disputat 
regno, dum ab inferís resurgens primum mulierculis apparescit. Sata- 
nás autem ex archangelico fastigio non aliam ob causam nisi ob con- 
trariam humilitati superbiam ruit. Et ludaicus populas primas sibi 
cathedras et salutationes in foro uindicans, deputato antea in stillam 
situlae gentili populo succedente deletus est. Contra sophistas quoque 
saeculi et sapientes mundi Petrus et lacobus piscator mittitur, cuius 



1 Mt 18,3. 

2 Cf. Is 40,15. 



13 



A Castorina, tía materna 



109 



También Pedro y Santiago, pescadores, son enviados contra 
los sofistas del siglo y los sabios del mundo, por lo que la Escri- 
tura dice: Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da su 
gracia ^ Ya ves, hermano, qué malo es tener a Dios por contra- 
rio. Por eso, en el Evangelio, el fariseo arrogante es desprecia- 
do, y el humilde publicano es atendido. Diez cartas te he enviado 
ya, si no me engaño, tan llenas de afecto como de ruegos, y tú 
ni siquiera te dignas escribir una palabra; y mientras el Señor 
habla con sus siervos, tú, hermano, no hablas con el hermano. 
«Demasiado insultante», me dirás. Pues créeme, si el respeto a 
las formas no me lo impidiera, con lo ofendido que estoy te lan- 
zaría tal cúmulo de insultos que, al menos irritado, te decidieras 
a contestarme. Pero como irritarse es de hombres, y no insultar 
a nadie, de cristianos, vuelvo a mi antigua costumbre y de nue- 
vo te ruego que ames a quien te ama y, puesto que también tú 
eres siervo, concedas la palabra a tu consiervo. 



[PROPUESTA DE RECONCILIACIÓN] 

También esta carta, como las anteriores, a las gentes de Hemo- 
na, va en busca de reconciliación. Castorina es tía materna de Je- 
rónimo. Quizá también ella esté implicada en el disgusto que 
provocó la huida de Jerónimo hacia tierras de Oriente. No es ésta 

rei causa scriptura ait: superbis Deus resistit, humilthus autem dat gra- 
tiam. Vide, frater, quale malum sit quod aduersarium habet Deum. Ob 
quod in euangelio et pharisaeus adrogans spernitur et humilis publica- 
nus auditur. Decem iam, nisi fallor, epistulas plenas tam officü quam 
precum misi, cum tu ne muttum quidem faceré dignaris, et Domino 
loquente cum seruís frater cum fratre non loqueris. «Nimis», inquies, 
«contumeliosa». Crede mihi nisi stili uerecundia prohiberet, tanta lae- 
sus ingererem ut inciperes mihi rescribere uel iratus. Sed quoniam et 
irasci hominis est et iniuriam non faceré Christiani, ad antiquum mo- 
rem reuertens rursus precor ut et diligentem te diligas et conseruo ser- 
monem consemus inpertias. 



lohannes idem apostolus et euangelista in epistula sua ait: quicum- 
que odit fratrem suum, homicida est, et recte. Cum homicidium ex odio 



13 



A CASTORINA, TÍA MATERNA 



13 



AD CASTORINAM MATERTERAM 



5 1 Pe 5,5. 



no 



A Castorina, tía materna 



13 



la primera carta que el fugitivo escribe a su tía desde su nuevo pa- 
radero; un año antes había escrito otras, según él mismo afirma. 

Fecha probable: año 376. 

El apóstol y evangelista Juan dice en una carta suya: Todo 
el que aborrece a su hermano^ es homicida ^ y con razón. El ho- 
micidio nace con frecuencia del odio. Por eso, todo el que odia, 
aun antes de haber herido con la espada, en su ánimo ya es ho- 
micida. Me dirás: «¿a qué viene este comienzo?». Para que, de- 
poniendo el viejo rencor, preparemos a Dios una limpia morada 
en nuestro corazón. Irritaos, dice David, pero no pequéis ^. El 
Apóstol declara más plenamente cómo se ha de entender ese sal- 
mo: El sol no se ponga sobre vuestra ira \ Según eso, el día del 
juicio, ¿qué haremos nosotros, sobre cuya ira el sol se ha puesto 
como testigo no un día sólo, sino muchos años? El Señor dice 
en el Evangelio: Si al ir a ofrecer tu don en el altar te acuerdas 
de que tu hermano tiene queja contra ti, deja tu don ante el altar 
y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y ofrece tu don 
¡Desgraciado de mí, por no decir también de ti, que durante 
tanto tiempo o no habré podido ofrecer ningún don sobre el al- 
tar o, si lo he ofrecido persistiendo en mi encono, lo habré ofre- 
cido en vano! ¿Cómo hemos podido decir alguna vez en nuestra 
oración diaria: Verdona nuestras ofensas, como también nosotros 
perdonamos a los que nos ofenden ^, estando nuestro corazón en 

saepe nascatur, quicumque odit, etiam si gladio necdum percusserit, 
animo tamen homicida est. «Cur», ais, «tale principium?» scilicet ut 
ueteri rancore deposito mundum pectoris Deo paremus habitaculum. 
Irascimini, inquit Dauit, et nolite peccare. Hoc quid uelit intellegi apos- 
tolus plenius interpretatur: sol non occidat super iracundiam uestram. 
Quid agimus nos in die iudicii, super quorum ira non unius diei sed 
tantorum annorum sol testis occubuit? Dominus loquitur in euange- 
lio: si offeres munus tuum ad altare ibique rememoratus fueris quia frater 
tuus habet aliquid aduersum te, relinque ibi munus tuum ante altare et 
uade prius reconciliari fratri tuo, etsic offeres munus tuum. Vae mihi mi- 
sero, ñe dicam et tibi, qui tanto tempere aut non obtuli munus ad alta- 
re aut ira permanente sine causa obtuli! Quomodo in cotidiana prece 
umquam diximus: dimitte nobis dehita nostra, sicut et nos dimittimus 
debitoñbus nostris, animo discordante cum uerbis, oratione dissidente 



1 1 Jn 3,15. 

2 Sal 4,5. 
5 Ef 4,26. 

Mt 5,23ss. 
5 Mt 6,12. 



14 



A Heliodoro, monje 



111 



desacuerdo con las palabras y nuestra oración en disonancia con 
los hechos? Así, pues, yo te pido lo mismo que hace un año te 
pedía con mis anteriores cartas, que tengamos aquella paz que 
nos dejó el Señor. Cristo lo sabe: pronto, ante su tribunal, nues- 
tra concordia recuperada o rota recogerá su premio o su castigo. 
Y si tú, lo que Dios no permita, no la quisieres, yo quedaré li- 
bre, pues esta carta, una vez la hayas leído tú, me absolverá. 



[INVITACIÓN Y ELOGIO DEL DESIERTO] 



Es ésta una de las cartas que se harán clásicas ya en vida del 
autor. Personajes como Fabiola (Carta 77), que hará su aparición 
hacia la mitad de este epistolario, y el joven presbítero NepocianOt 
un sobrino del destinatario y a quien Jerónimo dedicará una carta 
personal (Carta ^2), habían asimilado su contenido hasta conocer- 
lo de memoria. En ella intenta Jerónimo ganar al amigo para la 
vida ascética. En él pensaba como en el compañero ideal para un 
camino de entrega a Dios. Jerónimo esgrime aquí toda clase de ra- 
zones evangélicas y psicológicas para convencer a Heliodoro. No 
pudo lograrlo, y este fracaso dejaría en Jerónimo cierto poso de de- 
cepción que, sin embargo, no enturbiaría su relación hacia el ami- 
go, quien cambió sus vacilantes propósitos ascéticos por el episcopado 
de su propia ciudad natal de Altino. 

ha carta merece un juicio mejor que el que Jerónimo hacía de 
ella, escribiendo a Nepociano: «Siendo yo todavía un joven, casi 
un niño, y cuando me dedicaba a frenar con la austeridad del de- 
sierto los primeros ímpetus de mi edad desenfrenada, escribí a tu 
tíOy el santo Heliodoro^ una carta exhortatoria, llena de lágrimas 
y lamentos, en la que quise darle a entender los sentimientos del 
amigo abandonado. En aquella obra me dejé llevar de las fioritu- 
ras propias de la edad y, como aún estaban frescos en mí los estu- 

cum factis? Precor itaque, quod et ante annum prioribus litteris rogaue- 
ram, ut pacem quam nobis Dominus reliquit habeamus. Et meum de- 
siderium et tuam mentem Christus intuetur: in breui ante tribunal eius 
íeconciliata seu scissa concordia aut praemium recuperabit aut poenam. 
Quod si tu, quod procul absit, nolueris, ego liber ero; epistula me haec 
cum lecta fue^t absoluet. 



1. Quanto studio et amore contenderim ut pariter ín heremo mo- 
raremur conscium mutuae caritatis pee tus agnoscit. Quibus lamentis, 



14 



A HELIODORO, MONJE 



14 



AD HELIODORVM MONACHVM 



112 



A Heliodoro, monje 



14,2 



dios y reglas de la retórica, pinté algunas cosas con el colorido típico 
del escolar». 

Fecha probable: 376-377. 

1. Con cuánta solicitud y amor he luchado por lograr que 
los dos moráramos juntos en el desierto lo sabe tu corazón, co- 
nocedor de nuestra mutua amistad. Y con qué lamentos, con 
qué dolor, con qué gemidos te he seguido después de tu mar- 
cha, testigo es esta carta, que puedes ver emborronada por mis 
lágrimas. Lo cierto es que tú, igual que un niño cariñoso, disi- 
mulaste con tus caricias la negativa a mi ruego, y yo, incauto, 
no supe qué hacer en aquel momento. ¿Debía yo callar? Pero 
no hubiera podido disimular fríamente lo que ardientemente de- 
seaba. ¿Debía rogarte con más insistencia? Pero tú no querías 
escuchar, porque tú no amabas como yo. La amistad desprecia- 
da hace lo único que puede hacer: buscar ausente a quien no 
pudo retener cuando estaba presente. Y puesto que tú mismo 
al marchar me pediste que, una vez me retirara al desierto, te 
enviara una invitación escrita por mí, cosa que prometí hacer, 
yo te invito, apresúrate a venir. No quiero recuerdes las priva- 
ciones pasadas — el desierto exige hombres despojados de todo — ^ 
no quiero que te asuste el trabajo de nuestra antigua peregrina- 
ción. Tú que crees en Cristo, cree también en sus palabras: Bus- 
cad primeramente el reino de Dios, y todo lo demás se os dará por 
añadidura ^ No debes llevar alforja ni bastón; bastante rico es 
quien es pobre con Cristo. 

2. Pero ¿qué hago? ¿Otra vez, imprudente, estoy rogando? 
Basta de súplicas, fuera halagos. Es justo que por mi amor heri- 
do se indignen. Tú que desdeñaste a quien te rogaba, quizá es- 

quo dolore, quo gemitu te abeuntem prosecutus sim, istae quoque lit- 
terae testes sunt quas lacrimis cernis interlitas. Verum tu, quasi paruu- 
lus delicatus contemptum rogantis per blandimenta fouisti, et ego 
incautus qmd tune agerem nesciebam. Tacerem? sed quod ardenter uole- 
bam, modérate disimulare non poteram, Inpensius obsecrarem? sed 
audire nolebas, quia similiter non amabas. Quod unum potuit, spreta 
caritas fecit. Quem praesentem retiñere non ualuit, quaerit absentem. 
Quoniam igitur et tu ipse abiens postularas ut tibi, postquam ad de- 
serta migrassem, inuitatoriam a me scriptam transmitterem, et ego fac- 
turum receperam, inuito, iam propera. Nolo pristinarum necessitatum 
recorderis — nudos amat heremus — , nolo te antiquae peregrinationis 
terreat difficultas. Qui in Christo credis, et eius crede sermonibus: quae- 
rite primum regnum Dei, et haec omnia adponentur uobis. Non pera tibi 
sumenda, non uirga est; adfatim diues est qui cum Christo pauper est. 



^ Mt 6,33. 



14,2 



A Heliodoro, monje 



113 



cuches a quien te recrimina. ¿Qué haces en la casa paterna, 
soldado comodón? ¿Dónde está el baluarte, dónde el foso, dón- 
I de el invierno pasado en tiendas de campaña? Escucha cómo 
resuena desde el cielo la trompeta, mira cómo entre nubes avan- 
za nuestro caudillo armado para hacer la guerra al orbe de la 
tierra, y una espada de dos filos, que sale de la boca del rey, 
va segando cuanto encuentra delante. ¿Cuándo vas a salir tú de 
tu alcoba al campo de batalla, de la sombra al sol? El cuerpo 
acostumbrado a la túnica no soporta el peso de la coraza; la ca- 
beza cubierta con el gorro de lino rechaza el casco; y la mano 
delicada de tanto ocio se escuece con la tosca empuñadura de 
la espada. Oye el llamamiento de tu rey: El que no está conmigo, 
está contra míy y el que no recoge conmigo^ desparrama ^. Recuer- 
da el primer día de tu milicia, cuando, sepultado con Cristo en 
el bautismo, juraste con las palabras del sacramento que, por el 
nombre del mismo Cristo, no tendrías en cuenta ni a tu padre 
ni a tu madre. El enemigo tiene empeño por matar a Cristo en 
tu corazón. Los campamentos contrarios codician el donativo 
que recibiste al entrar en la milicia. Aunque tu sobrinillo se cuel- 
gue de tu cuello; aunque tu madre, con el pelo suelto y los vesti- 
dos rasgados, te muestre los pechos con los que te crió; aunque 
tu padre se tienda en el umbral de la puerta, sigue adelante y 
pasa por encima de tu padre con los ojos secos, vuela junto al 
estandarte de la cruz. En este caso, ser cruel es una especie de 
piedad. 

2. Sed quid ago? rursus ÍnprouÍdus obsecro? Abeant preces, blan- 
dimenta discedant; debet amor laesus irasci. Qui rogantem contemp- 
seras, forsitan audies obiuigantem. Quid facis in paterna domo, delicate 
mües? Vbí uallum, ubi fossa, ubi hiems acta sub pellibus? Ecce de cáelo 
tuba canit, ecce cum nubibus debellaturus orbem impera tor armatus 
egreditur, ecce bis acutus gladius ex regis ore procedens obuia quae- 
que metit: et tu mihi de cubículo ad aciem, de umbra egrederis ad so- 
lem! Corpus adsuetum túnica loricae onus non suffert, caput opertum 
linteo galeam recusat, mollem otio manum durus exasperat capulus. 
Audi edictum regis tui: qui mecutn non est, contra me est; etqui mecum 
non colligity spargit. Recordare tirocinii tui diem, quo Christo in bap- 
tismate consepultus in sacramenti uerba iurasti; pro nomine eius non 
te matri parciturum esse, non patri. Ecce aduersarius in pectore tuo 
Christum conatur occidere; ecce donatiuum quod mílitaturus accepe- 
ras hostilia castra suspirant. Licet paruulus ex eolio pendeat nepos, li- 
cet sparso crine et scissis uestibus ubera quibus nutrierat mater ostendat, 
licet in limine pater iaceat, per calcatum perge patrem, siccis oculis 
ad uexiUum crucis uola! pietatis genus est in hac re esse crudelem. 



2 Le 11,23. 

4 



114 



A Heliodoro, monje 



14,3 



3. Ya llegará el día en que regreses vencedor a tu patria 
y te pasees como un héroe coronado por la Jerusalén celeste. En- 
tonces recibirás con Pablo el fuero de ciudadano; entonces pe- 
dirás también para tus padres el mismo derecho de ciudadanía; 
entonces rogarás por mí, que te animé para que vencieras, Pero 
no desconozco las trabas que, como tú mismo dirás, te retienen 
ahora. No tengo yo un corazón de hierro ni entrañas endureci- 
das; no he nacido de una roca, ni me han amamantado tigres 
de Hircania. También yo he pasado por eso. La hermana viuda 
te estrechará ahora entre sus blandos brazos; los esclavos naci- 
dos en tu casa, con quienes te criaste, te dirán ahora: «¿Al ser- 
vicio de quién nos dejas?». Tu antigua niñera, vieja ya, y tu ayo, 
segundo padre, por su cariño, después del natural, no dejarán 
de gritarte ahora: «Espera un poco y entiérranos, pues ya esta- 
mos a punto de morir». Puede que también tu nodriza, con los 
pechos secos y la frente surcada de arrugas, te repita la vieja can- 
ción de cuna. Y hasta los gramáticos dirán, si a mano viene: «so- 
bre ti se apoya la casa entera que amenaza ruina». Estos lazos 
los rompe fácilmente el amor de Cristo y el temor del infierno. 

«Pero, dirás, la Escritura manda obedecer a los padres». Sin 
embargo, quien los ama más que a Cristo pierde su alma. El ene- 
migo empuña la espada para acabar conmigo, ¿y yo voy a pen- 
sar en las lágrimas de mi madre? ¿Voy a desertar de la milicia 
por cuidar de mi padre, a quien, por causa de Cristo, ni siquiera 
debo sepultura, cosa que, por causa del mismo Cristo, debo a 
todos? Para el Señor, estando ya próximo a padecer, Pedro fue 

3. Veniet postea dies quo uictor reuertaris in patriam, quo Hie- 
rosolymam caelestem uir fortis coronatus incedas. Tune municipatum 
cum Paulo capies, tune et parentibus tuis eiusdem ciuitatis ius petes, 
tune et pro me rogabis qui ut uinceres incitaui. Ñeque uero neseio qua 
te nunc dicas conpede praepediri. Non est nobis ferreum pectus nec 
dura praecordia, non ex silice natos Hyreanae nutriere tigrides. Et nos 
per ista transiuimus. Nunc tibi blandis uidua sóror haeret lacertis, nunc 
illi cum quibus adoleuisti uernulae aiunt: «Cui nos seruituros reHnquis?» 
nunc et gemía quondam, iam anus, et nutricias, secundus post natura- 
lem pietatis patei; clamitat: «morituros expecta paulisper et sepeli». For- 
sitan et laxis uberum pellibus, arata rugis fronte antiquum referens 
mamma laUare congeminet. Dicant, si uolunt, et grammatici: «in te 
omnis domus inclinata recumbit». Faeile rumpit haee uincula amor 
Christi et timor gehennae. 

«At seriptura praecipit parentibus obsequendum»: sed quieumque 
eos supra Christum amat perdit animam suam. Gladium tenet hostis 
ut me perimat, et ego de matris lacrimis eogitabo? Propter patrem mi- 
litiam deseram, eui sepulturam Christi causa non debeo, quam etiam 
ómnibus eius causa debeo? Domino passura timide consulens Petrus 



14,4 



Á Helíodoro, monje 



115 



motivo de escándalo por aconsejarle guiado por el temor. Pablo 
responderá a los hermanos que querían retenerlo para que no 
marchara a Jerusalén: ¿Qué hacéis llorando y perturbando mi co- 
razón? Yo estoy dispuesto no sólo a ser encadenado, sino también 
a morir en Jerusalén por el nombre de nuestro Señor Jesucristo ^. 
El afecto familiar, esa especie de ariete que combate contra la 
fe, ha de ser repelido por el muro del Evangelio: Mi madre y 
mis hermanos son quienes hacen la voluntad de mi Padre, que está 
en los cielos Si creen en Cristo, que me ayuden a mí, que voy 
a pelear por su nombre; si no creen, que los muertos entierren 
a sus muertos ^. 

4. «Pero esto, me dirás, se refiere al martirio». Te equivo- 
cas, hermano; te equivocas si piensas que el cristiano en algún 
momento deja de sufrir persecución, y si ahora, que eres más 
combatido que nunca, ignoras que eres combatido. Nuestro ad- 
versario merodea como león rugiente que busca a quien devo- 
rar ^ , y ¿tú piensas en la paz? Con los ricos se sienta al acecho, 
para matar a escondidas al inocente; sus ojos espían al pobre; ace- 
cha en su escondrijo como león en su madriguera; acecha al pobre 
para robarle ^ ¿Y tú, futura presa de sus garras, te entregas al 
blando sueño a la sombra de árbol frondoso? Por un lado me 
acosa la lujuria, por otro la avaricia trata de asaltarme, el vien- 
tre quiere ser mi dios en lugar de Cristo, la pasión me empuja 

scandalum fuit. Paulus retinentibus fratribus ne Hierosolymam perge- 
ret, respondit: quid facitis plorantes et conturbantes cor meum? ego enim 
non solum ligari, sed et mori in Hierusalem paratus sum pro nomine do- 
mini nostri lesu Christi. Aries iste pietatis, quo fides quatitur, euangelii 
retundendus est muro: mater mea et fratres mei hi sunt quicumque fa- 
ciunt uoluntatem patris mei qui in caelis est. Si credunt in Christo, faueant 
mihi pro eius nomine pugnaturo; si non credunt, mortui sepeliant mor- 
tuos suos. 

4. «Sed hoc», ais, «in martyrio». Erras, frater, erras, si putas um- 
quam Christianum persecutionem non pati; et nunc cum máxime op- 
pugnaris, si te oppugnari nescis. Aduersarius noster tamquam leo rugiens 
aliquem deuorare quaerens circuit et tu pacem putas? sedes in insidtis 
cum diuitibus in occultis ut interficiat innocentem; oculi eius in paupe- 
rem respiciunt; insidiatur in occulto sicut leo in spelunca sua; insidiatur, 
ut rapiat pauperem, et tu frondosae arboris tectus umbráculo moUes som- 
nos, futura praeda, carpis? Inde me persequitur luxuria, inde auaritia 
conatur inrumpere, inde uenter meus uult mihi deus esse pro Christo, 

5 Hech 21,13. 

4 Mt 12,50. 

5 Le 9,60. 

6 Cf. 1 Pe 5,8. 

7 Sal 9,29-30. 



116 



A Heliodoro, monje 



14.5 



a echar de mí al Espíritu Santo que habita en mi alma, y a pro- 
fanar su templo; me persigue, en fin, un enemigo que tiene «ar- 
tes y suertes mil para hacer daño» ^. ¿Y yo, desventurado, me 
considero vencedor justo cuando soy hecho prisionero? 

5. No quisiera, hermano queridísimo, que considerando la 
importancia de las faltas pienses que los pecados que he citado 
son menos graves que la idolatría. Escucha más bien la senten- 
cia del Apóstol, que dice: Porque sabed que ningún fornicario o 
impuro o codicioso, que es una clase de ido latría y participará en 
la herencia del reino de Dios y de Cristo ^. Y aunque, en gene- 
ral, todo lo que viene del diablo va contra Dios, y todo lo que 
procede del diablo es idolatría, pues a él sirven todos los ídolos; 
sin embargo, el Apóstol especifica particularmente en otro pa- 
saje: Mortificad vuestros miembros terrenos, deponiendo la forni- 
cación, la impureza, los malos deseos y la codicia, que hacen es- 
clavos de los ídolos, y por ellas viene la ira de Dios La escla- 
vitud de la idolatría no consiste únicamente en que uno tome 
incienso con la punta de sus dedos y lo arroje al brasero, o haga 
libaciones de vino tomándolo de la pátera. 

Unicamente negará que la avaricia es idolatría quien sea ca- 
paz de llamar justicia a la venta del Señor por treinta monedas 
de plata; negará que hay sacrilegio en la deshonestidad quien 
profanó los miembros de Cristo, hostia viva y agradable a 

conpeUit Hbido, ut habitantem in me Spiritum sanctum fugem, ut tem- 
plum eius uiolem, persequitur me, inquam, hostis, «cui nomina mille, 
mille nocendi artes»: et ego infelix uictorem me putabo, dum capior? 

5. Nolo, frater carissime, examinato pondere delictorum minora 
arbitreris idolatriae crimina esse quae diximus; immo apostoli disce 
sententiam qui ait: hoc enim scitote intellegentes, quia omnis fomicator 
aut inmundus aut fraudator, quod est idolatría, non habet hereditatem in 
regno Dei et Christi. Et quamquam generaliter aduersus Deum sapiat 
quidquid diaboli est, et quod diaboli est idolatría sit, cui omnia idola 
mancipantui; tamen et in alio loco speciatim nominatimque determi- 
nat dicens: mortifícate membra uestra quae in térra sunt, exponentes for- 
nicationem, inmunditiam et concupiscentiam malam et cupiditatem, quae 
sunt idolorum seruitus, propter quae uenit ira Dei. Non est tantum in 
eo seruitus idoli, si qui duobus digitulis tura conprehensa in bustum 
arae iaciat aut haustum patera fundat merum. 

Neget auaritiam idolatriam, qui potest triginta argentéis Dominum 
uenditum appellare iustitiam, neget sacrilegium in libídine, sed is qui 
membra Christi et hostiam uiuam placentem Deo cum publicarum li- 



8 Virgilio, Aen, 7,337-338. 

9 Ef 5,5. 

10 Col 3,5-6. 



14,6 



A HeliodorOj monje 



117 



Dios uniéndose en sacrflega promiscuidad a las víctimas de 
la inmoralidad pública; no los reconocerá como idólatras quien 
es igual a aquellos que en los Hechos de los Apóstoles ^, por 
reservarse una parte del precio de su patrimonio, perecieron con 
súbito castigo. Advierte, hermano, que no te es lícito tener nada 
de tus propios bienes. Quien no renuncie a todos sus bienes no 
puede ser discípulo mío, dice el Señor 

6. ¿Por qué vas a ser un cristiano de espíritu apocado? Mira 
cómo se deja la red junto al padre ^"^j mira cómo el publicano 
se levanta de su mostrador ^ y se hace al punto apóstol. E/ H¿/o 
del hombre no tiene donde reclinar su cabeza ¿y tú proyectas 
anchos pórticos y casas de grandes dimensiones? Tú, que eres 
coheredero de Cristo, ¿estás aguardando la herencia del siglo? 
Traduce la palabra monje: ése es tu nombre. ¿Qué haces entre 
la muchedumbre, tú que eres un solitario? Digo todo esto no 
como navegante experto que ha sabido mantener intactas su na- 
ve y sus mercancías, y previene a quienes no saben de olas; sino 
que, como quien acaba de ser arrojado a la orilla por un naufra- 
gio, con voz humilde, se lo indico a quienes se van a hacer a 
la mar. En aquel oleaje la Caribdis de la lujuria devora la salud; 
allí la Escila sonriente de la sensualidad, con rostro de virgen, 
ofrece sus halagos para hacer naufragar el pudor. Aquí surge un 
litoral salvaje, donde el diablo como un pirata, con su cuadrilla, 

bidinum uictimis nefaria conluuione uiolauit; non fateatur idolatras 
eos, sed similis eorum qui in Actibus apostolorum ex patrimonio suo 
partem ptetii reseruantes praesenti periere uindicta. Animaduerte, frater: 
non tibi licet de tuis quicquam habere rebus. Omnis, inquit Dominas, 
qui non renuntiauereit cunctis quae possidet, non potest meus esse dis- 
cipulus. 

6. Cur timido animo Christianus es? réspice cum patre relictum 
rete, réspice surgentem de teloneo publicanum, statim apostolum. Fi- 
lius hominis non habet ubi caput reclinet; et tu ampias porticus et in- 
gentia tectorum spatia metaris? hereditatem expectas saeculi, coheres 
Christi? interpretare uocabulum monachi, hoc est nomen tuum: quid 
facis in turba qui solus es? et haec ego non integris rate uel mercibus 
quasi ignaros fluctuum doctas nauta praemoneo, sed quasi nuper nau- 
fragio eiectus in litus timida nauigaturis uoce denuntio. In iUo aestu 
Charibdis luxariae salutem aorat, ibi ore uirgineo ad pudicitiae per- 
petranda naufragia Scyllaceum renidens libido blanditur, hic barbarum 



11 Cf. Rom 11,1. 
^ Cf. Hech 5,1-11. 
15 Le 14,33. 

14 Cf. Mt 4,18-22. 

15 C£. Mt 9,9. 

16 Mt 8,20. 



118 



A Heliodoro, monje 



14,6 



tiene preparadas las cadenas para los que va a capturar. No os 
fiéis, no os consideréis seguros. Aun cuando la líquida planicie 
sonría igual que en un estanque, aun cuando el torso del tran- 
quilo elemento apenas se encrespe con la ligera brisa, esa in- 
mensa Uanurá tiene sus montañas, el peligro está dentro, dentro 
está el enemigo. Preparad el cordaje, izad las velas. Colocad en 
vuestras frentes la antena de la cruz. Esta calma es tormenta. 

«¿Pero cómo? ¿No pueden ser cristianos quienes viven en 
la ciudad?». Tu caso no es el de los demás. Escucha lo que dice 
el Señor: Si quieres ser perfecto, vete, vende todo lo que tienes y 
dalo a los pobres, y luego ven y sigúeme Tú has prometido ser 
perfecto. Cuando al abandonar la malicia terrena te hiciste eunuco 
por amor del reino de los cielos ¿qué otra cosa hiciste sino 
abrazar la vida perfecta? Ahora bien: el perfecto servidor de Cris- 
to no tiene nada fuera de Cristo, y si tiene algo fuera de Cristo, 
no es perfecto. Y si no es perfecto, habiendo prometido a Dios 
ser perfecto, mintió antes. Pero la boca que miente mata el al- 
ma Así, pues, para concluir, si eres perfecto, ¿por qué bus- 
cas los bienes paternos? Si no eres perfecto, has engañado al 
Señor. El Evangelio resuena con palabras divinas: No podéis servir 
a dos señores ¿Y se atreverá alguien a dejar a Cristo por men- 
tiroso, sirviendo a Mammón y al Señor? El proclama continua- 
mente: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismOy 

litus, hic diabolus pirata cum sociis portat uincla capiendis. Nolite cre- 
dere, nolite esse securi. Licet in morem stagni fusum aequor adrideat, 
licet uis summa iacentis elementi spiritu terga crispentur, magnus hic 
campus montes habet, intus inclusum est periculum intus est hostia. 
Expedite rudentes, uela suspendite. Crus antemnae figatur in fronti- 
bus: traquillitas ista tempestas est. 

«Quid ergo? quicumque in ciuitate sun, Christiani non sunt?» non 
est tibi eadem causa quae ceteris. Dominum ausculta dicentem: si uis 
perfectus esse, uade, uende omnia tua et da pauperihus et ueni, sequere 
me. Tu autem perfectum te esse pollicitus es. Nam cum derelicta mili- 
tia castrasti te propter regnum caelorum, quid aliud quam perfectam 
sectatus es uitam? perfectus autem seruus Christi nihil praeter Chris- 
tum habet aut, si praeter Christum habet, perfectus non est. Et si per- 
fectus non est cum se perfectum Deo fore pollicitus sit, ante mentitus 
est. Os autem quod mentitur occidit animam. Igitur, ut concludam, si 
perfectus es, cur bona paterna desideras? si perfectus non es, Domi- 
num fefellisti. Diunis euangelium uocibus tonat: non potestis duobus 
dominis seruire, et audet quisquam mendacem Christum faceré mam- 

17 Mt 19,21. 

18 Cf. Mt 19,12. 

19 Sab 1,11. 

20 Mt 6,24. 



14,8 



A Heliodoro, monje 



119 



tome su cruz y sígame ¿Y yo, cargado de oro, pienso que si- 
go a Cristo? Quien dice que permanece en Cristo, debe vivir como 
vivió El 

7. Y si, como sé que responderás, no tienes nada, ¿por qué 
no entras en la milicia, estando tan bien preparado para el com- 
bate, si no es porque te imaginas que puedes hacer lo mismo 
en tu patria, aun sabiendo que el Señor no hizo milagro alguno 
en la suya? Y eso, ¿por qué? Aquí tienes la razón y la prueba: 
Un profeta no goza de estima en su patria Me dirás: «no bus- 
co el honor; me basta con mi conciencia». Tampoco el Señor 
lo buscaba, pues huyó para no ser proclamado rey por la multi- 
tud. Pero cuando no hay honor, hay desprecio; cuando hay des- 
precio es frecuente la injuria; cuando hay injuria hay también 
indignación; cuando hay indignación no hay paz; cuando no hay 
paz, el alma se desvía a menudo de su propósito; y cuando, de- 
bido a la intranquilidad, se afloja en el fervor, éste irá disminu- 
yendo en la misma medida, y una vez que ha disminuido, ya 
no puede ser considerado perfecto. De todo este cálculo sale co- 
mo resultado que el monje no puede ser perfecto en su patria. 
Y no querer ser perfecto es un delito. 

8. Pero, vencido en ese punto, argüirás desde el estado de 
los clérigos: «¿Cómo voy a decir nada contra éstos, que cierta- 

monae et Domino seruiendo? uociferatur ille saepe: si quis uult post 
me uenire, abneget se ipsum et tollat crucem suam et sequatur me. Et ego 
onustus auro arbitror me Christum sequi? qui dicit se in Christo mane- 
re, debet quomodo ille amhulauit et ipse amhulare. 

7. Quodsi nihil habes, ut responsurum te scio, cur tam bene pa- 
ratas ad bella non militas? nisi forte in patria tua te arbitraris hoc fa- 
ceré cum in sua Dominas signa non fecerit. Et cur id? cum auctoritate 
sume rationem: nemo propheta in sua patria honorem hahet. «Non quae- 
ro», inquies, «honorem; sufficit mihi conscientia mea». Ñeque Domi- 
nas quaerebat quippe qui, ne a turbis rex constitueretur, aufugit. Sed 
ubi honor non est, ibi contemptus est; ubi contemptus, ibi frequens 
iniuria; ubi autem iniuria, ibi et indignatio; ubi indignatio, ibi quies 
nulla; ubi quies non est, ibi mens a proposito saepe deducitur; ubi autem 
per inquietudinem aliquid aufertur ex studio, minus fit ab eo quod 
tollitur, et ubi minus est perfectum non potes t dici. Ex hac supputa- 
tione illa summa nascitur monachum perfectum in patria sua esse non 
pos se. Perfectum autem esse nolle delínquete est. 

8. Sed de hoc gradu pulsus prouocabis ad clericos: «an de his ali- 
quid audeam dicere, qui certe in suis urbibus commorantur?» Absit 
ut quicquam de his sinistrum loquar qui apostólico gradui succedentes 

21 Mt 16,24. 

22 1 Jn 2,6. 

23 Jn 4,44. 



120 



A Heliodoro, monje 



14,8 



mente moran en sus ciudades?». ¡Lejos de mí decir nada desfa- 
vorable de quienes, siendo sucesores en la dignidad de los 
apóstoles, consagran con boca santificada el cuerpo de Cristo; 
gracias a ellos nosotros mismos somos cristianos; ellos tienen 
las llaves del reino de los cielos, juzgan en cierto modo antes 
del juicio y, con sobria castidad, guardan a la esposa del Señor. 
Pero, como ya he adelantado, uno es el caso del monje y otro 
el de los clérigos. Los clérigos apacientan las ovejas, yo soy apa- 
centado; ellos viven del altar; a mí, como a un árbol infructuo- 
so, se me pone el hacha a la raíz si no llevo mi ofrenda al altar. 
Y no puedo alegar mi pobreza, viendo en el Evangelio a una 
anciana que echa en el cepillo del templo las dos únicas mone- 
das que le quedaban. A mí no me es lícito juzgar a nadie ha- 
biendo un presbítero delante; y si yo peco, él puede entregarme 
a Satanás para perdición de mi carne, de modo que mi espíritu 
se salve Ya en la antigua Ley el que no obedecía a los sa- 
cerdotes era apedreado por el pueblo fuera del campamento, o 
bien presentaba la cabeza a la espada, expiaba con su sangre el 
desprecio. Ahora, el desobediente es decapitado por la espada 
espiritual o, una vez expulsado de la Iglesia, es despedazado por 
la boca rabiosa de los demonios. 

Si también a ti los piadosos halagos de los hermanos te soli- 
citan también para la misma dignidad, yo me alegraré por el en- 
cumbramiento, pero temeré por tu caída. Si alguno aspira al cargo 
de obispo, desea una noble función Lo sé, pero añade lo que 

Christi Corpus sacro ore conficiunt, per quos nos etiam Christiani su- 
mus, qui claves regni caelorum habentes quodammodo ante iudicii diem 
iudicant, qui sponsam Domini sobria castitate conseruant. Sed alia, 
ut ante praestruxi, monachi causa est, alia clerícorum. Clerici oues pas- 
cunt, ego pascor; illi de altario uiuunt, mihi quasi infructuosae arbori 
securis ponitur ad radices, si munus ad altare non defero. Nec possum 
obtendere paupertatem, cum in euangelio anum uideam dúo quae sola 
sibi supererant aera mittentem. Mihi ante presbyterum sedere non li- 
cet; illi si peccavero licet tradere me satanae in interitum carnis ut spi- 
ritus saluus fíat. Et in ueteri quidem lege quicumque sacerdotibus non 
obtemperasset aut extra castra positus lapidabatur a populo, aut gla- 
dio ceruice subiecta contemptum expiabat cruore. Nunc uero inoboe- 
diens spiritaÜ mucrone truncatuj; aut eiectus de ecclesia rábido 
daemonum ore discerpitur. 

Quod si te quoque ad eundem ordinem pia fratrum blandimenta 
sollicitant, gaudebo de ascensu, timebo de lapsu. Qui episcopatum de- 

24 Cf. 1 Cor 5,5. 

25 Cf. Dt 17,12. 

26 Cf. 1 Tim 3,1. 



14,8 



A Heliodoro, monje 



121 



sigue: Es, pues, necesario que el obispo sea irreprochable^ casado 
una sola veZy sobrio, casto, prudente, educado, hospitalario, apto 
para enseñar, ni bebedor ni violento, sino moderado Y una vez 
explicitadas a propósito de él las otras cualidades que siguen, 
no puso menor atención en el tercer grado, pues dice: También 
los diáconos deben ser castos, sin doblez, no dados a beber mucho 
vino ni amigos del torpe lucro, que guarden el Misterio de la fe con 
una conciencia pura. Primero se les someterá a prueba y, si fuesen 
irreprensibles, ejerzan su ministerio 

i Ay de aquel que, sin llevar vestido de bodas, entra en el ban- 
quete! No le queda sino oír al punto: Amigo, ¿cómo has entrado 
aquí? Y enmudecido él, se ordenará a los servidores: Atadle de 
pies y manos y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto 
y el rechinar de dientes ¡Ay de aquel que, guardando en un 
pañuelo el talento recibido, lo mantuvo escondido mientras los 
demás se procuraron ganancias! Al punto le alcanzará la voz de 
su dueño indignado: Siervo sin provecho, ¿por qué no pusiste mi 
dinero en el banco y, al volver yo, lo habría cobrado con los intere- 
ses? Es decir, «tenías que haber dejado junto al altar lo que 
no eras capaz de hacer fructificar. Pues mientras tú, negociante 
perezoso, te quedaste con el denario, ocupaste el lugar de otro 
que podía duplicar el dinero». Por eso, del mismo modo que el 
que sirve bien alcanza un buen puesto, así, el que se acerca in- 

siderat, bonum opus desiderat, Scimus ista, sed iunge quod sequitur: 
oportet autem huiusmodi inreprehensibilem esse, unius uxoris uirum, so- 
brium, pudicum, prudentem, omatum, hospitalem, docibilem, non uino- 
lentum, non percussorem, sed modestum. Et ceteris de eo quae sequuntur 
explicitis non minorem in tertio gradu adhibuit diligentiam dicens: diá- 
conos similiter púdicos, non bilingües, non multo uino deditos, non tur- 
pilucros, habentes mysterium fidei in conscientia pura. Et hi autem 
probentur primum et sic ministrent nullum crimen habentes. 

Vae Üli homini qui uesten non habens nuptialem ingreditur ad ce- 
nam! nihil superest, nisi ut statim audiat: amice, quemado huc uenisti? 
et illo obmutescente dicatur ministris: tollite illum pedibus et mantbus 
et mittite eum in tenebras extenores; ibi erit fletus etstridor dentium. Vae 
illi, qui acceptum talentum in sudario ligans ceteris lucra facientibus 
id tantum quod acceperat reseruarit! ilico indignantis Domini clamore 
ferietur: serue nequam, quare non dedisti pecuniam meam ad mensam, 
et ego ueniens cum usuris exegissem? id est: «deposuisses ad altare quod 
ferré non poteras. Dum enim tu, ignauus negotiator, denarium tenes, 
alterius locum qui pecuniam duplicare poterat occupasti». Quam ob 

27 1 Tim 3,2-3. 

28 1 Tim 3,8-10. 

29 Mt 22,12-13. 

30 Le 19.22-23. 



122 



A Helíodoro, monje 



14,9 



dignamente al cáliz del Señor, se hace reo del cuerpo y de la 
sangre del Señor 

9. No todos los obispos son realmente obispos. Estarás pen- 
sando en Pedro, pero piensa también en Judas. Te fijas en Este- 
ban, pero mira también a Nicolás, a quien el Señor aborrece en 
su Apocalipsis porque concibió cosas tan infames y vergon- 
zosas que de aquella raíz brotó la herejía de los ofitas. Que cada 
uno se examine a sí mismo, y sólo entonces se acerque. La dig- 
nidad eclesiástica no hace al cristiano. El centurión Cornelio 
siendo aún pagano, es inundado por el don del Espíritu Santo; 
Daniel ^"^j niño aún, juzga a los ancianos; Amos estaba reco- 
giendo zarzamoras, y de repente es constituido profeta; David, 
siendo pastor, es elegido rey; al menor de sus discípulos Jesús 
lo amaba más que a ningún otro. Hermano, siéntate más abajo 
para que, si viene otro inferior a ti, seas invitado a subir más 
alto ¿Sobre quién descansa el Señor sino sobre el humilde 
y el pacífico, y sobre quien teme por sus propias palabras? A 
quien se da más, se le exige más. Los poderosos serán poderosa- 
mente atormentados Que nadie se ufane de la simple casti- 
dad de un cuerpo limpio, pues de toda palabra ociosa que hablen 
los hombres tendrán que dar cuenta en el día del juicio, y la sola 

rem sicut is qui bene ministrat bonum gradum sibi adquirit, ita qui 
indigne ad calicem Domini accedit reus erit dominici corporis et san- 
guinis. 

9. Non omnes episcopi episcopi. Adtendis Petrum, sed et ludam 
considera. Stephanum suspicis, sed et Nicolaum réspice quem Domi- 
nus in Apocalypsi sua odit; qui tam turpia et nefanda commentus est, 
ut Ophitarum heresis ex illa radice nascatur. Probet se unusquisque 
et sic accedat. Non facit ecclesiastica dignitas Christianum. Cornelius 
centurio adhuc ethnicus dono Spiritus sancti inundatur; presbyteros 
Danihel puer iudicat; Amos ruborum mora destringens repente prop- 
heta est; Dauid pastor adlegitur in regem; minimum discipulum lesus 
amat plurimum. Inferius, frater, accumbe, ut minore ueniente sursum 
iubearis accederé. Super quem Dominus requiescit, nisi super humi- 
lem et quietum et trementem uerba sua? cui plus creditur, plus ab eo 
exigitur. Potentes potenter tormenta patientur. Neo sibi quisquam de cor- 
poris tantum mundi castitate supplaudat, cum omne uerbum otiosum 
quodcumque locuti fuerint homines, reddituri sint pro eo rationem in 
die iudicii, cum ctiam conuicium in fratrem homicidii sit reatus. Non 

31 Cf. 1 Cor 11,27. 

32 Cf. Ap 2,6. 

33 Cf. Hech 10. 

34 Cf. Dan 13- 

35 Cf. Le 14,10. 

36 Sab 6,6. 



14,10 



A Heliodoro, monje 



123 



injuria a un hermano es delito de homicidio. No es fácil ocupar 
el puesto de Pablo o tener la dignidad de los que ya reinan con 
Cristo; puede venir un ángel que rasgue el velo de tu templo 
y cambie de lugar tu candelero Estando para edificar una to- 
rre, calcula bien el coste de la obra futura La sal desvirtua- 
da no vale más que para ser tirada afuera y que la pisen los 
puercos. Si el monje cae, el sacerdote rogará por él; por el sacer- 
dote caído ¿quién rogará? 

10. Pero una vez que mi discurso ha sorteado lugares lle- 
nos de escollos y mi frágil barquilla ha llegado a alta mar por 
entre las rocas excavadas por las espumosas olas, ya es hora de 
desplegar las velas al viento y, salvados los escollos de las discu- 
siones, cantar como alegres marinos el celeuma de la conclusión. 
¡Oh desierto adornado con las flores de Cristo! \Oh soledad en 
la que se encuentran aquellas piedras con las que en el Apoca- 
lipsis se construye la ciudad del gran rey! ¡Oh yermo que go- 
za de la familiaridad divina! ¿Qué haces, hermano, en el siglo, 
tú que eres mayor que el mundo? ¿Hasta cuándo los techos te 
oprimirán con sus sombras? ¿Hasta cuándo te retendrá la cárcel 
humeante de esas ciudades? Créeme, aquí puedo ver un no sé 
qué de más luminoso. Es posible dejar la carga del cuerpo y vo- 
lar al puro fulgor del cielo. ¿Temes la pobreza? Cristo llama bie- 
naventurados a los pobres. ¿Te asusta el trabajo? Ningún atleta 
es coronado sin sudores. ¿Te preocupa la comida? ¡La fe no sien- 

est facile stare loco Pauli, tenere gradum iam cum Christo regnantium, 
ne forte ueniat ángelus qui scindat uelum tempU tui, qui candelabrum 
tuum loco moueat. Aedificaturus turrem futuri operis sumptus suppu- 
ta. Infatuatum sal ad nihilum est utile nisi ut proiciatur foras et a por- 
cis conculcetur. Monachus si ceciderit rogabit pro eo sacerdos; pro 
sacerdotis lapsu quis rogaturus est? 

10. Sed quoniam e scopulosis locis enauigauit oratio et inter cauas 
spumeis fluctibus cautes fragilis in altum cumba processit, expanden- 
da uela sunt uentis et quaestionum scopulis transuadatis laetantium 
more nautarum epilogi celeuma cantandum est. O desertum Christi 
floribus uernans! o solitudo, in qua illi nascuntur lapides, de quibus 
in Apocalypsi ciuitas magni regis extruitur! o heremus famiUari Deo 
gaudens! quid agis, frater, in saeculo, qui maior es mundo? quam diu 
te tectorum umbrae premunt? quam diu fumeus harum urbium carcer 
includit? crede mihi, nescio quid plus lucis aspicio. Líber sarcina car- 
nis abiecta ad purum aetheris uolare fulgorem. Paupertatem times? sed 
beatos pauperes Christus appellat. Labore terreris? sed nemo athleta 

" Cf. Ap 2,5. 

58 Cf. Le 14,28. 

59 Cf. Mt 5,13. 

40 Cf. Ap 21,18-21. 



124 



A Heliodoro, monje 



14,11 



te el hambre! ¿Tienes miedo de dejar caer sobre la dura tierra 
tus miembros extenuados por el ayuno? A tu lado yace el Señor. 
¿Te horroriza la descuidada cabellera de una cabeza sucia? Tu 
cabeza es Cristo. ¿Te aterra la inmensidad infinita del desierto? 
Paséate en espíritu por el paraíso. Siempre que subas allí con 
el pensamiento, dejarás de estar en el desierto. ¿Que la piel se 
pone áspera por falta de baños? ¡El que se ha lavado una vez 
en Cristo no necesita volverse a bañar! Escucha, en suma, lo 
que a todo esto responde el Apóstol: No son comparables los su- 
frimientos de este mundo con la gloria que se ha de manifestar en 
nosotros Muy comodón eres, querido mío, si pretendes go- 
zar aquí con el siglo, y después reinar con Cristo. 

11. Llegará, llegara aquel día en que esto corruptible y mortal 
se revista de incorrupción e inmortalidad. Dichoso el siervo a 
quien el Señor encuentre velando. Entonces, a la voz de la trom- 
peta, temblarán de pavor la tierra y los hombres; pero tú te ale- 
grarás. Cuando llegue el Señor a juzgar, el mundo dará gemidos 
de dolor; tribus y tribus se herirán el pecho; reyes que en otro 
tiempo fueron poderosísimos, desarmado su flanco temblarán 
de miedo. Se presentará Júpiter con su prole, y entonces sí que 
será verdaderamente de fuego; también será traído el necio Pla- 
tón con sus discípulos; a Aristóteles no le valdrán de nada sus 
argumentos. Entonces tú, rústico y pobre, saltarás de gozo, rei- 
rás y dirás: «He aquí a mi Dios, el que fue crucificado; he aquí 

sine sudoribus coronatur. De cibo cogitas? sed fides famem non sen- 
tit. Super nudam metuis humum exesa ieiuniis membra conlidere? sed 
Dominus tecum iacet. Squalidi capitis horret inculta caesaries? sed ca- 
put tuum Christus est. Infinita heremi uastitas tenes? sed tu paradi- 
sum mente deambula. Quotienscumque illuc cogitatione conscenderis, 
totiens in heremo non eris. Scabra sine balneis adtrahitur cutis? sed 
qui in Christo semel lotus est, non ÜH necesse est iterum lauare. Et 
ut breuiter ad cuneta apostolum audias respondentem: non sunt con- 
dignae passiones huius saeculi ad superuenturam gloriam quae reuelabi- 
tur tn nobzs, Delicatus es, carissime, si et hic uis gaudere cum saeculo 
et postea regnare cum Christo. 

11. Veniet, ueniet illa dies, qua corruptiuum hoc et mortale inco- 
rruptionem induat et inmortalitatem. Beatus seruus quem Dominus 
inuenerit uigilantem. Tune ad uoeem tubae pauebit térra eum populis, 
tu gaudebis. ludieaturo Domino lúgubre mundus inmugiet; tribus ad 
tribum ferient pectora; potentissimi quondam reges nudo latere palpi- 
tabunt; exhibebitur cum prole sua uere tune ignitus luppiter; adduce- 
tur et cum suis stultus Plato discipuHs; Aristoteli argumenta non 
proderunt. Tune tu rusticanus et pauper exultabis, ridebis et dices: «ecce 
erucifixus Deus meus, ecce iudex, qui obuolutus patmis in praesepio 



41 Rom 8,18. 



15 



A Dámaso 



125 



el juez, el que, envuelto en pañales, lloró en un pesebre. Este 
es el hijo del artesano y de la jornalera; éste, el Dios que, lleva- 
do en el regazo de su madre, huyó de un hombre a Egipto; éste, 
el que fue vestido de grana, el que fue coronado de espinas, el 
hechicero poseído del demonio y el samaritano. Judío, mira 
las manos que clavaste; romano, mira el costado que atravesaste. 
Contemplad el cuerpo, a ver si es el mismo que decíais que se 
llevaron sus discípulos en el secreto de la noche». Hermano, si 
deseas poder decir tales cosas y estar presente a este espectácu- 
lo, ¿qué esfuerzo puede parecerte duro ahora? 



15 A DÁMASO 

[CONSULTA DOGMÁTICA] 

Las delicias espirituales del desierto, contadas en la carta ante- 
rior, se verán enturbiadas por el acoso que los monjes vecinos ejer- 
cerán sobre Jerónimo para que tome posición en el contexto del 
drama arrtano, que invadía los últimos rincones del yermo. En An- 
tioquía la división doctrinal había llevado a una situación realmente 
trágica. Al margen de la corriente abiertamente arriana, tres obis- 
pos se disputan la legitimidad de la sede: Melecio, con anteceden- 
tes arrianizantes; Paulino, ultraortodoxo pero ilegítimamente 
ordenado, y Vital, de la tendencia apolinarista. En esta situación 
de agobio, Jerónimo no encuentra más salida que el recurso al pa- 
dre de toda ortodoxia, el obispo de la iglesia de Roma, de la que 
Jerónimo es hijo de manera especial por el bautismo recibido en ella. 

Es quizás ésta la primera toma de contacto con el papa Dámaso, 
que tan hondamente iba a influir en la vida de Jerónimo, 

La estancia en el desierto está llegando a su fin. Puede ser el año 

376. 

uagiit. Hic est ille operarii et quaestuariae filius, hic qui matris gesta- 
tus sinu hominem Deus fugit in Aegyptum, hic uestitus coccino, hic 
sentibus coronatus, hic magus daemonium habens et Samarites. Cer- 
ne manos, ludaee, quas fixeras; cerne latus. Romane, quod federas. Vi- 
dete Corpus, an idem sit quod dicebatis clam nocte tuíisse discípulos». 
Vt haec tibi, frater, dicere, ut hís interesse contingat, qui nunc labor 
durus est? 

15 AD DAMASVM 

1. Quoniam uetusto oriens inter se populorum furore conlisus in- 
discissam Dominí tunicam et desuper textam minutatim per frustra 

CL Me 3,22. 



126 



A Dámaso 



15,2 



1. Sacudido por el viejo furor que enfrenta a los pueblos 
entre sí, el Oriente desgarra en pedazos la túnica inconsútil del 
Señor, la túnica que fue tejida de una sola pieza, y las zorras 
devastan la viña de Cristo, hasta el punto de que, entre las cis- 
ternas rotas y sin agua, se hace difícil adivinar dónde está la 
fuente sellada y el huerto cerrado. Por eso juzgué que debía yo 
consultar a la cátedra de Pedro y a la fe alabada por boca apos- 
tólica, y buscar alimento para mi alma allí donde en otro tiem- 
po recibí la vestidura de Cristo. Así, pues, ni la vastedad del mar 
ni la inmensidad de tierra firme que se nos interpone han sido 
capaces de disuadirme de la búsqueda de la preciosa margarita: 
«Dondequiera estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las 
águilas^> ^ Malgastado el patrimonio por una descendencia per- 
versa, sólo entre vosotros se encuentra incontaminada la heren- 
cia de los padres. Allá, una tierra de humus fecundo devuelve 
al ciento por uno la pura semilla del Señor; aquí, el trigo, ente- 
rrado en los surcos, degenera en cizaña y avena loca. El sol de 
justicia sale ahora por Occidente, mientras que aquel Lucifer que 
cayera sobre los astros ha puesto su trono en Oriente. «Vosotros 
sois la luz del mundo, vosotros sois la sal de la tierra» ^, voso- 
tros sois los vasos de oro y plata; aquí vasos de tierra y de made- 
ra esperan la vara de hierro y el incendio eterno. 

2. Si por una parte me cohibe tu magnificencia, por otra 
tu humanidad me invita. Como víctima, espero del sacerdote 
la salvación; como oveja, pido del pastor el auxilio. Lejos de mí 

discerpit et Christi uineam exterminant uulpes ut, Ínter lacus contri- 
tos qui aquam non habent, difficile ubi fons signatus et hortus ille con- 
clusus sit possit inteUegi, ideo mihi cathedram Petri et fidem apostólico 
ore laudatam censui consulendam, inde nunc meae animae postulans 
cibus unde olim Christi uestimenta suscepi. Ñeque uero tanta uastitas 
liquentis elementi et interiacens longitudo terrarum me a pretiosae mar- 
garitae potuit inquisitione prohibere. Vbicumque fueñi corpus, illuc con- 
gregahuntur et aquilae. Profligato a suboie mala patrimonio apud uos 
solos incorrupta patrum seruatur hereditas. Ibi caespite térra fecundo 
dominici seminis puritatem centeno fructu refert, hic obruta sulcis fru- 
menta in lolium auenasque degenerant. Nunc in occidente sol iusti- 
tiae oritur, in oriente autem lucifer ille qui ceciderat super sidera posuit 
thronum suum. Vos estis lux mundi, uos sal terrae, uos uasa áurea et 
argéntea; hic testacea uasa uel lignea uirgam ferream et aeternum op- 
periuntur incendium. 

2. Quamquam igitur tui me terreat magnitudo, tamen inuitat hu- 
manitas. A sacerdote uictima salutem, a pastóte praesidium ouis flagi- 



1 Ix 17,37. 

2 Mt .5,13. 



Á Dámaso 



121 



el deseo de adular, lejos de mí la búsqueda de apoyo en la cúspi- 
de romana: estoy hablando con el sucesor del pescador y con 
el discípulo de la cruz. Yo, que no sigo más primacía que la de 
Cristo, me uno por la comunión a tu beatitud, es decir, a la cá- 
tedra de Pedro. Sé que la Iglesia está edificada sobre esa roca. 
Todo el que come el cordero fuera de esta casa es profano ^. 
Quien, mientras dure el diluvio, no esté en el arca de Noé pere- 
cerá. Por mis pecados me he desterrado a aquel desierto que se- 
para a Siria de los confines de la barbarie, y, pues nos separan 
tan enormes distancias, no me es posible solicitar de tu santi- 
dad constantemente «el santo del Señor», Por eso sigo aquí a 
tus colegas, los confesores egipcios, y, navecilla insignificante, 
me protejo al abrigo de estos grandes navios de carga. No co- 
nozco a Vital, rechazo a Melecio, ignoro a Paulino. Quien no 
recoge contigo, desparrama; es decir, el que no es de Cristo es 
del anticristo. 

3. El caso es que ahora — ídesdichado de mí! — , después 
de la fe de Nicea, después del decreto alejandrino adoptado con 
el acuerdo de Occidente, la rama de los arríanos denominados 
Campenses exige de mí, hombre romano, ese nombre novedoso 
de las tres hipóstasis. ¿Qué apóstoles, dime, legaron esas cosas? 
¿Qué nuevo Pablo, maestro de gentiles, enseñó esa doctrina? Les 
preguntamos cómo creen que se deban entender las tres hipós- 
tasis, y responden que como «tres personas subsistentes». Yo les 
respondo que así es como yo lo creo; pero no basta el sentido; 
quieren también la palabra, pues se esconde no sé qué veneno 

to. Facessat inuidia, Romani culminis recedat ambitio: cum successore 
piscatoris et discipulo crucis loquen Ego nullum primum nisi Chris- 
tum sequens beatitudini tuae, id est cathedrae Petri, communione con- 
socior. Super ülam petram aedificatam ecclesíam scio. Quicumque extra 
hanc domum agnum comederit, profanus est. Si quis in Noe arca non 
fuerit, periet regnante diluuio. Et quia pro facinoribus meis ad eam 
solitudinem conmigraui quae Syriam iuncto barbariae fine determinat, 
nec possum sanctum Domini tot interiacentibus spatiis a sanctimonia 
tu a semper expetere, ideo hic collegas tuos Aegyptios confessores se- 
quor et sub onerariis nauibus parua nauicula delitesco. Non noui Vita- 
lem, Meletium respuo, ignoro Paulinum, Quicumque tecum non coUigit 
spargit, hoc est, qui Christi non est, antíchristi est. 

3. Nunc igitur — pro dolor! — post Nicenam fidem, post Alexan- 
drinum iuncto pariter occidente decretum, tnximÚTCoaráaeuiv , ab Arria- 
norum prole, Campensibus, nouellum a me, homine Romano, nomen 
exigitur. Qui ista, quaeso, apostoli prodidere? quis nouus magister gen- 
tium Paulus haec docuit? Interrogamus quid tres hypostases pos se ar- 
bitrentur intellegi: «tres personas subsistentes» aiunt. Respondemus nos 



^ Ex 12,43. 



128 



Á Dámaso 



15,4 



en las sflabas. Yo grito: «Quien no confiese tres hipóstasis como 
tres évvTróaTOLTOi, es decir, como tres personas subsistentes, sea 
anatema»; pero como no repito sus propios vocablos, se me ta- 
cha de hereje. Pero si alguien entiende hipóstasis en el sentido 
de o bata o sustancia y no confiesa que en las tres personas hay 
una sola hipóstasis, ese tal es extraño a Cristo. Y pues ésta es 
mi confesión, se me marca a fuego, lo mismo que vosotros con 
el cauterio de la unión. 

4. Yd os ruego que decidáis. Si así os place, yo no tendré 
inconveniente en hablar de tres hipóstasis; si lo mandáis, for- 
múlese un nuevo credo después del de Nicea y confesemos los 
ortodoxos la fe con palabras semejantes a los arríanos. Toda la 
tradición de las letras profanas no entiende por hipóstasis otra 
cosa que o) ata o sustancia. Así, pues, ¿habrá alguien que con 
boca sacrilega confiese tres sustancias? Sólo hay una naturale- 
za, la de Dios, que de verdad es, pues el subsistir no le viene 
de otra parte, sino de sí misma. Todo lo demás, que son cosas 
creadas, aunque parecen ser, no son; pues hubo un momento 
en que no fueron, y lo que no fue puede de nuevo dejar de ser. 
Sólo Dios, que es eterno, es decir, que no tiene comienzo, posee 
verdaderamente el nombre de esencia. De ahí que le diga a Moisés 
desde la zarza: «Yo soy el que soy». Y luego: «El que es me ha 
enviado» ^, Existían entonces, claro está, los ángeles, el cielo, 
la tierra o los mares. ¿Cómo, pues, reivindica Dios para sí como 
propio el nombre común de esencia? Pero porque la suya es la 

ita credere: non sufficít sensus, ipsum nomen efflagitant, quia nescio 
quid ueneni in syllabis latet. Clamamus: «sí quís tres hypostases ut tría 
evvTtóaTocrot, hoc est ut tres subsistentes personas, non confitetur, ana- 
thema sit», et quia uocabula non edicimus hereticí iudicamur. Si quis 
autem hypostasin usian intellegens non in tribus personis unam hypos- 
tasin dicit, alienus a Christo est, et sub hac confessione uobiscum pa- 
riter cauterio unionis inurimur. 

4. Decernite, obsecro: si placet, non timebo tres hypostases di- 
cere; si iubetis, condatur noua post Nicenam fides, et similibus uerbis 
cum Arrianis confiteamur orthodoxi. Tota saecularium litterarum schola 
nihil aliud hypostasin nisi usian nouit. Et quisquam, rogo, ore sacrile- 
go tres substantias praedicabit? una est Dei sola natura quae uere est 
— ad id enim quod subsistit non habet aliunde sed suum est — , cetera 
quae creata sunt etiamsí uidentur esse non sunt, quia aliquando non 
fuerunt, et potest rursus non esse quod non fuit. Deus solus, qui aeter- 
nus est, hoc est qui exordium non habet, essentiae nomen uere tenet. 
Idcirco et ad Moysen de rubo loquitur: ego sum^ qui sum, et rursum: 
qui est y misit me. Erant utique tune angeli, caelum, térra uel maria: 



4 Ex 3,14. 



15,4 



A Dámaso 



129 



única naturaleza increada, y porque en las tres personas subsis- 
te una sola divinidad, por eso mismo sólo hay una naturaleza 
que verdaderamente es. Y el que dice que son tres seres, es de- 
cir, tres hipóstasis, so color de piedad trata de afirmar tres natu- 
ralezas. Y si esto es así, ¿por qué separarnos de Arrio por medio 
de muros, cuando estamos unidos por la herejía? Júntese con 
tu beatitud Ursino, y dése Auxencio la mano con Ambrosio. |Lejos 
tal cosa de la fe romana! ¡Que los corazones piadosos de los pue- 
blos no beban tan enorme sacrilegio! Bástenos afirmar una sola 
sustancia, tres personas subsistentes, perfectas, iguales y coeter- 
nas. No se hable, si te parece, de tres hipóstasis y manténgase 
una sola. No cabe la buena sospecha de que el sentido sea el 
mismo cuando los términos discrepan. Bástenos la mencionada 
profesión de fe, o bien, si lo juzgáis acertado, escribid que de- 
bemos afirmar tres hipóstasis, aunque con las oportunas expli- 
caciones. No nos negamos a ello; pero, creedme, bajo la miel 
se esconde el veneno. «El ángel de Satanás se transfigura en án- 
gel de luz» ^: explican bien lo de hipóstasis, pero cuando les di- 
go que yo sostengo lo mismo que ellos exponen, se me juzga 
hereje. ¿Por qué se aferran tan ahincadamente a una palabra? 
¿Qué tratan de ocultar bajo esa expresión ambigua? Si creen tal 
como se explican, no condeno lo que sostienen; pero, si yo creo 
tal como ellos simulan sentir, déjenme expresar con mis pala- 
bras lo que ellos sienten. 

et quomodo commune nomen essentiae proprium sibi uindicat Deus? 
Sed quia illa sola est infecta natura, et in tribus personis deltas una 
subsistit, quae est uere, una natura est: quisque tria esse, hoc est tres 
htroaTáaeis dicit, sub nomine pietatis tres naturas conatur adserere. 
Et si ita est, cur ab Arrio parietibus separamur perfidia copulati? lun- 
gatur cum beatitudine tua Ursinus, cum Ambrosio societur Auxentius. 
Absit hoc a Romana fide: sacrilegium tantum religiosa populorum corda 
non hauriant. Sufficiat nobis dicere unam substantiam, tres personas 
subsistentes perfectas, aequales, coaeternas; taceantur tres hypos tases, 
si placet, et una teneatur. Non bonae suspicionis est cum in eodem 
sensu uerba dissentiunt. Sufficiat nobis memorata credulitas aut, si rec- 
tum putatis, scribite tres hypostases cum interpretationibus suis debe- 
re nos dicere. Non negamus sed, mihi credite, uenenum sub melle latet. 
Transfigurauit se ángelus satanae in angelum lucis: bene interpretantur 
hypostasion, et cum id quod ipsi exponunt habere me dicam, hereti- 
cus iudicor. Quid tan anxie unum uerbum tenent? quid sub ambiguo 
sermone latitant? si sic credunt ut interpretantur, non damno quod re- 
tinent; si sic credo ut ipsi sentiré se simulant, permittant mihi meis 
uerbis suum sensum loqui. 



5 2 Cor 11,14. 



130 



A Dámaso 



16,1 



5. Por lo cual conjuro a tu beatitud por el Crucificado, Sal- 
vación del mundo, y por la Trinidad consustancial, que, por tus 
cartas, me autorices a hablar o a callar cerca de las hipóstasis. 
Y para que la oscuridad del lugar en que habito no desoriente 
a los portadores de tu carta, te ruego te dignes mandar tus es- 
critos al presbítero Evagrio, a quien conoces muy bien. Indíca- 
me de paso con quién haya de estar yo en comunión en Antioquía, 
pues los Campenses, aliados con los herejes de Tarso, no tienen 
otra ambición que la de, apoyados en vuestra comunión, predi- 
car las tres hipóstasis en el sentido antiguo. 



La audacia de un monje consultando sus apremios dogmáticos 
a un papa no tenía muchas perspectivas de éxito. Jerónimo no reci- 
be contestación de Roma. Ahora insiste con el mismo nerviosis- 
mo, pero con más humildad: «No desprecies un alma por la que 
murió Cristo». 

Entre la carta anterior y ésta han pasado lógicamente algunos 
meses: la presente nos situaría en el año 377. 

1. La mujer importuna de que nos habla el Evangelio me- 
reció al fin ser oída; y el amigo, a pesar de estar cerrada la puer- 
ta y acostados los criados y ser medianoche, logró los panes de 
su amigo; y Dios mismo, que por ninguna fuerza contraria pue- 

5. Quam ob rem obtestor beatitudinem tuam per crucifixum, 
mundi salutem, per homousiam trinitatem, ut mihi epistulis tuis siue 
tacendarum siue dicendarum hypostaseon detur auctoritas. Et ne for- 
te obscuritas in quo dego loci fallat baiulos litterarum, ad Euagrium 
presbyterum quem optime nosti dignare scripta transmittere. Simul 
etiam cuÍ apud Antiochiam debeam communicare significes, quia Cam- 
penses, cum Tarsensibus hereticis copulantur, nihil aliud ambiunt quam 
ut auctoritate communionis uestrae fulti tres hypostases cum antiquo 
sensu praedicent. 



16 



A DÁMASO 



[INSISTENCIA EN LO ANTERIOR] 



16 



AD DAMASVM 



1. Inportuna in euangelio mulier tándem meruit audirí et cluso 
cum seruis ostio, media licet nocte, ab amico amicus panes accepit; 
Deus ipse qui nuUis contra se superari uiribus potest, publicani preci- 



16,2 



A Dámaso 



131 



de ser sobrepujado, se dejó vencer por las oraciones del publica- 
no; la ciudad de Nínive, que estaba perdida por sus pecados, 
se mantuvo en pie por sus lágrimas. ¿A que viene este exordio 
traído de tan lejos? Para que tú, que eres grande, te dignes mi- 
rar a un pequeño, y, pastor rico, no desprecies a una oveja enfer- 
ma. Cristo levantó al ladrón de la cruz al paraíso, y para que 
nadie piense que la conversión es nunca tardía, convirtió en mar- 
tirio un suplicio por homicidio. Cristo, digo, abraza con gozo 
al hijo pródigo que vuelve, y como buen pastor deja las noventa 
y nueve sanas, y trae sobre sus hombros a la única ovejuela que 
se había quedado rezagada. Pablo es hecho de perseguidor pre- 
dicador, queda ciego de los ojos carnales para que vea mejor con 
los del espíritu, y el que conducía encadenados ante el sanedrín 
de los judíos a los siervos de Cristo, se gloría más adelante de 
las cadenas que lleva por Cristo. 

2. Así, pues, como ya anteriormente te escribí, yo que he 
recibido la vestidura de Cristo en la ciudad de Roma, estoy aho- 
ra encerrado en la frontera de Siria con los pueblos bárbaros. 
Y no pienses que haya sido otro quien dictó contra mí esta sen- 
tencia; yo mismo fui quien determiné lo que merecía. Pero, co- 
mo canta el poeta pagano, «de cielo muda quien allende el mar 
corre, mas no de alma» ^ No de otro modo el enemigo incan- 
sable me ha venido siguiendo a las espaldas, de suerte que en 
la soledad de ahora sufro una guerra más encarnizada. Por un 
lado se embravece aquí el furor arriano sostenido por los pode- 
res del mundo; por otro, la Iglesia se halla escindida en tres fac- 
has uincitur: Nineue ciuitas, quae peccato periit, fletibus stetit. Quor- 
sum ista tam longo repetita prooemio? uidelicet ut paruum magnas 
aspicias, ut diues pastor morbidam non contemnas ouem. Christus in 
paradisum de cruce latronem tulit et ne quis aliquando seram conuer- 
sionem putaret fecit Komicidii poena martyrium. Christus, inquam, 
prodigum filium reuertentem laetus amplectitur et nonaginta nouem 
sanis pecudibus derelictis una ouicula quae remanserat umeris boni pas- 
toris aduehitur. Paulus ex persecutore fit praedicator; oculis carnali- 
bus excaecatur ut mente plus uideat, et qui uinctos Christi fámulos 
ducebat ad concilium ludaeorum ipse postea de Christi uinculis glo- 
riatur. 

2. Ego igitur, ut ante iam scripsi, Christi uestem in Romana ur- 
be suscipiens nunc barbare Syriae limite teneor. Et ne putes alterius 
hanc de me fuisse sententiam, quid mererer ipse constitui. Verum, ut 
ait gentilis poeta: «caelum, non animum mutat, qui trans mare currit», 
ita me incessabÜis inimicus postergum secutus est ut maiora in solitu- 
dine bella nunc patiar. Hinc enim praesidiis fulta mundi Arriana ra- 



i Horacio, Epist. I 11,27. 



132 



Á Marco, presbítero de Calcis 



17 



ciones y cada una tiene empeño en atraerme hacia sí. La antigua 
autoridad de los monjes que moran en los contornos se levanta 
contra mí. Yo, entre tanto, no ceso de dar voces: «El que se ad- 
hiera a la cátedra de Pedro es mío». Melecio, Vital y Paulino 
dicen estar de tu parte, cosa que yo podría creer si lo afirmara 
uno solo; pero así, o mienten dos o mienten todos. Por eso su- 
plico a tu beatitud por la cruz del Señor, por su pasión, honor 
esencial de nuestra fe: tú que sigues a los apóstoles por la digni- 
dad sigúelos también por los méritos, y de esa forma te sientes 
en un trono para juzgar con los Doce, y otro te ciña de viejo 
como a Pedro, y con Pablo logres el derecho de ciudadano del 
cielo; a ti, pues, suplico me indiques con tus cartas con quién 
deba yo estar en comunión aquí en Siria. No desprecies un al- 
ma por la que ha muerto Cristo. 

17 A MARCO, PRESBÍTERO DE CALCIS 

[JERÓNIMO HACE PROFESIÓN DE SU FE ROMANA] 



La situación por la que está pasando Jerónimo se le hace cada 
día más insoportable. Los monjes con quienes convive en el desier- 
to, <desde el escondrijo de sus celdas», se han constituido en jueces 
del mundo y se atreven a «dictar sentencia aun contra los obispos». 
Un sacerdote conciliador, Marco, seguro que con la mejor volun- 
tad, le pide a Jerónimo una confesión de fe por escrito, para calmar 
a los adversarios. Pero Jerónimo ha desistido de la lucha y respon- 
de con esta carta que es la despedida del desierto y de los mejores 
amigos que en él ha encontrado. Seria el año 377. 

bies fremit; hinc in tres partes scissa ecclesia ad se rapere festinat. 
Monachorum circa commanentíum antiqua in me surgit auctoritas. Ego 
interím clamito: «si quis cathedrae Petri iungitur, meus est». Meletius, 
Vitalis atque Paulinus tibi haerere se dicunt: possem credere, si hoc 
unus adsereret; nunc aut dúo mentiuntur aut omnes. Idcirco obtestor 
beatitudinem tuam per crucem Domini, per necessarium fidei nostrae 
decus, passionem: ita qui apostólos honore sequeris sequaris et méri- 
to, ita in solio cum duodecim iudicaturis sedeas, ita te alius senem cum 
Petro cingat, ita municipatum caeli cum Paulo consequaris, ut mihi 
litterís tuis apud quem in Syria debeam communicare significes. Noli 
despicere animam pro qua Christus est mortuus. 

17 AD MARCVM PRESBYTERVM CHALCIDE 

1. Decreueram quidem utendum mihi psalmistae ucee dicentis: 
cum consisteret aduersum me peccator, obmutui et humiliatus sum et si- 



17,2 



A Marco, presbítero de Caléis 



133 



1. Había yo decidido apropiarme las palabras del salmista 
que dice: Mientras el impío esté presente^ enmudeceré y me humi- 
llaré y callaré entre los buenos ^; y aquellas otras: Pero yo como 
un sordo no oíUj como un mudo no abría mi boca, soy como uno 
que no oye ^. Pero, como la caridad todo lo supera y la amis- 
tad es más fuerte que mi propósito, más que responder con in- 
jurias a quienes me injurian voy a satisfacer a lo que tú me pides. 
Pues entre los cristianos, como alguien dice, no es miserable el 
que sufre el agravio, sino el que lo comete ^. 

2. Y en primer lugar, antes de hablar contigo de mi fe, que 
conoces perfectamente, me veo forzado a gritar contra la barba- 
rie de este lugar con aquellos versos vulgares: 

Pero ¿qué hombres son éstos?, ¿cuál la patria 
que costumbres tan bárbaras permite? 
¡Negado el hospedaje de la arena! 
¡Guerra, por hacer pie sobre la playa! 
etcétera. 

Los he tomado del poeta gentil, a ver si quien no guarda la 
paz de Cristo la aprende al menos de un pagano. Soy tachado 
de hereje porque predico la Trinidad consustancial; se me atri- 
buye impiedad sabeliana porque proclamo con voz incansable 
tres personas íntegras y perfectas. Si esto viniera de los arria- 

lui a bonis, et iterum: ego uero tamquam surdus non audiebam et tam- 
quam mutus non aperiens os suum factus sum ut homo non audiens, sed 
quoniam caritas omnia superat et propositum uincit affectus, non tan 
iniuriam facientibus reddo uicem quam tibí lespondeo postulanti. Apud 
Christianos enim non qui patitui; ut ait quidam, sed qui facit contu- 
meliam miser est. 

2. Et primo quidem, antequam de fide mea quam optime nosti 
tecum loquai; aduersus barbariam istias luci uersu coger clamare 
uulgato: 

«Quod genus hoc hominum? quaeue hunc tam barbara morem 
permittit patria? hospitio prohibemur arenae. 
Bella cient pritnaque uetant consistere térra» 

et cetera. Quae idcirco de gentiÜ poeta sumpsimus, ut qui Christi pa- 
cem non seruat pacem saltim discat ab ethnico. Hereticus uocor ho- 
mousiam praedicans trinitatem; Sabellianae inpietatis atguor tres 



1 Sal 38,2-3. 

2 Sal 37, 14-15. 

^ Cipriano, Epist 59,13. 
^ Virgilio, Aen. I 539ss. 



134 



A Marco, presbítero de Calcis 



17,3 



nos, pase; pero si viene de ortodoxos, quienes critican esta fe 
han dejado de ser ortodoxos, y si así lo quieren, que me conde- 
nen como hereje con el Occidente, hereje con Egipto, es decir, 
con Dámaso y con Pedro. ¿Por qué recriminan a un hombre so- 
lo y dejan a un lado a sus compañeros? Si el riachuelo fluye es- 
caso, la culpa no es del cauce, sino de la fuente. Vergüenza da 
decirlo: desde las cavernas de nuestras celdillas condenamos al 
orbe entero cuando, envueltos en saco y ceniza, pronunciamos 
sentencia contra los obispos. ¿Qué hace bajo la túnica del peni- 
tente ese espíritu imperial? Las cadenas, la suciedad y la melena 
no son signo de diadema, sino de llanto. Déjenme, por favor, 
que no diga nada. ¿Por qué hieren a quien ni siquiera merece 
que se le envidie? Si soy hereje, a ti ¿qué te va en ello? Puedes 
estar tranquilo, ya está dicho. Sin duda temes que yo, hombre 
elocuentísimo en lengua siríaca o griega, vaya recorriendo las 
iglesias, seduzca a la gente y provoque un cisma. Nada he quita- 
do a nadie, nada recibo ociosamente. Con mi propia mano y mi 
propio sudor busco cada día el sustento, y sé que el Apóstol ha 
escrito: El que no trabaje, que tampoco coma ^ 

3. Jesús me es testigo, venerable y santo padre, con qué 
gemidos, con qué dolor te escribo todo esto. Mucho tiempo he 



subsistentes, ueras, integras perfectasque personas indefessa uoce pro- 
nuntians. Si ab Arrianis, mérito; si ab orthodoxis, qui huiusmodi ar- 
guunt fidem esse orthodoxi desierunt aut, si eis placet, hereticum me 
cum occidente, hereticum cum Aegypto, hoc est cum Dámaso Petro- 
que, condemnent. Quid unum hominem exceptis sociis criminantur? 
si riuus tenuiter effluit, non est aluei culpa sed fontis. Pudet dicere: 
de cauernis cellularum damnamus orbem, si in sacco et ciñere uolutati 
de episcopis sententiam ferimus. Quid facit sub túnica paenitentis re- 
gius animus? catena, sordes et cornac non sunt diadematis signa, sed 
fletus. Permittant mihi, quaeso, nihil loqui. Cur eum lacerant qui non 
meretur inuidiam? Hereticus sum: quid ad te? quiesce, iam dictum est. 
Plañe times ne eloquentissimus homo in Syro sermone uel Graeco ec- 
clesias circumeam, popules seducam, scisma conficiam. Nihil alicui 
praeripúi, nihil otiosus accipio. Manu cotidie et proprio sudore quae- 
rimus cibum, scientes ab apostólo scriptum esse: qui autem non opera- 
tun neo manducet. 

3. Haec, uenerabilis et sánete pater, cum quali gemitu, cum quali 
dolore conscripserim, testis est lesus. Tacui, numquid semper tacebo? 
dicit Dominus. Non mihi concedítur unus angulus heremi. Cotidie ex- 
poscor fidem, quasi sine fide renatus sim. Confiteor ut uolunt: non 
placet. Subscribo: non credunt. Vnum tantum placet ut hinc recedam. 



5 2 Tes 3,10. 



17,4 



A Marco, presbítero de Caléis 



135 



callado, ¿es que voy a callar siempre? ^, dice el Señor. No se me 
concede ni un rincón del desierto. A diario se me pide cuenta 
de mi fe, como si me hubiera bautizado sin fe. Confieso lo que 
quieren y no quedan satisfechos. Suscribo sus fórmulas y no me 
dan crédito. Lo único que les gustaría es que me fuera de aquí. 
Ya estoy a punto de irme. Me han arrancado una parte de mi 
alma, a mis carísimos hermanos, quienes piensan salir de aquí; 
es más, ya están saliendo, y dicen que prefieren habitar entre 
fieras antes que con tales cristianos. También yo, si no me retu- 
viera la debilidad de mi cuerpo y la aspereza del invierno, ahora 
mismo emprendía la fuga. Pero mientras llega la primavera, su- 
plico se me conceda por breves meses la hospitalidad del desier- 
to. Y si aun este plazo les parece largo, ahora mismo me voy. 
Del Señor es la tierra y todo lo que la llena ^. Suban ellos solos 
al cielo, por ellos solos murió Cristo; tengan, posean, gloríense. 
En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme^ si no es en la cruz 
de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado 
para mí y yo para el mundo ^. 

4. Respecto de lo que te has dignado escribirme sobre la 
fe, al santo Cirilo he entregado escrita mi profesión de ella. El 
que así no cree es extraño a Cristo. Por lo demás, yo tengo por 
testigos de mi fe a tus mismos oídos y los del bienaventurado 
hermano Zenobio, a quien juntamente contigo saludamos muy 
cordialmente todos los que estamos aquí. 



lam iam cedo. Abruperunt a me partem animae meae, carissimos fra- 
tres. Ecce discedere cupiunt, immo discedunt melius esse dicentes Ín- 
ter feras habitare quam cum talibus Christianis; et ego ipse, nisi me 
et corporis inbecillitas et hiemis retineret asperitas, modo fugerem. Ve- 
rumtamen, dum uernum tempus adueniat, obsecro ut paucis mihi men- 
sibus heremi concedatur hospitium; aut si et hoc tardum uidetur, 
abscedo. Domini est térra et plenitudo eius. Ascendant soli caelum, prop- 
ter illos tantum Christus mortuus sit, habeant, possideant, glorientur; 
mihi autem absit gloriari nisi in cruce domini nostri lesu Christi, perquem 
mihi mundus crucifixus est et ego mundo. 

4. De fide autem quod dignatus es scribere, sancto Cyrillo dedi 
conscriptam fidem. Qui sic non credit, alienus a Christo est. Ceterum 
ego fidei meae testes habeo aures tuas et beati fratris Zenobii, quem 
tecum omries qui hic sumos plurimum salutamus. 



6 Is 42,14. 

7 Sal 23,1. 

8 Gál 6,14. 



136 



A Dámaso 



18A 



18A 



A DÁMASO 



[ENSAYO EXEGÉTICO SOBRE LOS SERAFINES DE ISAÍAS] 

El desierto ha quedado atrás. Jerónimo está centrado en el estu- 
dio, que es lo suyo. Esta carta ISA es un tratado sobre el significa- 
do espiritual de los serafines que rodeaban el «trono alto y sublime», 
y del que con un carbón ardiente toca la boca del profeta, tal como 
se lee en Isaías 6,2-9. Jerónimo compondría este pequeño ensayo 
exegético probablemente durante su estancia en Constantinopla, y 
más tarde, ya en Roma, se lo dedicaría al papa Dámaso. Su incli- 
nación por la exégesis alegórica se manifiesta aquí claramente, pe- 
ro con sobriedad. Más notable es la capacidad jeronimiana para 
relacionar textos del Antiguo Testamento y explicarlos cristológi- 
camente. Quizá sea éste el «tratado breve y escrito a vuela pluma» 
sobre el profeta Isaías que dice Jerónimo (Comentario a Isaías VI) 
haber escrito durante su estancia en Constantinopla, año 381. 

«El año que murió el rey Ozías vi al Señor sentado en un 
trono alto y sublime, y toda la casa estaba llena de su majestad. 
Unos serafines estaban en torno a él; cada uno tenía seis alas. 
Con dos se cubrían la cara, con otras dos se cubrían los pies 
y con otras dos volaban. Y se gritaban el uno al otro: Santo, 
santo, santo. Señor Sabaot, llena está toda la tierra de su majes- 
tad. A la voz de los que clamaban se conmovieron los quicios 
y los dinteles, y la casa se llenó de humo. Y dije: ¡Ay de mí, 
que estoy perdido, pues soy hombre y de labios impuros y habi- 
to entre un pueblo de labios impuros, y he visto con mis ojos 
al rey Señor Sabaot! 



«Et factum est in anno quo mortuus est rex Ozias: uidi Dominum 
sedentem super thronum excelsum et eleuatum, et plena domus a maies- 
tate eius. Et seraphim stabant in circuitu eius: sex alae uni et sex alae 
alteri. Et duabus quidem uelabant faciem et duabus uelabant pedes 
et duabus uolabant. Et clamabant alter ad alterum et dicebant: sanc- 
tus sanctus sanctus Dominas sabaoth, plena est uniuersa térra maies- 
tate eius. Et eleuatum est superliminarc a uoce qua clamabant, et domus 
inpleta est fumo. Et dixi: o miser ego, quoniam conpunctus sum, quia 
cum sim homo et inmunda labia habeam, in medio quoque populi in- 
munda labia habentis habitem, et regem Dominum sabaoth ego uidi 
oculis meis. 

Et missum est ad me unum de seraphim, et in manu sua habebat 
carbonem, quem forcipe acceperat de altari. Et tetigit os meum et di- 



18A 



AD DAMASVM 



18A,1 



A Dámaso 



137 



Y fue enviado a mí uno de los serafines con una brasa en 
la mano, que con las tenazas había tomado del altar. Y tocó mi 
boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios y borrará tus 
iniquidades y limpiará tus pecados. Y oí la voz del Señor que 
decía: ¿A quién enviaré y quién irá a este pueblo? Y dije: Heme 
aquí, envíame. Y dijo: Ve y di a ese pueblo: Oiréis, pero no en- 
tenderéis, y miraréis, pero no veréis» ^ 

1. «El año que murió el rey Ozías vi al Señor sentado en 
un trono alto y sublime». Antes de hablar de la visión conviene 
que tratemos sobre quién fue Ozías, cuántos años reinó y quié- 
nes fueron sus contemporáneos en las otras naciones. Respecto, 
pues, de la persona, como leemos en los libros de los Reyes y 
de las Crónicas, fue varón justo e hizo lo recto en la presencia 
del Señor ^, edificó el templo, construyó el acueducto, ofreció 
los vasos, lo cual le valió salir vencedor de sus enemigos; y en 
fin, lo que es el máximo indicio de piedad, tuvo muchos profe- 
tas en su reino. 

Este, mientras vivió el sacerdote Zacarías, por sobrenombre 
el Inteligente, agradó a Dios y entró en su templo con toda reve- 
rencia. Pero, después de morir Zacarías, queriendo ofrecer por 
sí mismo los dones invadió la jurisdicción sacerdotal con más 
atrevimiento que piedad, y aunque los levitas y demás sacerdo- 
tes le recordaron: «¿No eres tú Ozías el rey, y no el sacerdote?», 

xit: ecce tetigit hoc labia tua et auferet iniquitates tuas et peccata tua 
circumpurgabit. Et audiuí uocem Domini dicentis: quem mittam et 
quis ibit ad populum istum? et dixi: ecce ego, mitte me. Et ait: uade 
et dic populo huic: aure audietis et non intellegetis, et cementes aspi- 
cietis et non uidebitis». 

1. «Et factum est in anno quo mortuus est rex Ozias: uidi Domi- 
num sedentem super thronum excelsum et eleuatum.» Antequam de 
uisione dicamus, pertractandum uidetur qui sit Ozias, quot annis reg- 
nauerit, qui ei in ceteris gentibus sint coaeui. Et de persona quidem, 
sicut in Regnorum et Praeteritorum libris legimus, fuit uir iustus et 
fecit rectum in conspectu Domini aedificans templum, aquaeductum fa- 
bricans, offerens uasa, et pro hoc mérito aduersarios superans, quod- 
que máximum pietatis indicium est, habens multos in suo imperio 
prophetas. 

Hic, quamdiu uixit Zacharias sacerdos cognomento Intellengens, 
placuit Deo et cum omni ueneratione delubrum eius ingressus est. Post- 
quam uero Zacharias obiit, uolens per se offerre donaria, sacerdota- 
lem ordinem non tam pie quam audacter inuasit, et ledamantibus leuitis 
et ceteris sacerdotibus: «nonne tu es Ozias rex et non sacerdos?» audi- 
re noluit, statimque lepra perfusus in fronte est secundum prophetae 

1 Is 6,1-9. 

2 2 Cro 26,4. 



138 



A Dámaso 



18A,2 



él no quiso oírlos, y al instante se le cubrió de lepra la frente \ 
conforme a la palabra del profeta que dice: Cúbreles, Señor, el 
rostro de ignominia ^\ es decir, la parte del cuerpo que el sacer- 
dote protegía con una lámina de oro, la que el Señor, por Eze- 
quiel, manda marcar con la letra tau; aquella de que David se 
regocija: Marcada está sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor ^ 
y en que el fanfarrón filisteo, herido con la piedra de la honda, 
pereció, 

Ozías reinó cincuenta y dos años, al tiempo que reinaba en- 
tre los latinos Amulio y entre los atenienses Agamestor undéci- 
mo. El profeta Isaías tuvo esta visión, que ahora nos proponemos 
explicar, después de la muerte de aquél, es decir, el año que na- 
ció Rómulo, fundador del Imperio romano, como pueden ver 
claramente quienes quieran leer el libro de la Crónica, que he 
traducido del griego al latín. 

2. «El año que murió el rey Ozías vi al Señor sentado en 
un trono alto y sublime». Una vez propuesta la historia, seguirá 
la inteligencia espiritual, por cuya causa ha tenido lugar la his- 
toria misma. Mientras vivió el rey leproso, anulando con su cul- 
pa el sacerdocio, Isaías no pudo tener ninguna visión. Mientras 
él tuvo autoridad en Judea, el profeta no levantó los ojos al cie- 
lo, no se le descubrieron los secretos celestes, no se manifestó 
el Señor Sabaot, ni fue oído en el misterio de la fe el nombre 

uocem dicentis: inple, Domine, facies eorum ignominia, quam corporis 
partem sacerdos auri lammina protegebat, quam in Ezechiel Dominus 
iubet tau litterae inpressione signari, de qua Dauid exultat dicens: sig- 
natum est super nos lumen uultus tui, Domine, in qua allophylus procax 
fundae lapide ictus interiit. 

Regnauit autem Ozias annis quinquaginta duobus, quo tempore 
apud Latinos Amulius, apud Athenienses Agamestor undecimus im- 
perabant. Post cuius mortem E salas propheta hanc uisionem quam ex- 
planare nunc nitimur uidit, id est eo anno quo Romulus, Romani imperii 
conditor, natus est, sicut manifestum esse poterit his qui uoluerint le- 
gere Temporum librum, quem nos in Latinam linguam ex Graeco ser- 
mone transtulimus. 

2. «Et factum est in anno, quo mortuus est rex Ozias: uidi Do- 
minum sedentem super thronum excelsum et eleuatum.» Praemissa his- 
toria, spiritalis sequitur intellectus cuius causa historia ipsa replicata 
est. Viuente leproso rege et quantum in se est sacerdotium dissipante, 
Esaias uisionem uidere non potuit. Quam diu iUe regnum tenuit in 
ludaea, propheta oculos non leuauit ad caelum, non ei sunt reserata 
caelestia, non apparuit Dominus sabaoth neo in mysterio fidei ter sancti 



5 Cf. 2 Cro 26,18-20. 

4 Sal 82,17. 

5 Sal 4,7. 



18A,2 



A Dámaso 



139 



de Dios tres veces santo. Pero una vez que murió, todo lo que 
mostrará mi exposición salió a la plena luz. 

Algo parecido está escrito igualmente en el Exodo. Mien- 
tras vivió el faraón, el pueblo de Israel, inmerso en el trabajo 
con el barro, los ladrillos y la paja, no suspiró por el Señor; mien- 
tras aquél reinó, nadie buscó al Dios de los patriarcas Abrahán, 
Isaac y Jacob. Pero una vez que murió, suspiraron los hijos de 
Israel, como dice la Escritura: Y subió su clamor al Señor ^, 
cuando, según la historia, más bien hubieran debido alegrarse, 
y antes, mientras vivía, haber suspirado. 

Del mismo modo, mientras Ezequiel estaba profetizando, Fal- 
tías, hijo de Banayas, murió, y después de la muerte de este cau- 
dillo pésimo el profeta dijo: Caí rostro en tierra y grité con voz 
fuerte: ¡Ay de mí, ay de mí, Adonai Señor, vas a aniquilar el resto 
de Israel! ^. Si por Ozías, el faraón y Faltías y otros semejantes 
se entienden las fuerzas adversas, se comprende que mientras 
ellas viven nadie de nosotros puede tener una visión, ni suspi- 
rar ni postrarse para hacer penitencia. No reine, dice el Apóstol, 
el pecado en vuestro cuerpo mortal ^. Mientras reina el pecado, 
construimos ciudades a los egipcios, andamos entre ceniza y su- 
ciedad y utilizamos paja en lugar de trigo, obras de barro en lu- 
gar de piedra sólida. 

nomen auditum est. Quando uero ille mortuus est, uniuersa quae sub- 
sequens sermo monstrabit aperto sese lumine prodiderunt. 

Tale quiddam et in Exodo scriptum est: dum Pharao uixit, popu- 
lus Israhel ex luti et lateris palearumque opere non suspirauit ad Do- 
minum; dum iUe regnauit, nemo quaesiuit Deum patrum Abraham, 
Isaac et Jacob. Quando uero iUe mortuus est, suspirauerunt filii Isra- 
hel, ut scriptura dicit: et ascendí t clamor eorum ad Dominum, cum uti- 
que historiam tune magis gaudere debuerint et ante suspirare, dum 
uiueret. 

Ezechiel queque prophetante, Phaltias filius Banaiae occubuit et 
post pessimi ducis interitum: Cecidi, inquit, super faciem meam et cla- 
maui uoce magna et dixi: heu mihi, heu mihi, adonai Domine, in con- 
summationem tu facis reliquias Israhel Si ergo intellegas in Ozia et 
Pharaone et Phaltia et ceteris istiusmodi contrarias fortitudines, uide- 
bis quomodo illis uiuentibus nullus nostrum videat ac suspiret et in 
paenitentiam coruat. Non regnet, ait apostolus, peccatum in mortali uestro 
corpore. Regnante peccato Aegyptiis extruimus ciuitates, in ciñere uer- 
samur et sordibus, pro frumento paleas, pro solida petra luti opera 
sectamur. 



6 Ex 2,23. 

7 Ez 11,13. 

8 Rom 6,12. 



140 



A 'Dámaso 



18A,4 



3. Sigue: «Vi al Señor sentado en un trono alto y subli- 
me». También Daniel vio al Señor sentado ^, pero no sobre un 
trono sublime y elevado. Y en otro pasaje, la voz divina amena- 
za diciendo: Vendré y me sentaré y juzgaré al pueblo en el valle 
de Josafat que significa «juicio del Señor». 

El que es pecador, como yo, ve al Salvador sentado en el va- 
lle de Josafat, no en una colina; no en un monte, sino en un 
valle, y en un valle de juicio; pero el que es justo, como Isaías, 
lo ve sentado en un trono alto y sublime. Añadiré todavía otra 
cosa: Cuando con la mente lo contemplo reinando sobre tronos, 
dominaciones, ángeles y demás poderes celestes, entonces veo 
su trono excelso; pero cuando considero cómo se ocupa del gé- 
nero humano y cómo por nuestra salud se dice bajar frecuente- 
mente a la tierra, entonces veo su trono bajo y cercano a la tierra. 

4. Sigue: «Vi al Señor sentado en un trono alto y sublime, 
y toda la casa estaba llena de su majestad. Y unos serafines esta- 
ban en torno a él». Antes que yo, algunos autores, tanto griegos 
como latinos, han interpretado este pasaje en el sentido de que 
el Señor sentado sobre el trono es Dios Padre, y que los dos se- 
rafines que se dice están a cada lado son nuestro Señor Jesucris- 
to y el Espíritu Santo. A cuya autoridad yo no me adhiero, aunque 
se trate de hombres eruditísimos, pues vale más decir rústica- 
mente lo que es verdadero, que no proferir elocuentemente lo 

3. Sequitur: «uidi Dominum sedentem super thronum excelsum 
et eleuatum». Vidit et Danihel sedentem Dominum, sed non super thro- 
num excelsum et eleuatum. Pollicetur et alibi uox diuina dicens: ueniam 
et sedebo et iudicabo populum in ualle losaphat, quod interpretatur «Do> 
mini iudicium». 

Qui peccator est et mei similis, uidet Dominum sedentem in ualle 
losaphat, non in coUe, non in monte, sed in uaUe et in uaUe iudicii; 
qui uero iustus et Esaiae similis est, uidet illum sedentem super thm- 
num excelsum et eleuatum. Vt autem et aliud inferam: quando eum 
mente pertracto regnare thronis, dominationibus, angelis ceterisque uir- 
tutibus, uideo excelsum thronum eius; quando autem considero quo- 
modo genus dispenset humanum et pro nostra salute saepe descenderé 
dicatur ad térras, uideo humilem et terrae proximum thronum eius. 

4. Sequitur: «uidi Dominum sedentem super thronum excelsum 
et eleuatum, et plena domus a gloria eius. Et seraphim stabant in cir- 
cuitu eius». Quidam ante me tam Graeci quam Latini hunc locum ex- 
ponentes Dominum super thronum sedentem Deum Patrem et dúo 
seraphim, quae ex utraque parte stantia praedicantur, Dominum nos- 
trum lesum Christum et Spiritum sanctum interpretati sunt. Quorum 
ego auctoritati, quamuis sint eruditissimi, non adsentio, multo si qui- 



9 Dan 7,9. 

10 Jl 4,2. 



18A,4 



Á Dámaso 



141 



falso, tanto más que el evangelista Juan escribe que en esta mis- 
ma visión no fue visto el Padre, sino Cristo. Pues hablando de 
la incredulidad de los judíos, a continuación expone sus causas: 
No podían creer en El, porque Isaías había dicho: «Oiréis con vues- 
tros oídos, pero no entenderéis; miraréis, pero no veréis». Esto lo 
dijo cuando vio la gloria del Unigénito y habló acerca de él 

En el presente libro, el que se sienta en el trono manda a Isaías 
que diga: Oiréis con vuestros oídos, pero no entenderéis ^. Pero 
quien manda esto, según lo entiende el evangelista, es Cristo; de 
aquí se deduce que el serafín no es Cristo, puesto que Cristo es 
el mismo que está sentado. Y aunque Pablo, en los Hechos de 
los Apóstoles, diga en contra de los judíos que discutían entre 
sí: Con razón habló el Espíritu Santo a nuestros padres por medio 
del profeta Isaías: oiréis con vuestros oídos, pero no entenderéis; mi- 
raréis bien, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este 
pueblo y han hecho duros sus oídos, y sus ojos han cerrado; no sea 
que vean con sus ojos y con sus oídos oigan, y con su corazón en- 
tiendan y se conviertan, y yo los cure sin embargo, la diversi- 
dad de las personas para mí no es un problema, sabiendo que 
Cristo y el Espíritu Santo tienen una misma sustancia, y que las 
palabras del Espíritu Santo no son distintas de las del Hijo, y 
que el Hijo no mandó nada distinto de lo que manda el Espfritu. 

dem melius est uera rustice quam diserte falsa proferre, máxime cum 
lohannes euangelista in hac eadem uisione non Deum Patrem, sed 
Christum scribat esse conspectum. Nam cum de incredulitate diceret 
ludaeorum, statim causas incredulitatis exposuit: et ideo non poterant 
credere in eum, quia dixit Esaias: aure audietis et non intellegetis, et cer- 
nentes aspictetis et non uidebitis. Haec autem dixit, quando uiditgloriam 
unigeniti et testificatus est de eo. 

In praesenti uolumine Esaiae ab eo qui sedet in throno iubetur, 
ut dicat: aure audietis et non intellegetis. Qui autem hoc iubet, ut euan- 
gelista intellegit, Christus est; unde nunc colligitur non posse serap- 
him Christum intellegi, cum Christus sit ipse qui sedeat. Et licet in 
Actibus apostolorum aduersus ludaeos Ínter se dissidentes Paulus di- 
cat: bene Spiritus sanctus locutus est per Esaiam prophetam adpatres nos- 
tros dicens: uade adpopulum istum et dic: aure audietis et non intellegetis, 
et uidentes uidebitis et non perspicietis. Incrassatum est enim cor populi 
huius et auribus suis grauiter audierunt et oculos suos clausemnt, ne quando 
uideant oculis et auribus audiant et corde intellegant et conuertant se et 
sanem illos, milii tamen personae diuersitas non facit quaestionem, cum 
sciam et Christum et Spiritum sanctum unius esse substantiae, nec alia 
Spiritus uerba esse quam Filii nec aliud Filium iussisse quam Spiritum. 



11 Jn 12,39-41. 

^ Cf. Is 6,9. 

13 Hech 28,25-27. 



142 



Á Dámaso 



18A,6 



3. Sigue: «Y la casa estaba llena de su gloria». La casa de 
Dios que está allá arriba es percibida como llena de gloria; pero 
la de aquí abajo no sé si está llena de gloria, a no ser que, en 
el mismo sentido que dice el salmista: Del Señor es la tierra y 
toda su plenitud ^^^^ también nosotros podamos decir: De su ple- 
nitud hemos recibido todos 

Esta casa la edifican las mujeres prudentes, pero la necia la 
destruye con sus manos. De ella dice el mismo Isaías: Y en los 
días postreros se manifestará el monte del Señor, y la casa de Dios 
sobre los más altos montes, y será levantada sobre los collados 
Esta es la casa de la que el mismo Pablo habla con voz inspirada 
en otro pasaje: Y Moisés fue fiel en toda su casa, como servidor, 
para atestiguar cuanto había de anunciarse; pero Cristo lo fue co- 
mo hijo al frente de su propia casa, y esa casa somos nosotros, si 
es que mantenemos firme hasta el fin el origen de su esencia De 
ella habla también a Timoteo: Te escribo todo esto para que sepas 
cómo has de portarte en la casa de Dios, que es la Iglesia 

6. Sigue: «Unos serafines estaban en torno a él; cada uno 
tenía seis alas. Con dos se cubrían la cara, con otras dos se cu- 
brían los pies y con otras dos volaban. Y se gritaban el uno al 
otro: Santo, santo, santo, Señor Sabaot, llena está toda la tierra 
de su gloria». 

5 . Sequitur: «et plena domus a gloria eius». Domus Del quae sur- 
sum est gloría plena conspicitur; hace uero quae deorsum est nescio 
an plena sit gloria, nisi forte secundum psalmistae sensum dicentis: 
Vomini est térra et plenitudo eius, nos queque dicamus eos esse in térra 
plenos gloria qui possint dicere: nos omnes ex plenitudine eius accepimus. 

Istam domum sapientes mulieres aedificant et insipiens dissipat ma- 
nibus, de ista et Esaias loquitur: et erit in nouissimis diebus manifestus 
mons Domini et domus Dei in summis montibus et eleuabitur super ca- 
lles. Haec est domus, de qua et alibi supra dictus Paulus s ácrata uoce 
testatur: etMoyses quidem fidelzs in tota domo eius quasi famulus in tes- 
timonium eorum quae dicenda erant; Christus uero ut filius super domum 
eius, cuius domus sumus nos, si tamen principium suhstantiae eius usque 
ad finem firmum teneamus. De hac et ad Timotheum loquitur: haec 
autem scriho, ut scias quemadmodum oporteat te conuersari in domo Dei, 
quae est eccksia. 

6. Sequitur: «et seraphim stabant in circuitu eius: sex alae uni 
et sex alae alteri. Et duabus quidem uelabant faciem et duabus uela- 
bant pedes et duabus uolabant. Et clamabant alter ad alterum et dice- 

14 Sal 23,1. 

15 Jn 1,16. 

16 Is 2,2. 

17 Heb 3,5-6. 

18 1 Tim 14s. 



18A,6 



Á Dámaso 



143 



Queremos saber qué son los serafines que están en torno a 
Dios, qué son esas seis alas de cada uno y la suma de doce; có- 
mo con dos cubren la cara, con otras dos los pies y con otras 
dos vuelan, siendo así que antes se dice que están en torno de 
Dios, y cómo, no siendo más que dos, pueden estar en torno 
a él; qué significa que uno grite al otro repitiendo el nombre 
del tres veces santo; cómo es que antes se dice que la casa está 
llena de su gloria, y ahora se habla de la tierra. Como todo esto 
levanta no pequeña polvareda y, a primera vista, presenta una 
gran dificultad de interpretación, roguemos en común al Señor 
que se me envíe también a mí un carbón del altar para que, la- 
vada toda la impureza de mis pecados, pueda yo primeramente 
contemplar los misterios de Dios y relatar luego lo que haya visto. 

Serafín, según vimos en la traducción de los nombres he- 
breos se traduce por «incendio» o por «principio del habla». 
Nos preguntamos qué incendio es ése. Dice el Salvador: He ve- 
nido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo deseo que arda! Los dos 
discípulos a quienes el Señor había explicado las Escrituras por 
el camino, empezando por Moisés y todos los profetas, una vez 
que se les abrieron los ojos y lo reconocieron, se decían uno a 
otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos iba 
declarando las Escrituras por el camino? Y en el Deuterono- 

bant: sanctus sanctus sanctus Dominus Deus sabaoth, plena est uniuersa 
térra gloria eius». 

Volumus scire quae sint seraphim stantia in circuitu Dei; quae sex 
alae unius et simul adiunctae duodecim; quomodo duabus uelent fa- 
ciera et duabus pedes et duabus uolent, cum superius in circuitu Dei 
stare dicantur, aut quomodo stent in circuitu, cum dúo sint; quid sit 
illud quod alter ad alterum clamitent et ter sancti nomen ingeminent; 
quomodo superius domus plena gloria et nunc térra esse dicatur. Quae 
cum non minimum puluerem moueant et prima statim fronte dif ficul- 
tatem interpretationis obiciant, in commune Dominum deprecemur ut 
mihi queque de altari carbo mittatur, et omni peccatorum sorde deter- 
sa, primum possim Dei sacramenta conspicere, dehinc enarrare quae 
uidero. 

Seraphim, sicut in interpretatione nominum Hebraeorum inueni- 
mus, aut «incendium» aut «principium cris eorum» interpretantur. 
Quaerimus quid sit hoc incendium. Saluator ait: ignem ueni mittere 
super terram et quam uolo ut ardeatl dúo discipuH, quibus in itinere scrip- 
turas Dominus aperuerat a Moysi et ómnibus prophetis incipiens, post- 
quam reserati sunt oculi eorum, cognoscentes eum dixerunt ad 
alterutrum: nonne cor nostrum erat in nobis ardens in uia cum aperiret 

^9 Cf. Jerónimo, De nominibus hebraicis: PL 23^,S^0. 

20 Le 12,49. 

21 Le 24,32. 



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18A,6 



mió se escribe que Dios mismo es fuego devorador, y en Eze- 
quiel parece de fuego desde la cintura hasta los pies, y las 
palabras del Señor son palabras auténticas, plata purificada de toda 
escoria al fuego, refinada siete veces Y muchos otros pasajes, 
que si quisiera recogerlos de todas las Escrituras resultaría pro- 
lijo. Y lo que buscamos es dónde se encuentra este incendio sa- 
ludable. A nadie le cabrá la menor duda que en los libros sagra- 
dos, con cuya lectura quedan limpios todos los pecados de los 
hombres. Respecto de cómo el otro significado, «principio del 
habla», se refiera a las Escrituras, me temo que si empiezo a de- 
cir algo, puedo dar la impresión de que más que interpretar la 
Escritura la estoy forzando. El origen del habla, es decir, del 
lenguaje común y de cuanto hablamos, toda la antigüedad nos 
confirma que es la lengua hebrea, en la que fue escrito el Anti- 
guo Testamento. Pero desde que durante la construcción de la 
torre, debido a la ofensa contra Dios, apareció la diversidad de 
las lenguas, desde entonces la variedad de idiomas se propagó 
por todas las naciones. Así, pues, tanto el «incendio» como el 
«principio del habla» se encuentran en los dos Testamentos, y 
no es extraño que estén junto a Dios, ya que por ellos se conoce 
al mismo Dios. 

«Cada uno tenía seis alas». Nuestro Victorino lo entendió 
de los doce Apóstoles. Nosotros podemos tomarlo de las doce 

nobis scripturas? et in Deuteronomio Deus ipse ignis scribitur esse con- 
sumens, et in Ezechiele queque a renibus usque ad pedes uidetur ig- 
neus, et eloquia Domini eloquia casta, argentum igne examinatum terme, 
purgatum septuplutn, et multa alia, quae si de ómnibus scripturis uoluero 
replicare perlongum est. Ergo quaerimus ubi sit hoc incendium saluta- 
re. NuUi dubium quin in sacris uoluminibus, ex quorum lectione uniuer- 
sa hominum uitia purgantur. De eo uero quod sequitur «principium 
oris eorum», quomodo possit ad scripturas referri, uereor ne si dicere 
coeperimus, non tam interpretari quam uim scripturis adferre uidea- 
mur. Initium oris et communis eloquii et hoc omne quod loquimur, 
Hebraeam linguam, qua uetus testamentum scriptum est, uniuersa an- 
tiquitas tradidit. Postquam uero in fabricatione turris per offensam Dei 
linguarum diuersitas adtributa est, tune sermonis uarietas in omnes dis- 
persa est nationes. Igitur et incendium et initium oris in duobus ani- 
maduertitur testamentis, quae circa Deum stare non mirum est, cum 
per ea Dominus ipse discatur. 

«Sex alae uni et sex alae alteri.» Victorinus noster duodecim apos- 
tólos interpretatus est. Nos possumus et duodecim lapides altaris, quos 
ferrum non tetigit, et duodecim gemmas, ex quibus sacerdotis insigne 



22 Cf. Dt 4,24. 
25 Cf. Ez 8,2. 
24 Sal 11,7. 



18A,7 



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piedras del altar, a las que no tocó el hierro y de las doce ge- 
mas con las que está hecha la diadema propia del sacerdote, y 
de las que habla Ezequiel y el Apocalipsis no pasa por alto 
Qué haya de verdad en esto, Dios lo sabe; qué de verosímil, lo 
expondremos a continuación. 

7. «Con dos se cubrían la cara, con otras dos se cubrían 
los pies y con otras dos volaban». Cubrían la cara, no la suya, 
sino la de Dios. ¿Quién puede, en efecto, saber su principio, qué 
hubo en la eternidad antes de que creara este mundo, cuándo 
creó a los tronos, dominaciones, potestades, ángeles y toda la 
corte celestial? «Y con otras dos cubrían los pies», no los suyos, 
sino los de Dios. Porque ¿quién puede saber lo que El tiene re- 
servado para el final? ¿Qué sucederá después de la consuma- 
ción del mundo, una vez que el género humano haya sido juzgado? 
¿Qué forma de vida seguirá, si habrá una tierra distinta, o si 
después de la transición serán creados nuevos elementos, otro 
mundo y otro sol? Indicadnos cómo fueron los orígenes, indicad- 
nos lo porvenir, y yo diré que sois dioses dice Isaías, dando a 
entender que nadie puede contar lo que fue antes del mundo 
ni lo que será después del mundo. «Y con otras dos volaban». 
Sólo conocemos lo intermedio, lo que se nos descubre por la lec- 
tura de las Escrituras: cuándo fue hecho el mundo, cuándo plas- 

diadema constructum est, accipere, quas et Ezechiel memorat et Apo- 
calypsis non tacet. Quorum quid uerum sit, Deus uiderit; quid uerisi- 
mile in sequentibus exponemus. 

7. «Et duabus quidem uelabant faciem et duabus uelabant pedes 

et duabus uolabant.» Velabant faciem non suam, sed Dei. Quis enim 
eius potest scire principium, quid, antequam istum conderet mundum, 
in rerum fuerit aeternitate, quando thronos, dominationes, potestates, 
angelos totumque ministerium caeleste condiderit? «Et duabus uela- 
bant pedes»: non suos, sed Dei. Extrema quippe eius scire quis po- 
test? Quid post consummationem saeculi sit futurum, quid, postquam 
genus hominum fuerit iudicatum, quae sequatur uita, an rursum alia 
futura sit térra, et post transitionem alia rursum elementa uel alius mun- 
dus solque condendus sit. Priora adnuntiate mihi et in nouissimo quae 
futura sunt, et dicam quia diz estis, ait Esaias significans neminem pos- 
se quid ante mundum fuerit et quid post mundum futurum sit enarra- 
re. «Et duabus uolabant»; media tantum cognoscimus quae ex 
scripturarum nobis lectione panduntur: quando mundus factus sit, 
quando plasmatus homo, quando diluuium, quando lex data sit, ut ex 

25 Dt 27,5. 

26 Cf. Ez 28,13. 

27 Cf. Ap 21,19s. 
2» Is 41,22-23. 



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18A,7 



mado el hombre, cuándo tuvo lugar el diluvio, cuándo fue dada 
la ley, para que a partir de un solo hombre se llenaran todas las 
regiones de la tierra, y al final de los tiempos el Hijo de Dios 
tomara carne por nuestra salvación. Todo lo demás de que he- 
mos hablado, estos dos serafines lo cubrieron en su cara y en 
sus pies. 

«Y gritaban el uno al otro». Hermosamente se pone «el uno 
al otro». Porque lo que leemos en el Antiguo Testamento lo ha- 
llamos también en el Evangelio, y lo que se recoge en el Evan- 
gelio lo confirmamos con la autoridad del Antiguo Testamento. 
No hay nada discordante, nada diverso. 

Y decían: «Santo, santo, santo, Señor Dios Sabaot». En am- 
bos Testamentos se predica la Trinidad. Y que nuestro Salvador 
sea también llamado Sabaot, de ello hay un ejemplo en el salmo 
veintitrés. Las virtudes que servían al Señor gritaban a otras fuer- 
zas celestes que abrieran paso al Señor que volvía: Levantad, prín- 
cipes, vuestras puertas O como traduce Aquila: Levantad, 
puertas, vuestras cabezas, y entrará el rey de la gloria. Aquéllas a 
su vez, al verlo vestido de carne, estupefactas ante el nuevo mis- 
terio, preguntan: ¿Quién es ese rey de la gloria? Y reciben por 
respuesta: El Señor de las virtudes, ése es el rey de la gloria, cosa 
que en hebreo se escribe: «El Señor Sabaot». Hay que saber 
que cuando los Setenta dicen «Señor de las virtudes» o «Señor 
omnipotente», en el hebreo se encuentra «Señor Sabaot», y AquÜa 

uno homine uniuersa terrarum spatia conpleta sint, et in extremo tem- 
pore Dei filius pro nostra salute sumpserit carnem. Cetera uero quae 
diximus ista dúo seraphim in facie pedibusque texerunt. 

«Et clamabant alter ad alterum»: pulchre positum «alter ad alte- 
rum». Quidquid enim in ueteri legimus testamento, hoc idem et in euan- 
gelio repperimus, et quod in euangelio íuerit lectitatum, hoc ex ueteris 
testamenti auctoritate deducitur; nihil dissonum, nihil diuersum est. 

«Et dicebant»: sanctus sanctus sane tus Dominus Deus sabaoth.» 
In ambobus testamentis Trinitas praedicatur. Quod autem sabaoth et 
saluator noster esse dicatur, accipe exemplum in uicesimo tertio psal- 
mo: uirtutes, quae Domino ministrabant, ad caelestes alias fortitudi- 
nes proclamabant, ut pandant ianuam Domino reuertenti: tolUte por- 
tas, principes, uestras — siue, ut Aquila interpretatur, adtollite, portae, ca- 
pita uestra — et introibit rex gloriae. Rursum illae, quia indutum carne 
conspiciunt, nouo mysterio stupefactae interrogant: quis est iste rex glo- 
riae? accipiuntque responsum: Dominus uirtutum ipse est rex gloriae, quod 
in Hebraeo scribitur: «Dominus sabaoth». Sciendumque quia, ubicum- 
que septuaginta interpretes «Dominum uirtutum» et «Dominum om- 
nipotentem» expresserint, in Hebraeo sit positum «Dominus sabaoth», 
quod interpretatur AquÜa «Dominus militiarum». Dominus quoque ipse 



29 Sal 23,9. 



18A,8 



A Dámaso 



147 



lo traduce por «Señor de las milicias». En cuanto a la palabra 
misma «Señor», éste es el nombre de cuatro letras, que se em- 
plea propiamente para designar a Dios: iod he, iod he, es decir, 
dos veces «lA», que repetidas forman el nombre inefable y glo- 
rioso de Dios. 

«Llena está toda la tierra de su gloria». Esto, los serafines 
lo dicen todavía de la venida de nuestro Señor Salvador, a sa- 
ber: que su predicación se extiende por toda la tierra, y la pala- 
bra de los apóstoles penetra hasta los confines del mundo. 

8. Sigue: «A la voz de los que clamaban se levantó el din- 
tel». Leemos en el Antiguo Testamento que el Señor siempre ha- 
bló a Moisés y Aarón a la puerta del Tabernáculo, como si antes 
del Evangelio no los hubiera introducido en el santo de los san- 
tos, como la Iglesia fue luego introducida, según las palabras: 
El rey me ha introducido en sus mansiones Cuando pues nues- 
tro Señor bajó a la tierra, aquel dintel, que era como un obstá- 
culo para quienes deseaban entrar, fue levantado, y todo este 
mundo se llenó de humo, es decir, de la gloria de Dios. Sólo 
que, donde en el texto latino leemos «levantado», el griego po- 
ne «quitado». Y como la ambigüedad de la palabra permite tra- 
ducir de las dos maneras, los nuestros escogieron «elevado» en 
vez de «quitado». 

«Y la casa se llenó de humo». Como antes hemos dicho, Dios 
es fuego. Cuando en el monte Sinaí descendió a Moisés, a su 
llegada se veían unas como antorchas que se movían, y todo el 

hic quattuor litterarum est quod proprie in Deo ponitur: iod he iod 
he, id est duobus TA, quae duplicata ineffabile illud et gloriosum Dei 
nomen efficiunt. 

«Plena est uniuersa térra gloria eius.» Hoc adhuc a seraphim dici- 
tur de aduentu Domini saluatoris, quomodo in omnem terram praedi- 
catio illius porrigatur et apostolorum sonus mundi limites penetret. 

8. Sequitur: «et eleuatum est superliminare a uoce qua clama- 
bant». Legimus in ueteri testamento quod semper Dominus Moysi et 
Aaron ad ostium tabernaculi sit locutus, quasi ante euangelium nec- 
dum eos in sancta sanctorum induxerit sicuti ecclesia postea introduc- 
ta est dicens: introduxit me rex in cubiculum suum. Quando ergo 
Dominus noster descendit ad térras, superliminare illud, id est quasi 
quoddam obstaculum, intrare cupientibus sublatum est et uniuersus 
hic mundus inpletus fumo, id est gloria Dei. Vbi autem in Latino «eleua- 
tum» legimus, in Graeco «sublatum» ponitur. Sed quia uerbi ambigui- 
tas utroque modo interpretari potest, nostri «eleuatum» interpietati sunt 
pro «ablato». 

«Et domus inpleta est fumo.» Deus, ut supra diximus, ignis est; 
hic cum in Sina monte descendisset ad Moysen, ad aduentum eius uide- 



30 Cant 1,4. 



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18A,9 



monte como lleno de humo. Por eso en los Salmos dice: Tü que 
tocas los montes y echan humo Así, pues, a partir de este fue- 
go, al no poder nosotros comprender plenamente su naturaleza, 
se esparce por el mundo entero una naturaleza más leve y, como 
si dijéramos, más fina, la del humo, que sí que comprendemos 
y nos hace decir: En parte conocemos y en parte profetizamos 
y también: Ahora vemos como en un espejo, en enigma . 

9. «Unos serafines estaban en torno a él; cada uno tenía 
seis alas». Cierto exegeta griego, hombre muy versado en las Es- 
crituras, escribió que los serafines son ciertas potencias celestes 
que asisten ante el tribunal de Dios, y lo alaban, y son enviadas 
con diversas misiones, particularmente a los que necesitan de 
purificación y en parte también de castigo por sus pecados pa- 
sados. Y dice que «el haber sido levantado el dintel y haberse 
llenado la casa de humo es signo de la futura destrucción del 
templo judío y del incendio de toda Jerusalén». Algunos, admi- 
tiendo lo primero, disienten en lo último. Y lo que afirman es 
que el dintel fue levantado cuando el velo del templo fue rasga- 
do y toda la casa de Israel quedó envuelta en la nube del error, 
es decir, cuando, según refiere Josefo los sacerdotes oyeron 
voces de potencias celestes, provenientes del interior del tem- 
plo, que decían: «Salgamos de estos lugares». 

bantur lampades discurrentes et plenus omnis mons fumo. Vnde in psal- 
mis dicitur: qui tangís monteSy et fumigahunt. Ex igne ergo, quoniam 
totam substantiam capere non possumus, leuior quaedam in uniuer- 
sum mundum et, ut ita dicam, rarior fumi natura dispergitur, quam 
nos capientes dicamus: ex parte cognoscimus et ex parte prophetamus, 
et: nunc uidemus per speculum in aenigmate. 

9. «Et seraphim stabant in circuitu eius: sex alae uni et sex alae 
alteri.» Quidam Graecorum, uir in scripturis adprime eruditus, serap- 
him uirtutes quasdam in caelis esse exposuit, quae ante tribunal Dei 
adsistentes laudent eum et in diuersa ministeria mittantur, maxime- 
que ad eos qui purgatione indigent et ob pristina peccata aliqua ex parte 
suppliciis. «Quod autem sublatum est», inquit, «superliminare et do- 
mus inpleta est fumo, signum est templi ludaici destruendi et incendii 
universae Hierusalem.» Nonnulli uero in superioribus consentientes 
in extrema parte dissentiunt. Nam superliminare sublatum illo tempo- 
re praedicant, quando uelum templi scissum est et universa domus Is- 
rahel erroris nube confusa, quando losephus refert sacerdotes ex adytis 
templi uirtutum caelestium audisse uocem: «transeamus ex his sedibus». 

51 Sal 103,32. 

52 1 Cor 13,9. 
55 1 Cor 13,12. 

54 Cf. hell lud. 5,3. 



18A,10 



A Dámaso 



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10. Pero hay otro, de quien yo me alegro de haber apren- 
dido muchísimo y que afinó tanto en la lengua hebrea que es 
tenido entre sus escribas como caldeo. Este entró por un cami- 
no muy distinto. Pues dice que, aparte de Isaías, ningún otro 
profeta vio serafines en pie en torno a Dios, y que de los dichos 
serafines no se encuentra mención en ninguna parte; y conclu- 
ye que se trata de un signo premonitorio de la consumación de 
los tiempos y de la cautividad de Jerusalén que tuvo lugar bajo 
N abucodonosor. 

Dice, en efecto, que, desde Ozías, en cuyo reinado empezó 
a profetizar, hasta Sedecías, que fue el último en reinar, y fue 
conducido ciego a Babilonia, hubo once reyes; que el duodéci- 
mo fue Godolías, a quien el rey de Babilonia puso al frente del 
país, e Ismael, hijo de Natanías y parricida de los restos de su 
patria, mató en un banquete; y que éstas son las doce alas, con 
cuatro de las cuales, según se lee en algunos códices, cubren su 
rostro, con cuatro vuelan y con cuatro esconden sus pies. De 
estos doce reyes, sólo cuatro fueron justos: Ozías, Joatán, Eze- 
quías y Josías, quienes, levantándose por encima de cada una 
de las cautividades, se atreven a glorificar a Dios: «Santo, san- 
to, santo. Señor Sabaot». Los demás, por sus pecados, se cubren 
el rostro; y los otros, por haber sido conducidos al exilio, ocul- 
tan las huellas de sus pies. En cuanto al «dintel levantado» y 
la «casa llena de humo», lo entiende, como antes dijimos, de la 
destrucción de Jerusalén y el incendio del templo. 

10. Est uero quidam a quo ego perplurima didicisse me gaudeo, 
et qui hebraeum sermonem ita elimarit ut inter scribas eorum Chai- 
daeus aestimetur. Is longe alia uia ingressus est. Ait enim nullum prop- 
hetarum extra Esaiam uidisse seraphim circa Deum stantia et ne ipsa 
quidem seraphim alibi lectitari, dein consummationis et captiuitatis 
Hierusalem, quae sub Nabuchodonosor facta est, signum esse prae- 
missum. 

Ab Ozia quippe, sub quo prophetare orsus est, usque ad Sedechiam, 
qui extremos regnauit et qui caecus in Babylonem ductus est, fuisse 
reges undecim et duodecimum Godoliam, quem constituerat rex Baby- 
loniae super terram, quem interfecit Ismahel filius Nathaniae inter me- 
dias epulas, reliquiamm patriae parricida, et has esse duodecim alas, 
e quibus quattuor faciem suam uelent, sicut in nonnuUis exemplariis 
inuenitui; quattuor uolent, quattuor pedes suos contengant. Ex his quip- 
pe duodecim regibus quattuor tantum iustos fuisse reges: Oziam, loat- 
ham, Ezechiam et losiam, qui sublimes per singulas captituitates 
glorificare audeant Deum: «sanctus sanctus sanctus Dominus sabaoth». 
Reliquos uero propter peccata uelare faciem, et alios quia in captiuita- 
tem ducti sunt pedum celare uestigia. Superliminare uero sublatum et 
domum inpletam fumo, sicut supra diximus, euersionem Hierusalem 
et incendium templi exposuit. 



150 



A Dámaso 



18A,12 



11. Y, una vez que he empezado a referir la opinión de és- 
te, voy a añadir algo de lo que hasta ahora no he tocado. De 
las tenazas con las que fue tomado el carbón del altar y de la 
purificación de los labios, afirma que significan los tormentos 
mismos con que Isaías fue asesinado bajo el rey Manasés. 

Y entonces, con sus labios realmente purificados, dijo al Se- 
ñor: «Heme aquí, envíame» Antes había dicho: «¡Miserable 
de mí, que estoy perdido!» Mientras vive Ozías, tú no en- 
tiendes, Isaías, que eres miserable, y no eres movido a compun- 
ción; pero una vez que ha muerto, entonces te das cuenta de 
que tienes labios impuros, entonces comprendes que eres indig- 
no de la visión de Dios. Ojalá también yo sea movido a com- 
punción y, después de la compunción, me haga digno de predicar 
a Dios; pues además de ser yo hombre y tener los labios impu- 
ros, habito en medio de un pueblo que tiene labios impuros. 
Isaías, que era justo, había pecado sólo de palabra; pero yo, que 
miro con ojos de concupiscencia, a quien mi mano escandaliza 
y peco con el pie y con todas las partes de mi cuerpo, todo lo 
tengo impuro, y, habiendo manchado mi túnica después de ha- 
ber sido bautizado en espíritu, necesito la purificación del se- 
gundo bautismo, es decir, del de fuego. 

12. No hay, como algunos piensan, palabras sencillas en 
las Escrituras. En ellas se esconden muchos sentidos. Una cosa 
significa la letra y otra la palabra mística. Pongamos que el Se- 

11. Et ut, quia semel eius coepi referre sententiam, etiam ea quae 
necdum a me sunt tacta contingam, forcipem de qua altaris carbo con- 
prehensus est, et labia purgata propriam Esaiae adseruit passionem, 
qua sub Manasse interfectus est rege. 

Et tune uere purgatis labiís dixit ad Dominum: «ecce ego, mitte 
me», et dixit: «o miser ego, quoniam conpunctus sum!» Doñee Ozias 
uiuit, non intellegis, Esaia, esse te miserum, non conpungeris, non 
moueris; sed quando ille mortuus est, tune animaduertis inmunda ha- 
bere te labia, tune indignum te esse cognoscis uislone Dei. Vtinam 
autem et ego conpungar et, post conpunctionem, praedicatione Dei 
dignus efficiar quia, cum sim homo et inmunda labia habeam, in me- 
dio quoque populi inmunda labia habentis habitem! Esaias, ut iustus, 
tantum in sermone peccauerat; ideo sola labia habebat inmunda; ego 
uero, qui et oculis uideo ad concupiscendum et manu scandalizor et 
pede et omni membrorum parte delinquo, inmunda habeo omnia et, 
quia semel spiritu baptizatus tunicam poUui, secundi baptismatis pur- 
gatione, id est ignis, indigeo. 

12. Non sunt, ut quidam putant, in scripturis uerba Simplicia; 
plurimum in his absconditum est. Aliud littera, aliud mysticus sermo 



^5 Is 6,8. 
^6 Is 6,5. 



18A,12 



A Dámaso 



151 



ñor, en el Evangelio, se ciñe con una toalla, prepara una palan- 
gana para lavar los pies a sus discípulos y realiza un servicio de 
esclavo. De acuerdo, nos enseña la humildad para que nosotros 
nos sirvamos mutuamente. No lo niego, no lo rechazo, 

¿Qué es lo que en realidad dice Pedro cuando se resiste: Si 
no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo, y él le responde: 
Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza? 
Estando el Señor a punto de subir al cielo, viendo que los após- 
toles, como hombres aferrados a la tierra, todavía tenían los pies 
manchados de la impureza de los pecados, los quiere librar en- 
teramente de sus culpas, para que se les pueda aplicar el dicho 
del profeta: ¡Qué hermosos los pies de los que llevan la buena nueva 
de la paz! y pudieran apropiarse las palabras que dice la Igle- 
sia: Me he lavado los pies, ¿cómo me los voy a ensuciar? Y 
también para que, si después de la resurrección se les pegaba 
algo de polvo a los pies, lo sacudan contra la ciudad impía 
en prueba de que su propio esfuerzo había llegado al extremo 
de haber manchado en parte sus propios pies, haciéndose ju- 
díos con los judíos y gentiles con los gentiles. 

Así pues, volviendo a mi propósito, lo mismo que los após- 
toles necesitaban de purificación para sus pies, así también Isaías, 
que no había pecado más que de palabra, tenía los labios impu- 
ros; y, según pienso, los tenía impuros por no haber corregido 

significat. Ecce Dominus in euangelio cingitur linteo, peluem ad lauan- 
dos pedes discipulorum praeparat, serui fungitur ministerio; esto, do- 
ceat hurmlitatem, ut nobis inuicem ministremus: non abnuo, non recuso. 

Quid est quod Petro recusanti dicit: nisi lanero pedes tuos non ha- 
hehis partem mecum, et ille respondit: non solum, Domine, pedes, sed 
et manus et capul? Ascensurus Dominus ad caelum, quia apostoli, ut 
homines terrae insistentes, adhuc habebant peccatorum sordibus po- 
llutos pedes, uult eos a delictis penitus liberare, ut eis possit propheta- 
lis sermo congruere: quam speciosi pedes euangelizantium paceml et 
imitari ualeant ecclesiae uerba dicentis: laui pedes meas, quomodo in- 
quinaba illas? ut, etiam si quis post resurrectionem postea his adhae- 
serit puluis, in inpiam eum excutiant ciuitatem in testimonium laboris 
quod eo usque pro omnium salute contenderint, facti ludaeis ut ludaei, 
gentibus ut gentiles, ut etiam propria uestigia aliqua ex parte polluerint. 

Igitur, ut ad propositum reuertamur, sicuti apostoli purgatione in- 
digebant pedum, sic, quia Esaias tantum in sermone peccauerat, labia 
habebat inmunda et, quantum ego arbitror, quia Oziam in templum 

^7 Jn 13,84. 
^8 Is 52,7. 
^9 Cant 5,3. 
40 Cf. Mt 10,14. 



152 



A Dámaso 



18A,13 



a Ozías cuando irrumpió en el templo ni, a ejemplo de Elias, 
haberle calificado de impío con toda valentía. 

«Y habito en medio de un pueblo que tiene labios impuros». 
Isaías, por estar compungido y proclamarse miserable, se hace 
digno de la purificación; pero el pueblo, que no sólo no hace 
penitencia, sino que ni siquiera sabe que tiene labios impuros, 
no merece el remedio de la purificación. Según este ejemplo, 
hemos de procurar ser justos nosotros mismos, y no habitar con 
los pecadores, pues aun esto lo relaciona el profeta con el peca- 
do y la miseria. 

13. Sigue: «Y he visto con mis ojos al Rey y Señor Sabaot». 
Dicen los judíos que Isaías fue asesinado por sus antepasados 
porque escribió que había visto ai Señor Sabaot con sus ojos 
de carne, siendo así que Moisés sólo vio las espaldas de Dios, 
y el Señor mismo dice sobre ello: Nadie podrá ver mi rostro y 
seguir viviendo Nosotros les preguntaríamos cómo es que en 
la ley dice Dios que se manifiesta a los otros profetas en visión 
y en sueño, pero que con Moisés habla cara a cara, y cómo pue- 
de seguir en pie la sentencia: «Nadie podrá ver mi rostro y se- 
guir viviendo», si dice que ha hablado cara a cara con Moisés. 
Responderán que Dios fue visto conforme a la posibilidad hu- 
mana; no como es, sino como El quiso ser visto. Y nosotros les 
diremos que por Isaías fue visto del mismo modo, pues siempre 
valdrá el dilema: o bien Moisés vio a Dios, o no lo vio. Si lo 
vio, entonces Isaías, que dice que lo vio, fue impíamente asesi- 

inruentem non corripuerat neo iuxta Heliae exemplum libera ucee in- 
pium designarat, labia habebat inmunda. 

«In medio quoque populi inmunda labia habentis habitem.» Esaias, 
qui conpunctus est et se miserum contestatur, purgatione dignus effi- 
citur; populus uero non solum non agens paenitentiam, sed ne sciens 
quidem quia labia habeat inmunda, purgationis remedium non mere- 
tur. Prouidendum igitur sub hoc exemplo non solum, ut ipsi simus iusti, 
sed ne cum peccatoribus moremui^ quia et hoc in peccati ac miseriae 
parte ducit propheta. 

13. Sequitur: «et regem Dominum sabaoth ego uidi». Aiunt ludaei 
Esaiam a maioribus suis idcirco interemptum quia, cum Moyses poste- 
riora Dei uiderit, hic Dominum sabaoth oculis carnalibus uidisse se 
scribat, super hoc Deo dicente: nemo faciem meam uidebit et utuet. Quos 
interrogabimus, quomodo se Deus in lege aliis prophetis in uisione et 
somnio dicat ostendi, Moysi uero facie ad faciem conloqui, et quomo- 
do stet illa sententia: nemo faciem meam uidebit et utuet, cum facie ad 
faciem se ad Moysen locutum esse fateatur. Respondebunt utique se- 
cundum possibÜitatem humanam Deum uisum, non ut est, sed ut uoluit 
se uideri. Quibus et nos dicemus eodem modo ab Esaia esse uisum 



41 Ex 33,20. 



18A,14 



A Dámaso 



153 



nado por vosotros, puesto que Dios puede ser visto. Si no lo vio, 
entonces matad también a Moisés junto con Isaías, pues es cul- 
pable de la misma mentira al decir que ha visto a Aquel que no 
puede ser visto. Entiendan como entiendan, en su exposición, 
el pasaje acerca de Moisés, nosotros podremos aplicarlo también 
a la visión de Isaías. 

14. Sigue: «Y fue enviado a mí uno de los serafines con 
una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado del al- 
tar. Y tocó mi boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus la- 
bios y borrará tus iniquidades y limpiará tus pecados». De acuerdo 
con las diversas sentencias que hemos expuesto antes, bien sea 
que los entiendas como los dos Testamentos, o como ciertas po- 
tencias que aparecen en el cielo, o como signo de la cautividad, 
como una sombra que prefiguraba entonces la realidad futura, 
ahora ya puedes hacerte una idea de los serafines. Pero, como 
nosotros seguimos la primera sentencia, afirmamos que al pro- 
feta le fue enviado el testamento evangélico, que, por tener en 
sí las dos series de mandamientos, los suyos y los del Antiguo 
Testamento, abarca la palabra encendida de Dios en su doble 
columna de preceptos y, una vez que tocó sus labios, desterró 
con la verdad de su purificación cuanto había de ignorancia, pues 
eso es lo que entendemos por labios impuros. 

Estas tenazas son las que ve Jacob en su escala "^^^ ésta es 
la espada de dos filos éstas las dos monedas que la viuda 

restante summa, ut Moyses Deum aut uíderit aut non uiderit. Vidit: 
ergo et Esaias uidisse se dicens inpie est interfectus a uobis, quia Deus 
uideri potest. Non uidit: interficite et Moysen cum Esaia, quia eius- 
dem mendacii reus est dicens se uidisse eum, qui uideri non potest. 
Quemcumque in expositione eius loci super Moysen habuerint inte- 
llectum, etiam nos ad Esaiae temperabimus uisionem. 

14. Sequitur: «et missum ets ad me unum de seraphim et in ma- 
nu sua habebat carbonem, quem forcipe tulerat de altari. Et tetigit 
os meum et dixit: ecce tetigit hoc labia tua et abstulit iniquitates tuas 
et peccata tua purgauit». Secundum omnes editiones, quas supra ex- 
posiumus, siue in dou testamenta intellegere uolueris, siue aliquas ap- 
paritrices in caelestibus uirtutes, siue in signum captituitatis umbram 
quandam futurae ueritatis praefíguratam, nunc accipe seraphim. Nos, 
quia primam sententiam sequimur, euangelicum testamentum missum 
adserimus ad prophetam, quod habens in se utraque mandata, id ets 
et sua et ueteris testamenti, ignitum semonem Die duplici praecepto- 
rum acie conpredendit, et tactis labiis, quidquid fuerat ignorantiae, hoc 
siquidem nos labia interpretamur inmunda, purgationis suae pepulit 
ueritate. 



C£. Gén 28,12-13. 
45 Cf. Ap 1,16. 



154 



A Dámaso 



18A,15 



echa entre las ofrendas a Dios éste el estáter de dos de- 
narios que fue encontrado en la boca del pez y pagado por el 
Señor y Pedro. Sujeto con esta doble fuerza que proviene de la 
unidad, el carbón es enviado a aquel profeta que, en el Salmo 
119, ora con otro profeta a Dios diciendo: Señor, libra mi alma 
de los labios inicuos y de la lengua traidora. Y, como después de 
preguntar el Espíritu Santo: ¿Qué se te dará o qué se te añadirá 
contra la lengua traidora?, se dice: has flechas del poderoso, afila- 
das con carbones devastadores por eso sabemos que esto fue 
lo que se le concedió al profeta. Pues realmente la palabra divi- 
na es un carbón devastador que purifica la lengua de pecado. 
De ella se dice en el mismo Isaías: Tienes carbones de fuego, so- 
bre ellos te sentarás y te servirán de ayuda 

15. «Y oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré y 
quién irá a este pueblo? Y dije: Heme aquí, envíame. El dijo: 
Ve y di a ese pueblo: Oiréis, pero no entenderéis». Son palabras 
del Señor, que pregunta, no manda, a quién deberá enviar y quién 
será el que vaya al pueblo. El profeta responde espontáneo: «Heme 
aquí, envíame», y después de su ofrecimiento se le manda que 
diga: «Ve y di a ese pueblo: oiréis, pero no entenderéis; miraréis, 
pero no veréis», y lo demás que trae el texto de la misma profecía. 

Hanc forcipem lacob in scala conspicit; hic est gladius bis acutus; 
haec dúo minuta quae muÜer vidua mittit in dona Dei; hic stater dúos 
denarios habens, qui in ore piscis repertus pro Dominio et Petro red- 
ditur; hac duplici, quae unione retinetur, uirtute carbo conprehensus 
mittitur ad prophetam, quem et in centesino nono décimo psalmo, cum 
propheta Deum rogaret dicens: Domine, libera animam meam a labiis 
iniquis et a lingua dolosa, et post interrogationem Spiritus sancti: quid 
detur tihi aut quid adponatur tibí ad linguam dolosam? dictum esset: 
sagittae potentis acutae cum carbonibus dsolatoriis, scimus prophetae es- 
se concessum. Veré quippe desolator carbo qui linguam puram faciat 
a peccato, sermo diuinus est, de que et in Esaia dicitur: habes carbones 
ignis, sedebis super eos, hi erunt tibí in adiutorium. 

15. «Et audiui uocem Domini dicentis: quem mittam et quis ibit 
ad populum istum? et dixi: ecce ego, mitte me, et ait: uade et dic po- 
pulo huic: aure audíetis et non intellegetis». Interrogantis suna uerba 
Domini, non iubentis, quem debeat mittere et quis sit iturus ad popu- 
lum, cuí facilis propheta respondí t: «ecce ego, mi te me» et post pollici- 
tationem iubetur, ut dicat: «uade et dic populo huic: aure audietis et 
non intellegetis, et cementes aspicietis et non uidebitis» et cetera quae 
ipsius prophetiae sermo contexuit. 

Cf. Me 12,41-44. 
^5 Cf. Mt 17,24-27. 
46 Sal 119,2-4. 

El texto es una síntesis particular de Jerónimo: cf. Is 47,14-15. 



18A,15 



A 'Dámaso 



155 



Sobre este pasaje he oído de mi hebreo una exposición no 
insignificante, de la que voy a destacar algunos puntos para que 
se aprecie la manera de pensar de este hombre. Decía: «A pro- 
pósito de Moisés y de Isaías, veamos quién de los dos obró me- 
jor: si Moisés, que cuando fue enviado por Dios al pueblo dice: 
¡Por favoTy Señor!, no soy digno, y después: Busca otro a quien 
enviar o Isaías, que, sin ser elegido, se ofreció espontánea- 
mente diciendo: Heme aquí, envíame. 

«No ignoro, decía, que es peligroso discutir sobre los méri- 
tos de los santos y querer afirmar que hay algo de más o de me- 
nos en aquellos a quienes el Señor ha coronado. Pero, como El 
mismo dijo: Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá "^^y tam- 
bién nosotros, no con ánimo de rebajar a nadie, sino para que, 
conociendo el sentido de la Escritura, nos orientemos por sus 
ejemplos, debemos investigar todo lo que supone alguna difi- 
cultad. El partidario de Moisés encomiará la humildad y man- 
sedumbre de éste, porque, considerándose indigno de servir a 
Dios, fue engrandecido; Isaías en cambio, como se ofreció es- 
pontáneamente, empezó a profetizar con maldiciones: oiréis, pe- 
ro no entenderéis; miraréis, pero no veréis. Habiendo, pues, sufrido 
mucho por esta razón, y habiendo quedado como un loco ante 
todo el pueblo, cuando de nuevo la voz divina le dice: Grita, 
consciente de lo que se había acarreado con su anterior pronti- 

Audiui ego hoc in loco non paruam Hebraei mei disputationem, 
cuius pauca ponam ut sensum hominis aduertas. Aiebat: «de Moysi 
et Esaia, quis melius fecerit, requiramus: utrumne Moyses qui, cum 
a Deo mitteretur ad populum, ait: precor, Domine, non sum dignus, et 
rursum: prouide alium quem mittas, an Esaias, qui, cum nom fuisset 
electus, ultro se obtulit dicens: ecce ego, mitte me. 

Nec ignoro, dicebat, «periculosum esse de sanctorum meritis dis- 
putare et aliquid uel minus uel plus adserere uelle de eo quem Domi- 
nas coronauit: sed quia ipse dixit: quaerite et inuenietis, púlsate et 
aperietur uohis, etiam nos, non ut de aliquo detrahamus, sed ut scrip- 
turae sensum scientes ad eius nos dirigamus exempla, debemus inqui- 
rere quod potest faceré quaestionem. Qui Moysi», inquit, «adsertor 
est, humÜitatem eius praedicat et mansuetudinem, quod se indignum 
iudicans ministerio Dei maior effectus sit; Esaias uero, quia ultro se 
obtulit, incipiens prophetare a maledictis coepit: aure audietis et non 
intellegetis, et cementes aspicietis et non uidehitis. Ob quod multa per- 
pessus et ab omni populo pro insano habitus, cum iterum ei uox diui- 
na dixisset: 'clama*, sciens quid superiori facilítate se ipsum offerens 



48 Ex 4,10-11.13. 

49 Mt 7,7. 



156 



A Dámaso 



18A,15 



tud en ofrecerse, no dijo: «Heme aquí, envíame», sino que pre- 
guntó qué era lo que tenía que gritar: Yo dije: ¿Qué gritaré? 

Parecido a esto es aquello de Jeremías: Toma de mi mano es- 
ta copa de vino espumoso, y hazla beber a todas las naciones a las 
que yo te envíe; beberán hasta vomitar, enloquecerán y caerán ante 
la espada que voy a soltar entre ellas AI oír esto el profeta, no 
se negó ni dijo a ejemplo de Moisés: ¡Por favor, Señor! No soy 
digno, ni tampoco: Busca otro a quien enviar, sino que, como 
amaba a su pueblo, y creía que, si bebían la copa, serían exter- 
minadas y caerían las naciones enemigas, tomó de buena gana 
la copa de vino espumoso, sin saber que entre todas las nacio- 
nes también iba incluida Jerusalén. Y pensando en las otras na- 
ciones: Tomé la copa de la mano del Señor, e hice beber a todos 
los pueblos a que me envió el Señor, y también a Jerusalén y a las 
ciudades de Judá, a sus reyes y a sus principes, para trocarlo todo 
en desolación, desierto y rechifla Respecto a esta profecía, y 
aunque el orden está alterado en la mayoría de los códices, es- 
cucha lo que dice en otro pasaje: Me has seducido. Señor, y me 
dejé seducir; me has agarrado y me has podido; me he convertido 
en irrisión y en objeto de burla todo el día 

«Por el contrario, continuaba mi hebreo, quien sea partida- 
rio de Isaías dirá que el profeta, confiando no tanto en sus me- 
recimientos cuanto en la misericordia de Dios, después de oír 
al serafín: "He aquí que esto ha tocado tus labios y borrará tus 

pertulisset, non ait: ecce ego, mitte me, sed interrogauit, quid illud es- 
set quod clamare deberet: et dixi, ait: quid clamaba?» 

Cui simile est ülud Hieremiae: accipe calicem uini meri huius de 
manu mea, at potionahis omnes gentes ad quas ego te mittam, et hihent 
et uoment et insanient et cadent a facie gladii, quem mittam in medio 
earum. Quod cum audisset propheta, non renuit, non secundum exem- 
plum Moysi dixit: precor. Domine, non sum dignus, et: prouide alium 
quem mittas, sed amator populi sui, et putans quia ex potu calicis ini- 
micae gentes interficetentur et ruerent, calicem meri Ubenter accepit 
non intellegens in ómnibus gentibus etiam Hierusalem conprehendi. 
Denique Ínter ceteras nationes: etaccepi, ait, calicem de manu Domini 
et potionaui omnes gentes ad quas misit me Dominus, et Hierusalem et 
ciuitates luda et reges eius et principes eius, ad ponendas eas in desolatio- 
nem et in inuium et in sibilationem. Pro qua prophetia, licet in pleris- 
que codicibus ordo peruersus sit, quid etiam in alio loco dicat, ausculta: 
seduxisti me, Domine, etseductus sum; tenuisti me et potuisti; factus sum 
in derisum, tota die egi in subsannationem, 

50 Is 58,lss. 

51 Jer 25,15-16. 

52 Jer 25,17s. 

53 Jer 20,7. 



18A,16 



A Dámaso 



157 



iniquidades y limpiará tus pecados'*, no quiso dormirse en la ocio- 
sidad, y puesto que había quedado libre de sus pecados, se ofre- 
ció al servicio de Dios con la espontaneidad del celo de la fe. 
En cambio, a Moisés, que había sido instruido en las ciencias 
profanas y tenía en parte manchada su conciencia con la muer- 
te del egipcio, se le dirigió aquella voz desde la zarza: No te acer- 
ques aquí. Quita las sandalias de tus pies^ porque el lugar en que 
estás es tierra sagrada Y como sabía que se le mandaba a lu- 
char contra los magos y contra Faraón, rey pésimo, se excusa 
diciendo: ¡Por favor, Señor! No soy digno; en lugar de lo cual, 
en el hebreo se lee: No tengo labios circuncisos, pues los Setenta 
intérpretes reflejan el sentido más que la literalidad de las pala- 
bras. Por todo lo cual se puede fácilmente comprender que Isaías 
se ofreciera al servicio de Dios una vez que sus labios quedaron 
circuncidados, y que Moisés rehusara tan gran servicio, tenien- 
do aún labios incircuncisos». 

16. «Con vuestros oídos oiréis, pero no entenderéis, mira- 
réis, pero no veréis». Todo este pasaje, como dice el Salvador 
en el Evangelio, se refiere al tiempo en que, habiéndose El dig- 
nado bajar a la tierra, hizo milagros que los judíos no entendieron. 

Pero como hasta el final del capítulo tendría que seguir una 
exposición compleja, y ya hemos llenado las tablillas de cera, 
baste haber dictado hasta aquí; porque la palabra que no se pule 
estilo en mano, siendo ya de por sí descuidada, resulta aún más 

«Et contrario, qui adsertor est», dicebat, «Esaiae, illa proferat: pro- 
phetam non tam suo mérito quam misericordia Dei confisum, post- 
quam seraphím audierit: *ecce tetigit hoc labia tua et abstulit iniquitates 
tuas et peccata tua purgauit', otio noluisse torpere et ultro in ministe- 
rium Dei, quasi a peccatis liberum, zelo se obtulisse fidei. Moysen uero, 
quia saecularibus emditus fuerít disciplinis et interfecto Aegyptio cons- 
cientia eius aUqua ex parte sorduerit, unde et uox ad eum de rubo fac- 
ta sit dicens: ne accesseris huc, Solue calciamenta de pedibus tuis; locus 
enim, in quo tu stas, térra sancta est, et scierit síbi aduersus magos, aduer- 
sus Pharaonem, pessimum regem, futurum esse certamen, se excusas- 
se dicentem: *precor, Domine, non sum dignus', pro quo in hebraeo 
legitur: *non habeo labia circumcisa', septuaginta interpretibus sensum 
potius quam uerbum de uerbo exprimentibus. Ex quo manifesté posse 
intellegi et Esaiam recte post circumcisa labia in Dei se obtulisse mi- 
nisterium et Moysen adhuc inciicumcisis labüs tam grande ministerium 
recusasse». 

16. «Aure audietis et non intellegetis, et cementes aspicietis et 
non uidebitis». Totus hic locus, sicut in euangelio saluator dicit, ad 
id pertinet tempus quo ipse descenderé dignatus ad térras signa ludaeis 
non intellegentibus perpetrauit. 



54 Ex 3,11. 



158 



A Dámaso 



18B,1 



desagradable si a su pesadez propia se añade la prolijidad. Ade- 
más estoy aquejado con dolor de ojos y sólo dispongo para el 
estudio de los oídos y de la lengua. 

18B A DÁMASO 

[EL MISMO TEMA] 



Aunque esta carta 18B continúa con el mismo tema de la ante- 
non constituye sin embargo un tratado distinto, más breve y menos 
hilvanado. No parecen sino apuntes tomados de algún autor, posi- 
blemente de la obra de los Hexapla de Orígenes, a juzgar por el 
cotejo sistemático de cada versículo según las tres versiones habi- 
tualmente utilizadas por Jerónimo: Setenta, Aquila y Teodoción. 

También esta carta pertenece al período de Constantinopla, año 
381 

1 (17). Los Setenta: «Y me fue enviado uno de los serafi- 
nes»; Aquila y Teodoción: «Y voló a mí uno de los serafines»; 
Símaco: «Y voló a mí uno de los serafines». Cada día nos es en- 
viado un serafín; cada día es purificada la boca de quienes gi- 
men y dicen: «Miserable de mí, estoy compungido», y cuando 
han quedado libres de sus pecados, se preparan para el servicio 
de Dios. El que los otros traductores, en vez de «fue enviado», 
pusieran «voló», nos da a entender lo veloz que llega la palabra 
divina sobre aquellos que son juzgados dignos de ser asociados 
a ella. 

Et quoniam usque ad finem capituli explanatio multiplex sequitur 
et excipientes iam inpleuimus ceras, hucusque dictasse sufficiat, quia 
et oratio, quae non propriae manus stilo expolitur, cum per se inculta 
est, tum multo molestior fit, si taedium sui prolixitate congeminet, et 
oculurum doleré cruciati auribus tantum studemus et lingua. 

18B AD DAMASVM 

1 (17). Septuaginta: «et missum est ad me unum de seraphim»; 
Aquila et Theodotion: «et uolauit ad me unum de seraphim»; Symma- 
chus: «et uolauit ad me unus de seraphim». Cotidie ad nos mi t ti tur 
seraphim, cotidie ingemescentium atque dicentium: «o miser ego, quo- 
niam conpunctus sum», ora purgantur et cum a peccatis fuerint libera- 
ti praeparant se ministerio Dei. Quod autem ceteri interpretes pro 
«missum esse» «uolasse» dixerunt, intellege uelocem diuini sermonis 
aduentum super eos qui digni socíetate illius iudicantur. 



18B,2 



A Dámaso 



159 



También hay diferencia en el género. Los Setenta, Aquila y 
Teodoción tradujeron serafín en género neutro; Símaco, en mas- 
culino. Pero no hay que pensar se dé género en las potencias 
de Dios, cuando el mismo Espíritu Santo, según las peculiari- 
dades de la lengua hebrea, se dice ruaj en género femenino; en 
griego, TÍ) irvevfia es neutro, y spiritus, en latín, masculino. De 
aquí se deduce que, cuando se habla de seres superiores y se 
utiliza el masculino o el femenino, eso no significa el sexo, sino 
que va en consecuencia con lo particular de la lengua; de modo 
que aun Dios mismo, invisible e incorruptible, se expresa en mas- 
culino en casi todas las lenguas, siendo así que en El no tiene 
lugar el sexo. También hay que corregir el error, aunque piado- 
so, de quienes en sus oraciones y ofrendas se atreven a decir: 
«Tú, que te sientas sobre los querubines y los serafines». 

Pues también está escrito que Dios se sienta sobre querubi- 
nes, como en aquel pasaje: Tú, que te sientas sobre querubines, 
manifiéstate ^; pero que Dios se siente sobre serafines no lo re- 
coge ningún pasaje de la Escritura; más aún, en el resto de las 
Escrituras, fuera de este pasaje, no hallamos nada a propósito 
de serafines en torno a Dios. 

2 (18). Los Setenta: «Y en su mano tenía un carbón que 
con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca»; 
Aquila: «Y en su mano, en unas tenazas, un guijarro que había 
tomado del altar, y tocó mi boca»; Teodoción: «Y en su mano, 

In genere quoque diuersitas est. Septuaginta, Aquila et Theodo- 
tion seraphim neutro genere transtulerunt, Symmachus masculino. Nec 
putandum sexum esse in uirtutibus Dei, cum etiam ipse Spiritus sanc- 
tus secundum proprietates linguae hebraeae feminino genere profera- 
tur «ruach», Graece neutro tó Tvevfia, Latine masculino «spiritus». 
Ex quo inteUegendum est, quando de superioribus disputatur et mas- 
culinum aliquid seu femininum ponitur, non tam sexum significari quam 
idioma sonare linguae; siquidem ipse Deus inuisibilis et incorruptibi- 
lis ómnibus paene linguis profertur genere masculino, et cum in eum 
non cadat sexus. lUorum quoque pius licet, attamen coarguendus error, 
qui in orationibus et oblationibus suis audent dicere: «qui sedes super 
cherubin et seraphim». Nam et super cherubin scriptum est sedere 
Deum, ut ibi: qui sedes super cherubim, ostendere, super seraphim uero 
sedere Deum nuUa scriptura commemorat, et ne ipsa quidem serap- 
him circa Deum stantia excepto praesenti loco in scripturis ómnibus 
inuenimus. 

2 (18). Septuaginta: «et in manu habebat carbonem, quem forci- 
pe acceperat de altari, et tetigit os meum»; Aquila: «et in manu eius 
calculus in forcipe, quem acceperat de altari, et tetigit os meum»; Theo- 



1 Sal 79,2. 



160 



A Dámaso 



18B,2 



en unas tenazas, un guijarro que había tomado del altar, y tocó 
mi boca»; Símaco: «Y en su mano, en unas tenazas, un guijarro 
que había tomado del altar, y lo llevó a mi boca». Por lo que 
hace a la historia, parece que Dios está sentado en el templo 
de Jerusalén y, ante El, según los Setenta, se lleva a Isaías un 
carbón tomado del altar; pero del altar del incienso o de los ho- 
locaustos. Por lo que hace al sentido místico, se le envía aquel 
mismo fuego que Jeremías no podía soportar ^, aquel que, una 
vez que ha penetrado en los secretos de nuestra alma, de tal ma- 
nera nos derrite, de tal manera cuece en nosotros al hombre vie- 
jo para transformarlo en nuevo, que podemos prorrumpir en aquel 
grito: No vivo yo, sino la gracia de Dios que está en mí^. Y las 
tenazas, aunque forman siempre parte del atuendo sacerdotal, 
hemos de entenderlas, siguiendo a los otros traductores, como 
las diversas gracias con las que muchas veces y de muchos modos 
habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas ^. 

Como en hebreo en vez de «carbón» se lee «guijarro», en 
lo cual concuerdan los demás, me parece que la palabra divina 
quiere significarse en el «guijarro». Pues lo mismo que el guija- 
rro es una especie de piedra durísima, redonda y perfectamente 
pulida, así la palabra de Dios, que no puede ser doblegada por 
las contradicciones de los herejes ni de todos los adversarios jun- 

dotion: «et in manu eíus calculus in forcipe, quem acceperat de altari, 
et tetigit os meum; Symmachus: «et in manu eius calculus in forcipi- 
bus, quem sumpserat de altari, et detulit ad os meum». Quantum ad 
historiam pertinet, uidetur Deus sedere in templo Hierusalem et ante 
eum de altari secundum Septuaginta ad Esaiam carbo deferri, de alta- 
ri uero incensi siue holocaustorum. Quantum autem ad mysticos inte- 
Uectus, iOe ei ignis mittitur quem Hieremias ferré non poterat, qui, 
cum animae nostrae arcana penetrarit, ita nos dissoluit, ita a ueteri ho- 
mine in nouum excoquit, ut in illam uocem possimus erumpere: uiuo 
autem iam non ego, sed gratia Dei, quae in me est. Forcipes queque se- 
cundum interpretes certeros, licet in sacerdotali semper suppellectile 
fuerint, diuersas gratias debemus accipere, quibus multifarie et multis 
modis olim Deus patribus nostris locutus est in prophetis. 

Quia in hebraeo pro «carbone» «calculus» legitur, ceteris quoque 
super hoc consonantibus, uidetur mihi sermo diuinus caiculi appeUa- 
tione signari. Sicut enim calculus genus est iapidis durissimi et rotun- 
di et orntii puritate leuissimi, ita sermo Dei, qui ñeque hereticorum 
ñeque omnium aduersariorum potest contradictionibus cederé, calcu- 
lus dicitur. De hoc calculo Sephora filium circumcidit et lesus popu- 
lum purgat a uitiis; et in Apocalypsi Doniinus pollicetur uincentibus 



2 Cf. Jer 20,9. 

^ Gál 2,2.20; 1 Cor 15,10. 

4 Heb 1,1. 



A Dámaso 



161 



tos, se llama guijarro. Con esta piedra circuncida Séfora a su hi- 
jo y Josué limpia al pueblo de sus vicios ^; y en el Apocalipsis ^ 
Dios promete a los vencedores que recibirán una piedra blanca 
para que sobre ella se escriba un nombre nuevo. Pero yo creo 
que aún los Setenta, al traducir avdQaxcc, estaban pensando 
lo mismo que los otros; pues avOga^, que nosotros traducimos 
por «carbunclo», es una especie de piedra brillante y luminosa, 
que encontramos también entre las doce piedras ^. Así que, tan- 
to si entendemos guijarro como si entendemos carbunclo, en el 
guijarro se manifiesta la verdad y fuerza de la palabra divina, 
en el carbunclo, la doctrina resplandeciente y clara. Pues las pa- 
labras del Señor son palabras limpias, plata acendrada de escoria, 
siete veces purificada ^; y: La norma del Señor es límpida y da luz 
a los ojos ^. 

Cuando dice: «Tenía en su mano un carbón», hemos de en- 
tender por mano el obrar, como en el pasaje: En mano de la len- 
gua está la muerte o la vida o en el salmo: Caerán a mano de 

la espada Aunque quizá realmente apareció una mano, para 
que, por la semejanza de la forma humana, al ver la mano de 
quien se lo ofrece, el profeta no temiera; de la misma manera 
que también Dios mismo y los ángeles adoptan formas huma- 
nas para disipar el temor de los videntes. 

3 (19). Los Setenta: «Y dijo: He aquí que esto ha tocado 
tus labios y quitará tus iniquidades y purificará tus pecados»; 

ut accipiant calculum et scribatur super eum nomen nouum. Videtur 
autem mihi et Septuaginta in eo quod *ávBQCtxct transtulerunt, idem 
sensisse quod ceteri; ^ávOQot^ quippe, quem nos carbunculum inter- 
pretamur, genus lapidis fulgidi atque lucentis, quem etiam in duode- 
cim lapidibus inuenimiis. Siue igitur calculum siue carbunculum lapidem 
accipimus, in calculo diuini sermonis ueritas et rigor, in carbúnculo 
lucens doctrina et manifesta monstratur; eloquia enim Domini eloquia 
casta, argentum igneprohatum terrae, purgatum septuplum, et alibi: man- 
datum Domini lucidum, inluminans oculos. 

Quod autem ait: «in manu habebat carbonem», manum intellega- 
mus operationem, ut ibi: in manu linguae mors et uita, et in psalmo: 
cadent in manu gladii. Aut certe uere manus apparuit, ut per similitu- 
dinem humanae formae, dum manus cernitur porrigentis, piopheta non 
timeat; iuxta quod et ipsum Deum et angeles in humanas uidimus mu- 
tasse formas ut metus uidentibus demeretur. 

3 (19). Septuaginta: «et dixit: ecce tetigit hoc labia tua et auferet 
iniquitates tuas et peccata tua purgabit»; Aquila: «ecce tetigit hoc la- 



5 Cf. Jos 5,2-3. 

6 Cf. Ap 2,17. 

7 Cf. Ex 28,15ss. 



8 Sal 11,7. 

9 Sal 18,21. 



10 Prov 18,21. 
u Sal 62,11. 



162 



A Ddmaso 



18B,4 



Aquila: «He aquí que esto ha tocado tus labios y se retirará tu 
culpa, y tu pecado será expiado». Los otros traductores coinci- 
den en los términos de Aquila. Primero, es necesario que nues- 
tros labios sean tocados; luego, una vez tocados, que se disipe 
toda iniquidad y, una vez disipada la iniquidad, que el Señor 
nos perdone, porque en El está el perdón ^, y, según el Após- 
tol, El es propiciación por nuestros pecados Una vez purifica- 
dos nuestros pecados, oiremos la voz del Señor, que dice: «¿A 
quién enviaré?». Y nosotros responderemos: «Heme aquí, 
envíame». 

4 (20). Los Setenta: «Y percibí la voz del Señor que decía: 
¿A quién enviaré y quién irá a este pueblo?». Aquila, Teodoción 
y Símaco: «Y percibí la voz del Señor que decía: ¿A quién en- 
viaré y quién irá por nosotros?». Del paralelismo entre Moisés 
e Isaías, cómo el uno se negaba a aceptar el ministerio y el otro, 
por haberse ofrecido espontáneamente, hubo de sufrir mucho, 
hemos disertado en otro lugar. Pero para que no parezca que omi- 
timos nada de aquellas cosas que los judíos llaman Ócuregojaets 
y en las que cifran toda la ciencia, vamos a tocar ahora breve- 
mente por qué en el hebreo se pone: «¿Y quién irá por noso- 
tros?». Igual que en el Génesis se dice: Hagamos al hombre a 
imagen y semejanza nuestra así creo yo que está dicho aquí: 
«¿Quién irá por nosotros?». Ahora bien, ese «nosotros» ¿a qué 

bia tua et recedet iniquitas tua et peccatum tuum propitiabitur»; cete- 
ri interpretes in Aquilae uerba consentiunt. Primum necesse est ut labia 
nostra tangantur; deinde, cum tacta fuerint, fugetur iniquitas et, cum 
iniquitas fuerit effugata, propitietur Dominus, quia apud ipsum est pro- 
pitiatio et secundum apostolum ipse est propitiatio pro peccatis nos tris. 
Purgatis autem peccatis nostris audiemus uocem Domini dicentis: quem 
raittam? et respondebimus: ecce ego, mitte me. 

4 (20). Septuaginta: «et audiui uocem Domini dicentis: quem mit- 
tam et quis ibit ad populum istum?» Aquila, Theodotion et Symma- 
chus; «et audiui uoceni domini dicentis: quem mittam et quis ibit 
nobis?» de conparatione Esaiae et Moysi, quomodo alius ministerium 
recusarit, alius ultro se offerens dura perpessus sit, in alio loco dispu- 
tauimus. Sed ne uideremur aliquid praeterisse eorum, quas ludaei 
uocant óeüTeQcóaets et in quibus universam scientiam ponunt, nunc 
breuiter ülud adtingimus, quare in hebraeo sit positum: «et quis ibit 
nobis»? Sicut enim in Genesi dicitur: faciamus hominem ad imaginem 
et similitudinem nostram, ita et hic puto dictum: «quis ibit nobis»? «No- 
bis» autem quibus aliis aestimandum est, nisi Patri et Filio et Spiritui 

^ Sal 129,4. 

13 1 Jn 2,2. 

14 Gen 1,26. 



18B,5 



A Dámaso 



163 



Otros deberá aplicarse sino al Padre y al Hijo y al Espíritu San- 
to, de parte de los cuales va todo el que cumple su voluntad? 
Y si se pone a una única persona hablando, es por la unidad 
de la divinidad; pero, al decir «nosotros», se destaca la diferen- 
cia de personas. 

En el Cantar de los Cantares leemos la llamada del esposo 
a la esposa: Levántate, ven, amada mía, esposa mía, paloma mía-, 
porque mira, ha pasado ya el invierno, las lluvias ya se han ido ^. 
Porque cuando el alma descansa en la tranquilidad de sus pen- 
samientos, cuando está fundada sobre la roca y su fe ha echado 
hondas raíces, para ella todas las olas de las tentaciones pasan 
de largo; sin embargo, para quien es tentado no pasan. Pero es 
de notar cómo a lo que dice el Señor: «¿A quién enviaré y quién 
irá por nosotros?», el profeta sólo respondió en parte: «Heme 
aquí; envíame», y caUó sobre lo siguiente, consciente de que no 
hay hombre digno de ir en lugar de Dios y hacer de su propio 
camino el camino de quien lo envía. Advirtiendo el Señor esa 
humildad, de sentirse indigno de lo segundo, se lo mandó al de- 
cirle: «Vete». 

5 (21). Los Setenta: «Y dije: Aquí estoy yo; envíame»; Aquila 
y Teodoción: «Heme aquí presente; envíame»; Símaco: «Heme 
aquí; envíame». Dios, que llama a las cosas que no son como 
si fueran y que dijo: Yo soy el que soy, y también: El que es 

sancto, quibus uadit, quicumque eonim obsequitur uoluntati? Et in 
eo quidem quod unius loquentis persona proponitur, diuínitatís est uni- 
tas; in eo uero quod dicitur «nobis», personarum diuersitas indicatur. 

Legimus in Canticis Canticorum uocem sponsi dicentis ad spon- 
sam: surge, ueni, próxima mea, sponsa mea, columba mea, quia ecce hiems 
transiit, pluuia abiit sibi. Quando enim anima in cogitationum tranqui- 
llitate consedit, quando supra petram fundata est et fides eius alta ra- 
dica fixa est, uniuersi temptationum fluctus sibi pertranseunt, et ei non 
pertranseunt qui temptatur. Notandum autem quomodo ad id quod Do- 
minas dixerat: «quem mittam et quis ibit nobis?» propheta ex parte 
responderit: «ecce ego, mitte me» et de sequenti tacuerit, intellegens 
nuÜum hominum dignum esse qui Deo pergeret et omüie iter suum eius 
faceret esse qui mitteret. Quam humilitatem Dominus aduertens, quod 
se secundis putaret indignum, imperauit sequentia dicens: «uade». 

5 (21). Septuaginta: «et dixi: ecce ego sum, mitte me»; Aquila et 
Theodotion: «ecce adsum, mitte me»; Symmachus: «ecce, mitte me». 
Deus, qui uocauit ea quae non sunt quasi sínt, et qui dixit: ego sum 
qui sum, et alibi: qui est misit me, quoscumque uocauerit statim facit 



15 Cant 2,10. 

16 C£. Rom 4,17. 



164 



De Dámaso a Jerónimo 



19 



me ha enviado a los que llama los hace inmediatamente sub- 
sistir, porque todo lo que cae fuera de El no es. De ahí que el 
profeta, purificado de sus vicios, se atreviera a decir: «Aquí es- 
toy yo», aunque en los códices latinos, por la discrepancia de 
los traductores, no se adjuntó el «estoy». Algunos creen que hay 
que distinguir a qué profetas conviene la palabra de «enviar» 
o de «enviado», que en griego equivale a «apóstol»; y quieren 
ver como diferencia que todo «enviado» es a la vez profeta y 
apóstol; en cambio, aquellos a quienes no se designa con el ver- 
bo «enviar», sólo serían profetas, cosa que me parece superflua. 
Y ya que hemos venido a tratar de esta palabra, es de saber que 
«Silas», compañero de Pablo, significa en lengua hebrea «após- 
tol»; es el mismo que con él firma algunas cartas; y es erróneo 
leer Silvano en lugar de Silas, pues en los Hechos de los Após- 
toles no leemos Silvano. 



[CONSULTA SOBRE LA PALABRA «HOSANNA»] 

Se ha dado un importante salto en el tiempo. Jerónimo ha reca- 
lado en Roma. Aquí llegó en compañía de Epifanio, obispo de Chi- 
pre, y de Paulino, obispo de Antioquía. En su primera carta a 
Dámaso (Carta 13) le decía: «ignoro a Paulino». Al final se deci- 
dió por él. Ahora esta al servicio del papa Dámaso. Esta circuns- 
tancia podría interpretarse como una contestación tardía del obispo 
de Roma a las cartas angustiadas del eremita de hace siete u ocho 
años desde Calcis, Es, con probabilidad, el año 383. 

subsistere, quoniam omnia quae absque eo sunt non sunt. Vnde prop- 
heta purgatus a uitiis ausus est dicere: «ecce ego sum», licet in Latinis 
codicibus propter interpretum uarietatem «sum» non sit adpositum. 
Quidam obseruandum putant ad quos prophetas «raittentis» aut «mis- 
si» serme dicatur, quod est Graece «apostolus», et hanc esse differen- 
tiam uolunt ut quicumque mittantur et prophetae sint pariter et apostoli, 
ad quos uero mittentis serme nen ponitur tantum prophetae sint; quod 
ege superfluum puto. Et quia semel ad tractatum istius uocabuli ueni- 
mus, sciendum «Silam», coUegam Pauli, lingua hebraea «apostelum» 
dici, qui cum ee nennuUas epistulas scribit; et uitiose «Siluanus» legi- 
tur pro «Sila», cum Siluanum in apostolerum Actibus nen legamus. 



Dilectissimo filie Hieronyme Damasus episcepus in Domine 
salutem. 



19 



DE DÁMASO A JERÓNIMO 



19 



EPISTVLA DAMASI AD HIERONYMVM 



17 Ex 3,14. 



20,1 



A 'Dámaso 



165 



Dámaso va a ser uno de los principales animadores de los traba- 
jos bíblicos de Jerónimo. En este escueto billete le pregunta por el 
significado de la palabra hebrea «Hosanna». 

A nuestro queridísimo hijo Jerónimo, Dámaso obispo, salud 
en el Señor. 

Después de leer los comentarios griegos y latinos que sobre 
la interpretación de los Evangelios en la antigüedad o reciente- 
mente han escrito los nuestros, es decii; los ortodoxos, veo que 
sobre el «Hosanna al hijo de David» dicen cosas no sólo distin- 
tas sino contradictorias. Te ruego que, con el fervor e intrepidez 
de ingenio propios de tu dilección, y prescindiendo de opinio- 
nes y eliminando ambigüedades, escribas sobre cuál sea en he- 
breo su sentido auténtico. Este servicio, como tantos otros, nuestra 
solicitud te lo agradecerá en Cristo Jesús. 



[EXPLICACIÓN DE LA PALABRA «HOSANNA»] 

Si las dos cartas que llevan el número 18 son un anticipo del 
entusiasmo de Jerónimo por la exégesis alegórica o espiritual, la 
presente es una muestra de su aprecio por la Palabra en sí, con toda 
la fuerza que tiene en su propia fuente, en el hebreo. Por eso, «de- 
jando los riachuelos de las opiniones» — aunque éstas vengan de 
«nuestro Hilario» de Poitiers — recurramos a la fuente misma de 
donde la tomaron los evangelistas. 

Carta del año 383. 

1. Son muchos los que sobre esta palabra han imaginado 
los más diversos sentidos; entre ellos, nuestro Hilario, en sus 

Commentaria cum legerem Graeco Latinoque sermone in euange- 
liorum interpretatione a nostris, id est orthodoxis, uiris olim ac nuper 
scrípta de eo quod legitur: «osanna filio Dauid», non solum diuersa, 
sed etiam contraria sibimet proferunt. DÜectionis tuae ardenti iQo stte- 
nuitatis ingenio abscisis opinionibus ambiguitatibusque subplosis, quid 
se habeat apud hebraeos uÍuo sensu scribas, ut de hoc, sicut et de mul- 
tis, tibi curae nostrae in Christo lesu gratias leferant. 



1. Multi super hoc sermone diuersa finxerunt, e quibus noster 
Hilarius in commentarüs Matthei ita posuit: «"osanna" Hebraico ser- 



20 



A DÁMASO 



20 



i4D DAMASVM 



166 



A Dámaso 



20,2 



comentarios de Mateo, escribe: «^Hosanna', en hebreo, signifi- 
ca ^redención de la casa de David*». Pero, en primer lugar, «re- 
dención», en hebreo, se dice pheduth, casa heth; en cuanto a 
David, es claro a todas luces que su nombre no aparece aquí. 
Otros opinaron que hosanna significa «gloria»; pero «glori^i» se 
dice chabod; algunos lo entendieron como «gracia», que el he- 
breo llama thoda o anna. 

2. No queda, pues, más solución que dejar de lado los ria- 
chuelos de las opiniones e ir a la fuente misma de donde fue 
tomada por los evangelistas. Y como ni en los códices griegos 
ni en los latinos podemos hallar el texto Para que se cumpliese 
lo que fue dicho por los profetas: será llamado nazareo ^; ni el 
otro: De Egipto llamé a mi hijo ^; por eso, en el caso presente, 
hay que sacar la verdad de los códices hebreos, que nos explica- 
rán cómo y por qué la muchedumbre y sobre todo la turba uná- 
nime, los niños, prorrumpieron en ese grito. Mateo cuenta: La 
muchedumbre que iba delante y la que seguía gritaban diciendo: 
Hosanna al hijo de David; bendito el que viene en el nombre del 
Señor, hosanna en las alturas ^ Marcos a su vez dice: Gritaban 
diciendo: Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor; ben- 
dito el reino de nuestro padre David, que viene en nombre del Se- 
ñor, hosanna en las alturas ^. También Juan coincide en el mismo 
término: Y gritaban: Hosanna, bendito el que viene en nombre 

mone significatur "redemptio domus Dauid"». Primum «redemptio» 
lingua Hebraea pheduth interpretatur, deinde «domus» beth, «Dauid» 
uero in hoc loco non esse notnen insertum ómnibus patet. Alü opinati 
sunt osanna «gloriam» dici — porro «gloria» chabod apellatur — , non- 
nuUi «gratiam», cum «gratía» thoda siue anna nuncupetur. 

2. Restat ergo ut, omissis opinionum riuulis, ad ipsum fontem un- 
de ab euangelistis sumptum est, recurramus. Nam quomodo illud ñe- 
que in Graecis ñeque in Latinis codicibus possumus inuenire: ut 
conpleretur id quod dictum est per prophetas: quoniam Nazaraeus uoca- 
bituty et illud: ex Aegypto nocaut filium meum, ita et nunc ex hebraeis 
codicibus ueritas exprimenda est, unde in hanc uocem uulgus et máxi- 
me consona inter se paruulorum turba proruperit dicen te Mattheo: tur- 
bae autem quae praecedebant et quae sequebantur clamabant dicentes: 
osanna filio Dauid; benedictus qui uentt in nomine Domini, osanna in 
excelsis, Marcus uero ita posuit: clamabant dicentes: osanna, benedictus 
qui uenit in nomine Domini; henedictum quod uentt in nomine Domini 
regnum patris nostri Dauid, osanna in excelsis, lohannes quoque pari uoce 
consentit: et clamabant: osanna, benedictus qui uenit in nomine Domi- 

1 Mt 2,23. 

2 Mt 2,15; Os 11,1. 
^ Mt 21,9. 

4 Me U,9-10. 



20.3 



A Dámaso 



167 



del Señor, el rey de Israel ^. Sólo Lucas dejó de poner la palabra 
hosanna, siendo así que concuerda en el resto de la interpreta- 
ción: Bendito el que viene rey en el nombre del Señor, paz en el 
cielo y gloria en las alturas ^. Así, pues, como hemos dicho, hay 
que poner las palabras mismas hebreas y determinar la opinión 
de todos los traductores; para que del examen de todos, el lec- 
tor pueda^más fácilmente hallar por sí mismo qué haya de pen- 
sar sobre el caso. 

3. En el Salmo 117, donde nosotros leemos: «Señor, danos 
la salvación. Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en 
nombre del Señor», en el hebreo se lee: «Anna adonai, osianna, 
anna adonai, aslianna; baruch abba basem adonai». Aquila, Sí- 
maco, Teodoción y la quinta edición (para que no parezca c^am- 
biamos nada en latín) traducen así: <¿ 6r/ xvQie, oo^oov 6r;,¿ 6?? 
xvQie, ^v6&03aov drj evkoyqTos b égxofievos ev opófiari xvqíov». 
Sólo la sexta edición concuerda con los Setenta intérpretes, en 
cuanto que donde los otros pusieron ci dr¡, él escribió ¿. Y que 
osianna, que nosotros, incorrectamente y por ignorancia, con- 
vertimos en «hosanna», signifique «salva» o «ha2 salvo», está 
garantizado por la traducción de todos; lo que ahora preocupa 
es qué signifique el mero anna sin la añadidura de salvar. Es de 
notar que en este pasaje anna recurre tres veces; en el primer 
caso y en el segundo se escribe con las mismas letras: aleph, nun, 
he; en el tercero, con las letras heth, nun, he. Ahora bien: Síma- 

ni, rex IsraheL Solus Lucas uerbum «osanna» non posuit, in reliqua in- 
terpretaticnis parte consentiens: benedictus qui uenit rex in nomine 
Domim, pax in cáelo et gloria in excelsis. Igítur, ut diximus, ipsa he- 
braea uerba ponenda sunt et omnium interpretum opinio digerenda, 
quo f acilius quid super hoc sentiendum sit ex retractatione cunctorum 
ipse sibi lector inueniat. 

3. In centesimo séptimo décimo psalmo, ubi nos legimus: «o Do- 
mine, saluum me fac, o Domine, bene prospera; benedictus qui uenit 
in nomine Domini», in hebraeo legitur: «anna adonai, osianna, anna 
adonai, aslianna; baruch abba basem adonai». Quod Aquila, Symma- 
chus, Thedotion^et quinta editio, ne quid in Latino mutare uideamur, 
ita exprimunt: o) 6iJ xvQie, a<aaov Órj, ¿) Órj xvQie, evódíaaop 6r¡ 
ehkoyrfTÓs b kQxófi^vos hp bpófioiTi xvqíov. Sola sexta editio cum In- 
terpretibus septuaginta ita congruit ut, ubi ceteri posuerunt ¿> óij, illa 
scripserit w. Et quia «osianna», quod nos corrupte propter ingnoran- 
tiam dicimus «osanna», «saluifica» siue «saluum fac» exprimatur, om- 
nium interpretatione signatum est; nunc illud in cura est, quid sine 
adiectione saluandi solus «anna» sermo significet. Sciendumque, quia 
in hoc loco ter dicatur «anna»; et primum quidem ac secundum eis- 

5 Jn 12,13. 

6 Le 19,38. 



168 



A Dámaso 



20,4 



co, que en el Salmo 117 coincide con la interpretación de todos, 
en el 115 ^, en que se dice: «|Oh Señor 1, libra mi alma», para 
darnos un sentido más claro, tradujo así: «Te suplico, Señor, li- 
bra mi alma». Y donde los Setenta tradujeron «oh» y^él «te rue- 
go», mientras Aquila y las otras ediciones traducen a> 5^, en el 
hebreo se escribe anna, pero con la letra aleph al principio, no 
con la heth. De lo cual deducimos que si anna se escribe con 
aleph significa «te ruego»; si con heth, es una conjunción o in- 
terjección, que equivale al griego /xiíj y se halla en oi^oov. Esta 
interjección no tiene equivalencia en latín. 

4. Pero como estas minucias y lo abstruso de esta explica- 
ción, dada la barbarie no sólo de la lengua, sino también de las 
letras, son pesadas para el lector, paso a resumir mi explicación 
y digo que estos versículos fueron tomados del Salmo 117, que 
profetiza claramente de Cristo y se leía con frecuencia en la si- 
nagoga, por lo que era muy conocido también del pueblo, y to- 
dos sabían que el prometido de su raza había venido para salvar 
a Israel, pues dice David: La piedra que desecharon los arquitec- 
tos es ahora la piedra angular Es el Señor quien lo ha hecho, y 
es admirable a nuestros ojos. Este es el día que ha hecho el Señor; 
regocijémonos y alegrémonos en él Señor, danos la salvación, Se- 
ñor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, 

dem litteris scribitur, alephy nun, he, tertium uero heth, nun, he. Symma- 
chus igitur, qui in centesimo séptimo décimo psalmo cum omnium 
interpretatione consenrat, ut nobis manifestiorem tribuerct intellectum, 
in centesimo quinto décimo psalmo, ubi dicitur: «o Domine, libera ani- 
mam meam», ita interpretatus est: «obsecro. Domine, libera animam 
meam». Vbi autem Se£tuaginta¿ et ille «obsecro» transtulerunt, Aquila 
et ceteris editionibus ¿> 6t} interpretantibus, in hebraeo scribitur «an- 
na», uerum ita ut in principio aleph habeat, non heth. Ex quo anima- 
duertimus, si ex aleph scribatur «anna», significari «obsecro», si autem 
ex heth, esse coniunctionem siue interiectionem, quae apud Graecos 
ponitur \iy\ et est in aóiaov, cuius interpretationem Latinas serme non 
exprimit. 

4. Sed quoniam hae minutiae et istiusmodi disputationis arca- 
rum propter barbariam iLnguae pariter ac litteramm legenti molestiam 
tribuunt, ad explanandi conpendium uenio, ut dicam de centisimo sép- 
timo décimo psalmo, qui manifesté de Christo prophetat et in synago- 
gis ludaeorum celeberrime legebatur, unde et populis notior erat, hos 
uersus esse adsumptos, quod ille qui repromittebatur de genere uene- 
rit saluaturus Israhel dícente Dauíd: Lapidem, quem reprobauerunt aedi- 
ficantes, htc factus est in caput anguli. A Domino factum est hoc et est 
mirabilis in oculis nostris. Haec est dies quam fecit Dominus: exultemus 
et laetemur in ea. O Domine, saluum fac, o Domine, bene prospera; bene- 

^ Se refiere propiamente a Sal 114,4. 



20,5 



A Dámaso 



169 



Os hemos bendecido desde la casa del Señor. El Señor es Dios; El 
nos ilumina ^. De ahí que el mismo texto de los evangelistas re- 
cuerda que los fariseos y escribas, indignados al ver que el pue- 
blo entendía la profecía del salmo como cumplida en Cristo y 
que los chiquillos gritaban: «hosanna al Hijo de David», le dije- 
ron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les respondió: ¿Nunca ha- 
béis leído aquello: De la lengua de los infantes y de los niños de 
pecho sacaste cumplida alabanza? ^. Confirmando así el Salmo 
117 con la cita del octavo. 

Ahora bien: en lo que era fácil de expresar, como: «Bendito 
el que viene en nombre del Señor», concuerda el texto de todos 
los evangelistas; respecto, en cambio, de la palabra osianna, al 
no poderla traducir al griego — cosa que vemos también en alle- 
luiay amen y muchas otras — la dejaron en su forma hebrea y 
pusieron osianna. En cuanto a Lucas, que fue entre todos los 
evangelistas el que mejor conocía el griego, médico al cabo, y 
que escribió entre griegos su evangelio, viendo que no podía tra- 
ducir exactamente la palabra, prefirió omitirla antes que poner 
lo que iba a ser un problema para sus lectores. 

5. En resolución, así como nosotros tenemos en latín cier- 
tas interjecciones, y para expresar alegría decimos ua; en caso 
de admiración, papai; en el dolor, heUj y para imponer silencio 
apretamos los dientes, contraemos el aliento y hacemos salir el 

dictus qui uenit in nomine Domini. Benediximus uos de domo Domini; 
Deus Dominus et inluxit nobis. Vnde et euangelistarum scriptura com- 
memorat pharisaeos et scribas haec indignatos, quod uiderunt popu- 
lum psalmi prophetiam super Christo intellegere completam et clamantes 
paruulos: «osianna filio Dauid», dixisse eti: audis quid isti loquuntur? 
et lesum respondisse: numquam legistis quia ex ore infantium et lactan- 
tium perfecisti laudem? centesimum septimum decimum psalmum oc- 
taui psalmi adsertione firmantem, 

Et de eo quindem quod facile exprimí poterat; «benedictas qui uenit 
in nomine Domini», omnium euangelistarum scriptura consentit; de 
uerbo uero «osianna», quia in Graecum non poterant transferre ser- 
monem, sicuti et in «alleluia» et in «amen» et in plerisque factum uide- 
mus, ipsum hebraeum posuenmt dicentes «osianna». Lucas igitur, qui 
Ínter omnes euangelistas graeci sermonis eruditíssímus fuít, quippe ut 
medicus et qui in Graecis euangeÜum scripserit, quia se uidit proprie- 
tatem sermonis transferre non posse, melius arbitratus est tácete quam 
id poneré quod legenti faceret quaestionem. 

5. Ad summam, sicuti nos in Üngua latina, habemus et interiec- 
tiones quasdam, ut in exultando dicamus «ua» et in admirando «pa- 
pae» et in dolendo «heu» et, quando süentium uolumus inperare, strictis 
dentibus spiritum coartamus et cogimus in sonandum «st», ita et he- 



8 Sal 117,22-27. 



9 Mt 21,15-16. 



170 



A Dámaso 



20,5 



sonido st, así también los hebreos, entre otras propiedades de 
su lengua, tienen la interjección, y cuando quieren suplicar a 
Dios emplean una palabra que expresa el afecto del que pide 
y dicen: «Anna, Señor», que los Setenta dijeron: «¡Oh Señor!» 
Así pues, osi se traduce por «salva»; anna es la interjección del 
que suplica. Si de estas dos palabras queremos formar una com- 
puesta, diremos osianna o, como pronunciamos nosotros, hosan- 
na, con elisión de la vocal intermedia, a la manera que solemos 
hacer en los versos cuando en «Mene incepto desistere vic- 
tam» escandimos: «men incepto». La alephy que es la prime- 
ra letra de la segunda palabra, al encontrarse con la última de 
la precedente, la ha eliminado. Por eso, volviendo al principio 
de la cuestión, donde nosotros leemos en el texto latino: «jOh 
Señor!, sálvame; ¡oh Señor!, sé bueno y complaciente; bendito 
el que viene en nombre del Señor», lo podemos leer según el 
sentido del hebreo: «Te suplico, Señor, sálvanos; te suplico, Se- 
ñor, danos prosperidad, te suplico; bendito el que viene en nom- 
bre del Señor». Ahora bien: en «salva» hay que sobreentender 
«a tu pueblo Israel» o, de manera general, «al mundo». En fin, 
Mateo, que escribió su evangelio en lengua hebrea, puso así: 
Osianna barrama, es decir: «Hosanna en las alturas»; pues al na- 
cer el Salvador, la salud llegó hasta el cielo, es decir, hasta las 
mismas alturas, ya que se hizo la paz no sólo en la tierra, sino 

braei Ínter reliquas proprietates linguae suae habent interiectionem ut, 
quando uolunt Dominum deprecan, ponant uerbum petentis affectu 
et dicant «anna Domine», quod Septuaginta dixerunt «o Domine». 
«Osi» ergo «saluifica» interpretatur, «anna» interiectio deprecantis ets. 
Si ex his duobus uelis conpositum uerbum faceré, dices «osianna» siue, 
ut nos loquimur, «osanna» media uocali littera elisa, sicuti faceré sole- 
mus in uersibus, quando «mene incepto desistere uictam» scandimus 
«men incepto». Aleph quippe, littera prima uerbi sequentis, extremam 
prioris uerbi inueniens exclusit. Quapropter, ut ad quaestionis origi- 
nem reuertamui^ ubi nos legimus in Latino: «o Domine, saluum fac, 
o Domine, bene conplace; benedictus qui uenit in nomine Domini», 
iuxta hebraeum sensum legere possumus: «obsecro, Domine, saluum 
fac; obsecro, Domine, prosperare, obsecro; benedictus qui uenit in no- 
mine Domine». «Saluum» autem «fac» dicitur, ut subaudiamus «po- 
pulum tuum Israhel» siue generaliter «mundum». Denique Matheus 
qui euangelium hebraeo sermone conscripsit ita posuit: osianna barra- 
ma, id est «osanna in excelsis», quod saluatore nascente salus in cae- 
lum usque, id ets etiam ad excelsa, .peruenerit pace facta non solum 
in térra sed et in cáelo, ut iam dici aliquando cessaret: inebriatus est 
gladius meus in cáelo. 

10 Virgilio, Aen. I 37. 



21 



A Dámaso 



171 



también en el cielo; para que así, por fin, se pueda dejar de de- 
cir: Mi espada se ha embriagado en el cielo 

Esto, en fin, es lo que he dictado breve y apretadamente, 
según la mediocridad de mi inteligencia. Por lo demás, sepa tu 
beatitud que en esta clase de disputas el aburrimiento no debe 
invadir al lector. Yo hubiera podido inventarme con facilidad cual- 
quier mentira que con una sola palabra resolviera la cuestión, 
como he demostrado que hacen otros, Pero es más honrado tra- 
bajar un poco por lealtad a la verdad y aplicar el oído a una len- 
gua extraña para nosotros, que dar una solución construida sobre 
una lengua distinta. 

21 A DÁMASO 

[EXPOSICIÓN DE LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO] 

Jerónimo da la impresión de que está descubriendo progresiva- 
mente en el género epistolar un vehículo ideal para transmitir, de 
manera rápida, mensajes que bien podían llenar todo un tratado. 
Esta interpretación de la parábola del hijo pródigo, escrita para Dá- 
maso y a petición suya, es buen ejemplo de ello. La carta rompe 
ya todos los moldes de la sobriedad epistolar Más de una vez Jeró- 
nimo se disculpará por ello; aunque no en esta ocasión. 

En su labor exegética, Jerónimo tiene una evidente inclinación 
hacia la interpretación mística de la Sagrada Escritura. Con toda 
espontaneidad y facilidad encontrará imágenes del alma atraída por 
Dios y en busca de Dios, Esta interpretación va siempre preparada 
por una básica consideración ética, donde el arrepentimiento y la 
purificación juegan un papel propedéutico, Pero aun así, la exége- 
sis jeronimiana nunca se termina en una aplicación personalista de 
lo leído en lo escrito. Lo más brillante de su exégesis es el enmar- 

Haec interim iuxta mediocritatem sensus mei breuiter strictimque 
dictaui. Ceterum sciat beatitudo tua in istiusmodi disputationibus mo- 
lestiam in legendo non deberé subrepere, quia facile et nos potiumus 
aliquid ementiri, quod ex una uoce solueret quaestionem, sicuti et ce- 
teros fecisse monstrauimus. Sed magis condecet ob ueritatem laborare 
paulisper et peregrino aurem adcommodare sermoni, quam de aliena 
lingua fictam ferré sententiam. 

21 AD DAMASVM 

1. Beatitudinis tuae interrogatio disputatio fuit, et sic quaesisse 
quaerenda uiam est dedisse quaesitis. Sapienter quippe interroganti sa- 



11 Is 34,5. 



172 



A Dámaso 



21,1 



que de cualquier pasaje en la historia de salvación, y el sentido 
cristológicoy o concretamente eclesiológico, a veces rebuscado, pe- 
ro siempre encontrado por Jerónimo en sus comentarios. 

La presente carta procede con probabilidad del año 383. 

1. La consulta de tu beatitud es ya un tratado, y plantear 
de esa manera lo que se pregunta es como abrir el camino a la 
respuesta. A quien pregunta sabiamente se le reputa por sabio ^ 
Me dices: «¿Quién es el padre del evangelio que reparte su ha- 
cienda entre sus dos hijos? ¿Quiénes son los dos hijos? ¿Quién 
el mayor y quién el menor? ¿Cómo se explica que el menor mal- 
gaste con prostitutas la hacienda recibida, que al sobrevenir el 
hambre, el príncipe del país le ponga a cuidar puercos, él tenga 
que comer algarrobas, y que al regresar a la casa de su padre 
reciba el anillo y el vestido y en su honor se sacrifique el bece- 
rro cebado? ¿Quién es el hermano mayor y por qué, al llegar 
del campo, siente celos por el recibimiento hecho a su herma- 
no? Y lo demás que se explica más ampliamente en el 
evangelio» ^, 

Añades además: «Sé de muchos que han dicho cosas dispa- 
res a propósito de este pasaje, y opinan que el hermano mayor 
es el judío, y el menor, el gentil». Pero yo pregunto cómo puede 
aplicarse al pueblo judío lo de Hace tantos años que te sirvo, y 
jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado 
un cabrito para tener una fiesta con mis amigos, o aquello de: Hi- 
jo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo ^ Tú objeta- 
rás: «Pero si queremos aplicar la parábola al justo y al pecador, 
no se explica que el justo se entristezca de la salvación del otro, 
sobre todo si es su hermano. Y aunque es verdad que la muerte 

pientia reputabitur. Ais: «quis est iste in euangelio pater, qul duobus 
filiis substantiam diuidit? qui dúo filii? qui maior quiue minor? quo- 
modo iiinior acceptam substantiam cum meretricibus dissipat, fame f ac- 
ta a principe regionis praeponitus porcis, siliquas comedit, ad patrem 
redit, accipit anulum, stolam et immolatur ei uitulus saginatus? qui sit 
maior frater, et quomodo de agro ueniens susceptioni fratris inuideat? 
et cetera, quae in euangelio plenius expÜcantur». 

Addis insuper: «scio multos diuersa in hac lectione dixisse et fra- 
trem maiorem ludaeum, minorem aestimasse Gentilem». Sed quaero, 
quomodo iudaico populo possit aptari: ecce tot annis seruio tibi et num- 
quam mandatum tuum praeteriui, et numquam dedisti mihi haedum ut 
cum qmicis meis epularer, et illud: fili, tu mecum es semper et omnia mea 



1 Prov 17,28. 

2 Cf. Le 15,1-32. 
5 Le 15,29.3L 



21,2 



A Dámaso 



173 



entró en el orbe de la tierra por la envidia del diablo, y que al 
diablo imitan los que son de su partido, sin embargo, nunca se 
podrá atribuir a la persona del justo una envidia tan feroz: que- 
darse fuera, resistir obstinado a un padre clementísimo, y ser 
el único que, comido por la envidia, se niega a tomar parte en 
la alegría de la casa». 

2. Así, pues, lo mismo que en las otras parábolas que no 
fueron explicadas por el Salvador solemos indagar por qué ra- 
zón fueron dichas, así también lo hemos de hacer aquí, y acla- 
rar por qué el Señor pronunció estas palabras y a qué pregunta 
responde esta comparación. Los escribas y fariseos murmura- 
ban diciendo: ¿Por qué éste acoge a los pecadores y come con ellos? 
Y el versículo anterior adelantaba: Todos los publícanos y peca- 
dores se acercaban a él para oírle ^ . Así, pues, toda su envidia 
provenía de que el Señor no rehuía el trato ni la mesa de aque- 
llos a quienes los preceptos de la ley condenaban. Esto en cuan- 
to a Lucas. Mateo, por su parte, dice así: listando en casa sentados 
a la mesay vinieron muchos pecadores y publícanos, y estaban a 
la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo, los fariseos decían a 
los discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publícanos 
y pecadores? El, al oírlo, dijo: No necesitan médico los sanos, sino 
los que están mal. Id, pues, y aprended qué significa: Misericordia 

tua sunt. «Si autem», ais, «de iusto et peccatore uoluerimus esse para- 
bolam, iusto non poterit conuenire ut de salute alterius, et fratris má- 
xime, contristetur. Si enim inuidia diaboli mors introiuit in orbem 
terrarum et imitantur eum qui sunt ex parte ipsius, numquam perso- 
nae iusti tam inmanis inuidia poterit coaptari, ut foris steterit et cle- 
mentissimo patri rigidus obstiterit solusque liuore cruciatus laetitiae 
domus interesse noluerit». 

2. Itaque, sicut in ceteris parabolis quae non sunt a saulatore dis- 
sertae, quam ob causam dictae sint solemus inquirere, ita et in hac fa- 
ceré debemus, quare Dominus in istiusmodi uerba proruperit et ob 
quam interrogationem responsionis similitudo prolata sit. Scribae et 
pharisaei mussitabant dicentes: quare hic peccatores recipit et uescitur 
cum eis? superior quippe serme praemiserat: erant autem accedentes ad 
eum omnes publicani et peccatores audire eum. Itaque hinc omnis inui- 
dia cur, quos legis praecepta damnarent, eorum confabulationem at- 
que conuiuium Dominus non uitaret. Et haec Lucas; ceterum Mattheus 
ita loquitur: Cum autem discumberent in domOy ecce multi peccatores 
et publicani uenientes recumbebant cum lesu et discipulis eius. Quod uiden- 
tes pharisaei dicebant discipulis eius: quare cum publicanis et peccatori- 
bus manducat magister uester? qui audiens dixit: non necesse habent sani 
medicum, sed male habentes, Euntes autem discite, quid sit: misericor- 



4 Le 15,1-2. 



174 



A Dámaso 



21,2 



quiero, que no sacrificio. No he venido a llamar a justos sino a 
pecadores ^. Marcos coincide también en las mismas palabras. 

Así pues, como hemos dicho, todo el conflicto provenía de 
la ley. La ley, aferrada a lo justo, no sabía de clemencia; ningún 
adúltero, homicida, ladrón y, por decirlo brevemente, ningún reo 
de crimen de muerte, podía ser ab suelto de su crimen por el per- 
dón de la penitencia; estaba obligado a pagar ojo por ojo, diente 
por diente, vida por vida. Así, pues, todos se extraviaron, todos 
se hicieron inútiles; no había quien hiciera el bien, no había ni 
uno solo ^. Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia ^ 
y Dios envió a su Hijo, nacido de mujer ^, el cual, derribado el 
muro de separación, hizo de los dos pueblos uno y suavizó la 
dureza de la ley con la gracia del Evangelio. De ahí que Pablo, 
escribiendo a las Iglesias diga: Gracia y paz a vosotros de parte 
de Dios Padre y del Señor Jesucristo ^. La gracia, que no es re- 
tribución de méritos, sino concesión del donante; y la paz, por 
la que hemos sido reconciliados con Dios, teniendo por víctima 
propiciatoria a Jesús el Señor, que nos perdonó nuestras culpas 
y borró la cédula de muerte escrita contra nosotros claván- 
dola en la cruz, y se burló de los principados y potestades, triun- 
fando de ellos sobre el madero. 

diam uolo et non sacrificium. Non ueni uocare iustos sed peccatores. Mar- 
cus quoque in eadem uerba consentit. 

Igitur, ut diximus, omnis ex lege quaestio nascebatur. Lex quippe 
iusti tenax clementiam non habebat, sed quicumque adulter, homici- 
da, fraudator et, ut breuiter dicam, mortali crimine tenebatur, nuUa 
uenia paenitentiae laxabatur a crimine, oculum pro oculo, dentem pro 
dente, animam pro anima iubebatur exsoluere> Omnes itaque declinaue- 
runt, simul inútiles facti sunt; non erat quifaceret bonum, non erat usque 
ad unum. Vbi autem ahundauit peccatum superabundauit gratia, et misit 
Deus filium suum factum ex muliere, qui des truc to medio pariete fecit 
utrumque unum et austeritatem legis euangelii gratia temperauit. Vnde 
et Paulus ad ecclesias scribens: gratia uohis, inquit, et pax a Deo patre 
et Domino lesu Christo: gratia, quae non ex mérito retributa, sed ex 
donante concessa est; pax uero, qua reconciliati Deo sumus, habentes 
propitiatorium Dominum lesum, qui donauit nobis delicta nostra et 
deleuit quod erat chirographum mortis contra nos, adfigens illud cru- 
ci, et principatus et potestates fecit ostentui triumphans eas in ligno. 

Quae autem potest maior esse clementia, quam ut filius Dei homi- 

5 Mt 9,10-13. 

6 Sal 13,3. 

7 Rom 5,20. 

8 Cf. Gál 4,4. 

9 Rom 1,7. 

10 Cf. Col 2,14. 



21,2 



A Dámaso 



175 



¿Qué mayor clemencia puede haber? El Hijo de Dios nace 
hijo del hombre, soporta las molestias de diez meses de gesta- 
ción, espera la llegada del parto, es envuelto en pañales, se so- 
mete a sus padres, va madurando a través de las diversas edades 
y, después de soportar palabras insultantes, bofetadas y azotes, 
se hace maldición por nosotros en la cruz, para librarnos de la 
maldición de la ley, haciéndose obediente al Padre hasta la muerte 
y cumpliendo con obras lo que antes, en su condición de me- 
diador, había pedido diciendo: Padre, quiero que, como yo y tú 
somos uno, también ellos sean uno en nosotros Y puesto que 
había venido a superar con inefable misericordia lo que era im- 
posible alaley^^yB. que nadie se justificaba por ella, convo- 
caba a penitencia a publícanos y pecadores y El mismo se hacía 
invitar a sus casas para enseñarles aun durante la comida, como 
puede verlo quien atentamente lea los evangelios. En su comida 
y en su bebida, en su andar y en todo cuanto hizo, siempre bus- 
có la salvación de los hombres. Viendo esto los escribas y fari- 
seos decían que obraba contra la ley: Es un comilón y un bebedor 
de vino, amigo de publícanos y pecadores Es lo que ya de an- 
tes censuraban, por qué curaba el Señor en sábado. 

En conclusión, para vencer sus acusaciones por el argumen- 
to de la clemencia, propuso estas parábolas: una es la de las no- 
venta y nueve ovejas abandonadas en los montes y de una sola 
que se descarrió y será devuelta a su redil a hombros del pastor; 

nis filius nasceretur, decem mensium fastidia sustineret, partus expec- 
taret aduentum, inuolueretur pannis, subiceretur parentibus, per 
singulas adoleret aetates et post contumelias uocum, alapas et flagella 
crucis quoque pro nobis fieret maledictum, ut nos a maledicto legis 
absolueret patri factus oboediens usque ad mortem, et id opere con- 
pleret quod ante ex persona mediatoris fuerat deprecatus dicens: pater, 
uolo ut quomodo ego et tu unum sumus, et isti in nobis unum sint? Er- 
go, quia ad hoc uenerat ut, quod erat inpossibile legis, quia neme ex 
ea iustificabatur, ineffabili misericordia uinceret, publícanos et pecca- 
tores ad paenitentiam prouocabat conuiuium quoque eorum expetens, 
ut et Ínter conuiuia docerentur, sicuti manifestum esse poterit ei qui 
euangelia soUicita mente perlegerit, quomodo et cibus eius et potus 
et deambulatio et uniuersa quae gessit, salutem hominum procurarint. 
Hoc uidentes scribae et pharisaei aduersum legem eum faceré dicebant: 
ecce homo uorax et uini potator, amicus puhlicanorum et peccatorum. Nam 
et ante reprehenderant, quare curaret in sabbatis Dominus. 

Ergo, ut hanc eorum accusationem clementiae ratione superaret, 
tres parábolas posuit, e quibus una est nonaginta nouem ouium in mon- 

11 Jn 17,21. 

12 Rom 8,3. 
1^ Mt 11,19. 



176 



A Dámaso 



21,3 



la segunda, la de la dracma que la mujer busca cuidadosamente 
con una luz encendida y, una vez que la encuentra, convoca a 
sus vecinas para que se alegren, diciéndoles: Felicitadme, pues 
he hallado la dracma que se me había perdido la tercera, por 
último, es la de los dos hijos, sobre la que me has mandado que 
diserte brevemente. 

3. La de la oveja y la de la dracma, aunque coinciden en 
el mismo significado, no es éste momento de tratar de ellas. Baste 
decir que estas parábolas fueron propuestas para que así como 
en el hallazgo de la oveja y la dracma hubo motivo de alegría 
entre los ángeles y las vecinas, así en la penitencia de los publi- 
canos y pecadores haya motivo de alegría entre todos los que 
no tienen necesidad de penitencia. 

Por eso me sorprende mucho que Tertuliano, en el libro que 
escribió sobre la castidad contra la penitencia y en el que 
pervierte el sentir antiguo con una opinión nueva, se empeñara 
en decir que los pecadores y publícanos que comían con el Se- 
ñor eran paganos, puesto que la Escritura dice: No exigirás tri- 
buto de Israel y como si Mateo no hubiera sido publican© 
procedente de la circuncisión, o aquel que, cuando oraba en el 
templo con el fariseo, no se atrevía a levantar los ojos al cielo 
no hubiera sido publicano de Israel, y como si Lucas no recor- 
dara: Todo el pueblo que le escuchaba y incluso los publicarlos, re- 

tibus relictarum et unius perditae, quae pastoris umeris est teuecta, alia 
dragmae, quam mulier accenso lumine perquisiuit et inuenta ea uici- 
nas ad laetitiam conuocauit dicens: congratulamini mihi, quia inueni 
dragmam, quan perdideram, tertia uero duorum filiorum, de qua ut dis- 
putaren! pauca iussisti. 

3. Et de oue quidem ac dracma, licet ad unum pertineant inte- 
Ilectum, non est istius temporis disputatio; hoc tantum dixisse suffi- 
ciat ob id has parábolas esse propositas ut, quomodo ibi in inuentione 
pecoris et dragmae laetitia est angelorum et circum manentium uici- 
narum, sic in pubÜcanorum peccatorumque paenitentia omnium de- 
beret esse laetitiam, quibus non sit necessaria paenitentia. 

Vnde uehementur admiror Tertullianum in eo libro, quem de pu- 
dicitia aduersum paenitentiam scripsit et sententiam ueterem noua opi- 
nione dissoluit, hoc uoluisse sentiré;, quod publicani et peccatores qui 
cum Domino uescebantur ethnici fuerint, dicente scriptura: non erit 
uectigal pendens ex Israhel; quasi uero et Mattheus non ex circumcisio- 
ne fuerit publicanus et ille, qui cum pharisaeo in templo orans oculos 
ad caelum non audebat erigere, non ex Israhel fuerit publicanus ac non 
Lucas memoret: et omnis populus audiens et publicani iustificauerunt Do- 



14 Le 15,9. 

15 Cf . Tertuliano, De pud, IX. 

16 Cf. Dt 23,19s. 



21,4 



A Dámaso 



177 



conocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo 
de Juan o como si a alguien pudiera parecer creíble que un 
pagano entrara en el templo o que el Señor celebrara comidas 
con paganos, cuando lo que más cuidaba era no dar la impre- 
sión de que destruía la ley, pues había venido en primer lugar 
a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y aun a la cananea, 
que le suplicaba por la salud de su hija, le respondió: No está 
bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros y en otro 
pasaje había ordenado a sus discípulos: No toméis camino de gen- 
tiles ni entréis en ciudades de samaritanos De todo lo cual he- 
mos de deducir que, en el lugar de los publicanos, se pueden 
entender las personas no tanto de los gentiles cuanto de todos 
los pecadores del paganismo y del judaismo en general. En cuanto 
a quien, siguiendo a las locas mujeres de su secta, defendía co- 
mo dogma que no se aceptara a los cristianos penitentes, en va- 
no intentó demostrar que los publicanos no eran judíos, y que 
en la persona de ellos sólo podía entenderse el pueblo de los gen- 
tiles. Por eso, para no alargarme, iré proponiendo las palabras 
mismas del evangelio y, a modo de comentador, añadiré lo que 
sobre cada punto se me ocurra. 

4. «Un hombre tenía dos hijos». Que Dios sea llamado hom- 
bre, lo prueban por muchos textos, como, por ejemplo: El testi- 
monio de dos hombres es verdadero. Yo soy testimonio de mí mismo 

minum baptizati baptismo lohannis, aut cuíquam ciedibile possit uideri 
ethnicum templum ingressum aut Dominum cum ethnicis habuisse co- 

nuiuium, cum id máxime cauerit ne legem soluere uideretur, et pri- 
mum uenerit ad oues perditas domus Israhel, Chananaeae quoque 
deprecanti pro filiae salute responden t: non oportet tollere panem filio- 
rum et daré eum canibus, et alibi discipulis praeceperit: in uiam gen- 
tium ne abieritis, et in ciuitates Samaritanorum ne introieritis. Ex quibus 
ómnibus edocemur in publicanis non tam gentilium quam generaliter 
omnium peccatorum, id est, qui erant et de gentibus et de ludaeis, 
accipi posse personas. lile autem, quia iuxta insanas feminas suas id 
dogmatis defendebat quo christianos nollet recipi paenitentes, frustra 
argumentatus est publicanos ludaeos non fuisse, ut in persona eorum 
gentilium tantum populus possit intellegi. Itaque, ne longum faciam, 
ipsa euangelii uerba proponam, et in modum commentatoris, quid mi- 
hi iudeatur ad singula quaeque subnectam. 

4. «Homo quidam habebat dúos filios.» Hominem Deum dici 
multis testomoniis adprobatur, ut ibi: Duorum hominum testimonium 
uerum est. Ego de me testimonium dico et pater qui me misil. In alia 
parábola pastor, in alia pater familias nuncupatur, in alia uineam locat, 

17 Le 7,29. 

18 Mt 15,26. 

19 Mt 10,15. 

o 



178 



A Dámaso 



21,6 



y también el Padre, que me ha enviado En una parábola es lla- 
mado pastor en otra padre de familias en otra aparece 
arrendando una viña en otra convida a las bodas 2^*, y con 
diversas alegorías pretende siempre la misma cosa, a saber: re- 
probar la soberbia de los judíos y aprobar en general la peniten- 
cia de todos los pecadores, lo mismo gentiles que de Israel. Y 
dice «dos hijos», porque casi toda la Escritura está llena del mis- 
terio de la vocación de los dos pueblos. 

5. «Y le dijo el menor: Padre, dame la parte de hacienda 
que me corresponde». Hacienda de Dios es que vivimos, sabe- 
mos, pensamos, nos expresamos en palabras. Todo esto lo ha dado 
Dios por igual y en común a todos, según aquello que dice el 
evangelista: Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que 
viene a este mundo Este es nuestro ojo derecho que hay 
que guardar de todo escándalo; ésta, la lámpara del cuerpo 
éste, el talento que no se ha de guardar en el pañuelo, es de- 
cir, no hay que negociar con él descuidada y perezosamente ni 
hay que esconderlo bajo tierra, es decir, no hay que anularlo con 
pensamientos terrenos. 

6. «El cual les repartió su hacienda». En griego es más ex- 
presivo: AteIXeí' a i; rol s tov (Síop. Es decir, les dio libre albe- 

in alia inuitat ad nuptias et diuersis similitudinibus rem significat ean- 
dem, ut ludaeorum superbiam reprobet et in commune omnium pec- 
catorum, siue gentilium siue Israhel, paenitentiam probet. Quod autem 
ait «dúos filios», omnes paene scripturae de duorum uocatione popu- 
lorum plenae sunt sacramentis. 

5 . «Et dixit illi adulescentior: pater, da mihi portionem substan- 
tiae, quae me contingit». Substantia Dei est omme quod uiuimis, sapi- 
mus, cogitamus, in uerba prorrumpimus. Hoc Deus aequaliter uniuersis 
et in commune largitus est euangelista dicente: erat lux uera, quae znlu- 
minat omnem hominem uenientem in mundum. Iste est dexter oculus, 
qui ab scandalis obseruandus est; haec lucerna corporis; hoc talentum, 
quod non est in sudario conligandum, id est delicate otioseque trac- 
tandum, nec in térra defodiendum, terrenis scilicet cogitationibus obs- 
curandum. 

6. «Qui diuisit eis substantiam.» Significantius in Graeco legi- 
tur ÓLeiKep avTols tov 0tov, id est, dedit liberum arbitrium, dedit men- 

20 Jn 8,17s. 

21 Cf. Mt 18,12-14; Le 15, 4-6. 

22 C£. Mt 20,1-16; 21,23-41. 

23 Cf. Mt 21,34; Me 12,1; Le 20,9. 

24 Cf. Mt 22,2-14. 

25 Jn 1,9. 

26 Cf. Mt 5,29; 6,21; Le 19,20. 

27 Cf. Mt 6,22; Le 11,34. 

28 Cf. Mt 25,18. 



21,8 A Dámaso 179 

drío, les dio voluntad racional autónoma, para que cada uno vi- 
viera no por imposición de Dios, sino por obediencia propia, 
es decir, no regido por la coacción, sino por la voluntad, de mo- 
do que fuera posible la virtud y nos diferenciáramos de los de- 
más animales, al estarnos permitido hacer a ejemplo de Dios lo 
que queramos. Por eso a los pecadores se les retribuirá con un 
juicio justo y a los santos con un premio no injusto. 

7. «Y pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se 
marchó a un país lejano». Si Dios tiene el cielo en su palma y 
la tierra en su puño y Jeremías dice: Dios es un Dios de cer- 
ca y no de lejos si también David dice que no hay lugar al- 
guno fuera de El, ¿cómo es que el hijo se marcha y se aleja de 
su padre? Conviene, pues, saber que estamos con Dios o nos 
apartamos de El no por la distancia entre los lugares, sino por 
el afecto. Y lo mismo que a sus discípulos les dice: Mirad que 
yo estoy con vosotros hasta la consumación del tiempo a los 
que prefieren su autosuficiencia y no merecen estar con el Se- 
ñor les dirá: Apartaos de mí, no os conozco, agentes de ini- 
quidad 

8. Así, pues, el hijo menor se apartó de su padre con toda 
su hacienda y se marchó. También Caín, apartándose de la pre- 
sencia de Dios, habitó en la tierra de Naid, que significa «fluc- 

tis propriae uoluntatem, ut uiueret unusquisque non ex imperio Dei, 
sed ex obsequio suo, id est non ex necessitate, sed ex uoluntate, ut uir- 
tus haberet locum, ut a ceteris animantibus distaremus, dum ad exem- 
plum Dei permissum est nobis faceré quod uelimus. Vnde et in 
peccatores aequum iudicium et in sanctos haud iniustum praemium re- 
tribuetur. 

7. «Et non post multos dies coUectis ómnibus adulescentior fi- 
lias peregre profectus est in regionem longinquam.» Si Deus tenet cae- 
lum palmo et terram pugilo, et Hieremias dicit: Deus adpropinquans 
et non Deus de longinquo, per Dauid quoque quia nuUus absque eo lo- 
cus sit praedicatur, quomodo filius peregre proficiscitur et a patre dis- 
cedit? Sciendum igitur non locorum spatiis, sed affectu aut esse nos 
cum Deo aut ab eo abscedere. Quomodo enim ad discípulos loquitur: 
ecce ego uobiscum sum ómnibus diebus usque ad consummationem sae- 
culi, ita ad eos qui sui iactantiam praeferunt et esse cum Domino non 
merentur dicit: discedite a me, non noui nos qui operamini iniquitatem, 

8. Recessit ergo iunior filius cum uniuersa substantia sua a patre 
et peregre profectus est. Et Cain egressus a facie Dei habitauit in térra 
Naid, quod interpretatur «fluctuatio». Quicumque a Deo recedit, sta- 

29 Cf. Is 40,12. 
^0 Jer 23,23. 
^1 Mt 28,20. 
^2 Mt 7,23. 



180 



A Dámaso 



21,10 



tuación». Todo el que se aparta de Dios es inmediatamente 
sacudido por las olas del siglo y sus pies tropiezan. Porque des- 
pués de que los hombres se alejaron del Oriente y se apartaron 
de la luz verdadera, edificaron contra Dios la torre de su impie- 
dad, inventaron sus soberbios dogmas e intentaron con malsana 
curiosidad penetrar las profundidades mismas del cielo. Y fue 
llamado aquel lugar Babel, es decir, «confusión» 

9. «Y allí malgastó su hacienda viviendo en lujuria». Ene- 
miga de Dios, enemiga de las virtudes, la lujuria malgasta toda 
la hacienda del padre y halagando de momento con el placer 
no deja pensar en la pobreza futura. 

10. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre ex- 
trema en aquel país». De su padre había recibido las facultades 
necesarias para conocer su ser invisible por medio de los seres 
visibles, y a partir de la belleza de las criaturas conocer racio- 
nalmente al Creador. Pero él, cambiando la verdad por la men- 
tira y dando culto a los ídolos de las criaturas en vez de 
Dios ^"^j despilfarró todos los bienes, y una vez consumidos to- 
dos, empezó a verse falto de toda virtud, pues había abandona- 
do la fuente de las virtudes. «Sobrevino un hambre extrema en 
aquel país». Todo lugar que habitamos en ausencia del padre es 
lugar de hambre, de penuria e indigencia. País de hambre ex- 
trema y prolongada es aquel país; de él se dice por boca del pro- 
feta: Los que vivís en tierra de sombras de muerte^ sobre vosotros 
brillará una luz Por el contrario, hay otra tierra que hemos 

tim saeculi fluctibus quatitur et mouentur pedes eius. Nam postquam 
moti sunt homines ab oriente et a uero lumine recesserunt, tune aduer- 
sum Deum inpietatis suae aedificauere turrem, tune dogmatum super- 
bias confinxerunt uolentes curiositate non licita in ipsius caeli alta 
penetrare. Et uocatus est locus ille Babel, id est «confusio». 

9. «Et ibi dissipauit substantiam suam uiuens luxuriose.» Luxu- 
ria inimica Deo, inimica uirtutibus perdit omnem substantiam patris, 
et ad praesens uoluptate deleniens, futuram cogitari non sinit pau- 
pertatem. 

10, «Cumque consumpsisset omnia, facta est fames ualida per re- 
gionem illam.» A patre acceperat facultates, ut inuisibilia eius per ea 
quae sunt uisibilia cognosceret, et ex pulchritudine creaturarum con- 
sequenter intellegeret creatorem. Qui ueritatem in iniustitia detinens 
et pro Deo idola colens naturae bona uniuersa consumpsit, et consump- 
tis ómnibus coepit egere uirtutibus derelicto fonte uirtutum. «Facta 
est fames ualida per regionem illam.» Omnis locus, quem patre incoli- 
mus absenté, famis, penuriae, egestatis est. Famis autem fiera hxráaeoís 



33 Cf. Gén, 11,1-9. 

34 Cf. Rom 1,20-25. 
3Us 9,1. 



21,12 



A Dámaso 



181 



de poseer los limpios de corazón y verdaderos vivientes, que es 
la que busca el santo cuando dice: Creo he de ver los bienes del 
Señor en la tierra de los que viven 

11. «Y también él comenzó a pasar necesidad, y fue y se 
ajustó con uno de los príncipes de aquel país». Abandonando 
al padre nutricio que, a la primera palabra, le había entregado 
todos los bienes, ahora se junta al príncipe de este mundo, es 
decir, al diablo, gobernador de estas tinieblas al que la Es- 
critura denomina como el hombre enemigo el juez de iniqui- 
dad, el dragón ^^ Satanás, martillo perdiz Belial, león 
rugiente Leviatán, tenninim y muchos otros. Hablar de 
«uno de los príncipes ^> es dar a entender que son muchos los 
que andan revoloteando por este aire y con el engaño de los 
diferentes vicios someten al género humano a su servidumbre. 

12. «El cual lo mandó a su campo a apacentar puercos». 
El puerco es un animal inmundo que se deleita en el cieno y 
la suciedad. Así es la muchedumbre de los demonios, que a tra- 
vés de los ídolos hechos por mano de hombre se apacienta de 
la sangre de los animales y de las víctimas y, al final, se sacia 

ualidae hace est regio, de qua dicitur per prophetam: qui habitatis in 
regione umbrae mortis, lux fulgebit super uos. At contra alia est regio, 
quam possessuri sumus mundi corde atque uiuentes, quam sanctus de- 
siderat dicens: credo uidere hona Domini in regione uiuentium. 

11. «Et ipse coepit egere et abiit et coniunxit se uni de principi- 
bus regionis illius.» Deserto nutricio qui ad primam uocem bona ei 
fuerat cuneta largitus iunxit se principi mundi huius, id est diabolo, 
rectori tenebrarum istarum, quem nunc inimicum hominem, nunc iudi- 
cem iniquitatis, nunc draconem, nunc satán, nunc malleum, nunc per- 
dicem, nunc Belial, nunc rugientem leonem, nunc Leuiathan, nunc 
tenninim et multis aliis uocabulis scriptura cognominat. Quod autem 
ait «uni de principibus», plures esse intellegendum est qui per istum 
uolitent aerem, et diuersorum fraude uitiorum genus hominum suae 
subiciant seruituti. 

12. «Qui misit illum in agro suo, ut pasceret porcos.» Porcus ani- 
mal inmundum, quod caeno et sordibus delectatur. Talis est daemo- 
num multitud©, quae per idola manu facta cruore pecudum et uictimis 
pascitur, et nouissime saginatiore quadam hostia, ipsius hominis mor- 

36 Sal 26,13. 

57 Cf. Ef 6,8. 

38 Cf. Mt 13,39. 

39 Cf. Ap 12,9ss. 

40 Cf. Jer 27,23. 

41 Sir 11,32. 

42 Cf. 1 Pe 5,8. 

43 Cf. Sal 73,12: monstruos acuáticos. 

44 Cf. Ef 6,12. 



182 



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21,13 



con la ofrenda más suculenta, con la muerte del hombre mis- 
mo Lo envió, pues, a una finca suya, es decir, lo hizo su cria- 
do, para que apacentara los puercos inmolándoles su propia alma. 

13. «Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas de los 
puercos, pero nadie se las daba». Lo que en Ezequiel se dice 
como reproche contra Jerusalén: Contigo ha pasado en tus prosti- 
tuciones al revés que con las otras mujeres: nadie andaba solicitan- 
do detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no se te pagaba lo 
vemos cumplido en el hijo menor. Perdió toda su hacienda en 
el país del príncipe, y una vez perdidas sus riquezas, enviado 
a cuidar puercos, se consumió de miseria. La comida de los de- 
monios es la embriaguez, la lujuria, la fornicación y todos los 
vicios. Estos son lisonjeros y atractivos, halagan por el placer 
a los sentidos, y cuando se nos presentan nos incitan a entregar- 
nos a ellos. Pero el joven lujurioso no podía hartarse con ellos, 
pues el placer tiene siempre hambre de sí mismo y, una vez pa- 
sado, no deja saciedad. Así, Satanás, cuando ha engañado a al- 
guien con sus trampas y le ha impuesto su propio yugo, ya no 
le proporciona la abundancia de los vicios, pues sabe que está 
ya muerto, como lo podemos ver en muchos paganos, que están 
harapientos y sumidos en la miseria e indigencia. En ellos se 
cumple la palabra profética: A toda ramera se le da su paga; pero 
tú has pagado a tus amantes y no has recibido paga de nadie ^'^ . 

te, saturatur. Misit ergo eum in possessionem suam, id est suum effe- 
cit esse famulum, ut pasceret porcos immolans eis animam suam. 

13- «Et cupiebat saturare uentrem suum de siliquis porcorum, et 
nemo illi dabat.» Id, quod in Ezechiele cum increpatione dicitur ad 
Hierusalem: etfactum est in te peruersum ultra mulieres in fomicatione 
tua, et post te non sunt fomicatae in eo quod dedisti fnercedes, et merce- 
des tibi non sunt datae, uidemus in filio minore completum. Substan- 
tiam suam in regione principis perdidit, et post perditas facultates missus 
ad porcos egestate contabuit. Daemonum cibus est ebrietas, luxuria, 
fornicatio et uniuersa uitia. Haec blanda sunt et lasciua et sensus uolup- 
tate demulcent, statimque ut apparuerint, ad usum sui prouocant. Qui- 
bus ideo luxuriosus adulescens non poterat saturari, quia semper 
uoluptas famem sui habet et transacta non satiat. Et satanás, cum ali- 
quem sua arte deceperit et proprium ei iugum inposuerit, ultra ad uitio- 
rum abundantiam non procurat sciens esse iam mortuum, sicuti multes 
idolatras uidemus pannis, miseria, egestate confectos. Hi sunt in qui- 
bus propheticus serme cenpletur: ómnibus meretricibus dantur merce- 
des, tu autem dedisti mercedes ómnibus amatorihus tuis et non accepisti 
mercedes. 



45 Cf. Jn 8,44. 

46 Ez 14,34. 

47 Ez 16,33-34. 



21,13 



A Dámaso 



183 



También podemos interpretar de otra manera las algarrobas. 
La comida de los demonios son los poemas de los poetas, la sa- 
biduría profana, la exuberancia verbal de los retóricos. Estas cosas 
deleitan a todos con su suavidad y, a la vez que cautivan los oídos 
con el ritmo de versos cadenciosos, penetran también el alma 
y dominan el interior del corazón. Pero cuando ya se han leído 
y releído con toda atención y esfuerzo, no dejan a sus lectores 
más que sonido vano y estrépito de palabras; en ellos no se en- 
cuentra hartura de verdad ni satisfacción ninguna de justicia. 
Los estudiosos de ellas siguen con hambre de la verdad y en pe- 
nuria de virtudes. 

Este género de sabiduría es también descrito en el Deutero- 
nomio '^^ en la figura de la mujer que ha sido hecha cautiva, 
acerca de la cual la voz divina prescribe que, si un israelita la 
quiere tomar por esposa, deberá afeitarle la cabeza, cortarle las 
uñas, depilarle el vello; una vez así purificada, podrá ser abra- 
zada por el vencedor. Si todo esto lo entendemos a la letra, ¿no 
resulta ridículo? Y, sin embargo, también nosotros solemos ha- 
cer esto cuando leemos a los filósofos, cuando en nuestras ma- 
nos caen libros de la sabiduría secular: si en ellos hallamos algo 
útil, lo incorporamos a nuestra doctrina; si algo superfluo, so- 
bre los ídolos, sobre el amor, sobre el cuidado de las cosas terre- 
nas, todo eso lo raemos, lo condenamos a calvicie, y con finísimo 
cuchillo lo recortamos como si fueran uñas. Por eso el Apóstol 

Possumus autem et aliter siliquas interpretari. Daemonum cibus est 
carmina poetarum, saecularis sapientia, rhetoricorum pompa uerbo- 
rum. Haec sua omnes suauitate delectant et, dum aures uersibus dulci 
modulatione currentibus capiunt, animam quoque penetrant et pecto- 
ris interna deuinciunt. Verum ubi cum summo studio fuerint ac labore 
perlecta, nihil aliud nisi inanem sonum et sermonum strepitum suis 
lectoribus tribuunt; nuUa ibi saturitas ueritatis, nuUa iustitiae refectio 
repperitur. Studiosi earum in fame ueri, in uirtutum penuria per- 
seuerant. 

Huius sapientiae typus et in Deuteronomio sub mulieris captiuae 
figura describitur, de qua diuina uox praecipit ut, si Israhelites eam 
habere uoluerít uxorem, caluitium ei faciat, ungues praesecet, pilos aufe- 
rat et, cum munda fuerit effecta, tune transeat in uictoris amplexus. 
Haec si secundum litteram intellegimus, nonne ridicula sunt? I taque 
et nos hoc faceré solemus, quando philosophos legimus, quando in ma- 
ñus nostras libri ueniunt sapientiae saecularis: si quid in eis utile rep- 
perimus, ad nostrum dogma conuertimus, si quid uero superfluum, de 
idolis, de amere, de cura saecularium rerum, haec radimus, his calui- 
tium indicimus, haec in unguium morem ferro acutissimo desecamus. 
Vnde et apostolus prohibet ne in idolio quis recumbat, dicens: uidete 



^« Cf. Dt 21,10-13. 



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21,13 



nos prohibe sentarnos a la mesa de los ídolos: Pero tened cuida- 
do de que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a los débiles. 
Porque si alguien ve al que tiene conocimiento sentado a la mesa 
en un templo de ídolos, ¿no se sentirá autorizado en su conciencia j 
que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos, y por tu cono- 
cimiento se pierde el débil, el hermano por quien murió Cristo? 
¿No te parece que lo que dice con otras palabras es que no leas 
a los filósofos, oradores y poetas, y que no te recrees en su lec- 
tura? Y no presumamos de que no creemos lo que está escrito, 
si de hecho queda herida la conciencia de los otros y damos la 
impresión de aprobar lo que, por el hecho de leerlo, no reproba- 
mos. De lo contrario, ¿no sería como pensar que el Apóstol aprue- 
ba la ciencia del que se sienta a la mesa en un templo de ídolos, 
y que proclama perfecto al que sabe que come de lo sacrificado 
a los mismos ídolos? No permita Dios que de una boca cristia- 
na salga eso de «Júpiter omnipotente», o lo de «por Hércules», 
o «por Cástor», o por todos esos que tienen más de monstruos 
que de divinidades. Vemos en nuestro tiempo sacerdotes de Dios 
que, dejando de lado los evangelios y los profetas, se dan a la 
lectura de comedias, cantan las palabras amatorias de los versos 
bucólicos, echan mano de Virgilio y, lo que en los niños es un 
fallo inevitable, ellos lo hacen voluntario. No pretendamos, pues, 
a una mujer cautiva, no nos sentemos a la mesa de los ídolos; 
y si realmente hemos sido engañados por su amor, limpiémosla^ 
purifiquémosla de todo el horror de sus impurezas, a fin de que 
el hermano por quien murió Cristo no sufra escándalo al oír re 

autem ne haec Ucentia uestm offendiculum fiat infirmis. Si enim quis uiderii 
eum qui hahet scientiam in idolio recumbentem, nonne conscientia eius, 
cum sit infirma, aedificabitur ad manducandum idolothyta, et peribit qui 
infirmus est in tua scientia, frater propter quem Christus mortuus est? Non- 
ne tibi uidetur sub aliis uerbis dicere, ne legas philosophos, oratores, 
poetas, ne in eorum lectione requiescas? Nec nobis blandiamur, si his 
quae sunt scripta non credimus, cum aliorum conscientia uulneretur, 
et putemur probare quae dum legimus non reprobamus. Alioquin qua- 
le erit, ut aestimemus apostolum eius qui uescebatur in idolio scien- 
tiam comprobasse, et eum dixisse perfectum quem sciret de idolothytis 
manducare? Absit, ut de ore Christiano sonet «luppiter omnipotens» 
et «mehercule» et «mecastor», et cetera magis portenta quam numina. 
At nunc etiam sacerdotes Dei omissis euangeliis et prophetis uidemus 
comoedias legere, amatoria bucolicorum uersuum uerba cantare, tene- 
re Vergilium, et id quod in pueris necessitatis est crimen in se faceré 
uoluntatis. Cauendum igitur ne captiuam habere uelimus exorem, ne 
in idolio recumbamus; aut, si certe fuerimus eius amore decepti, mun- 



49 1 Cor 8,9-11. 



21,15 



A Dámaso 



185 



sonar en boca de un cristiano poemas que se compusieron en 
alabanza de los ídolos. 

14. «Y entrando en sí mismo, dijo: ¡Cuántos jornaleros en 
casa de mi padre se hartan de pan, mientras que yo aquí me muero 
de hambre!». Jornaleros, en otro sentido, entendemos que son 
aquellos judíos que guardan los preceptos de la ley sólo por ra- 
zón de los bienes presentes, es decir, que son justos y misericor- 
diosos no por la justicia en sí y por la bondad misma de la 
misericordia, sino para alcanzar de Dios el premio de la abun- 
dancia terrena y de una larga vida. El que desea estas cosas obe- 
dece a los mandamientos impelido por el temor de qu^ si infringe 
lo que está mandado, no logrará lo que codicia. Y donde hay 
temor no hay amor. Porque el amor perfecto echa fuera el te- 
mor El que ama guarda lo que se le manda, no impelido por 
el temor de los castigos o por la codicia del premio, sino porque 
lo que es ordenado por Dios es lo mejor. Así pues, el sentido 
es éste: «¡Cuántos judíos únicamente por razón de los bienes 
presentes no se apartan del servicio de Dios, y yo me consumo 
de miseria!». 

15. «Me levantaré e iré a mi padre». Bellamente dice: «Me 
levantaré», pues al estar ausente el padre, no se había manteni- 
do en pie. Es propio de pecadores el yacer, de justos mantenerse 
en pie. Es a Moisés a quien se dice: Y tú permanece aquí, en 
pie junto a mt^^y y en el Salmo 133: Y ahora bendecid al Señor 

demus eam et omni sordium horrore purgemus, ne scandalum patiatur 
frater pro quo Christus est mortuus, cum ex ucee Christiani carmina 
in idolorum laudes composita audierit personare. 

14. «In se autem conuersus dixit: quanti meicenarii patris mei 
abundant pane, ego autem hic fame perecí» Mercenarios secundum 
alium intellectum eos aduertimus ex ludaeis, qui ob praesentia tan- 
tum bona legis praecepta custodiunt, id est iusti sunt et misericordes, 
non ob ipsam iustitiam et ob ipsum inisericordiae bonum, sed ut a Deo 
terrenae fertilitatis et longae uitae praemium consequantur. Qui autem 
ista desiderat, metu conpellitur ad obsequium praeceptorum, ne eorum 
praeuaricatione quae iussa sunt, careat concupitis. Porro, ubi metas 
est, non est dilectio. Perfecta quippe dilectio foras mittit timorem. Nam 
qui diligit, non ideo imperata custodit quia aut timore poenarum aut 
praemii auiditate conpellitur, sed quia hoc ipsum quod a Deo iubetur 
est optimum. Sensus itaque iste est: «quanti ex ludaeis ob praesentia 
tantum bona a Dei obsequio non recedunt, et ego egestate conficior!» 

15 . «Surgens ibo ad patrem meum.» Pulchre ait «sutgens»; patre 
quippe absenté non steterat. Peccatorum iacere, stare iustorum est. Ad 
Moysen dicitur: tu uero hic sta mecum; et in centesimo tricésimo tertio 



50 1 Jn 4,18. 

51 Dt 5,31. 



186 



A Dámaso 



21,19 



los siervos del Señor, los que perseveran en pie en la casa del Se- 
ñor El profeta exhorta a bendecir al Señor a los que se man- 
tienen en pie en la casa del Señor. 

16. «Y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no 
merezco ser llamado hijo tuyo». Había pecado contra el cielo 
por haber abandonado la Jerusalén celeste, madre suya; había 
pecado ante su padre porque, abandonando al Creador, había 
adorado a dioses de madera; no merecía llamarse hijo de Dios, 
porque había preferido ser esclavo de los ídolos. Pues todo el 
que comete pecado^ ha nacido del diablo, padre suyo 

17. «Trátame como a uno de tus jornaleros». «Trátame, di- 
ce, como a uno de esos judíos que te sirven sólo por las prome- 
sas de las cosas presentes. Recibe al hijo penitente, tú que tan- 
tas veces has perdonado los pecados de tus jornaleros». 

18. «Y partió hacia su padre». Partimos hacia el padre cuan- 
do dejamos de apacentar puercos, según aquello de: Tan pronto 
como te conviertas y gimas, serás liberado 

19. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y se movió 
a misericordia». Antes de llegar por medio de obras meritorias 
y verdadera penitencia a su antiguo padre, Dios, para quien lo 
que será ya es y que conoce de antemano todo lo que va a 

psalmo: ecce nunc benedicite Dominum, omnes serui Domini, qui statis 
in domo Domini, ad benedictionem Domini stantes propheta in domo 
Domini cohortatur. 

16. «Et dicam lili: pater, peccaui in caelum et corara te; iam non 
sum dignus uocari filius tuus.» Peccauerat in caelum, qui Hierusalem 
caelestem reliquerat matrem; peccauerat coram patre, qui conditore de- 
serto fuerat ligna ueneratus; non erat dignus uocari filius Dei, qui se- 
ruus esse maluerat idolorum. Omnis enim quipeccatum facit, de diabolo 
patre natus esL 

17. «Fac me sicut unum ex mercenariis tuis.» «Fac me», inquit, 
«sicut unum ex ludaeis qui te ob praesentium tantum rerum promissa 
uenerantur. Recipe filium paenitentem, qui mercenariis tuis, peccanti- 
bus saepissime pepercisti». 

18. «Et uenit usque ad patrem suum.» Venimus ad patiem, quando 
a porcorum recedimus pastione, secundum illud: statim ut comersus 
tngemueris, saluus eris. 

19. «Cumque adhuc longe esset, uidit eum pater eius et miseri- 
cordia motus est.» Antequam dignis operibus et uera paenitentia ad 
patrem rediret antiquum, Deus, apud quem cuneta futura iam fac ta 
sunt et qui omnium est praescius futurorum, ad eius praecurrit aduen- 

52 Sal 133,1. 

53 1 Jn 3,8. 

54 Is 30,15. 

55 Cf. Qoh 2,15. 



21,22 



A Dámaso 



187 



acontecer, se adelanta corriendo a su venida y, por su Verbo, que 
tomó carne de la Virgen, anticipa la vuelta del hijo menor. 

20. «Y corriendo hacia él, se echó a su cuello». Vino a la 
tierra antes de que éste entrara en la casa de la confesión. Se 
echó a su cuello, es decir, tomó cuerpo humano y, lo mismo que 
Juan descansó sobre su pecho y tuvo parte en sus secretos, 
así también él impuso al hijo menor su yugo ligero, es decir, los 
preceptos fáciles de sus mandamientos, más por gracia que por 
merecimiento. 

21. «Y lo besó», conforme a la süpUca que, en el Cantar de 
los Cantares, hace la Iglesia ante la llegada del Esposo: Que me 
bese con los besos de su boca Como si dijera: «No quiero que 
me hable por Moisés ni por los profetas; que El mismo tome mi 
cuerpo. El mismo me bese en mi carne». De modo que a esta 
sentencia podamos también adaptar lo que está escrito en Isaías: 
Si quieres preguntar^ ven y establécete junto a mí en el bosque 

Y allí también se le manda a la Iglesia gritar llorando desde Seir, 
pues Seir quiere decir «velludo» e «hirsuto», para significar el an- 
tiguo horror de los gentiles. Y ella responde igualmente con su 
comparación: Negra soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén 

22. «El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante 
ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo'*». Dice que no merece 

tum, et per uerbum suum quod carnem sumpsit ex uirgine reditum 
fiÜi iunioris anticipat. 

20. «Et procurrens incubuit super collum ipsius.» Ante uenit ad 
térras quam iUe domum confessionis intraret, incubuit super coUum 
ipsius, id est Corpus sumpsit humanum, et sicuti super pectus lohan- 
nes recubuit qui secretorum eius effectus est particeps, ita et iugum 
suum leue, id est mandatorum suorum facilia praecepta, ex gratia ma- 
gis quam ex mérito super iuniorem filium conlocauit. 

21. «Et osculatus est eum», iuxta iUud quod in Cántico Cantico- 
rum ecclesia de sponsi precatur aduentu: osculetur me ah osculis cris 
sui, «nolo mihi», dicens, «per Moysen, nolo per prophetas loquatur; 
ipse meum corpus adsumat, ipse me osculetur in carne», ut et illud 
queque quod in Esaia scriptum est huic sententiae coaptemus: si quae- 
ris, quaere et ad me habita in saltu. Et ibi quippe flens ecclesia clamare 
iubetur ex Seir, quia Seir «pilosus» et «hispidus» interpretatur, ut anti- 
quum gentilium significet horrorem, illa pariter similitudine respon- 
dente: nigra sum et speciosa filia Hierusalem. 

22. «Dixit autem illi filius: pater, peccaui in caelum et coram te; 
iam non sum dignus uocari filius tuus.» Dicit se dignum non esse fi- 

56 Cf. Jn 13,23. 

57 Cant 1,2. 

58 Is 21,12-13. 

59 Cant 1,5. 



188 



A Dámaso 



21,24 



ser llamado hijo suyo y, sin embargo, con la voz de la naturale- 
za, en virtud de aquella hacienda que un día le había dado el 
padre, pronuncia tembloroso el nombre de verdad: «Padre, le 
dice, pequé contra el cielo». En vano, pues, arguyen algunos que 
el nombre de padre sólo tiene que ver con los santos, cuando 
aun éste, que se confiesa indigno del nombre de hijo, llama pa- 
dre a Dios. A no ser que se atreva a llamarle padre por haberse 
convertido con toda su alma. 

23. «Pero el padre dijo a sus criados: Traed aprisa el vesti- 
do de antes»: el vestido que Adán había perdido pecando, el ves- 
tido que, en otra parábola se llama traje de bodas, es decir, 
el vestido del Espíritu Santo. Quien no lo tiene, no puede asis- 
tir al banquete del rey. 

24. «Ponedle un anillo en su mano»: el sello de la seme- 
janza con Cristo, según aquello de: Creyendo, habéis sido sella- 
dos con el Espíritu Santo prometido Al príncipe de Tiro, que 
había perdido la semejanza de su Creador, se le dice: Eres el se- 
llo de la semejanza y la corona de la hermosura, has nacido entre 
las delicias del paraíso de Dios También Isaías dice de este se- 
llo: Entonces aparecerán los que fueron sellados. Este anillo se pone 
en la mano cuando la Escritura quiere dar a entender las obras 
de la justicia, como en el pasaje Y tuvo lugar la palabra del Señor 
por mano de Ageo profeta y a Jerusalén se le dice: Te atavié 
con joyas y puse pulseras en tus manos ^. En el mismo sentido, 

lium nuncupari, et tamen ex naturae uoce, ex illa substantia quam illi 
pater fuerat aliquando largitus, in nomen trepidus ueritatis erumpit: 
«pater», inquiens, «peccaui in caelum». Frustra igitur quidam argumen- 
tantur nomen patris in sanctos tantummodo conuenire, cum etiam hic 
Deum patrem uocet qui se filii nomine confitetur indignum; nisi forte 
ideo patrem audet uceare quia plena mente conuersus est. 

23. «Dixit autem pater ad pueros suos: celerius proferte stolam 
priorem», stolam quam Adam peccando peididerat, stolam quae in alia 
parábola indumentum dicitur nuptiale, id est uestem Spiritus sancti, 
quam qui non habuerit, non potest regis interesse conuiuio. 

24. «Et date anulum in manu iQius», signaculum simÜitudinis 
Christi secundum illud: credentes signati estis Spiritu repromissionis sancto. 
Et ad principem dicitur Tyri qui similitudinem conditoris amiserat: 
tu es signaculum similitudinis et corona decoris, in deliciis paradisi Dei 
natus es. Esaias quoque de hoc signáculo loquitur: tune manifesti erunt 
qui signantur Hoc signaculum in manu datur, quando opera iustitiae 

60 Cf Mt 22,11-12, 

61 E£ 1,13. 

62 Ez 28,12-13. 
Ag 1,1. 

64 Ez 16,11. 



21,26 



A Dámaso 



189 



a aquel personaje que va vestido de túnica, se le indica otro lu- 
gar para el sello: Atraviesa Jerusalén y pon una señal en la frente 
de los que gimen y lloran por las abominaciones que se cometen 
en medio de ellos ¿Por qué? Para que luego puedan decir: 5o- 
bre nosotros ha quedado sellada la luz de tu rostro. Señor 

23. «Y unas sandalias en los pies». Había perdido la dig- 
nidad del Esposo. No podía celebrar la pascua con pies descal- 
zos. Estas son las sandalias de que dice el Señor: «le he calzado 
de púrpura». «Y unas sandalias en los pies»: para que la serpien- 
te insidiosa no ataque su planta al andar, para que camine más 
seguro sobre escorpiones y serpientes, para que se prepare para 
el que anuncian el evangelio de la paz, no ya como quien cami- 
na según la carne, sino según el espíritu, y así se le pueda apli- 
car el oráculo profético: ¡Qué hermosos son los pies de los que 
anuncian el evangelio de la paz, el evangelio del bien! 

26. «Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y cele- 
bremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto 
a la vida, estaba perdido y ha sido hallado». El novillo cebado 
que se inmola para salvación de los penitentes es el Salvador 
mismo, de cuya carne comemos diariamente y de cuya sangre 
bebemos. Tú que eres lector creyente entenderás conmigo cuál 

scriptura significat, ut ibí: factum est uerhum Domini in manu Aggei 
prophetae; et ad Hierusaiem: omaui te, inquit, ornamento et inposui ti- 
bí armillas circa manus tuas. Eursum ad eum uirum qui indutus est pe- 
deré alius locus signaculi demonstratur: pertransi mediam Hierusaiem, 
et da signum in frontibm uirorum gementium et dolentium in ómnibus 
iniquitatibus quae fiunt in medio eorum. Quare? ut postea possint dice- 
re: signatum est super nos lumen uultus tui. Domine. 

25. «Et calciamenta in pedibus eius.» Sponsi quippe perdiderat 
dignitatem. Nudis pedibus pascha celebrare non poterat. Haec sunt 
calciamenta de quibus Dominus ait: «et calceaui te hyacinthum». «Et 
calciamenta in pedibus eius», necubi coluber insidians plantam gra- 
dientis inuaderet, ut super scorpiones et serpentes securius ambula- 
ret, ut praepararetur ad euangelium pacis iam non ingrediens secundum 
carnem, sed secundum spiritum, et dictum ei propheticum conueni- 
ret: Quam speciosi pedes euangelizantium pacem, euangelizantium bona! 

26. «Et adferte uitulum saginatum et occidite, et manducemus 
et epulemur, quoniam hic filius meus mortuus fuerat et reuixit, perie- 
rat et inuentus est.» Vitulus saginatus qui ad paenitentium immolatur 
salutem, ipse saluator est cuius cotidie carne pascimui; cruore pota- 
mur. Fidelis mecum lector intellegis, qua pinguedine saturati in ruc- 



65 Ez 9,4. 

66 Sal 4,7. 

67 Is 52,7. 



190 



A Dámaso 



21,28 



es la grosura que nos sacia hasta prorrumpir en gritos de ala- 
banza, diciendo: Mi corazón ha proferido una palabra buena, yo 
dedico mis obras al rey aunque algunos, con más superstición 
que verdad, por no tener en cuenta el texto del salmo, piensan 
que esto se entiende de la persona del Padre. 

Aquello que dice: «Celebremos una fiesta, porque este hijo 
mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha 
sido hallado», incide en el mismo sentido de la parábola ante- 
rior, en la que se afirma: Del mismo modo, os digo, se produce 
alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se con- 
vierta 

27. «Y empezaron a celebrar el banquete». Este banquete 
se celebra diariamente, diariamente recibe el padre al hijo: siempre 
se inmola Cristo por los creyentes. 

28. «Su hijo mayor estaba en el campo». Hasta ahora se 
ha hablado de la persona del hijo menor, al que según la presen- 
te parábola hemos de ver en los publícanos y pecadores a quie- 
nes el Señor llama a penitencia, aunque, según el sentido místico, 
el hijo menor está profetizando la futura vocación de los genti- 
les. Ahora el discurso va a recaer sobre el hijo mayor, que mu- 
chos identifican simplemente con la persona de todos los santos, 
y muchos otros con los judíos propiamente. Entendido de los 
santos, la interpretación no es difícil, en cuanto que se dice: «Ja- 
más dejé de cumplir una orden tuya»; aunque parece oponerse 
el que mire con malos ojos la vuelta del hermano. Referido a 
los judíos, si bien la envidia por la salvación de su hermano es 

tum laudum eius erumpimus dicentes: eructauit cor meum uerhum 
bonuWj dico ego opera mea regi, licet quídam superstitiose magis quam 
uere, non considerantes textum psalmi, ex patris persona hoc arbitren- 
tur inteUegi. 

Quod autem ait: «epulemur, quoniam hic filius meus mortuus fue- 
rat et reuixit, perierat et inuentus est», ad eundem superioris parabo- 
lae pertinet sensum, in qua dicitur: sic, dico uobis, gaudium erit coram 
angelis Dei super unum peccatorem paenitentiam agentem. 

21. «Et coeperunt epulari.» Hoc conuiuium cotidie celebratur, 
cotidie pater filium recipit, semper Christus credentibus immolatur. 

28. «Erat autem filius illius sénior in agro.» Hucusque de perso- 
na iunioris füii disputatum est, quem secundum praesentem parabo- 
lam in publicanis et peccatoribus qui a Domino ad paenitentiam 
prouocabantur debemus accipere, secundum mysticos autem intellec- 
tus de futura quoque uocatione gentium prophetari. Nunc ad senio- 
rem filium sermo transgreditur, quem multi simpliciter ad omnium 

68 Sal 44,2. 

69 Le 15,10. 



21,29 



A Dámaso 



191 



lógica, sin embargo, hay algo que repugna, eJ que diga que ja- 
más dejó de cumplir una orden suya. Qué nos parezca de cada 
cosa, intentaremos exponerlo en su lugar. 

«Pero su hijo mayor estaba en el campo»: trabajando y su- 
dando en las obras terrenas, lejos de la gracia del Espíritu San- 
to, ajeno a los designios de su padre. Este es el que dice: Acabo 
de comprar un campo y tengo que ir a verlo; te ruego que me des 
por excusado éste, el que compra cinco pares de bueyes y, 
oprimido por el peso de la ley, se entrega al goce de los sentidos 
terrenos; éste, el que habiendo tomado mujer, no puede ir a las 
bodas y, convertido en carnal, no puede ser uno con el espíritu. 
Con la persona de este hijo coinciden también los obreros de 
aquella otra parábola, quienes, a la hora prima, tercia, sexta y 
nona, es decir, por sucesivos llamamientos, son enviados a la vi- 
ña y se indignan luego de que se les igualen los obreros de la 
hora undécima 

29. «Cuando se acercó a la casa, oyó la '^sinfonía'' y el co- 
ro». La inscripción pro meleth que lleva algún salmo cuadra con 
este sentido, pues meleth se dice del coro que canta al unísono. 
En cambio, algunos latinos se equivocan pensando que sympho- 
nia en una especie de instrumento. Esta palabra significa la con- 

sanctorum personam, multi proprie ad ludaeos referunt. Et de sanctis 
quidem non difficilis interpretatio est in eo quod dicitur: «numquam 
mandatum tuum praeteriui», licet illud uideatur obsistere quod reuer- 
sioni fratris inuideat. In ludaeos autem cum liuor in fratris salute co- 
nueniat, hoc repugnat, quod numquam se dicat eius praeterisse 
mandatum; de quibus quid nobis uideatur suis loéis conabimus ex- 
planare. 

«Erat autem filius illius sénior in agro», in terrenis operibus labore 
desudans, longe a gratia Spiritus sancti, a consilio patris extorris. Hic 
est, qui ait: agrum emi et necesse babeo exire et uidere illum; rogo te, 
habe me excusatum; hic, qui iuga boum conparat quinqué et legis ene- 
re depressus terrenorum sensuum uoluptate perfruitur; hic, qui uxore 
ducta iré ad nuptias non potest et effectus caro nequáquam unum esse 
cum spiritu; in huius personam etiam illius parabolae operarii con- 
gruunt, in qua prima, tertia, sexta, nona hora, id est uocationibus uariis, 
mittuntur ad uineam, et indignantur síbi undecimae horae operarios 
coaequari. 

29. «Et cum ueniret, adpropinquauit domui et audiuit sympho- 
niam et chorum.» Illud, quod in quodam psalmo superscribitur «pro 
meleth», huic sensui conuenit, siquidem «meleth» chorus in unum con- 
cinens dicitur. Male autem quidam de Latinis symphoniam putant es- 

70 Le 14,18. 

71 Cf. Mt 20,H6. 



192 



A Dámaso 



21,33 



sonancia o concierto en las alabanzas de Dios, pues symphonia 
se traduciría al latín por consonancia. 

30. «Llamó a uno de los criados y le preguntó qué era aque- 
llo». También ahora pregunta Israel por qué Dios se alegra de 
la incorporación de los gentiles, y torturado por la envidia no 
puede comprender la voluntad paterna. 

31. «El le dijo: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha man- 
dado matar el novillo cebado porque lo ha recobrado sano». La 
causa de la alegría, por la que en todo el orbe se canta unánime- 
mente para alabanza de Dios, es la salvación de las naciones, 
la salvación de los pecadores. Se alegran los ángeles, toda la crea- 
ción está acorde en el gozo y sólo de Israel se dice: 

32. «El se irritó y no quiso entrar». Se irrita de que en 
ausencia suya haya sido recibido su hermano; se irrita de que 
viva aquel a quien daba por muerto. También ahora está fuera 
Israel; también ahora, mientras los discípulos oyen en la Iglesia 
el Evangelio, su madre y hermanos están fuera y vienen a buscarle. 

33. «Salió su padre y empezó a rogarle». íQué padre tan 
benigno y clemente! Ruega al hijo que participe en la alegría 
de la casa; le ruega por medio de los apóstoles, predicadores del 
Evangelio. Uno de los cuales, Pablo, dice: Os rogamos en nom- 
bre de Cristo que os reconciliéis con Dios y en otra parte: Era 
necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la palabra del Se- 
ñor; pero ya que os juzgáis indignos, nos volvemos a los gentiles ^^ 

se genus organi, cum concors in Dei laudem concentus ex hoc uocabulo 
significetur; «symphonia» quippe «consonantia» exprimitur in Latinum. 

30. «Et uocauit unum de pueris et interrogauit, quidnam essent 
haec.» Et nunc interrogat Israhel quare Deus in gentium adsuxnptione 
laetetur, et aemulatione cruciatus paternam scire non potest uoluntatem. 

31. «Qui ait illi, quoniam frater tuus uenit et occidit pater tuus 
uitulum saginatum, quoniam incolumem Ülum recepit.» Causa laeti- 
tiae, quod pari in Dei laudes teto orbe ucee concinitur, salus est gen- 
tium, salus est peccatorum. I^etantur angdÜ, omnis in gaudium creatuia 
consentit et de solo dicitur Israhel: 

32. «Iratus autem noluit intrate». Irascitur se absenté fratrcm esse 
susceptum, irascitur eum uiuere quem putabat extinctum. Et nunc fo- 
ris stat Israhel, et nunc discipulis euangelia in ecdesia audientibus mater 
eius et fratres foris stant quaerentes eum. 

33. «Egressus autem pater iüius coepit rogare eum.» Quam be- 
nignus et clemens pater! rogat fÜium ut laetitiae domus particeps fiat; 
rogat autem per apostólos, euangelii praedicatores. E quibus Paulus ait: 
precamur pro Cbristo, reconciliamini Dea, et alibi: nobis primum oporte- 



72 2 Cor 5,20. 
75 Hech 13,46. 



21,34 



A Dámaso 



193 



34. «Pero él replicó a su padre: jHace tantos años que te 
sirvo!». El padre, suplicante, le invita a la concordia; pero él, 
siguiendo la justicia que se cifra en la ley, no quiere someterse 
a la justicia de Dios. Y ¿qué mayor justicia de Dios que perdo- 
nar a los penitentes y salvar al hijo que vuelve? «i Hace tantos 
años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya!». Co- 
mo si no fuera dejar de cumplir una orden de Dios tener envi- 
dia de la salvación del prójimo, presumir de justicia ante Dios, 
cuando nadie está limpio en su presencia. ¿Quién puede alegrar- 
se de tener limpio su corazón aunque fuera un niño de un 
día? David confiesa: Mira^ en la culpa nací, y en pecado me con- 
cibió mi madre y en otro pasaje: Si llevas cuenta de los deli- 
tos, Señor, ¿quién podrá resistir? Y éste dice que jamás dejó 
de cumplir una orden suya, él, que tantas veces fue entregado 
a la cautividad por su idolatría. 

«¡Hace tantos años que te sirvo y jamás he dejado de cum- 
plir una orden tuyaí». Esto es lo que el apóstol Pablo dice: ¿Qué 
decimos, pues? Que las naciones que no seguían la justicia alcan- 
zaron la justicia; pero la justicia que viene de la fe. Mientras que 
Israel, que seguía la ley de la justicia, no llegó a la ley de la justi- 
cia. ¿Por qué? Porque no la buscó por la fe, sino como si viniera 
de las obras de la ley "Eimbién puede estar dicho de la per- 

bat adnuntiare uerbum Domini, sed quia indignos uos iudicastis, ecce co- 
nuertimur ad gentes. 

34. «Ipse autem respondens ait patri suo: ecce tot annis seruio 
tibi.» Pater supplex ad concordiam deprecatur, ille iustitiam, quae in 
lege est, sequens Dei iustitiae non subicitur. Porro quae maior iustitia 
Dei, quam ignoscere paenitentibus, fiHum seruare redeuntem? «Ecce 
tot annis seruio tibi et numquam mandatum tuum praeteriui.» Quasí 
hoc ipsum non sit praeterire mandatum, saluti alterius inuidere, ante 
Deum se iactare iustitiae, cum nemo coram eo mundus sit. Quis enim 
laetabitur castum se habere cor, nec si unius quidem fuerit diei? Dauid 
confietur et dicit: ecce enim in iniquitatibus conceptus sum et in delictis 
concepit me mater mea, et in alio loco: si iniquitates adtendis. Domine, 
quis sustinebit? et hic dicit numquam se praeterisse mandatum, totiens 
ob idolatriam captiuitatibus traditus. 

«Ecce tot annis seruio tibi et numquam mandatum tuum praete- 
riui.» Hoc est, quod Paulus apostolus loquitur: quid ergo dicimus? quia 
gentes quae non sectabantur iustitiam adprehenderunt iustitiam, iustitiam 
autem quae ex fide est; Israhel uero sectando legem iustitiae ad legem ius- 
titiae non peruenit. Quare? quia non ex fide sed quasi ex operibus legis. 

74 Prov 20,9. 

75 Sal 50,7. 

76 Sal 129,3. 

77 Cf. Rom 2-5. 



194 



A Dámaso 



21,34 



sona de aquel que, según el mismo Apóstol, se ha portado irre- 
prochablemente en la justicia que viene de la ley; aunque a mí 
me parece que el judío se suele jactar y no decir la verdad, a 
ejemplo de aquel fariseo: \Oh Dios! Te doy gracias porque no soy 
como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco 
como ese publicano Yo te pregunto: ¿no te parece que lo que 
aquél dijo del publicano lo dice éste de su hermano? «¡Este, que 
ha devorado toda su hacienda con prostitutas!». 

Frente a lo que dice: «Jamás dejé de cumplir una orden tu- 
ya», las palabras del padre no concuerdan, pues no confirman 
que sea verdad lo que el hijo dice, sino que trata de calmarle 
en su cólera con otras razones: «Hijo, tú siempre estás conmi- 
go». ¿Acaso dice: «Tienes razón, siempre has hecho lo que te 
he mandado»? Lo que dice es: «Tú estás conmigo siempre». Es- 
tás conmigo por la ley que te obliga; estás conmigo aun en la 
cautividad cuando te instruyo; estás conmigo no porque hayas 
cumplido con mis órdenes, sino porque no he soportado que te 
fueras a un país lejano; estás conmigo, en fin, según aquello que 
dije a David: Si sus hijos abandonan mi ley y no caminan en mis 
juicios; si profanan mis preceptos y no guardan mis mandatos, cas- 
tigaré con la vara sus pecados y a latigazos sus culpas; pero no les 
retiraré mi favor . También con este testimonio se demuestra 
que aquello de que se gloría el hijo mayor es falso, pues no an- 
duvo en los juicios de Dios ni cumplió sus mandatos, 

Potest ergo et ex eius persona dici, qui iuxta eundem apostolum in ius- 
titia quae ex lege est sine reprehensione uersatus sit, licet mihi uidea- 
tur magis se iactare iudaeus quam uera dicere, ad exemplum illius 
pharisaei: Deus, gratias ago tibi, quia non sum sicut ceteri homines, rap- 
tores, iniusti, adulteri, et sicut hic publicanus. Oro te, nonne tibí uide- 
tur ea quae ille de publicano dixerat dicere iste de fratre: «hic, qui 
comedit omnem substantiam suam uiuens cum meretricibus»? 

Ad id autem quod ait: «mandatum tuum numquam praeteriui», pa- 
tris sermo non congruit; non enim confirmauit uera esse quae dixerat 
filius, sed irascentem alia ratione conpescuit: «fili, tu mecum es sem- 
per». Numquid ait: «bene quidem dicis et fecisti cuneta quae iusse- 
ram? sed «mecum es», inquit, «semper. Mecum es lege qua stringeris; 
mecum es, dum mihi et in captiuitatibus erudiris; mecum es, non quia 
mea praecepta conpleueris, sed quod te in longam regionem abite non 
passus sim; mecum es ad extremum secundum illud quod locutus sum 
ad Dauid: si dereliquerint filii eius legem meam et in iudiciis meis non 
ambulauennt, si iustificationes meas profanauerint et mandata mea non 
custodierint, uisitabo in uirga iniquitates eorum et in flagellis iniustitias 
eorum; misericordiam autem meam non auferam ab eo». Que testimo- 

78 Le 18,11. 

79 Sal 88,31-34. 



21,35 



A Dámaso 



195 



Y también se nos enseña cómo, a pesar de no hacer esto, 
permaneció siempre con el padre: porque cuando peca se le cas- 
tiga con la vara, y al castigado no se le niega la misericordia. 
Y no es de extrañar que se atreviera a mentir al padre quien 
fue capaz de sentir envidia por el hermano; sobre todo tenien- 
do en cuenta que en el día del juicio algunos mentirán con todo 
descaro: ¿No hemos comido y bebido contigo? ¿No hemos hecho 
en tu nombre muchos prodigios y expulsado a los demonios? 
Qué significa la frase: «Y todo lo mío es tuyo», lo explicaremos 
más adecuadamente en su lugar. 

35 . «Pero nunca me has dado un cabrito para celebrar una 
fiesta con mis amigos». Israel dice: «jTanta sangre como ha sido 
derramada, tantos miles de hombres como han sido sacrifica- 
dos, y ninguno de ellos fue constituido redentor de nuestra sal- 
vación. El mismo Josías, que fue agradable en tu presencia, y 
más recientemente los macabeos, que luchaban por tu herencia, 
contra todo derecho divino fueron asesinados por la espada de 
los enemigos, y ninguna sangre derramada nos ha devuelto la 
libertad: todavía estamos sujetos al imperio de Roma. Ningún 
profeta, ningún sacerdote, ningún justo ha sido inmolado por 
nosotros; en cambio, por este hijo disoluto, es decir, por los gen- 
tiles, por los pecadores de toda la creación, se ha derramado una 
sangre gloriosa. A los que lo merecían no les ha dado lo menos, 
y a los que no lo merecían les ha concedido lo más». «Nunca 
me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos». 
Te equivocas, Israel; di mejor: «Para tener una fiesta contigo». 
¿O es que puedes tener placer alguno si el padre no celebra con- 
tigo el banquete? Apréndelo por lo menos con este ejemplo. 

nio, et id in quo filius sénior gloriatur falsum es se conuincitur, dum 
in Dei iudiciis non ambulauit et eius mandata non fecit. 

Et quomodo ista non faciens cum patre semper fuerit edocemur: 
dum peccans uisitatur in uirga et uisitato misericordia non negatur. Nec 
mirandum est patri eum ausum fuisse mentiri qui f ratri potuit inuide- 
re, máxime cum in die iudicii quidam inpudentius mentiantur: nonne 
in nomine tuo comedimus et bibimus et uirtutes multas fecimus, daemo- 
nia eiecimus? quid uero sit: «et omnia mea tua sunt», suo loco con- 
gruentius explicabatur. 

35 . «Et numquam dedisti mihi haedum ut cum amicis meis epu- 
larer.» «Tantus», inquit Israhel, «sanguis effusus est, tot hominum cae- 
sa sunt milia, et nullus eorum nos trae extitit salutis redemptor. Ipse 
losias qui placuit in conspectu tuo, et nuper Macchabaei qui pro tua 
hereditate pugnabant, contra fas sanctitatis hostium gladiis interempti 
sunt, et nullus crúor nobis reddidit libertatem; ecce adhuc Romano 
imperio subiacemus. Non propheta, non sacerdos, non iustus quisquam 

80 Le 13,26 y Mt 7,22. 



196 



A Dámaso 



21,36 



A la vuelta del hijo menor se alegra el padre, y también los 
criados. Dice: «¡Comamos y celebremos una fiesta!», no: «Co- 
med y celebrad una fiesta». Pero tú, con esa actitud de envidia 
hacia tu hermano, esa actitud con la que te alejas de la mirada 
de tu padre y deseas permanecer siempre en el campo, ahora 
quieres, por añadidura, celebrar una fiesta en ausencia suya. 
«Nunca me has dado un cabrito». Nunca, en efecto, da el padre 
dones de baja calidad. Aquí tienes un novillo inmolado; entra 
y come con tu hermano. ¿Cómo pides un cabrito, tú, a quien 
ha sido enviado un cordero? Y no finjas ignorar que te ha sido 
enviado, pues Juan te lo señala en el desierto: Este es el cordero 
de Dios, que quita los pecados del mundo Además, el padre, 
que es clemente y otorga el perdón, te exhorta a comer el novi- 
llo, y no inmola un cabrito porque sabe que éste ha de estar a 
la izquierda Pero tú mismo, al final del mundo, inmolarás un 
cabrito, inmolarás al anticristo, y con tus amigos, los espíritus 
inmundos, te saciarás de su carne dando cumplimiento al vati- 
cinio: Tú aplastaste las cabezas del dragón y lo diste por comida 
a los pueblos etíopes 

36. «Ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado 
toda su hacienda viviendo con prostitutas, has matado para él 

inmolatus est nobis, et pro luxurioso filio, id est pro gentibus, pro 
peccatoribus totius creaturae gloriosus sanguis effusus est; cumque 
merentibus minora non dederis, inmeritis maiora tribuisti. *Numquam 
dedisti mihi haedum ut cum amicis meis epularer'». Erras, Israhel; 
dic potius: «ut tecum epularer». Aut potest tibi aliqua esse iocunditas 
nisi patre tecum celebrante conuiuium? saltem exemplo docere 
praesenti. 

Reuerso filio iuniore et pater laetatur et pueri. «Manducemus, ait, 
et epulemur», non «mandúcate et epulamini». At tu ea mente qua inui- 
des fratri, qua a patris recedis aspectu et semper in agro es, nunc quo- 
que uis absenté eo inire conuiuium. «Numquam dedisti mihi haedum.» 
Numquam pater deteriora dat muñera. Habes uitulum immolatum: in- 
gtedete, manduca con fratre. Quid haedum quaeris cui agnus est mis- 
sus? et ne simules te nescire quod missus est, lohannes tibi eum in 
heremo demonstrat: ecce agnus Dei, ecce qui tollit peccata mundi, Et 
pater quidem quasi clemens et paenitentiam tribuens te hortatur ad 
uitulum, non immolans haedum quem stare scit a sinistris. Tu uero in 
fine saeculi ipse tibi es haedum immolaturus antichristum et cum amicis 
tuis, spiritibus inmundis, eius carne saturandus expleto uaticinio: tu 
confregisti capita draconis; dedisti eum escam populis Aethiopibus. 

36. «Cum autem filius tuus hic, qui comedit omnem facultatem 
suam uiuens cum meretricibus, uenit, et occidisti ei uitulum sagina- 



si Jn 1,29. 

82 Cf. Mt 25,33. 



83 Sal 23,14. 



21,38 



A Dámaso 



197 



el novillo cebado». También ahora confiesa Israel que fue el no- 
villo cebado el que fue sacrificado: saben que Cristo ha venido, 
pero se consumen de envidia, y no quieren ser salvados si no 
se pierde el hermano. 

37. «Pero él le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo y todo 
lo mío es tuyo». Le llama hijo, aunque se niega a entrar. Pero 
¿cómo es' que todo lo de Dios es de los judíos? ¿Son suyos los 
ángeles, los tronos, las dominaciones y demás virtudes celestes? 
Por «todo» hemos de entender la ley, los profetas y las palabras 
divinas. Todas esas cosas se las dio para que meditara en su ley 
día y noche, según aquella regla de las Escrituras, que muchas 
veces hemos explicado: «todo» no ha de referirse a la totalidad, 
sino a la mayor parte, como en el pasaje: Todos se han extravia- 
do, todos se han hecho inútiles ^'^i o en éste: Todos los que han 
venido delante de mí son ladrones y salteadores o como dice 
Pablo a los corintios: Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos 
a todos y a los filipenses: Todos buscan su interés, no el de 
Cristo Jesús Aunque es de creer que nunca le había negado 
nada quien ahora le invita a comer del novUlo. 

38. «Convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este 
hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdi- 
do y ha sido hallado». Confiemos que también nosotros, que 
habíamos muerto por el pecado, podamos vivir por la peniten- 

tum.» Confitetur et nunc Israhel saginatum uitulum fuisse qui caesus 
est; intellegunt uenisse Christum, sed toiquentur inuidia et nolunt fratre 
non pereunte saluari. 

37. «Ipse autem dixit illi: fili, tu mecum es semper et omnia 
mea tua sunt.» Filium uocat, licet intrate nolentem. Quomodo autem 
Dei omnia ludaeorum sunt? numquid angelí, throni, dominationes 
ceteraeque uirtutes? «omnia» ergo intellegamus legem, prophetas, elo- 
quia diuina. Haec ei dedit, ut in lege eius meditaretur die ac nocte, 
secundum illum canonem quem saepe exposuimus scripturarum, «om- 
nia» non ad totum referenda esse sed ad partem maximam, ut ibi: 
omnes declinauerunt, simul inútiles facti sunt, et alibi: omnes qui uene- 
runt ante me jures fuerunt et latrones, et Paulus ad Corinthios: ómni- 
bus, inquit, omnia factus sum, ut omnes lucrifacerem, et ad Philippenses: 
omnes enim quae sua sunt quaerunt, non ea quae sunt Christi lesu. Quam- 
quam nihil umquam illi negasse credendus sit quem ad esum uituli 
cohortatur. 

38. «Epulari nos oportet et gSLuá&s, quoniam hic frater tuus mor- 
tuus fuerat et reuixit, perierat et inuentus est.» Confidamus igitur et 

84 Sal 13,3. 

85 Jn 10,8. 

86 1 Cor 9,22. 

87 Flp 2,21. 



198 



A Dámaso 



21,39 



cia. Aquí es el hijo mismo quien vuelve; en las parábolas ante- 
riores, en la de la oveja y la de la dracma, se trae lo que se había 
descarriado y se encuentra lo que se había perdido. Pero las tres 
parábolas terminan con un final semejante, pues también en és- 
ta se dice: «Estaba perdido y ha sido hallado»; para que por me- 
dio de comparaciones distintas entendamos que lo que se quiere 
destacar es la misma acogida dispensada a los pecadores. 

39. Todo esto estaría dicho de la persona del gentil y del 
judío. Veamos ahora cómo esta misma parábola pueda entenderse 
en general del santo y del pecador. Que en su conjunto la pará- 
bola convenga al justo, no cabe duda; sin embargo, hay algo que 
al lector le suscita un escrúpulo: ¿por qué el justo tiene envidia 
de la salvación del pecador, y le arrebata de tal forma la ira, que 
ni la compasión hacia su hermano, ni los ruegos del padre, ni 
la alegría de toda la casa son suficientes para calmarle? A lo que 
responderemos brevemente afirmando que toda la justicia de este 
mundo, comparada con Dios, no es justicia. Y así como por los 
pecados de Jerusalén es justificada Sodoma, no porque ésta sea 
justa, sino porque sus delitos se hacen menores ante otros ma- 
yores, así también toda la justicia de ios hombres, comparada 
con Dios, no es iusticia, 

Y Pablo, que había dicho: Asíy pues, todos los perfectos ten- 
gamos estos sentimientos confiesa y clama en otro lugar: ¡Oh 
abismo de la riqueza, de la sabiduría y déla ciencia de Dios! ¡Cuan 

nos uiuere posse per paenitentiam qui fueramus mortuí per delicta. 
Et hic quidem ipse filius reuertitur; in superioribus uero, in oue scili- 
cet et in dragma, quod errarat adfertur et quod perierat inuenitur. Et 
simili tres parabolae fine clauduntur, dum et in ista ponitur: «perierat 
et inuentus est» ut intellegamus diuersis similitudinibus de eadem pec- 
catorum susceptione signatum. 

39. Et haec quidem in ethnici persona dicta sint et ludaei, uidea- 
mus autem, quomodo super sancto generaliter et peccatore parábola 
ista possit intellegi. Et de ceteris quin iusto conueniant, non ambigi- 
tur; illud est in quo legenti scrupulus commouetur, cur iustus saluti 
peccatoris inuideat et in tantum iracundia repleatur, ut nec fratris mi- 
sericordia nec patris precibus nec totius domus iocunditate superetur. 
Ad quod breuiter respondebimus omnem mundi istius iustitiam ad Dei 
conparationem non esse iustitiam. Quomodo enim ex peccatis Híeru- 
salem Sodoma iustificatur, non quo ipsa sit iusta, sed quo maioribus 
delictis fiant minora delicta, ita et hominum uniuersa iustitia non est, 
Deo conlata, iustitia. 

Denique Paulus qui dexerat: quotquot ergo perfecti, hoc sapimus, in 
alio loco confitetur et clamitat: o profunáum diuitiarum sapientiae et 



88 Flp 3,15. 



21,40 



A Dámaso 



199 



insondables son sus designios e inescrutables sus caminos! Y en 
otro: Parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía; y tam- 
bién: Ahora vemos en un espejo^ en enigma y escribiendo a 
los romanos: Pobre de mty ¿quién me librará de este cuerpo que 
me lleva a la muerte? Todo lo cual nos enseña que únicamen- 
te la justicia de Dios es perfecta; El hace salir su sol sobre justos 
e injustos, da por igual su lluvia tardía y temprana tanto a los 
que la merecen como a los que no la merecen, convida a sus 
bodas a la gente de la calle, de los rincones y de las plazas; bus- 
ca y encuentra a la oveja que, a ejemplo del hijo arrepentido, 
o no podía o no quería volver, y una vez que la encuentra la 
trae sobre sus hombros. Pues en su descarrío había sufrido mucho. 

40. Para que comprendamos que también en los santos pue- 
de entrar la envidia, y que la pura clemencia hay que dejársela 
exclusivamente a Dios, consideremos el ejemplo de los hijos de 
Zebedeo. Al ver que su madre, llevada de afecto materno, había 
pedido para ellos privilegios excesivos, los otros diez discípulos 
se indignan. ]esús los llamó y dijo: Sabéis que los jefes de las na- 
ciones las dominan como señores absolutos y los grandes las opri- 
men con su poder No ha de ser así entre vosotros^ sino que el que 
quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, y el 
que quiera ser el primero será vuestro esclavo. De la misma manera 

scientiae Dei, quam inscrutabilza indicia eius et inuestigabiles uiae eius!, 
et abili: ex parte cognoscimus et eoc parte prophetamus, et: nunc per spe- 
culum uidemus in aenigmatCy et ad Romamos: miser ego homo, quis me 
liberabit de corpore mortis huius? ex quibus ómnibus edocemus Dei so- 
lius perfectam esse iustitiam, qui solem suum oriri facti super iustos 
et iniustos et dat pluuiam serotinam et matutinam merentibus pariter 
et non merentibus, qui de uicis, angulis et plateis inuitat ad nuptias, 
et ouem quae ad exemplum filii paenitentis rediré ipsa non poterat uel 
nolebat, quaerit et inuenit et inuentam suis umeris reportat. Multum 
enim errando laborauerat. 

40. Vt autem doceamur in sanctos queque cadere posse inuidiam 
et soli Deo puram clementiam derelinqui, f iliorum Zebedei considere- 
mus exemplum, pro quibus cum mater mota pietatis affectu nimis gran- 
dia postulasset, reliqui decem discipuli indignati sunt. Etiesus aduocans 
eos dixit: scitis quia principes gentium dominantur eorum, et qui maiores 
sunt potestatem exercent in eis. Non ita erit ínter uos, sed quicumque ues- 
trum uoluerit maior esse, fiat uester minister, et quicumque uoluerit ínter 
uos esse primus, fiat uester seruus; quomodo et filius hominis non uenit 
ministrari, sed ministrare et daré animam suam redemptionem pro multis. 



89 Rom 11,33. 

90 1 Cor 13,9.12. 

91 Rom 7,24. 



200 



A Dámaso 



21,40 



que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir 
y a dar su vida como rescate por muchos 

A nadie le parezca peligroso, a nadie le parezca blasfemo que 
hayamos dicho que también en los apóstoles pudo deslizarse el 
mal de la envidia, pues aun de los mismos ángeles lo pensamos 
así. Ni las estrellas son puras a sus ojos, y: Aun a sus ángeles acha- 
ca desvario y en los salmos se dice: Ningún viviente es justo 
delante de ti ^"^^ No dice: «Ningún hombre es justo», sino: «Nin- 
gún viviente»; es decir, ni evangelista, ni apóstol, ni profeta, y 
subiendo más alto, ni ángel, ni tronos, ni dominaciones, ni po- 
testades, ni demás potencias celestes. Dios es el único a quien 
no alcanza el pecado; todos los demás seres dotados de libre al- 
bedrío, que es en lo que el hombre fue hecho a imagen y seme- 
janza de Dios, pueden inclinar su voluntad hacia una u otra parte. 
Y si no quedas convencido por ese razonamiento, déjate con- 
vencer al menos por la autoridad de aquella parábola en que, 
a lo largo de todo el día, son enviados trabajadores a la viña. 
A la hora de prima son llamados Adán, Abel y Set; a tercia, Noé; 
a sexta, Abrahán; a nona, Moisés; a la hora undécima es llama- 
do el pueblo de los gentiles, al que se dice: ¿Por qué estáis aquí 
todo el día parados? Y él responde: Es que nadie nos ha contrata- 
do'^'^, Y que la última hora sea la venida de nuestro Salvador 
lo confirma el apóstol Juan diciendo: Hermanos, es la última ho- 
ra. Habéis oído que iba a venir un anticristo; pues bien, muchos 



NuUi periculosum, nulli uideatur esse blasphemum, quod et in apos- 
tolis inuidiae malum diximus potuisse subrepere, cum etiam de ange- 
lis hoc putemus. Sidem quippe non sunt munda in conspectu eius, et contra 
angelas suos peruersum quid intellexit; et in psalmis dicitur: non iustifi- 
cabitur in conspectu eius omnis uiuens. Non ait «non iustif icabitur om- 
nis homo», sed «omnis uiuens», id est non euangelista, nos apostólas, 
non propheta — ad maiora conscendo — , non ángelus, non throni, non 
dominationes, non potestates ceteraeque uirtutes. Solus Deus est, in 
que peccatum non cadit; cetera, cum sint liberi arbitrii, iuxta quod 
et homo ad imaginem et similitudinem Dei factus est, in utramque par- 
tem possunt suam flectere uolutitatem. Quodsi hac sententia non ad- 
duceris, saltem ilHus auctoritate parabolae commouere, in qua per totam 
diem operarii míttuntur ad uineam. Et in prima hora uocatur Adam, 
Abel, Seth; in tertia Noe; in sexta Abraham; in nona Moyses; in un- 
décima gentilium populas, cui dicitar: quid hic statis tota die otiosi? 
et ille respondit: nema nos conduxit. Quod autem extrema hora nostri 



92 Mt 20.25-28. 

93 Job 15,15; 4,18. 

94 Sal 142,2. 

95 Mt 20,6-7. 



21,41 



A Dámaso 



201 



anticristos; han aparecido, por lo cual conocemos que es ya la últi- 
ma hora 

Si te disgusta esta interpretación, yo estoy dispuesto a se- 
guir cualquier otra, a condición, sin embargo, de que reconoz- 
cas que los primeros llamados fueron justos. Si se me concede 
esto, seguiré argumentando: ¿Por qué estos justos murmuraron 
contra -el padre de familias diciendo: A éstos, que han venido los 
ultimas y no han trabajado más que una hora, los has igualado 
con nosotroSy que hemos aguantado el peso del día y el calor? Real- 
mente, parecen tener razón al decir que no ha de ser igual la 
paga del que ha sudado desde la hora prima hasta la noche y 
del que sólo ha pasado una hora trabajando; pero la misma jus- 
ticia lleva consigo la envidia que induce a mirar con malos ojos 
la felicidad del otro. Finalmente, el Señor mismo condena en 
ellos esos malos ojos diciendo: ¿O va a ser tu ojo malo porque 
yo soy bueno? Por eso es llamado por el Apóstol el solo justo, 
el solo inmortal; no que los ángeles sean injustos y mortales, si- 
no que El es el justo e inmortal y, comparada con él, toda justi- 
cia parece iniquidad. 

41. Pero para que en esta misma parábola que acabamos 
de exponer veas la injusticia de los contratados, atiende todavía 
un momento. El que fue contratado a la hora de prima merece 
más que el que fue enviado a la viña a la hora tercia; a su vez, 
el trabajador de la hora tercia supera al trabajador de la hora 
sexta, y el de la hora sexta, al de la nona. ¿Por qué todos tienen 

sit saluatoris aduentus, testis est lohannes apóstolas dicens: fratres, nouis- 
sima hora est. Etenim, sicut audistis, quia antichristus uenit, nunc an- 
tichristi multifacti sunt, propter quod cognoscimus quia nouissima hora est. 

Si haec displicet interpretatio, sequor quocumque duxeris, ita ta- 
men ut eos qui uocati sunt primi iustos esse fatearis. Quod cum obti- 
nuero, illud inferam: et quomodo iusti murmurauerunt aduersus patrem 
familias dicentes: hi, qui nouissimi uenerunt et una hora fecerunt, aequa- 
les tilos nobis fecisti qui portauimus pondus diei et ardorem? uidentur 
quidem iuste dicere non acqualem deberé esse mercedem eius qui a 
prima hora ad noctem usque sudauerit, et eius qui una hora sit in la- 
bore uersatus; sed ipsa iustitia habet in se liuorem, cur alterius inui- 
deat felicitati. Denique et Dominus oculum in eis arguit inuidentem 
dicens: aut oculus tuus nequam est, quia ego bonus sum? Vnde et ab 
apostólo solus iustus, solus dicitur inmortalis, non quo et angeli inius- 
ti sint et mortales, sed quo ipse sit inmortalis et iustus, cui conlata 
uniuersa iustitia iniquitas inuenitur. 

41. Vt autem in hac eadem parábola quam nunc proposuimus 
iniustitiam intellegas conductorum, adtende paulisper. Qui prima ho- 



96 1 Jn 2,18- 



202 



A Dámaso 



21,42 



envidia del último y no reclaman entre sí la misma justicia? Tú, 
que has sido contratado a la hora de nona, ¿por qué envidias 
al que fue enviado a la viña a la hora undécima? Respondas lo 
que respondas y aunque afirmes que el trabajo es distinto, y que, 
consiguientemente, por trabajo distinto mereces mayor paga, tam- 
bién tú tendrás que atenerte a ese razonamiento respecto del sexto. 
Y tú, que fuiste contratado a la hora sexta, envidias al último 
porque cobró, como tú, un denario, es decir, consiguió la misma 
salvación, aun cuando la gloria de la salvación haya de ser dis- 
tinta conforme al trabajo. Lo mismo puede decir de tí el terce- 
ro, y del tercero, el primero. Pero ellos coinciden en recibir de 
buen grado igual salario por un trabajo desigual y una hora dis- 
tinta de llamamiento; sólo discrepan con respecto al trabajador 
último, es decir, en la salvación de los gentiles, y hacen injuria 
al Señor, y ellos son reprendidos por su envidia en todas las pa- 
rábolas. 

42. Seguro que te parecerá inculto el discurso de mi pe- 

queñez; pero ya he dicho muchas veces que no se puede cuidar 
un discurso que no se pule de propia mano. Así, pues, disculpa 
mi dolor de ojos, es decir, disculpa si tengo que dictar. Sobre 
todo, porque en las cosas de la Iglesia no han de buscarse las 
palabras, sino el sentido; es decir, la vida se ha de sustentar con 
pan, no con algarrobas ^\ 

ra conductus est, plus meretur ab eo qui hora tertia est missus ad 
uineam; rursum horae tertiae operarius sextae horae operarium ante- 
cedit, et sextae horae nonae horae uíncit operarium. Quomodo igitur 
nouissimo omnes ínuident et eandem in se iustitiam non requirunt? 
tu, qui hora nona conductus es, cur ínuides ei qui undécima hora est 
missus in uineam? Quodcumque responderis, quamuis diuersum adse- 
rueris laborem, ut et praemium maius in diuerso labore merearis, eidem 
apud sextum sententiae subiacebis. Et tu, qui hora sexta conductus 
es, nouissimo inuides cur tecum denarium, id est aequalem consequa- 
tur salutem, licet salutis pro labore diuersa sit gloria. Eadem de te ter- 
tius potest dicere et de tertio rursum primus. Verum ipsi inter se oh 
non aequalem laborem et uocationis spatia diuersa aequale praemium 
libenter accipiunt; in nouissimo tantum operario, id est in gentium sa- 
lute, discordant, et Domino iniuriam faciunt et sub ómnibus parabolis 
arguuntur ínuidiae. 

42. Non ambígo quin inculta tibi nostrae paruitatis uideatur ora- 
tio; sed saepe causatus sum excoli non posse sermonem, nisi quem pro- 
pria manus limauerit. Itaque ignosce dolentibus oculis, id est ignosce 
dictanti, máxime cum in ecclesiasticis rebus non quaerantur uerba sed 
sensus, id est panibus sit uita sustentanda non siliquis. 

Del pan de la casa del padre (Le 15,17); no de las algarrobas de que 
se alimentaban los puercos (Le 15,16). 



22,1 



A Eustoquia 



203 



22 



A EUSTOQUIA 



[CONSEJOS A UNA VIRGEN CONSAGRADA] 



De íoda la correspondencia de Jerónimo, quizá sea ésta la carta 
más conocida. Dirigida a Eustoquia, hija de Paula, pretende trazar 
la guía práctica para una virgen de aquel tiempo. Eustoquia es una 
joven de unos dieciséis años. Ha comenzado el camino de la virgi- 
nidad a la sombra de su madre, y bajo la dirección de Jerónimo, 
y parece decidida a poner en ello el ideal de su vida. Ella y su ma- 
dre van a ser de hecho el espejo viviente de la doctrina espiritual 
de Jerónimo. 

Para éste, la esencia de la virginidad cristiana está en la «huida 
de la tierra de los Caldeos», es decir, de los demonios de la socie- 
dad, para «disfrutar de los bienes del Señor en la tierra de los vi- 
vientes». Pero esa huida tiene lugar en pleno campo de batalla, donde 
lo normal son las emboscadas y las refriegas. Por eso Jerónimo no 
va a cantar en este escrito las grandezas de la virginidad, que deben 
ser conocidas por quien ya vive en ese propósito. Su intención es 
advertir de los peligros del camino. Esta será la idea unificadora 
de esta larga carta, que en otros escritos de Jerónimo será mencio- 
nada como tratado: «Tratado sobre la guarda de la Virginidad». En 
ella no hay más lógica que la de la espontaneidad, en la que a ve- 
ces la simple consonancia de las palabras sugiere el tema siguiente. 
Esta pieza de la literatura jeronimiana es como un mosaico en el 
que se mezclan los colores fuertes de lo autobiográfico, lo social, 
lo clerical, los diversos modos de entender el monacato, las virtu- 
des convenientes a una virgen, etc. Supuesta la renuncia permanen- 
te, exigida por Jerónimo, la sobriedad, la oración y la entrega 
ilusionada al estudio de la Palabra divina, son los temas fuertes 
de su discurso espiritual. Al lado de estos colores, las polémicas 
suscitadas por la carta a Eustoquia son mera anécdota, de induda- 
ble interés para la historia de ese final del siglo IV, pero nada más. 

La fecha de la carta: año 384. 

1. Escucha, hija, mira, inclina el oído, olvida tu pueblo y la 
casa paterna; prendado está el rey de tu belleza ^ En el Salmo 44 



1. Audi, filia, et uide et inclina aurem tuam et obliuiscere populum 
tuum et domum patris tui; et concupiscet rex decorem tuum. In quadra- 



22 



AD EVSTOCHIVM 



1 Sal 44.11S. 



204 



A Eustoquia 



22,1 



habla Dios con el alma humana, para que, a ejemplo de Abra- 
hán, salga de su tierra y parentela, deje a los caldeos, que son 
tomados por «cuasi-demonios», y habite en la tierra de los vi- 
vos, por la que en otra parte suspira el profeta diciendo: Espero 
gozar de la dicha del Señor en el país de la vida ^. Pero no basta 
con que salgas de tu patria si a la vez no olvidas tu pueblo y 
la casa de tu padre y si, despreciando la carne, no te abrazas 
con tu esposo. Pues dice: No mires hacia atrás ni te detengas en 
toda la región en tomo; sálvate en el monte, no seas tú también 
alcanzado ^. Una vez que se ha puesto la mano en el arado, no 
es bueno mirar atrás ni volver del campo a casa, ni después de 
recibir la túnica de Cristo bajar del terrado a coger otro vestido. 
íQué maravilla! Un padre exhorta a su hija: «No te acuerdes de 
tu padre». A los judíos se les dice: Vosotros tenéis por padre al 
diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre y m otra 
parte: El que comete pecado viene del diablo ^. Al principio, en- 
gendrados por ese padre, somos negros, pero después de la pe- 
nitencia, cuando aun no hemos alcanzado la cima de la virtud, 
decimos: Negra soy, pero hermosa, hijas de Jerusalén ^. 

Ya he salido de la casa de mi infancia, he olvidado a mi pa- 
dre, he renacido en Cristo, ¿qué paga recibiré por ello? Sigue: 

gesimo quarto psalmo. Deus ad animam loquitur humanam, ut secun- 
dum exemplum Abrahae exiens de térra sua et de cognatione sua 
relinquat Chaldaeos qui «quasi daemonia» interpretantur, et habitet 
in regione uiuentium quam alibi propheta suspirat dicens: credo uidere 
bona Domini in térra uiuentium. Verum non sufficit tibi exire de patria 
nisi obliuiscaris populi, et domus patris tui, et carne contempta sponsi 
iungaris amplexibus. Ne respexeris, inquit, retro nec steteris in tota circa 
regione; in montem saluum te fac, ne forte conprehendaris. Non expedit 
adprehenso aratro respicere post tergum, nec de agro reuerti domum, 
nec post Christi tunicam ad tollendum aliud uestimemtum tecta des- 
cenderé. Grande miraculum: pater filiam cohortatur: «ne memineris 
patris». Vos de patre diabolo estis et desideria patris uestri uultis faceré 
dicitur ad ludaeos, et alibi: qui facti peccatum de diabolo est. Tali pri- 
mum párente generati nigri sumus, et post paenitentiam necdum cul- 
mine uirtutis ascenso dicimus: nigra sum et speciosa filia Hierusalem. 

Exiui de domo infantiae meae, oblita sum patris, renascor in Christo. 
Quid pro hoc mercedis accipio? sequitur: et concupiscet rex decorem 
tuum, Hoc ergo illud magnum est sacramentum: propter hoc reÜnquet 

2 Sal 26,13. 
5 Gen 19,17. 
^ Jn 8,44. 

5 1 Jn 3,8. 

6 Cant 1,5. 



22,2 



Á Eustoquia 



205 



prendado está el rey de tu belleza ^. Este es el gran misterio: Por 
esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se juntará con su 
mujer, y serán los dos una sola carne ^. En el caso presente, no 
una sola carne como en el texto, sino un solo espíritu. Tu espo- 
so no es altivo ni soberbio: se casa con una etíope. Tan pronto 
como te decidas a escuchar la sabiduría del verdadero Salomón 
y te acerques a El, te comunicará todo lo que sabe, te introduci- 
rá el rey en su habitación y, cambiando tu color como por mila- 
gro, se te podrá aplicar aquella palabra: ¿Quién es ésta que sube 
toda blanca? ^. 

2. He anticipado todo esto, señora mía Eustoquia — pues 
señora debo llamar a la esposa de mi Señor — , para que desde 
el comienzo de la lección sepas que hoy no me propongo cantar 
las glorias de la virginidad, que tú al abrazarla pruebas ser exce- 
lente. Tampoco voy a enumerar las cargas del matrimonio: có- 
mo se agranda el vientre, los niños pequeños lloran, cómo ha- 
cen sufrir las amigas del marido, cómo absorbe el cuidado de 
la casa y cómo, en fin, la muerte viene a cortar todos los bienes 
soñados. Con todo, también las casadas tienen su puesto en la 
Iglesia, cuando el matrimonio es honroso y el lecho sin man- 
cha. Pero lo que yo me propongo hacerte entender, a ti que es- 
tás saliendo de Sodoma, es que has de temer la suerte de la mujer 
de Lot. No habrá en este opúsculo adulación alguna, pues el adu- 

homo patrem et matrem et adhaerebit uxori suae et erunt ambo in carne 
una? iam non, ut ibi, in una carne, sed spiritu. Non est sponsus tuus 
adrogans, non superbus: Aethiopissam duxit uxorem. Statim ut uolueris 
sapientiam ueri audire Salomonis et ad eum ueneris, confitebitur tibi 
cuneta quae nouit, et inducet te rex in cubiculum suum et mirum in 
modum colore mutato serme tibi ille conueniet: Quae est ista quae as- 
cendit dealbata? 

2. Hace idcirco, mi domina Eustochium — dominam quippe de- 
beo uceare sponsam Domini mei — , ut ex ipso principio leetionis ag- 
nosceres non me nune laudes uirginitatis esse dieturum quam probasti 
optime eam eum secuta es, nec enumeraturum molestias nuptiarum, 
quomodo uterus intumeseat, infans uagiat, cruciet paelex, domus cura 
soUieitet, et omnia quae putantur bona mors extrema praecidat — ha- 
bent enim et maritatae ordinem suum, honorabiles nuptias et cubile in- 
maculatum — , sed ut inteUegeres tibi exeunti de Sodoma timendum esse 
Loth uxoria exemplum. Nulla in hoe libello adulatio — adulator quip- 
pe blandus inimicus est — , nulla erit rhetorici pompa sermonis quae 



7 Sal 44,12. 

8 Gén 2,24. 

9 Cant 8,5. 



206 



A Eustoquia 



22,3 



lador es un enemigo blando; no habrá artificio de lenguaje retó- 
rico que te coloque entre los ángeles y, expuesta la belleza de 
la virginidad, ponga al mundo bajo tus pies. 

3. No quiero te venga soberbia de tu estado, sino temor. 
Vas cargada de oro, hay que evitar al ladrón. Para los mortales 
esta vida es un estadio. Luchamos aquí para ser coronados en 
otra parte. Nadie camina seguro entre serpientes y escorpiones. 
El Señor dice: Mi espada se ha embriagado en los cielos ¿y 
sueñas tú con la paz en una tierra que cría cardos y espinas y 
es pasto de la serpiente.^ No es nuestra lucha contra la carne y 
la sangre, sino contra los principados y potestades de este mundo 
y de estas tinieblaSy contra los espíritus del mal en lo celeste 
Nos hallamos rodeados de grandes escuadrones de enemigos, todo 
está lleno de contrarios. Una carne frágil, que pronto se ha de 
convertir en ceniza, lucha ella sola contra muchos. Pero cuando 
haya sido liberada, y viniendo el príncipe de este mundo no ha- 
lle nada suyo en ella, entonces oirás segura lo del profeta: No 
temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día, ni la 
peste que se desliza en las tinieblas, ni la epidemia que devasta a 
mediodía. Caerán a tu izquierda mil, y diez mil a tu derecha; a 
ti no te alcanzará ^. Pero si te asusta su muchedumbre y empie- 
zas a fluctuar a cada incitación de los vicios, y tu pensamiento 
te dice: «¿Qué haremos?», entonces Eliseo te responderá: No 

te iam ínter angelos statuat, et beatitudine uirginitatis expósita mun- 
dum subiciat pedibus tuis. 

3. Nolo tibi uenire superbiam de proposito sed timorem. Onus- 
ta incedis auro, latro uitandus est. Stadium est haec uita mortalibus: 
hic contendimus ut alibi coronemur. Nemo inter serpentes et scorpio- 
nes securus ingreditur. Inebriatus est, inquit Dominus, gladius meus in 
cáelo et tu pacem arbitraris in térra, quae tribuios generat et spinas, 
quam serpens comedit? non estnobis conluctatio aduersus camem etsan- 
guinenty sed aduersus principatus etpotestates huius mundi et harum tene- 
brarum, aduersus spiritalia nequitiae in caelestibus. Magnis inimicorum 
circumdamur agminibus, hostium plena sunt omnia. Caro fragilis et 
cinis futura post modicum pugnat sola cum pluribus. Cum autem fue- 
rit dissoluta et uenerit princeps mundi istius et inuenerit in ea nihil, 
tune secura audies per prophetam: non timebis a timóte nocturno, a sa- 
gitta uolante per diem, a negotio perambulante in tenebriSy ab incursu et 
daemonio meridiano. Cadent a latere tuo mille et decem milia a dextris 
tuis, ad te autem non adpropinquabit. Quodsi eorum te multitudo tur- 
bauerit et ad singula incitamenta uitiorum coeperis aestuare et dixerit 
tibi cogitatio tua: «quid faciemus?», respondebit Heliseus: noli timere, 



10 Is 34,5. 

11 Ef 6,12. 

12 Sal 90,5-7. 



22,4 



A Eustoquia 



201 



temas, pues hay más de nuestra parte que de la de ellos. Y orando 
dirá: Señor, abre los ojos de tu hija, para que vea Tus ojos se 
abrirán y verás un carro de fuego que te arrebatará como a Elias 
a las estrellas, y entonces cantarás alegre: Nuestra alma se ha es- 
capado como un pájaro del lazo de los cazadores. El lazo se rom- 
pió y nosotros nos hemos librado 

4. Mientras estamos encerrados en este pobre y frágil cuer- 
po, mientras llevamos este tesoro en vasos de barro y el espíritu 
apetece contra la carne y la carne contra el espíritu no hay vic- 
toria segura. Nuestro enemigo el diablo anda rondando como 
león rugiente buscando una presa que devorar. David dice: Pu- 
siste las tinieblas y se hizo la noche; en ella saldrán todas las fieras 
de la selva, los cachorros rugientes de los leones, para buscar su 
presa y pedir a Dios su comida El diablo no busca a los in- 
fieles ni a los que están fuera, aquellos cuyas carnes cuece el 
rey asirio en su olla Es en la Iglesia de Cristo donde busca 
ansioso su presa. Según Habacuc, sus manjares son escogidos. 
Desea derribar a Job y, después de devorar a Judas, pide permi- 
so para zarandear a los apóstoles El Salvador no vino a traer 
paz sobre la tierra, sino espada. Cayó aquel lucero que nacía por 
la mañana, y el que se crió en el paraíso de delicias mereció oír: 

quoniam p tures nobiscum sunt quam cuín illis, et orabit et dicet: Domi- 
ne, adaperi aculas puellae tuae et uideat. Et apertis oculis uidebis ig- 
neum currum qui te ad exemplum Heliae in astra sustollat, et tune laeta 
cantabis: anima nostra quasi passer erepta est de laquea uenantium: la- 
queus contritus est et nos liberati sumus. 

4. Quamdiu hoc fragili corpúsculo continemur, quandiu habemus 
thesaurum istum in uasis fictilibus, et concupiscit spiritus aduersus car- 
nem et caro aduersus spiritum, nuUa est certa uictoria. Aduersarius nos- 
ter diabolus tamquam leo rugiens aliquid deuorare quaerens circuit. 
Posuisti, ait Dauid, tenebras et facta est nox; in ipsa pertransibunt omnes 
bestiae siluae, catuli leonum rugientes, ut rapiant et quaerant a Deo es- 
cam sibi. Non quaerit diabolus homines infideles, non eos qui forls 
sunt et quorum carnes rcx in olla succendit Assyrius; de ecciesia Christi 
rapere festinat. Escae eius secundum Ambacum electae sunt; lob su- 
buertere cupit, et deuorato luda ad cribrandos apostólos expetit po- 
testatem. Non uenit saluator pacem mittere super terram sed gladium. 
Cecidit lucifer qui mane oriebatur, et ille qui in paradiso deliciarum 

13 2 Re 15,17. 

14 Sal 123,7. 

15 2 Cor 4,7. 

16 Gal 5,17. 

17 Sal 103,20-21. 

18 Cf. Am 4,2. 

19 Cf. Le 22,31. 



208 



A Eustoquia 



22,5 



Si te remontares tan alto como un águila^ de allí te haré bajar yo, 
dice el Señor Pues había dicho en su corazón: Sobre las es- 
trellas del cielo pondré mi trono y seré semejante al Altísimo 
De ahí que diariamente diga Dios a los que bajan por la escale- 
ra que vio en sueños Jacob: Yo dije: Dioses sois e hijos todos del 
Altísimo. Pero vosotros moriréis como hombres y caeréis como uno 
de los príncipes Así, pues, el diablo cayó el primero, y cuan- 
do Dios se levanta en la asamblea de los dioses y allí en medio 
juzga a los dioses, el Apóstol escribe a los que han dejado de 
ser dioses: Si entre vosotros hay discusiones y rivalidades, ¿no sois 
hombres y os comportáis según el hombre? 

5. Si el apóstol Pablo, vaso de elección y destinado para 
el evangelio de Cristo, castiga su cuerpo y lo somete a servidumbre 
para dominar el aguijón de la carne y los incentivos de los vi- 
cios; si, a pesar de ese esfuerzo, ve otra ley en sus miembros 
que contradice a la ley de su espíritu y que lo hace prisionero 
de la ley del pecado; si después de sufrir la desnudez, los ayu- 
nos, el hambre, la cárcel, los azotes, vuelto contra sí mismo, ex- 
clama: Desdichado de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de 
muerte? '^^^ ¿te imaginas tú que debes estar segura? Insisto, ten 
cuidado, no sea que un día Dios te diga: Cayó la virgen de Israel 
y no hay quien la levante Hablaré temerariamente: Dios, que 

nutritus est, meruit audire: si alte feraris ut aquila, inde te detraham, 
dicit Dominus. Dixerat enim in corde suo: super sidera caeli ponam se- 
dem meam et ero similis altissimo. Vnde cotidie ad eos qui per scalam 
lacob somniante descendunt loquitur Deus: ego dixi: dii estis et filii 
altissimi omnes. Yos autem sicut homines moriemini, et tamquam unus 
de principihus cadetis. Cecidit enim primus diabolus et, cum stet Deus 
in synagoga deorum, in medio autem déos discernat, apostolus eis qui 
dii esse desinunt, scribit: Vbi enim in uobis sunt dissensiones et aemula- 
tienes, nonne homines estis et secundum hominem ambulatis? 

5. Si Paulus apostolus, uas electionis et praeparatus in euange- 
lium Christi, ob carnis acúleos et incentiua uitiorum reprimit corpus 
suum et seruituti subicit, ne aliis praedicans ipse reprobus inueniatur, 
et tamen uidet aliam legem in membris suis repugnantem legi mentís 
suae et captiuantem se in lege peccati, si post nuditatem, ieiunia, fa- 
mem, carcerem, flagella, supplicia in semet uersus exclamat: infelix ego 
homo, quis me liberabit de corpore mortis huius?, tu te putas securam 
esse deberé? caue, quaeso, ne quando de te dicat Deus: uirgo Israhel 
cecidit; non est, qui suscitet eam, Audenter loquor: cum omnia Deus 
possit, suscitare uirginem non potest post ruinam. Valet quidem libe- 



20 Hab 4. 

21 Is 14,13-14. 



22 Sal 81,6-7. 
2> 1 Cor 3,3. 



Rom 7,24. 
25 Am 5,2. 



22,6 



A Eustoguia 



209 



lo puede todo, no puede levantar a una virgen que haya caído. 
Puede ciertamente librarla del castigo, pero no coronar como 
virgen a la que fue corrompida. Temamos no se cumpla también 
en nosotros aquella profecía: Y faltarán las vírgenes buenas Fí- 
jate en lo que dice: Y faltarán las vírgenes buenas, es decir, tam- 
bién hay vírgenes malas. Porque dice: Todo el que mirare a una 
mujer para desearla, ya ha cometido adulterio con ella en su cora- 
zón Por consiguiente, la virginidad se pierde también por el 
pensamiento. Estas son las vírgenes malas, vírgenes en la carne, 
pero no en el espíritu; vírgenes necias que, por no tener aceite, 
son excluidas por el esposo. 

6. Si, pues, aquellas vírgenes son vírgenes, pero no les sal- 
va la mera virginidad de su cuerpo debido a otras culpas, ¿qué 
será de aquellas que prostituyeron los miembros de Cristo y con- 
virtieron en lupanar el templo del Espíritu Santo? Oirán al punto: 
Desciende, siéntate en el polvo, virgen hija de Babilonia; siéntate 
en el polvo. No hay trono para la hija de los caldeos. En adelante 
no te llamarás blanda y delicada. Toma la muela y vete a moler 
harina, quítate el velo, desnuda tus piernas y cruza los ríos, tu ig- 
nominia se revelará y quedarán patentes tus vergüenzas Y to- 
do esto después de haber compartido el tálamo del Hijo de Dios, 
después de los besos del amado y del esposo; aquella de quien 
en otro tiempo cantaba la palabra prof ética: De pie a tu derecha 
está la reina con vestido de brocado, rodeada de variedad Será 

rare de poena, sed non ualet coronare corruptam. Timeamus illam prop- 
hetiam, ne in nobis etiam conpleatur: et uirgines bonae deficient 
Obserua, quid dicat: et uirgines bonae deficient: quia sunt et uirgines 
malae. Qui uiderit, inquit, mulierem ad concupiscendum, iam moecha- 
tus est eam in corde suo. Perit ergo et mente uirginitas. Istae sunt uirgi- 
nes malae, uirgines carne, non spiritu, uirgines stultae, quae oleum non 
habentes excluduntur ab sponso. 

6. Si autem et illae uirgines uirgines sunt, ob alias tamen culpas 
uirginitate corporum non saluantur, quid fiet iUis quae prostituerunt 
membra Christi et mutauerunt templum sancti Spiritus in lupanar? ílico, 
audient: descende, sede in térra, uirgo filia Babylonis, sede in térra: non 
est thronus fiíiae Chaldaeorum; non uocaberis ultra mollis et delicata. Ac- 
cipe molam, mole fañnam, discoperi uelamentum, denuda crura tua, transi 
flumina et reuelabitur ignominia tua et apparebunt obprobña tua, et hoc 
post Dei filii thalamos, post oscula fratruelis et sponsi, illa de qua quon- 
dam serme propheticus concinebat: adstitit regina a dextris tuis in uesti- 



Am 8,13. 
Mt 5,28. 

28 Is 47,1-3. 

29 Sal 44,10. 



7 



210 



A Eustoquia 



22,G 



despojada de sus vestidos y sus partes íntimas estarán a la vista. 
Se sentará junto a las aguas de la soledad y, recostada, se prosti- 
tuirá con todo el que pase, mancillándose hasta el extremo. 

Hubiera sido más acertado someterse al yugo de un hombre 
y andar por lo llano que no, por pretender subir más alto, haber 
caído en lo profundo del infierno. Yo te suplico que la fiel Sión 
no se convierta en ciudad meretriz, que después de haber sido 
morada de la Trinidad no dancen en ella los demonios y las sire- 
nas y hagan su nido los erizos. No se desate la faja de tu pecho; 
tan pronto como el suave incendio del placer nos invada con agra- 
dable calor, gritemos: El Señor es mi ayuda, no temeré lo que pueda 
hacerme la carne Tan pronto como el hombre interior empie- 
ce a titubear lo más mínimo entre los vicios y las virtudes, di: 
¿Por qué estas triste, alma mía, y por qué te conturbas? Espera en 
el Señor, porque yo lo alabaré^ salvador de mi rostro y Dios 
mío No permitas que tus pensamientos ganen terreno; que 
nada babilónico, nada confuso prospere en ti. Mientras el ene- 
migo es pequeño, degüéllalo; la maldad hay que extirparla en 
germen. Escucha lo que dice el salmista: Hija malhadada de Ba- 
bilonia, ¡quién pudiera pagarte los males que nos has hecho!, ¡quién 
pudiera agarrar y estrellar tus hijos contra las peñas! Pero co- 
mo es imposible que no ataque al hombre el conocido calor de 
los tuétanos, por eso es alabado y proclamado bienaventurado 



tu deauratOy circumdata uarietate. Nudabitur et posteriora eius ponentur 
in facie ipsius; sedebit ad aquas solitudinis et posita base diuaricabit 
pedes suos omni transeunti, et usque ad uerticem polluetur. 

Rectius fuerat homini subisse coniugium, ambulasse per plana, 
quam ad altiora tendentem in profundum inferi cadere. Non fíat, ob- 
secro, ciuitas meretrix fidelis Sion, ne post trinitatis hospitium ibi dae- 
mones saltent et sirenae, nidificent et hiricii. Non soluatur fascia 
pectoralis, sed statim ut libido titillauerit sensum, ut blandum uolup- 
tatis incendium dulci nos calore perfuderit, erumpamus in uocem: Do- 
minus auxiliator meus, non timebo, quid faciat mihi caro. Cum paululum 
interior homo inter uitia atque uirtutes coperit fluctuare, dicito: quare 
tristis es, anima mea, et quare conturbas me? spera in Domino, quoniam 
confitebor illi, salutare uultus mei et Deus meus. Nolo sinas cogitatio- 
nem crescere; nihil in te Babylonium, nihil confusionis adolescat. Dum 
paruus est hostis, interfice; nequitia elidatur in semine. Audi psalmis- 
tam loquentem: filia Babylonis misera, beatus qui retribuet tibi retribu- 



^0 Sal 117,6. 
^1 Sal 41,6-7. 
32 Sal 136,8-9, 



22,7 



A Eustoquia 



211 



aquel que apenas empieza a pensar degüella y quebranta los pen- 
samientos sobre la peña. Ahora bien: la peña es Cristo. 

7. ¡Oh, cuántas veces, estando yo en el desierto y en aque- 
lla inmensa soledad que, abrasada de los ardores del sol, ofrece 
horrible asilo a los monjes, me imaginaba hallarme en medio 
de los deleites de Roma! Me sentaba solitario, porque estaba re- 
bosante de amargura. Contemplaba con espanto mis miembros 
deformados por el saco; mi sucia piel había tomado el color de 
un etíope. Todo el día llorando, todo el día gimiendo. Y si, con- 
tra mi voluntad, alguna vez me vencía un sueño repentino, daba 
contra el suelo con mis huesos, que apenas si estaban ya juntos. 
De la comida y de la bebida prefiero no hablar, pues hasta los 
mismos enfermos sólo beben agua fría, y tomar algo cocido se 
considera un lujo. Así, pues, yo, que por miedo al infierno me 
había encerrado en aquella cárcel, compañero únicamente de es- 
corpiones y fieras, me hallaba a menudo metido entre las dan- 
zas de las muchachas. Mi rostro estaba pálido por los ayunos; 
pero mi alma ardía de deseos dentro de un cuerpo helado, y muer- 
ta mi carne antes de morir yo mismo, sólo hervían los incendios 
de los apetitos. 

Así, pues, desamparado de todo socorro, me arrojaba a los 
pies de Jesús, los regaba con mis lágrimas, los enjugaba con mis 
cabellos y domaba mi carne rebelde con ayunos de semanas. No 
me avergüenzo de mi desdicha; antes bien, lamento no ser el 

tionem tuam; beatus qui tenebit et adlidet paruulos tuos ad petram. Quia 
ergo inpossibile est in sensum hominis non inruere notum meduUa- 
rum calorem, ille laudatur, üle praedicatur beatus qui, statim ut coe- 
perit cogitare, interficit cogitatus et elidit eos ad petram: petra autem 
est Christus. 

7. O quotiens in heremo constitutus et in illa uasta solitudine, 
quae exusta solis ardoribus horridum monachis praestat habitaculum, 
putaui me Remanís interesse deliciis! sedebam solus, quia amaritudi- 
ne repletus eram. Horrebam sacco membra deformis, squalida cutis 
situm Aethiopicae carnis adduxerat. Cotidie lacrimae, cotidie gemitus 
et, si quando repugnantem somnus inminens oppressisset, nuda homo 
uix ossa haerentia conlidebam. De cibis uero et potu taceo, cum etiam 
languentes aqua frígida utantur et coctum aliquid accepisse luxiriae 
sit. lile igitur ego, quí ob gehennae metum tali me carcere ipse dam- 
naueram, scorpíonum tantum socius et ferarum, saepe choris intere- 
ram puellarum. Pallebant ora ieíuníís et mens desideríis aestuabat in 
frígido corpore, et ante homínem suum iam carne praemortua sola li- 
bídinum incendia bulliebant. 

Itaque omni auxilio destitutus ad lesu íacebam pedes, rigabam la- 
crimis, crine tergebam et repugnantem carnem ebdomadarum inedia 
subiugabam. Non erubesco infelicitatis meae, quin potius plango non 



212 



A Etistoquia 



que fui. Recuerdo haber muchas veces empalmado entre clamo- 
res el día con la noche, y no haber cesado de herirme el pecho 
hasta que, al increpar el Señor a las olas, volvía la calma. Me 
inspiraba horror mi propia celdilla, cómplice de mis pensamientos, 
e irritado y riguroso conmigo mismo, me adentraba yo solo en 
el desierto. Lo más profundo de los valles, la aspereza de los mon- 
tes, las hendiduras de las rocas eran, cuando las encontraba, el 
lugar de mi oración y la cárcel de mi carne miserable. Y el Se- 
ñor mismo me es testigo que después de muchas lágrimas, des- 
pués de estar con los ojos clavados en el cielo, me parecía hallarme 
entre los ejércitos de los ángeles; entonces cantaba con alegría 
y regocijo: En pos de ti corremos al olor de tus ungüentos 

8. Ahora bien: si todo esto tienen que soportar aun aque- 
llos cuyo cuerpo está consumido, y ya sólo son combatidos por 
los malos pensamientos, ¿qué no sufrirá la doncella que dispone 
de todas las comodidades? Sencillamente, lo del Apóstol: Está 
muerta en vida . Así, pues, si hay en mí algún consejo que yo 
pueda ofrecer, si se ha de creer a un hombre experimentado, lo 
primero que aviso, lo primero que suplico es que la esposa de 
Cristo huya del vino como del veneno. En él se esconden las 
primeras armas de los demonios contra la mocedad. Es menos 
lo que la avaricia nos combate, o la soberbia nos hincha, o la 
ambición nos halaga. Estar exentos de los otros vicios es cosa 
fácU. Pero aquél es un enemigo infiltrado en nuestro interior. 
Vayamos adonde vayamos, lo llevamos con nosotros. El vino y 

esse quod fuerim. Memini me clamantem diem crebro iunxisse cum 
nocte, nec prius a pectoris cessasse uerberibus quam Domino rediret 
mcrepante tranquillitas. Ipsam queque cellulam meam quasi cogitatio- 
num consciam pertimescebam, et mihimet iratus et rigidus solus de- 
serta penetrabam. Sicubi concaua uallium, áspera montium, rupium 
praerupta cernebam, ibi meae orationi locus, illud miserrimae carnis 
ergastulum; et, ut mihi ipse testis est Dominus, post multas lacrimas, 
post cáelo oculos inhaerentes nonnumquam uidebar mihi interesse ag- 
minibus angelorum, et laetus gaudensque cantabam: post te in odorem 
unguentorum tuorum currimus. 

8. Si autem haec sustinent illi qui exeso corpore solis cogitatio- 
nibus oppugnantur, quid patitur puella quae deliciis fruitur? nempe 
illud apostoli: uiuens mortua est. Si quid itaque in me potest esse con- 
silii, si experto creditur, hoc primum moneo, hoc obtestor, ut sponsa 
Christi uinum fugiat pro ueneno. Haec aduersus adulescentiam prima 
arma sunt daemonum. Non sic auaritia quatit, inflat superbia, delec- 
tat ambitio. Facile aliis caremus uitiis; hic hostis intus inclusas est. Quo- 



Cant 1,3. 
54 1 Tim 5,6. 



22,8 



A Eustoquia 



213 



la mocedad son un doble incentivo de placer, ¿Por qué echar 
aceite al fuego? ¿Por qué traer leña a ün cuerpo joven que está 
ya de suyo ardiendo? Dice Pablo a Timoteo: No bebas en ade- 
lante agua, sino toma un poco de vino por razón de tu estómago 
y frecuentes achaques Mira por qué causas se concede beber 
vino: a duras penas se tolera por razón del dolor del estómago 
y los frecuentes achaques. Y para que no condescendamos fácil- 
mente con nuestras enfermedades, el Apóstol manda que se to- 
me moderadamente, aconsejando más bien como médico que 
como apóstol, si bien el apóstol también es médico espiritual, 
no fuera que Timoteo, rendido por la flaqueza, no pudiera resis- 
tir las caminatas que lleva consigo la predicación del Evangelio. 
Por lo demás, se acordaba haber dicho también: en el vino se 
esconde la lujuria y: Bueno es que el hombre no beba vino ni 
coma carne 

Noé bebió vino y se embriagó cuando el mundo estaba aún 
sin civilizar. Era el primero que había plantado una viña y qui- 
zá no sabía que el vino embriagaba. Y para que entiendas del 
todo el misterio de la Escritura — la palabra de Dios es piedra 
preciosa y puede ser penetrada por cualquier parte — , después 
de la embriaguez siguió la desnudez de los muslos, la deshones- 
tidad se juntó a la lujuria. Primero el vientre y después lo de- 
más. Comió, en efecto, el pueblo, y bebió, y se levantaron a 
danzar 

cumque pergimus, nobiscum portamus inimicum. Vinum et adukscentia 
dúplex incendium uoluptatis. Quid oleum flammae adicimus? quid ar- 
denti corpúsculo fomenta ignium ministramus? Paulus ad Timotheum: 
iam noli, inquit, aquam bihere, sed uino módico utere propter stomachum 
et frequentes tuas infirmitates. Vide quibus causis uini potio conceda- 
tur: uix hoc stomachi dolor et frequens meretur infirmitas. Et ne no- 
bis forsitan de aegrotatíonibus blandiremur, modicum praecepit esse 
sumendum, medici potius consilio quam apostoli — licet et apostolus 
sit medicus spiritalis — et ne Timotheus inbecillitate superatus euan- 
gelii praedicandi non posset habere discursus. Alioquin se dixisse me- 
minerat et: uinum, in quo est luxuria, et: bonum est homini uinum non 
bibere et cametn non manducare. 

Noe uinum bibit et inebriatus est rudi adhuc saeculo; et tune pri- 
mum plantauít uineam: inebriare uinum forsitan nesciebat. Et ut inte- 
llegas scripturae in ómnibus sacramentum — margarita quíppe est serme 
Dei et ex omni parte forari potest — post ebrietatem nudatio femorum 
subsecuta est, libido iuncta luxuriae. Prius uenter et statim cetera; man- 
ducauit enim populus et bibit, et surrexerunt ludere. 



55 1 Tim 5,23. 

56 Ef 5,18. 



57 Rom 14,21. 

58 Cf. Ex 32,6. 



214 



A Eustoquta 



22,9 



Lot, amigo de Dios, que se habfa salvado en el monte y entre 
tantos miles de gentes sólo él había sido hallado justo, fue embo- 
rrachado por sus hijas; y aunque ellas pensaban que se había ago- 
tado el género humano y lo hacían movidas más por el deseo de 
tener hijos que por placer, sabían igualmente que un varón justo 
no haría aquello si no era en estado de embriaguez. En fin, no 
supo lo que hacía, y — aunque no se pueda culpar a su voluntad, 
su error fue culpable — de ahí tienen su origen los moabitas y 
amonitas, enemigos de Israel, que no entrarán en la Iglesia de 
Dios hasta la decimocuarta generación, es decir, nunca. 

9. Cuando Elias, que iba huyendo de Jezabel, se echó can- 
sado bajo una encina, fue despertado por un ángel que llega hasta 
él y le dice: Levántate y come. Y alzó los ojos y vio a su cabecera 
una hogaza de trigo y un vaso de agua . ¿No podía Dios man- 
darle vino oloroso y comidas condimentadas con aceite y car- 
nes picadas? El profeta Eliseo invita a comer a los hijos de los 
profetas, y queriéndolos alimentar de hierbas silvestres, oye que 
gritan a una voz los comensales: ¡ha muerte en la olkiy varón de 
Dios! 

El profeta no se enfadó con los cocineros, pues no tenía cos- 
tumbre de mesa más exquisita, sino que, echando por encima 
un poco de harina, endulzó la amargura con la misma virtud 
espiritual con que Moisés endulzó el agua de Mará. Escucha 



Loth, amicus Dei, in monte saluatus et de tot milibus populis so- 
lus iustus inuentus inebriatur a filiabas suis; et licet putarent genus 
hominum defecisse et hoc facerent liberorum magis desiderio quam 
libidinis, tamen uirum iustum sciebant hoc nisi ebrium non esse fac- 
turum; denique quid fecerit ignorauit: et — quamquam uoluntas non 
sit in crimine, error in culpa est — inde nascuntur Moabitae et Amma- 
nitae, inimici Israhel, qui usque ad quartam et decimam progeniem et 
usque in aeternum non ingrediuntur ecclesiam Dei. 

9. Helias, cum lezabel fugeret et sub quercu fessus iaceiet, uenien- 
te ad se angelo suscitatur et dicitur ei: «surge et manduca». Et respexit, 
et ecce ad caput eius pañis olyrae et uas aquae. Reuera non poterat Deus 
conditum ei merum mittere et ex oleo cibos et carnes contusione mu- 
tatas? Heliseus filios prophetarum inuitat ad prandium et herbis agres - 
tibus eos alens consonum prandentium audit clamorem: mors in olla, 
homo Dei! Non iratus est cocis — lautioris enim mensae consuetudi- 
nem non habebat — , sed fariña desuper iacta amaritudinem dulcorauit 
eadem spiritus uirtute quam Moyses mutauerat Merra. Necnon et ülos 
qui ad se conprehendendum uenerant, oculis pariter ac mente caeca- 



>9 1 Re 19,5-6. 
40 2 Re 4,40. 



22,10 A Eustoquia 215 

también qué comida mandó se pusiera a aquellos que habían 
venido a prenderle y a quienes, cegados de ojos y espíritu, llevó 
a Samaría sin que ellos se dieran cuenta: Pon ante ellos pan y 
agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor . También 
se pudo llevar a Daniel, de los platos del rey, una comida más 
refinada; pero Habacuc le lleva la de unos segadores, que me 
figuro sería vulgar. Por eso fue Daniel llamado «varón de de- 
seos», pues no comió nunca el pan del deseo ni bebió el vino 
de la concupiscencia. 

10. Son innumerables los textos dispersos en las Escritu- 
ras divinas que condenan la gula y proponen comidas sencillas; 
pero como no es intención mía tratar ahora de los ayunos, por 
otra parte todas estas cosas pertenecen a título y libro especial, 
baste lo poco que he dicho de entre lo mucho que se podría de- 
cir. Por lo demás, tú misma puedes seleccionar otros pasajes; por 
ejemplo: cómo el primer hombre, por obedecer antes al vientre 
que a Dios, fue expulsado del paraíso a este valle de lágrimas, 
y cómo Satanás tentó por el hambre al Señor mismo en el de- 
sierto; o también cómo el Apóstol no para de gritar: La comida 
para el vientre y el vientre para la comida; pero Dios destruirá a 
la una y al otro '^^; y a propósito de los lujuriosos: Su dios es el 
vientre Cada uno da culto a lo que ama. Por tanto, hay que 
procurar con toda diligencia que, ya que la hartura nos echó del 
paraíso, el hambre nos devuelva a él. 

tos, cum Samariam nescios induxisset, qualibus epulis refici imperarit 
ausculta: pone eis panem et aquam; et tnanducent et hihant et remittan- 
tur ad dominum suum. Potuit et Danihelo de regis ferculis opulentior 
mensa transferri, sed Ambacum messorum prandium portat, arbitror, 
rusticanum. Ideoque et «desideriorum uir» appeUatus est, quia panem 
desiderii non manducauit et uinum concupiscentiae non bibit. 

10. Innumerabilia sunt scripturis respersa diuinis, quae gulam 
damnent et simplices cibos praebeant; uerum quia nunc non est pro- 
positum de ieiuniis disputare, et uniuersa exsequi sui est tituli et uolu- 
minis, haec sufficiant pauca de plurimis. Alioquin ad exemplum horum 
poteris tibi ipsa colligere, quomodo et primus de paradiso homo uen- 
tri magis oboediens quam Deo in hanc lacrimarum deiectus est uallem, 
et ipsum Dominum fame satanás temptauerit in deserto, et apostólas 
clamitet: esca uentri et uenter escae, Deus autem et huno et illam des- 
truet, et de luxuriosis: quorum Deus uenter est. Id enim colit unusquis- 
que quod diligit. Ex que sollicite prouidendum est ut, quos saturitas 
de paradiso expulit, reducat esuries. 



41 2 Re 6,22. 

42 1 Cor 6,13. 
4^ Flp 3,19. 



216 



A Bustoquia 



22,11 



11. Y si replicas que has nacido de noble linaje y te has 
criado siempre en el lujo y entre plumas, y que no puedes pres- 
cindir del vino y de manjares exquisitos, y que, en fin, no vas 
a poder vivir conforme a estas leyes tan rigurosas, te replicaré: 
«Pues vive según tu ley, ya que no puedes conforme a la de Dios». 
No es que Dios, Creador y Señor del universo, se complazca 
en el rugido de nuestros intestinos ni en el vacío del vientre o 
el ardor de nuestros pulmones. Pero nuestra castidad no puede 
estar segura de otro modo. Escucha lo que Job, amigo de Dios 
y, por testimonio del mismo Dios, hombre sin tacha y sencillo, 
sospecha del diablo: Su fuerza está en sus ríñones y en los múscu- 
los del vientre su vigor Pudorosamente se mientan aquí los ór- 
ganos de la generación del hombre y de la mujer por medio de 
un eufemismo. Del mismo modo que cuando se promete que uno 
salido de los lomos de David ha de sentarse en su trono; o que 
en Egipto entraron setenta y cinco almas que habían salido del 
muslo de Jacob, o que después de la lucha con Dios se marchitó 
la anchura de su muslo y no engendró Jacob más hijos; también 
al que ha de celebrar la Pascua se le manda que lo haga ceñidos 
y mortificados los lomos, y a Job le dice Dios: Ciñe tus lomos 
como un bravo y Juan Bautista se ciñe con un cinto de piel 
y los apóstoles reciben mandato de ceñir sus lomos y tener en 
las manos las antorchas del Evangelio. Sin embargo, a Jerusa- 
lén, que fue hallada cubierta de sangre en el campo del error, 
se le dice en Ezequíel: No se te cortó el cordón umbilical , Por 

11. Quodsi uolueris responderé te nobili stirpe generatam, sem- 
per in deliciis, semper in plumis, non posse a uino et esculentioribus 
cibis abstinere nec his legibus uiuere districtius, respondebo: «uiue er- 
go lege tua, quae Dei non potes». Non que Deus, uniuersitas creator 
et dominus, intestinorum nostrorum rugitu et inanitate uentris pulmo- 
numque delectetur arderé, sed que aliter pudicitia tuta esse non pos- 
sit. lob Deo carus et testimonio ipsius inmaculatus et simplex, audi 
quid de diabolo suspicetur: uirtus eius in lumbis et potestas eius in um- 
bilico. Honeste uiri mulierisque genitalia inmutatis sunt appellata no- 
minibus. Vnde et de lumbis Dauid super sedem eius promittitur esse 
sessurus; et septuaginta et quinqué animae intíüierunt Aegyptum, quae 
exierunt de femore lacob, et postquam conluctante Deo latitudo fe- 
moris eius emarcuit, a liberorum opere cessauit; et qui pascha factu- 
rus est accinctis mortificatisque lumbis faceré praecipitur; et ad lob 
dícit Deus: accingere sicut uir tumbos tuos; et lohannes zona pellicia 
cingitur; et apostoli iubentur accinctis lumbis habere in manibus euan- 

Job 40,16. 

45 Job 38,3. 

46 Ez 16,4. 



22,13 



A Eustoquia 



217 



consiguiente, todo el poder del diablo contra los varones está 
en sus lomos, y contra las mujeres toda su fortaleza está en el 
ombligo. 

12, ¿Quieres saber si es realmente como te digo? Fíjate en 
estos ejemplos. Sansón, más fuerte que un león y más dutx) que 
una peña, que persiguió él solo y sin armas a mil armados, se 
reblandece con los abrazos de Dalila. David, escogido según el 
corazón de Dios y que tantas veces había cantado con boca san- 
ta el advenimiento de Cristo, después que, paseando por la te- 
rraza de su palacio, quedó prendado de la desnudez de Betsabé, 
al adulterio juntó el homicidio. Advierte de paso cómo no hay 
mirada segura, ni siquiera en casa. Por eso se dirige arrepentido 
a Dios: Contra ti solo he pecado y he hecho lo malo delante de 
ti Como rey no temía efectivamente a otro. Salomón, por 
medio del cual la divina sabiduría se cantó a sí misma, y que 
disertó sobre todo, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que 
brota en el muro se apartó del Señor por haberse hecho 
amante de mujeres. Y para que nadie confíe en el parentesco 
de la sangre, Ammón se abrasó en ilícitos amores hacia su her- 
mana Tamar. 

13. Me cuesta tener que decir cuántas vírgenes caen cada 
día, cuántas pierde de su seno la madre Iglesia, sobre cuántas 
estrellas pone su trono el soberbio enemigo, cuántas peñas hiende 

gelii lucernas. Ad Hierusalem uero, quae respersa sanguine in campo 
inuenitur erroris, in Ezechiel dicitur: non est praecisus umbilicus tuus. 
Omnis igitur aduersus uiros diaboli uirtus in lumbis est, omnis in um- 
bilico contra feminas fortitudo. 

12. Vis scire ita esse ut dicimus? accipe exempla. Sampson leone 
fortior, saxo durior et qui unus et nudus mille est persecutus armatos, 
in Dalilae mollescit amplexibus; Dauid secundum cor Domini electus 
et qui uenturum Christum sánete saepe ore cantauerat, postquam deam- 
bulans super tectum domus suae Bethsabeae captus est nuditate, adul- 
terio iunxit homicidium. Vbi et illud breuiter adtende, quod nuUus sit, 
etiam in domo, tutus aspectus. Quapropter ad Deum paenitens loqui- 
tur: tibi soli peccaui et malum coram te feci. Rex enim alium non time- 
bat. Salomón, per quem se cecinit ipsa sapientia, qui disputauit a cedro 
Libani usque ad hysopum quae exit per parietem, recessit a Domino quia 
amator mulierum fuit. Et ne aliquis etiam de sanguinis sibi propinqui- 
tate confideret, in inlicitum Thamar sororis Amnon frater exarsit in- 
cendium. 

13. Piget dicere quot cotidie uii^enes ruant, quantas de suo gre- 
mio mater perdat ecclesia, super quot sidera superbus inimicus ponat 



47 Sal 50,6. 

48 1 Re 5,13. 



218 



A Bustoquia 



22,13 



la serpiente para habitar en sus cavidades. Puedes ver a muchas, 
viudas ya antes de casarse, encubrir su desdichada conciencia 
con hábito mentiroso, y si no las hubiera traicionado la hincha- 
zón del vientre y, luego, los vagidos de los pequeñuelos, anda- 
rían con el cuello erguido y con pies juguetones. Otras toman 
de antemano pócimas de esterilidad y cometen homicidio con 
el ser humano que no pudo ser concebido. Algunas, cuando ad- 
vierten que han concebido criminalmente, preparan los vene- 
nos del aborto y frecuentemente acontece que, muriendo también 
ellas, bajan a los infiernos reas de triple crimen: homicidas de 
sí mismas, adúlteras de Cristo y parricidas del hijo aún no nacido. 

Estas son las que suelen decir: Para los limpios todo es lim- 
pio «Me basta mi conciencia. Dios busca un corazón. ¿Por 
qué me voy a privar de los alimentos que Dios creó para que 
usemos de ellos?». Y si alguna vez quieren hacerse las graciosas 
y alegres, se empapan de abundante vino puro, y uniendo el sa- 
crilegio a la embriaguez dicen: «¡Lejos de mí privarme de la sangre 
de Cristo!». Y a la que ven triste y pálida, la llaman desgraciada 
y monja y maniquea. Y con toda lógica, pues para semejante 
modo de vida el ayuno es herejía. Estas son las que se hacen 
notar en público, y con guiños furtivos arrastran en pos de sí 
a toda una grey de jovenzuelos. Estas son las que deberán oír 
permanentemente de boca del profeta: Tienes rostro de mujer des- 
carada y no te avergüenzas En su vestido únicamente hay un 

thronum suum, quot petras excauet et habitet coluber in foraminibus 
earum. Videas plerasque uiduas ante quam nuptas infelicem conscien- 
tiam mentita tantum ueste protegeré, quas nisi tumor uteri et infan- 
tum prodiderit uagitus, erecta ceruice et ludentibus pedibus incedunt. 
Aliae uero sterilitatem praebibunt et necdum nati hominis homicidium 
faciunt. Nonnullae, cum se senserint concepisse de scelere, aborti uene- 
na meditantur et frequenter etiam ipsae commortuae trium criminum 
reae ad inferes perducuntur, homicidae sui, Christi adulterae, necdum 
nati füii parricidae. 

Istae sunt quae solent dicere: omnia munda muñáis. «Sufficit mihi 
conscientia mea. Cor mundum desiderat Deus. Cur me abstineam a 
cibis, quos Deus creauit ad utendum?» et si quando lepidae et festiuae 
uolunt uideri et se mero ingurgitauerint, ebrietati sacrilegium copu- 
lantes aiunt; «absit, ut ego me a Christi sanguine abstineam». Et quam 
uiderint tristem atque pallentem, miseram et monacham et Manicheam 
uocant, et consequenter; tali enim proposito ieiunium heresis est. Hae 
sunt, quae per pubHcum notabiliter incedunt et furtiuis oculorum nu- 
tibus adulescentium gregem post se trahunt, quae semper audiunt per 



49 Tit 1,15. 

50 Jr 3,3. 



22,15 



A Eustoquia 



219 



toque tenue de púrpura, la cabeza va sujeta flojamente para que 
cuelgue el pelo, el calzado es rústico, el chai revolotea sobre los 
hombros, las mangas son estrechas y pegadas a los brazos, y el 
caminar es lánguido debido al movimiento desenvuelto de las 
rodillas: ésa es toda la virginidad para ellas. Tengan ellas si quieren 
sus panegiristas, y que bajo el nombre de vírgenes tengan un 
fin más fastuoso. Yo no estoy dispuesto a complacerlas. 

14. Vergüenza me da hablar de ello: la cosa es lamentable, 
pero verdadera. ¿Por dónde se ha metido en las iglesias la pesti- 
lencia de las «agapetas»? ¿De dónde viene ese nombre de espo- 
sas sin que medie casamiento? O mejor, ¿de dónde viene esa 
nueva clase de concubinas? Añadiré más: ¿De dónde esas rame- 
ras de un solo hombre? Conviven en la misma casa, en la misma 
alcoba, a veces se acuestan también en una sola cama, y si pen- 
samos algo, nos llaman suspicaces. El hermano abandona a su 
hermana virgen, la virgen desprecia a su hermano célibe, y fin- 
giendo abrazar la misma profesión, buscan el consuelo espiri- 
tual de los extraños para poder tener en casa comercio carnal. 
A gentes de esta clase los reprende el Señor en los Proverbios 
de Salomón diciendo: ¿Puede uno meter fuego en su regazo sin 
que le ardan los vestidos? ¿O andar sobre las brasas sin que se le 
quemen los pies? 

15. Repudiadas y desterradas estas que no quieren ser vír- 
genes, sino parecerlo, en adelante todo mi discurso se dirigirá 

prophetam: facies meretricis facta est tibi, inpudorata es tu. Purpura tan- 
tum in ueste sit tenuis et laxius, ut crines decidant, ligatum caput, soc- 
cus uilior et per umeros maforte uolitans, strictae manicae bracchiis 
adhaerentes et solutis genibus fractus incessus: haec est apud illas tota 
uirginitas. Habeant istlusmodi laudatores suos, et sub uirginali nomi- 
ne lucrosius pereant: libenter taübus non placemus. 

14. Pudet dicere, pro nefas! triste sed uerum est: unde in eccle- 
sias agapetarum pestis introiit? unde sine nuptiis aliud nomen uxorum? 
immo unde nouum concubinarum genus? plus inferam: unde meretri- 
ces uniuirae? eadem domo, uno cubículo, saepe uno tenentur et lectu- 
lo, et suspiciosos nos uocant si aliquid aestimemus. Frater sororem 
uirginem deserit, caelibem spernit uirgo germanum et, cum in eodem 
proposito esse se simulent, quaerunt alienorum spiritale solacium, ut 
domi habeant carnale commercium. Istiusmodi homines in Prouerbiis 
Salo monis arguit Deus dicens: Alligabit quis ignem in sinu et uestimen- 
ta eius non conburentur? aut ambulabit supra carbones ignis et pedes illius 
non ardebunt? 

15 . Explosis igitur et exterminatis his quae nolunt esse uirgines, 
sed uideri, nunc ad te mihi omnis dirigitur oratío, quae quanto prima 



51 Prov 6,27-28. 



220 



A Eustoquia 



22,16 



a ti, que has sido la primera noble virgen de la ciudad de Roma 
y, por consiguiente, has de esforzarte tanto más para no verte 
privada de los bienes presentes y de los futuros. A la verdad, 
las cargas que lleva consigo el matrimonio y lo incierta que es 
la dicha conyugal, lo has podido aprender con ejemplos familia- 
res, pues tu hermana Blesila, mayor que tú por la edad y menor 
por el propósito de perfección, quedó viuda a los siete meses 
de casada, j Desdichada condición humana, ignorante de lo por 
venir! Ella perdió la corona de la virginidad y el disfrute del 
matrimonio. Y aunque ocupa el segundo grado de la castidad, 
puedes imaginarte qué cruces no tendrá que soportar a cada mo- 
mento, al ver diariamente en su hermana lo que ella ha perdido, 
y cómo siendo para ella más difícil renunciar al placer probado, 
recibirá, sin embargo, menor galardón por su castidad. Pero que 
también ella esté tranquila y contenta: tanto el fruto del ciento 
por uno como el del sesenta, ambos provienen de la única semi- 
lla de la castidad. 

16. No quiero que asistas a las reuniones de las matronas 
ni que frecuentes las casas de los nobles; no quiero que veas a 
menudo lo que despreciaste porque querías ser virgen. Si estas 
buenas mujeres se felicitan de tener como maridos a jueces o 
personajes constituidos en dignidad, si a la mujer del empera- 
dor acuden con sus saludos los ambiciosos, ¿por qué vas a hacer 
tú agravio a tu esposo? ¿Por qué has de correr tú, esposa de Dios, 



Romanae urbis uirgo nobilis esse coepisti, tanto tibi amplius laboran- 
dum est, ne et praesentibus bonis careas et futuris. Et quidem moles- 
tias nuptiarum et incerta coniugii de domestico exemplo didicisti, cum 
sóror tua Blesilla aetate maior sed proposito minor, post acceptum ma- 
ritum séptimo mense uiduata est. O infelix humana conditio et futuri 
nescia! et uirginitatis coronam et nuptiarum perdidit uoluptatem. Et 
quanquam secundum pudicitae gradum teneat, tamen quas iQam per 
momenta sustinere aestimas cruces spectantem cotidie in sorore quod 
ipsa perdiderit et, cum difficilius experta careat uoluptate, minorem 
continentiae habere mercedem? sit tamen et illa secura, sit gaudens: 
centesimus et sexagésimas fructus de uno sunt semine castitatis. 

16- Nolo babeas consortia matronarum, nolo ad nobÜium acce- 
das domos, nolo te frequenter uidere quod contemnens uii^o esse uoluis- 
ti. Si sibi solent adplaudere mulierculae de iudicibus uiris et in aliquia 
positis dignitate, si ad imperatoris uxorem concurrit ambitio salutan- 
tum, cur tu f acias iniuriam uiro tuo? ad hominis coniugem Dei sponsa 
quid properas? disce in hac parte superbiam sanctam, scito te illis esse 
meliorem. Ñeque uero earum te tantum cupio declinare congrcssus quac 
maritorum inflantur honoribus, quas eunuchorum gteges saepiunt et 
in quarum uestibus adtenuata in filum metalla texuntur, sed etiam eas 



22,17 



A Eustoquia 



221 



para ver a la esposa de un hombre? Aprende en esto un santo 
orgullo: sábete que eres mejor que ellas. Y no quiero que evites 
únicamente el trato de las que se pavonean de los honores de 
sus maridos, van rodeadas de eunucos y cuyos vestidos están en- 
tretejidos de finos filamentos metálicos. Huye igualmente de aque- 
llas a quienes la necesidad hizo viudas; y no es que éstas deban 
alegrarse de la muerte de sus maridos; pero deberían aprovechar 
la ocasión que se les ofrece de guardar castidad. Sin embargo, 
la realidad es que su vestido ha cambiado, pero la antigua os- 
tentación no. Delante de sus literas marcha una caterva de eunu- 
cos, en sus mejillas arreboladas se distiende el cutis por el ma- 
quillaje, y cualquiera pensaría no que han perdido su marido, 
sino que andan en su busca. Su casa está llena de aduladores 
y de invitados. Los mismos clérigos, que deberían ofrecerles ins- 
trucción e infundirles el temor, acuden a besar las cabezas de 
sus patrocinadoras, y extendiendo la mano, se diría que iban a 
bendecir, si no se supiera que lo hacen para recibir la paga de 
la visita. Ellas, por su parte, como ven que los sacerdotes nece- 
sitan de su ayuda, se hinchan de soberbia, y porque, después 
de haber probado el señorío de los maridos, prefieren la liber- 
tad de la viudez, se las llama castas y «ñoñas»; aunque, después 
de una cena opípara, sueñen con los mismos apóstoles. 

17. Tus compañeras sean aquellas que veas afinadas por los 
ayunos, las de cara pálida y a quienes recomienda la edad y la 
vida, aquellas que cantan diariamente en sus corazones: ¿Dón- 



fuge quas uiduas necessitas fecit, non quo mortem optare debuerint 
maritorum, sed quo datam occasionem pudicitiae libenter arripere. 
Nunc uero tantum ueste mutata pristina non mutatur ambitio. Praece- 
dit caucas basternarum ordo semiuir et rubentibus bucéis cutis farsa 
distenditur, ut eas putes maritos non amisisse sed quaerere. Plena adu- 
latoribus domus, plena conuiuis. Chñci ipsi, quos et magisterio esse 
oportuerat et timori, osculantur capita patronarum et extensa manu, 
ut benedicere eos putes uelle, si nescias, pretium accipiunt salutandi. 
lUae interim quae sacerdotes suo uident indigere praesidio, eriguntur 
in superbiam, et quia maritorum expertae dominatum uiduitatis prae- 
ferunt libertatem, castae uocantur et nonnae, et post cenam dubiam 
apostólos somniant. 

17. Sint tibí sociae, quas uideris quod ieiunia tenuant, quibus pa- 
llor in facie est, quas es actas probauit et uita, quae cotidie in cordibus 
suis canunt: ubi pascis? ubi cubas in meridie? quae ex affectu dicunt: 
cupio dissolui et esse cum Christo, Esto subiecta parentibus: imitare spon- 
sum tuum. Rarus sit egressus in publicum, martyres tibi quaerantur 
in cubiculo tuo. Numquam causa decrit procedendi, si semper, quan- 
do necesse est processura sis. Moderatus cibus et numquam uenter re- 



222 



A Bustoquiá 



22,11 



de apacientas el rebaño? ¿Dónde sesteas al mediodía? Las que 
dicen amorosamente: Deseo morir y estar con Cristo Sé obe- 
diente a tus padres: imita a tu esposo. Sea rara tu salida al pú- 
blico: busca a los mártires en tu propio aposento. Si tuvieras 
que salir siempre que es menester, nunca te faltarían pretextos 
para salir. La comida sea moderada y nunca se llene demasiado 
el estómago. La verdad es que hay muchísimas que, siendo so- 
brias en el vino, son ebrias por la prodigalidad de las comidas. 
Cuando te levantes por la noche para orar, no te haga ruidos 
la digestión, sino el apetito. 

Lee con asiduidad y aprende todo lo posible. Que el sueño 
te sorprenda siempre con un libro, y que tu cara, al caer dormi- 
da, sea recibida por una página santa. Tu ayuno sea diario y tu 
refección evite la hartura. De nada aprovecha pasar dos o tres 
días con el estómago vacío si luego se lo abruma de comida y 
el ayuno se compensa con un hartazgo. La mente se embota in- 
mediatamente por la hartura y, como tierra muy regada, germi- 
na las espinas de las pasiones. Si alguna vez sintieres que el 
hombre exterior suspira por la flor de la mocedad; si después 
de comer, acostada en tu lecho, te agitare el dulce cortejo de los 
deseos, echa mano del escudo de la fe, en el que se extinguen 
los dardos encendidos del diablo. Todos los adúlteros tienen co- 
razones como un homo ardiente Pero tú, que caminas en 

pletus. Plurimae quippe sunt quae, cum uino sint sobriae, ciborum 
largitate sunt ebriae. Ad orationem tibi nocte surgenti non indigestio 
ructum faciat, sed inanitas. 

Crebrius lege et disce quam plurima. Tenenti codicem somnus obre- 
pat, et cadentem faciem pagina sancta suscipiat. Sint tibi cotidiana ieiu- 
nia et refectio satietatem fugiens. Nihil prodest biduo triduoque 
transmisso uacuum portare uentrem, si pariter obruítur, si conpensa- 
tur saturitate ieiunium. Ilico mens repleta torpescit et inrigata humus 
spinas libidinum germinat. Si quando senseris exteriorem hominem 
florem adulescentiae suspirare et accepto cibo cum te in lectulo con- 
positam dulcis libidinum pompa concusserit, arripe scutum fidei, in 
que ignitae diaboli extinguuntur sagittae. Omnes adulterantes^ quasi di- 
banus corda eorum. At tu Christi comitata uestigiis et sermonibus eius 
intenta dic: nonne cor nostrum erat ardens in uta, cum aperiret nobis lesus 
scripturas? et illud: ignitum eloquium tuum, et seruus tuus dilexit illud. 
Difficile est humanam animam non amare, et necesse est ut in quos- 
cumpque mens nostra trahatur affectus. Carnis amor spiritus amere 
superatur; desiderium desiderio restinguitur. Quidquid inde minuitur, 

52 Cant 1,7. 

53 Flp 1,23. 

54 Os 7,4. 



22,18 



A Euséoquia 



22?> 



compañía de Cristo y estás atenta a sus palabras, dirás: ¿No ar- 
día nuestro corazón por el camino, cuando Jesús nos declaraba las 
Escrituras? Y lo otro del salmo: Tu promesa es acrisolada y y 
tu siervo la ama Es difícil que el alma humana no ame, e ine- 
ludiblemente nuestro espíritu es arrastrado por algún amor. El 
amor de la carne se vence por al amor del espíritu, y un deseo 
se vence con otro deseo. \jq que el uno disminuye, el otro crece. 
Lo mejor que puedes hacer es repetir constantemente: En mi 
lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma Mortifi- 
cad, dice el Apóstol, vuestros miembros terrenos Por eso, él 
mismo decía confiadamente: Y no vivo yo, sino que es Cristo quien 
vive en mí^'^. El que mortificó sus miembros y caminaba en 
imagen, no teme decir: Estoy como un odre expuesto a la escar- 
chad*^, pues ha quedado cocido cuanto en mí había de humor; 
y: Se me doblan las rodillas de no comer y: Me olvido de co- 
mer mi pan; con la violencia de mis quejidos se me pega la piel 
a los huesos 

18. Sé cigarra de la noche. Lava todas las noches tu lecho 
y riega con lágrimas tu cama Vela y sé como pájaro en la so- 
ledad. Salmodia con el espíritu, salmodia también con la men- 
te: Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios: El 
perdona todas tus culpas, y cura todas tus enfermedades; El rescata 
tu vida de la fosa ¿Quién de nosotros puede decir de cora- 
zón: En vez de pan como ceniza y mezclo mi bebida con llanto? 

hinc crescit. Quin potius semper ingemina: Super lectum meum in noc- 
tibus quaesiui quem dilexit anima mea. Mortificatey ait apostolus, mem- 
bra uestra super terram. Vnde et ipse confidenter aiebat: uiuo autem iam 
non ego, uiuit autem in me Christus. Qui mortificauit membra sua et 
in imagine perambulabat, non timet dicere: factus sum tamquam uter 
in pruína; quidquid enim in me fuit umoris, excoctum est, et: infirma- 
ta sunt tn ietunto genua mea, et: oblitus suum manducare panem meum; 
a uoce gemitus mei adhaesit os meum cami meae. 

18- Esto cicada noctium. Laua per singulas noctes lectum tuum, 
in lacrimis stratum tuum riga. Vigila et fiere sicut passer in solitudine. 
Psalle spiritu, psalle et mente: benedic anima mea Dominum, et ne 
obliuiscaris omnes retributiones eius, qui propitiatur cunctis iniquitatibus 
tuis, qui sanat omnes infirmitates tuas et reáimit ex corruptione uitam tuam. 
Quis nostrum ex corde dicere potest: quia cinerem quasi panem man- 
ducanui et potionem meam cum fletu miscebam? an non flendum est, 



55 Le 24,32. 

56 Sal 118,140. 

57 Cant 3,1. 

58 Col 3,5. 



59 Gál 2,20. 

60 Sal 118,83. 

61 Sal 108,24. 

62 Sal 101,5-6. 



63 Cf. Sal 6,7. 

64 Sal 102,2-4. 

65 Sal 101,10. 



224 



A Eustoquia 



22,19 



¿Es que no hay razón para llorar y para gemir, cuando la ser- 
piente me convida de nuevo a manjares ilícitos; cuando, después 
de echarme del paraíso de la virginidad, me quiere vestir de tú- 
nicas de pieles, las mismas que, al volver al paraíso, arrojó Elias 
a la tierra? ¿Qué me importa un placer que pasa en breve? ¿De 
qué me aprovecha este dulce y mortífero canto de las sirenas? 
No quiero incurrir en la sentencia que fue dada contra la huma- 
nidad condenada: Con dolores y angustias darás a luz, mujer, y 
al varón te volverás Esta ley no me atañe. Vuélvase a su ma- 
rido la que no tiene por esposo a Cristo. Al final, con muerte 
morirás Ese será el final del matrimonio. Mi profesión no 
tiene que ver con el sexo. Tengan las nupcias su tiempo y su 
título. Para mí, la virginidad está consagrada en María y en Cristo. 

19. Quizá diga alguien: ¿Y te atreverás a hablar mal de las 
nupcias que fueron bendecidas por el Señor? No es menospre- 
ciar las nupcias anteponerles la virginidad. Nadie compara lo 
malo con lo bueno. Que las casadas se glorían de ocupar el se- 
gundo grado después de las vírgenes. Creced y multiplicaos, dice 
la Escritura, y llenad la tierra Crezca y multipliqúese el que 
ha de llenar la tierra. Tu puesto está en el cielo. Creced y multi- 
plicaos. Este mandato se cumple después de la desnudez del pa- 
raíso, después de las hojas de la higuera que presagiaban el 
atractivo de las nupcias. Que se case el que come el pan con 

non gemendum, cum me rursus serpens inuitat ad inlicitos cibos? cum 
de paradíso uirginitatis eiectum tunicis uult uestire pelliciis quas He- 
lias ad paradisum rediens proiecit in terram? quid mihi et uoluptati, 
quae in breui perit? quid cum hoc dulci et mortifero carmine sirena- 
rum? nolo illi subiacere sententiae, quae in hominem est lata damna- 
tum: «in doloribus et anxietatibus parles, mulier» — lex ista non mea 
est — , «et ad uirum conuersio tua». Sit conuersio illius ad maritum, 
quae uirum non habet Christum, et ad extremum «morte morieris» fi- 
nís iste coniugii: meum propositum sine sexu est. Habeant nuptiae suum 
tempus et titulum: mihi uirginitas in María dedicatur et Christo. 

19. Dicat aliquis: «et audes nuptiis detrahere, quae a Domino be- 
nedictae sunt?» non est detrahere nuptiis cum illis uirginitas antefer- 
tut Nemo malum bono conparat, Glorientur et nuptae cum a uirginibus 
sunt secundae. Crescite, ait, multiplicamini et replete terram. Crescat 
et multiplicetur ille qui inpleturus est terram: tuum agmen in caelis 
est. Crescite et multiplicamini. Hoc expletur edictum post paradisium 
et nuditatem, et ficus folia auspicantia pruriginem nuptiarum. Nubat 
et nubatur ille qui in sudore faciei comedit panem suum, cui térra tri- 

66 Gén 3,16. 

67 Gén 2,17. 

68 Gén 1,18. 



22,19 



A Eustoquia 



225 



el sudor de su frente, aquel a quien la tierra cría cardos y espi- 
nas, aquel cuya hierba es ahogada por las espinas. Mi semilla 
tiene la fecundidad del ciento por uno. No todos entienden esta 
palabra de Dios, sino aquellos a quienes les es concedido A 
otros hace eunucos la necesidad, a mí la voluntad. Hay tiempo 
de abrazarse y tiempo de separarse; hay tiempo de tirar piedras y 
tiempo de recogerlas Después que de la dureza de las nacio- 
nes le nacieron hijos a Abrahán, empezaron a rodar por la tierra 
piedras santas. Pasan, en efecto, los torbellinos de este mundo 
y giran en el carro de Dios con la celeridad de las ruedas. Que 
se cosan túnicas los que perdieron la túnica inconsútil que vie- 
ne de lo alto, los que gustan del vagido de los niños, que en el 
comienzo mismo de la luz lloran por haber nacido. Eva fue vir- 
gen en el paraíso. Las nupcias comenzaron después de las túni- 
cas de pieles. Tu tierra es el paraíso. Consérvate tal como naciste 
y di: Alma mía, recobra tu calma Y para que sepas que la vir- 
ginidad es cosa de la naturaleza y las nupcias consecuencia del 
pecado: la carne nace virgen de las nupcias, restableciéndose en 
el fruto lo que se perdió en la raíz. Saldrá una vara de la raíz de 
Jesé y una flor de sus raíces brotará La vara es la madre del 
Señor, sencilla, pura, sincera, sin germen alguno que se le pega- 
ra de fuera y, a semejanza de Dios, fecunda por sí sola. La flor 
de la vara es Cristo, que dice: Yo soy la flor del campo y el lirio 
de los valles De El se dice en otro lugar que es la piedra cor- 
bulos generat et spinas, cuius herba sentibus suffocatur: meum semen 
centena fruge fecundum est. Non omnes capiunt uerbum Dei, sed hi 
quibus datum est. Alium eunuchum necessitas faciat, me uoluntas. Tem- 
pus amplexandi et tempus abstinendi manus a conplexu; tempus mittendi 
lapides et tet?ípus colligendi. Postquam de duritia nationum generati sunt 
fiiii Abraham, coepenint sancti lapides uolui super terram. Pertran- 
seunt quippe mundi istius turbines et in curru Dei rotarum celeritate 
uoluuntur. Consuant túnicas qui inconsutam desursum tunicam perdi- 
derunt, quos uagitus delectat infantum, in ipso lucis exordio fletu lu- 
gente quos nati sunt. Eua in paradiso uirgo fuit; post pellicias túnicas 
initium nuptiarum. lúa regio paradisus. Sema quod nata es, et dic: 
reuertere, anima mea, in réquiem tuam. Et ut scias uirginitatem es se na- 
turae, nuptias post delictum: uirgo nascitur caro de nuptiis, in fructu 
reddens quod in radice perdiderat. Uxiet uirga de radice lesse et flos de 
radice ascendet. Virga mater est Domini, simplex, pura, sinceris nullo 
extrinsecus germine cohaerent et ad similitudinem Dei unione fecun- 

69 Mt 19,11. 

70 Qoh 3,5. 

71 Sal 114,7. 

72 Is 11,1. 

7> Cant 2,1. 



226 



A Eustoquia 



22,20 



tada del monte sin intervención de manos, profecía que da a en- 
tender cómo Cristo virgen había de nacer de madre virgen. Por 
«mano» se entiende aquí la obra de las nupcias, como en el pa- 
saje: Su izquierda sobre mi cabeza y su diestra me abraza '^^ . Lo 
mismo quiere significar el hecho de que los animales que metió 
Noé por parejas en el arca son inmundos — el número impar, 
en cambio, es limpio — ; el hecho de que Moisés y Josué reciben 
orden de andar por la tierra santa con los pies descalzos, y los 
discípulos son enviados a predicar el Evangelio sin el peso de 
calzados y sin ataduras de pieles; y el hecho, en fin, de que los 
soldados, al repartirse a suerte los vestidos de Jesús, no hallaron 
zapatos que llevarse. Porque no iba a tener el Señor lo que ha- 
bía prohibido a sus siervos. 

20. Alabo las nupcias, alabo el matrimonio, pero porque 
me engendran vírgenes. De entre las espinas cojo la rosa, de la 
tierra el oro, de la concha la perla. ¿Acaso el que .ara se pasa 
todo el día arando? ¿No se alegrará también" con el fruto de su 
trabajo? El matrimonio es tanto más honrado cuanto más se ama 
lo que de él nace. ¿Por qué miras, madre, con malos ojos a tu 
hija? De tu leche se alimentó, de tus entrañas salió y en tu rega- 
zo creció, y tú con piadosa solicitud la guardaste. ¿Te indignas 
de que no haya querido ser esposa de un soldado, sino del rey? 
Gran beneficio te ha hecho, pues has empezado a ser suegra de 
Dios. 

da. Virgae flos Christius est dicens: ego flos campi et lilium conuallium. 
Quit et in alio loco lapis praedicatur abscisas de monte sine manibus 
significante prophetia uírginem nasciturum esse de uirgine. Manus quip- 
pe accipiuntur pro opere nuptiarum, ut ibi: sinistra eius sub capite meo 
et dextera eius amplexabitur me. In huius sensus congruit uoluntatem 
etiam illud, quod animalia, quae a Noe bina in arcam inducuntur, in- 
munda sunt — inpar numerus est mundus — ; quod Moyses et lesus 
Ñaue nudis in sanctam terram pedibus iubentur incedere, et discipuH 
sine calciamentorum enere et uinculis pellium ad praedicationem euan- 
gelii destinantur; quod milites uestimentis lesu serte diuisis caligas non 
habuere quas tollerent. Nec enim poterat habere Dominus quod pro- 
hibuerat in seruis. 

20. Laudo nuptias, laudo coniugium, sed quia mihi uitgines ge- 
nerant: lego de spinis rosas, de térra aurum, de conca margaritum. Num- 
quid qui arat tota die arabit? nonne et laboris sui fruge laetabitur? plus 
honorantur nuptiae, quando quod de illis nascitur plus amatur. Quid 
inuides, mater, filiae? tuo lacte nutrita est, tuis educta uisceríbus in 
tuo adoleuit sinu, tu illam sedula pietate seruasti: indignaris quod no- 
luit militis uxor esse sed regis? grande tibi beneficium praestitit: so- 
crus Dei esse coepisti. 



74 Cant 2,6. 



22,21 



A Eustoquia 



227 



Dice el Apóstol: Acerca de la virginidad no tengo precepto del 
Señor ¿Por qué? Porque el ser él mismo virgen no fue obra 
de mandato, sino de su propia voluntad. No hay que dar crédito 
a quienes propalan que tuvo mujer, pues hablando de la conti- 
nencia y aconsejando la castidad perpetua, añadió: Quiero que 
todos sean como yo mismo y más abajo: A los célibes y a las 
viudas les digo: Bien les está quedarse como yo'''^\ y en otro lu- 
gar: ¿Acaso no tenemos potestad de llevar con nosotros mujeres, 
como llevan los otros apóstoles? Así, pues, ¿por qué no tie- 
ne mandato del Señor acerca de la virginidad? Porque merece 
mayor galardón ofrecer aquello a lo que no se está obligado; pues 
si la virginidad estuviera impuesta, parecería haber sido aboli- 
do el matrimonio, y sería durísimo y contra naturaleza imponer 
a los hombres vida de ángeles, sería condenar en cierto modo 
el orden de la creación. 

21. Cosa distinta era la felicidad en la antigua Ley: Feliz 
quien tiene semilla en Sión y domésticos en Jerusalén La esté- 
ril que no paría era maldita, y el salmista dice: Tus hijos, como 
brotes de olivo en tomo a tu mesa son promesas de riquezas; 
y se dice también: No habrá enfermo en tus tribus Ahora, en 

De uirginihus, inquit apostolus, praeceptum Domini non babeo: cur? 
quia et ipse ut esset uirgo non fuit imperii, sed propriae uoluntatis. 
Ñeque enlm audiendi sunt qui eum uxorem habuisse confingunt, cum 
de continentia dissercns et suadens perpetuam castitatem intulerit: uolo 
autem omnes esse sicut me ipsum, et inf ra: dico autem innuptis et uiduis: 
bonum est illis, si sic permaneant sicut et ego, et in alio loco: numquid 
non habemus potestatem uxores circumducendi sicut et ceteri apostoliP 
quare ergo non habet Domini de uirginitate praeceptum? quia maioris 
est mercis quod non cogitur et offertur, quia, si fuisset uirginitas im- 
perata, nuptiae uidebantur ablatae et durissimum erat contra naturam 
cogeré angelorumque uitam ab hominibus extorquere, et id quodam 
modo damnare quod conditum est. 

21. Alia fuit in ueteri lege felicitas. Beatus, qui habet semen in Sion 
et domésticos in Hierusalem, et maledicta sterilis quae non pariebat, 
et: «filii tui sicut nouella oliuarum in circuitu mensae tuae», et repro- 
missio diuitiarum, et: non erit infirmus in tribubus tuis. Nunc dicitur: 
«ne te lignum arbitreris aridum: habes locum pro filiis et filiabus in 
caelestibus sempiternum»; nunc benedicuntur pauperes et Lazaras diuiti 

75 1 Cor 7,25. 

76 1 Cor 7,7. 

77 1 Cor 7,8. 

78 1 Cor 9,7. 

79 Cita compuesta por Jerónimo con reminiscencias de Is 31,9. 

80 Sal 127,3. 

81 Sal 104,37. 



228 



A Eusto^uia 



22,21 



cambio, se nos dice: «No te consideres árbol seco; en vez de 
hijos e hijas tienes un lugar sempiterno en los cielos». Ahora 
son benditos los pobres, y Lázaro es preferido al rico vestido 
de púrpura; ahora el que es débil es más fuerte. Entonces esta- 
ba vacío el orbe de la tierra, y para no hablar en sentido figura- 
do, la única bendición era la de los hijos. Por eso Abrahán, ya 
viejo, se une con Cetura, y Jacob se rejuvenece con mandrágo- 
ras, y la bella Raquel, figura de la Iglesia, se lamenta de tener 
cerrada su matriz. Pero, poco a poco, según fue creciendo la mies, 
se mandaron segadores. Elias fue virgen, Eliseo fue virgen, vír- 
genes fueron muchos hijos de los profetas. A Jeremías se le di- 
ce: Y tú no tomes mujer Al que fue santificado en el seno 
de su madre se le prohibe, cercana ya la cautividad, tomar mu- 
jer. El Apóstol mismo dice con otras palabras: Pienso que es co- 
sa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre 
así^^ , ¿Qué necesidad es ésta que viene a quitar los goces de 
las nupcias? El tiempo es corto; los que tienen mujer vivan como 
si no la tuviesen Nabucodonosor está cerca: El león se ha es- 
capado de su cubil ¿Para qué un matrimonio que va a servir 
al más soberbio de los reyes? ¿Para qué niños pequeños, sobre 
los que llora el profeta diciendo: La lengua del niño de pecho se 
pega de sed al paladar. Los pequeñuelos piden pan y no hay quien 
se lo reparta? 

Así, pues, como hemos dicho, este bien de la continencia 
se hallaba sólo entre varones, y Eva no cesaba de dar a luz entre 

praefertur in purpura; nunc qui infirmus est fortior est. Vacuus erat 
orbis et, ut de typis taceam, sola erat benedictio liberorum. Propterea 
et Abraham iam senex Cetturae copulatur, et Jacob mandragoris redi- 
mitur et conclusam uuluam in ecclesiae figuram Rachel pulchra con- 
queritur. Paulatim uero íncrescente segete messor inmissus est. Virgo 
Helias, Helisaeus uirgo, uirgines multi filii prophetarum. Hieremiae 
dicitur: et tu ne accipias uxorem, Sanctificatus in útero captiuitate pro- 
pinquante uxorem prohibetur accipere. Aliis uerbis id ipsum apostólas 
loquitur: existimo ergo hoc bonum esse propter instantem necessitatem, 
quoniatn bonum est homini sic esse. Quae est ista necessitas quae aule- 
ret gaudia nuptiarura? tempus breuiatum est; reliquum est, ut tt qui 
habent uxores sic sint quasi non habentes. In próximo est Nabucho- 
donosor: promouit se leo de cubili suo. Quo mihi superbissimo regi se- 
ruitura coniugia? quo paruulos quos propheta conploret dicens: adhaesit 
lingua lactantis ad faucem ipsius in siti, Paruuli postulauerunt panem et 
qui frangeret eis non erat. 



82 Jer 16,2. 
8^ 1 Cor 7,26. 
84 1 Cor 7,29. 



85 Jer 4,7. 

86 Lam 4,4. 



22,21 



A Eustoquia 



229 



dolores. Pero una vez que la Virgen concibió en su seno y nos 
dio a luz un niño, cuyo imperio está sobre sus hombros, Dios fuer- 
te, padre del siglo futuro quedó rota la maldición. La muerte 
por Eva, la vida por María. Por eso, el don de la virginidad se 
ha derramado más copiosamente entre mujeres, porque comen- 
zó por la mujer. Tan pronto como el Hijo de Dios entró en la 
tierra, se instituyó para sí una nueva familia, para que quien era 
adorado por los ángeles en el cielo tuviera también ángeles so- 
bre la tierra. Entonces la casta Judit cortó la cabeza de Holofer- 
nes; entonces Amán, que significa «iniquidad», quedó abrasado 
en su propio fuego; entonces Santiago y Juan, dejando padre, 
redes y navecilla, siguieron al Salvador, abandonando a la vez 
los vínculos de la sangre, las ataduras del siglo y la solicitud de 
la familia. Entonces se oyó por vez primera: El que quiera venir 
en pos de mí, niéguese a símismOy tome su cruz y sígame Por- 
que no hay soldado que marche a combatir con su mujer. A un 
discípulo que deseaba ir a dar sepultura a su padre, no se lo con- 
siente el Señor. Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo ni- 
dos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza 
Eso para que no te contristes si tu morada es algo estrecha. El 
no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al 
Señor; el casado se preocupa de las cosas de este mundo, de cómo 
agradar a su mujen La condición de la casada es distinta de la de 

Inueniebatur ergo, ut diximus, in uiris tantum hoc continentiae bo- 
num et in doloribus iugiter Eua pariebat. Postquam uero uirgo conce- 
pit in Utero et peperit nobis puerum, cuius principatus in umero eius, 
Deum fortem, patrem futuri saeculi, soluta maledictio est. Mors per 
Euam, uita per Mariam. Ideoque et ditius uirginitatis donum fluxit 
in feminas, quia coepit a femina. Statim ut filius Dei ingressus est su- 
per terram, nouam sibi familiam instituit ut, qui ab angelis adoraba- 
tur in cáelo, haberet angeles et in terris. Tune Olofernae caput ludith 
continens amputauit; tune Aman, quod interpretatur «iniquitas», suo 
igne eonbustus est; tune laeobus et lohannes relicto patre, rete, naui- 
cula secuti sunt saluatorem, affectum sanguinis et uincula saeculi et 
curam domus pariter relinquentes; tune primum auditum est; qui uult 
uenire post me, neget se ipsum sibi et tollat crucem suam et sequatur me. 
Nemo enim miles cum uxore pergit ad proelium. Discipulo ad sepul- 
turam patris iré cupienti non permittitur. Vulpes foueas habent et uolu- 
cres caeli nidos; filius autem hominis hon habet ubi caput reclinet: ne 
forsitan contristeris si anguste manseris. Qui sine uxore est, sollicitus 
est ea quae Domini sunt, quo modo placeat Deo; qui autem cum uxore 
est, sollicitus est quae sunt huius mundi, quomodo placeat uxori. Diuisa 
est mulier et uirgo: quae non est nupta, cogitat quae sunt Domini, ut sit 



87 Is 9,6. 
«8 Mt 16,24. 



89 Mt 8,20. 



230 



A Eustoquia 



22,22 



la virgen. La no casada se preocupa de las cosas del Señor, de ser 
santa en el cuerpo y en el espíritu; mas la casada se preocupa de 
las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido 

22. En el libro que he publicado contra Helvidio acerca 
de la perpetua virginidad de la bienaventurada María creo ha- 
ber descrito con brevedad las incomodidades del matrimonio 
y las muchas solicitudes que lleva consigo. Repetir ahora lo mis- 
mo sería pesado; si alguno lo desea, puede ir a beber en aquella 
fuentecilla. Sin embargo, para que no parezca que omitimos del 
todo el tema, baste decir aquí que el Apóstol nos manda orar 
sin intermisión. Pero como quien paga el débito del matrimo- 
nio no puede orar, una de dos, o somos vírgenes para orar cons- 
tantemente o dejamos de orar para servir al matrimonio. Si la 
joven se casa, dice el Apóstol, no peca; sin embargo, tendrá su tri- 
bulación en la carne Ya en el prefacio de este opúsculo ad- 
vertí que no tenía intención de hablar del matrimonio, o sólo 
hablar de pasada, y lo mismo advierto ahora. Si deseas conocer 
las pesadumbres de que se libra la virgen y a las que se ata la 
casada, lee a Tertuliano, que escribe a un amigo suyo filósofo, 
y otros opúsculos sobre la virginidad, como, por ejemplo, el li- 
bro espléndido del bienaventurado Cipriano, o lo que en verso 
y en prosa ha compuesto sobre el tema el papa Dámaso, o los 
opúsculos que recientemente ha escrito sobre lo mismo nuestro 
Ambrosio dirigiéndose a su hermana. En ellos se explaya tan 

sancta corpore et spiritu; nam quae nupta est, cogitat quae sunt mundi, 
quomodo placeat uiro. 

22. Quantas molestias habeant nuptiae et quot sollicitudinibus 
uinciantur, in eo libro quem aduersus Heluidiura de beatae Mariae per- 
petua uirginitate edidimus puto breuiter expresssum. Nunc eadem re- 
plicare perlongum est et, si cui placet, de illo potest haurire fonticulo. 
Verum, ne penitus uidear omisisse, nunc dicam, quod, cum apostelas 
sine intermissione orare nos iubeat et qui in coniugio debitum soluit 
orare non possit aut oramus semper et uii^ines sumus aut orare desini- 
mus ut coniugio seruiamus. Etsi nupserit, inquit, uirgo, nonpeccat; tri- 
bulationem tamen camis habebunt huiusmodi. Et in principio Ülselli 
praefatus sum me de angustiis nuptiarum aut nihil omnino aut pauca 
dicturum, et nunc eadem admoneo. At sí tibi placet scire quot moles- 
tiis uirgo libera, quot uxor adstricta sit, lege Tertulliani ad amicum phi- 
losophum et de uirginitate alios libeUos et beati Cypriani uolumen 
egregium et papae Damasi super hac re uersu prosaque conposita et 
Ambrosii nostri quae nuper ad sororem scripsit opuscula. In quibus 
tanto se fudit eloquio, ut quidquid ad laudem uirginum pertinet ex- 
quisierit, ordinarit, expresserit. 



90 1 Cor 7,32-34. 

91 1 Cor 7,28. 



22,23 



A Eustoquia 



231 



elocuentemente, que todo lo que se puede decir para elogio de 
la virginidad está allí estudiado, ordenado y descrito. 

23. Nosotros seguimos otro enfoque: no exaltamos la vir- 
ginidad, sino que la guardamos. No basta con saber lo que es 
bueno si no se observa con toda diligencia lo que ya se ha esco- 
gido. Lo uno es cosa de especulación, lo otro de esfuerzo; aque- 
llo es común a muchos, esto a pocos. El que persevere hasta el 
fin, dice el Señor, se salvará, y: Muchos son los llamados, pero 
pocos los escogidos Te conjuro, pues, delante de Dios y de 
Cristo Jesús, y de sus ángeles escogidos, que no muestres ligera- 
mente al público los vasos del templo, que sólo a los sacerdotes 
es concedido ver. Que ningún profano mire el sagrario de Dios. 
Ozías, por tocsíT el arca que no le era lícito tocar, cayó fulmina- 
do por una muerte súbita. Pues ningún vaso de oro o de plata 
fue tan querido de Dios como el templo de un cuerpo virginal. 
Precedió la sombra, ahora es la verdad. Tú, claro está, hablas 
con sencillez, y, delicada como eres, no rechazas ni a los desco- 
nocidos; pero los ojos impúdicos miran de otra manera. No sa- 
ben ver la belleza del alma, sino la del cuerpo. Ezequías mostró 
a los asirlos el tesoro de Dios, pero los asirlos codiciaron lo que 
vieron. Finalmente, convulsionada la Judea con guerras conti- 
nuas, lo primero que cayó en manos del enemigo y fue trans- 
portado fueron los vasos del Señor; y como el colmo de los vicios 
es mancillar lo puro, el rey Baltasar, entre banquetes y manadas 
de concubinas, bebe en las tazas del templo de Dios. 

23. Nobis diuerso tramite inceditur: uirginitatem non efferimus, 
sed seruamus. Nec sufficit scire quod bonum est, nisi custodiatur ad- 
tentius quod electum est, quia illud iudicii est, hoc laboris, et illud 
commune cum pluribus, hoc cum paucis. Qui persenerauerit, inquit, us- 
quead finemy hic saluus erit, et; multi uocati, pauci autem electi. I taque 
obtestor te coram Deo et Christo lesu et electis angelis eius, ne uasa 
templi, quae solis sacerdotibus uidere concessum est, facile in publi- 
cum profetas, ne sacrarium Dei quisquam profanas inspiciat. Ozias ar- 
cam quam non licebat adtingens súbita mor te prostratus est. Ñeque 
enim aureum uas et argenteum tam carum Deo f uit quam templum cor- 
poris uirginalis. Praecessit umbra, nunc ueritas est. Tu quidem simpli- 
citer loqueris et ignotos quoque blanda non despicis, sed aliter inpudici 
uident oculi. Non norunt animae pulchritudinem considerare, sed cor- 
porum. Ezequias thesaurum Dei monstrat Assyriis, sed Assyrü uidere 
quod cuperent. Denique frequentibus bellis ludaea conuulsa, uasa pri- 
mum Domini capta atque translata sunt, et inter epulas et concubina- 
rum greges, quia palma uitiorum est honesta polluere, Baltasar potat 
in fialis. 

92 Mt 10,22; 24,13. 



232 



A Eustoquia 



24. No prestes tu oído a palabras malévolas. A menudo los 
que hablan cosa indecente ponen a prueba la libertad del alma. 
Si tú, que eres virgen, oyes complacida lo que se dice, si a cual- 
quier gracia sigues la broma, alabarán cuanto dijeres y negarán 
cuanto negares. Te llamarán graciosa, y santa, y sin falsía de nin- 
guna clase. Dirán: «Esta sí que es una verdadera sierva de Cris- 
to, ésta es toda sencillez, no como aquella asquerosa, fea, vulgar, 
horrenda, que probablemente por eso no logró encontrar mari- 
do». Por naturaleza, el mal nos arrastra. De buena gana favore- 
cemos a nuestros aduladores y, si a veces respondemos no merecer 
tales loas, y un cálido rubor se nos derrama por las mejillas, allá 
en sus adentros se huelga el alma de que la alaben. La esposa 
de Cristo es el arca de la alianza, dorada por fuera y por dentro, 
custodia de la ley del Señor Del mismo modo que en ella no 
había otra cosa que las tablas de la alianza, así tampoco ha de 
haber en ti pensamiento alguno exterior. Sobre este propiciato- 
rio, como sobre querubines, quiere sentarse el Señor. Manda a 
sus discípulos para que, en el pollino del asna, te desliguen de 
los cuidados seculares y dejando las pajas y ladrillos de Egipto 
sigas a Moisés en el desierto y entres en la tierra de promisión. 
Que nadie te lo estorbe, ni la madre, ni la hermana, ni la pa- 
rienta, ni el hermano; el Señor tiene necesidad de ti. Y si qui- 
sieren estorbarlo, teman las plagas del faraón, que, por no dejar 
salir al pueblo de Dios para que le diera culto, sufrió lo que está 
escrito. 

Entrando Jesús en el templo, echó fuera todo lo que no per- 

24. Ne declines aurem tuarm in uerba mala. Saepe indecens ali- 
quid loquentes temptant mentis arbitrium. Si libenter audias, uirgo, 
quod dicitur, si ad ridicula quaeque soluaris, quidquid dixeris laudant; 
quidquid negaueris, negant. Facetam uocant et sanctam et in qua nu- 
Uus sit dolus, «ecce uera Christi ancilla» dicentes, «ecce tota simplici- 
tas, non ut iUa hórrida, turpis, rusticana, terribilis et quae ideo forsitan 
maritum inuenire non potuit». Natural! ducimur malo: adulatoribus 
nostris libenter fauemus, et quamquam nos respondeamus indignos et 
calidas rubor ora perfundat, tamen ad laudem suam intrinsecus anima 
laetatur. Sponsa Christi arca est testamenti extrínsecas et intrinsecus 
deaurata, custos legis Domini. Sicut in illa nihil aliud fuit nisi tabulae 
testamenti, ita et in te nuilus sit extrinsecus cogitatus. Super hoc pro- 
pitiatorio quasi super cherubim sedere uult Dominus. Mittit discipu- 
los suos, ut in pullo asinae curis te saecularibus soluant, ut paleas et 
lateres Aegypti derelinquens Moysen sequaris in heremo et terram re- 
promissionis introeas. Nemo sit qui prohibeat, non mater, non sóror, 
cognata, germanus; Dominus te necessariam habet. Quod si uoluerint 
inpedire, timeant flagella Pharaonis, qui populum Dei ad colendum 
eum nolens dimitiere, passus est illa quae scripta sunt. 

lesus ingressus templum, omnia quae templi non erant proiecit. 



22,25 



A Eustoquia 



233 



tenecía al templo. Es Dios celoso y no quiere que la casa de su 
Padre se convierta en cueva de ladrones. Por lo demás, donde 
se cuentan dineros, donde hay jaulas de palomas y se mata la 
sencillez, donde en pecho virginal hierve el cuidado de los ne- 
gocios seculares, allí se rasga el velo del templo, el esposo se le- 
vanta airado y dice: Vuestra casa quedará desierta Lee el 
Evangelio y mira cómo María, sentada a los pies del Señor, es 
preferida a la afanosa Marta; y eso que Marta cumplía solícita 
el deber de la hospitalidad con el Señor y sus discípulos. Martay 
Martay le dice, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay 
necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha escogido la par- 
te buena, que no le será quitada Sé tú también María, da pre- 
ferencia a la doctrina sobre la comida. Deja que tus hermanas 
anden de acá para allá y busquen la manera de hospedar a Cris- 
to. Tú, arrojando de una vez el fardo del siglo, siéntate a los pies 
del Señor y di: «He hallado a aquel a quien buscaba mi alma, 
lo sujetaré y no lo soltaré». Y él te responderá: Unica es mi palo- 
ma, mi perfecta; ella, la única de su madre, la preferida de la que 
la engendró es decir, la Jerusalén celeste. 

25. Que lo secreto de tu aposento sea tu custodia y allá 
dentro se recree contigo el esposo. Cuando oras, hablas a tu es- 
poso; cuando lees. El te habla a ti, y cuando te venza el sueño, 
vendrá por detrás del muro, y metiendo su mano por el resqui- 
cio, tocará tu cuerpo, y tú, estremecida, te levantarás diciendo: 

Deus enim zelotes est et non uult domum patris fieri speluncam latro- 
num. Alioquin, ubi aera numerantur, ubi sunt caueae columbarum et 
simplicitas enecatur, ubi pectore uirginali saecularium negotiorum cu- 
ra aestuat, statim uelum templi scinditur; sponsus consurgit iratus et 
dicit: relinquetur uobis domus uestra deserta. Lege euangelium, et uide 
quomodo Maria ad pedes Domini sedens Marthae studio praeferatur 
— et certe Martha sedulo hospitalitatis of ficio Domino atque discipu- 
lis conuiuium praeparabat — : Martha, inquit, Martha, sollicita es et tur- 
haris airea plurima; pauca autem necessaria sunt aut unum. Maria bonam 
partem elegit quae non aufereturab ea. Esto et tu Maria, cibis praeferto 
doctrinam. Sórores tuae cursitent et quaerant quomodo Christum hos- 
pitem habeant; tu insemel saeculi onere proiecto, sede ad pedes Do- 
mini et dic: «inueni eum quem quaerebat anima mea; tenebo eum et 
non dimittam eum», et ille respondeat: una est columba mea, perfecta 
mea; una est matri suae, electa genitrici suae, caelesti uidelicet Hierusalem. 

25. Semper te cubiculi tui secreta custodiant, semper tecum spon- 
sus ludat intrinsecus. Oras: loqueris ad sponsum; legis: ille tibi loqui- 
tur et, cum te somnus oppresserit, ueniet post parietem et mittet manum 



93 Mt 23,38. 

94 U 10,41-42. 

95 Cant 6,9. 



234 



A Eustoquia 



22,25 



Enferma estoy de amor Y de nuevo oirás que te dice: Huerto 
eres cerrado^ hermana mía, esposa; huerto cerrado, fuente 
sellada'''' . 

Procura no salir de tu aposento para acudir a casa. No vayas 
a ver a las hijas de una comarca extraña teniendo tú por her- 
manos a los patriarcas y pudiéndote gloriar de tu padre Israel. 
Dina fue violada por salir de casa. No quiero que busques a tu 
esposo por las plazas ni que recorras los rincones de la ciudad. 
Aunque digas: Me levantaré y recorreré la ciudad, por las calles 
y las plazas buscaré al amor de mi alma; aunque preguntes: ¿Ha- 
béis visto al amor de mi alma? nadie querrá responderte. Al 
esposo no se le puede encontrar por las plazas. Angosto y estre- 
cho es el camino que lleva a la vida Al final dirá: Le busqué 
y no le hallé, le llamé y no me respondió jY ojalá bastara con 
no haberlo encontrado! Quedarás herida, te desnudarán y na- 
rrarás entre gemidos: Me encontraron los centinelas^ los que ha- 
cen la ronda en la ciudad, me golpearon, me hirieron^ me quitaron 
de encima mi chai 

Si eso le pasa por salir a la que dijo: Yo dormía, pero mi cora- 
zón velaba y : Bolsita de mirra es mi amado para mí, reposa 
entre mis pechos "^^^ , ¿qué será de nosotros que somos aún co- 
mo unas mozuelas que, cuando la esposa entra con el esposo, 
nos tenemos que quedar fuera? Jesús es celoso, no quiere que 
otros vean tu cara. Aunque te excuses y alegues como pretexto: 
«Me puse el velo y me tapé la cara, te busqué y te dije: Indíca- 



suam per foramen et tanget uentrem tuum, et tremefacta consurges et 
dices: uulnerata caritatis ego sum, et rursus ab eo audies: hortus conclu- 
sus sóror mea sponsa; hortus conclusus, fons signatus. 

Caue ne domum exeas, ne uelis uidere filias regionis alienae, qua- 
muis fratres habeas patriarchas et Israhel párente laeteris: Dina egres- 
sa corrumpitur. Nolo te sponsum quaerere per plateas, nolo circumire 
ángulos ciuitatis. Dicas licet: surgam et circumibo in ciuitate, in foro et 
in plateis et quaeram quem dilexit anima mea, et interroges: numquid 
quem dilexit anima mea uidistis? neme tibi responderé dignabitur. Spon- 
sus in plateis non potest inueniri — arta et angusta uta est quae ducit 
ad uitam — ; denique sequitur: quaesiui eum et non inueni eum, nocaut 
eum et non respondit mihi. Atque utinam non inuenisse sufficiat! uul- 
neraberis, nudaberis et gemebunda narrabis: inuenerunt me custodes 
qui circumeunt ciuitatem; percusserunt me, uulnerauerunt me, tulerunt 
theristrum meum a me. 

Si autem hoc exiens patitur illa quae dixerat: ego dormio et cor meum 



96 Cant 5,8. 

Cant 4,12. 
98 Cf. Gén 34. 



99 Cant 3,2-3. 

100 Mt 7,14. 

101 Cant 5,6. 



102 Cant 5,7. 
io> Cant 5,2. 
104 Cant 1,13. 



22,26 



A Eustoquia 



235 



me, amor de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde lo llevas 
a sestear a mediodía, para que no ande yo como errante tras los 
rebaños de tus compañeros» El se indignará, se enfadará y di- 
rá: Si no te conoces a ti misma, tú, la más bella de las mujeres, 
sigue las huellas de las ovejas y lleva a pacer tus cabritas junto al 
jacal de los pastores Con lo que viene a decir: «Ya puedes ser 
hermosa hasta el punto de que tu hermosura sea amada del es- 
poso entre todas las mujeres; si no te conocieres a ti misma y 
guardares con toda diligencia tu corazón, si no huyeres de los 
ojos de los jóvenes, saldrás de mi tálamo y apacentarás cabritos, 
destinados a estar a la izquierda». 

26. Así, pues, Eustoquia mía, hija, señora, consierva y her- 
mana — el primer nombre es de edad, el otro de merecimiento, 
el otro de religión y el último de amor — , escucha lo que dice 
Isaías: Pueblo mío, entra en tus cámaras, cierra tu puerta tras de 
ti, escóndete un instante hasta que pase la ira del Señor Co- 
rran por fuera de una parte a otra las vírgenes necias: tú quéda- 
te dentro con tu esposo; porque si cierras la puerta y, siguiendo 
el precepto del Evangelio, oras a tu Padre en lo oculto, vendrá, 
llamará a la puerta y dirá: Mira que estoy a la puerta y llamo. St 
alguno me abriere, entraré y cenaré con él y él conmigo Y tú 
al punto responderás solícita: Es la voz de mi amado que llama: 
Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi perfecta 
No tienes por qué responderle: Me he quitado mi túnica, ¿cómo 
ponérmela de nuevo? He lavado mis pies, ¿cómo volver a man- 

uigilat, et: fasciculus stactae fratruelis meus mihi, in medio uberum meo- 
rum commorabitur, quid de nobis fiet quae adhuc adulescentulae su- 
mus, quae sponsa intrante cum sponso remanemus extrinsecus? 
zelotypus est lesus, non uult ab aliis uideri faciem tuam. Excuses licet 
atque causeris: «adducto uelamine ora contexi, te quaesiui, tibi dixi: 
adnuntia mihi quem dilexit anima mea, ubi pascis, ubi cubas in meridie, 
ne quando fiam sicut cooperta super greges sodalium tuorum»; indigna- 
bitur, tumebit et dicet: si non cognoueris temet ipsam, o pulchra in mu- 
lieribus, egredere tu in uestigiis gregum et pasee haedos tuos in tabemaculis 
pastorum. «Sis», inquit, «pulchra et Ínter omnes mulieres species tua 
diligatur ab sponso, nisi te cognoueris et omni custodia seruaueris cor 
tuum, nisi oculos iuuenum fugeris, egredieris de thalamo meo, et pas- 
ees haedos qui staturi sunt a sinistris. 

26. Itaque, mi Eustochia, filia, domina, conserua, germana — 
aliud enim aetatis, aliud meriti, illud religionis, hoc caritatis est 
nomen — , audi Esaiam loquentem: populus meus, intra in cubicula tua. 



Cant 1,7, 
Cant 1,8. 
107 Is 26,20. 



108 Ap 3,20. 

109 Cant 5,2. 



236 



A Eustoquia 



22,27 



chatios? Levántate y ábrele sin demora, no sea que, si tar- 
das, pase de largo y luego te lamentes diciendo: Abría mi amado, 
pero mi amado se había ido de largo ¿Qué necesidad hay de 
que las puertas de tu corazón estén cerradas a tu esposo? Que 
se abran para Cristo y se cierren para el diablo, según aquello: 
Si el espíritu del que tiene poder subiere sobre ti, no le des lu- 
gar Daniel, en su cenáculo, pues no podía permanecer en el 
piso bajo, tenía abiertas las ventanas que miraban hacia Jerusa- 
lén Tú también ten abiertas las ventanas, pero sólo aquellas 
por donde entre la luz, por donde puedas ver la ciudad de Dios. 
No abras aquellas ventanas de las que se dice: La muerte ha en- 
trado por vuestras ventanas 

21. Una cosa tienes también que evitar con toda cautela: 
no te dejes llevar por el ardor de la vanagloria. Jesús dice: ¿Có- 
mo podéis creer vosotros que aceptáis gloria unos de otros? Ahí 
ves qué clase de mal sea ése, pues quien lo tiene no puede creer. 
Nosotros, por el contrario, digamos: Porque mi gloria eres tú 
y: E/ que se gloría, que se gloríe en el Señor y: Si todavía tra- 
tara de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo y: En 
cuanto a míy Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nues- 
tro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí crucificado 



claude ostium tunm, ahscondere pusillum quantulum, doñee pertranseat 
ira Domini. Foris uagentur uirgines stultae, tu intrinsecus, esto cum 
sponso, quia, si ostium clauseris et secundum euangelü praeceptum in 
occulto oraueris patrem tuum, ueniet et pulsabit et dicet: ecce ego sto 
ante ianuam et pulso. Si quis mihi aperuerity intrabo et cenabo cum eo 
etipse mecum, et tu statim sollicita respondebis: uox fratruelis mei pul- 
santis: aperi mihi sóror mea, próxima mea, columba mea, perfecta mea. 
Nec est quod dicas: dzspoliaui me tunicam meam, quomodo induar eam? 
laui pedes meos, quomodo inquinaho eos? Ilico surge et aperi, ne te re- 
morante pertranseat et postea conqueraris dicens: aperui ego fratrueli 
meo, fratruelis meus pertransiit. Quid enim necesse est, ut cordis tui os- 
tia clausa sint sponso? aperiantur Christo, claudantur diabolo secun- 
dum illud: si spiritus potestatem habentis ascenderit super te, locum ne 
dederis ei. Danihel in cenáculo suo — ñeque enim manere poterat in 
humili — fenestras ad Hierusalem apertas habuit: et tu habeto fenes- 
tras apertas, sed unde lumen introeat, unde uideas ciuitatem Dei. Ne 
aperias illas fenestras, de quibus dicitur: mors intrauit per fenestras uestras. 

27. Illud queque tibi uitandum est cautius, ne uanae gloriae ar- 
dore capiaris. Quomodo, inquit lesus, potestis credere gloriam ab homi- 



Cant 5,3. Cf. Dan 6,10. ^6 Sal 3,4. 

111 Cant 5,6. jer 9,21. "7 1 Cor 1,31. 

112 Qoh 10,4. 115 Jn 5,44. Gál 1,10. 



22,27 



A Eustoquia 



237 



y yo un crucificado para el mundo Y lo otro: De ti nos glo- 
riaremos todo el día y finalmente: Mi alma se gloría en el 
Señor 

Cuando des limosna, sólo la vea Dios. Cuando ayunes, que 
tu cara esté alegre. El vestido ni limpio en exceso ni tampoco 
sucio, y no llame la atención por nada, para que la gente no se 
pare delante de ti y te señale con el dedo. Si muere un hermano 
o hay que acompañar a la sepultura el cadáver de una hermana, 
ten cuidado, no sea que haciendo eso con demasiada frecuen- 
cia, mueras tú misma. Tampoco has de parecer demasiado pia- 
dosa ni más humilde de lo necesario, no sea que por huir de 
la gloria vayas en su busca. Hay en efecto muchos que esquivan 
a los testigos de su pobreza, limosnas y ayunos; pero por el mo- 
do mismo de evitar la complacencia, en realidad la buscan. Es 
una manera curiosa de apetecer la alabanza por lo mismo que 
se la evita. De otros tipos de perturbaciones internas, por las 
que el alma humana se alegra o se entristece, espera o teme, veo 
que son muchos los que están exentos; pero son muy pocos los 
que están libres de este defecto; y podría ser tenido por el me- 
jor aquel que, como un cuerpo hermoso, sólo tuviera la mancha 
de algún que otro lunar. 

ntbus accipientes? uide quale malum sit, quod qui habuerit non potest 
credere. Nos uero dicamus: quoniam gloriatio mea es tu, et: qui gloria- 
tur, in Domino ghrietun et: si adhuc hominibus placerem, Christi seruus 
non essem, et: mihi ahsit gloriari, nisi in cruce Domini mei lesu Christi, 
per quem mihi mundus crucifixus est et ego mundo, et illud: in te lauda- 
bimur tota die, et: in Domino laudabitur anima mea. 

Cum facis elemosynam, Deus solus uideat. Cum ieiunas, laeta sit 
facies tua. Vestis nec satis munda nec sórdida et nuUa diuersitate nota- 
bÜis, ne ad te obuia pratereuntium turba consistat et digito demons- 
treris. Frater est mortuus, sororis est corpusculum deducendum: caue 
ne dum hoc saepius facis ipsa moriaris. Ne satis religiosa uelis uideri 
nec plus humilis quam necesse est, ne gloriam fugiendo quaeras. Plu- 
res enim paupertatis, misericordiae atque ieiunü arbitros declinantes 
in hoc ipso placeré cupiunt quod placeré contemnunt; et mirum in mo- 
dum laus, dum uitatur, adpetitur. Ceteris perturbatlonibus quibus mens 
hominis gaudet, aegrescit, sperat, et metuit, plures inuenio extráñeos, 
hoc uitio pauci admodum sunt qui caruerint, et ille est optimus qui 
quasi in pulchro corpore rara naeuorum sorde rcspeigitur. 



119 Gál 6,14. 

120 Sal 43,9. 

121 Sal 33,3. 



238 



A Eustoquia 



22,21 



No necesito inculcarte que no alardees de tus riquezas, ni te 
jactes de la nobleza de tu linaje, ni te consideres más que los de- 
más. Conozco tu humildad, sé que dices con toda verdad: Señor, 
mi corazón no e% ambicioso ni mis ojos altaneros Sé que la so- 
berbia, por la que cayó el diablo, no tiene lugar ninguno ni en 
ti ni en tu madre. Por eso me abstengo de escribir sobre ella, pues 
es una insensatez enseñar lo que el otro ya sabe. Pero que el des- 
precio del orgullo del siglo no engendre en ti otro orgullo, ni se 
deslice en ti el pensamiento larvado de que, ahora que has deja- 
do de agradar con vestidos de brocado, debas intentar agradar 
por la suciedad. Cuando vayas a una reunión de hermanos o her- 
manas, no te sientes en el banquillo más bajo, ni te hagas la in- 
digna, ni bajes adrede la voz como si consumida de ayunos no 
la pudieras echar de la boca, ni al andar te apoyes sobre los hom- 
bros de otra, haciéndote la desmayada. Hay, efectivamente, algu- 
nas que descomponen sus caras para hacer ver a la gente que 
ayunan. Tan pronto como ven a alguien empiezan a gimotear, ba- 
jan el sobrecejo y, tapándose la cara, apenas si dejan libre un ojo 
para mirar. Su vestido es pardo, el cinturón de saco, las manos 
y los pies sucios; pero el vientre, que no puede verse, está hir- 
viendo de manjares. Para ellas se canta diariamente el salmo: Dios 
esparce los huesos de los hombres que se agradan a sí mismos ^^ 
Otras, con aire viril, y permutada la indumentaria, se avergüen- 
zan de ser lo que nacieron, es decir, mujeres; se cortan el cabello 

Ñeque uero moneo ne de diuitiis glorierís, ne de generis nobilitate 
te iactes, ne te ceteris praeferas: scio humilitatem tuam, scio te ex af- 
fectu dicere: Domine, non est exaltatum cor meum ñeque elati sunt ocu- 
li mei. Noui et apud te et apud matrem tuam superbiam, per quam 
diabolus cecidit, locum peni tus non habere. Vnde et super ea scribere 
supersedi. Stultissimum quippe est docere, quod nouerit ille quem do- 
ceas. Sed ne hoc ipsum tibi iactantiam generet quod saeculi iactantiam 
contempsisti, ne cogitatio tacita subrepat ut, quia in auratis uestibus 
placeré desisti, placeré coneris in sordibus et, quando in conuentu fra- 
trum uenerís uel sororum, humili sedeas scabeUo, te causeris indignam, 
uocem ex industria quasi confecta íeiuniis tenues et deficientís imitata 
gressum umeris innitaris alterius. Sunt quippe nonnullae exterminan- 
tes facies suas, ut pareant hominibus ieiunare; quae, statim ut aliquem 
uiderint, ingemescunt, demittunt supercilium et opería facie uix unum 
oculum liberant ad uidendum; uestis pulla, cingulum sacceum, et sor- 
didis manibus pedibusque uenter solus, quia uíderi non potest, aes- 
tuat cibo; his cotidie psalmus ille cantatur: Deus dissipauit ossa hominum 
sibi placentium, Aliae uirili habitu, ueste mu tata, erubescunt feminae 
esse, quod natae sunt, crinem amputant et impudenter erigunt facies 

122 Sal 130,1. 

123 Sal 52,6. 



22,28 



A Eustoquia 



239 



y levantan la cabeza con impudor de eunucos. Las hay que se vis- 
ten de cilicio, y poniéndose capuchas ingeniosas, como si volvie- 
ran a la infancia, parecen lechuzas o buhos. 

28- Pero para no dejar la impresión de que sólo hablo de 
las mujeres, huye también de los varones que veas por ahí car- 
gados de cadenas de penitencia y que tienen cabellera de mujer, 
contraviniendo la orden del Apóstol ^"^^ barbas de chivo, man- 
to negro y pies descalzos para ejercicio de paciencia con el frío. 
Todo eso son invenciones del diablo. Son lo que antiguamente 
fue Antimo y recientemente Sofronio, de quienes Roma se abo- 
chornó. Estos, después de entrar en las mansiones de los nobles 
y engañar a mujerzuelas cargadas de pecados, que siempre están 
aprendiendo y nunca llegan al conocimiento de la verdad fin- 
gen tristeza, y con furtivas comidas nocturnas hacen como que 
prolongan sus largos ayunos. Vergüenza me da contar lo demás, 
no sea que alguien piense que estoy haciendo sátira en vez de 
brindarles mi consejo. Otros hay — hablo sólo de los de mi pro- 
pio estado — que ambicionan el presbiterado o diaconado para 
poder ver más libremente a las mujeres. Toda su preocupación 
es el vestido, andar bien perfumados y que el pie no se mueva 
dentro del zapato como si fuera un fuelle. Los cabellos, ensorti- 
jados, llevan las señales del rizador, los dedos lanzan destellos 
por los anillos, y para que la humedad de la calle no les moje 
la planta del pie, apenas si pisan el suelo con la punta de los 
zapatos. Cuando vieres a gentes semejantes, teñios más bien por 
pretendientes que por clérigos. 

eunuchinas. Sunt quae ciliciis uestiuntur, et cucuUis fabrefactis, ut ad 
infantiam redeant, imitantur noctuas et bubones. 

28. Sed ne tantum uidear disputare de feminis, uiros quoque fu- 
ge, quos uideris catenatos, quibus feminei contra apostolum crines, hir- 
corum barba, nigrum paUium et nudi in patientiam frigoris pedes. Haec 
omnia argumenta sunt diaboli. Talem olim Antimum, talem nuper So- 
fronium Roma congemuit. Qui postquam nobilium introierint domos 
et deceperint mulierculas oneratas peccatis, semper disceníes et numquam 
ad scientiam ueritatis peruenientes, tristitiam simulant et quasi longa ieiu- 
nia furtiuis noctium cibis protrahunt; pudet reliqua dicere, ne uidear 
inuehi potius quam monere. Sunt alii — de mei ordinis hominibus 
loquor — , qui ideo ad presbyterium et diaconatum ambiunt, ut mulie- 
res licentius uideant. Omnis bis cura de uestibus, si bene oleant, si 
pes laxa pelle non foUeat. Crines calamistri uestigio rotantur, digiti de 
anulis radiant et, ne plantas umidior uia spargat, uix inprimunt sum- 
ma uestigia. TíJes cum uideris, sponsos magis aestimato quam clericos. 



124 Cf. 1 Cor 11,14. 

125 2 Tim 3,6-7. 



240 



A Eustoquia 



22,29 



Algunos consumen todo su afán y su vida en conocer los 
nombres, las casas y las costumbres de las matronas. De éstos 
te voy a pintar breve y someramente a uno solo, que es el rey 
en este arte; para que, conocido el maestro, reconozcas más fá- 
cilmente a los discípulos. Se levanta madrugador con el sol, se 
traza el plan de sus visitas, estudia los atajos de las calles, y el 
inoportuno viejo se mete casi en las alcobas de los que duer- 
men. Si descubre un cojín o una toalla curiosa o algún otro en- 
ser del ajuar, se deshace en alabanzas, lo admira, lo manosea, 
y lamentándose de la falta que le hace, no tanto lo pide cuanto 
lo arranca con extorsión, pues todos temen ofender al correo 
privado de la ciudad. Sus enemigos son la castidad y los ayu- 
nos. Discierne los guisados por el olor y se le llama vulgarmente 
«ave cebada» {yéqiúv Troirirv^cúp). Su boca es bárbara y procaz, 
siempre dispuesta para el insulto. Vayas adonde vayas, él es siem- 
pre el primero a quien encuentras. Cualquier novedad que sue- 
ne, o la ha inventado él o se encarga de exagerarla. Sus caballos 
cambian según la hora, y son tan lucidos y tan briosos, que cual- 
quiera lo tendría por hermano del rey de Tracia. 

29. El enemigo malo nos combate con toda clase de ardi- 
des. La serpiente era más astuta que los demás animales que el 
Señor había creado sobre la tierra. Por lo que dice el Apóstol: 
No ignoramos sus propósitos No dicen bien con el cristiano 
ni el desaliño afectado ni la limpieza refinada. Si ignoras algo, 
si tienes alguna duda acerca de las Escrituras, pregunta a aquel 
a quien su vida recomienda, su edad lo libra de toda sospecha 

Quidam in hoc omne studium uitamque posuerunt ut matronarum 
nomina, domos moresque cognoscant. E quibus unum qui huius artis 
est princeps breuiter strictimque describam, que facilius magistro cog- 
nito discipulos recognoscas. Cum solé festinus exsurgit; salutandi ei 
ordo disponitur; uiarum conpendia requiruntur, et paene usque ad cu- 
bilia dormientium senex inportunus ingreditur. Si puluillum uiderit, 
si mantele elegans, si aliquid domes ticae supellectilis, laudat, miratur, 
adtrectat, et se his indigere conquerens non tam inpetrat quam extor- 
quet, quia singulae metuunt ueredarium urbis offendere. HuÍc inimi- 
ca castitas, inimica ieiunia; prandium nidoribus probat et «altilis», 
yégwu uulgo TTOTnrv^cjv nominatur. Os barbarum et procax et in co- 
nuicia semper armatum. Quocumque te uerteris, primus in facie est. 
Quidquid nouum insonuerit, aut auctor aut exaggerator est famae. Equi 
per horarum momenta mutantur tam nitidi, tam feroces, ut illum Thracii 
regis putes esse germanum. 

29. Variis callidus hostis pugnat insidiis. Sapientior erat coluber 
ómnibus bestiis, quas fecerat Dominus Deus super terram. Vnde et apos- 
tólas: non, inquit, ignoramus eius astuHas. Nec affectatae sordes nec 

126 2 Cor 2,11. 



22,29 



A Eustoquia 



241 



y su fama no lo reprueba. Alguien que pueda decir: Os tengo des- 
posados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cris- 
to '^'^ .Y ú nadie puede aclararte tus dudas, vale más ignorar algo 
conservando la seguridad, que no aprenderlo con peligro. Recuerda 
que andas en medio de trampas, y a muchas vírgenes veteranas, 
en el umbral mismo de la muerte, se les fue de las manos una 
corona de castidad que no parecía ofrecer duda alguna. 

Si tienes esclavas como compañeras de vocación, no seas al- 
tiva ante ellas ni te envanezcas como señora. Habéis empezado 
a tener un mismo esposo, juntas cantáis los salmos a Cristo, jun- 
tas recibís su cuerpo; ¿por qué ha de ser distinta la mesa? Haz 
más bien por ganar a otras. Que el honor de las vírgenes sea 
ganar nuevas compañeras. Si ves que alguna anda débil en la 
fe, recíbela, consuélala, acaríciala y haz de su pureza tu propia 
ganancia. Si alguna simula virginidad por huir de la servidum- 
bre, léele abiertamente lo que dice el Apóstol: Mejor es casarse 
que abrasarse Huye, en cambio, como de la peste, de esas 
vírgenes y viudas que, ociosas y curiosas, frecuentan las casas 
de las matronas y, perdido el rubor de la frente, ganan a los pa- 
rásitos de las comedias. Las malas compañías corrompen las bue- 
nas costumbres Son gentes que no tienen más preocupación 
que su vientre y lo que tiene que ver con el vientre. Suelen pro- 
digar consejos y decir: «Cachorrita mía, usa de tu hacienda y 
vive mientras estás viva». Y también: «¿Es que lo guardas todo 
para tus hijos?». Amigas del vino y lascivas, insinúan todo gé- 
nero de maldad y son capaces de ablandar almas de hierro y pro- 
vocarlas al placer, y ellas, cuando les asaltan los placeres contrarios 
a Cristo, quieren casarse e incurren así en condenación por haber 
faltado a su compromiso anterior 

exquisitae munditiae conueniunt Christianis. Si quid ignoras, si quid 
de scripturis dubitas, interroga eum, quem uita commendat, excusat 
aetas, fama non reprobat, qui possit dicere: desponsaui enim uos uni 
uiro, uirginem castam exhibere Christo. Aut si non est qui possit expo- 
nere, melius est aliquid nescire securam quam cum periculo discere. 
Memento quoniam in medio laqueorum ambulas, et multae ueteranae 
uirgines castitatis indubitatam in ipso mortis limine coronam perdide- 
re de manibus. 

Si quae anciUae sunt comités propositi tui, ne erigaris aduersus eas, 
ne infleris ut domina. Vnum sponsum habere coepistis, simul psallitis 
Christo, simul corpus accipitis, cur mensa diuersa sit? Prouocentur et 
aliae; honor uirginum sit inuitatio ceterarum. Quodsi aliquam sense- 
ris inf irmiorem in f ide, suscipere, consolare, blandiré pudicitiam illius 



127 2 Cor n,2. 
^8 1 Cor 7,9. 



^9 1 Cor 15,35. 
1 Tim 5,11-12. 



242 



A Eustoquia 



22,30 



No presumas de redicha y de saber medir festivamente los 
poemas líricos. No imites melindrosa la pronunciación desgar- 
bada de ciertas matronas que, o bien por tener los dientes de- 
masiado juntos, o por tener los labios demasiado flojos, sólo 
pronuncian, con lengua balbuciente, la mitad de cada palabra, 
teniendo por grosero todo lo natural. Hasta tal punto les agrada 
el adulterio, aunque sólo sea el de la lengua. ¿Qué unión puede 
haber entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Be- 
Ual? ¿Qué hace Horacio con el salterio, Marón con los 
evangelios, Cicerón con el Apóstol? ¿No se escandalizaría el her- 
mano que te viera comiendo en un templo de ídolos? Cierto, 
para los limpios todo es limpio y no se ha de rechazar nada con 
tal de que se tome con acción de gracias Sin embargo, no de- 
bemos beber a la vez el cáliz de Cristo y el de los demonios. 
Te voy a contar mi desventurada historia. 

30. Hace ya de ello muchos años. Por amor del reino de 
los cielos me había yo separado de mi casa, padres, hermana, 
parientes y, lo que más me costó, de la costumbre de la buena 
comida, y para alistarme en la milicia, había emprendido viaje 

fac lucrum tuum. Si qua simulat fugiens seruitutem, huic aperte apos- 
tolum lege: melius est enim nubere quam uri. Eas autem uirgines uiduas- 
que, quae otiosae et curiosae domus circumeunt matronarum, quae 
rubore frontis adtrito parásitos ulcere mimorum, quasi quasdam pes- 
tes abice. Corrumpunt mores bonos confabulationes pessimae. Nulla illis 
nisi uentris cura est et quae uentri próxima. Istiusmodi hortari solent 
et dicere: «mi catella, rebus tuis utere et uiue, dum uiuis», et: «num- 
quid filiis tuis seruas?» Vinosae atque lasciuae quiduis mali insinuant 
ac férreas quoque mentes ad delicias molliunt et, cum luxuriatae fue- 
rint in Christo, nubere uolunt habentes damnationem, quia primam fi~ 
dem invitam fecerunt. 

Neo tibi diserta multum uelis uideri aut lyricis festiua carminibus 
metro ludere. Non delumbem matronarum salíuam delicata secteris, 
quae nunc strictis dentibus, nunc labüs dissolutis balbutientem linguam 
in dimidiata uerba moderantur, rusticum putantes omne quod nasci- 
tur. Adeo illis adulterium etiam linguae placet. Quae enim communi- 
catio luct ad tenebras? qui consensus Christo et Belial? quid facit cum 
psalterio Horatius? cum euangeliis Maro? cum apostólo Cicero? non- 
ne scandalizatur frater, si te uiderit in idolio recumbentem? et licet om- 
nia munda mundis et nihil reiciendum sit, quod cum gratiarum actione 
percipitun tamen simul bibere non debemus calicem Christi et calicem 
daemoniorum. Referam tibi meae infelicitatis historiam. 

30. Cum ante annos plurimos domo, parentibus, sorore, cognatis 
et, quod his difficilius est, consuetudine lautioris cibi propter caelo- 



2 Cor 6,14-15. 
132 Tit 1,15; 1 Tim 4,4. 



22,30 



A Eustoquia 



243 



a Jerusalén. Pero de lo que no podía desprenderme era de la bi- 
blioteca que con tanta diligencia y trabajo había reunido en Ro- 
ma. Desdichado de mí, ayunaba para leer luego a Tulio. Después 
de las largas vigilias de la noche, después de las lágrimas que 
el recuerdo de mis pecados pasados me arrancaba de lo hondo 
de mis entrañas, tomaba en las manos a Plauto, y si alguna vez 
volviendo en mí mismo me ponía a leer un profeta, me repelía 
su estilo tosco, y no viendo la luz por tener ciegos los ojos, pen- 
saba que la culpa no era de los ojos, sino del sol. 

Mientras así jugaba conmigo la antigua serpiente, a media- 
dos aproximadamente de la cuaresma una fiebre invadió mi cuer- 
po exhausto deslizándose por la médula, y sin darme tregua 
ninguna — lo que parece increíble — de tal manera devoró mis 
pobres miembros, que apenas si me tenía ya en los huesos. Ya 
se preparaban mis exequias, y en mi cuerpo helado el calor vital 
del alma sólo palpitaba en un rincón de mi pecho también ti- 
bio, cuando, arrebatado súbitamente en el espíritu, soy arrastra- 
do hasta el tribunal del juez, donde había tanta luz y del 
resplandor de los asistentes salía tal fulgor que, derribado poi 

rum me regna castrassem et Hierosolymam militaturus pergerem, bi- 
bliotheca, quam mihi Romae summo studio ac labore confeceram, carene 
non poteram. I taque miser ego lecturus Hillium ieiunabam. Post noc- 
tium crebras uigüias, post lacrimas, quas mihi praeteritorum recorda- 
tio peccatorum ex imis uisceribus eruebat, Plautus sumebatur in 
manibus. Si quando in memet reuersus prophetam legere coepissem, 
sermo horrebat incultus et, quia lumen caecis oculis non uidebam, non 
oculorum putabam culpam esse, sed solis. 

Dum ita me antiquus serpens inluderet, in media ferme quadrage- 
sima meduUis infusa febris corpus inuasit exhaustum et sine ulla re- 
quie — quod dictu quoque incredibile sit — sic infelicia membra depasta 
est ut ossibus uix haererem. Interim parabantur exsequiae, et uitalis 
animae calor tote f rigente iam corpore in solo tantum tepente pectus- 
culo palpitabat, cum súbito raptus in spiritu ad tribunal iudicis pertra- 
hor, ubi tantum luminis et tantum erat ex circumstantium claritate 
fulgoris, ut proiectus in terram sursum aspicere non auderem. Interro- 
gatus condicionem, Christianum me esse respondi. Et ille qui reside- 
bat: «mentiris», ait, «Ciceronianus es, non Christianus; ubi thesaurus 
tuus, ibi et cor tuum». 

Ilico obmutui et inter uerbera — nam caedi me iusserat — conscien- 
tiae magis igne torquebar illum mecum uersiculum reputans: in infer- 
no autem quis confitebitur Hbi? Clamare tamen coepi et eiulans dicere: 
miserere mei, Domine, miserere mei. Haec uox inter flagella resonabat. 
Tándem ad praesidentis genua prouoluti, qui adstiterant precabantur 
ut ueniam tribueret adulescentiae, ut errori locum paenitentiae com- 
modaret, exacturus deinde cruciatum si gentilium litterarum libros ali- 
quando legissem. Ego qui tanto constrictus articulo uellem etiam maiora 



244 



A Eustoquia 



22,30 



tierra, no me atrevía a levantar los ojos. Interrogado acerca de 
mi condición, respondí que era cristiano. Pero el que estaba sen- 
tado me dijo: «Mientes; tú eres ciceroniano, tú no eres cristia- 
no; pues donde está tu tesoro, allí está tu corazón» 

Enmudecí al punto, y entre los azotes — pues había el juez 
dado orden de que se me azotara — me atormentaba aún más 
el fuego de mi conciencia, considerando dentro de mí aquel ver- 
sículo: Mas en el infierno, ¿quién te alabará? Pero empecé a 
gritar y a decir entre gemidos: Ten compasión de mU Señor, ten 
compasión de mí Este grito resonaba entre los azotes. Al fin, 
postrados a los pies del presidente, los asistentes le suplicaban 
que concediera perdón a mi mocedad y me permitiera hacer pe- 
nitencia por mi error; que ya terminaría yo de cumplir el casti- 
go si alguna vez en lo sucesivo leía los libros de las letras paganas. 
En cuanto a mí, puesto en un trance tan terrible, estaba dispuesto 
a hacer promesas aun mayores. Por eso empecé a jurar y, apelan- 
do a su mismo nombre, dije: «Señor, si alguna vez tengo libros 
seculares y los leo, es que he renegado de ti». Liberado en vir- 
tud de este juramento, vuelvo a la tierra, y en medio de la sor- 
presa general, abro los ojos que estaban bañados con tal 
abundancia de lágrimas que con el dolor expresado en ellos, con- 
venció aun a los incrédulos. Aquello no había sido un simple 
sopor ni uno de esos sueños vacíos con los que somos frecuen- 
temente burlados. Testigo es aquel tribunal ante el que estuve 
tendido, testigo el juicio que temí — nunca me ocurra que vuel- 
va yo a caer en tal interrogatorio — , que salí con la espalda amo- 
ratada y sentí los golpes aun después del sueño y que, en adelante, 
leí con tanto ahínco los libros divinos cuanto no había puesto 
antes en la lectura de los profanos. 



promittere, deiurare coepi et nomen eius obtestans dicere: «Domine, 
si umquam habuero códices saeculares, si legero, te negaui». In hace 
sacramenti uerba dimissus reuertor ad superes, et tnirantibus cunctis 
oculos aperio tanto lacrimarum imbre perfusos ut etiam incredulis fi- 
dem facerent ex dolore. Neo uero sopor ille fuerat aut uaná somnia 
quibus saepe deludimur. Teste est tribunal, ante quod iacui, iudicium 
teste est quod timui — ita mihi numquam contingat talem incidere 
quaestionem! — , liuentes habuisse me scapulas, plagas sensisse post som- 
num, et tanto dehinc studio diuina legisse quanto mortalia ante non 
legeram. 

Mt 6,21. 

134 Sal 6,6. 

135 Sal 56,2. 



22,31 



A Eustoquia 



245 



31. También has de evitar el mal de la avaricia, no en el 
sentido de no codiciar los bienes ajenos, cosa que aun las públi- 
cas leyes castigan, sino en el de no guardar los tuyos, que son 
también ajenos. Si con lo ajeno — dice el Señor — no fuisteis fie- 
les, ¿quién os dará lo vuestro? No tienen que ver con noso- 
tros los pesos de oro y plata. Nuestra riqueza es espiritual, y 
de ella se dice en otro lugar: El precio de la vida de un hombre 
es su riqueza Nadie puede servir a dos señores, porque aborre- 
cerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará 
al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón, es decir, al dine- 
ro En la lengua bárbara de los sirios se llama mammona a 
las riquezas. La obsesión por la comida es espina de la fe, raíz 
de toda avaricia, cuidado de gentiles. Pero me dirás: «Soy una 
joven delicada que no puedo trabajar con mis manos; cuando 
llegue a la vejez o me ponga enferma, ¿quién tendrá lástima de 
mí?». Oye lo que dice Jesús a los apóstoles: No andéis preocupa- 
dos en vuestro corazón sobre qué comeréis o cómo vestiréis vuestro 
cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que 
el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran ni recogen en gra- 
neros, y vuestro Padre celestial las alimenta Si te faltare el ves- 
tido, te vendrán a la mente los lirios del campo; si tuvieres 
hambre, oirás cómo llama el Señor bienaventurados a los po- 
bres y a los hambrientos; si te afligiere algún dolor, podrás leer: 
Por eso me complazco en mis flaquezas ^^^^ o también: Me ha si- 
do dado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás que me abofe- 
tea para que no me engría Alégrate de todos los juicios de 

31. Auaritiae queque tibí uitandum est malum, non quo aliena 
non adpetas — hoc enim et publicae leges puniunt — , sed quo tua quae 
sunt aliena non serues. Si in alieno, inquit,/¿¿/e/e5 non fuistis, quod ues- 
trum est, quis dabit uobis? Aliena nobis auri argentique sunt pondera, 
nostra possessio spiritalis est, de qua alibi dicitur: redemptio uiri pro- 
priae diuitiae. Nemo potest duobus dominis seruire; aut enim unum odiet 
et alterum amabit, aut unum patietur et alterum contemnet. Non potestis 
Dea seruire et mammonae, id est diuitiis. Nam gentili Syrorum lingua 
mammona «diuitiae» nuncupantur. Cogitatio uictus spinae sunt fidei, 
radix auaritiae, cura gentilium. At dices: «puella sum delicata et quae 
meis manibus laborare non possum; si ad senectam uenero, si aegrota- 
re coepero, quis mei miserebitur?» audi ad apostólos loquentem lesum: 
ne cogitetis in carde uestro quid manducetis, ñeque corpori uestro quid 
induamini. Nonne anima plus est quam esca et corpus plus est quam ues- 
timentum? respicite uolatilia caeli, quoniam non serunt ñeque metunt ne- 



"6 Le 16,12. 
1" Prov 13,8. 
Mt 6,24. 



Mt 6,25-26. 
i'*» 2 Cor 12,10. 
141 2 Cor 12,7. 



246 



A Eustoquia 



Dios, porque: Se alegrarán las hijas de Judápor tus sentencias, Se- 
ñor Salga constantemente de tu boca aquella palabra: Des- 
nudo salí del seno de mi madre y desnudo allá retomaré ^^^y y lo 
otro: Nada trajimos a este mundo y nada podremos llevamos de 
él 

32. Pero ahora es frecuente ver a muchas que tienen los 
armarios repletos de vestidos, se cambian de túnica cada día y, 
sin embargo, no pueden acabar con la polilla. La que se las echa 
de más piadosa, gasta sólo un vestido y, con las arcas llenas, an- 
da cubierta de andrajos. Se tiñe el pergamino de color de púr- 
pura, se funde el oro para trazar las letras, los códices se adornan 
con joyas, y entre tanto, Cristo está muriendo desnudo a sus puer- 
tas. Cuando alargan la mano, tocan la trompeta; cuando dan una 
comida, alquilan a un pregonero. Hace poco pude ver — callo 
los nombres para que no creas que estoy haciendo sátira — en 
la basílica de San Pedro a una nobilísima mujer romana que, 
precedida de eunucos, iba repartiendo por su propia mano una 
moneda a cada pobre para aparentar más religión. Ocurrió que, 
como saben hacerlo muy bien los que tienen práctica, una po- 
bre vieja, cargada de años y trapos, se volvió a poner a la cola 
para recibir otra moneda. Cuando llegó por su turno a la dama, 
en lugar de una moneda le fue propinado un puñetazo, y la cul- 
pable de tamaño crimen quedó bañada en sangre. 

que congregant in harrea, et pater uester caelestis pascit illa. Si uestis 
defuerit lilia proponentur; si esurieris, beatos, audies pauperes e esu- 
rientes; si aliquis adflixerit dolor legito: propter hoc conplaceo mihi in 
infirmatatibus meis, et: datus est mihi stimulus camis meae, ángelus sata- 
nae qui me colafizet ne extollar. Laetare in ómnibus iudiciis Dei: exul- 
tauerunt enim filiae ludae in ómnibus iudiciis tuis, Domine. Illa tibí 
semper in ore uox resonet: nudus exiui de útero matris meae, nudus et 
redeam, et: nihilintu limus in hunc mundum nec auferre quid possumus. 

32. At nunc plerasque uideas armaria stipare uestibus, túnicas mu- 
tare cotidie et tamen tincas non posse superare. Quae religiosior fuerit 
unum exterit uestimentum, et plenis arcis pannos trahit. Inficitur mem- 
brana colore purpureo, aurum liquescit in litteras, gemmis códices ues- 
tiuntur et nudus ante fores earum Christus emoritur. Cum manum 
porrexerint, bucinant; cum ad agapen uocauerint, praeco conducitur. 
Vidi nuper — nomina taceo, ne saturam pute — nobilissimam mulie- 
rum Romanarum in basilica beati Petri semiuiris antecedentibus, pro- 
pria manu, quo religiosior putaretui; singulos nummos dispertire 
pauperibus. Interea — ut usu nosse perfacile est — anus quaedam an- 
nis pannisque obsita praecurrit ut alterum nummum acciperet; ad quam 

Sal 96,8. 

143 Job 1,21. 

144 1 Tim 6,7. 



22,32 



A Eustoquia 



2^1 



La raíz de todos los males es la avaricia ^'^^ y por eso el 
Apóstol la llama también servidumbre de ídolos. Busca en pri- 
mer lugar el reino de Dios, y todo eso se te dará por añadidura. 
El Señor no matará de hambre el alma de un justo. Fui joven, 
ya soy viejo; nunca he visto a un justo abandonado ni a su descen- 
dencia mendigando el pan Elias fue alimentado por ministe- 
rio de un cuervo. La viuda de Sarepta, que iba a morir juntamente 
con sus hijos aquella noche, da de comer a pesar de su hambre 
al profeta, y llenándose la tinaja de modo milagroso, el que ha- 
bía venido para ser alimentado alimenta. Pedro apóstol dice: No 
tengo oro ni plata y pero lo que tengo te lo doy: En el nombre del 
Señor Jesucristo, levántate y anda . Ahora, en cambio, hay mu- 
chos que, aunque de palabra callen, de hecho vienen a decir: 
«Fe y misericordia no tengo; pero lo que tengo, que es oro y pla- 
ta, no te lo doy». Así, pues, teniendo comida y vestido, con eso 
hemos de contentarnos. Escucha lo que pide Jacob en su ora- 
ción: Si el Señor me asiste y me guarda en este camino que recorro, 
y me da pan que comer y ropa con que vestirme Sólo pidió 
lo necesario, y veinte años más tarde vuelve señor rico y padre 
aún más rico a la tierra de Canaán. Hay a nuestra disposición 
infinitos pasajes de las Escrituras que nos enseñan que hay que 
huir de la avaricia. 

cum ordine peruenisset, pugnus porrigitur pro denario, et tanti crimi- 
nis reus sanguis effunditur. 

Radix malorum omnium est auaritia ideoque et ab apostólo idolo- 
rum seruitus appellatur. Quaere primum regnum Del et haec omnia 
adponentur tibí. Non occidet Dominus fame animam iusti: iuuenior 
fui et senuiy et non uidi iustum dereltctum neo semen eius quaerens pa- 
nem. Helias coruis ministrantibus pascitur; uidua Sareptena ípsa cum 
filiis nocte moritura prophetam pascit esuriens, et mirum in modum 
capsace conpleto, qui alendus uenerat, alit. Petrus apostólas: argentum, 
inquit, et aurum non babeo; quod autem babeo, boc tibi do. In nomine 
Domini lesu Christi surge et ambula. At nunc multi, licet sermone ta- 
ceant, re loquuntur: «fidem et misericordiam non habeo; quod autem 
habeo, aurum et argentum, non do tibi». Habentes igitur uictum et 
uestitum his contenti sumus. Audi lacob in sua oratione quid postu- 
let: sifuerit Dominus Deus mecum et seruauerit me in uia hac per quam 
ego iter fació, et dederit mihi panem ad manducandum et uestem ad in- 
duendum. Tantum necessaria deprecatus est, et post annos uiginti diues 
dominus et ditior pater ad terram reuertitur Chanaan. Infinita de scrip- 
turis exempla subpediant quae et auaritiam doceant esse fugiendam. 

145 1 Tim 6,10. 

146 Sal 36,25. 
Hech 3,6. 

148 Gén 28,20. 



248 



A Eustoquia 



22,34 



33. Pero como de momento sólo trato tangencialmente de 
ella, y con la gracia de Cristo tengo intención de dedicarle una 
obra especial, voy a referirte lo que no hace muchos años acon- 
teció en Nitria. Uno de los hermanos, ahorrador más que avaro, 
y que no sabía que el Señor había sido vendido por treinta mo- 
nedas de plata, dejó al morir cien sólidos, que había ganado te- 
jiendo lino. Se reunió el consejo de los monjes — es de saber 
que moran en aquellos parajes alrededor de cinco mil en celdi- 
llas aparte — para ver qué convenía hacer en el caso. Unos de- 
cían que se repartieran entre los pobres, otros que se dieran a 
la iglesia, algunos que se remitieran a sus padres. Pero Macario 
y Pambo e Isidoro y los demás que llaman padres determina- 
ron, por inspiración del Espíritu Santo, que fueran enterrados 
con su dueño, pues dijeron: Tu dinero sea contigo para perdi- 
ción Nadie piense que esto se hizo por crueldad; pero fue 
tal el terror que cundió por todo Egipto, que ahora se considera 
crimen haber dejado un solo sólido. 

34. Y, pues he hecho mención de los monjes y sé que te 
gusta oír hablar de cosas santas, préstame un momento de aten- 
ción. Tres géneros de monjes hay en Egipto: los cenobitas, a quie- 
nes en la lengua del país llaman sauheSy y nosotros podemos Uamar 
«los que viven en comunidad»; los anacoretas, que moran solos 
por los desiertos y reciben su nombre del hecho de retirarse de 
entre los hombres; el tercer género es el que llaman retnnuoth, 

33. Verum quia nunc ex latere de ea dicitur et suo, si Christus 
adnuerit, uolumini reseruatur, quid ante non plores annos Nitriae ges- 
tum sit referam. Quidam e fratribus parcior magis quam auarior, et 
nesciens triginta argentéis Dominum uenditum, centum solidos, quos 
lina texendo quaesierat, moriens dereliquit. Initum inter monachos con- 
silium — nam in eodem loco circiter quinqué milia diuisis cellulis 
habitant — , quid facto opus esset. Alii pauperibus distribuendos es se 
dicebant, alii dandos ecclesiae, nonnulli parentibus remittendos. Ma- 
carius uero et Pambos et Isidorus et ceteri quos patres uocant, sancto 
in eis loquente Spiritu, decreuerunt infodiendo esse cum domino suo 
dicentes: pecunia tua tecum sit in perditionem. Nec hoc crudeliter quis- 
quam factum putet: tantus per totam Aegyptum cunctos terror inuasit 
ut unum solidum dimisisse sit criminis. 

34. Et quoniam monachorum fecimus mentionem et te scio li- 
benter audire quae sancta sunt, aurem paulisper adcommoda. Tria sunt 
in Aegypto genera monachorum: coenobium quod illi sauhes gentili lin- 
gua uocant, nos «in commune uiuentes» possumus appellare; anacho- 
retae, qui soli habitant per deserta et ab eo quod procul ab hominibus 
recesserint nuncupantur; tertium genus est, quod dicunt remnuoth, de- 
terrimum atque neglectum, et quod in nostra prouincia aut solum aut 

149 Hech 8,20. 



22,35 



A Eustoquia 



249 



el más detestable y despreciado, y que en nuestra provincia es 
el único o el principal. Estos habitan de dos en dos o de tres 
en tres o poco más, viven a su albedrío y libertad, y del fruto 
de su trabajo depositan una parte para tener alimentos comu- 
nes. Por lo general, habitan en ciudades y villas y, como si fuera 
santo el oficio y no la vida, ponen a mayor precio lo que ven- 
den. Hay entre ellos frecuentes riñas, pues viviendo de su pro- 
pia comida no sufren sujetarse a nadie. Realmente suelen rivalizar 
en ayunos, y lo que debiera ser secreto ellos lo convierten en 
competición abierta. Entre ellos todo es afectado: anchas man- 
gas, sandalias mal ajustadas, hábito demasiado basto, frecuen- 
tes suspiros, visitas a vírgenes, murmuración contra los clérigos, 
y, cuando ocurre una fiesta algo más solemne, comen hasta 
vomitar. 

35. Dejemos a éstos a un lado, como a la peste, y venga- 
mos a los que en número mayor habitan en comunidad, es de- 
cir, a los que hemos dicho se llaman cenobitas. El primer 
compromiso entre ellos es obedecer a sus superiores y hacer cuan- 
to se les manda. Están divididos por decurias y centurias, de 
manera que al frente de cada nueve hombres hay un decano y, 
a su vez, los nueve decanos están bajo las órdenes de un centu- 
rión. Viven separados, pero en celdas contiguas. Hasta la hora 
de nona hay una especie de vacación judicial: nadie puede ir 
a la celda de otro, excepto los que hemos llamado decanos, que, 
si ven que alguno fluctúa en sus pensamientos, lo consuelan con 
sus palabras. 

primum est. Hi bini uel temí nec multo plores simul habitant suo ar- 
bitratu ac dicione uiuentes, et de eo quod laboráuerint in médium partes 
conferunt ut habeant alimenta communia. Habitant autem quam plu- 
rimum in urbibus et castellis, et quasi ars sit sancta, non uita, quid- 
quid uendiderint, maioris est pretii. Inter hos saepe sunt iurgia, quia 
suo uiuentes cibo non patiuntur se alicui esse subiectos. Re uera solent 
certare ieiuniis et rem secreti uictoriae faciunt. Apud hos affectata sunt 
omnia: laxae manicae, caligae follicantes, uestis grossior, crebra suspi- 
ria, uisitatio uirgínum, detractatio clericorum, et si quando festior dies 
uenerit saturantur ad uomitum. 

35. His igitur quasi quibusdam pestibus exterminatis, ueniamus 
ad eos qui plures in commune habitant, id est, quos uocari coenobium 
diximus. Prima apud eos confoederatio est oboedire maioribus et quid- 
quid iusserint faceré. Diuisi sunt per decurias atque centurias, ita ut 
nouem hominibus decimus praesit, et mrsus decem praepositos sub 
se centesimus habeat. Manent separati sed iunctis cellulis. Vsque ad 
horam nonam quasi iustitium est: nemo pergit ad alium exceptis his 
quos decanos diximus, ut si cogitationibus forte quis fluctuat illius con- 
soletur alloquiis. 



250 



A Eusíoquia 



22,35 



Después de la hora de nona se juntan todos, se cantan los 
salmos, se leen según costumbre las Escrituras y, terminadas 
las oraciones, se sientan todos, y el que está en medio y ellos 
llaman padre les comienza a hacer una plática. Mientras él ha- 
bla reina tal silencio que nadie se atreve a mirar a otro ni a 
escupir. El reconocimiento hacia el orador consiste en las lágri- 
mas de los oyentes. Calladamente van rodando sus lágrimas por 
la cara, sin que el dolor rompa nunca en sollozos. Pero tan 
pronto como toca el reino de Cristo, la bienaventuranza veni- 
dera o la gloria futura, allí verías cómo todos, con moderado 
suspiro y levantando los ojos al cielo, dicen para sí mismos: 
¿Quién me diera alas de paloma para volar y posarme? 

Después de esto se disuelve la asamblea, y cada decuria, con 
su padre, se dirige a la mesa, a la que todos sirven sucesivamen- 
te por semanas. Durante la comida no se produce ruido alguno, 
nadie habla mientras come. Se vive de pan, legumbres y horta- 
lizas, que se condimentan con sal y aceite. Vino sólo lo beben 
los viejos. A éstos y a los más jóvenes se les pone a menudo un 
desayuno, a los unos para sostener su edad ya fatigada y a los 
otros para que no se les quebrante en los mismos comienzos. 
Después se levantan todos a una y, rezando el himno de acción 
de gracias, vuelven a sus estancias. Allí, hasta el atardecer, cada 
uno habla con los suyos y dice: «¿Habéis visto a fulano, qué abun- 
dancia de gracia hay en él, cómo guarda el silencio, qué com- 
puesto es en su andar?». Si ven a alguno débil, lo consuelan; 

Post horam nonam in commune concurritur, psalmi resonant, scrip- 
turae ex more recitantur et conpletis orationibus cunctisque residenti- 
bus medius, quem patrem uocant, incipit disputare. Quo loquente 
tantum silentium fit ut neme ad alium respicere, neme audeat excrea- 
re. Dicentis laus in fleta est audientum. Tacite uoluuntur per ora lacri- 
mae et ne in singultus quidem erumpit dolor. Cum uero de regno 
Christi, de futura beatitudine, de gloria coeperit adnuntiare uentura, 
uideas cunctos moderato suspirio et oculis ad caelum leuatis intra se 
dicere: Qui dabit mthi pennas sicut columhae, et uolabo et requiescam? 

Post hoc concilium soluitur, et unaquaeque decuria cum suo pá- 
rente pergit ad mensas quibus per singulas ebdomadas uicissim minis- 
trant. Nullus in cibo strepitus, nemo comendens loquitur. Viuitur pane, 
leguminibus et olere quae sale et oleo condiuntur. Vinum tantum se- 
nes accipiunt, quibus et paruulis saepe fit prandium, ut aliorum fessa 
sustentetur aetas, aliorum non frangatur incipiens. Dehinc consurgunt 
pariter et hymno dicto ad praesepia redeunt. Ibi usque ad uesperam 
cum suis unusquisque loquitur et dicit: «uidistis iUum et iUum, quanta 
in ipso sit gratia, quantum silentium, quam moderatus incessus?» si 
infirmum uiderint, consolantur: si in Dei amore feruentem cohortan- 



■50 Sal 54,7. 



22,35 



A Eustoquia 



251 



si fervoroso en el amor de Dios, lo exhortan a perseverar en su 
fervor. Por la noche, fuera de las oraciones comunes, cada uno 
vela en su aposento; de ahí que los superiores rondan las celdas 
y, aplicando el oído, averiguan con todo cuidado en qué se ocu- 
pan. Si dan con alguno algo más perezoso, no le reprenden in- 
mediatamente, sino que, disimiolando lo que saben, le visitan 
más a menudo, y empezando ellos los primeros le convidan a 
orar sin forzarle. 

La tarea del día está fijada, y una vez hecha se entrega al 
decano, y éste la lleva al mayordomo, el cual, a su vez, cada mes, 
rinde cuentas con gran temor al padre de todos. El mayordomo 
es también el que prueba las comidas una vez preparadas. Y co- 
mo a nadie es lícito decir: «No tengo túnica ni capa ni jergón 
de juncos», él lo dispone todo de manera que nadie tenga que 
pedir nada ni a nadie le falte nada. Si alguno se pone enfermo, 
se le traslada a una sala más amplia, donde es atendido por los 
viejos, con tan soKcito cuidado, que no echa de menos las co- 
modidades de la ciudad ni el cariño de la propia madre. Los do> 
mingos se dedican exclusivamente a la oración y la lectura. Cosa, 
por lo demás, que hacen el resto de los días una vez terminadas 
las tareas. Cada día aprenden algo de las Escrituras. El ayuno 
es igual todo el año, excepto la cuaresma, en que se permite ma- 
yor rigor. Por Pentecostés, las cenas se convierten en comida de 
mediodía, a fin de satisfacer a la tradición eclesiástica y no car- 
gar el vientre con doble comida. Así describen a los esenios Fi- 

tur ad studium. Et quia nocte extra orationes publicas in suo cubili 
unusquisque uigilat, circumeunt cellulas síngulorum, et aure adposita, 
quid faciant diligenter explorant. Quem tardiorem deprehenderint, non 
increpant, sed dissimulato quod norunt, eum saepius uisitant et prius 
incipientes prouocant magis orare quam cogunt. 

Opus diei statutum est quod decano redditum fertur ad oecono- 
mum, qui et ipse per singulos menses patri omnium cum magno red- 
dit tremore rationem. A quo etiam cibi cum facti fuerint degustantur, 
et quia non licet dicere cuiquam: «tunicam et sagum textaque iuncis 
strata non habeo», üle ita uniuersa moderatur, ut nemo quid postulet, 
nemo dehabeat. Si ueto quis coeperit aegiotar^ transfertur ad exedram 
latiorem, et tanto senum ministerio confouetur ut nec delicias urbium 
neo matris quaerat affectum. Dominicis diebus orationi tantum et lec- 
tionibus uacant; quod quidem et omni tempore conpletis opusculis fa- 
ciunt. Cotidie de scripturis aliquid discitur. leiurdum totius anni aequale 
est, excepta quadragesima in qua sola conceditur restrictius uiuere. Pen- 
tecoste cenae mutantur in prandia, quo et traditioni ecclesiasticae sa- 
tisfiat et uentrem cibo non onerent duplicato. Tales PhÜo, Platonici 
ser monis imitator, tales losephus, Graecus Liuius, in secunda ludai- 
cae captiuitatis historia Essenos refert. 



252 



A Bustoquia 



22,37 



Ion, imitador del estilo platónico, y Josefo, el Livio griego, en 
la segunda historia de la cautividad judaica. 

36. Y ya que tratando de las vírgenes he introducido casi 
innecesariamente el tema de los monjes, voy a pasar al otro gé- 
nero, a los llamados anacoretas, los cuales, saliendo de los ceno- 
bios, se van por los desiertos sin más viático que pan y sal. El 
iniciador de este género de vida fue Pablo; Antonio lo perfec- 
cionó, y, remontándonos más arriba, el primero de todos fue Juan 
Bautista. Este es el tipo de hombre que describe el profeta Jere- 
mías cuando dice: Bueno es para el hombre soportar el yugo desde 
su juventud. Que se sienta solitario y silencioso, porque tomó so- 
bre sí el yugo. Que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte 
de oprobios, pues el Señor no desecha para siempre En otra 
ocasión, si lo deseas, te explicaré en detalle los trabajos y mane- 
ra de vida de estos que, estando en la carne, no pertenecen a 
la carne. Ahora vuelvo a mi propósito, pues tratando de la avari- 
cia, me distraje con los monjes. A la vista de sus ejemplos, ni 
digo que despreciarás el oro y la plata y demás riquezas, sino 
aun la tierra misma y el cielo, y unida con Cristo cantarás: E/ 
Señor es mi herencia 

37. Pasemos a otra cosa. El Apóstol nos manda orar siem- 
pre, y para los santos el sueño mismo es oración; sin embargo, 
debemos tener repartidas las horas de oración, para que si esta- 
mos absorbidos por algún trabajo, el tiempo mismo nos amo- 
neste a cumplir nuestro deber: las horas de tercia, sexta, nona 
y también laudes y vísperas; cosa que nadie desconoce. No se 

36. Verum quia nunc de uirginibus scribens paene superflue de 
monachis disputaui, ad tertium genus ueniam quos anachoietas uocant, 
et qui de coenobiis exeuntes excepto pane et sale amplius ad deserta 
nil perfenint. Huius uitae auctor Paiólus, inlustrator Antonius et, ut 
ad superiora conscendam, princeps lohannes baptista fuit. Talem uirum 
Hieremias quoque propheta descripsit dicens: bonum est uiro cuín por- 
tauerit iugum ah adulescentia sua. Sedebit solus et tacebit, quoniam sus- 
tulit super se iugum, dabit percutienti se maxillam, saturabitur inproperiis, 
quia non in sempitemum absciet Dominus. Horum laborem et conuer- 
sationem in carne non carnis, alio témpora si uolueris explicabo. Nunc 
ad propositum redeam, quia de auaritia disserens ad monachos uene- 
ram. Quorum tibi exempla proponens, non dicam aurum et argentum 
et ceteras opes, sed ipsam terram caelumque despicies, et Christo co- 
pulata cantabis: pars mea Dominus. 

yi. Post haec, quamquam apostolus semper orare nos iubeat et 
sanctis etiam ipse somnus oratio sit, tamen diuisas orandi horas habe- 
re debemus ut, si forte aUquo fuerimus opere detenti, ipsum nos ad 



151 Lam 3,27-30. 

152 Sal 72,26. 



22,37 



A Eustoquia 



253 



ha de tomar comida alguna sin que preceda la oración ni hay 
que retirarse de la mesa sin dar gracias al Creador. Por la noche 
conviene levantarse dos y aun tres veces y rumiar lo que sabe- 
mos de memoria de las Escrituras. Al salir de casa hemos de 
armarnos con la oración, y al volver de la plaza hemos de orar 
antes de sentarnos, y nuestro pobre cuerpo no ha de descansar 
antes de que se alimente el alma. En toda acción, en todo des- 
plazamiento, la mano ha de trazar la señal de la cruz. No mur- 
mures de nadie ni escandalices al hijo de tu madre. ¿Quién eres 
tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o caiga só- 
lo interesa a su señor, Pero quedará en pie, pues poderoso es el Se- 
ñor para sostenerlo Tampoco por ayunar dos días seguidos te 
creas mejor que quien no ayuna. Tú ayunas y eres colérica; el 
otro come y quizá es benigno. Tú compensas la fatiga de tu al- 
ma y el apetito de tu vientre riñendo; el otro come con modera- 
ción y da gracias a Dios. Por eso Isaías clama en todo tiempo: 
No es ése el ayuno que yo quiero, dice el Señor. Y otra vez: Eí 
que el día en que ayunáis buscáis vuestro negocio y explotáis a to- 
dos vuestros trabajadores. Ayunáis para litigio y pleito y para dar 
de puñetazos al humilde. ¿Es eso ayunar en mi honor? ¿Qué 
clase de ayuno puede ser el de aquel sobre cuya ira no digo cae 
la noche, sino que transcurre luna entera? Mírate a ti misma y 
no te gloríes de la caída ajena, sino de tu propia obra. 

officium tempus admoneat: horam tertiam, sextam, nonam, diluculum 
quoque et uesperam neme qui nesciat. Nec cibus a te sumatur nisi ora- 
tione praemissa, nec recedattir a mensa nisi referantur gratiae creato- 
ri. Noctibus bis terque surgendum, reuoluenda de scripturis quae 
memoriter tenemus. Egredientes hospitíum armet oratio, regredienti- 
bus de platea oratio occurrat ante quam sessio, nec prius corpusculum 
requiescat quam anima pascatur. Ad omnem actum, ad omnem inces- 
sum manus pingat crucem. Nulli detrahas nec aduersus fÜium matris 
tuae ponas scandalum. Tu quae es, ut alienum seruum iudices? suo do- 
mino stat aut cadit. Stabit autem; polens est enim Deus statuere illum. 
Nec si biduo ieiunaueris, putes te a non ieiunante esse meliorem. Tu 
ieiunas et irasceris, Üle comedit et forte blanditur; tu uexationem mentis 
et uentris esuriem rixando digeris, üle moderatius alitur et Deo gra- 
tias referí. Vnde cotidie clamat Esaias: non tale ieiunium elegi, dicit 
Dominus, et iterum: In diebus enim ieiuniorum inueniuntur uoluntates 
uestrae et omnes, qui sub potestate uestra sunt, stimulatis. In iudiciis et 
litibus ieiunatis et percutitis pugnis humilem, ut quid mihi ieiunatis? Quale 
illud potest esse ieiunium, cuius iram, non dicam nox occupat, sed lu- 
na integra derelinquit? te ipsam considerans noli in alterius ruina, sed 
in tuo opere gloriari. 



153 Rom 14,4. 

154 Is 58,5; 58,3-4. 



254 



A Eustoquia 



22,38 



38. No te propongas como ejemplo a aquellas que, tenien- 
do cuidado de la carne, calculan las rentas de sus posesiones y 
los gastos diarios de su casa. No porque Judas fuera traidor se 
dejaron quebrantar los otros once apóstoles; ni porque Figelo 
y Alejandro naufragaron en la fe dejaron los otros de correr por 
ella. Y no me digas: «Esta o aquélla disfrutan de su hacienda, 
son honradas de todo el mundo, en su casa se reúnen los herma- 
nos y las hermanas. ¿Dejan por eso de ser vírgenes?». Lo prime- 
ro es que se puede dudar si las tales son vírgenes. Porque la mirada 
de Dios no es como la mirada del hombre. El hombre no ve más 
que las apariencias, pero Dios mira al corazón En segundo lu- 
gar, yo no sé si es sólo virgen en el cuerpo o lo es también en 
el espíritu. El Apóstol definió a la virgen como santa en el cuer- 
po y en el espíritu Por último, que se guarde ella su gloria. 
Supere la sentencia de Pablo: Goce de deleites y y no obstante, si- 
ga viviendo En cuanto a nosotros, imitemos mejores ejem- 
plos. Ponte ante los ojos a la bienaventurada María, que fue de 
tal pureza que mereció ser madre del Señor. Cuando el ángel 
Gabriel descendió a ella en figura de varón y le dijo: Dios te 
salve, llena de gracia^ el Señor contigo desconcertada y teme- 
rosa no pudo responder, pues nunca había sido visitada por un 
hombre. Finalmente escucha el mensaje y toma la palabra, y la 
que había temblado ante un hombre conversa intrépida con un 
ángel. 

38. Nec illarum tibi exempla proponas, quae carnis curam facien- 
tes possessionum reditus et cotidianas domus inpensas subputant. Ñe- 
que enim undecim apostoli ludae proditione sunt fracti, nec Phygelo 
et Alexandro faciente naufragium ceteri a cursu fidei substiterunt. Nec 
dicas: «illa et illa suis rebus fruitur; honoratur ab ómnibus; fratres ad 
eam conueniunt et sórores: numquid ideo uirgo esse desiuit?» Primum 
dubium, an uirgo sit talis. Non enim quomodo uidet homo, uidehit Deus. 
Homo uidet in facie, Deus uidet in corde. Dehinc, etiam si corpore uir- 
go est, an spiritu uirgo sit, nescio. Apostolus autem ita uirginem defi- 
niuit: utsitsancta et corpore et spiritu. Ad extremum habeat sibi gloriam 
suam. Vincat Pauli sententiam, deliciis fruatur et uiuat: nos meliorum 
exempla sectemur. Propone tibi beatam Mariam, quae tantae extitit 
puritatis ut mater esse Domini mereretur. Ad quam cum ángelus Ga- 
briel in uiri specie descendisset dicens: aue, gratia plena, Dominus te- 
cum, consternata et perterrita responderé non potuit; numquam enim 
a uiro fuerat salutata. Denique nuntium discit et loquitur et, quae ho- 
minem formidarat, cum angelo fabulatur intrépida. 

1 Sam 16,7. 
1 Cor 7,32. 
1 Tim 5,6. 
158 Le 1,28. 



22,38 



A Bustoquia 



255 



También tú puedes ser madre del Señor. Tómate una placa 
grande y nueva y escribe en ella con buril de hombre que arrebata 
velozmente los despojos y cuando te hubieres llegado a la 
profetisa y hubieres concebido y dado a luz un hijo, dirás: Por 
tu temor. Señor, concebimos y pasamos por los dolores del parto 
y dimos a luz; hemos hecho sobre la tierra el espíritu de tu salva- 
ción Entonces tu hijo también te responderá y dirá: Esta es 
mi madre y mis hermanos Y de forma admirable aquel que 
poco antes inscribiste a lo ancho de tu pecho, el que con rápido 
punzón dibujaste en la novedad de tu corazón, después de arre- 
batar los despojos a los enemigos, después de desnudar a los prin- 
cipados y potestades y clavarlos en la cruz, concebido, va 
creciendo, y hecho varón, empezará a tenerte por esposa en vez 
de por madre. Empresa grandiosa, pero también premio grande 
ser lo mismo que los mártires, ser lo mismo que los apóstoles, 
ser lo mismo que Cristo. Todo lo cual sólo aprovecha cuando 
se hace dentro de la Iglesia, cuando celebramos la Pascua en 
esa sola casa, cuando entramos en el arca con Noé, cuando, al 
caer Jericó, nos alberga Rahab justificada. Por lo demás, las vír- 
genes que se dice se dan también entre diversos herejes, y seña- 
ladamente en la secta del impurísimo Manes, han de ser tenidas 
por rameras, no por vírgenes. Pues si el autor de su cuerpo es 
el diablo, ¿cómo pueden honrar la figura de su enemigo? Pero 
como saben que el nombre de vírgenes es glorioso, por eso cu- 
Potes et tu esse mater Domini. Accipe tibí tomum magnum, nouum 
et scribe in eo stilo hominis uelociter spolia detrahentis, et cum accesse- 
ris ad prophetissam et conceperis in útero et pepereris filium, dic: a 
timare tuo, Domine, concepimus et doluimus et peperimus; spiritum sa- 
luationis tuae fecimus super terram. Tune et filius tuus tibi respondebit 
et dicet: ecce mater mea et fratres mei. Et mirum in modum ille, quem 
in latitudine pectoris tui paulo ante descripseras, quem in nouitate cordis 
stÜo uolante signaueras, posquam spolia ex hostibus ceperit, postquam 
denudauerit principatus et potestates et adfixerit eas cruci, conceptus 
adolescit et maior effectus sponsam te incipit habere de matre. Gran- 
dis labor, sed grande praemium esse quod martyras, esse quod apostó- 
los, esse quod Christus est. Quae quidem uniuersa tune prosunt cum 
in ecclesia fiunt, cum in una domo pascha celebramus, si arcam ingre- 
dimur cum Noe, si pereunte Hiericho Raab iustificata nos continet. 
Ceterum uirgines, quales apud diuersas hereses et quales apud inpu- 
rissimum Manicheum esse dicuntur, scorta sunt aestimanda, non uir- 
gines. Si enim corporis earum auctor est diabolus, quomodo possunt 
honorare plasticam hostis sui? Sed quia sciunt uirginale uocabulum glo- 



159 Is 8,1. 

1*^^ Cita propia de Jerónimo sobre Is 26,18. 
161 Mt 12,49. 



256 



A Eustoquia 



22,39 



bren a sus lobos con pieles de ovejas. El anticristo finge a Cris- 
to y ellas esconden la torpeza de su vida con el falso honor de 
un nombre. Alégrate, hermana; alégrate, hija; alégrate, virgen mía: 
lo que otras simulan, tú has empezado a serlo realmente. 

39. Todo lo que he dicho hasta aquí parecerá duro a quien 
no ame a Cristo. Pero quien tuviere por basura toda la pompa 
del siglo y juzgue vanidad todo lo que hay bajo el sol a cambio 
de ganar a Cristo, quien ha muerto con su Señor y ha resucita- 
do con El, y quien ha crucificado su carne con todos sus vicios 
y concupiscencias, éste proclamará libremente: ¿Quién nos se- 
parará del amor de Cristo? ¿La tribulación^ la angustia, la persecu- 
ción, el hambre, la desnudez^ los peligros, la espada? Y prosegui- 
rá: estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni 
los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la 
altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separamos 
del amor de Dios manifiesto en Cristo Jesús, Señor nuestro 

Por nuestra salvación, el Hijo de Dios se hizo hijo del hom- 
bre; para nacer, espera por diez meses en el seno materno; so- 
porta todos los inconvenientes, es dado a luz ensangrentado, es 
envuelto en pañales, sonríe a las caricias, y el que abarca al mundo 
con su mano es contenido en la estrechez de un pesebre. Paso 
por alto que hasta los treinta años, como un desconocido, se re- 
signa a la pobreza de sus padres, que es azotado y calla, crucifi- 
cado, y ruega por los que lo crucifican. ¿Cómo pagaré al Señor 

riosum, sub ouium pellíbus lupos tegunt. Christum mentitur antich- 
ristus et turpitudinem uitae falso nominis honore conuestiunt. Gaude, 
sóror, gaude, filia, gaude, mi uirgo: quod aliae simulant, tu uere esse 
coepisti. 

39 . Haec omnia quae digessimus dura uidebuntur ei qui non amat 
Christum. Qui autem omnem saeculi pompam pro purgamento habuerit 
et uaná duxerit uniuersa sub solé, ut Christum lucrifaciat, qui conmor- 
tuus est Domino suo et conresurrexit et crucifixit carnem cum uitiis 
et concupiscentiis, libere proclamabit: quis nos separabit a caritate Christz? 
trihulatzo? an angustia? an persecutio? an famis? an nuditas? an pericu- 
lum? an gladius? et iterum: certus autem sum quia ñeque mors ñeque 
uita ñeque ángelus ñeque principatus ñeque instantia ñeque futura ñeque 
fortitudo ñeque excehum ñeque profundum ñeque alia creatura poterit 
nos separare a caritate Dei, quae est in Christo lesu Domino nostro. 

Dei filius pro nostra salute hominis factus est filius, decem mensi- 
bus in Utero ut nascatur expectat, fastidia sustinet, cruentus egeritur, 
inuoluitur pannis, blanditüs deridetur, et ille cuius pugillo mundus in- 
cluditur praesepis continetur angustiis. laceo, quod usque ad tricesi- 
mum annum ignobilis parentum paupertate contentus est; uerberatur 



Rom 8,35-39. 



22,40 A Eustoquia 257 

todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, in- 
vocando el nombre del Señor Preciosa es en el acatamiento del 
Señor la muerte de sus fieles La sola paga digna es compen- 
sar sangre por sangre, y, pues hemos sido redimidos por la san- 
gre de Cristo, morir de buena gana por nuestro Redentor. ¿Qué 
santo fue coronado sin combate? Abel, el justo, es asesinado; 
Abrahán corre peligro de perder a su mujer, y, para no hacer ahora 
un libro inmenso, busca y hallarás que cada uno hubo de sufrir 
diversas calamidades. Sólo Salomón vivió entre delicias, y por 
eso acaso dio tan grande caída. Pues a quien ama^ el Señor le 
corrige, y azota a todos los hijos que acoge ¿Acaso no vale 
más combatir por breve tiempo, traer a cuestas el baluarte, las 
armas y víveres; cansarse bajo la loriga y gozar después como 
vencedor que no, por no aguantar una hora, someterse luego a 
perpetua servidumbre? 

40. Para los que aman no hay nada duro, y para quien de- 
sea algo no hay trabajo dificultoso. Mira lo que aguanta Jacob 
por Raquel, que le fue prometida por mujer Y sirvió, dice la Es- 
critura, Jacob por Raquel durante siete años. Y se le hicieron co- 
mo unos días, porque la amaba mucho El mismo recuerda 
después: Por el día me devoraba el calor y por la noche el frío ^^'^ . 
Amemos también nosotros a Cristo, busquemos sus caricias, y 
todo lo difícil se nos hará fácil. Nos parecerá breve todo lo que 
es largo, y, heridos por su dardo, diremos a cada momento: ¡Ay 

et tacet; crucifigitur et pro crucifigentibus deprecatur. Quid igitur re- 
trihuam Domino pro ómnibus, quae retribuit mihi? calicem salutaris ac- 
cipiam et nomen Domini inuocabo. Pretiosa in conspectu Domini mors 
sanctorum eius. Haec est sola digna retribu tio cum sanguis sanguine 
conpensatur et redempti cruore Chrlsti pro redemptore libenter ob- 
cumbimus. Quis sanctorum sine certamine coronatus est? Abel iustus 
occiditur; Abraham uxorem periclitatur amittere et, ne in inmensum 
uolumen extendam, quaere et inuenies singulos diuersa perpessos. So- 
las in deliciis Salomón fuit et forsitan ideo corruit. Quem enim diligit 
DominuSy corripit; castigat autem omnem fiUum quem recipit, Nonne me- 
lius est breui tempere dimicare, ferré uallum arma, cibaria, lassescere 
sub lorica et postea gaudere uictorem, quam inpatientia unius horae 
seruire perpetuo? 

40. Nihil amantibus durum est, nullus difficilis cupienti labor. 
Réspice quanta lacob pro Rachel pacta uxore sustineat. Etseruiuit, in- 
quit scriptura, lacob pro Rachel annis septem. Et erant in conspectu eius 

163 Sal 115,3-4. 

164 Sal 115,6. 

165 Heb 12,6. 

166 Gén 29,30. 

167 Gén 31,40. 



258 



A Eustoquia 



22,4ü 



de mU que se ha prolongado mi peregrinación! Porque estimo 
que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con 
la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Porque la tribulación 
engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud pro- 
bada, esperanza, y la esperanza no falla Cuando te parezca pe- 
sado lo que sufres, lee la segunda carta de Pablo a los corintios: 
En trabados, yo más; más en cárceles; mucho más en azotes; en pe- 
ligro de muerte, muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cua- 
renta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas, una vez 
apedreado, tres veces naufragué; un día y una noche estuve en lo 
profundo del man Viajes frecuentes; peligros de ríos, peligros de sal- 
teadores, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros 
en ciudad, peligros en despoblado, peligros por mar, peligros entre 
falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; 
hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez ¿Quién 
de vosotros puede reclamar para sí ni siquiera una parte mínima 
de esta lista de merecimientos? Así podía él decir más tarde con- 
fiadamente: He culminado mi carrera, he conservado la fe. Sólo 
me aguarda la corona de la justicia que aquel día me entregará el 
Señor Si la comida está insípida, nos entristecemos y pen- 
samos hacer a Dios un beneficio. Si bebemos el vino un poco 
más aguado, rompemos la copa, echamos a rodar la mesa, sue- 

quasi pauci dies, quia amabat illam. Vnde et ipse postea memorat: in 
die urehar aestu et gelu nocte. Amemus et nos Christum, semper eius 
quaeramus amplexus, et facÜe uidebitur omne díff icile. Breuia putabi- 
mus uniuersa quae longa sunt, et iaculo illius uulnerati per horarum 
momenta dicemus: heu me, quia peregrinatio mea prolóngala est; non 
sunt enim condignae passiones huius mundi ad futuram gloriam quae reue- 
labitur in nobis; quia tribulatio patientiam operatur, patientia probatio- 
nem, probatio autem spem, spes uero non confundit. Quando tibi graue 
uidetur esse quod sustines, Pauli secundam ad Corinthios lege: in la- 
boribus plurtmis, in carceribus abuntantius, in plagis supra modum, in mor- 
tibus frequenter — a ludaeis quinquies quadragenas una minus accepi, ter 
uirgis caesus sum, semel lapidatus sum, ter naufragium feci—, nocte et 
die in profundo maris fui, in ttineribus saepius, periculis fluminum, peri- 
culis latronum, periculis ex genere, periculis ex gentibus, periculis in ciui- 
tate, periculis in deserto, periculis in mare, periculis in falsis fratribus, in 
laboribus, in miseriis, in ui^iliis multis, in fame et siti, in teiuniis plurt- 
mis, infrigore et nuditate. Quis nostrum saJtim minimaín portionem de 
catalogo harum sibi potest uindicare uirtutum? Vtique ille postea con- 
fidenter aiebat: cursum consummaui, fidem seruaui. Superest mihi coro- 
na iustitiae quam retribuet mihi Dominus. Si cibus insulsior fuerit, 

168 Sal 119,5. 

169 Rom 8,18; 5,3-5. 
2 Cor ll,23ss. 

171 2 Tim 4,7-8. 



22,41 A Eustoquia 259 

nan los azotes; el agua un tanto tibia se venga con sangre. El 
reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan 
Si no te hicieres violencia, no puedes arrebatar el reino de los 
cielos. Si no llamas importunamente, no recibirás el pan del sa- 
cramento. ¿No te parece propio de gente esforzada que la carne 
quiera ser lo que Dios es y subir allí de donde cayeron los ánge- 
les para juzgar de ellos.^ 

41. Sal por un instante del cuerpo, te ruego, y pon delante 
de tus ojos el galardón del trabajo presente, que ni el ojo vio, 
ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó ¿Cómo será 
aquel día cuando María, Madre del Señor, te saldrá al encuen- 
tro acompañada de los coros de vírgenes; cuando, pasado el mar 
Rojo y hundido el faraón con su ejército, entone al son del tam- 
boril el himno que responderá el coro: Cantamos al Señor, pues 
se cubrió de gloria: Al caballo y al caballero arrojó al mar? 
Entonces Tecla volará gozosa a abrazarte. Entonces el esposo mis- 
mo te saldrá a recibir y te dirá: Levántate, amada mía, hermosa 
mía, paloma mía, y vente. Porque, mira, ha pasado ya el invierno 
y la lluvia se ha ido Entonces se admirarán los ángeles y pre- 
guntarán: ¿Quién es ésta que surge cual la aurora, bella como la 
luna, refulgente como el sol? Te verán las hijas y te alabarán; 
las reinas y concubinas te exaltarán. 

contristamur et putamus nos Deo praestare beneficium; cum aquatius 
bibimus, calix frangitur, mensa subuertitur, uerbera sonant et aqua te- 
pidior sanguina uindicatur. Regnum caelorum uim patituret uiolenti di- 
ripiunt illud. Nisi uim feceris caelorum regna non capies. Nisi pulsaueris 
inportune, panem non accipies sacramenti. An non tibi uidetur esse 
uiolenti, cum caro cupit esse quod Deus est, et íUuc unde angelí co- 
rruerunt angelos iudicatura conscendere? 

41. Egtedere, quaeso, paulisper e corpore, et praesentis laboris ante 
oculos tuos pinge mercedem quam neo oculus uidit neo auris audiuit 
neo in cor hominis ascendit. Qualis erit üla dies, cum tibi Maria, mater 
Domini, chotis occurret comitata uirgineis, cum post Rubrum Mare 
et submersum cum suo exercitu Pharaonem tympanum tenens praeci- 
net responsuris: cantemus Domino; gloriase enim magnificatus est; equum 
et ascensorem proiecit in mare? Tiinc Thecla in tuos laeta uolabit am- 
plexus. Tune et ipse sponsus occurret et dicet: surge, ueni, próxima mea, 
speciosa mea, columba mea, quia ecce hiems transiit, pluuia abiit sibi. 
Tune angeli mirabuntur et dicent: Quae est ista prospiciens quasi dilu- 
culum, speciosa ut luna, electa ut sol? Videbunt te filiae et laudabunt 
te; reginae et concubinae te praedicabunt. 

172 Mt U,12. 
175 1 Cor 2,9. 
Ex 15,1. 

175 Cant 2,10-11. 

176 Cant 6,10. 



260 



A Eustoquia 



22,41 



Entonces te saldrá también al encuentro el segundo coro de 
la castidad: Sara vendrá con las casadas; Ana, la hija de Fanuel, 
con las viudas. Como en bandos diferentes, allí estarán tus ma- 
dres, la de la carne y la del espíritu. Aquélla se alegrará de ha- 
berte engendrado; ésta se regocijará de haberte instruido. 
Entonces sí que montará de verdad el Señor sobre la asnilla y 
entrará en la Jerusalén celeste. Entonces los pequeñuelos, de quie- 
nes habla el Salvador en Isaías: Aquí estoy yo y los hijos que me 
ha dado el Señor levantando las palmas de la victoria, can- 
tarán al unísono: ¡Hosanna en las alturas! Entonces aquellos 
ciento cuarenta y cuatro mil que están delante del trono y de 
los ancianos empuñarán sus cítaras y cantarán el cántico nuevo, 
y nadie podrá saber aquel cántico fuera del número establecido. 
Estos son los que no se mancillaron con mujeres, pues perma- 
necieron vírgenes Estos son los que siguen al cordero a don- 
dequiera que fuere. 

Siempre que la vana ambición del siglo te halague, siempre 
que veas el fasto del mundo, trasládate en espíritu al paraíso. 
Empieza a ser lo que serás un día, y así podrás oír de tu esposo: 
Ponme cual sello en tu corazón y como un sello en tu brazo 
Fortalecida en tus actos y en tu espíritu gritarás: Grandes aguas 
no pueden apagar el amory ni los ríos anegarlo 

Tune et alius castitatis chorus occurret: Sara cum nuptis ueniet, fi- 
lia Phanuelis Anna cum uiduis. Erunt, ut in diuersis gregibus, carnis 
et spiritus, matres tuae. Laetabitur üla quod genuit; exultabit ista quod 
docuit. Tune uere super asinam Dominus ascendet et caelestem ingre- 
dietur Hierusalem. Tune paruuli, de quibus in Esaia saluator effatur: 
ecce ego et pueri quos mihi dedit Dominus, palmas uictoriae subleuan- 
tes consono ore cantabunt: osanna in excekis; benedictus, qui uenit in 
nomine Domini, osanna in excelsis. Tune centum quadraginta quattuor 
milia in conspectu throni et seniorum tenebunt citharas et cantabunt 
canticum nouum, et neme poterit scire canticum illud nisi numerus 
definitus: bi sunt, qui se cum mulieribus non coinquinauerunt — uiigines 
enim permanserunt. 

Quotienscumque te uaná saeculi delectarit ambitio, quotiens in 
mundo aliquid uideris gloriosum, ad paradisum mente transgredere; 
esse incipe quod futura es, et audies ab sponso tuo: pone me sicut sig- 
naculum in carde tuo, sicut signaculum in brachio tuo, et opere pariter 
ac mente munita clamabis: aqua multa non poterit extingúete caritatem 
et flumina non coopenent eam. 

177 Is 8,18. 

178 Mt 21,9. 

179 Ap 14,4. 

180 Cant 8,6. 

181 Cant 8,7. 



23,1 



A Marcela 



261 



23 



A MARCELA 



[SOBRE LA MUERTE DE LEA] 



Es ésta la primera carta de una larga serie dedicada por Jeróni- 
mo a la noble viuda romana Marcela. La biografía de Marcela se 
irá dibujando a lo largo de la correspondencia de Jerónimo. Ya en 
esta cartaj «sobre la muerte de Lea», Jerónimo reproduce la impre- 
sión que a él, y más particularmente a Marcela, les causaría la no- 
ticia de esta muerte, que les llegaba precisamente cuando, en una 
de las sesiones habituales de exégesis mantenidas en casa de Marce- 
la, estaban comenzando la lectura del Salmo 72. Pasado el primer 
desconcierto, Jerónimo buscará por escrito el desahogo espiritual 
con Marcela a propósito de una muerte tan sentida como inespera- 
da. Esta circunstancia pone de manifiesto la honda relación perso- 
nal de Jerónimo con Marcela, cuya casa, situada en el Aventino, 
era desde hacia tiempo un auténtico monasterio de vírgenes dedi- 
cadas al ascetismo y, desde el establecimiento de Jerónimo en Ko- 
ma, punto de encuentro para cuantos — principalmente damas de 
la nobleza cristiana de Roma — buscaban las enseñanzas espiritua- 
les del biblista y del asceta. Sobre la vocación de Marcela como 
inspiradora de la vida monacal y sobre su misma vida escribirá Je- 
rónimo, hacia el año 412, una bella carta a requerimiento de la 
virgen Principia. Es la carta 127 de esta colección. 

La presente puede ser del otoño del 384. 

1. Hoy, a eso de las nueve de la mañana, habíamos empe- 
zado a leer el Salmo 72, es decir, el comienzo del libro tercero 
del Salterio, y tuvimos que explicar cómo parte de su título per- 
tenece al fin del libro segundo, y parte, al principio del tercero. 
Es decir, las palabras: Terminan los himnos de David, hijo deje- 
sé, son conclusión del libro anterior; las otras: Salmo de Asaf, 
son comienzo del siguiente ^ Habíamos llegado al paso en que 
habla el justo y dice: Yo decía: Si hablara de este modo, renegaría 



1. Cum hora ferme tertia hodiernae diei septuagesimum secun- 
dum psalmum, id est tertii libri principium, legere coepissemus, et do- 
cere cogeremur tituli ipsius partem ad finem secundi libri, partem ad 
principium tertii libri pertinere — quod sciÜcet defecerunt hymni Dauid, 
fila lesse, finis esset prioris, psalmus uero Asaph principium sequentis — 
et usque ad eum locum peruenissemus in que iustus loquitur: dicebam: 



23 



AD MARCELLAM DE EXFTV LEAE 



1 Cf. Sal 71,20; 72,1. 



262 



A Marcela 



23,2 



del linaje de tus hijos ^, texto que tiene una traducción distinta 
en los códices latinos. En ese momento nos llegó inesperada- 
mente la noticia de que la santísima Lea había abandonado su 
cuerpo. Te vi palidecer de tal forma que me di cuenta de que 
son pocas las almas, si es que hay alguna, que no se entristezcan 
al ver cómo se quiebra nuestro vaso de arcilla. No es que te do- 
lieras por estar incierta de su suerte futura, sino por no haber 
tributado el debido obsequio a sus despojos mortales. Al final 
de nuestra conversación todavía tuvimos noticia de que sus res- 
tos habían sido ya trasladados a Ostia. 

2. Quizá preguntes a qué viene este recuerdo. Te respon- 
deré con palabras del Apóstol que vienen muy a cuento. Prime- 
ro, porque la alegría de todos nosotros debe acompañar a la que, 
habiendo pisoteado al diablo, ha recibido ya la corona de la se- 
guridad; segundo, para relatar brevemente su vida; tercero, para 
despojar al cónsul electo de sus pompas seculares y afirmar que 
está ahora en el infierno. Pero ¿quién será capaz de ensalzar de- 
bidamente la vida de Lea? Se había convertido tan plenamente 
a Dios, que llegó a estar al frente de un monasterio y a ser ma- 
dre de vírgenes. Después de haber vestido finos paños, mortifi- 
có sus miembros en el saco; pasaba las noches en oración y 
enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con las pala- 
bras. Fue tal su humildad y sumisión, que la que había sido se- 
ñora de muchos parecía ahora criada de la humanidad; aunque 
el hecho de que nadie la tuviera por señora de muchos la hacía 

si narrauero sic, ecce generationem filiorum tuorum praeuaricatus sum, 
quod in Latinis codicibus non ita habemus expressum, repente nobis 
nuntiatum est sanctissimam Leam exisse de corpore. Ibique ita te pa- 
Uuisse conspexi, ut uere aut pauca aut nuUa sit anima quae fracto uase 
testaceo non tristis erumpat, Et tu quidem, non quod futuri incerta 
esses dolebas, sed quo triste funeri obsequium non dedisses. Denique 
in mediis fabulis rursum didicimus reliquias eius iam Ostia fuisse 
delatas. 

2. Quaeras quo pertineat ista replicatio? respondebo tibi uerbis 
apostoli: multum per omnem modum. Primum, quod uniuersorum gau- 
diis prosequenda sit quae cálcate diabolo coronam iam securitatis ac- 
cepit; secundo, ut eius uita breuiter explicetur; tertio, ut designatum 
consulem de suis saeculis detrahentes esse doceamus in tártaro. Equi- 
dem conuersationem Leae nostrae quis possit digno eleuare praeconio? 
ita eam totam ad Dominum fuisse conuersam ut monasterii princeps, 
mater uirginum fieret; post mollitiem uestium sacco membra triuisse; 
orationibus duxisse noctes, et comités suas plus exemplo docuisse quam 
uerbis. Humilitatis tantae tamque subiectae, ut quondam domina plu- 
rimorum ancilla hominis putaretur, nisi quod eo Christi magis esse an- 



2 Sal 72,15. 



23,4 A Marcela 263 

tanto más esclava de Cristo. Su vestir era simple; la comida po- 
bre; la cabellera descuidada; hacía todas las cosas, pero en nada 
buscaba la ostentación, pues temía recibir su paga en este mundo. 

3 . Ahora, a cambio de un breve trabajo, goza ya de la feli- 
cidad eterna: es recibida por los coros de los ángeles, festejada 
en el seno de Abrahán y, juntamente con Lázaro, pobre en otro 
tiempo, ve cómo el rico vestido de púrpura, todo un cónsul elec- 
to \ aunque todavía no investido de la toga palmada, pide que 
se le dé una gota de agua con el dedo meñique. ¡Cómo cambian 
las cosas! Este personaje hacía pocos días iba precedido de los 
más altos dignatarios, subía a la cindadela del Capitolio como 
si celebrara el triunfo sobre sus enemigos, el pueblo romano lo 
había recibido, entre aplausos y ovaciones, ante su muerte se con- 
movió toda la ciudad. Ahora ha quedado solo, y desnudo ha si- 
do recibido, no como su mujer infortunada se imagina, en el 
lácteo palacio celeste sino en las sórdidas tinieblas. Esta, por 
el contrario, que vivió protegida por los secretos de una sola ha- 
bitación, ésta, que parecía pobre y frágil, cuya vida era tenida 
por locura, sigue ahora a Cristo, y proclama: Lo que habíamos 
oído lo hemos visto en la ciudad de nuestro Dios ^, etc. 

4. Por lo cual yo te amonesto, y con lágrimas y gemidos 
te suplico, que mientras recorremos el camino de este mundo 

cilla dum domina hominum non putatur. Inculta uestis, uilis cibus, 
neglectum caput, ita tamen ut cum omnia faceret ostentationem fuge- 
ret singulorum, ne reciperet in praesenti saeculo mercedem suam. 

3 . Nunc igitur pro breui labore aeterna beatitudine fruitur: exci- 
pitur angelorum choris, Abrahae sinibus confouetur, et cum paupere 
quondam Lázaro diuitem purpuratum, et non palmatum consulem, sed 
sacratum, stillam digiti minoris cernit inquirere. O rerum quanta mu- 
tatio! ille, quem ante paucos dies dignitatum omnium culmina praece- 
debant, qui quasi de subiectis hostibus triumpharet Capitolinas ascendit 
arces, quem plausu quodam et tripudio populus Romanas excepit, ad 
cuius interitum urbs uniuersa commota est. Nunc desolatus est, nu- 
dus, non in lácteo caeli palatio, ut uxor conmentitur infelix, sed in sor- 
dentibus tenebris continetur. Haec uero, quam unius cubiculi secreta 
uallabant, quae pauper uidebatur et tennis, cuius uita putabatur amen- 
tia, Christum sequitur et dicit: quaecumque audiuimus et uidimus in 
ciuitate Dei nostri, et reliqua. 

4. Quapropter moneo et flens gemensque contestor ut, dum huius 
mundi uiam currimus, non duabus tunicis, id est duplici uestiamur fi- 

5 Se trata probablemente de Vetio Agorio Pretéxtalo, antiguo sacerdote 
del sol y enemigo de los cristianos. Murió por este tiempo. De él habla Jeróni- 
mo en su obra Contra lohan. HierosoL X. 

^ Un palacio en la Vía Láctea del cielo era la morada eterna de los fi- 
lósofos. 

5 Sal 47,9. 



264 



Á Marcela 



24,1 



no nos vistamos con dos túnicas, es decir, con una doble fe; no 
nos carguemos con la piel de los calzados, es decir, con obras 
muertas; no nos curve hacia la tierra el fardo de las riquezas; 
no busquemos el apoyo de la vara, es decir, del poder de este 
mundo; no queramos poseer al mismo tiempo a Cristo y al si- 
glo; antes bien, lo breve y caduco abra paso a lo eterno, y mu- 
riendo diariamente — hablo de lo que se refiere al cuerpo — no 
nos tengamos en nada por eternos, a fin de poder algún día ser 
eternos. 



[SOBRE LA VIDA DE ASELA] 

Escrita dos días después de la anterior. 

Es un elogio de la vida consagrada, tomando como ejemplo, aún 
viviente, a Asela, «virgen, mujer de extraordinaria mansedumbre» 
(Hist. Laus. 41,4), que vivía en consagración a Dios desde los do- 
ce años de edad. «Sólo te ruego, dirá Jerónimo a Marcela, no le 
leas esta carta a ella misma, pues se molesta de sus propias alaban- 
zas. A quien puedes leerla es a las que son aún jovencitas...» 

El contexto delata un grupo de jóvenes bajo la dirección de Mar- 
cela; véase para ello la Carta 46. 

En uno de los momentos de mayor desolación, al verse forzado 
a abandonar Roma, Jerónimo se dirigirá a la virgen Asela^ y desa- 
hogará su alma con ella: es la Carta 4J de esta colección. 

Fecha de la presente carta: otoño del 384. 

l. Que nadie me reproche si en mis cartas alabo a unos 
y reprendo a otros, pues la reprensión de los malos es correc- 
ción de los demás, y con la alabanza de los mejores se estimula 
el celo de los buenos por la virtud. Anteayer comentamos algu- 
nas cosas sobre Lea, de feliz memoria, y desde entonces siento 

de, non calciamentorum pellibus, mortuis uidelicet operibus, praegraue- 
mur, non diuitianim nos pera ad terram premat, non uirgae, id 
estpotentiae saecularis, quaeratur auxilium, non pariter et Christum 
habere uelimus et saeculum sed pro breuibus et caducis aeterna succe- 
dant, et cum cotidie — secundum corpus loquor — praemoriamur, in 
ceteris non nos perpetuos aestimemus, ut possimus esse perpetui. 



1. Neme reprehendat quod in epístulis aliquos aut laudamos aut 
carpimus, cum et in arguendis malis sit correptio ceterorum et in opti- 



24 



A MARCELA 



24 



AD MARCELLAM DE VTD4 ASELLAE 



24,3 



A Marcela 



265 



cierto remordimiento y me viene la idea de que no debemos ca- 
llar acerca de las vírgenes después de haber hablado del segun- 
do grado de la castidad. Así pues, creo que debo contar 
brevemente la vida de nuestra querida Asela. Te ruego que no 
le leas a ella misma esta carta, pues le disgustan sus propias ala- 
banzas. Espero tengas a bien leérsela a las que son aún jóvenes, 
para que, edificadas por su ejemplo, vean en su comportamien- 
to una regla de vida perfecta, 

2. Paso por alto que ya había sido bendecida en el seno 
de su madre antes de nacer; que a su padre se le presentó virgen 
en sueños, bajo la forma de una copa de cristal resplandeciente 
y más puro que el de cualquier espejo; que vestida aún con las 
ropas de la infancia, cuando apenas pasaba de los diez años de 
su edad, fue consagrada con el honor de la bienaventuranza fu- 
tura. A la gracia se debe todo lo que precedió a su esfuerzo, si 
bien Dios, previendo lo que iba a suceder, santificó a Jeremías 
en el seno de su madre e hizo que Juan saltara de alegría en el 
de la suya, y a Pablo lo eligió antes de la constitución del mun- 
do para el evangelio de su Hijo. Yo voy a fijarme en lo que ella, 
cumplidos sus doce años, con su propio esfuerzo y sudor esco- 
gió, abrazó, guardó, emprendió y llevó a término, 

3. Encerrada en las estrecheces de una celda, gozaba de 
la anchura del paraíso. El mismo suelo le servía de lugar de ora- 
ción y de descanso. El ayuno es para ella un juego y el hambre 
es su comida. Y como lo que la movía a alimentarse no eran las 

mis praedicandis bonorum ad uirtutem studia concitentur. Nudius ter- 
tius de beatae memoriae Lea aliqua dixeramus; ilico pupugit animum 
et mihi uenit in mentem non deberé nos tácete de uirgine, qui de se- 
cundo ordine castitatis locuti sumus. Igitur Asellae nostrae uita breui- 
ter explicanda est, cui quaeso ne hanc epistulam legas — grauatur quippe 
laudibus suis — , sed his potius quae adulescentulae sunt legeíe digna- 
re, ut ad exemplum eius se instituentes conuersationem illius perfec- 
tae uitae normam arbitrentur. 

2. Praetermitto quod in matris útero benedicitur ei antequam nas- 
catur, quod in fiala nitentis uitri et omni speculo purioris patri uirgo 
traditur per quietem, quod adhuc infantíae inuoluta pannis, uix an- 
num decimum aetatís excedens, Konore futurae beatitudínís consecra- 
tur; sit gratiae omne quod ante laborem fuit, licet Deus praescius 
futurorum et Hieremiam sanctificet in útero et lohannem in aluo ma- 
tris faciat exultare, et Paulum ante constitutionem mundi separet in 
euangelium filii sui; ad ea uenio quae post duodecimum annum sudo- 
re proprio elegit, arripuit, tenuit, coepit, inpleuit. 

3. Vnius cellulae clausa angustiis latitudine paradisi fruebatur. 
Idem terrae solum et orationis locus extitit et quietis. leiunium pro 
ludo habuit, inediam refectionem; et cum eam non uescendi deside- 



266 



A Marcela 



24,4 



ganas de comer, sino la debilidad humana, a base de pan, sal 
y agua fresca, más que apaciguar el hambre, la despertaba. Casi 
me olvidaba de lo que debí decir al principio. Cuando se deci- 
dió por este género de vida vendió sin que lo supieran sus pa- 
dres su collar de oro, lo que vulgarmente se llama «gargantilla», 
que es una cadena de finas estrías de metal que se va retorcien- 
do. Y así, con el precio de esta piadosa transacción, se vistió 
de una túnica oscura, que jamás habría conseguido de su ma- 
dre, y se consagró repentinamente a Dios. De esta forma, toda 
su parentela podía entender que por la fuerza no lograrían nada 
de quien ya en sus vestidos había condenado al mundo. 

4. Pero, como había comenzado a decir, se portó siempre 
tan comedidamente y se mantuvo tan retirada en lo secreto de 
su habitación, que jamás se presentó en público ni supo lo que 
era hablar a un hombre, y, lo que es más de admirar, a una her- 
mana suya virgen prefería amarla a verla. Trabajaba con sus pro- 
pias manos, sabiendo que está escrito: El que no trabaja, que 
tampoco coma ^ Con su Esposo hablaba orando o cantando 
salmos, acudía a las memorias de los mártires sin ser apenas vis- 
ta; feliz con su vocación, se alegraba sobre todo de que nadie 
la conociera. Manteniendo a lo largo de todo el año un ayuno 
continuo, de dos y hasta tres días seguidos, durante la cuares- 
ma, sin embargo, desplegaba las velas de su navio y, sin perder 

rium sed humana confectio ad cibum traheret, pane et sale et aqua 
frígida concitabat magis esuriem quam restinguebat. Et quia paene obli- 
tus sum quod in principio debui dicere, cum primum hoc propositum 
arripuit, aurum colli sui, quam murenulam uulgus uocat, quod scilicet 
metallo in uirgulas lentescente quaedam ordinis flexuosi catena conte- 
xitur, absque parentibus uendidit, et inniczm fusciorem, quam a ma- 
tre inpetrare non poterat, pió induta negotiationis auspicio se repente 
Domino consecrauit, ut intellegeret uniuersa cognatio non posse ei aliud 
extorqueri quae iam saeculum damnasset in uestibus. 

4. Sed, ut dicere coeperamus, ita se semper modérate habuit et 
intra cubículi sui secreta custodiit, ut numquam pedem proferret in 
publícum, numquam uiri nosset adloquium et, quod magis sit admi- 
randum, sororem uirginem amaret potius quam uideret. Operabatur 
manibus suis sciens scriptum esse: qui non operatur, nec manducet. Spon- 
so aut orans loquebatur aut psallens, ad martyrum limina paene inuisa 
properabat, et cum gauderet proposito suo, in eo uehementius exulta- 
bat quod se nullus agnosceret. Cumque per omnem annum iugi ieiu- 
nio pasceretur biduo triduoque sic permanens, tum uero in 
quadragesima nauigii sui uela tendebat omnes paene ebdomadas uul- 
tu lactante coniungens. Et, quod inpossibile forsitan hominibus ad cre- 



^ 2 Tes 3,10. 



24,5 



A Marcela 



267 



la alegría del semblante, enlazaba casi todas las semanas. Y, lo 
que a los hombres puede parecer increíble, pero con la ayuda 
de Dios es posible, ha llegado a la edad de cincuenta años sin 
que nunca le haya dolido el estómago ni se haya resentido por 
la incuria de sus entrañas, sin que la seca tierra haya quebranta- 
do sus miembros tendidos sobre ella, ni su cutis, rugoso por el 
saco, contrajera nunca mal olor o suciedad alguna. Muy al con- 
trario, sana siempre de cuerpo y más sana de espíritu, la sole> 
dad hacía sus delicias, y en la ciudad turbulenta ha sabido 
encontrar el yermo de los monjes. 

5. Todo esto lo sabes tú misma mejor que yo, y lo poco 
que yo sé lo he aprendido de ti. Con tus propios ojos has podi- 
do ver que por k frecuencia de Ja oración se le han encallecido, 
como a los camellos, las rodillas de su santo cuerpo. Nosotros 
contamos lo que hemos podido saber. Nada más alegre que su 
severidad; nada más severo que su alegría. Nada más triste que 
su sonrisa; nada más risueño que su tristeza. En su cara, la pali- 
dez, que es indicio de mortificación, no huele para nada a os- 
tentación. Su hablar es silencioso y su silencio es elocuente; su 
andar, ni precipitado ni tardo; su porte, siempre el mismo; lim- 
pia sin preocupación y descuidada en el vestido, es como la ele- 
gancia misma sin elegancia. Sólo ella, por la calidad de su vida, 
ha merecido que en la ciudad del lujo, de la lascivia y del placer, 
en la que ser humilde es una desgracia, los buenos la alaben, 
los malos no se atrevan a murmurar de ella, las viudas y las vír- 
genes la imiten, las casadas la reverencien, las ruines la teman 
y hasta los sacerdotes la admiren. 

dendum, Deo praestante possibile est, ita ad quinquagenariam perue- 
nit aetatem ut non doleret stomachus, non uiscerum cruciaretur incu- 
ria, non sicca humus iacentia membra confringeret, non sacco asperata 
cutis fetorem aliquem situmque contraheret, sed sana corpore animo 
sanior, solitudinem putaret esse delicias, et in urbe túrbida inueniret 
heremum monachorum. 

5 . Et haec quidem tu melius nosti, a qua pauca didicimus, et cuius 
oculis durities de genibus camelorum in ülo sancto corpúsculo per orandi 
frequentiam obcalluisse perspecta est. Nos quod scire possumus explí- 
camus; nihü illius seueritate iocundius, nihil iucunditate seuerius, ni- 
hil risu tristius, nihil tristitia suauius. Ita pallor in facie est, ut cum 
continentiam indicet non redoleat ostentationem. Serme silens et si- 
lentium loquens, nec citus neo tardus incessus, idem semper habitus, 
neglecta mundities et inculta ueste cultus ipse sine cultu. Sola uitae 
suae qualitate promeruit, ut in urbe pompae, lasciuiae, deliciarum, in 
qua humilem esse miseria est, et boni eam praedicent et mali detrahe- 
re non audeant, uiduae imitentur et uii^ines, maritae colant, noxiae 
timeant, suspiciant sacerdotes. 



268 



A Marcela 



25,2 



25 A MARCELA 

[SOBRE LOS DIEZ 
NOMBRES CON QUE DIOS ES DESIGNADO 
ENTRE LOS HEBREOS] 



Esia carta sobre los diez nombres de Dios responde a una con- 
sulta hecha por Marcela a raíz probablemente de alguna de las se- 
siones exegéticas que se celebraban en su casa bajo la dirección de 
Jerónimo. Es, pues, una pregunta marginal, que refleja el enorme 
interés del círculo del Aventino por todo tipo de cuestiones bíblicas. 

La carta puede ser del año 384. 



L Leyendo el Salmo 90, en el pasaje que dice: El que habi- 
ta al amparo del Altísimo vivirá a la sombra del Dios del cielo ^, 
dije que en el texto hebreo, en vez de «Dios del cielo» se pone 
saddai, que Aquila traduce por ixotvóvy que nosotros podemos 
entender como «robusto» y «capaz de llevarlo todo a cabo». Y 
dije también que éste era uno de los diez nombres con que Dios 
es designado entre los hebreos. Inmediatamente me pediste con 
todo empeño te ordenara todos esos nombres, con su correspon- 
diente traducción. Haré lo que me has pedido. 

2. El primer nombre de Dios es hel, que los Setenta tra- 
ducen por «Dios», y Aquila, atendiendo su etimología, por 
«fuerte». 



25 AD MARCELLAM DE DECEM NOMINIBVS, 

QVIBVS APVD HEBRAEOS DEVS VOCATVR 

1. Nonagesimum psalmum legens in eo loco qui scribitur: qui ha- 
bitat in adiutorio altissimi, in protectione Dei caeli commorabitur, dixe- 
ram apud Hebraeos pro «Dei caeli» esse positum «saddai», quod AquÜa 
interpretatur xoivóv, quod nos «robustum» et «sufficientem ad omnia 
perpetranda» accipere possumus, unumque esse de decem nominibus, 
quibus apud eos Deus uocatur: Ilico studiosissime postulasti ut tibi 
uniuersa nomina cum sua interpretatione dirigerem. Faciam quod 
petisti. 

2. Primum Dei nomen est hel, quod Septuaginta «Deum», Aquila. 
erviiokoyíav eius exprimens laxvQÓv id est «fortem», interpretatur. 



1 Sal 90,1. 



25,2 A Marcela 269 

Vienen después eloim y eloe, que es lo mismo que «Dios». 

El cuarto es sahaothy que los Setenta tradujeron «de las vir- 
tudes», y Aquila «de los ejércitos». 

El quinto es elion, que nosotros llamamos «excelso». 

El sexto eser tete, que se lee en el Exodo: El que es me ha 
enviado ^. 

El séptimo adonaij que nosotros generalmente llamamos 

«Señor». 

El octavo ia, que se da sólo a Dios y se oye en la última sfla- 
ba del aleluya. 

El noveno tetragrammo, que los hebreos tuvieron por htvexip- 
(j)V'r}Tov, esto es, «inefable», y se escribe con estas letras: iod, 
he, uau, ue. Algunos no lo han entendido bien por la semejanza 
de esas letras y, al hallarlo en los códices griegos, leyeron de or- 
dinario las letras piy iota, pi, iota. 

El décimo, que hemos citado antes, es saddai y en Ezequiel 
se pone sin traducir. Hemos de saber que eloim es de número 
común, y puede significar «Dios» y «dioses». Lo mismo que «cie- 
los» y «cielo» se dice samaim. De ahí la variedad de las traduc- 
ciones. En nuestra lengua tenemos ejemplos semejantes en 
«Atenas», «Tebas», «Salonas». 

Deinde eloim et eloe quod et ipsum «Deus» dicitur. 

Quartum sabaoth, quod Septuaginta «uirtutum», Aquila «exerci- 
tuum» transtulerunt. 

Quintum eliotiy quem nos «excelsum» dicimus. 

Sextum eser ieie, quod in Exodo legitur: qui est, misit me. 

Septimum adonai, quem nos «Dominum» generaliter appellamus. 

Optauum ia, quod in Deo tantum ponitur et in alleluiae queque 
extrema syllaba sonat. 

Nonum tetragrammum, quod hvexipdísv'r^TOv id est «ineffabile», pu- 
tauerunt et his litteris scribitur: iod, he, uau, he. Quod quidam non 
intelligentes propter elementorum similitudinem, cum in Graecis libris 
reppererint, ?rt tti legere consueuerunt. 

Decimum, quod superius dictum est, saddai, et in Ezechiele inin- 
terpretatum ponitur. Scire autem debemus quia eloim communis nu- 
meri sit, quod et unus Deus sic uocetur et plures, ad quam similitudinem 
caeli quoque appellantur et caelum, id est samaim. Vnde et saepe in- 
terpretes uariant, cuius rei exemplum nos in lingua nostra habere pos- 
sumus «Athenas», «Thebas», «Salonas». 



2 Ex 3,14. 



270 



Á Marcela 



26,2 



26 



A MARCELA 



[ALGUNAS PALABRAS LITÚRGICAS DEL HEBREO] 



Esía carta, de nuevo a Marcela, es otro ejemplo de consulta, na- 
cida del fervor bíblico suscitado por Jerónimo en sus exposiciones 
del Aventino. Esta vez, no por escrito, sino de viva voz, en reunión 
celebrada hacia poco, le había pedido Marcela que explicara el sen- 
tido de algunas palabras hebreas de uso habitual en la liturgia. Je- 
rónimo se siente a gusto con este tipo de preguntas, que no hacen 
sino confirmar su aprecio por la «verdad hebraica», es decir, por 
la lengua original en que fue captada la palabra divina del Antiguo 
Testamento, el hebreo. Como detalle de humanismo pedagógico, Je- 
rónimo dejará en suspenso la explicación de algún otro vocablo que 
se podría añadirá los propuestos por Marcela, porque sabido es que 
<da mercancía regalada se pudre». 

Otra carta del año 384. 

1. Estando reunidos hace unos días, me preguntaste, no por 
carta como antes solías, sino de viva voz, qué significaban ori- 
ginariamente las palabras que sin traducción han pasado del he- 
breo al latín y por qué han quedado sin traducir, como son: 
«Aleluya», «amén», «maran atha», «ephod» y otras que están dis- 
persas por las Escrituras y que tú recordaste. 

2. A lo que, debido al poco tiempo que tengo para dictar, 
respondo brevemente. Como la primitiva Iglesia estaba compuesta 
de judíos, tanto los Setenta intérpretes como los apóstoles tu- 
vieron cuidado de no innovar nada que escandalizara innecesa- 
riamente a los creyentes, sino transmitirlo tal como lo conocían 
desde su infancia. Más tarde, cuando el anuncio del Evangelio 



1. Nuper cum pariter essemus, non per epistulam, ut ante con- 
sueueras, sed praesens ipsa quaesisti quid ea uerba quae ex Hebraeo 
in Latinum non habemus expressa, apud suos sonarent, curque sine 
interpretatione sint posita, ut est illud: «alleluia», «amen», «maran at- 
ha», «ephod» et cetera, quae in scripturis conspersa memorasti. 

2. Ad quod nos, quia dictandi angustia coartamur, breuiter res- 
pondemus siue septuaginta interpretes siue apostólos id curasse ut, quo- 
niam prima ecclesia ex ludaeis fuerat congregata, nihil ob credentium 
scandalum innouarent, sed ita ut a paruo inhiberant traderent; postea 
uero quam in uniuersas gentes euangelii dilatatus est sermo, non po- 
tuisse semel suscepta rautari, licet et illud in libris suis quos e^T)y7iTixovs 



26 



AD MARCELLAM 



26,4 



A Marcela 



se difundió por todas las naciones, no fue ya posible cambiar 
lo comúnmente recibido; aunque Orígenes, en los libros que llama 
exegéticos, afirma que, debido a las peculiaridades propias de cada 
lengua, palabras dichas en un idioma pueden no sonar del mis- 
mo modo entre extraños; de ahí que es preferible dejarlas sin 
traducir que no debilitar su sentido por la traducción. 

3. Así, pues, aleluya quiere decir: «Alabad al Señor». Pues 
ia es uno de los diez nombres de Dios en hebreo. En el salmo 
en que nosotros leemos: Alabad al Señor, porque es bueno salmo- 
diar \ se lee en el texto hebreo: «Aleluya qui tob zammer» 

4. En cuanto a amén, Aquila lo expresa por TreTTtaTw/ttéí'ws, 
que nosotros podemos traducir «fielmente». Es un adverbio de- 
rivado del vocablo amuna, que significa fe. Los Setenta lo tra- 
ducen por yévoiTo, es decir, fiat. Así, al fin de los libros del 
salterio — pues éste se divide entre los hebreos en cinco rollos — , 
lo que en el texto hebreo se lee «amen, amen», los Setenta lo 
tradujeron «fiat, fiat», para confirmar que todo lo anteriormen- 
te dicho es verdadero. De ahí también que afirme Pablo no po- 
der nadie responder amén, es decir, confirmar lo que antes se 
ha dicho, si no entiende lo que se predica ^ 

Matan atha es más siríaco que hebreo, aunque, por estar en 
el límite entre ambas lenguas, tiene también cierta resonancia 
hebraica. Su traducción es: «Nuestro Señor viene»; de modo 
que el sentido es: E/ que no quiera al Señor Jesucristo, sea anate- 

uocat, Origenes adserat propter uernaculum linguae uniuscuiusque idio- 
ma non posse ita apud alios sonare ut apud suos dicta sunt, et multo 
esse melius ininterpretata poneré quam uim interpretatione tenuare. 

3. Igitur alleluia exprimitur «laúdate Dominum»; ia quippe apud 
Hebraeos unum de decem Dei nominibus est. Et in illo psalmo, in quo 
legimus: laúdate Dominum quoniam bonus estpsalmus, apud Hebraeos 
legitur: «alleluia chi tob zammer». 

4. Amen uero Aquila TreTrtarcj/ieVa;? exprimit, quod nt alcli- 
ter» possumus dicere, ductum aduerbium ex nomine fidei amunu, Sep- 
tuaginta yévoLTO, id est «fiat». Vnde in fine librorum, in quinqué 
siquidem uolumina psalterium apud Hebraeos diuisum est, «fiat, fiat» 
transtulerunt, quod in Hebraeo legitur «amen, amen», quo scilicet ea 
uere dicta quae supra dicta sunt confirmentur. Vnde et Paulus adserit 
non posse aliquem responderé amen, id est confirmare quae praedicta 
sunt, nisi intellexerit praedicationem. 

Matan atha magis Syrum est quam Hebraeum, tametsi ex confinio 
utrarumque linguarum aliquid et Hebraeum sonet; et interpretatur: 
«Dominus noster uenit», ut sit sensus: si quis non amat Dominum lesum 

1 Sal 146,1. 

2 Cf. 1 Cor 14,16. 



272 



A Marcela 



27 



ma^.Y como el hecho ya se ha cumplido, se concluye: Nues- 
tro Señor ha venido, es decir, es superfluo obstinarse con odio 
pertinaz contra quien consta haber ya venido. 

3, También quería escribirte algo sobre el diapsalma, que 
en hebreo se dice sela, y del ephod, así como del pro aieleth, que 
se encuentra en la inscripción de algún salmo y de otros pun- 
tos por el estilo. Pero sobrepasaría los límites del estilo episto- 
lar; además las cuestiones diferidas pueden aumentar tu avidez 
de saber. Pues es refrán conocido que mercancía espontáneamente 
ofrecida se pudre. Por eso callo adrede lo que tenía que decir, 
para que desees oír con más ganas lo que se ha callado. 



I [SOBRE LAS CORRECCIONES AL TEXTO DEL NUEVO 
TESTAMENTO] 



Una de las tareas más comprometidas de Jerónimo fue la traduc- 
ción de los libros sagrados al latín. En Roma, a impulsos del papa 
Dámaso, que con Jerónimo compartía un gran amor por la Escri- 
tura, revisaría las numerosas recensiones latinas de los Evangelios, 
y propondría una traducción más fiel al texto original griego. A pe- 
sar de su cuidado por no introducir modificaciones innecesarias don- 
de no lo pidiera el texto, la nueva traducción no gustó a todos. En 
esta carta da cuenta a Marcela de las críticas recibidas de ciertos 

Christum, anathema. Et illo conpleto deinceps inferatur: «Dominus nos- 
ter uenit», quod superfluum sit aduersus eum odüs pertinacibus uelle 
contendere quem uenisse iam constet. 

5. Vellem tibi aliquid et de diapsalmate scribere, quod apud He- 
braeos dicitur sela, et de ephod, et de eo quod in cuiusdam psalmi titu- 
lo habetur pro aieleth, et ceteris istius modi, nisi et modum epistolici 
characteris excederem, et ibi auiditatem magis dilatae debeient faceré 
quaestiones. Tritum est quippe prouerbium ultróneas putere merces. 
Vnde et nos de industria cBcenda reticemus, ut auidius uelis audire quae 
tacita sunt. 



1. Post priorem epistulam in qua de Hebraeis uerbis pauca pers- 
trinxeram, ad me repente perlatum est quosdam homúnculos mihi stu- 



3 1 Cor 16,22. 

4 Cf. Sal 21,L 



27 



A MARCELA 



27 



AD MARCELIAM 



27,1 



A Marcela 



21?> 



personajes sin relieve científico ninguno. En este punto, Jerónimo 
era particularmente susceptible, como demuestran sus expansiones 
airadas en esta carta a Marcela. Parece que ella era la única que 
lograba atemperar los exabruptos del sabio biblista. 

Fecha: 384. 

1, Después de mi carta anterior, en la que resumí algunas 
cosas sobre las palabras hebreas, se me ha comunicado de sope- 
tón que algunos individuos me denigran con todo ahínco por- 
que, contra la autoridad de los antiguos y el sentir del mundo 
entero, me he atrevido a corregir algunos pasos de los evange- 
lios. Podría con todo derecho desdeñar a esa gente, pues en va- 
no suena la lira para el asno. Sin embargo, para que no me tilden 
de soberbio, como acostumbran a hacer, les respondo que no 
soy tan romo de inteligencia ni de tan crasa rusticidad (esa rus- 
ticidad que ellos tienen por la sola santidad, predicándose dis- 
cípulos de los pescadores, como si fueran justos por el hecho 
de no saber nada) que piense deba ser corregido ni lo más míni- 
mo de las palabras del Señor, o que haya en ellas algo que no 
esté divinamente inspirado. Por el contrario, he querido subsa- 
nar la inexactitud de los códices latinos, que se comprueba por 
la divergencia de todos los ejemplares, restituyéndolos a su ori- 
ginal griego, de donde ni mis detractores niegan que fueron tra- 
ducidos. Si a ellos les desagrada el agua de la fuente purísima, 
que beban de los riachuelos cenagosos, y que, al leer las Escri- 
turas, renuncien a la pericia con que conocen los sabores de las 
aves y los remolinos en que se pescan las conchas. Sólo en este 
punto sean simples y tengan por incultas las palabras de Cristo, 
sobre las que a lo largo de siglos han sudado los ingenios de tan- 
tos hombres, para no llegar sino a conjeturar, más que a deter- 

diose detrahere cur aduersus auctoritatem ueterum et totius mundi opi- 
nionem aliqua in euangeliis emendare temptauerim. Quos ego cum pos- 
sim meo iure-<:ontemnere — asino quippe lyra superflue canit — , tamen 
ne nos superbiae, ut faceré solent, arguant, ita responsum habeant non 
adeo hebetis fuisse me cordis et tam crassae rusticitatis — quam Uli 
solam pro sanctitate habent piscatorum se discipulos adserentes, quasi 
idcirco iusti sint si nihil scierint — ; ut aliquid de dominicis uerbis aut 
corrigendum putauerim, aut non diuinitus inspiratum, sed Latinorum 
codicum uitiositatem quae ex diuersitate librorum omnium conproba- 
tur, ad Graecam originem unde et ipsi translata non denegant uoluisse 
reuocare. Quibus si displicet fontis unda purissimi, cáenosos riuulos 
bibant, et diligentiam qua auium saliuas et concarum gutgites norunt, 
in scripturis legendis abiciant; sintque in hac tantum re simplices, et 
Christi uerba aestiment rusticana in quibus per tanta iam saecula tan- 
torum ingenia sudauerunt, ut rationem uerbi uniuscuisque magis opi- 



9 



274 



Á Marcela 



27,3 



minar, el significado de cada palabra. Acusen de impericia al 
Apóstol, de quien se dijo que por sus muchas letras decía de- 
satinos ^ 

2. Sé que cuando leas esto vas a fruncir el ceño, y temerás 
que mi franqueza se convierta en origen de nuevas pendencias, 
y si fuera posible, querrías taparme la boca con el dedo, para 
que no me atreva a decir lo que otros no se avergüenzan de ha- 
cer. Yo te ruego: ¿Qué es lo que yo he dicho con tanta franque- 
za? ¿He descrito los ídolos cincelados en los platos? ¿O los abrazos 
de bacantes y sátiros, ofrecidos en medio de comidas cristianas 
a los ojos de las doncellas? ¿Ha ofendido a alguien mi palabra 
desabrida? ¿He lamentado que los pobres se hagan ricos? ¿He 
hablado contra las sepulturas hereditarias? Desdichado de mí, 
lo único que he dicho es que las vírgenes deberían estar más 
a menudo con mujeres que con varones. Con ello he tocado a 
toda la ciudad en la niña de los ojos, y todo el mundo me señala 
con el dedo: Más que los pelos de mi cabeza son los que me odian 
sin razón y me he convertido en el blanco de sus burlas ^. ¿Y to- 
davía piensas que voy a decir algo? 

3. Pero, en fin, para que no se ría de nosotros Horacio 
— pues «iba a fabricarse un cántaro, ¿cómo es que corriendo la 
rueda ha salido un jarro?» ^ — , volvamos a nuestros asnos de 

nati sint quam expresserint; apostolum arguant inperitiae qui ob multas 
litteras ínsanire dicatur. 

2. Scio te cum ísta legerís rugare frontem, et libertatem rursum 
seminarium timere rixarum, ac meum si fieri potest, os dígito uelle con- 
primere, ne audeam dicere quae alii faceré non erubescunt. Rogo, quid 
a nobis libere dictum est? numquid in lancibus idola caelata descripsi? 
numquid inter epulas christianas uirginalibus oculis Baccharum saty- 
rorumque conplexus? num quem amarior sermo pulsauit? numquid ex 
mendicis diuites fieri dolui? numquid reprehendí hereditarias sepul- 
turas? unum miser locutus sum quod uirgines saepius deberent cum 
mulieribus esse quam cum masculis: totius oculos urbis offendí, cunc- 
torum digitis notor. Multiplicati sunt super capillos capitis mei qui ode- 
runt me gratis et factus sum eis in parabolam, et tu putas aliqua deinceps 
esse dicturum? 

3. Verum, ne Flaccus de nobis rideat — «amphora coepit insti- 
tuí: cúrrente rota cur urceus exit»? — reuertimur ad nostros bípedes 
asellos, et in eorum aurem bucína magis quam cíthara concrepamus. 
lili legant: spe gaudentes tempori seruientes; nos legamus: spe gaudentes 
Domino seruientes; illi aduersus presbyterum accusationem omnino non 



1 Cf. Hech 26,24, 

2 Sal 68,5.12. 

^ Horacio, An poet. 2122. 



28 



Á Marcela 



275 



dos pies, y toquemos a sus orejas no la cítara, sino la bocina. 
Lean ellos si quieren: «Gozándonos en la esperanza, sirviendo 
al tiempo»; nosotros leeremos: Gozándonos en la esperanza^ sir- 
viendo al Señor ^. Opinen ellos que de ningún modo ha de ad- 
mitirse acusación alguna contra el presbítero; nosotros leeremos: 
No admitas ninguna acusación contra un presbítero si no viene con 
el testimonio de dos o tres; mas a los culpables, repréndelos delante 
de todos ^. Que se deleiten con la «Palabra humana, y muy dig- 
na de ser recibida»; nosotros erraremos con los griegos, es de- 
cir, con el Apóstol, que dijo en griego: Palabra cierta y digna de 
ser aceptada por todos ^. En fin, gocen ellos con los jumentos ga- 
los; a nosotros nos deleitará aquel asnillo de Zacarías, suelto de 
toda atadura y preparado para el misterio del Salvador; aquel 
asnillo que, una vez que prestó sus lomos al Señor, hizo verda- 
dero el oráculo de Isaías: Dichoso el que siembra junto a las co- 
rrientes, por donde pisan el buey y el asno ^. 



28 A MARCELA 

[SOBRE EL DIAPSALMA] 

En h carta 26, Jerónimo se permitió cierta reticencia sobre al- 
gunos términos técnicos de los que no se le había preguntado, entre 
otros sobre el significado del «diapsalma» o «sela» hebreo. A Mar- 

putent recipiendam; nos legamus: aduersus presbyterum accusationem 
ne receperis nisi sub duobus aut tribus testibus; peccantes autem coram 
ómnibus argüe; jñis placeat: humanus sermo et omni acceptione dignus; 
nos cum Graecis, id est cum apostólo qui Graece est locutus, erre mus: 
fidelis sermo et omni acceptione dignus. Ad extremum illi gaudeant Ga- 
Uicis canteriis, nos solutus uinculis et in saluatorís mysteriuni praepa- 
ratus Zachariae asellus iQe delectet qui postquam Domino terga praebuit 
coepit Esaiae consonare praeconio: beatus qui seminat secus omnem 
aquam, ubi bos et asinus calcant. 

28 AD MARCELLAM DE DIAPSALMATE 

l. Quae acceperis reddenda cum fenore sunt, sortisque dilatio usu- 
rara parturit. De diapsalmate nostram sententiam flagitaras: epistulae 
breuitatem causati sumus, et rem libri non posse explicari litteris prae- 

4 Rom 12,12. 

5 1 Tim 5.19-20. 
^ 1 Tim 1,15. 

7 Is 32,20. 



276 



A Marcela 



28,2 



cela le faltó tiempo para urgir inmediatamente una explicación so- 
bre este último. Se disculpa Jerónimo de que el tema no cabe en 
la estrechez de una carta, y necesitaría un libro, «Pero ¿qué discul- 
pa puede valer ante la que es mi directora?». Jerónimo no se puede 
negar ante la avidez de Marcela por conocer aun las cuestiones más 
técnicas relacionadas con el texto sagrado. El calificativo cariñoso 
de «ergodioktén» tiene en el lenguaje de hoy un equivalente tan 
preciso como poco castellano: «manager». Eso es Marcela con sus 
continuas y no siempre fáciles preguntas. Jerónimo reconoce que 
de ella le venían valiosos impulsos para el estudio y para el trabajo. 

Año 384. 

1. Lo que se recibe hay que devolverlo con crédito, y dife- 
rir el pago del interés engendra la usura. Habías pedido mi pa- 
recer acerca del diapsalma; yo me excusé con la brevedad de la 
carta y pretexté no poder encerrar en ella lo que es materia de 
un libro. Pero ¿de qué valen las excusas ante mi eQyoÓLOiHrqv, 
ante la «directora» de mi trabajo? Con el silencio se acrecienta 
el apetito. Así, pues, para no tenerte más tiempo en suspenso, 
aquí tienes un poco de lo mucho que cabría decir. 

2. Algunos dijeron que el diapsalma indicaba un cambio 
de metro, otros una pausa para respirar, otros el comienzo de 
un nuevo tema, otros una distinción de ritmo, y, como en aquel 
tiempo los salmos se cantaban a coro con acompañamiento de 
instrumentos, cierta variación en la música. Ninguna de estas 
explicaciones me satisface, pues Aquila, escrupulosísimo analis- 
ta de las palabras hebreas, traduce siempre sela, es decir, diap- 
salma (que se escribe samech, lamed, he), por «siempre». Además, 
también hallamos el diapsalma al final de los salmos, por ejem- 
plo, en el tercero: Tú rompiste los dientes de los malvados. Del 

texuimus. Verum quid prodest ad eQyobiddKTií^v meum? maior tibí cu- 
piditas silentio concitatur. I taque ne te diutius traham habeto pauca 
pro pluribus. 

2. Quidam diapsalma conmutationem metri esse dixerunt, alii 
pausam spiritus, nonnuüi alterius sensus exordium, sunt qui rhythmi 
distinctionem, et quia psalmi tune temporis iuncta uoce ad organum 
canebantur, cuiusdam musicae uarietatis. Nobis nihil horum uidetur, 
cum Aquila, qui uerborum Hebraeorum diligentissimus explicator est, 
sela, hoc est cHapsalma, quod ex samech, lamed, he scribitur, «semper» 
transtulerit, et inueniamus in psalmorum quoque fine diapsalma posi- 
tum, ut est illud in tertio: dentes peccatorum contriuisti; Domini est sa- 
lus et super populum tuum benedictio tua, sela, id est «semper», et in 
uicesimo tertio: quis est iste rex gloriae? Dominus uirtutum ipse est rex 
gloriaej semper; et e contra in psalmis multorum uersuum penitus non 
inueniatur, in tricésimo uidelicet sexto et septuagésimo séptimo et cen- 



28,4 



A Marcela 



277 



Señor es la salvación y la bendición sobre tu pueblo, sela ^ esto 
es, «siempre», y en el 23: ¿Quién es ese rey de la gloria? El Señor 
de las virtudes, él es el rey de la gloria, siempre ^. En cambio, hay 
salmos de muchos versos en que no se halla absolutamente; por 
ejemplo, en el 36, el 77 y el 118. A su vez, el salmo noveno se 
designa como «cántico del diapsalma». Ahora bien: si como pa- 
rece a algunos, diapsalma fuera signo de silencio, no puede dar- 
se un cántico del silencio. 

3. Por aquí se advierte que esta palabra conecta lo supe- 
rior con lo inferior o, por lo menos, enseña que lo que se acaba 
de decir es eterno, como, por ejemplo, lo del salmo tercero: Mu- 
chos dicen a mi alma, no hay para él salvación en su Dios — siem- 
pre ^, y otra vez: A voces clamé al Señor y me escuchó desde su 
monte santo — siempre Y en el salmo cuarto: ¿Por qué amáis 
la vanidad y buscáis la mentira — siempre ^? Y en otro lugar: Lo 
que decís en vuestros corazones, arrepentios de ello en vuestros apo- 
sentos — siempre ^. 

4. Por otra parte, has de saber que, al final de sus libros, 
los hebreos suelen escribir como añadidura una de estas tres ex- 
presiones: amen, sela o salom, que significa «paz», de donde tam- 
bién procede el título de «pacífico» dado a Salomón. Así, pues, 
igual que nosotros, al terminar nuestros tratados solemos inter- 
poner un explicuit o feliciter o expresiones semejantes para dis- 
tinguirlas de lo que sigue, así también los hebreos corroboran 
lo escrito y ponen amen, o recuerdan que lo escrito o por escri- 

tesimo octauo décimo; rursus no ñus psalmus distinguatur: canticutn 
diapsalmatis, cum utique, si, ut quibusdam uidetur, diapsalma est indi- 
cium silentii, canticum silentii esse non possit. 

3. Ex quo animaduertimus hoc uerbum superiora pariter et infe- 
riora conectere, aut certe docere sempiterna esse quae dicta sunt, ut 
est illud in tertio: multi dicunt animae meae: non est salus illi in Dea 
suOy semper, et rursum: uoce mea ad Dominum clamaui et exaudiuit me 
de monte sancto suo, semper, et in quarto: ut quid diligitis uanitatem et 
quaeritis mendacium? semper, et alibi: quae dicitis in cordibus uestris et 
in cubilibus uestris conpungimini, semper 

4. Scire autem debes apud Hebraeos in fine librorum unum e tri- 
bus soleré subnecti ut aut amen scribant aut sela aut salom, quo expri- 
munt «pacem», unde et Salomón «pacificus» dicitur. Igitur ut nos 
solemus, conpletis opusculis, ad distinctionem rei alterius subsequen- 

1 Sal 3,8-9. 

2 Sal 23,10. 

3 Sal 3,3. 

4 Sal 3,5. 

5 Sal 4,3. 

6 Sal 4,5. 



278 



A Marcela 



28,6 



bir es para siempre y ponen ^e^^ o afirman haber terminado fe- 
lizmente y anotan bajo la última línea salom o «paz». 

5. Todo esto lo hemos ido a beber de la fuente más pro- 
funda de los hebreos, no siguiendo los riachuelos de las opinio- 
nes, ni dejándonos asustar por la variedad de errores de que el 
mundo está lleno, sino deseando averiguar y enseñar la verdad. 
Ahora bien: si tú no piensas en lo mismo, te voy a traducir a 
la letra lo que Orígenes opinaba acerca del diapsalma, y ya que 
desdeñas los mostos nuevos, te mueva al menos la autoridad del 
vino viejo. 

6. «Con frecuencia, estudiando las causas por las que en 
algunos salmos se interpone el vocablo diapsalma, he examina- 
do con toda diligencia el texto hebreo y lo he comparado con 
el griego. Y lo que he encontrado es que donde la lengua hebrea 
dice sehy y la griega «siempre» o palabra semejante, los Setenta, 
Teodoción y Símaco han trasladado «diapsalma». No será inútil 
confirmar con ejemplos lo que decimos. En el salmo 74, que 
comienza: Te alabaremos, oh Dios, te alabaremos, e invocaremos 
tu nombre ^, después de aquello: Yo he afianzado sus columnas, 
en los Setenta, en Teodoción y en Símaco se halla diapsalma; 
en su lugar, en Aquila: <Ho he agravado sus columnas siempre»; - 
y en la quinta edición: «Yo soy el que he preparado sus colum- 
nas siempre»; y en la sexta: «Yo he afianzado sus columnas con- 

tis médium interponere «explicuit» aut «feliciter» aut aliquid istius- 
modi, ita et Hebraei aut quae scripta sunt roborant ut dicant amen, 
aut in sempiternum et scripta et scribenda commemorant ut ponant 
sela, aut transacta feliciter protestantur «pacem» in ultimo subnotantes. 

5 - Haec nos de intimo Hebraeorum f onte libauimus, non opinio- 
num riuulos persequentes, ñeque errorum quibus totus mundus exple- 
tus est uarietate perterriti, sed cupientes et scire et docere quae uera 
sunt. Quod si tibi non uidetur, quid Origenes de diapsalmate senserit, 
uerbum interpretabor ad uerbum, ut quia nouicia musta contemnis sal- 
tim ueteris uini auctoritate ducaris. 

6. «Saepe perquirens causas cur in quibusdam psalmis interpo- 
natur diapsalma, obseruaui diligentissime in Hebraeo et cum Graeco 
contuli, inuenique quia, ubi lingua Hebraea sela, Graeca uero habet 
«semper» aut quid istiusmodi, ibi Septuaginta et Theodotion et Symma- 
chus transtulerint diapsalma. Ñeque uero nocet exempHs adfirmare quod 
dicimus. In septuagésimo quarto psalmo: cuius principium est: confi- 
tehimur tibi, Deus, confitebimur et inuocabimus nomen tuum, post illud: 
ego confirmaui columnas eius apud Septuaginta et Theodotionem et 
Symmachum est diapsalma, pro quo apud Aquilam: «ponderaui colum- 
nas eius, semper», in quinta autem edi tiene: «ego sum qui paraui co- 



7 Sal 74,2. 



28,7 



A Marcela 



279 



tinuamente». Ahora bien: el hebreo, después de ammuda, que 
significa «sus columnas», tiene sela. También en el salmo 75, 
que comienza: Dios se manifiesta en Judea ^, hallamos en los Se- 
tenta, después de «escudo, espada y guerra^>, igualmente «diap- 
salma», en cuyo lugar, después de «escudo, espada y guerra», 
hay en Aquila «siempre»; en la quinta edición, después de «es- 
cudo, espada y guerra», «siempre»; en la sexta, después de «es- 
cudo, espada y guerra», «para el fin», y nuevamente en el hebreo, 
después de umalama, que significa «y la guerra», sela. Todavía 
en el mismo salmo, después del lugar: Para salvar a los humildes 
de la tierra ^, en Símaco se lee igualmente «diapsalma» y en 
Aquila «siempre», lo mismo que en la quinta edición. En la sex- 
ta, en cambio, «para el fin», y en el hebreo, después de anie ares, 
que quiere decir «los pobres de la tierra», sela. Y así, después 
de ver la postura de cada una de las ediciones, he redactado es- 
tas notas. Ahora, si los que han traducido «diapsalma» enten- 
dieron el cambio de alguna canción musical o del ritmo o le dieron 
otro sentido, es cosa que dejo a tu juicio». 

7. Hasta aquí Orígenes. En esta controversia he preferido 
seguir su impericia que no la inepta ciencia de los ignorantes. 

lumnas eius, semper», in sexta uero: «ego firmaui columnas eius, iugi- 
ter». Porro in Hebraeo habet post ammuda, quod est «columnas eius», 
sela. Et rursum in septuagésimo quinto cuius principium est: notus in 
ludaea Deus, inuenimus apud Septuaginta et Theodotionem «post scu- 
tum et f rameam et bellum» «diapsalma», apud Symmachum post «cli- 
peum et gladium et beUum» similiter «diapsalma», pro quo apud 
Aquilam post «clipeum, gladium et bellum» «semper», apud quintam 
editionem post «scutum et romphaeam et bellum» «semper», in sexta 
uero post «scutum et gladium et bellum» «in finem» eratque rursum 
in Hebraeo post: umalama, quod est «et bellum», sela. Et in eodem 
psalmo post illum locum: ut sainos faciat mites terrae «diapsalma» apud 
Symmachum similiter «diapsalma» et apud Aquilam «semper», necnon 
et apud quintam. In sexta uero «in finem», et in Hebraico erat post 
anie ares, quod est «mites terrae», sela. Atque ita, cum talem unius- 
cuiusque editionis opinionem repperissemus, haec adnotauimus. Vtrum 
autem cuiusdam musicae cantilenae aut rhythmi inmutationem qui in- 
terpretati sunt «diapsalma» senserint, aliudue quid intellexerint, tuo 
iudicio derelinquo». 

7. Hucusque Origenes, cuius nos maluimus in hac disputatione 
dumtaxat inperitiam sequi quam stultam habere scientiam nescientum. 



8 Sal 75,2. 

9 Sal 75,10. 



280 



A Marcela 



29,1 



29 A MARCELA 

[LAS PALABRAS EPHOD Y TERAPHIM] 

La comulta oral de Marcela, de que habla la carta 26, sigue pro- 
porcionando tema de conversación. Entonces Jerónimo soslayó al- 
gunos términos incluidos en la pregunta e ironizó sobre otros no 
incluidos. Marcela, y los demás oyentes del círculo bíblico del Aven- 
tino, no olvidaban tan fácilmente lo que habían preguntado. Una 
nueva instancia le pondrá a Jerónimo en el trance de rebuscar pasa- 
jes a lo largo de toda la Escritura^ y compararlos según las diversas 
recensiones, para poder fijar el significado exacto de las palabras 
hebreas ephod y teraphim. 

Fecha: 384. 

1. El sentido de una carta es escribir sobre algún asunto 
de familia o sobre temas cotidianos. Así, en cierto modo, los 

ausentes se hacen presentes, mientras se comunican unos y otros 
lo que quieren o lo que hacen. A veces, naturalmente, este con- 
vite de la conversación puede ir sazonado con la sal de la cien- 
cia. Tú, sin embargo, absorta en tus tratados, no me escribes 
de nada, a no ser para someterme a tortura y obligarme a revol- 
ver las Escrituras. 

Ayer mismo me planteaste una cuestión conocidísima y me 
pedías que te escribiera en seguida lo que pienso sobre ella; co- 
mo si ocupara yo la cátedra de los fariseos, para que, siempre 
que surge litigio acerca de palabras hebreas, se me reclame co- 
mo árbitro y juez de la disputa. No es un plato de gusto, ni tie- 
ne olor a pastel, ni lo ha condimentado Apicio; ni siquiera en 
él se perciben las salsas de los maestros de nuestro tiempo. Pe- 
ro, como el portador y mensajero de nuestra mutua conversa- 

29 AD MARCELLAM 

1. Epistolare offícíum est de re famíliari aut de cotidiana conuer- 
satione aliquid scribere, et quodammodo absentes inter se praesentes 
fieri, dum mutuo quid aut uelint aut gestum sit nuntiant, licet inter- 
dum confabulationis tale conuiuium doctrinae queque sale condiatur. 
Verum dum tute in tractatibus occuparis, nihil mihi scribis, nisi quod 
me torqueat et scripturas legere conpellat. 

Denique herí famosissima quaestione proposita postulasti ut quid 
sentirem statim rescriberem; quasi uero pharisaeorum teneam cathe- 
dram ut, quotienscumque de uerbis Hebraicis iurgium est, ego arbiter 
et litis sequester exposcar. Non sunt suaues epulae, quae non et pla- 
centam redoleant, quas non condit Apicius, in quibus nihil de magis- 



29,2 



A Marcela 



281 



ción tiene prisa por regresar, tengo que dictar sobre un asunto 
importante más aprisa de lo que debiera. Aunque es claro que 
uno que diserta sobre las Escrituras santas necesita no tanto pa- 
labras cuanto ideas; porque si buscamos elocuencia, hay que leer 
a Demóstenes y a íblio, pero si buscamos los misterios divinos, 
hay que estudiar a fondo nuestros códices, aunque no suenen 
muy bien traducidos del hebreo al latín. 

2. Al comienzo de tu carta me preguntas qué significa lo 
que está escrito en el libro primero de los Reyes: El niño Samuel 
estaba al servicio del Señor, ceñido con «ephod bad», y ataviado 
con un vestido pequeño que le hacía su madre y se lo llevaba de 
tiempo en tiempo, cuando subía con su marido para ofrecer el sa- 
crificio anual ^ Así, pues, preguntas qué es el ephod bad de que 
se ciñe el futuro profeta: si es un cinturón o, como opinan algu- 
nos, un incensario o alguna prenda de vestir. Y si es un vestido, 
¿cómo se ciñe con él? ¿Y por qué después de ephod se añade 
bad? Y también me escribes que a continuación has leído: Cuando 
el hombre de Dios llegó a Helí, le dijo: Esto dice el Señor: Clara- 
mente me he revelado a la casa de tu padre, cuando ellos estaban 
en Egipto al servicio de la casa del faraón, y entre todas las tribus 
de Israel elegí la casa de tu padre para el sacerdocio, para que su- 
bieran a mi altar, quemaran incienso y llevaran el «ephod» ^. 

trorum huius temporis iure suffumat. Sed quia uector et internuntius 
sermonis nostri rediré festinat, rem grandem celerius dicto quam de- 
beo, licet de scripturis sanctis disputanti non tam necessaria sint uer- 
ba quam sensus, quia si eloquentiam quaerimus Demosthenes legendus 
aut Hillius est, si sacramenta diuina nostri códices, qui de Hebraeo 
in Latinum non bene resonant peruidendi. 

2. In fronte epistulae tuae posueras quid sibi uelit quod in Reg- 
norum libro primo scriptum est: et Samuhel puer seruiebat ante cons- 
pectum Domini cinctus ephod bad, et diploidam habebat pusillam quam 
fecerat ei mater sua, et afferebat ei de diebus in dies, cum ascenderet cum 
uiro suo ad sacrificare sacrificium dierum. Itaque quaeris quid sit ephod 
bad quo futurus propheta praecingitur, utrumne zona an, ut quídam 
putant, turibulum uel genus aliquod uestimenti sit. Et si uestis, quo- 
modo ea cingitur? et post ipsum ephod quare adiungitur ei bad? in se- 
quentibus quoque legisse te scribis, ubi uenit homo Dei ad Heli et dicit 
ei: haec dicit Dominus: manifesté ostendi me ad domum patris tui, cum 
essent in térra Ae^pti semientes in domo Pharaonis, et elegi domum pa- 
tris tui ex ómnibus tribubus Israhel mihi in sacerdotium, ut ascenderent 
ad altare meum, et tncenderent incensum: et portarent ephod. 

Totum libri ordinem persecuta, etiam de illo loco exemplar sump- 
sisti in quo Doec Idumaeus iussu regís interfecit sacerdotes: et conuer- 

1 1 Sam 2,18s. 

2 1 Sam 2,27-28. 



282 ^ Uarcela 29,3 

Y prosiguiendo la lectura del libro por su orden, tomaste un 
ejemplo de aquel pasaje en que el idumeo Doeg, por mandato 
del rey, mató a los sacerdotes: Y volviéndose — dice la Escritura — 
Doeg sirioy él mismo hiñó a los sacerdotes del Señor, y aquel día 
mató a trescientos cinco hombres — o, como se lee en el hebreo, 
a ochenta y cinco — , que llevaban ephod. Y pasó también a f ilo 
de espada a Nonbat, la ciudad de los sacerdotes, hombres, mujeres, 
niños y sus nodrizas; y becerros, asnos y ovejas, a todos los pasó 
a filo de espada. Sólo se salvó un hijo de Aquimelec, hijo de Aqui- 
tob, llamado Abiatar, que huyó a David ^. 

3. No puedo menos de adelantarme con mi respuesta al or- 
den del problema. Donde nosotros leemos: «Y todos llevaban 
ephod», el hebreo trae: «Y todos llevaban ephod bad». La razón 
por que digo esto la verás luego. También añadiste lo que sigue: 
Y cuando Abiatar, hijo de Aquimelec, huyó a donde David, des- 
cendió también él con David a Ceila, llevando en su mano el ep- 
hod. Y se avisó a Saúl que David había entrado en Ceila Allí, 

sus, inquit scriptura, Doec Syrus morttficauit ipse sacerdotes Domini, et 
occidit in illa die trecentos quinqué uiros — siue, ut in Hebraeo legitur, 
«octoginta quinqué» — omnes portantes ephod. Et Nonbat, ciuitatem sa- 
cerdotum, occidit in ore gladii a uiro usque ad mulierem, ab infante us- 
que ad nutrientem, et uitulum et asinum et ouem in ore gladii. Et saluatus 
est unus filius Achimelech, filii Achitob, et ñamen et Abiathar, et fugiit 
post Dauid. . 

3 . Non me teneo quin problematis ordinem responsione praeue- 
niam; ubi nunc legimus: «et omnes portantes ephod», in Hebraeo ha- 
bere: «et omnes portantes ephod bad». Hoc quare íta dixerím in 
sequentibus disces. lUud queque quod sequitur addidisti: et factum est 
cum fugeret Abiathar, filius Achimelech, ad Dauid, et ipse cum Dauid 
in Ceila descendí t habens ephod in manu sua. Et renuntiatum est Saúl 
quia uenit Dauid in Ceila. Vbi cum regis aduentus et ciuitatis timere- 
tur obsidio, dixit Dauid ad Abiathar: «defer ephod Domini». Haec 
sunt quae de Regnorum libro excerpta proponens ad uolumen ludi- 
cum transcendisti, in quo Micha de monte Ephraim scribitur mille cen- 
tum argenti sidos matri quos illa uouerat reddidisse, eamque sculptile 
inde fecisse atque conflatile. Et addis haec post modicum uocari ep- 
hod et teraphim, cum utique si zona sit aut uestimenti genus, sculptÜe 
atque conflatile esse non possit. Agnosco errorem paene omnlum La- 
tinorum putantium ephod et teraphim quae postea nominantur, de hoc 
argento quod Micha matri dederat fuisse conflatum, cum scriptura síc 
referat: et accepit mater eius — haud dubium quin Michae — argentum 
et dedit illud conflatori, et fecit illud sculptile et conflatile; et fuit in do- 
mo Michae, et uir Micha et domus eius domus Dei, et fecit ephod et te- 



^ 1 Sam 22,18-20. 
4 1 Sam 23,6ss. 



29,3 



A Marcela 



283 



como se temiera la llegada del rey y el cerco de la ciudad, dijo 
David a Abiatar: «Tráeme el ephod del Señor». Después de pro- 
poner estas observaciones sacadas del libro de los Reyes, pasas 
al volumen de los Jueces, en que se escribe cómo Mica, de la 
montaña de Efraín, devolvió a su madre los mil cien sidos de 
plata que ella había prometido con voto y con los que ella había 
hecho una imagen tallada y chapeada. Y añades que estos obje- 
tos son ñamados poco después ephod y temphim; pero si se trata 
de un cinturón o alguna prenda de vestir, no se puede hablar 
de imagen tallada y chapeada. Reconozco el error de casi todos 
los latinos que piensan que el ephod y el teraphim que se nom- 
bran fueron luego fundidos con la plata que Mica había dado 
a su madre, cuando lo que dice la Escritura es: Su madre — no 
cabe duda que la de Mica — tomó la plata y se la dio a un fundi- 
dor, que hizo una imagen tallada y chapeada, que quedó en la casa 
de Mica; y la casa de Mica se convirtió en casa de Dios; él hizo 
un ephod y unos teraphim, luego invistió a uno de sus hijos y lo 
hizo su sacerdote ^. Pero si piensas que lo que arriba se ha lla- 
mado imagen tallada y chapeada recibe luego el nombre de ep- 
hod y teraphim, sábete que no es lo mismo. Ya que sólo después 
de hecho el ídolo de su madre, que se llama imagen tallada y 
chapeada, hizo Mica el ephod y teraphim. Como se ve por lo que 
viene a continuación: Y respondieron los cinco hombres que ha- 
bían ido a explorar la tierra y dijeron a sus hermanos: ¿Sabéis que 
en esta casa hay «ephod», «teraphim», una imagen tallada y 
chapeada? ^. 

Y después de muchos detalles que pasaste por alto, el texto 
dice: Y subieron los cinco hombres, entraron dentro y se apodera- 
ron de la imagen tallada y chapeada, del ephod y de los teraphim. 

raphim, et inpleuit manum unius de filiis suis, et factus est ei in 
sacerdotem. Si autem putas ea quae superius appeUata sunt sculptile 
atque conflatile ephod et teraphim deinceps nominari, disce esse non 
eadem, siquidem post matris idolum quod dicitur sculptile atque con- 
flatile, fecit Micha ephod et teraphim, sicut ex consequentibus adpro- 
batur: et responderunt quinqué uirt qui ahierant considerare terram, et 
dixerunt ad fratres suos: ecce nostis quia est in domibus istis ephod et te- 
raphim et sculptile et conflatile. 

Et post multa quae in medio praetermisisti: et ascenderunt, inquit, 
quinqué uiri et inruerunt illuc et sumpserunt sculptile atque conflatile et 
ephod et teraphim. Et sexcenti uiri qui cincti erant uasis bellicis, ingressi 
sunt domum Micha, et sumpserunt sculptile atque conflatile et ephod et 
teraphim. Coarguitur igitur eorum opinio qui, ut indissolubilem face- 



5 Jue 17,4-5. 

6 Jue 18,14. 



284 



A Marcela 



29,4 



Y los seiscientos hombres, provistos de armas de guerra, entraron 
en casa de Mica y se llevaron la imagen tallada y chapeada, y des- 
pués el ephod y los teraphim ^. Queda, pues, refutada la opinión 
de quienes, para hacer insoluble el problema, pensaron que el 
ephod era de plata. Fíjate brevemente que nunca se lo nombra 
si no es tratándose del sacerdocio. Pues Samuel, de quien se cuen- 
ta haberse ceñido con él, era levita, y los sacerdotes de Nonbat 
lo llevaron como insignia de su dignidad. Y cuando David — cosa 
que falta en nuestros manuscritos latinos — , huyendo de Saúl, 
vino a Aquimelec y le pidió una espada diciendo: Mira si tienes 
a mano una lanza o una espada, pues yo no me he traído mi espa- 
da ni mis armas. Respondió el sacerdote: Ahí está la espada de Go- 
liat, el filisteo que mataste en el valle del Terebinto, y está envuelta 
en un paño detrás del ephod ^; por consiguiente, el ephod se 
guardaba, oculto, en el santuario. Y esto mismo que venimos 
llamando imagen tallada y chapeada, aunque era un ídolo, sin 
embargo, por error, se lo consideraba objeto sagrado, y para su 
culto se fabricó la insignia del ephod y teraphim, como si se tra- 
tara del ministerio de Dios. 

4. Qué sea el teraphim, lo explicaré luego si me queda tiem- 
po dé dictar. De momento hay que explicar el ephod, ya que he- 
mos empezado. En el Exodo, en el punto en que se ordena a 
Moisés hacer las vestiduras sacerdotales, después de otras co- 
sas, se escribe: He aquí los vestidos que harán: un pectoral y un 
sobrehumeral, la tánica talar, las tánicas a franjas, una mitra y un 

rent quaestionem, ephod argenteum putauerunt. Illud breuiter ad ten- 
de, quod numquam nisi in sacerdotio nominetur. Nam et Samuhel, qui 
illo cinctus refertur, leuites fuit, et sacerdotes Nonbat hoc dignitatis 
suae insigne portabant, et — quod in Latinis codicibus non habetur — , 
quando Dauid fugiens a Saúl uenit ad Achimelech et gladius postu- 
lauit dicens: uide si estad manum tuam lancea aut gladius, quoniam gla- 
dium et uasa mea non sustuli in manu mea. Respondensque sacerdos 
dixit: ecce gladius Goliath alientgenae, quem percussisti in ualle terebint- 
hi, et hic inuolutus est in uestimento post ephod, in sacrario utique 
ephod conditum seruabatur. Hoc queque ipsum quod nunc posuimus 
«sculptile et conflátiles, licet ¡dolum sit, tamen quia per erioiem reli- 
gio putabatur, ad uenerationem eius, sicut ad Dei ministerium ephod 
et teraphim, insigne conficitur. 

4. Teraphim quid sit si spatium dictandi fuerit piosequemun Nunc 
interim de ephod ut coepimus explicandum est. In Exodo, ubi Moysi 
praecipitur ut sacerdotalia iubeat ficri uestimenta, post cetera legitur: 
et hae stolae quas facient, pectorale et superhumerale et podere et túnicas 
xoavfipwTá^ et cidarim et cinctorium. Vbi autem nos posuimus «super- 



7 Jue 18,17-18. 

8 1 Sam 21,8-9. 



29,4 



A Marcela 



285 



ceñidor ^. Pero donde nosotros pusimos «sobrehumeral», los Se- 
tenta tradujeron en griego eTr(f}fiíSa, porque esta vestidura cae 
sobre los hombros. Luego se añade: Y éstos recibirán oro, jacin- 
tOy púrpura^ carmesí y Uno fino, y harán el humeral de lino fino 
torzal, en tejido multicolor ¿Qué falta hace seguir? Todo el li- 
bro del Exodo está lleno de esa clase de vestiduras. Y así, al 
fin del mismo volumen, se escribe: Los artífices más expertos hi- 
cieron las vestiduras del santuario, que lleva el sacerdote Aarón, 
como el Señor había mandado a Moisés, E hicieron el sobrehume- 
ral de oro, jacinto, púrpura, carmesí y lino torzal 

Pero como en el Exodo sólo se habla de la orden de hacer 
esta clase de vestidos, y más tarde se dice que ya se habían he- 
cho, sin que Aarón llegara a vestirse con ellos, en el Levítico 
se explica cómo fue revestido de los ornamentos sacerdotales: 
Y mandó Moisés que se acercaran Aarón y sus hijos y los lavó con 
agua, y a él le vistió la túnica y le ciñó el cinturón y le vistió el 
vTrevdvT7)v — que nosotros podemos traducir por túnica infe- 
rior o «la túnica que se viste por debajo» — y le impuso el sobre- 
humeral y le ciñó según la hechura del sobrehumeral, y se la apretó 
sobre el cuerpo ^. Ya ves, pues, que Aarón es ceñido del sobre- 

humerale» in Graeco e?rco/¿i5a et setptuaginta interpretes transtulerunt, 
quod scilicet super humeros istiusmodi ueniat uestimentum. Deinde 
iungitur et hi accipient aurum et hyacinthum et purpuram et coccinum 
et hyssum, et facient superhumerale de bysso torta, opus textile uarium. 
El quid plura? totus Exodi liber hac uestium plenus est specie. Nam 
et in fine eiusdem uoluminis scribitur: et fecit otnnis sapiens in operi- 
bus stolas sanctorum quae sunt Aaron sacerdotis, sicut praecepit Dominus 
Moysi. Et fecemnt superhumerale de aura et hyacintho et purpura et coc- 
cino et bysso retorta. 

Sed quia in Exodo hoc genus uestimenti praecipitur tantum ut fíat, 
et postea f actum refertur, non tamen eo Aaron uestitur, in Leuitico quo- 
modo sacerdotalibus uestimentis indutus fuerit explicatur: et adplicauit 
Moyses Aaron et filias eius et lauit eos aqua, et uestiuit eum túnica et 
cinxit eum zona et uestiuit eum bvevdhrriv — quod nos «subtunicalem» 
siue «tunicam qua subter uestitus est» possumus interpretari — et in- 
posuit eiy inquit, superhumerale, et cinxit eum secundum facturam super- 
humeráliSy et constrinxit eam in ipso. Vides ita huno superhumerali cingi, 
quomodo Samuhel ephod bad iflo nescio que cingebatur. Sed ne te lon- 
gius traham, hanc habeto sententiam. Vbicumque in septuaginta ín- 
terpretibus, hoc est in codicibus nostris, ^Troj^tts, id est «superhumerale», 
legitur, in Hebraeo scriptum est ephod. Quod quare alibi interpretari 

9 Ex 28,4. 

10 Ex 28,5-6, 

11 Ex 36,8-9; 39,1-2. 

12 Lev 8,6-8. 



286 



A Marcela 



29,5 



humeral a la manera como Samuel iba ceñido de aquel misterio- 
so ephod bad. En fin, para no llevarte más lejos, quédate con 
esta regla: siempre que en los Setenta, es decir, en nuestros ma- 
nuscritos, se lee eTroí/zí s, o sea, «sobrehumeral», en el hebreo es- 
tá escrito ephod. Por qué en unas partes hayan querido traducirlo 
y en otras lo dejaran sin traducir, no tengo juicio formado. Lo 
mismo han hecho en otros muchos casos, de suerte que lo que 
en unos pasajes tradujeron de modos varios, en otros, cansados 
de la variedad de traducciones, lo dejaron simplemente en he- 
breo. Aquila, en cambio, lo que los Setenta dijeron vTvobvTes y 
e'K(j)fiís lo traduce él por evbv^a y eTréí'Óu/Aa, es decir, «veste» 
o «sobreveste». Porque epóvfia, que se llama en hebreo mazl, 
significa la túnica de abajo, y eTréPÓVfioCy es decir, eTrw/íts, se lla- 
ma en hebreo ephod y es el manto superior, que protege todo 
el conjunto de los ornamentos sacerdotales. 

5. Quizá preguntes que si el ephod sacerdotal es un manto, 
por qué en algunos lugares se añade bar. Al oír bar no puedo 
contener la risa. En hebreo se dice bad, y es evidente que Jos 
Setenta lo tradujeron así. Escribir bar en vez de bad se debe a 
un error. Bad en hebreo quiere decir «lino», si bien «lino» se 
expresa mejor por phestim. Por último, donde nosotros leemos: 
Hazles calzones de lino, para que cubran las partes vergonzosas, que 
les lleguen de los lomos hasta las piernas en hebreo por «lino» 
se pone bad. Así va también vestido el varón que se aparece a 
Daniel: Y levanté los ojos y vi a un hombre vestido de «bad- 
dim» ^"^y plural con que designan «vestiduras de lino». Y ésta es 

uoluerint et alibi ininterpretatum reliquerint, non est mei iudicii, cum 
hoc ipsum in pluribus fecerint, ut quae alibi aliter atque aliter expres- 
serant, nouissime translationis uarietate lassati, ipsa Hebraica posue- 
rint- Aquila autem id quod Uli h-Kobvrriv et eTrojftt'Óa dixerunt 'evbvyia 
et t-Kévbviioi, id est «uestimentum» et «superuestimentum», quod sci- 
licet 'evbv¡ia quod Hebraeo sermone uocatur mail, «subteriorem tuni- 
cam», eirévóvfia uero, id est éírco^ts, quod Hebraice dicitur ephod, 
«superius pallium» significet quo tota sacerdotalis protegatur ambitio. 

5. Quaeras forsitan, si ephod sacetdotale sit pallium, quare in qui- 
busdam loéis addatur bar? audiens bar risum tenere non possum. Nam 
cum apud Hebraeos dicatur bad, ipsos quoque septuaginta interpretes 
sic transtulisse manífestum sit, pro bad ut bad scribatur error obtinuit; 
bad autem lingua Hebraica linum dicitur, licet linum phestim signifi- 
cantius exprimatur. Denique ubi nos legimus: et fac eis femorale lineum 
ut opeñantUY camis turpitudines a lumbis usque ad crura eorum, in He- 
braeo pro lineo bad ponitur. Qua specie uit quoque ille qui Danihelo 
monstratur indutus est: et extuli aculas meas et uidi; et ecce uir unus 

1^ Ex 28,42. 
14 Dan 10,5. 



29,6 



A Marcela 



2S1 



la razón por que se refiere de Samuel y de aquellos ochenta y 
cinco sacerdotes que llevaban ephod de lino, pues sólo el sumo 
sacerdote tenía facultad de vestir ephod que no fuera de lino, 
sino, como lo recuerda la Escritura, entretejido de oro, jacinto, 
púrpura, carmesí y lino fino. Los demás llevaban el ephod, pero 
sin aquella variedad de colores ni ornado con las piedras, que 
se colocaban en uno y otro hombro. Era ephod de lino simple 
y purísimo en todo su candor. 

6. Ya que antes te había prometido hablar brevemente de 
los teraphim si me quedaba tiempo para dictar, y como no me 
ha visitado nadie que me distrajera, sábete que Aquila traduce 
teraphim por fioQ<po)fjLaTa, que nosotros podríamos decir «figu- 
ras» o «figuraciones». Así, en aquel pasaje en que Saúl manda 
mensajeros que prendan a David, como éstos le anunciaran que 
estaba gravemente enfermo, él los mandó otra vez diciendo: Traéd- 
melo en su lecho, para matarlo. Entraron los enviados y hallaron 
«cenotafios» en la cama En el texto hebreo en lugar de «ce- 
notafios» se pone teraphim^ es decir, «figuras», y no «hígado de 
cabras», como traen nuestros códices, sino «una almohada de 
pieles de cabra cosidas», que, al no estar bien cortados los pe- 
los, podía simular en la cama la cabeza de un hombre. Voy a 
explicar el sentido verdadero de las dos palabras. En Oseas ame- 
naza Dios con quitar todas sus gracias al pueblo fornicador, di- 
ciendo: Durante muchos días se quedarán los hijos de Israel sin 
rey ni príncipe, sin sacrificio ni altar, sin sacerdocio y manifestacio- 

uestitus baddim, quo plurali numero «uestes lineae» nuncupantur. Prop- 
terea autem et Samuhel et octoginta quinqué uiri sacerdotes ephod li- 
neum portasse referuntur, quoniam sacerdos magnus solus habebat 
licentiam ephod non lineo uestiendi, uerum, ut scriptura commemo- 
rat, auto, hyacintho, purpura, coccino byssoque contexto. Ceteri habe- 
bant ephod, non illa uero uarietate distinctum et duodecim lapidibus 
ornatum qui in humero utroque residebant, sed lineum et simplex et 
toto candore purissimum. 

6. Verum quia supra promiseram me, si spatium dictanti fuisset, 
de teraphim quoque breuiter disserturum, nec quisquam interim inter- 
pellator aduenit, scito teraphim ab Aquila fioQ<pófioíTa interpretari, quas 
nos «figuras» siue «figurationes» possumus dicere. Nam et in eo loco, 
quando misit Saúl nuntios ut accipiant Dauid, et responderunt uexari 
illum grauiter, et misit rursum dicens: adferte illum in lecto ad me ut 
occidam eum. Et uenerunt nuntii, et ecce cenotaphia in lecto, pro «ceno- 
taphia» in Hebraeo teraphim, id est fioQ(pí¿^aTa posita sunt, et non 
«iecur caprarum», ut nostri códices habent, sed «puluillus de capra- 
rum pelle consutus», qui intonsis pilis caput inuoluti in lectulo homi- 



15 1 Sam 19,15-16. 



288 



A Marcela 



29,7 



nes En el lugar de «sacerdocio» y «manifestaciones», el tex- 
to hebreo trae sin ephod y sin temphim, como tradujeron también 
Teodoción y Símaco, Por aquí entendemos que aun en los Se- 
tenta, que tradujeron más bien conforme al sentido que no a 
la letra, con el ephod se significaba el sacerdocio, mientras que 
por teraphim, es decir, «figuras» o «figuraciones», se entendían 
las obras diversas denominadas con la palabra teraphim. Así, en 
el Exodo y demás lugares en que se describen vestidos tejidos 
por arte de bordado, se escribe que se hizo una «obra de queru- 
bín», es decir, «variada y policroma»; pero, en ese caso, cheru- 
bim no Ueva la letra uau^ pues cuando se escriben con esa letra 
significan más bien animales que obras. Así, pues, en este senti- 
do, se dice que ÍVlica hizo los teraphim, es decir, no sólo los ves- 
tidos sacerdotales, sino todo lo que atañe al ornato sacerdotal. 

7. i Cómo me gustaría explicarte ahora toda la indumenta- 
ria sacerdotal, y a través de cada una de las vestiduras mostrarte 
los divinos misterios! Pero como con lo de hoy ya he excedido 
la brevedad de una carta, y, por otra parte, tanto Josefo como 
Filón, doctísimos entre los judíos, y muchos otros de los nues- 
tros han tratado ese asunto detalladamente, me oirás, como di- 
cen, de viva voz. Todo lo que en adelante quieras saber, 
pregúntamelo estando yo presente; de esa manera, si acaso ig- 
noro algo, no habiendo testigos ni juez, morirá en una oreja amiga. 

nis mentiretun Vt autem utriusque sermonis pariter explicem ueritatem, 
in Osee comminatur Deus se a populo fornicante omnes gratias abla- 
turum dicens: quia diebus multis sedebunt filii Israhel sine rege et sine 
principe^ et sine sacrificio et sine altari et sine sacerdotio et sine manifesta- 
tionibus. Pro «sacerdotio» et «manifestationibus» in Hebraeo habetur 
«sine ephod et sine teraphim» sicut Theodotion queque, et Symmachus 
transtulerunt. Ex que Intellegimus in ephod iuxta Septuaginta que- 
que qui sensum magis quam uerbum interpretati sunt, «sacerdetium» 
significari, in teraphim uero, id est «figurationibus» uel «figuris», uaria 
opera quae teraphim uocantur inteUegi. Nam et in Exodo ceterisque 
locis ubi describuntur uestes plumaria arte contextae, «opus cherubim», 
id est «uarium atque depictum», factum esse describitur, ita tamen ut 
uau Htteram cherubim non habeant, quia ubicumque cum hac littera 
scribuntur animalia magis quam opera significant. Iuxta huno igitur 
sensum et Micha cum ueste sacerdotali, cetera quoque quae ad sacer- 
dotale pertinent ornamentum per teraphim fecisse monstratur. 

7. Quam uellem nunc tibi omnem habitum sacerdotis exponere, 
et per sungulas uestium species diuina ostendere sacramenta! uerum 
quia et in hoc ipso breuitatem epistulae excessimus, et losephus ac Philo, 
uiri doctissimi ludaeorum, multique de nostris id latisslme persecuti 
sunt, coram uiua, ut aiunt, uoce audies me. Quae de cetero uelis, prae- 



16 Os 3,4. 



30 



Á Paula 



289 



Enfrascado, como sabes, en la lectura de la lengua hebrea, he 
acumulado tanta herrumbre en la lengua latina, que, aun al ha- 
blar, se me escapa alguna que otra estridencia que no tiene na- 
da de latina. Perdona, pues, mi aridez. Dice el Apóstol: Pues 
si carezco de elocuenciay no así de ciencia A él no le faltaba 
ni lo uno ni lo otro, y humildemente se negaba a lo uno; a mí 
me faltan ambas cosas; pues, si en mi juventud Uegué a tener 
algo digno de aplauso, lo he perdido, y la ciencia que buscaba, 
tampoco la he conseguido. Según la fábula de Esopo: por ape- 
tecer lo grande, he perdido hasta lo pequeño. 



[SENTIDO MÍSTICO DEL ALFABETO HEBREO] 

E« esta ocasión el tumo le toca a Paula, que participa asidua- 
mente de las lecciones del Aventtno. El nombre de Paula queda 
incompleto sin el de Eustoquia, su hija. Ambas irán unidas inse- 
parablemente a la vida de Jerónimo. Se puede decir que son su obra 
viviente. En la carta 108, Jerónimo le dedica una de las más bellas 
biografías salidas de su pluma. Nace Paula en Roma el año 347. 
Descendiente de cónsules, entronca con la línea de los Escipiones 
y con los principales linajes a quienes Roma debe su historia glo- 
riosa. El año 364 contrae matrimonio con Toxocio, del que tendrá 
cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquia y Rufina, y un hijo, To- 
xocio. Viuda a los treinta y dos años de edad, se aferrará a la liber- 
tad de los servidores de Dios. Iniciada por Marcela en los caminos 
de la vida espiritual y del estudio, conocerá al poco tiempo, el año 

sens percontato praesentem, ut si quid forte nescimus sine teste, sine 
iudice in fida aure moriatur. Nos, ut seis, Hebraici sermonis lectione 
detenti, in Latina lingua rubiginem obduximus in tantum ut loquenti- 
bus quoque nobis stridor quidam non Latinus interstrepat. Vnde ig- 
nosce ariditati: etsi inperitus sum, inquit, sermone, apostolus, sed non 
scientia. IIH utrumque non deerat, et unum humiliter renuebat; nobis 
utrumque deest, quia et quidquid pueri plausibile habueramus amisi- 
mus, nec scientiam quam uolebamus consecuti sumus — ^Aesopici ca- 
nis fábula — , dum magna sectamur, etiam minora perdentes. 



l. Nudius tertius cum centesimum et octauodecimum psalmum 
tibi insinuare conarer, et dicerem omnem moralem locum in eo esse 
conprehensum et quomodo phüosophi solerent disputationes suas in 



30 



A PAULA 



30 



AD PAVLAM 



17 2 Cor 11,6. 



290 



A Paula 



30,2 



382, a Jerónimo, que pondrá las pinceladas definitivas en la forma- 
ción religiosa de esta extraordinaria mujer Ella le acompañará hasta 
el final de sus días, y será la cara amable de un Jerónimo siempre 
ocupado, y con frecuencia herido por todo tipo de incomprensiones. 

En esta carta, del año 384, Jerónimo dedica a Paula una exposi- 
ción de ios sentidos etimológico y místico del alfabeto hebreo, uti- 
lizado para ordenar el material de algunos salmos, como el 118. 

1. Anteayer trataba yo de hacerte comprender el Salmo 118, 
y te decía que en él está comprendida toda k materia moral, 
y que al igual que los filósofos suelen dividir sus tratados en 
física, ética y lógica, así también las palabras divinas tratan o 
bien de la naturaleza, como en el Génesis y el Eclesiastés, o de 
las costumbres, como en los Proverbios y, de manera dispersa, 
en todos los libros; o de la lógica, en cuyo lugar nuestros auto- 
res reivindican para sí la ciencia teológica, como en el Cantar 
de los Cantares y en los evangelios, si bien el Apóstol, con fre- 
cuencia, argumenta, induce, confirma y concluye, cosas que per- 
tenecen propiamente a la dialéctica. Tú me preguntaste por tu 
parte con el mayor interés qué significaban las letras hebreas que 
aparecen insertas en el salmo que estábamos leyendo. 

2. Te respondí que el salmo estaba compuesto alfabéticamente, 
de forma que ocho versos empezaban por la primera letra, que 
entre ellos se llama aleph; otros tantos empezaban igualmente por 
la siguiente, beth; y a continuación se completaba el mismo nú- 
mero con la guimel, y así sucesivamente hasta la tau, última letra 
del alfabeto hebreo. Así es como está escrito el salmo, y según 
el sentido de cada una de las iniciales, así hay que entender lo 

physicam et ethicam logicamque partiri, ita et eloquia diuina aut de 
natura disputare, ut in Genesi et Ecclesiaste, aut de moribus, ut in 
Prouerbiis et in ómnibus sparsim libris, aut de lógica, pro qua nostri 
0eoXo7LXi7v sibi uindicant, ut in Cántico canticorum et euangeliis — 
licet apostolus saepe proponat, adsumat, confirmet atque concludat, 
quae proprie artis dialecticae sunt — , studiosissime perquisisti quid si- 
bi uelint Hebraeae litterae quae psalmo quem legebamus uidebantur 
insertae. 

2. Respondi secundum ordinem Ütterarum eum esse conpositum, 
que uidelicet ex prima littera quae apud eos uocatur aleph octo uersus 
inciperent; rursus ex sequenti beth totidem uersus exordium sumerent, 
ac postea ex gimel idem numerus conpleretur, atque ita usque ad tau, 
quae apud eos extrema littera est, psalmum esse conscriptum, et in sin- 
gulis quibusque elementis secundum interpretationem eorum deberé 
intellegi quae sequerentur. Identidem flagitasti ut tibi intrepretationes 
singularum edicerem litterarum. Dixi fateor; uerum, quia propter bar- 
bariem linguae memoria elabitur omne quod diximus, desideras com- 



30,3 



A Paula 



291 



que sigue. Repetidas veces me has pedido que explique el signifi- 
cado de cada una de las letras. Sé que te lo he explicado; pero 
como por lo bárbaro de la lengua resbala de la memoria todo lo 
que dije, deseas ahora que te componga un comentario breve, pa- 
ra que, si en algo titubeas, la lectura te consuele del olvido. 

3. Pero antes de entrar en pormenores conviene que sepas 
que hay cuatro salmos que empiezan siguiendo el orden de las 
letras del alfabeto hebreo: el 110 y el 111, éste de que ahora tra- 
tamos y el 144. Pero en los dos primeros, a cada letra se hace 
seguir un solo versículo, construido como trímetro yámbico; los 
últimos, por el contrario, están ritmados como tetrámetros yám- 
bicos, tal como también está escrito el cántico del Deuterono- 
mio ^ En el Salmo 118 a cada letra siguen ocho versos; en el 
144 a cada letra se le asigna un verso. Algunos opinan que hay 
otros salmos que también empiezan alfabéticamente; pero es opi- 
nión errónea. En las lamentaciones de Jeremías hay también cua- 
tro series alfabéticas, de las cuales las dos primeras están escritas 
en una especie de metro sáfico, pues tres versículos, que están 
trabados entre sí y se encabezan por la misma letra, se cierran 
por un corte de verso heroico. L¿ tercera serie alfabética está 
escrita en trímetros y cada tres versos empiezan por otras tantas 
letras, pero siempre las mismas. La cuarta serie es semejante a 
la primera y segunda. También los Proverbios de Salomón ter- 
minan por un poema alfabético que se mide como tetrámetro ^. 

mentariolum fieri, ut si in aliquo forte titubaris obliuionem lectio 
consoletur. 

3 . Ac priusquam de singulis disseram, scire debes quattuor psal- 
mos secundum ordinem Hebraeorum incipere elementorum: centesi- 
mum decimum et centesimum undecimum, et hunc de quo nunc 
scribimus, et centesimum quadragesimum quartum; uerum in priori- 
bus singulis litteris singulos uersiculos qui trimetro iambico constant 
esse subnexos, inferiores uero tetrámetro iambico constare, sicuti et Deu- 
teronomii canticum scriptum est; in centesimo octauodecimo in sin- 
gulas litteras octoni uersus secuntut; in centesimo quadragesimo quarto 
singulis litteris singuH uersus deputantur. Sunt qui et alios putent hoc 
ordine incipere sed falsa eorum opinio est. Habes et in Lamentationi- 
bus Hieremiae quattuor alfabeta, e quibus dúo prima quasi saf fico metro 
scripta sunt, quia tres uersiculos qui sibi conexi sunt et ab una tantum 
littera incipiunt, heroici comma concludit; tertium uero alfabetum tri- 
metro scriptum est, et a ternis litteris, sed eisdem, terni uersus inci- 
piunt; quartum alfabetum simile est primo et secundo. Prouerbia 
quoque Salomonis extremum cludit alfabetum quod tetrámetro sup- 
putatur. 

1 Cf. Dt 32,1-43. 
^ Cf. Prov 31,10ss. 



292 



A Paula 



30,7 



4. Del mismo modo que en esta carta no puede uno pasar 
a leer y coordinar las palabras si no empieza por las letras, así 

en las Escrituras divinas no podemos conocer las cosas más al- 
tas si no comenzamos por la ética, según lo que dice el profeta: 
Partiendo de tus mandamientos he entendido ^; es decir, que só- 
lo después de practicar las obras empezó a tener la ciencia de 
los misterios. Pero ya es hora de cumplir lo que me pediste y 
poner aquí el sentido y la traducción de cada letra. 

5. AlEPH significa «doctrina», BETH «casa», GUIMEL «ple- 
nitud», DELETH «de las tablas», HE «esta», VAU «y», ZAI «aque- 
lla», HETH «vida», TETH«bien», lOD «principio», CAPH«mano», 
LAMED «de la disciplina» o «del corazón», MEM «de los mis- 
mos», NUN «sempiterno», SAMECH «ayuda», AIN «fuente» u 
«ojo», PHE «boca», SADE «justicia», COPH «vocación», RES «ca- 
beza», SEN «de los dientes», TAU «señales». 

6. Después de la traducción de los caracteres hay que po- 
ner su sentido espiritual. 

La primera serie es: «Doctrina, casa, plenitud, de las tablas, 
esta». Es decir: La doctrina de la Iglesia, que es la casa de Dios, 
se halla en la plenitud de los libros divinos. 

7. La segunda serie es: «Y esta vida». ¿Y qué vida puede 

4. Quomodo autem in his nostris litteris non potest quis ad le- 
genda uerba textendaque procederé nisi prius ab elementis coeperit, 
ita in scripturis diuinis non ualemus ea quae maiora sunt nosse nisi 
ethicae habuerimus exordium, secundum ülud quod propheta dicit: a 
mandatis tuis intellexi, quo uidelicet post opera coeperit habere scien- 
tiam secretorum. Verum iam conplendum est quod petisti ut sensum 
uniuscuiusque elementi interpretatio adnexa significet. 

5. Aleph interpretatur «doctrina», BETH «domas», GIMEL «ple- 
nitudo», DELETH «tabularum», HE «ista», VAV «et», ZAI «haec», HETH 
«uita», TETH «bonum», lOD «principium», CAPH «manus», LAMED 
«disciplinae» siue «cordis», MEM «ex ipsis», NUN «sempiternum», SA- 
MECH «adiutorium», AIN «íEons» siue «oculus», PHE «os» — ab ore non 
ab osse intellege, ne litterarum ambiguitate fallaris — , SADE «iustitiae», 
COPH «uocatio», RES «capitis», SEN «dentium», lAU «signa». 

6. Post interptetationem elementorum intellegentiae ordo dicen- 
dus est. 

Prima conexio est «doctrina domus plenitudo tabularum ista», quo 
uidelicet doctrina ecclesiae, quae domus Dei est, in Hbionim repperia- 
tur plenitudine diuinorum. 

7. Secunda conexio est «et haec uita». Quae enim alia potest es- 
se uita sine scientia scripturum, per quas etiam ipse Christus agnosci- 
tur qui est uita credentium? 



3 Sal 118,104. 



30,13 



A Paula 



293 



haber sin el conocimiento de las Escrituras, por las que se reco- 
noce al mismo Cristo, que es la vida de los creyentes? 

8. La tercera serie tiene: «buen principio». Efectivamen- 
te, aun cuando conociéramos aquí todo lo que está escrito, sin 
embargo, siempre será cierto que parcial es nuestra ciencia y par- 
cial nuestra profecía; y: Ahora vemos en un espejo, en enigma "^j 
pero cuando hayamos merecido estar con Cristo y fuéremos se- 
mejantes a los ángeles cesará toda enseñanza de libros. 

9. La cuarta serie es «mano del corazón» o «de la discipli- 
na». Por mano se entiende la obra; el corazón y la disciplina 
se entienden de la inteligencia, pues nada podemos hacer si no 
sabemos antes lo que debe hacerse. 

10. La quinta serie es: «De ellos la eterna ayuda». Esto no 
requiere explicación, pues es más claro que la luz que de las Es- 
crituras nos vienen los eternos auxilios. 

11. La sexta serie es: «fuente» u «ojo de la boca de la justi- 
cia», según lo que expusimos en el número tercero. 

12. La séptima serie es también la última, y ya en el mis- 
mo número siete se da un sentido místico: «Llamada de la cabe- 
za son los signos de los dientes». Por los dientes sale la voz 
articulada, y con estos signos se llega a la cabeza de todo, que 
es Cristo. 

13. Yo te pregunto: ¿Qué puede haber más misterioso que 
este misterio? ¿Qué cosa más agradable que este deleite? ¿Qué 

8. Tertia conexio habet «bonum principium», quia, quamuis nunc 
sciamus uniuersa quae scripta sunt, tamen ex parte cognoscimus et ex 
parte prophetamus, et nunc perspeculum uidemus in aenigmate; cum autem 
meruerimus esse cum Christo et similes angelis fuerimus, tune libro- 
rum doctrina cessabit. 

9. Quarta conexio est «manus cordis» siue «disciplinae». Manus 
intelleguntur in opere, cor et disciplina interpretantur in sensu quia 
nihil faceré possumus nisi prius quae facienda sunt scierimus. 

10. Quinta conexio est «ex ipsis aeternum adiutorium». Hoc ex- 
planatione non indiget, et omni luce mardfestius est ex scripturis aeterna 
subsidia ministrari. 

11. S^ta conexio habet «fons» siue «oculus oris iustitiáe», secun- 
dum illud quod in tertio numero exposuimus. 

12. Séptima conexio est quae et extrema, quo et in ipso quoque 
septenario numero sit mysticus intellectus, «uocatio capitis dentium 
signa». Per dentes articulata uox promítui; et his signis ad caput om- 
nium qui Christus est peruenitur. 

13. Oro te, quid hoc sacratius sacramento? quid hac uoluptate 
iucundius? qui cibi, quae mella sunt dulciora Dei scire prudentiam, 



4 1 Cor 13,9.12. 



294 



A Paula 



30,14 



manjares, qué mieles puede haber más dulces que conocer la sa- 
biduría de Dios, penetrar sus secretos, examinar el pensamiento 
del Creador, y ser instruidos por la palabra de tu Señor, que es 
objeto de burla para los sabios de este mundo, pero que está re- 
bosante de sabiduría espiritual? Queden para los demás sus ri- 
quezas, beban en copas engastadas de perlas, brillen con la seda, 
disfruten del aplauso popular, y que la variedad de los placeres 
no termine venciendo su opulencia. Nuestras delicias sean me- 
ditar en la ley del Señor día y noche, llamar a la puerta que to- 
davía no se abre, recibir los panes de la Trinidad ^, y en 
seguimiento del Señor, pisar las olas del siglo. 

14. Saluda a Blesila y Eustoquia, pequeñas aprendizas nues- 
tras; saluda a Feliciana, realmente feliz por la virginidad de la 
carne y del espíritu; saluda a todo el restante coro de la castidad 
y a tu iglesia doméstica, por la que temo aun en lo seguro ^, no 
sea que, mientras duerme el padre de familias, el enemigo siem- 
bre cizaña encima ^ Porque, aunque se atrevan a decir: Yo soy 
ciudad firme, ciudad que puede ser atacada ^, nadie está seguro 
en ciudad sitiada por el ejército enemigo. «Nadie, como dice el 
bienaventurado Cipriano, está seguro junto al peligro» ^. 

Si nuestra «diligentísima» Marcela quiere aceptar un ejem- 
plar de esta carta, dáselo, y acuérdate de mí, rogando al Señor 
Jesús aplaste velozmente a Satanás bajo nuestros pies. 

in adyta eius intrare, sensum creatoris inspicere, et sermones Domini 
tu qui ab huius mundi sapientibus deridentur plenos doceri sapientia 
spiritali? habeant sibi ceteri suas opes, gemma bibant, sérico niteant, 
plausu populi delectentur et per uarias uoluptates diuitias suas uincere 
nequeant; nostrae deliciae sint in lege Domini meditari die ac nocte, 
pulsare ianuam non patentem, panes trinitatis accipere, et saeculi fluc- 
tus domino praeeunte calcare. 

14. Saluta Blesillam et Eustochium, tirunculas nostras; saluta Fe- 
licianem, uere carnis et spiritus uirginitate, felicem; saluta reliquum 
castitatis chorum et domesticam tuam ecclesiam, cui omnia etiam quae 
tota sunt timeo, ne dormiente patre familias inimicus homo zizania 
superseminet. Quamuis enim dicere audeant: ego ciuitas firma, ciuitas 
quae ohpugnaturnuñus hostili exercitu obsidente securus est. «Nemo», 
ut beatus Cyprianus ait, «satis tutus periculo proximus». 

Exemplar epistulae, si accipere uoluerit (pikoTrovíOTárrf nostra Mar- 
cella, tribuito, et memento mei obsecrans ut Dominus lesus conterat 
satanam sub pedibus nostris uelociter. 

5 Cf. Le 11,5. 

6 Virgilio, Aen. IV 298. 

7 Cf. Mt 13,25. 

8 Cita libre de Is 27,10 (?). 

9 Cipriano, Ep. 4,2. 



31,2 



A Bustoquia 



295 



31 



A EUSTOQUIA 



[AGRADECIMIENTO POR UNOS PEQUEÑOS REGALOS]- 

Esta carta a Eustoquia es como un ligero divertimento en el 
que Jerónimo agradece unos regalos que le vienen de la joven discí- 
pula. Halagado por este gesto de familiaridad, Jerónimo pretende 
disimular divagando sobre la posible interpretación espiritual de cada 
uno de los regalos. 

Año 384. 

1. Pequeños en apariencia, pero grandes por el afecto, son 
los regalos que he recibido de una virgen: brazaletes, cartas y 
palomas. Y como en los sacrificios que se hacen a Dios no se 
ofrece la miel, la excesiva dulzura se ha sustituido hábilmente 
y se ha condimentado, por decirlo así, con el picor de la pimienta. 
Y es que a Dios no le agrada nada que sea excesivamente deli- 
cado y dulce, nada que no tenga también algo del picor de la 
verdad. La Pascua de Cristo se come con aditamentos amargos. 

2. Hoy es día festivo y hay que celebrar el nacimiento del 
bienaventurado Pedro más festivamente que de ordinario; pero 
de manera que lo jocoso de nuestra charla no se salga de los tér- 
minos de las Escrituras ni nos disipemos demasiado de lo que 
exige la palestra ascética en que profesamos. Con brazaletes se 
adorna Jerusalén en Ezequiel ^; Baruc recibió cartas de Jere- 
mías ^; en forma de paloma desciende el Espíritu Santo. Así, 
pues, para que también a ti te pique un poco la pimienta y re- 
cuerdes aún ahora mi opúsculo anterior, te diré que tengas cui- 



1. Parua specie, sed caritate magna sunt muñera accepisse a uir- 
gine armillas, epistulas et columbas. Et quoniam mel in Dei sacrificiis 
non offertur, nimia dulcedo arte mutata est et quadam, ut ita dicam 
piperis austeritate condita. Apud Deum enim nádl uoluptuosum, ni- 
hil tantum suaue placet, nihil quod non in se habeat et moidacis ali- 
quid ueritatis. Pascha Christi cum amaritudinibus manducatur. 

2. Festus est dies, et natalis beati Petri festius sólito concinen- 
dus, ita tamen ut scripturarum cardinem iocularis serme non fugiat, 
neo a praescripto palaestrae nostrae longius euagemur. ArmiUis in Eze- 
chihele ornatur Hierusalem; Baruch epistulas accepit ab Hieremia; in 



31 



AD EVSTOCHIVM 



1 Cf. Ez 16,11. 

2 Cf. Bar 6; Jer 36,23. 



296 



A Eustoquia 



31,3 



dado no vayas a perder los adornos de tu trabajo, que son las 
verdaderas pulseras de los brazos; que no rasgues la carta de tu 
corazón, aquella que el rey impío rasgó a navaja cuando se la 
entregó Baruc, y en fin, que no tengas que oír de Oseas, como 
Efraím: Te has vuelto boba como paloma ^. «Demasiado áspero 
es eso, me dirás, y no parece en consonancia con un día de fies- 
ta». Tú misma me has provocado con tales dones. Y como lo 
amargo venía mezclado con lo dulce, recibirás de mí la misma 
paga: la amargura acompañará a la alabanza. 

3. Pero para que no parezca que desprecio tus regalos, tam^ 
bién he recibido una cesta llena de cerezas, tan buenas y tan 
matizadas de rubor vii^inal, que no parecía sino que Lúculo las 
acababa de traer; pues él fue el primero que trajo de Cerasunto 
a Roma esta clase de fruta, después de someter el Ponto y la 
Armenia, y así el árbol tomó el nombre de su patria de origen. 
Ahora bien: en las Escrituras se habla de una cesta llena de hi- 
gos, pero no se hace mención de cerezas; por eso alabare lo ofre- 
cido en cuanto ofrecido, y te desearé que seas de aquellos frutos 
que están delante del templo de Dios y de los que Dios dice 
que los buenos son muy buenos ^, El Salvador no ama nada me- 
diocre: no rechaza al frío y se deleita en los fervorosos; pero en 
el Apocalipsis ' amenaza a los tibios con vomitarlos. Procure- 

columbae specie Spiritus sanctus adlabitut Itaque ut te aliquid et pi- 
peris mordeat et pristini líbeUi etiam nunc recorderis, caue ne operis 
ornamenta dimittas quae uerae armOlae sunt brachiorum; ne epistu- 
lam pectoris tui scindas quam a Baruch traditam nouacula rex profa- 
nas incidit; ne ad similitudinem Ephraim per Ossee audias: facta es 
insipiens ut columba. «Nimium», respondebis, «austere, et quod festo 
non conueniat diei». Talibus ipsa muneribus prouocasti; dum dulcibus 
amara sociata sunt et a nobis paria recípies: laudem amaritudo comi- 
tabitur. 

3. Verum — ne uidear dona minuisse — accepimus et canistrum 
cerasiis refertum talibus et tam uirginali uerecundia rubentibus, ut et 
nunc a Lucullo delata existimarim; siquidem hoc genus pomÍ Ponto 
et Armenia subiugatis de Cerasunto primus Romam pertulit, unde et 
e patria arbor nomen accepit. Igitui; quia in scripturis canistrum fiéis 
plenum legimus, cerasa uero non inuenimus, in eo quo aUatum est, id, 
quod allatum est praedicamus, optamusque te de iUis pomis fieri, quae 
contra templum Dei sunt de quibus Deus dicit: quae bona bona ualde. 
Nihil quippe saluator médium amat, et sicuti frigidum non refugiens 
caHdis delectatur ita tepidos in Apocalypsi euomere ueUe se loquitur. 
Vhde nobis sollicitius prouidendum ut soUemnem diem non tam cÍbo- 

5 Os 7,11. 

4 Jer 24,3. 

5 Cf. Ap 3.15-16. 



32,1 



A Marcela 



297 



mos, pues, con la mayor solicitud celebrar este día solemne no 
tanto con abundancia de manjares cuanto con alegría espiritual, 
pues sería completamente absurdo pretender honrar al mártir 
con un banquete, sabiendo que él agradó a Dios con sus a3m- 
nos. Siempre has de comer de tal manera que a la comida pueda 
seguir la oración y la lectura. Y si a algunos les desagrada esto, 
cántales las palabras del Apóstol: Si tratara todavía de agradar a 
los hombres, no sería esclava de Cristo ^. 



[LOS TRABAJOS BÍBLICOS LE ABSORBEN EL TIEMPO] 



Breve recordatorio de Jerónimo a Marcela, para decirle simple- 
mente que está muy ocupado, con la ocupación de siempre: sus tra- 
bajos bíblicos^ esta vez la colación de la recensión de Aguila con 
los originales hebreos. 

Año 384. 

1. Si te escribo una carta tan breve, se debe a dos motivos: 
el primero es que el mensajero tiene mucha prisa, y el otro, que 
estoy muy ocupado en otro trabajo y no quiero distraerme con 
este menester accesorio. Quizá preguntes qué trabajo sea ése tan 
considerable y tan ineludible como para impedir el obsequio de 
la conversación epistolar. Desde hace tiempo estoy colacionan- 
do la edición de Aquila con los rollos de los hebreos, para ver 
si la sinagoga ha cambiado algo por odio contra Cristo y, lo con- 
fieso a un alma amiga, hallo mucha materia para fortalecer nuestia 

rum abundantia quam spiritus exultatione celebremus, quia ualde ab- 
surdum est nimia saturitate honorare ueUe martyrem quem sciamus Deo 
placuisse ieiuniis. Ita tibí semper comedendum est ut cibum et oratio 
sequatur et lectio. Quod si aliquibus displicet, apostoli uerba cántate: 
si adhuc hominibus placerem, Christi anciUa non essem. 



1. Ut tam paruam epistulam scriberem causae duplicis fuit: quod 
et tabellarius festinabat, et ego alio opere detentus hoc quasi parergio 
me occupare nolui. Quaeras quidnam iUud sit tam grande, tam neces- 
sarium que epistolicae confabulationis munus exclusum sit. lam pri- 



32 



A MARCELA 



32 



AD MARCELLAM 



6 Gál 1,10. 



298 



A Paula 



33 



fe. Ya tengo hecha con toda exactitud la recensión de los profe- 
tas, de Salomón, el Salterio y los libros de los Reyes; llevo entre 
manos el Exodo, que ellos llaman ele smoth, y voy a pasar al 
Levítico. 

Ya ves, pues, que ningún deber puede anteponerse a este tra- 
bajo. Sin embargo, para que el buen Currencio no corra en va- 
no, a esta breve charla te adjunto dos cartas que había escrito 
a tu querida Paula y a su hija Eustoquia; para que si al leerlas 
encuentras en ellas algo de doctrina y de elegancia, consideres 
que también para ti ha sido escrito lo que he escrito. 

2. A nuestra madre común Albina deseo buena salud 
— hablo de la del cuerpo, pues no ignoro que de espíritu se en- 
cuentra muy bien — y te ruego la saludes de mi parte y la con- 
fortes por doble deber de piedad, porque en una sola y misma 
persona debe ser amada la cristiana y a la vez la madre. 



[CATÁLOGO DE LAS OBRAS DE ORÍGENES] 



Esía lisia de escritos de Orígenes esta redactada en forma de car- 
ta dirigida a Paula y quizá a las demás oyentes del Aventino. Es 
un evidente homenaje al escritor alejandrino, a quien Jerónimo en- 

dem cum uoluminibus Hebraeorum editionem Aquilae confero, ne quid 
forsitan propter odium Christi synagoga mutauerit et, ut amicae men- 
ti fatear, quae ad nostram fidem pertineant roborandam plura reppe- 
rio. Nunc iam Prophetis, Salomone, Psalterio Regnorumque libris 
examussim recensetis, Exodum teneo quem illi ele smoth uocant, ad 
Leuiticum transiturus. 

Vides ígitur, quod nullum officium huic operi praeponendum est. 
Attamen, ne Currentius forte noster frustra cucurrerit, duas epistulas, 
quas ad sororem tuam Paulam eiusque pignus Eustochium miseram, 
huic sermunculo adnexui, ut dum illa legis et in his aliquid doctrinae 
pariter ac leporis inueneris, putes tibi queque scripta esse quae scripta 
sunt. 

2. Albinam communem mattem ualere cupio — de corpore loquor, 
quin spiritu ualeat non ignorans — eamque per te salutari obsecro, et 
duplici pietatis officio focilari, quo in una atque eadem christiana si- 
mul düigatur et mater. 



1. Marcum Terentium Varronem miratur antiquitas, quod apud 
Latinos innumerabiles libros scripserit. Graeci Chalcenterum miris ef- 



33 



A PAULA 



33 



AD PAÜ/LAM 



33,2 



A Paula 



299 



marca en la línea de Varrón, entre los escritores latinos, y de Dtdi- 
mo CalcénterOy entre los griegos. La carta tiene la estructura de la 
diatriba contra quienes escriben poco, pero critican a los que al me- 
nos intentan hacerlo. El mundo de las letras latinas pasa, según siente 
Jerónimo, por una larga sequía literaria, una especie de sueño de 
Epiménides, figura mitificada de la literatura griega, que durmió 
cincuenta años seguidos, antes de escribir nada de provecho. 

La lista consignada aquí por Jerónimo no abarca todas las obras 
de Orígenes. Posiblemente es el catálogo de lo que el vio en la bi- 
blioteca recogida, por Panfilo, en Cesárea, en la que no estaba toda 
la obra de Orígenes (véase la siguiente carta 34,1). Con todo, esta 
nota de Jerónimo tiene gran importancia para la historia de k lite- 
ratura cristiana. 

La carta es del 385. 

1. La antigüedad admira a Marco Terencio Varrón porque, 
entre los latinos, escribió innumerables libros. Los griegos exal- 
tan a Calcéntero con grandes encomios porque escribió tantos 
libros cuantos ninguno de nosotros podría copiar ajenos con su 
propia mano. Y, como entre latinos sería inútil recopilar un ín- 
dice de volúmenes griegos, voy a recordar algunos títulos del 
que escribió en latín, para que nos demos cuenta de que noso- 
tros estamos durmiendo el sueño de Epiménides, y que el em- 
peño que ellos pusieron por formarse en las letras seculares lo 
ponemos nosotros en acumular riquezas. 

2. Así, pues, Varrón escribió 42 libros de Antigüedades, 4 
Sobre la vida del pueblo romano, 15 de Imágenes, 76 de Logistóri- 
cos, 15 Sobre la lengua latina, 9 de Disciplinas, 5 Sobre el habla 
latina^ 5 de Cuestiones plautinas, 3 de Anales, 3 Sobre el origen 
de la lengua latina, 3 Sobre los poemas, 3 Sobre los orígenes escé- 
nicos, 3 Sobre las acciones escénicas, 3 Sobre los actos escénicos, 

ferunt laudibus quod tantos libros conposuerit quantos quiuis nostrum 
alienes sua manu describere non potest. Et quia nunc otiosum est apud 
Latinos Graecorum uoluminum indícem texere, de eo qui Latine scripsit 
aliqua commemorabo, ut intellegamus nos Epimenidis dormiré som- 
num, et studium quod illi posuerunt in eruditione saecularium littera- 
rum in congregandis opibus poneré. 

2. Scripsit igitur Varro XLV libros Antiquitatum, III De uita po- 
puli Romani, Imaginum XV, AoyiaTOQixóp LXXVI, De lingua Latina 
XXV, Disciplinarum VIIII, De sermone Latino V, Quaestionum Plauti- 
narum V, Annalium III, De origine linguae Latinae III, De poematis III, 
De originibus scaenicis III, De scaenicis actionibus III, De actis scaeni- 
cis III, De descHptionibus III, De proprietate scriptorum III, De biblio- 
thecis III, De lectionibus III, De similitudine uerborum III, Legationum 
III, Suasionum III, De Pompeio III, Singulares X, De personis III, De 



300 



A Paula 



33,4 



3 Sobre las descripciones, 3 Sobre la propiedad literaria, 3 Sobre 
bibliotecas, 3 Sobre las lecturas, 3 Sobre la semejanza de las pala- 
bras, 3 Sobre embajadas, 3 de Discursos deliberativos, 3 Sobre Pom- 
peyo, 10 Individuales, 3 Sobre las personas, 15 Sobre el derecho 
civil. Epítome en 9 libros de los 42 sobre las Antigüedades, Epí- 
tome en 4 libros de los 15 sobre las Imágenes, Epítome en 9 li- 
bros de los 15 5o¿rp la lengua latina, 9 libros Sobre los principios 
de los números, 3 libros Sobre las cosas del campo, 1 libro Sobre 
la conservación de la salud, 3 libros Sobre su vida, 3 libros Sobre 
la forma de la filosofía, 3 libros Sobre las cosas de la ciudad, 150 
libros de Sátiras Menipeas, 10 libros de Poemas, 22 libros de Dis- 
cursos, 6 libros de Pseudotragedias, 4 libros de Sátiras y otros mu- 
chísimos, que sería lai^o enumerar. Apenas he copiado la mitad 
del índice y ya se cansa el lector. 

3 . Nuestro siglo, por el contrario, tiene sus hombres erudi- 
tos que saben en qué fondos marinos se cría cada pez, en qué 
litoral se da cada concha. No vacilamos respecto del sabor de 
los tordos. Llevamos siempre en la mano a Paxamo y Apicio; 
nuestros ojos están puestos en las herencias y nuestros sentidos 
en los guisados. Y si alguno de entre los filósofos o de entre los 
cristianos, que son los verdaderos filósofos, con capa raída y tú- 
nica sucia se dedica a la lectura, se le silba como a un loco. 

4. ¿Os preguntaréis a qué viene esta mención de Varrón y 
Calcéntero? Para venir a parar en nuestro Adamando y nuestro 
Calcéntero, que trabajó con tanto sudor en comentar las Santas 

iure ciuili XV, 'EinTOfjLrip Antiquitatum ex libris XLII libros VIIII, 
'Ettito^^i' ex Imaginum libris XV libros IIII, 'Ettito^i}!' de lingua La- 
tina ex libris XV libios VIIII. De principiis numerorum libros VIIII, 
Rerum rusticarum libros III, De ualetudine tuenda Übrum I, De sua uita 
libros III, De forma philosophiae libros III, Rerum urbanarum libros 
III, Satirarum Menippearum libros CL, Poematum libros X, Orationum 
libros XXII, Pseudotragoediarum libros VI, Satirarum libros IIII, et alia 
plurima quae enumerare longum est. Vix médium descripsi indicem 
et legentibus fastidium est. 

3. At e contrario nostra saecula habent homines eruditos, sciunt- 
que pisces in quo gurgite nati sint, quae concha in quo litore creuerit. 
De turdorum saliuis non ambigimus; Paxamus et Apicius semper in 
manibus; ocioli ad hereditates, sensus ad patinas, et si quis de philo- 
sophis, uel de Christianis qui uere philosophi sunt, trito pallio et sór- 
dida túnica lectioni uacauerit, quasi uesanus exploditur. 

4. Quorsum Varronis et Chalcenteri mentio facta sit quaeritis? 
uidelicet ut ad Adamantium nostrum nostrumque Chalcenterum uenia- 
mus, qui tanto in sanctarum scripturarum commentariis sudore labo- 
rauit, ut iuste adamantis nomen acceperit. Vultis nosse quanta ingenii 
sui reliquerit monimenta? sequens titulus ostendet: scripsit In Gene- 



33,4 



A Paula 



301 



Escrituras, que con razón recibió el sobrenombre de Adaman- 
cio u «hombre de acero». ¿Queréis conocer cuántos monumen- 
tos nos ha dejado su genio? La lista que sigue os lo hará ver. 
Escribió: 13 libros sobre el Génesis, 2 libros de homilías mix- 
tas, (extractos) sobre el Exodo, (extractos) sobre el Levítico; 10 
libros de Stromata, 36 libros sobre Isaías, igualmente extractos 
sobre Isaías, 1 libro sobre Oseas, acerca de Efraím, comentario 
sobre Oseas, 2 libros sobre Joel, 6 libros sobre Amós, 1 libro 
sobre Jonás, 3 libros sobre Miqueas, 2 libros sobre Nahúm, 3 
libros sobre Habacuc, 2 libros sobre Sofonías, 1 libro sobre Ageo, 
2 libros sobre el principio de Zacarías, 2 libros sobre Malaquías, 
29 libros sobre Ezequiel, extracto sobre los salmos del 1 al 15; 
asimismo 1 libro sobre cada uno de los salmos siguientes: 1, 2, 
3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 20, 24, 29, 38, 
40; 2 libros sobre el 43, 3 libros sobre el 44, 1 libro sobre el 
45, 1 libro sobre el 46, 2 libros sobre el 50, 1 libro sobre cada 
uno de los siguientes salmos: 51, 52, 53, 57, 58, 59, 62, 63, 64, 
65, 68, 70, 71, 72 (comienzo); 2 libros sobre el 103, 3 libros 
sobre los Proverbios, extractos sobre el Eclesiastés, 10 libros so- 
bre el Cantar de los Cantares y otros 2 tomos que había escrito 
en su juventud, 5 tomos sobre las Lamentaciones de Jeremías; 
asimismo, Monobiblza, 4 libros sobre los principios, 2 libros so- 
bre la resurrección y otros 2 diálogos sobre la resurrección, 1 

sim libros XIII, Mistarum omeliarum libros II, In Exodum excerpta, 
In Leuiticum excerpta, Stromatum íihtos X, In Isaiam libros XXXVI, 
Ítem In Isaiam excerpta, In Osee de Effraim librum I, In Osee com- 
mentarium In lohel libros II, In Amos libros VI, In lonam librum I, 
In Micheam libros III, In Naum libros II, In Abacuc libros III, In 
Sophoniam libros II, In Aggeum librum I, In principio Zachariae li- 
bros II, In Malachiam libros II, In Hiezechiel libros XXVIIII, Ex- 
cerpta in Psalmos a primo usque ad quintum decimum; rursum In 
Psalmo primo librum I, In secundo librum I, In tertio librum I, In 
quarto librum I, In quinto librum I, In VI ° librum I, In VII ° librum 
I, In VIII° librum I, In VIIIP librum I, In Xi Hbrum I, In XI« K- 
brum I, In XIP Ubrum I, In XIII« librum I, In XIIIP Hbrum I, In 
XV° librum I, In XVP librum I, In XX° librum I, In XXIIII° H- 
brum I, In XXVIIIP librum I, In XXXVIII^ librum I, In XL° li- 
brum I, In XLIIP libros II, In XLIIIP Ubros III, In XLV° Hbrum 
I, In XLVI° Hbrum I, In L° Hbros II, In LI° librum I, In LII° librum 
I, In LIII° Hbrum I, In LVII<> Hbrum I, In LVIII^ Hbrum I, In LVIin° 
Hbrum l, In LXII° Hbrum I, In LXIII*> Hbrum l, In LXIIII° Hbrum 
I, In LXV*> Hbrum I, In LXVIIP Hbrum I, In LXX<> Hbrum I, In 
LXXI° Hbrum I, In principio LXX^íII^^í Hbrum I, In CIII° Hbros II; 
in Prouerbia Hbros III, In Ecclesiasten excerpta, In Canticum Canti- 
corum Hbros X, et aHos tomos II quos super scripsit in adulescentia, 



302 



A Paula 



33,4 



libro sobre algunas cuestiones de ios Proverbios, Diálogo contra 
Cándido el valentiniano, 1 libro sobre el martirio. 

Sobre el Nuevo Testamento: 25 libros sobre Mateo, 32 li- 
bros sobre Juan, 1 libro de extractos sobre algunos pasajes de 
Juan, 15 libros sobre Lucas, 15 libros sobre la carta de Pablo 
a los Romanos, 15 libros sobre la carta a los Gálatas, 3 libros 
sobre la carta a los Efesios, 1 libro sobre la carta a los Filipen- 
ses, 2 libros sobre la carta a los Colosenses, 3 libros sobre la car- 
ta primera a los Tesalonicenses, 1 libro sobre la carta segunda 
a los Tesalonicenses, 1 libro sobre la carta a Tito, 1 libro sobre 
la carta a Filemón. 

Otra serie de homilías sobre el Antiguo Testamento: 17 ho- 
milías sobre el Génesis, 8 homilías sobre el Exodo, 11 homilías 
sobre el Levítico, 28 homilías sobre los Números, 13 homilías 
sobre el Deuteronomio, 26 homilías sobre Josué, de Navé; 9 ho- 
milías sobre el libro de los Jueces, 8 homilías sobre la Pascua, 
4 homilías sobre el libro primero de los Reyes, 22 homilías so- 
bre Job, 7 homiKas sobre los Proverbios, 8 homilías sobre el Ecle- 
siastés, 2 homilías sobre el Cantar de los Cantares, 32 homilías 
sobre Isaías, 14 homilías sobre Jeremías; 12 homilías sobre Eze- 
quiel; sobre los salmos, 1 homilía sobre los salmos 3, 4, 8, 12, 
13; 3 homilías sobre el salmo 15; 1 homilía sobre los salmos 16, 
18, 22, 23, 24, 25, 26, 27; 5 homilías sobre el salmo 36, 2 ho- 

In Lamentationes Hieremiae tomos V, item Monobibla, Periarchon li- 
bros IIII, De resurrectione libros II et alios De resurrectione diálogos 
II, De Prouerbiorum quibusdam quaestionibus librum I, Dialogum 
aduersus Candidum Valentinianum, De martyrío librum. 

De nouo testamento: In Matheum libros XXV, In lohannem libros 
XXXII, In partes quasdam lohannis excerptorum librum I, In Lucam 
libros XV, In epistulam Pauli apostoli ad Romanos libros XV, In epis- 
tulam ad Calatas libros XV, In epistulam ad Ephesios libros III, In 
epistulam ad Philippenses librum I, In epistulam ad Colossenses li- 
bros II, In epistula ad Thessalonicenses libros III, In epistulam ad 
Thessalonicenses IP librum I, In epistulam ad Titum librum I, In epis- 
tulam ad Philemonem librum I. 

Rursus omeliarum in uetus testamentum: In Genesi omeliae XVII, 
In Exodo omeliae VIII, In Leuitico omeliae XI, In Numeris omeliae 
XXVIII, In Deuteronomio omeliae XIII, In lesu Ñaue omeliae XXVI, 
In libro ludicum omeliae VIIII, De pascha omeliae VIII, In primo 
Regnorum libro omeliae IIII, In lob omeliae XXII, In Paroemias ome- 
liae VII, In Ecclesiasten omeliae VIII, In Cántico Canticorum ome- 
liae II, In Isaiam omeliae XXXII, In Hieremiam omeliae XIIII, In 
Hiezechiel omeliae XII; de Psalmis: In Psalmo 111° omelia I, In IIIP 
omelia I, In VIIP omelia I, In XIP omelia I, In XIIP omelia I, In 
XV° omeliae III, In XVI° omelia I, In XVIIP omelia I, In XXIP' 



33,4 



A Paula 



303 



milías sobre el 37, 2 homilías sobre el 38, 2 homilías sobre el 
39, 1 homilía sobre el 48, 1 homilía sobre el 51, 2 homilías so- 
bre el 52, 1 homilía sobre el 54, 7 homiKas sobre el 67, 2 homi- 
lías sobre el 71, 3 homiKas sobre el 72, 3 homilías sobre el 73, 
1 homilía sobre el 74, 1 homilía sobre el 75, 3 homilías sobre 
el 76, 9 homilías sobre el 77, 4 homilías sobre el 79, 2 homilías 
sobre el 80, 1 homilía sobre el 81, 3 homilías sobre el 84, 1 ho- 
milía sobre el 85, 1 homilía sobre el 87, 1 homilía sobre el 108, 
1 homilía sobre el 110, 3 homilías sobre el 118, 1 homilía sobre 
el 120, 2 homilías sobre el 121, 2 homilías sobre el 122, 2 homi- 
lías sobre el 123, 2 homilías sobre el 124, 1 homilía sobre el 125, 
1 homilía sobre el 127, 1 homilía sobre el 128, 1 homilía sobre 
el 129, 1 homiKa sobre el 131, 2 homilías sobre el 132, 133, 134; 
4 homilías sobre el 135, 2 homilías sobre el 137, 4 homilías so- 
bre el 138, 2 homilías sobre el 139, 3 homilías sobre el 144, 1 
homilía sobre el 145, 146, 147, 149. Extractos sobre todo el 
Salterio. 

Homilías sobre el Nuevo Testamento: 25 homilías sobre el 
evangelio según Mateo, 39 homilías sobre el evangelio según Lu- 
cas, 17 homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 11 homilías 
sobre la carta segunda a los Corintios, 2 homilías sobre la carta 
a los Tesalonicenses, 7 homilías sobre la carta a los Gálatas, 1 

omelia I, In XXIII^ omelia I, In XXIIIP omelia I, In XXV° omelia 

I, In XXVP omelia I, In XXVIP omelia I, In XXXVP omeliae V, 
In XXXVIP omeliae II, In XXXVIIP omeliae II, In XXXVIIIP 
omeliae II, In XLVIIIP omelia I, In LP omelia I, In LII° omeliae 

II, In LIIII° omelia I, In LXVIP omeliae VII, In LXXI° omeliae 

II, In LXXII^ omeHae III, In LXXÜI^^ omeHae III, In LXXIIIP ome- 
lia I, In LXXV° omeUa I, In LXXVP omeÜae III, In LXXVIP ome- 
liae VIIII, In LXXVIIIP omeUae IIII, In LXXX° omeliae II, In 
LXXXP omelia I, In LXXXIP omeliae III, In LXXXIIP omelia 

I, In LXXXIIIP omeliae II, In LXXXV° omeHa I, In LXXXVIP 
omelia I, In CVIIP omelia I, In CX° omelia I, In CXVIIP omeliae 

III, In CXX° omelia I, In CXXP omeliae II, In CXXIP omeliae 

II, In CXXIIP omeliae II, In CXXIIIP omeliae II, In CXXV° ome- 
Ha I, In CXXVIP omeHa I, In CXXVIIP omelia I, In CXXIIIP ome- 
lia I, In CXXXP omelia I, In CXXXIP omeliae II, In CXXXIII° 
omeliae II, In CXXXIIIP omeliae II, In CXXXV° omeliae IIII, In 
CXXXVIP omeHae II, In CXXXVIIP omeHae IIII, In CXXXVIIII^ 
omeliae II, In CXLIIIP omeliae III, In CXLV^ omelia I, In CXLVI^ 
omeHa I, In CXLVII° omeHa I, In CXLVIIIP omeHa I, Excerpta in 
totum psalterium. 

OmeHae in nouum testamentum: In euangeHum xará yíoLrBoLiov 
omeHae XXV, In euangeHum xotrá. Aovxáp omeHae XXXVIIII, In 
actus apostolorum omeliae XVII, In epistula ad Corinthios II* orne- 



304 



A Paula 



33,6 



homilía sobre la carta a Tito, 18 homilías sobre la carta a los 
Hebreos, 1 homiKa sobre la paz, Exhortatoria a Pionia, Sobre 
el ayuno, 2 homilías sobre los monógamos y trígamos; 2 homi- 
Kas en Tarso, extractos de Orígenes, Firminiano y Gregorio; igual- 
mente Extractos de Orígenes, 2 libros de cartas variadas dirigidas 
a él, carta de Cifisodoro en el libro II sobre el proceso de Orí- 
genes, 9 libros de cartas suyas a diversos, 2 libros de otras car- 
tas; igualmente, carta en defensa de sus obras, en 2 Hbros. 

5. ¿Ves cómo griegos y latinos juntos han sido superados por 
el trabajo de un solo hombre? Porque ¿quién pudo leer jamás 
tanto como escribió él solo? Y ¿qué paga recibió por tantos su- 
dores? Ser condenado por su obispo Demetrio. Si se exceptúan 
los obispos de Palestina, Arabia, Fenicia y Acaya, en su conde- 
nación consintió todo el orbe de la tierra. Roma misma reunió 
contra él un senado, no por la novedad de su doctrina ni por 
razón de herejía, como inventan ahora contra él perros rabiosos, 
sino porque no podían soportar la gloria de su elocuencia y de 
su ciencia, y porque, cuando él hablaba, todos los demás pare- 
cían mudos. 

6. Por qué haya escrito todo esto, dictándolo a la luz de po- 
bre candela con palabra acelerada y poco discreta, podréis ave- 
riguarlo si pensáis en nuestros Epicuros y Aristipos. 

liae XI, In epistula ad Thessalonicenses omeliae II, In epistula ad Ca- 
latas omeliae VII, In epistula ad Titum omelia I, In epistula ad 
Hebraeos omeliae XVIII; De pace omelia I, Exhortatoria ad Pioniam, 
De ieiunio, De monogamis et trigamis omeliae II, In Tarso omeliae 
II, Origenis, Firmiani et Gregorii, item Excerpta Origenis, et díuersa- 
rum ad eum epistolarum libri II — epistula i-esifodorum super causa 
Origenis libro IP — , Epistularum eius ad diuersos libri VIIII, Alia- 
rum epistularum libri II, item Epistula pro apología operum suorum 
libri 11. 

5. Videtisne et Graecos pariter et Latinos unius labore supera- 
tos? quis enim umquam tanta legere potuit quanta ipse conscripsit? pro 
hoc sudore quid accepit praemii? damnatur a Demetrio episcopo; ex- 
ceptis Palaestinae et Arabiae et Phoenices atque Achaiae sacerdotibus 
in damnationem eius consentit orbis; Roma ipsa contra hunc cogit se- 
natum, non propter dogmatum nouitatem, non propter heresim (ut nunc 
aduersum eum rabidi canes simulant) sed quia gloriara eloquentiae eius 
et scientiae ferré non poterant, et iUo dicente omnes mu ti putabantur. 

6. Haec quare scripserim et ad pauperis lucernae ignículum cito, 
sed non cauto sermone dictauerim, potestis intellegere si Epicuros et 
Aristippos cogitetis. 



34,1 



A Marcela 



305 



34 



A MARCELA 



[EXÉGESIS DEL SALMO 126] 



Tres cuestiones de interpretación recoge esta carta a Marcela. Dos 
se refieren al Salmo 126: la primera estudia el origen de la expre- 
sión «el pan del dolor», que se encuentra en el versículo segundo; 
la otra analiza la difícil traducción del versículo 19, donde se ha- 
bla de <dos hijos de los sacudidos». Del Salmo 127 se estudia la 
frase del versículo 2: «comerás los trabajos de tus frutos». Como 
siempre, Jerónimo irá directamente a las fuentes, es decir, a las di- 
versas recensiones del texto sagrado, y revisará las interpretaciones 
de otros comentaristas, antes de dar su opinión. Hilario y Orígenes 
se reparten aquí el aprecio de Jerónimo^ con ventaja^ claro está, pa- 
ra Orígenes. 

La carta es como una pieza truncada, porque una indisposición 
repentina cortaría la disertación del instructor del Aventino. 

Fecha: 38^. 

1. El bienaventurado Pánfilo, mártir, cuya vida contó en 
tres volúmenes Eusebio, obispo de Cesárea, queriendo emular 
a Demetrio de Palero y Pisístrato en su empeño por formar una 
biblioteca sagrada, después de recorrer todo el orbe a la bús- 
queda de las creaciones de los ingenios, que son los verdaderos 
y eternos monumentos, y habiendo dedicado especial interés por 
conseguir los libros de Orígenes, al final hizo donación de todo 
ello a la Iglesia de Cesárea (Acacio y más tarde Euzoyo, obispos 
de esa misma iglesia, se esforzarían por renovar con pergami- 
nos esa biblioteca, en parte deteriorada). Mucho fue lo que ha- 
lló, y de lo hallado nos dejó catálogo; pero por no haber catalogado 
el comentario al Salmo 126 y el tratado sobre la letra phcy dijo 



1. Beatus Pamphilos martyr, cuius uitam Eusebius Caesariensis 
episcopus tribus ferme uoluminibus explicauit, cum Demetrium Pha- 
lereum et Pisistratum in sacrae bibliothecae studio uellet aequare, ima- 
ginesque ingeniorum quae uera sunt et aeterna monumenta toto orbe 
perquireret, tune uel máxime Origenis libros inpensius persecutus Cae- 
sariensi ecclesiae dedicauit [quam ex parte corruptam Acacius, dehinc 
Euzoius, eiusdem ecclesiae sacerdotes, in membranis instaurare conati 
sunt]. Hic cum multa repperiret et inuentorum nobis indicem derelin- 
queret, centesimi uicesimi sexti psalmi commentarium, et phe litterae 
tractatum ex eo quod non inscripsit confessus est non repertum; non 



34 



AD MARCELLAM 



306 



A Marcela 



34,2 



no haberlos encontrado. No es que un hombre tan extraordina- 
rio — me refiero a Adamando — omitiera nada, sino que por 
incuria de la posteridad no llegó hasta nosotros. Digo esto por- 
que, al haberme preguntado tú qué significa en ese mismo sal- 
mo «el pan del dolor» en el paso que dice: En vano os levantéis 
antes de la luz; levantaos después de estar sentados los que coméis 
el pan del dolor ^, he de manifestarte que no conozco la opinión 
de Orígenes en sus comentarios. 

2. Por eso, recurriendo al hebreo, he encontrado allí que 
por «pan del dolor» se escribe leem aasahim, que Aquila tradujo 
Yí^rov TO)P ÓLaTTovqfiáTcop, es decir, «pan de trabajos»; Símaco, 
bcQTOP xcíxoirotvdviievov , que quiere decir «pan trabajoso»; la 
quinta edición y Teodoción, que en lo demás coincide con los 
Setenta, «pan de los ídolos». La sexta, TrXáí^r/s, es decir, «del 
error». No es de extrañar que Aquila ponga bioL-K o vivara, por 
ídolos, puesto que son obras de manos de los hombres, y que 
proféticamente se reprenda al pueblo porque en vano se levanta 
de madrugada y corre después del descanso al santuario para 
venerar a los ídolos con el honor debido a Dios, según lo que 
escribió Ezequiel de los sacerdotes que sacrificaban a los ídolos 
en el templo mismo ^. 

Para que te convenzas más plenamente de que en hebreo se 
pone «ídolos» en vez de «dolor», esta misma palabra aasabim, 

quod talis tantusque uir — ^Adamantium dicimus — aiiquid praeterie- 
rit, sed quod neglegentia posteriorum ad nostram usque memoriam non 
durarit. Hoc ideo ut quia mihi de eodem psalmo proposuisti qui esset 
«pañis doloris» in eo quod dicitur: in nanum uobis est ante lucem surge- 
re, surgere postquam sedentis qui manducatis panem doloriSj ostenderem 
me de Origenis commentariis quid senserit non habere. 

2. Vnde ad Hebraeum recurrens inueni pro «pane doloris» scrip- 
tum esse leem aasabim, quod Aquila interpretatus est 'Óíqtop tí¿v Óta- 
irovTjfiáTíjJV, id est «panem elaborationum», Symmacus 'cíqtov 
xaxoTTOiBovfievopy quod exprimitur «panem aerumnosum», quinta edi- 
tio et Theodotion, qui in ceteris cum septuaginta translatoribus facit, 
«panem idolorum». Sexta v\ávqsy id est «erroris». Nec mirandum de 
Aquila si biOLT^ovqitotra pro «idolis» ponat, cum opera manuum homi- 
nis sint, et prophetice populas ai^uatur ad templum diluculo frustra 
consurgere, et post quietem ad sanctuarium festinare, cum idola Dei 
honore uenerentur, secundum quod Ezechihel scripsit in ipso templo 
sacrificare idolis sacerdotes. 

Vt autem plenius adducaris pro «dolore» in Hebraeo «idola» posi- 
ta, hoc ipsum uerbum, hoc est aasabim, etiam in centesimo tertio de- 



í Sal 126,2. 
2 Cf. Ez 8,11. 



34,3 



A Marcela 



307 



que se escribe también en el Salmo 113, la tradujeron también 
los Setenta por «ídolos». Efectivamente, en el lugar en que no- 
sotros leemos: Los ídolos de las naciones son oro y plata, obras 
de manos de los hombres ^ el hebreo trae asabeem, que Aquila 
traduce por «trabajos de ellos». Siendo, pues, esto verdad, erró- 
neamente entienden algunos el pan del dolor por los misterios 
de los herejes, o lo declaran del trabajo de esta vida miserable 
y penosa, en que tenemos que comer el pan con el sudor de la 
frente, y los alimentos de nuestra breve vida nos nacen entre 
cardos y espinas. 

3. También te has dignado preguntarme, a propósito del 
mismo salmo, quiénes son los «hijos de los sacudidos». Me ad- 
miro que no hayas leído en los comentarios de Hilario ^ que 
por «hijos de los sacudidos» se entienden los pueblos creyentes; 
pues pensaba él que los apóstoles fueron llamados con ese nom- 
bre, ya que en los evangelios se les manda que, si entran en una 
ciudad y no los quieren recibir, sacudan el polvo de sus pies en 
testimonio de los que no creen. Pero tú, con sentido crítico, ha- 
brías caído en la cuenta de que bajo el nombre de «sacudidos» 
no se puede entender a los apóstoles, pues una cosa son los que 
sacuden y otra los sacudidos. Los que sacuden, sacuden ellos; 
los sacudidos, lo son por otros, y es improcedente Uamar sacu- 
didos a los apóstoles, que debieran más bien llamarse sacudidores. 

cimo psalmo scriptum Septuaginta quoque «idola» transtulerunt. Nam 
in eo loco ubi legimus: idola gentium argentum etaurum, opera manuum 
hominum, in Hebraeo habet asabeem, quod Aquila interpretatur «ela- 
borationes eorum». Vnde cum ita se ueritas habeat, frustra quídam do- 
loris panem aut hereticorum intellegunt sacramenta, aut uitae istias 
miserabilis et aerumnosae interpretantur laborem, apud quam in su- 
dore faciei comedimus panem nostrum, interque spinas et tribuios breuis 
uitae alimenta nascuntur. 

3. Illud quoque de eodem psalmo interrogare dignata es qui sint 
«filii excussorum». Miror te in Hilarii commentariis non legisse excus- 
sorum filies credentium populos interpretar!, quod uidelicet apostólos 
illo nomine putauerit appellatos, quibus in euangeliis sit praeceptum 
in quamcumque ciuitatem introierint et non fuerint recepti excutere 
puluerem pedum suorum in testimonium non credentium, licet tu ar- 
gute praecaueris non posse apostólos sub nomine excussorum intelle- 
gi, cum aliud sit excutientium aliud excussorum, quia excutientes sint 
qui excutiant, excussi uero ab aliis excutiantur, et incongruum esse ex- 
cussos apostólos accipi qui magis excutientes debuerint appellari. 

Quid igitur faciam.> Tantum uirum et suis temporibus dissertissi- 
mum reprehenderé non audeo, qui et confessionis suae mérito et uitae 

^ Sal n3,12. 

^ Hilario, Tract. in Ps. 126,19. 



308 



A Marcela 



34,4 



¿Qué hacer, pues? Yo no me atrevo a censurar a un hombre 
tan notable y tan elocuente para su tiempo, celebrado por la gloria 
de su confesión, por el vigor de su vida y por la brillantez de 
su elocuencia allí donde es conocido el nombre de Roma. No 
se puede atribuir a culpa suya, ya que desconocía el hebreo y 
aun de las letras griegas apenas tenía un ligero barniz; sino a 
su amigo el presbítero Heliodoro, a quien preguntaba, en los pun- 
tos que no entendía, qué es lo que había dicho Orígenes. Este 
personaje, al no poder encontrar el comentario de Orígenes so- 
bre este salmo, prefirió insinuar su propia opinión antes de con- 
fesar su ignorancia. Hilario la aceptó y la expuso en lenguaje 
claro; y así, con toda su brillantez, defendió el error ajeno. 

4. No queda sino recurrir nuevamente a la fuente del he- 
breo y ver qué es lo que se escribe en él. Donde nosotros tene- 
mos «hijos de los sacudidos», el hebreo dice: chen bne annaurim^ 
que Aquila tradujo «así los hijos de la pubertad»; Símaco y Teo- 
doción, «así los hijos de la juventud»; la sexta 7}xoprifiépot, que 
nosotros podríamos traducir «de inteligencia aguda». De lo cual 
se deduce claramente que por pueblos de la mocedad han de 
entenderse los cristianos, según la comparación en que se dice 
que Dios tiende a sus santos a modo de arco y saetas, como en 
el profeta Zacarías: Te he tensado para mí, Judá, como un arco 
Y de sí mismo dice el Salvador: Hizo de mí saeta aguda y me 
escondió en su aljaba ^. Finalmente, en el verso siguiente, si se 

industria et eloquentiae claritate ubicuraque Romanum nomen est prae- 
dicatur; nisi quod non eius culpae adscribendum est qui Hebraei ser- 
monis ignarus fuit, Graecarum queque litterarum quandam aurulam 
ceperat, sed Heliodori presbyteri, que iUe familiariter usus, ea quae 
intellegere non poterat quomodo ab Origene essent dicta quaerebat. 
Qui, quia in hoc psalmo commentarium Origenis inuenire non potuit, 
opinionem magis insinuare suam qua inscientiam uoluit confiteri, quam 
ille sumptam claro sermone disseruit, et alienum errorem disertius ex- 
secutus est. 

4. Restat igitur ut rursum ad fontem sermonis recurramus He- 
braei, et uideamus quomodo scriptum sit. Vbi nos habemus sic filii 
excussorum, ibi legitur chem bne annaurim, quod Aquila interpretatus 
est «sic filii pubertatum», Symmachus et Theodotion «sic filii iuuen- 
tutis», sexta ^xovrjfiévoL, quod nos dicere possumus «exacuti sensus». 
Ex quo manifestum est adulescentiae populos intellegi christianos, se- 
cundum illud exemplum quo Deus sanctos suos in modum arcus et sa- 
gittarum dicatur extendere, ut in propheta Zacharia: quoniam extendí 
te mthi, luda, utarcum, et saluator de semet ipso: posutt me sicut sagit- 
tam electam et in pharetra sua abscondit me, Denique in sequenti uersu. 



5 Zac 9,13. 

6 Is 49,2. 



34,5 



A Marcela 



309 



exceptúa a los Setenta, que tradujeron de otro modo, tanto en 
el hebreo como en las demás ediciones encontré lo siguiente: 
Bienaventurado el varón que llenare de ellas su aljaba ^ . De esta 
manera, la metáfora que se había tomado de las saetas, se man- 
tiene también en la aljaba. Por otra parte, el lenguaje corriente 
llamaba «sacudidos» a los sanos, robustos y ágiles, y los mismos 
Setenta lo tradujeron por «mozos» en el libro de Esdras, en el 
pasaje que dice: Y sucedió desde aquel día que una mitad de los 
mozos trabajaba en la obra, y otra mitad empuñaba lanzas y escu- 
dos y arcos y corazas^ y los principales estaban detrás de toda la 
casa de Judá, que edificaban las murallas ^. Donde se ve que 
también en el presente texto se puso «sacudidos» por «jóvenes 
y mozos», no por apóstoles, como opinó el otro, que se llama- 
rían «sacudidos» por el sacudir de los pies. También he leído 
la obra de cierto intérprete, y en él he hallado este elegante sen- 
tido: Los judíos serían llamados «sacudidos» del templo, de la 
ley y de la gracia del Señor, es decir, «reprobados». Hijos suyos 
serían los apóstoles, que proceden de su casta, y están en la ma- 
no del Señor a manera de saetas. 

5. En el salmo siguiente también hubo de ser más bien He- 
liodoro quien se equivocó, que no nuestro Hilario. En el paso 
que se escribe: «Comerás los trabajos de tus frutos», después 

exceptis Septuaginta qui aliter transtulerunt, et in Hebraeo et in cunc- 
tis editionibus ita repperi: beatus uir qui repleuerit pharetram suam ex 
ipsis ut, quia metaphoram semel sumpserat ex sagittis, et in pharetra 
queque translatio seruaretur. «Excussos» autem et consuetudo sermo- 
nis humani «uegetos» et «robustos» et «expeditos» uocat, et ipsi sep- 
tuaginta interpretes in Esdrae libro pro «iuuenibus» transtulerunt in 
quo ita scribitur: et factutn est ex die illa, medii excussorum faciebant 
opus, et medii eorum habebant bastas et scuta et arcus et thoracas, et prin- 
cipes post omnem domum luda aedificantium in muro; ex quo animad- 
uertimus et in praesenti loco pro adulescentibus atque puberibus 
«excussos» pósitos, non, ut ille opinatus est, pro apostolis qui excussi 
a pedum excussione dicantur. Legi et cuiusdam librum, et elegantem 
in eo sensum repperi, «excussos» ludaeos dici a templo et lega et gra- 
tia Domini pro eo quod est «reprobos»: eorum es se filios apostólos qui 
ex ipsorum semine procreentur, et in similitudinem sagittarum manu 
Domini contineantur. 

5. In sequenti quoque psalmo Heliodorus magis quam Hilarius 
noster errauit, qui de eo loco in quo scriptum est: Labores frunctuum 
tuorum manducabiSy uaria opinatus adseruit magis stare sententiam, si 
scribatur «fructus laborum» aliquem manducare et non «labores fruc- 



7 Sal 126,5. 

8 Neh 4,16-17. 



310 



A Marcela 



34,6 



de exponer diversas opiniones afirma que la frase estaría mejor 
si, en vez de «los trabajos de sus frutos», se escribiera «los fru- 
tos de sus trabajos». Por consiguiente, habría que buscar un sen- 
tido espiritual. Y con este motivo se lanza a una larga digresión, 
en la que pone tanto esfuerzo por persuadir lo que deseaba se 
entendiera cuanto la falsedad necesita para parecer verdad. Pe- 
ro la verdad es que aquí no fueron los Setenta, sino los traduc- 
tores latinos los que se dejaron engañar por la ambigüedad de 
la palabra griega xotQirov% que tradujeron por fruto en vez de 
por «manos», siendo así que xaQ-KoX también significa «manos», 
y de hecho el hebreo trae chaffach; también Símaco y la quinta 
edición tradujeron «de tus manos», para evitar la ambigüedad 
de la expresión anterior. 

6. En trabajo furtivo, como suele decirse, y durante una 
sola velada, había yo dictado todas estas cosas y la mano veloz 
de mi secretario las había escrito. Aún pensaba seguir dictando, 
pero apenas pasada la hora cuarta de la noche, acuciado de re- 
pente por una especie de pinchazos en mi débil estómago, hube 
de postrarme en oración, para ver si en las horas restantes mi 
dolencia se mitigaba con el sobrevenir del sueño. 

tuum»; unde spiritaiem intellegentiam deberé perquirí. Et ex hac oc- 
casione in longam egrediens disputationem tanta operositate quod 
uolebat intellegi, usus est persuadendi quanta semper falsitas indlget 
ut uera uideatur, cum in hoc loco non septuaginta interpretes, sed La- 
tini de Graeci uerbi ambiguitate decepti xagirovs «fructus» magis quam 
«manus» interpretati sunt, cum xapTrot «manus» quoque dicantur, quod 
in Hebraeo ponitur chaffach, et Symmachus quintaque editio transtu- 
lerunt «manuum tuarum» ut ambiguitatem prioris sermonis effugerent. 

6. Cum haec furtiuis, ut aiunt, operis ad lucubratiunculam uelox 
notarii manus me dictante signaret et plura dicere cogitarem, iam fer- 
me quarta noctis hora excesserat, et repente stimulis quibusdam do- 
lentis stomachi suscitatus in orationem prorui, ut saltim leliquo horarum 
spatio subrepente somno frustraretur infirmitas. 



35,1 



Carta de Dámaso a Jerónimo 



311 



35 CARTA DE DÁMASO A JERÓNIMO 

[CINCO CUESTIONES BÍBLICAS] 



Esta familiar reconvención de Dámaso a Jerónimo define bella- 
mente la relación de aprecio entre ambos. Teme Dámaso, sin ra- 
zón, que la ociosidad de la lectura aparte a Jerónimo de la urgente 
tarea de comunicar por escrito a la posteridad el rico caudal de sus 
conocimientos bíblicos. Por eso le envía cinco cuestiones, sobre las 
que espera una cumplida explicación. De paso confiesa que la lec- 
tura de Lactancio le resulta pesada. 

Carta del año 384. 

Dámaso a su queridísimo hijo Jerónimo. 

1. Estás durmiendo, y hace tiempo que lees mucho y es- 
cribes poco; por eso me he decidido a despertarte con unas cues- 
tioncillas que te envío. No es que no debas también leer, pues 
ésa es la comida diaria con que se alimenta y progresa el discur- 
so; pero que el fruto de la lectura sea que escribas. Así, pues, 
ayer mismo encargabas a mi correo que me dijera que ya no te 
quedaban más cartas que las que habías dictado en el desierto 
y que yo he leído y copiado ya con tanta avidez; por otra parte, 
me has prometido espontáneamente que, si yo quería, podías dic- 
tar algo en trabajo furtivo de la noche, y ya que me lo ofreces 
lo acepto de buena gana, pues de haberte negado te lo hubiera 
pedido. Y no hallo tema más digno para nuestra conversación 



35 EPISTULA DAMAS! AD HIERONYMVM 

Dilectissimo filio Hieronymo Damasus 

1. Dormientem te, et longo iam tempore legentem potius quam 
scribentem, quaestiunculis ad te missis excitare disposui, non quo et 
legere non debeas — hoc enim ueluti cotidiano cibo alitur et pingues- 
cit oratio — , sed quo lectionis fructus sit iste si scribas. Itaque quo- 
niam et heri tabellario ad me remisso nullas te iam epistulas habere 
dixisti, exceptis his quas in heremo aliquando dictaueras quasque tota 
auiditate legi atque descripsi, et ultro poUicitus es te furtiuis noctium 
operis aliqua, si uellem, posse dictare, libenter accipio ab offerente quod 
rogare uolueram si negasses. Ñeque uero uUam puto digniorem dispu- 
tationis nostrae confabulationem fore quam si de scripturis inter nos 
sermoncinemur, id est ut ego interrogem, tu tespondeas. Qua uita ni- 
hil in hac luce puto iocundius quo animae pábulo omnia mella supe- 



312 



Carta de Dámaso a Jerónimo 



35,2 



que hablar entre nosotros de las Escrituras, es decir, que yo pre- 
gunte y tú respondas. Nada en este mundo considero más agra- 
dable que ese género de vida, ese manjar del alma supera a todas 
las mieles. ¡Qué dulces son — dice el profeta — a mi paladar tus 
palabras; más dulces que la miel son a mi bocal ^ Si, como dice 
el príncipe de los oradores, los hombres diferimos de las bestias 
porque podemos hablar, ¿qué alabanza no merece quien supera 
a los demás en aquello en que los hombres descuellan sobre los 
animales? 

2. Prepárate, pues, y expKcame las cuestiones propuestas, 
procurando guardar la debida moderación en dos cosas: que los 
problemas no queden sin resolver y que las cartas sean breves. 
Porque te confieso que los libros de Lactancio que hace tiempo 
me diste no los leo a gusto, primero porque muchísimas de sus 
cartas se prolongan hasta las mil Kneas, y segundo porque raras 
veces tratan de nuestra doctrina. Con lo cual la prolijidad en- 
gendra el cansancio en el lector, y si hay algunos pasajes breves, 
éstos son más apropiados para eruditos que para nosotros, ya 
que tratan de métrica, de geografía o de filosofía. 

¿Qué quiere decir lo que se escribe en el Génesis: El que 
matare a Caín, pagará siete venganzas? ^. 

Si todo lo que hizo Dios era muy bueno, ¿por qué le dio a 
Noé instrucciones acerca de los animales puros e impuros si 

rantur. Quam dulcía, inquit propheta, gutturi meo eloquia tua, super 
mel orí meo. Nam cum idcirco, ut ait praecipuus orator, homines bes- 
tiis dif feramus quod loqui possumus, qua laude dignus est qui in ea 
re ceteros superat in qua homines bestias antecellunt? 

2. Accingere igitur et mihi quae subiecta sunt dissere, seruans utro- 
bique moderamen, ut nec proposita solutionem desiderent, nec epis- 
tulae breuitatem. Fateor quippe tibi, eos quos mihi iam pridem Lactantii 
dederas libros ideo non libenter lego, qula et plurimae epistulae eius 
usque ad mille uersuum spatia tenduntur, et raro de nostro dogmate 
disputant; quo fit ut et legenti fastidium generet longitudo, et si qua 
breuia sunt scolasticis magis sint apta quam nobis, de metrís et regio- 
num situ et philosophis disputantis. 

Quid sibi uult quod in Genesi scriptum est: omnis qui occident Caín 
septem uindictas exsoluet? 

Si omnia Deus fecit bona ualde, quare Noe de mundis et inmundis 
animalibus praecepit, cum intnundum bonum esse nihil possit, et in 
nouo testamento post uisionem quae Petro fuerat ostensa dicenti: ab- 
sit, Domine, quoniam commune et inmundum numquam introiuit in os 

1 Sal 118,103. 

2 Cicerón, De orat. I 132ss. 
5 Gén 4,15. 

4 Gén 7,2. 



36 



A Dámaso 



313 



nada impuro puede ser bueno? Además, en el Nuevo Testamen- 
to, Pedro tuvo aquella visión en que dijo: Lejos de míy Señor, pues 
jamás ha entrado en mi boca cosa profana e impura. A lo que la 
voz del cielo le respondió: Lo que Dios ha purificado, no lo lla- 
mes tú profano ^. 

¿Cómo es que Dios le dice a Abrahán que, a la cuarta gene- 
ración, regresarían de Egipto los hijos de Israel, y más tarde Moi- 
sés escribe: A la quinta generación salieron los hijos de Israel 
de Egipto? ^. Esto, si no se explica, parece contradictorio. 

¿Por qué recibió Abrahán el signo de su fe en la circuncisión? 

¿Por qué Isaac, hombre justo y amado de Dios, Uevado del 
error, bendijo no al que quiso, sino al que no quiso? 

36 A T)AMASO 

[RESPUESTA A TRES DE LAS CUESTIONES] 



Usta será la respuesta casi inmediata de Jerónimo, «Casi», por- 
que el dictado de la carta quedaría interrumpido, al comienzo mis- 
mo, por la visita nocturna de un judío romano que, a escondidas, 
le llevaba toda una serie de rollos que había tomado prestados de 
la misma sinagoga. El mismo Jerónimo había buscado previamen- 
te esta complicidad. Ante una oportunidad tan excepcional no ca- 
bía sino emplear todos los efectivos disponibles para copiar 
rápidamente los manuscritos. Las consultas del papa podían espe- 

meumy uox de cáelo responderit: quod Deus mundauit tu ne commune 
dixeris? 

Cur Deus loquitur ad Abraham quod quarta progenie filii Israhel 
essent de Aegypto reuersuri, et postea Moyses scribit: quinta autem pro- 
genie exierunt filii Israhel de térra Aegypti? Quod utique nisi expónatur 
uidetur esse contrarium. 

Cur Abraham fidei suae signum ín circumcisione suscepit? 

Cur Isaac, uir iustus et Deo carus, non illi cui uoluit, sed cui no- 
luit deceptus errore benedixit? 

36 AD DAMASVM 

Beatissimo papae Dámaso Hieronymus 

1. Postquam epistulam tuae sanctitatis accepi, confestim aceito 
notario ut exciperet, imperaui; quo ad of ficium praeparato quod eram 



5 Hech 10,14. 

6 Ex 13,18. 



314 A Dámaso 36,1 

rar. De ellas, dos quedarían descartadas, porque de ellas ya habían 
tratado en parte Tertuliano y Novaciano y en parte Orígenes y Dt- 
dímo. De este último, Jerónimo está traduciendo el tratado sobre 
el Espíritu Santo, y piensa dedicárselo a Dámaso: «para que no pien- 
ses que no hago sino dormir». 

Carta del año 384. 

Al beatísimo papa Dámaso, Jerónimo. 

1. Nada más recibir la carta de tu santidad, llamé sin pér- 
dida de tiempo a mi taquígrafo y le mandé que se aprestara a 
copiar. Mientras él se preparaba para su menester, yo me iba di- 
bujando en la imaginación lo que tenía que expresar en pala- 
bras. Ya estaba yo para mover mi lengua y él su instrumento, 
cuantío de repente se presentó un hebreo que me traía una bue- 
na cantidad de rollos que había recibido de la sinagoga con el 
pretexto de leerlos. Apresuradamente me dijo: «Aquí tienes lo 
que pediste». Yo me quedé perplejo y no sabía qué hacer; pero 
él me apremió tanto con sus prisas que, dejándolo todo, me pu- 
se volando a copiar, que es lo que he estado haciendo hasta este 
momento. 

Sin embargo, como ayer me mandaste un diácono para de- 
cirme que esperabas una carta, según tú, o más bien, por lo que 
yo veo, un comentario, y que deseabas una breve respuesta para 
temas que requerirían uno por uno grandes volúmenes, he im- 
provisado esto para ti y sólo he omitido dos cuestioncillas. No 
porque no pudiera responder también algo sobre ellas, sino por- 
que han sido discutidas en latín por dos varones elocuentísimos, 
nuestro Tertuliano y Novaciano, y si yo quisiera añadir algo nuevo, 
habría que disertar más ampliamente. Estoy realmente a la ex- 
pectativa de lo que gustes: si quieres que te reúna con brevedad 

ucee pmmpturus anie mihi cogitatione pingebam. Interim iam et ego 
linguam et ille articulum mouebamus, cum súbito Hebraeus interue- 
nit, deferens non pauca uoJumina quac de synagoga quasi lecturus ac- 
cepcrat. Et ilico <chabes», inquit, «quod postulaueras», meque dubium, 
et quici facerem nescieiiíem ita festínus exterruit, ut ómnibus praeter- 
missis ad scribendum transuolarem; quod quidem usque ad praesens 
fació, 

Verum quia herí diácono ad me misso, ut tu putas epístulam, ut 
ego sentio commentarium, te expectarc dixisti, breuem responsionem 
ad ea desiderans quae síngula m^gnorum uoluminum indigent, Tccvrá 
aot eíTXtSiceaa duabus tantum quaestiunculis praetermissis, non quo 
non potuerim et ad tilas aliquid responderé, sed quod ab eloquentissi- 
mis uiris, TertulHano nostro scílícet et Nouatiano, Latino sermone edi- 
tae, et si noua uoluerimus adfene sit latius disputandum. Certe experto 



36,2 ^ Dámaso 31!> 

epistolar las varias sentencias o que componga un libro sobre 
cada tema. Y como Orígenes, en el tomo cuarto de sus tratados 
exegéticos sobre la carta de Pablo a los romanos, disertó magní- 
ficamente acerca de la circuncisión y en el licvítico trató am- 
pliamente sobre los animales puros e impuros, sí a mí no se me 
ocurre nada, lo tomaría de sus fuentes. Y, para hablar con más 
verdad, tengo entre manos un libro de Dídimo sobre el Espíri- 
tu Santo que, una vez traducido, deseo dedicártelo, para que no 
pienses que lo único que hago es dormir, tú que consideras sue- 
ño la lectura que no impulsa a escribir Así, pues, dando prefe- 
rencia a los problemas que comunicabas en tu carta, añado lo 
que yo pienso, y te pido perdón por mi prisa y a la vez tardanza. 
Por mi prisa, porque en una corta velada he querido dictar lo 
que requeriría días; de mi tardanza, porque, ocupado en otro 
trabajo, no he respondido inmediatamente a tus preguntas. 

2. ¿Qué quiere decir: <<rodo el ^ue matare a Caín pagatá siete 
venganzas»? 

Antes de entrar en el problema parece conveniente cotejar 
con el hebreo las versiones de cada intérprete, para que se en- 
tienda más fácilmente el sentido de la Escritura: uaiomer lo adonai 
¡ochen chol oree Cain sobathaim íoccamo. Aquila: «Y le dijo el 
Señor: Por eso todo el que matare a Caín, sufrirá una venganza 
séptuple». Símaco: «Y le dijo el Señor; No será así, sino que 
todo e! que matare a Caín será vengado ebdomatos, es decir, el 

quid placeat: utrumne epistolari breuitatc scntcntias tibi uelis digerí 
aut singulonim libros confici, Nam et Orígenes in quarto Pauli ad Ro- 
manos é^yrjrtxá tomo de círcumcisionc jnagm'fíce disputauit, et de 
mundis atque inmundis animalibus in Leuitico plura disseruit, ut si 
ipse inuenire nihil possem de eius tamen fontibus mutuarem. Et ut 
ucríus loquar, Didymi de spirítu sancto librum in manibus babeo quem 
translatum tibi cupio dedicare^ nc me aestimes tantunimodo dormita- 
re, qui lectionem sine stilo somnum putas. Antelatis itaque problema- 
tibus quae epistulae tuae subicccras, quid mihí uíderetur adnexui, 
ueniam postulaos et festinationis pariter moranim; festinatioíiis, quia 
ad unam lucubratiunculam dictare uolui rem díenim; tarditatis, quia 
alio opere detentus non statim ad interrogata rcscripsi. 

2. Quid sihi uult, quod in Genesi scriptum est: omnis qui occiderit 
Cain y septem uindictas exsoluet? 

Antcquam de quaestionc dicamus, recmm uidetur ut editiones ín- 
terpretum singulorum cum ipso Hebraico digeramus, que facilius sen- 
sus scrípturae possit intellcgi: uiaiomer lo adonai lochen chol oree cain 
sobathaim ioccamo; Aquila: «et dixit ei Dominus: proptenea omnis qui 
occiderit Cain septempliciter ulciscetur»; Symmachus: «et dixit ei Do- 
minus: non sic, sed omnis qui occiderit Caín ebdomatos siue septimus 
uindicabitur»; Scptuaginta et Theodotion: «et dixit ei Domínus: non 
sic, sed omnis qui occiderit Cain septetn uindictas exsoluet». Postquam 



316 



A Dámaso 



36,2 



séptimo». Los Setenta y Teodoción: «Y le dijo el Señor: No será 
así, sino que todo el que matare a Caín, pagará siete vengan- 
zas». Después que Caín mató a su hermano Abel, preguntado 
por el Señor: ¿Dónde está tu hermano Abel?, respondió irrespe- 
tuosamente: No lo s¿ ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano? ^. 
Por lo cual, castigado con la maldición de tener que vivir gi- 
miendo y temblando sobre la tierra, no quiso pedir perdón, si- 
no que, acumulando pecados sobre pecados, pensó que su crimen 
era tan grande que no podía ser perdonado por el Señor. Final- 
mente respondió al Señor: Mi culpa es demasiado grande pata que 
pueda yo ser perdonado ^. Es decir, «he pecado demasiado para 
que se me absuelva». He aquí que me arrobas hay de la faz de 
la tierrUy y me esconderé de tu faz, y andaré gimiendo y temblando 
sobre la tierra, y sucederá que todo el que me encontrare, me mata- 
rá ^. «Soy arrojado, dice, de tu presencia; consciente de mi cri- 
men, no puedo soportar la misma luz; me esconderé para estar 
oculto, y sucederá que todo el que me encontrare, me matará, 
pues por el temblor de mi cuerpo y la desazón de mi alma enfu- 
recida entenderá que soy digno de muerte». Pero Dios, que no 
quería que Caín pusiera término a sus tormentos por el atajo 
de la muerte, pero tampoco quería entregarlo a la pena a que 
se había condenado él mismo, le dijo: «No será así», es decir, 
«no morirás como tú piensas, acogiéndote a la muerte como a 
un remedio; vivirás hasta la séptima generación y serás atormen- 

Cain occiderat fratrem, interrogatus a Domino: ubi estAbel frater tuus? 
contumeliose responderat: nescio: numquid cusios fratrís mei sum? quam 
ob rem maledictione damnatus ut gemens et tremens uiueret super te- 
rram, noluit ueniam deprecari, sed peccatis peccata congeminans tan- 
tum putauit nefas cui a Domino non posset ignosci. Denique respondit 
ad Dominum: maior causa mea quam ut dimittar — id est: «plus pec- 
caui quam ut mercar absolui» — «Ecce eicis me hodie a facie terrae 
et a facie tua abscondar, et ero gemens et tremens super terram; et erit: 
omnis qui inuenerit me occidet me». «Eicior», inquit, «a conspectu 
tuo, et conscientia sceleris lucem ipsam ferré non sustinens abscondar 
ut latitem, eritque: omnis qui inuenerit me occidet me, dum ex tremo- 
re corporis et furiatae mentís agitatu eum esse intellegit qui mereatur 
interfici». Verum Deus nolens eum conpendio mortis finiré cmciatixs, 
ne tradens poenae qua se ipse damnauerat ait: «non sic», id est: «non 
ut aestimas morieris, et mortem pro remedio accipies, uerum uiues us- 
que ad septimam generationem et conscientiae tuae igne torqueberis, 
ita ut quicumque te occiderit, secundum duplicem intellegentiam aut 
in séptima generatione aut séptimo te liberet cruciatu»; non quod ipse 



1 Gén 4,9. 

2 Gen 4,13. 

3 Gén 4,13ss. 



36,4 



A Dámaso 



317 



tado por el fuego de tu conciencia; de forma que el que te mata- 
re (y aquí caben dos sentidos) te librará en la séptima generación, 
o bien con un séptimo tormento». No que quien matare a Caín 
haya de ser sometido a siete venganzas, sino que el ejecutor des- 
hará las siete venganzas que en tan largo tiempo se abatieron 
sobre Caín, matando al que fue dejado vivo para su castigo. 

3 . Para que se vea más claro lo que decimos, pongamos un 
ejemplo de la vida corriente. Supongamos que un esclavo, mien- 
tras se le azota, dice a su amo: «He incendiado tu casa y arrui- 
nado toda tu hacienda, mátame»; pero el señor le responde: «No 
morirás como tú quieres para poner fin a tus suplicios con la 
muerte; al contrario, serás guardado mucho tiempo con vida, 
y vivirás tan desgraciado bajo la luz del sol, que quienquiera te 
matare te haría un beneficio al librarte de tantos tormentos». 
Ese es exactamente el sentido según la versión de los Setenta. 

4. Respecto de lo que puso Aquila «venganza séptuple» y 
Símaco «será vengado el séptimo», es opinión de nuestros ma- 
yores que a Caín lo mató Lamec en la séptima generación. En 
efecto, Adán engendró a Caín, Caín engendró a Enoc, Enoc en- 
gendró a Gaidad, Gaidad engendró a Maleleel, Maleleel a Ma- 
tusalam, Matusalam engendró a Lamec, quien, siendo séptimo 
desde Adán, mató sin querer a Caín, como se escribe en cierto 
volumen hebreo. Y él mismo confiesa más adelante: A un hom- 
bre maté con una herida y aun joven con mi maldad; pues si Caín 
ha de ser vengado siete veces, Lamec lo será setenta veces siete 

qui percusserit Cain septem ultionibus subiciendus sit, sed quod sep- 
tem uindictas quae in Cain tanto tempere cucurrerunt soluat interfec- 
tor, occidens eum qui uitae fuerat dereKctus ad poenam. 

3. Ut autem quod dicimus manifestius fiat, cotidianae consuetu- 
dinis ponamus exemplum. Loquatur inter uerbera seruus ad dominum: 
«quia incendi domum tuam et uniuersam substantiam dissipaui inter- 
fice me», dominusque respondeat: «non, ut uis, morieris et finies morte 
supplicia; uerum longo tempore custodieris ad uitam, et tam infelici- 
ter in hac luce uersaberis, ut quicumque te occíderit beneficium praestet 
occiso, dum de tam multis te liberat cruciatibus». Et secundum Sep- 
tuaginta quidem editionem hic nobis sensus uidetur. 

4. De eo autem quod Aquila posuit «septempliciter», et Symma- 
chus «ebdomatos siue septimus ulciscetur», maiorum nostrorum ista 
sententia est quod putent in séptima generatione a Lamech interfec- 
tum Cain. Adam quippe genuit Cain, Cain genuit Enoch, Enoch ge- 
nuit Gaidad, Gaidad genuit Maleleel, Maleleel genuit Mathusalam, 
Mathusalam genuit Lamech, qui septimus ab Adam non sponte, sicuti 
in quodam Hebraeo uolumine scribitur, interfecit Cain. Et ipse postea 



4 Gén 4,23. 



318 



A Dámaso 



36,5 



Respecto de Caín, al haber sido asesinado en la séptima ge- 
neración y, según otra interpretación, haber pagado la pena de 
su crimen, creo que no quedará oscuridad alguna. 

5. Pero, mientras trataba de otra cosa, me ha venido a la 
mente algo sobre lo que tú no me has preguntado: ¿Qué son 
esas setenta y siete venganzas que han de cumplirse en La- 
mec? ^. Dicen que de Adán a Cristo hay setenta y siete gene- 
raciones. Repasa el evangelista Lucas y verás que es como decimos. 
Del mismo modo que el pecado de Caín fue perdonado a la sép- 
tima generación —pues el Señor no se vengará dos veces del 
mismo crimen, y el que una vez sufrió males en su vida no su- 
frirá en la muerte los mismos tormentos que sufrió en vida — , 
así también el pecado de Lamec, es decir, el de todo el mundo 
y de toda la sangre derramada, se perdonará por el advenimien- 
to de Cristo, que quita los pecados del mundo que lavó su ves- 
tido en la sangre de la uva y él solo pisó el lagar y, teñido de 
rojo, subiendo de Edón al cielo entre aclamaciones de ángeles, 
llevó a cabo una maravilla: Levantad, principes, vuestras puertas^ 
y entrará el rey de la gloria ^, etc. Me refería cierto hebreo que 
en los libros apócrifos se hallan setenta y siete vidas, salidas de 
la casta de Lamec, que fueron borradas por el diluvio, y por este 
número se tomó venganza de Lamec, pues su raza duró hasta 
ese cataclismo. 

confitetur: guia utrum occidi in uulnere mihiy et iuuenem in tiuore meo; 
quoniam septies uindicabitur de Cain, de Lamech autem septuagies sep- 
ties. Et quidem de Cain, quod in séptima generatione interfectus sit 
et iuxta aliam expositíonem poenam sui sceleris dederit, nihil obscuri 
arbitror remansisse. 

5 . Nunc iHud quod non interrogaueras dum aliud agimus inrep- 
sit: quae sint septuaginta septem uindictae quae in Lamech exsoluen- 
dae sint. Aiunt ab Adam usque ad Christum generationes septuaginta 
septem. Relege Lucam euangelistam et inuenies ita esse ut dicimus. Si- 
cutí ergo séptima generatione Cain peccatum est dissoiumm — non uin- 
dicabit quippe bis Dominus in id ipsum, et qui semel recepit mala sua 
in uita sua non eosdem cruciatus patietur in morte quos est passus in 
uita — ita et Lamech peccatum, id est totius mundi, atque sanguinis 
qui effusus est Christi soluetur aduentu qui tollit peccatd mundi, qui 
lauit amictum suum in sanguine uuae et torcular c¿cauit solus, qui de 
Edom ad caelum nibicundus ascendens clamantibus angelis miracu- 
lum praebuit: kuate portas, principes, uestras, et introibit rex glonae et, 
cetera. Referebat mihi quídam Hebraeus in apocryphonim libris sep- 

5 Ibid. 

6 Jn 1,29. 

7 Is 63,1-3. 

8 Sal 23,7.9 



36,8 



A Dámaso 



319 



6. Otros sospechan diversas cosas acerca de las siete ven- 
ganzas de Caín, y así afirman que su primer pecado fue no ha- 
ber repartido justamente ^; el segundo, haber envidiado a su 
hermano; el tercero, haber obrado dolosamente al decir: Vamos 
al campo el cuarto, haber matado; el quinto, negarlo desca- 
radamente: No lo sé. ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano? 
El sexto, haberse condenado a sí mismo: mi culpa es demasiado 
grande como para ser perdonada; el séptimo, no haber hecho pe- 
nitencia ni aun después de condenado, a ejemplo de los nini vi- 
tas y de Ezequías, rey de Judá, que a fuerza de lágrimas retrasaron 
una muerte inminente. Y dicen que Dios clementísimo lo con- 
servó hasta la séptima generación para que por lo menos, ago- 
biado por tantos males y por la tristeza de una vida tan larga, 
hiciera penitencia y mereciera ser absuelto. 

7. Algunos, aduciendo el testimonio de muchos pasajes de 
las Escrituras, interpretan el número de siete como pleno y per- 
fecto, y que su significado es el mismo que nosotros hemos pro- 
puesto más arriba: que el que hubiera matado a Caín lo habría 
librado de un castigo enorme y que sobrepasa todos los suplicios. 

8. Pero hay también quienes recurren a la pregunta que hace 
Pedro en el evangelio: Señor, ¿cuántas veces pecará contra mí mi 
hermano y tendré que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Y ]esús le 

tuaginta et septem animas ex Lamech progenie repperiri quae diluuio 
deletae sim, et in hoc numero de Lamech factam esse uindictam, quod 
genus ipsius usque ad cataclysmum perseuerarit, 

6. Alü de septem uindictis Cain uaria suspicantur, et primum eius 
adserunt fuisse peccatum quod non recte diuiserit; secundum quod inui- 
derit fratri; tertium quod dolóse egerit dicens: transeatnus in campum; 
quartum quod interfecerit; quintum quod procaciter negauerit: nescio; 
numquid custos fratris meis sum? sextum quod se ipse damnauerit: maior 
culpa mea est quam ut dimittar; septimum quod nec damnatus egerit 
paenitentiam secundum Nineuitas et Ezechiam regem ludae, qui in- 
minentem mortem lacrixnis distulenint. Et dicunt lllum a clementissi- 
mo Deo ideo usque ad septimam generationem fuisse dilatum, ut saltim 
malis ipsis et longae uitae maerore conpulsus paenitentiam ageret et 
mereretur absolui. 

7. NonniJli septenarium numerum plenum et perfectum interpre- 
tantur de multis scripturarum locis testimonia contrahentes, et hunc 
esse sensum quem supra perstriximus quod qui interfecerit Cain ab 
ingenti eum et omnia supplicia transeúnte liberet poena. 

8- Sunt autem qui et de euangelio interrogationem Petri repli- 
cent: Domine^ quotiens peccabit in mefrater meus et dimittam ei? usque 



Gen 4,2. 
10 Gén 4,8.9. 
" Gén 4,13. 



320 



A Dámaso 



36,10 



tí!i;o; No te digo que hasta sietes sino hasta setenta veces siete 
Y piensan que el pecado y la muerte «celebraron su sábado» en 
la séptima generación, cuando Enoc fue arrebatado, y no fue ha- 
lladoy porque lo trasladó el Señor Sobre los números setenta 
y siete dan esta explicación: con la venida de Cristo quedó roto 
el aguijón de la muerte y del pecado. 

9. Voy a referir todavía otra opinión, por que no parezca 
que paso nada por alto. Algunos entienden de diversos modos 
el año séptimo de la remisión el quincuagésimo del jubileo 
y el cuatrocientos noventa, que es lo que entienden «por setenta 
veces siete», y afirman que por este motivo se pone en el evan- 
gelio místicamente un deudor de cincuenta y otro de quinien- 
tos denarios, y tenemos el Salmo 50, de la penitencia, que se 
compone de siete septenarios y salta al principio de la ogdóada. 
No quiero alargarme más; baste lo dicho hasta aquí, pues con 
las ideas que he ido desgranando podrás tú mismo componerte 
una disertación tan ingente como un bosque, sobre todo sabiendo 
que Orígenes dictó sus libros duodécimo y decimotercero sobre 
el Génesis en torno a esta sola cuestión. 

10. ¿Cómo es que Dios le dice a Abrahán que en la cuarta 
generación regresarían de Egipto los hijos de Israel^ y luego escribe 
Moisés: <<Y en la quinta generación subieron los hijos de Israel de 
Egipto»? Esto, si no se explica, parece envolver contradicción. 

septies? dicit ei lesus: non dice tihi usque septies, sed usque septuagies 
septies. Et putant mortem atque peccatum in séptima progenie sabba- 
tízasse, quando Enoch raptus est et non inueniebatur, quia tmnstuUt illum 
Deus. De septuaginta autem et septem illam expositionem secuntur: 
in aduentu Christi mortis atque peccati aculeum esse confractum. 

9. Ponam et aliam opinionem, ne quid uidear praeteigressus. Qui- 
dam septimum annum remissionis et quinquagesimum iobelei et qua- 
dringentesimum nonagesimum, quod uolimt intellegi «septuagies 
septies», multis modis interpretantur adserentes ob hanc causam quin- 
quagesimi et quingentesimi numeri sacrate in euangelio positum debi- 
torem, et quinquagesimum psalmum paenitentiae, qui septem conficitur 
septimanis et in principium ogdoadis erumpit. Verum ne longius ser- 
me procedat, hucusque super hoc locutum esse sufficiat, quia et ex 
his quae respersimus ingentem tibi disputationis siluam poteris ipse 
conficere, sciens Origenem duodecimum et tertium decimum in Ge- 
nesim librum de hac tantum quaestione dictas se. 

10. Cur Deus loquitur ad Abrabam quod quarta progenie filii Isra- 
hel essent de térra Aegypti reuersuñ, et postea Moyses scribit: «quinta autem 



12 Mt 18,21-22. 
« Heb 11,5. 
Dt 15,1. 



36,11 



A Dámaso 



321 



Al leer este problema empecé a encenderme internamente en 
silencio y, recorriendo en un instante el Génesis y el Exodo, di 
con los lugares en que se hallan los textos que parecen ofrecer 
dificultad. Y en un primer momento, comparando lo espiritual 
con lo espiritual, pensé que era un problema insoluble como tan- 
tos otros. Así, de Matusalén se escribe que vivió catorce años 
después del diluvio y, sin embargo, no entró en el arca con Noé. 
Y Dios mismo le dice a Abrahán: Sábete bien sabido que tu des- 
cendencia sera desterrada en tierra extraña^ y la reducirán a servi- 
dumbre y los oprimirán y humillarán durante cuatrocientos 
años pero luego Moisés escribe en el Exodo: Y sucedió des- 
pués de cuatrocientos treinta años, todo el ejército salió de la tierra 
de Egipto Agar lleva sobre sus hombros a Ismael, como si 
fuera un tierno niño de pecho, cuando se ve que tenía diecio- 
cho años, o más, y sería ridículo que un mozo tan grande fuera 
a caballo sobre el cuello de su madre. En cuanto a Roboán, hijo 
de Salomón, empezó a reinar a los cuarenta y un años de edad, 
y reinó dieciséis años en Jerusalén, siendo así que su padre, que 
empezó a reinar a los doce y reinó cuarenta, no pudo tener un 
hijo a los once. 

11. Mientras, preocupado, daba vueltas dentro de mí mis- 
mo a estas y otras dificultades semejantes, el que tiene la llave 

progenie ascenderunt filii Israhel de térra Aegypti»? quod utique nisi ex- 
ponatur uidetur esse, contrarium. 

Hoc uero problema cum legissem coepi mecum tacitas aestuare, et 
e uestigio Genesim Exodumque peicurrens repperi loca in quibus scripta 
sunt quae videntur faceré quaestionem. Ac primo aestimabam, spiri- 
talibus spiritalia conparans, indissolubile esse, sicut et multa sunt alia. 
Nam et Mathusalam quattuordecim annos post diluuium uixisse scrí- 
bitur, neo tamen arcam ingressus est cum Noe; et, cum ipse Deus lo- 
cutus sit ad Abraham: sciendo scies quia peregrinum erit semen tuum 
in tetra non sua, et in seruitutem redigent eos et adfligent eos et humilia- 
hunt eos quadringentos triginta annos, postea Moyses scribit in Exodo: 
et factum est post quadringentos triginta annos, exiuit omnis potentia Do- 
mini de térra Aegypti, Agar queque Ismahelem quasi lactantem et tene- 
rum portat in humeris, cum decem et octo ferme et amplias repperiatur 
annorum, et ridiculum sit tam grandem iuuenem matris sedisse cerui- 
cibus; Roboam uero, fUius Salomonis, quadragesimo primo aetatis suae 
anno regni sumpslt exotdium et regnauit in Hierusalem anms sede- 
cim, cam utique pater eius duodécimo anno regnare incipiens, annis 
quadraginta regnauerit et undécimo filium generare non quiuerit. 

11. Dum hace et multa istiusmodi mecum soUicítus uoluerem, ape- 
ruit mihi ostium qai habet clauem Dauid, et introduxit me in cubicu- 

15 Gen 15,13. 

16 Ex 12,40. 



322 



A Dámaso 



36,11 



de David me abrió la puerta y me introdujo en su cámara y 
me puso en la hendidura de la peña y así, después de la fu- 
ria del viento y del temblor de mi propia tierra, tras el incendio 
de la ignorancia que me abrasaba, vino a mí una voz de brisa 
más suave, y dije: He encontrado al que buscaba mi alma, lo asiré 
y no lo soltaré Pues aun cuando la Escritura parezca en con- 
tradicción consigo misma, ambos términos son verdaderos, por 
tratarse de aspectos distintos. Los hijos de Israel salieron de la 
tierra de Egipto a la cuarta generación. Repasa la genealogía de 
Leví: Leví engendró a Caath, Caath engendró a Ambram, Am- 
bram engendró a Aarón, Aarón engendró a Eleazar, Eleazar en- 
gendró a Fineés. Caath entró en Egipto con su padre Leví. A 
su vez, Eleazar salió de Egipto con su padre Aarón. De Caath 
a Eleazar se cuentan cuatro generaciones, aunque algunos pre- 
fieren empezar por Ambram y llegar hasta Fineés, como noso- 
tros lo hemos hecho con Eleazar. Pero si quieres poner de relieve 
un número impar, cómo según el Exodo hayan salido los hijos 
de Israel de tierra de Egipto a la quinta generación, tienes que 
contar según la sucesión de la tribu de Judá: Judá engendró a 
Pares, Pares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram 
engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón 
engendró a Salmón Pares entró en Egipto con su padre Ju- 
dá. Naasón es descrito como el jefe de la tribu de Judá en el 

lum suum posuitque in foramine petrae, ut post spiritum saeuientem, 
post terrae meae motum, post incendium ignorantiae que urebar, uox 
ad me aurae lenioris accederet diceremque: inueni quein quaesiuit ani- 
ma mea; tenebo eum etnon dimittam eum. Etenim, cum uideatur scrip- 
tura Ínter se esse contraria, utrumque uerum est cum diuersum sit. 
Egressi sunt quarta generatione filii Israhel de térra Aegypti. Replica 
genealogiam Leui: Leui genuit Caath, Caath genuit Ambram, Ambram 
genuit Aaron, Aaron genuit Eleazar, Eleazar genuit Finees. Caath cum 
patre suo Leui ingressus est Aegyptum. Rursum Eleazar cum patre suo 
Aaron egressus est Aegyptum. A Caath usque ad Eleazar conputantur 
generationes quattuor, licet quídam uelint ab Ambram incipere et us- 
que ad Pinees, ut nos in Eleazar fecimus, peruenire. Si uero uolueris 
disparem numerum ostendere, quomodo secundum Exodum quinta ge- 
neratione egressi sint filii Israhel de térra Aegypti, tribus tibi ludae 
ordo numeretur: luda genuit Phares, Phares genuit Esrom, Esrom ge- 
nuit Aram, Aram genuit Aminadab, Aminadab genuit Naasson, Naas- 
son genuit Salmón. Phares cum patre suo luda ingressus est Aegyptum, 
Naasson princeps tribus luda in deserto describitur, cuius filium Sal- 



17 Cf. Is 22,22. 

18 Cf. Ex 33,22. 

19 Cant 3,4. 

20 Mt 1,3-4. 



36,1.3 



A Dámaso 



323 



desierto. Su hijo Salmón entró en la tierra prometida. Cuenta 
de Fares a Naasón y obtendrás cinco generaciones, si bien algu- 
nos, como lo hemos hecho ver a propósito de la tribu de Leví, 
prefieren comenzar en Esrom y llegar hasta Salmón. 

12. Doy por resuelto el problema. Pero si no te gusta, abre- 
viando te diré que en el texto hebreo no hay diferencia. Aquila, 
por ejemplo, que traduce palabra por palabra, no por espíritu 
de contradicción, sino por escrúpulo de rigor, donde los Seten- 
ta pusieron: «A la quinta generación subieron los hijos de Israel 
de tierra de Egipto», él tradujo: «y habiéndose armado, subie- 
ron los hijos de Israel de tierra de Egipto». Sólo que donde no- 
sotros decimos «armados», la ambigüedad de la palabra griega 
permite entender «provistos» o «cargados», por razón de los en- 
seres de que despojaron a los egipcios 

13. ¿Crees que mi curiosidad se ha agotado? Dentro de mí 
surge un fuego tanto mayor por investigar y, a semejanza de Je- 
remías desfallezco, y no puedo soportar por qué los Setenta 
traducen «a la quinta generación» y Aquila «armados». Desen- 
rollo el volumen hebreo, que Pablo llama, según algunos, <poii- 
voKf\v y, mirando con todo cuidado los caracteres, hallo es- 
crito: uamusim alu bne Israel mearez mezraim. El resto de la 

mon terram repromissionis introiit. Conputa a Phares usque ad Naas- 
son et inuenies generationes quinqué, tametsi nonnuUi, ut in tribu Leui 
ostendimus, in Esrom initium faciant et ad Salmón usque perueniant. 

12. Puto problema dissolutum; quod si displicet, ad conpendium 
ueniam et dicam in Hebraeo non esse diuersum. Aquila namque, qui 
non contentiosius, ut quídam putant, sed studiosius uerbum interpre- 
tatur ad uerbum, in eo loco, ubi Septuaginta posuerunt: «quinta autem 
generatione ascenderunt filii Israhel de térra Aegypti», ita transtulit: 
xoLL kvo-Kkiaáiíevoi UvéP'qaav viot *laQOir¡k «tto 7^5 Kí'yv'Krov, id est: 
«et armati ascenderunt filii Israhel de térra Aegypti», licet pro eo, quod 
«armati» nos diximus, secundum Graeci sermonis ambiguitatem, et «ins- 
tructi» siue «muniti» propter supellectilem qua Aegyptios spoliauerunt 
pos si t intellegi. 

13 . Aestimas curiositatem esse finitam? maior quaerendi ardor exo- 
ritur, et in similitudinem Hieremiae dissoluor undique et ferré non pos- 
sum, quare Septuaginta «quintam generationem» et Aquila transluterit 
«armatos». Volumen Hebraeum replico, quod Paulus (potiv6kr]v iuxta 
quosdam uocat, et ipsos characteres soUicitus adtendens scriptum rep- 
perio: uamusin alu bne israhel mearez mezraim. In reliqua parte inter- 
pretatio non discordat; omnis pugna de uerbo est amesim, quod his 
litteris scribitur: heth, mem, sin, iod, mem, utrumnam «quinqué» an 



21 Cf Ex 12,35-36. 

22 Jer 20,9. 

25 2 Tim 4,13, 



324 



A Dámaso 



36,14 



traducción no discrepa; todo el conflicto está en la palabra ame- 
sim, que se escribe con las letras: heth, mem, sin, iod, meiriy que 
significa «cinco» o «armados». Y realmente no podemos negar 
que esta palabra significa «cinco»; pero cinco en plural, no «quin- 
ta» en singular, como ellos tradujeron. Pero tampoco se hallaba 
añadida la palabra «generación», que en hebreo se dice doty de 
modo que «quinta generación» se leería en su lengua amesa don 
Pero lo cierto es que sólo está escrito amissim, que es cinco, y 
resulta este sentido poco más o menos: «y subieron cinco hijos 
de Israel de tierra de Egipto». Y como resulta poco claro, se aña- 
dió la palabra «generación». Ahora bien: en cuanto a Aquila, 
toda la judería proclama a gritos que tradujo siempre exactamente, 
y en particular este pasaje, y los bancos todos de las sinagogas 
están de acuerdo en que una misma palabra, escrita con las mis- 
mas letras, tiene entre ellos sonido y significado diverso. Pon- 
gamos un solo ejemplo para que se vea claro lo que decimos: 

«pastores» y «amantes» se escriben con las mismas letras: res, 
ain, iod, mem; pero en el caso de «pastores» se lee roim, en el 
de «amantes» reim. Por eso ocurre que, cuando en los profetas 
se reprende a Jerusalén de fornicar con sus amantes, en nues- 
tros códices en vez de «amantes» se pone «pastores». 

14. Sé que todo esto resulta pesado para el lector; pero el 
que trata de las letras hebreas no tiene por qué ir a buscar argu- 
mentos en Aristóteles, ni derivar del río tuliano un riachuelo 
de elocuencia, ni halagar los oídos con las floreciUas de Quinti- 
liano y con una declamación escolar. Aquí se requiere un dis- 

«munitos» sonet. Et quidem «quinqué» hoc sermone díci negare non 
possumus, uerum «quinqué» plurali numero, non «quinta», ut illi in- 
terpretati sunt, singulari. Sed nec «generado» inuenitur adiuncta, quae 
lingua Hebraea dor dicitur ut, si esset «quinta generatio», sermone le- 
geretur illorum amesa dor. Nunc autem amissim, id est «quinqué», tan- 
tum scripti sunt, et £it quasi sensus: «quinqué autem ascenderunt filii 
Israhel de térra Aegyptí»; quod quia minus uidebatur intellegi, adiuncta 
«generatio» est, Aquilam uero et in ceteris et in hoc máxime loco pro- 
prie transtulisse, omnis ludaea conclamat et synagogarum consonant 
uniuersa subsellia, quod uidelicet idem sermo et eisdem litteris scrip- 
tus, diuersas apud eos et uoces et intellegentias habeat. Ex quibus exem- 
pli causa unum ponimus, ut quod dicimus perspicuum fiat: «pastores» 
et «amatores» eisdem litteris scribuntur: res, ain, iod, mem, sed pasto- 
res roim, amatores leguntur reim. Vnde euenit ut, ubi Hierusalem in 
prophetis cum amatoribus suis fomicationis arguitui; ibi in nostris co- 
dicibus pro amatoribus pastorum nomen sit inmutatum. 

14. Scio haec molesta essc lectori, sed de Hebraeis litteris dispu- 
tantem non decet Aristotelis argumenta conquírere, nec ex flumine 1u- 
lliano eloquentiae ducendus est riuulus, nec aures Quintiliani flosculis 



35 15 ^ Dámaso 325 

curso pedestre y parecido al lenguaje coloquial, que no «huela 
a lucubración», que explique las cosas, aclare el sentido, ilumi- 
ne lo oscuro y no se pierda en frondosidades de palabras. Sean 
otros elocuentes, sean alabados como desean, hinchen los carri- 
llos y declamen palabras vaporosas. En cuanto a mí, me basta 
con hablar de manera que se me entienda, y pues trato de las 
Escrituras, imitar la sencillez de las Escrituras. 

15. ¿Por qué Isaac, hombre justo y amado de Dios, llevado 
del error bendijo no al que quiso, sino al que no quiso? 

Dejo de momento los sentidos típicos y paso por alto las in- 
terpretaciones que nuestros mayores han dado sobre este paso, 
no porque no acepte sus opiniones, sino porque lo único que 
tú preguntas es por qué un justo pudo ignorar algo y obrar con- 
tra su voluntad. La respuesta decisiva es que no hay hombre, 
fuera de Aquel que por nuestra salvación se dignó tomar nues- 
tra carne, que haya tenido ciencia plena y certidumbre absoluta 
de la verdad. Pablo mismo conoce en parte y profetiza en parte, 
y de momento sólo ve en espejo y como en enigma, y dice que 
ignoramos cómo se deba orar; porque cuando venga lo perfecto, 
se acabara lo parcial 

Samuel profeta, equiparado en el salterio a Moisés en- 
viado para ungir a un rey, al ver a Heliab, el mayor de los hijos 

et scolari declamatione mulcendae. Pedestris et cotidianae similis et 
nullam locubrationem redolens oratio necessaria est, quae rem expli- 
cet, sensum edisserat, obscura manifestet, non quae uerborum conpo- 
sitione ftondescat. Sint alii diserti, laudentur ut uolunt, et inflatis buccis 
spumantia uerba trutinentur: mihi sufficit sic loqui ut intellegar, et ut 
de scripturis disputans scripturarum imiter simplicitatem. 

15. Cur Isaac, uir tustús et Deo carus, non illi cui uoluit, sed cui 
noluit deceptus errore benedixit? 

Differo paulisper typos, et ea quae a maioribus nostris super hoc 
loco sunt interpretata praetereo, non quo opinioni eorum non adquies- 
cam, sed quo tu hoc tantum quaeris: quare uir iustus aliquíd ignoraue- 
nt et contra suam fecerit uoluntatem. Ad quod districta responsio est 
nullum hominum, excepto eo qui ob nostram salutem carnem est dig- 
natus adsumere, plenam habuisse scientiam et certissimam ueritatem. 
Denique Paulus ex parte cognoscit et ex parte prophetat et nunc per 
speculum uidet in aenigmate, et secundum quod oportet orare, ncscire 
nos dicit, quia cum uenerit quod perfectum est, tune quod ex parte est 
destruetur, 

Samuhel propheta connumeratus Moysi in Psalterio ad unguendum 
legem missus, cum máximum filiorum lesse uidisset Heliab, ait: ecce 



24 1 Cor 13,9ss. 

25 Cf Sal 98,6. 



326 



A Dámaso 



36,15 



de Jesé, dijo: Seguro que el ungido se halla ante el Señor. Y dijo 
el Señor a Samuel: No mires a su cara y alta talla, pues yo lo he 
reprobado, porque Dios no mira como el hombre. El hombre mira 
a la cara; pero Dios ve en el corazón Y se escribe que, des- 
pués de examinar a muchos, permaneció en la ignorancia hasta 
llegar a David. También Eliseo, que fue glorificado con un do- 
ble espíritu y cuyos huesos devolvieron la vida a un cadáver exá- 
nime, cuando la Sunamitis vino hacia él en el monte y se le echó 
llorando a los pies, Giezi trataba de apartarla, pero él le dijo: 
Déjala, pues su alma está en la amargura, y el Señor me lo ha ocul- 
tado y no me lo ha anunciado 

Son demasiados los casos como para aducirlos a modo de 
ejemplos de cómo los hombres santos y amados de Dios sólo 
supieron lo que Dios les revelaba e ignoraban lo que Dios no 
les manifestaba. A cada una de sus visiones, Zacarías y Daniel 
interrogan al ángel y humildemente le suplican les explique lo 
mismo que están viendo. Por eso no es extraño que, para su ma- 
yor bien, también Isaac ignorara lo que hacía. Tanto más que, 
en aquel momento, se equivocaba al querer exaltar al hijo que 
se había entregado al placer sanguinario, y que más tarde hu- 
biera sido capaz de matar a su hermano, y abandonar al que, 
sin daño de nadie, habitaba en su casa; al querer, en fin, hacer 
su voluntad más que la de Dios. Pienso que se debió a disposi- 

coram Domino Christus eius. Et dixit Dominus ad Samuhel: noli adspi- 
cere ad faciem eius et in staturam illius, quoniam reprobaui eum, quia 
non quomodo uidet homo uidebit Deus? homo uidet in facie, Deus uidet 
in carde. Et per singulos semper ignorans usque ad Dauid nescisse des- 
cribitur. Helisaeus quoque qui duplici glorificatus est spiritu, cuius ossa 
uitam exanimo cadaueri reddidemnt, cum Sunamitis ad eum uenisset 
in montem et ad pedes eius flebiliter corruisset, Giezi prohibente, ne 
faceret, ait: dimitte eatn, quoniam anima illius in amaritudine est, et Do- 
minus abscondit a me et non nuntiauit mihi. 

Plura sunt quam ut exemplis debeamus docere sanctos uiros et Deo 
caros ea tantummodo scisse quae eis a Domino reuelata sunt, ignoras- 
se uero quae reuelata non fuerant, et ad singulas uisiones Zachariam 
atque Danihelum interrogare angelum, et suppliciter deprecari, ut ex- 
ponant sibi quae sint illa quae uideant. Vnde non mirum est et Isaac 
in suam máxime uitilitatem nescisse quid faceret, cum magia eo tem- 
pere erraret que filium sanguinariae deditum uoluptati, et eum qui 
postea fratrem posset occidere, praetermisso illo qui innocenter habi- 
tabat domum, uellet efferre, et suam magis quam Dei faceré uolunta- 
tem. Ego puto diuinae dispensationis fuisse ut oculis caecaretui; et cum 
ipse diceret: uox uox lacob, manus autem manus Esau, tamen non inte- 

26 1 Sam 16,6-7. 

27 2 Re 4,27. 



36,16 



A Dámaso 



327 



ción divina el que quedara ciego, y que al decir él mismo: La 
voz es de Jacob; pero las manos de Esaü sin embargo, no se 
dio cuenta de que era el hijo menor el que se adelantaba a arre- 
batar la bendición de su hermano. 

16. Pero como he prometido añadir también el sentido tí- 
pico del pasaje, voy a transcribir las palabras de Hipólito már- 
tir, del que no discrepa mucho nuestro Victorino; no porque lo 
haya explicado todo exhaustivamente, sino porque puede dar oca- 
sión al lector para una inteligencia más amplia: «Isaac es ima- 
gen de Dios Padre, Rebeca del Espíritu Santo, Esaú del pueblo 
primero y del diablo, Jacob de la Iglesia o de Cristo. La vejez 
de Isaac manifiesta la consumación del orbe; el haberse oscure- 
cido sus ojos significa que la fe había desaparecido del mundo, 
y la luz de la religión había sido descuidada antes de él. Que 
el hijo mayor sea llamado es la recepción de la ley por los ju- 
díos; que al padre le gusten los guisos y la caza simboliza a los 
hombres salvados del error, a los que el justo caza por la doctri- 
na. La palabra de Dios es promesa de bendición y esperanza del 
reino por venir, en que los santos han de reinar con Cristo y 
celebrar el verdadero sábado. Rebeca, llena del Espíritu Santo, 
y consciente de lo que había oído antes de dar a luz, que el ma- 
yor servirá al menor —o más bien, formada por el Espíritu San- 
to, medita anticipadamente en Jacob lo que sabía acontecería 
en Cristo — , Rebeca, pues, dice a su hijo: Yete al aprisco y tráe- 

llegeret minorem esse filium qui ad benedictionem fratris praereptor 
adstiterat, 

16. Quoniam autem polliciti sumus et de eo quid in figura signi- 
ficaret adiungere, Hippolyti martyris uerba ponemos, a quo et Victo- 
rinus noster non plurimum discrepat, non quo omnia plenius exsecutus 
sit, sed quo possit occasionem praebere lectori ad inteUegentiam latio- 
rem: «Isaac portat imaginera Dei patris, Rebecca Spiritus sancti, Esau 
populi prioris et diaboli, lacob ecclesiae siue Christi. Senuisse Isaac 
consummationem orbis ostendit; oculos iHius caligasse fidem perisse 
de mundo et teligionis lumen ante eum neglectum esse significat, Quod 
filius maior uocatui; acceptio legis est ludaeorum; quod escás eius at- 
que capturam diligit patei; homines sunt ab errore saluati quos per doc- 
trinam iustus quisque uenatur. Serme Dei benedictionis est repromissio 
et spes regni futuri, in quo cum Christo sancti regnaturí sunt et uerum 
sabbatum celebraturi. Rebecca plena Spiritu sancto, et sciens quid audis- 
set antequam pareret quia maior semiet minori — magis autem forma 
Spiritus sancti quae futura norat in Christo in lacob ante meditatur — 
loquitur ad filium minorem: nade ad gregem et accipe mthi inde dúos 
haedos, praefigurans carneum saluatoris aduentum, in quo eos uel má- 
xime liberaret qui peccatis tenebantur obnoxii, siquidem in ómnibus 

28 Gén 27,22. 



328 



A Dámaso 



36,16 



me de allí dos cabritos prefigurando el advenimiento del Sal- 
vador en la carne, por el que había sobre todo de librar a los 
que estaban sujetos al pecado, pues en todas las Escrituras se 
toma a los cabritos por los pecadores Que se le mande traer 
dos significa la adopción de los dos pueblos; que hayan de ser 
tiernos y buenos significa a los dóciles e inocentes de alma. El 
vestido de Esaú son la fe y Escrituras de los hebreos, con las 
que se vistió el pueblo de los gentiles; las pieles que cubrían 
sus brazos son los pecados de uno y otro pueblo que Cristo, al 
extender las manos, clavó juntamente consigo en la cruz Que 
Isaac pregunte a Jacob por qué había vuelto tan pronto expresa 
la admiración por la prontitud de la fe de quienes creyeron; que 
se le ofrezcan guisos agradables significa que el sacrificio agra- 
dable a Dios es la salvación de los pecadores. 

Después de la comida viene la bendición, e Isaac goza del 
buen olor de su hijo, preanunciando con voz clara la virtud de 
la resurrección y del reino, y cómo le adorarán sus hermanos 
y le servirán los creyentes de Israel, Pero como la iniquidad es 
enemiga de la justicia, Esaú es arrebatado por la discordia y tra- 
ma dolosamente la muerte, diciendo en su corazón: 

Apresúrense — dice — los días de la pasión o muerte de mi padre 
y mataré a Jacob mi hermano El diablo, que en Caín había 
prefigurado a los judíos fratricidas, los manifiesta patentemente 
ahora en Esaú, indicando incluso el tiempo del asesinato: Apre- 

scripturis haedi pro peccatoribus accipiuntur. Quod autem dúos iube- 
tur adferre, duorum populorum significatur adsumptio; quod teneros 
et bonos, dóciles et innocentes animae. Stola Esau fides et scripturae 
sunt Hebraeorum quibus gentilium indutus est populus; pelles quae 
eius brachiis circumdatae sunt, peccata utriusque sunt plebis quae Chris- 
tus in extensione manuum cruci secum pariter adfixit. Quod Isaac quae- 
rit ab lacob cur tam cito uenerit, admiratur uelocem credentium fidem; 
quod cibi delectabiles offeruntur, hostia placens Deo salus est pec- 
catorum. 

Post esum sequitur benedictio, et eius odore perfruitur uirtutem 
resurrectionis et regni aperta uoce praenuntians, quomodo etiam ado- 
rent eum fratres sui et seruiant ei credentes ex Israhel. Quia igitur ini- 
quitas est inimica iustitiae, Esau in discordiam concitatur et necem 
fraudulentus excogitat, dicens in corde suo: adpropient dies passionis 
patñs mei, et occidam lacoh fratrem meum. Diabolus fratricidas ludaeos 
in Cain ante praemeditans, in Esau manifestissime confitetur, tempus 
quoque interfectionis ostendens: adptopinquent, inquit, dies passionis 

29 Gen 27,9. 
50 Mt 25,23. 

31 Cf Col 2,14. 

32 Gén 27,41. 



36,17 



A Dámaso 



329 



súrense — dice — los días de la pasión y asesinaré a mi hermano. 
Por lo cual Rebeca, es decir, la paciencia, reveló a su marido las 
asechanzas del hermano, e Isaac llamó a Jacob y le mandó que 
marchara a Mesopotamia y allí tomara esposa de la familia de 
Labán el sirio, hermano de su madre. Así, del mismo modo que 
Jacob, para escapar a las astucias de su hermano, huye a Meso- 
potamia, así Cristo, forzado por la incredulidad de los judíos, 
marcha a Galilea para tomar allí esposa de entre los gentiles: 
la Iglesia>>. Hasta aquí el autor antedicho. 

17. Por nuestra parte decimos que el Señor sólo vino para 
las ovejas perdidas de Israel y no quiso tomar el pan de los hijos 
y echárselo a los perros, y que la primera bendición la trajo para 
el pueblo de los judíos, a quienes fueron confiados los oráculos 
de Dios, fue hecha la promesa, se dio la ley, y con quienes fue 
celebrada la alianza. Pero, como ellos no quisieron creer, la ben- 
dición pasó a Jacob, es decir, al pueblo más joven. Sin embargo, 
tampoco el hijo mayor fue totalmente desechado, pues cuando 
todo el pueblo de los gentiles hubiere entrado en el reino, en- 
tonces se salvará también todo Israel. 

ut infátficiam fratrem meum. Quapropter Rebecca, id est patientia, nun- 
tiauit uiro fratris insidias, qui uocato Jacob praecepit ei ut Mesopota- 
miam pergeret, et inde accipenet uxorem de genere Laban Syri, fratris 
matris suae. Quomodo itaque fratris dolos fugiens Mesopotamiam tendit 
lacob, ita et Christus ludaeorum incredulitate conpulsus proficiscitur 
in Galilaeam, inde sibi ex gentibus sponsam sumpturus ecclesiam». 
Haec supra dictus uir. 

17. Nos autem dicimus non uenisse Dominum nisi ad oues per- 
ditas domus Israhel, nec uoluisse panem accipere filiorum et daré eum 
canibus, et benedictionem primam ludaeorum populo detulisse, qui- 
bus sunt credita eloquia Dei et repromissio et legis datio et confectio 
testamenti; uerum quia Ílli credere noluerunt, ad lacob, minorem po- 
pulum benedictionem esse translatam. Ñeque tamen maiorem filium 
penitüs fuisse despectum, quia cum subintrauerit plenitudo gentium, 
tune omnis Israhel saluus erit. 



330 



A Marcela 



37,1 



37 



A MARCELA 



[SOBRE EL COMENTARIO DE RETICIO DE AUTUN 
AL CANTAR DE LOS CANTARES] 

La afabilidad epistolar de Jerónimo con Marcela no siempre sig- 
nifica condescendencia. En esta ocasión se niega a prestarle los li- 
bros de Retido de Autun sobre el Cantar de los Cantares, que 
Jerónimo acababa de leer, y en sus páginas había encontrado verda- 
deros borrones de interpretación. El que había mostrado tanto in- 
terés para conseguirlos de Rufino, para copiarlos^ piensa ahora que 
su mera lectura sería una pérdida de tiempo. El obispo Retido po- 
siblemente era mejor diplomático que exegeta. En tiempos del pa- 
pa Milcíades (no Silvestre, como escribe Jerónimo), el año 313, fue 
convocado a Roma por el emperador Constantino para que intervi- 
niera, como persona neutral, en un sínodo que juzgaba del proble- 
ma donatista. 

Fecha: año 3S3. 

1. Hace poco, después de leer los comentarios al Cantar 
de los Cantares (los hebreos llaman a este libro sir asirim) escri- 
tos por Reticio, obispo de Autun, el que bajo el papa Silvestre 
fue llamado a Roma por el emperador Constantino con ocasión 
del proceso de los Móntense s, quedé fuertemente sorprendido 
de que un hombre elocuente, aparte de otras inexactitudes de 
interpretación, piense que Tharsis es la Tarso en que nació el 
apóstol Pablo, y que oro de Ofaz significa piedra por la misma 
razón que Cefas en el evangelio es llamado Pedro. Realmente, 



1. Nuper, cum Reticii Augustodunensis episcopi, qui quondam a 
Constantino imperatore sub Siluestro episcopo ob causam Montensium 
missus est Romam, commentarios in Canticorum Canticum perlegis- 
sem, quod Hebraei uocant sir asirim, uehementer miratus sum uirum 
eloquentem praeter ineptias sensuum ceterorum Tharsis urbem putas- 
se Tarsum in qua Paulus apostolus natus sit, et aurum Ofaz petram sig- 
nificari quod Cephas in euangelio Petrus sit appellatus. Habuerat utique 
et in Hiezechiele id ipsum uerbum, ubi de quattuor animalibus scribi- 
tur: et species rotarum sicut species tharsis, et in Danihele de Domino: 
et Corpus eius ut tharsis, quod Aquila «chrysolithum», «hyacinthum» 
Symmachus interpretantur, et in Psalmis: spirttu uio lento conteres ñaues 
Tharsis. Et inter lapides qui in ornatum sacerdotis tribuum nominibus 
sculpti sunt, eiusdem lapidis nomen insertum est, et omnis ferme scrip- 
tura hoc referta uocabulo est. 

De Ofaz uero quid dicam, cum supra dictus Danihel propheta in 
tertio anno Cyri, regis Persarum, post tres ebdomadas ieiunÜ atque 



37 



AD MARCELLAM 



37,2 



A Marcela 



331 



esta misma palabra la tenía en Ezequiel, allí donde se escribe 
de los cuatro animales: Y el aspecto de las ruedas como aspecto 
de Tharsis ^ y en Daniel hablando del Señor: Y su cuerpo co- 
mo Tharsis ^; lo que Aquila traduce «crisólito» y Símaco «jacin- 
to». Y en los salmos: Con viento impetuoso quebrantarás las naves 
de Tharsis ^. Y entre las piedras en que, para ornamento del su- 
me sacerdote, están esculpidos los nombres de las tribus, se in- 
serta el nombre de esta misma piedra. En fin, toda la Escritura 
puede decirse que está llena de este nombre. 

¿Y qué decir de Ofaz? El profeta Daniel, que acabo de men- 
cionar, en el año tercero de Ciro, rey de los persas, después de 
tres semanas de ayuno y tristeza, dice: Levanté los ojos y miré, 
y he aquí un hombre vestido de lino y sus lomos ceñidos de oro 
de Ofaz Y es que entre los hebreos se distinguen varias cla- 
ses de oro. Así, por razón de distinción, se pone aquí Ofaz, pa- 
ra que no se confunda con el Tjaab, del que en el Génesis ^ se 
dice que nace juntamente con el carbunclo. 

2. Quizá preguntes si la piedra de tharsis es el crisólito o 
el jacinto, como quieren diversos intérpretes, a cuya semejanza 
se describe el rostro de Dios ^, y por qué se dice que Jonás que- 
ría ir a Tharsis, y que Salomón y Josafat tenían naves que solían 
hacer el comercio de importación y venta desde Tharsis. La res- 
puesta es sencilla: es vocablo homónimo, con el que se designa 
una región de la India y también el mar, por ser éste azul y al 
ser herido por los rayos del sol reproduce el color de las piedras 
sobredichas. Recibió, pues, el nombre, por el color, si bien Jose- 
fo, cambiando la letra tau, piensa que los griegos llamaron Tarso 
a Tharsis. 

tristitiae dicat: extuli oculos meos et uidi, et ecce uir unus iudutus bad- 
dim et renes eius cincti auro Ofaz? plura quippe apud Hebraeos auri 
sunt genera; unde ob distinctionem nunc Ofaz positum est, ne quis 
zaab putare, quod in Genesi nasci cum lapide carbúnculo praedicatur. 

2. Quaeras si tharsis lapis chrysolithus sit aut hyacinthus, ut diuer- 
si interpretes uolunt, ad cuius similitudinem Dei species describatur, 
quare lonas propheta Tharsis iré ueUe dicatur, et Salomón et losaphat 
in Regnorum libris ñaues habuerint quae de Tharsis soHtae sint adfer- 
re uel exercere commercia. Ad quod facilis responsio est bpLÓPVfiop es- 
se uocabulum, quod et Indiae regio ita appelletur et ipsum mare quia 
caeruleum sit et saepe solis radiis repercussum colorem supra dicto- 
rum lapidum trahat, a colore nomen acceperit, licet losephus tau litte- 
ra commutata Graecos putet Tarsum appellasse pro Tharsis. 



^ Ez 10,9. 
2 Dan 10,6. 
5 Sal 47,8. 



4 Dan 10,5. 

5 Cf. Gen 2,11-12. 

6 Cf. Ap 4,3. 



332 



A Marcela 



37,4 



3. Son innumerables las cosas que me han parecido verda- 
deros borrones en los comentarios de este autor. El lenguaje es 
indudablemente elegante y fluye con galicano coturno; pero ¿qué 
tiene eso que ver con el exegeta, cuyo oficio no es hacerse pasar 
por hombre elocuente, sino ayudar a que quien lo lea entienda 
lo mismo que entendió el que escribe? Yo pregunto: ¿No tenía 
los diez volúmenes de Orígenes, no tenía otros intérpretes o, al 
menos, algunos amigos hebreos para leer o preguntar qué signi- 
ficaba lo que él ignoraba? ¿O es que pensó tan mal de los veni- 
deros que se imaginó que nadie sería capaz de criticar sus errores? 

4. En vano, pues, me pides los comentarios de este autoi; sien- 
do más las cosas que me desagradan en ellos que las que me agra- 
dan. Y si me replicas que se los he prestado a otros, te diré que 
no todos se alimentan de la misma comida. Jesús, en el desierto, 
alimenta con panes de cebada a la muchedumbre, con pan de tri- 
go a unos pocos. Los corintios, entre quienes se hablaba de forni- 
cación, y ial fornicación cual no se daba ni entre gentiles ^ son 
alimentados con leche, porque no podían aún tomar comida sóli- 
da. Los efesios, por el contrario, a quienes no se reprende de cul- 
pa alguna, se alimentan del Señor mismo, pan celeste, y conocen 
el misterio que estuvo escondido desde los siglos ^. Tampoco te 
dejes llevar por la autoridad o la edad de los que han recibido de 
mí los ejemplares, pues Daniel juzga a los viejos y Amós, pastor 
de cabras, recrimina a los príncipes de los sacerdotes, 

3. Innumerabilia sunt quae ín illius mihi commentariis sordere 
uisa sunt. Est sermo quidem conpositus et GaUicano coturno fluens; 
sed quid ad interpretem, cuius professio est non quomodo ipse diser- 
tus appareat, sed quomodo eum qui lecturus est sic faciat intellegere 
quomodo intellexit ille qui scripsit? Rogo, non habuerat decem Orige- 
nis uolumina, non interpretes ceteros aut certe aliquos necessarios He- 
braeorum aut ut interrogaret aut legeret, quid sibi uellent quae 
ignorabat? Sed tam male uidetur existimasse de posteris ut nemo pos- 
set de eius erroribus iudicare! 

4. Frustra igitur a me eiusdem uiri commentarios postulas, cum 
mihi in illis multo displiceant plura quam placeant. Quod si opposue- 
ris cur ce taris dederim, audies non omnes eodem uesci cibo. lesus Ín 
deserto plures hordeaceis panibus pascit, triticeis pauciores; Corint- 
hii, in quibus fornicatio audiebatur et talis fomicatio qualis neo ínter 
gentes quidem^ lacte pascuntur, quia necdum poterant solidum cibum 
capere. Ephesii autem, in quibus nuUum crimen arguitur, ipso Domi- 
no cacles ti uescuntur pane, et sacramentum quod a saeculis abscondi- 
tum fuerat agnoscunt. Ñeque uero eorum qui a me exemplaria 
acceperunt uel auctoritate uel aetate ducaris, cum et Danihel senes iudi- 
cet et Amos, pastor caprarum, in sacerdotum principes inuehatur. 



7 1 Cor 5,1. 



8 Cf. E£ 3,9. 



38,2 



A Marcela 



333 



38 



A MARCELA 



[ELOGIO DE LA CONVERSIÓN DE BLESILA, HIJA DE PAULA] 



Esta vez, Jerónimo reclama la atención de Marcela sobre Blesi- 
la, hija mayor de Paula. No parece que la carta sea sólo respiro 
de alivio por la curación de la hermana mayor de Eustoquia. Tie- 
ne todo el aspecto de una tarjeta de presentación, ante Marcela, de 
esta mujer joven, que, viuda al cabo de sólo siete meses de matri- 
monio, se orienta ahora con toda resolución por la vida del servi- 
cio divino en la continencia. Posiblemente Marcela no estaba segura 
de que Blesila hubiera abandonado el estilo mundano como para 
admitirla en el círculo selecto del Aventino. 

Fecha de la carta: 384. 

1. Abrahán es tentado en su hijo y es encontrado más fiel; 
José es vendido en Egipto para proveer a su padre y sus herma- 
nos; Ezequías es amedrentado con una muerte inminente para 
que, gracias a sus lágrimas, su vida se le prolongue por espacio 
de quince años; el apóstol Pedro es derribado en la pasión del 
Señor para poder oír después de haber llorado amargamente: 
Apacienta mis ovejas ^; Pablo, lobo rapaz y el benjamín más jo- 
ven, queda ciego en un arrobamiento para que vea mejor, y en- 
vuelto súbitamente en el horror de las tinieblas, llama Señor al 
que poco antes perseguía como a hombre. 

2. Así también ahora, mi querida Marcela, hemos visto có- 
mo nuestra amada Blesila se ha estado abrasando en el ardor 
de la fiebre, por espacio de casi treinta días, para que aprendie- 
ra a desechar los deleites de este cuerpo que a no tardar mucho 



L Abraham temptatur in filio et fidelior inuenitur; loseph in 
Aegypto uenditur ut patrem pascat et fratres; Ezechias uicina morte 
tertetur, ut fusus in lacrimas quindecim annorum spatio proteletur ad 
uitam; Petrus apostólos Domíni passione concutitur ut amare flens 
audiat: pasee oues meas; Paulus, lupus rapax et Beniamin adulescen- 
tior, in éxtasi caecatur ut uideat, et repentino tenebrarum horróte cir- 
cumdatus Dominum uocat, quem dudum ut hominem persequebatur. 

2. Ita et nunc, mi Marcella, BlesíHam nostram uidimus ardore fe- 
brium per triginta ferme dies iugiter aestuasse, ut sciret reiciendas de- 
licias corporis quod paulo post uermibus exarandum sit. Venit et ad 



38 



AD MAKCELLAM 



^ Jn 21,17. 



334 



A Marcela 



38,3 



va a ser arado por los gusanos. También a ella se le acercó el 
Señor Jesús y la tomó de la mano, y ella se ha levantado y le 
sirve. Había en ella cierto olor a negligencia y, atada con las ven- 
das de la riqueza, yacía en el sepulcro del siglo; pero Jesús se 
conmovió y, turbado en su espíritu, gritó diciendo: «Blesila, sal 
fuera» ^. Ella oyó la llamada, se levantó y, saliendo del sepul- 
cro, se sienta a la mesa con el Señor. Amenacen y se irriten los 
judíos, intenten matar a la resucitada, y únicamente los apósto- 
les sientan orgullo. Ella sabe que debe su vida a aquel en quien 
ha creído. Sabe que abraza ahora los pies de aquel por cuyo jui- 
cio temblaba poco antes. El cuerpo yacía ya casi exánime y la 
cercana muerte sacudía ya los miembros exhaustos. ¿Dónde es- 
taban entonces los cuidados de los deudos, dónde las palabras 
más vanas que el humo? Nada te debe, ingrata parentela, la que 
ha muerto al mundo y renacido para Cristo. El que sea cristia- 
no, que se alegre; si alguien se irrita, demuestra que no es 
cristiano. 

3. La viuda que está libre de la atadura del marido lo úni- 
co que necesita es perseverancia. «Pero el hábito demasiado os- 
curo escandaliza a muchos». Pues que también escandalice Juan 
Bautista, el mayor de entre los nacidos de mujer, el que llamado 
ángel bautizó al Señor mismo, el que iba vestido de pelos de 
camellos y se ceñía con un cinturón de piel. «¡Los manjares de- 
masiado ordinarios desagradan!». ¿Y qué más ordinario que las 
langostas? Más escandalizan a los ojos cristianos las que se pin- 

hanc Dominus lesus tetigitque manum eius, et ecce surgens ministrat 
eí. Redolebat aliquid neglegentiae, et diuitiarum fasciis conligata in 
saeculi iacebat sepulchro, sed confremuit lesus et conturbatus in spiri- 
tu clamauit dicens: Blesilla, exiforas! Quae uocata surrexit et egressa 
cum Domino uescitur. ludaei minentur et tumeant, quaerant occidere 
suscitatam, solí apostoli glorientur: scit se uitam suam ei deberé cui 
credidit; scit se eius amplexare pedes cuius paulo ante iudicium perti- 
mescebat. Corpus paene iacebat exanime et anhelos artus mors uicina 
quatiebat. Vbi tune erant auxilia propinquorum, ubi uerba omni ina- 
niora fumo? nihil tibí debet, o ingrata cognatio, quae mundo periit et 
Christo reuixit. Qui Christianus est, gaudeat; qui irascitur, non esse 
se indicat Christianum. 

3. Vidua quae soluta est uinculo maritali nihil necesse habet nisi 
perseuerare. At scandalizat quempiam uestis fuscior: scandaHzet lohan- 
nes quo inter natos mulierum maior nullus fuit, qui ángelus dictus ip- 
sum quoque Dominum baptizauit, qui camelorum uestitus tegumine 
zona pellicia cingebatur. Cibi displicent uiliores: nihil uilius est locus- 
tis. IDae Christianos oculos potius scandalizent quae purpurisso et qui- 



2 Jn 11,43. 



38,4 



A Marcela 



335 



tan sus ojos y sus labios de rojo y otros afeites, aquellas cuyas 
caras de yeso y afeadas por la blancura remedan a los ídolos. 
Si por descuido se les escapa una lágrima inoportuna, al desli- 
zarse va abriendo un surco. A éstas ni el número de los años 
es capaz de enseñarles que son ya viejas. Aderezan su cabeza 
con cabellos ajenos, y entre las arrugas seniles pulen una juven- 
tud ya pasada. Y en fin, en medio de un ejército de nietos se 
atavían como niñas pudorosas. Ruborícese la mujer cristiana de 
violentar la belleza de la naturaleza, de cuidar de su carne con 
miras a la concupiscencia, de la que dice el Apóstol que los que 
están en ella no pueden agradar a Cristo ^. 

4. Antes, nuestra querida viuda se engalanaba con harta 
morosidad, se pasaba todo el día preguntando al espejo qué le 
faltaba. Ahora dice confiadamente: Nosotros, empero, a cara des- 
cubierta, contemplamos la gloria del Señor y nos transformamos 
en la misma imagen, de una gloria en otra, como por el Espíritu 
del Señor ^. Antes, jóvenes esclavas le peinaban los cabellos y 
sujetaban su inocente cabeza, con capacetes ondulados; ahora des- 
cuida la cabeza y sabe que le basta el ir velada. En aquel tiem- 
po, la blandura misma de las plumas se le antojaba dura y apenas 
si podía echarse sobre un montón de colchones; ahora se levan- 
ta a toda prisa para orar, y disputando a las otras, con modulada 
voz, el aleluya, es la primera que empieza a alabar a su Señor. 

busdam fucis ora oculosque depingunt, quarum facies gypseae et nimio 
candore deformes idola mentiuntur, quibus si forte inprouidens lacri- 
marum stilla eruperit, sulco defluit, quas nec numerus annorum po- 
test docere quod uetulae sunt, quae capillis alienis uerticem instruunt, 
et praeteritam iuuentutem in rugis anilibus poliunt, quae denique an- 
te nepotum gregem trementes uirgunculae conponuntur Erubescat mu- 
lier Christiana, si naturae cogit decorem, si carnis curam facít ad 
concupiscentiam, in qua qui sunt secundum apostolum Christo place- 
re non pos sunt. 

4. Vidua nostra ante morosius ornabatvu; et die tota quid sibi dees- 
set quaerebat ad speculum; nunc loquitur confidenter; nos autem orn- 
ees reuelata facie gloriam Domini speculantes in eandem imaginem 
transformamur a gloria in gloriam, quasi a Domini spiritu. Tune crines 
ancÜlulae disponebant et mitellis crispantibus uertex artabatur inno- 
xius; nunc neglectum caput scit sibi tantum sufficere quod uelatur. lUo 
tempore plumarum quoque dura mollities uidebatur, et in extructis to- 
ris lacere uix poterat; nunc ad orandum festina consurgit, et modulata 
noce ceteris «alleluia» praeripiens prior incipit laudare Dominum suum. 
Flectuntur genua super nudam humum et crebris lacrimis facies psi- 



5 Cf. Rom 8,8. 
^ 2 Cor 3,18. 



336 



A Marcela 



38,5 



Dobla sus rodillas sobre la desnuda tierra, y el rostro, antes su- 
cio de maquillaje, es lavado por las lágrimas frecuentes. Después 
de la oración resuenan los salmos. Se le dobla el cuello de can- 
sancio, las piernas vacilan, se le cierran los ojos de sueño, pero 
apenas si logran un ligero descanso por el excesivo fervor del 
espíritu. Su túnica es oscura; así se ensucia menos cuando duerme 
sobre la tierra. Su calzado es vulgar; así puede dar a los necesi- 
tados el precio de los zapatos incrustados de oro. El ceñidor no 
está adornado de oro y gemas, sino que es de lana y limpísimo 
en su sencillez, sujeta el vestido sin dividirlo. Si el escorpión 
envidia este género de vida, y con blandas palabras incita a co- 
mer nuevamente del árbol prohibido, hay que aplastarlo, no con 
la suela, sino con un anatema, y mientras muere en su propio 
polvo, hay que decirle: Apártate, Satanás ^, que quiere decir «ad- 
versario»; pues el adversario de Cristo es el anticristo, a quien 
desagradan los preceptos y enseñanzas de Cristo. 

5. Yo te pregunto: ¿Qué hemos hecho nosotros, en com- 
paración con los apóstoles, para que con razón se escandalicen? 
Ellos dejaron a su padre anciano con su barca y sus redes; el 
pubücano se levanta de su mostrador y sigue al Salvador; al dis- 
cípulo que quería volver a casa a despedirse de los suyos se lo 
prohibe la voz del Maestro; se niega la sepultura al propio pa- 
dre, ser despiadado por causa del Señor es una forma de pie- 
dad. A nosotros se nos tiene por monjes porque no llevamos 
vestidos de seda; se nos llama continentes y tristes porque no 
somos bebedores ni descomponemos la cara con las carcajadas. 

mithio ante sordidata pui^atur. Post orationem psalmí concrepant, et 
lassa ceruix, poplites uacillantes, in somnumque uergentes oculi nimio 
mentis arderé uix inpetrant ut quiescant. Pulla est túnica: minus cum 
humi iacuerit sordidatur. Soccus uilior: auratorum pretium calceorum 
egentibus latgietur. Cingulum non auro gemmisque distínctum est, sed 
laneum et tota simplicitate purissimum, et quod possit adstringere magis 
uestimenta quam scindere. SÍ huic proposito inuidet scorpius et ser- 
mone blando de indebita rursum arbore comedere persuadet, inlida- 
tur ei pro solea anathema, et in suo morienti puluere dicatur: uade retro, 
satanás, quod interpretatur «aduerse»; aduersarius quippe Christi est 
antichristus, cui praecepta displicent Christi. 

5. Oro te, quid tale umquam quale apostoli fecimus ut mérito scan- 
dalizentur? Patrem senem cum nauicula et rete dimittunt; publicanus 
a teloneo surgit et sequitur saluatorem; uolens discipulus reuerti do- 
mum et suis